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Este sínodo va a reafirmar nuestro compromiso como congregación


Luis Miguel Modino
Si hay una congregación que tiene un rostro amazónico esas son las lauritas, nacidas en la selva, y que, a lo largo de sus 105 años de existencia, han respondido al deseo de su fundadora, Laura Montoya, “de acompañar, de estar junto a los pueblos indígenas”, como afirma la hermana Inés Zambrano, actualmente su superiora general, y que ha sido nombrada por el Papa Francisco auditora del Sínodo para la Amazonía.

Este Sínodo haría feliz a la fundadora, “Laura sería la primera en hacer sentir el grito de los pueblos amazónicos”, según la superiora general, que dice que “de alguna manera este Sínodo va a reafirmar nuestro compromiso como congregación”, siempre presentes en aquellos lugares de la Amazonía “donde no hay ninguna presencia de Iglesia”.

A partir de su experiencia, al hablar de la Eucaristía, uno de los elementos que debe estar presente en la asamblea sinodal, la religiosa afirma que “si queremos la presencia eucarística, si queremos la presencia viva de Jesús entre los pueblos, eso tiene que primar”, pues según ella “se defiende estructuras, pero no se defiende la esencia misma de la vida cristiana”. De hecho, en las comunidades ellas hacen de todo, y la gente les pide “las misas de las lauritas”, porque como señala la superiora general, “ustedes nos hacen entender el Evangelio, ustedes se quedan con nosotros, ustedes conocen nuestra realidad, ustedes nos escuchan, ustedes celebran desde nuestra vida, desde nuestros ritos, ustedes nos conocen, su celebración es parte de la vida nuestra”.

Sin duda, una voz autorizada, fruto de una vida personal y de una congregación que no ha tenido miedo de ensuciarse en los lodazales de la selva para ir al encuentro de los más distantes, entre quienes dice haber aprendido muchísimo.

¿Quiénes son las Misioneras Lauritas?

Las Misioneras Lauritas somos una congregación fundada hace 105 años por Laura Montoya en las selvas antioqueñas. Una congregación que nació siempre en el sueño de Laura Montoya de acompañar, de estar junto a los pueblos indígenas. Esta congregación que siempre se ha definido por esa presencia cercana hacia ellos. Desde el inicio de la congregación, en plena selva, que es donde nació.

¿Qué diría hoy Laura Montoya ante la celebración del Sínodo para la Amazonía?

Estaría feliz, porque ella precisamente, antes de iniciar la congregación, sufría muchísimo por la realidad de los pueblos indígenas. Y precisamente, ella quería hablar con el Papa, yo estoy hablando de 1912. Ella quería hablar con el Santo Padre para decirle que los indígenas están sufriendo mucho en la Amazonía, están sufriendo mucho por las caucheras, por toda esa gente, y le pide a la Virgen, dice Virgen, yo tengo unos ahorros, un dinero para hacer un viaje a Roma para decirle al Santo Padre que escuche el gemido de los pueblos indígenas.

Y después, cómo que siente, y le dice, Virgen, por qué no me haces un mandado, no voy a Roma, dile al Santo Padre que escuche el gemido de los pobres. Y al poco tiempo, envió la encíclica Lacrimabili, en donde Pío X habla sobre la realidad de los pueblos indígenas. Entonces, ella era feliz porque hubo una respuesta de la Iglesia hacia la realidad de los pueblos indígenas. Está repitiéndose esa misma historia, en este momento. Por eso, Laura sería la primera en hacer sentir el grito de los pueblos amazónicos. Ella le dolía, como ella dice, como verdaderos hijos, toda esa realidad.

Lo de Lacrimabili se está reviviendo nuevamente ahora, porque el Sínodo es una manifestación como Iglesia, de decir, bueno, el pueblo indígena, el pueblo amazónico está viviendo esta realidad. Entonces, qué hacer como Iglesia. Es el tiempo de Laura para nosotros también en este momento.

Laura no va a estar personalmente en el Sínodo, pero usted que podríamos decir que es una de las sucesoras de Laura, va a estar ¿Qué es lo que va a expresar en los trabajos del Sínodo, representando a todas las lauritas, a todas las religiosas que trabajan con los pueblos indígenas?

Primero dar gracias a Dios, para mí el participar allá es dar gracias a Dios, porque de alguna manera este Sínodo va a reafirmar nuestro compromiso como congregación. Hace dos años hicimos el capítulo general, y en éste, optamos como congregación, por defender la vida amenazada de los indígenas. O sea, tenemos una conclusión, en donde nos permite a la congregación, estar junto a este dolor del pueblo, tanto del pueblo indígena, que está en vías de extinción, que está amenazado en su identidad, que quieren desaparecer su espiritualidad, y también por la defensa de la Madre Tierra.

Entonces, es ir a decir, esto es lo que como congregación hemos hecho y qué bueno que ahora como Iglesia reafirmen este compromiso. Para nosotros, como lauritas, es una bendición de Dios este Sínodo porque es reafirmar este sueño de Laura Montoya y este compromiso que como congregación en este momento tenemos.

Las lauritas están principalmente en la Amazonía, en las selvas amazónicas, y muchas veces en lugares donde muchas congregaciones o la Iglesia no llegan. ¿Qué significa estar en esos lugares tan alejados con los pueblos que muchas veces no tienen un contacto más directo con la Iglesia?
Para nosotras, como dije en su momento, es una bendición de Dios, el poder ser fieles a ese carisma que Dios regaló a Laura Montoya, viviendo durante estos 105 años, siempre permaneciendo en esos lugares donde nadie va. Ese era el sueño de Laura, ir donde no hay ninguna presencia de Iglesia, nosotros estamos ahí haciendo esa presencia, es compartir sus sueños, es compartir su dolor, es compartir el sufrimiento, pero también es compartir su vida. Nos hemos enriquecido muchísimo con la espiritualidad de los de estos pueblos, mutuamente nos hemos enriquecido. Ellos desde su espiritualidad y nosotros compartiendo la nuestra.

En algunos momentos sí que ha sido un poco difícil, hemos sentir ese vacío, por ejemplo, la ausencia de sacerdotes; en muchos lugares dos veces al año van los sacerdotes, todo el tiempo estamos solas por allá, pero sintiendo la compañía y la presencia de todo el pueblo que nos acoge con cariño y nosotras también haciendo todo lo que podemos desde la nuestra.

Desde esa experiencia de falta de sacerdotes, ustedes como religiosas, ¿cuáles deberían ser los nuevos caminos que la Iglesia debería ofrecer para la Amazonía en ese sentido?

Yo esos días me estaba cuestionando. Yo digo, qué es lo que se defiende o qué es lo que se ataca, no sabría decir la palabra. Si queremos la presencia eucarística, si queremos la presencia viva de Jesús entre los pueblos, eso tiene que primar. Los medios que tenemos que buscar. Están hablando que el celibato sí o el celibato no, es Jesús presente en esos pueblos, la presencia eucarística, los sacramentos allá. Decir, bueno, qué medios vamos a proponer, qué medios vamos a asumir. O sea, qué es lo que necesitamos o queremos nosotros como Iglesia hacer presente allá.

Entonces, hasta ahorita, la experiencia que tenemos es de haber trabajado junto con los diáconos indígenas, sobre todo. Con ellos hacemos equipo de trabajo. Se está hablando de los sacerdotes casados, pero tienen que ser también sacerdotes con espíritu firme, fuerte, de mucha experiencia. A mí me gusta cuando hablan de los sabios, de los mayores, porque es gente que ya ha experimentado, no es gente que va a probar a ver si puede o no. Pensando en los sacerdotes tiene que ser gente de mucha trayectoria, de mucho compromiso, de mucha profundidad y de una claridad vocacional muy grande.

Inclusive, imaginándonos, ¿por qué no hacer realidad que, en una comunidad donde solamente están las lauritas, y donde los sacerdotes van una o dos veces por año, por qué no soñar con que un día, también hasta para que las propias religiosas puedan celebrar la Eucaristía, que una religiosa pueda presidir la Eucaristía?

Nosotras hemos soñado mucho con eso. No sabemos todavía los procesos que se van a dar. Lo que nosotras no hacemos es consagrar, pero nos toca todo, nos toca todo, inclusive la gente cuántas veces nos ha dicho, hermanas queremos la misa de las lauritas, queremos una misa de ustedes, porque ustedes nos hacen entender el Evangelio, ustedes se quedan con nosotros, ustedes conocen nuestra realidad, ustedes nos escuchan, ustedes celebran desde nuestra vida, desde nuestros ritos, ustedes nos conocen, su celebración es parte de la vida nuestra.

Así vivimos todo el tiempo, cuántas veces nos dicen, queremos confesarnos, pues vamos a escucharlos, y sabemos que en ese momento el sacerdote no está. Esperemos que Dios les perdone y hacemos una celebración penitencial comunitaria, nosotras no tenemos esa potestad. Pero a nosotras nos ha tocado bautizar, nos han tocado los matrimonios, es que en ausencia del sacerdote nos toca de todo, por los lugares donde estamos.

¿Y cómo ayudar a entender a quien vive fuera de la Amazonía y nunca vino a la Amazonía, y no conoce la realidad, que eso es necesario en la Amazonía?

Por eso digo, si tuviéramos claro el sentido eucarístico, la presencia viva de Dios en esos pueblos, se superarían esquemas que se tienen. Como que se defiende estructuras, pero no se defiende la esencia misma de la vida cristiana. Otra cosa que me gustó mucho del nuevo cardenal (Padre Michael Czerny), él decía yo vine así, ahora me voy asá, o sea, cómo la gente que está fuera difícilmente va a entender. Desde fuera se mira con recelo, desde fuera se juzga.

Yo misma, hace muchos años, en algunos momentos no lograba entender los ritos de los indígenas, hasta que no me metí en el rito, y sentí, y viví en carne propia esa presencia viva de Dios en esos ritos. Uno, cuando no se mete, critica mucho, lo sataniza demasiado, pero porque no se ha metido dentro de ese pueblo. Hay una espiritualidad profunda, muy profunda, hay una vida de Dios en esos pueblos, pero también tiene su estilo.

Conocer la realidad, meterse en la vida de los pueblos indígenas. El Papa Francisco en Puerto Maldonado pedía a los indígenas que enseñasen a los misioneros a ser misioneros en la Amazonía. ¿Qué es lo que usted ha aprendido con los pueblos amazónicos?

Muchísimas cosas, por ejemplo, la alegría, el pueblo amazónico es muy alegre. Donde yo compartí, en la Amazonía ecuatoriana, es muy alegre, es muy festivo, es muy comunitario, es muy comunicativo. Ese sentido comunitario es muy grande, todo eso se ha fortalecido. Una vida de Dios muy grande, muy fuerte, para ellos en todo momento están en esa relación con Dios. Si se van a la cacería, una comunicación con Dios, si se van a pescar, si se van a trabajar. Es todo el tiempo, eso he aprendido muchísimo.

Después, la capacidad de consejo, en sus celebraciones ellos tienen muy fuerte lo del consejo, el consejo de los mayores. Yo muchas veces he pedido, me he arrodillado delante de ellos a pedir que me aconsejen, a decir, bueno cómo puedo hacer tal cosa. Porque desde sabiduría ellos saben cómo orientar.

Usted habla de esa relación con la Madre Tierra, con la casa común. El Sínodo para la Amazonía propone nuevos caminos para una ecología integral, ¿qué pueden enseñar los pueblos amazónicos a la Iglesia sobre todo la Iglesia occidental, y a la Iglesia de la Amazonía, muchas veces con misioneros llegados de fuera, en este campo de la ecología?

Es que para el indígena no hay división, es integral, su relación con Dios, su relación con la naturaleza, su relación con los demás, o sea, su vida es integral. Nosotros, en cambio, los occidentales, separamos todo. En cambio, ellos no, y eso debemos aprender nosotros, a no hacer dicotomía, entre lo espiritual, lo material, para ellos es todo una sola.

¿Qué es lo que usted piensa que el Sínodo para la Amazonía puede aportar a la vida religiosa que trabaja en la región, especialmente a las lauritas?

A mí me encanta cuando se habla de una Iglesia con rostro amazónico, y yo le añadiría una Iglesia con corazón amazónico. A nosotras las lauritas, como dije al inicio, este Sínodo nos va a reafirmar en nuestro compromiso. Y Laura Montoya fue muy clara, desde el principio los votos nuestros como religiosas siempre estaban en función del pueblo, siempre. Ella decía, a ver, yo creo que las lauritas, nosotras, hagamos el voto de pobreza, porque no podemos hacer negocio con ellos. El voto de castidad, nos tenemos que abrir, quererlos, amarlos, estar con ellos, nada de pensar en otras cosas. El voto de obediencia, tenemos que estar juntos escuchando al pueblo, y en el pueblo escuchar la voluntad de Dios. Este Sínodo, yo creo que a nosotras nos va a dar muchos elementos, pero va a reafirmar todo este proceso que hemos tenido en estos 105 años.



Algo que yo veo con esperanza de este Sínodo es que no solamente va a ser para la parte amazónica. Yo he consultado con muchas hermanas nuestras que están en otros países, que no son amazónicos, pero están con indígenas y están en selva. Entonces, yo hice un estudio con las hermanas sobre todas las conclusiones, las propuestas del Sínodo. Y ellas se sienten identificadas. Por eso, a mí me gusta lo del Sínodo porque va a tener una dimensión universal, va a ser abierto, desde el Sínodo, como dicen, pero para el mundo. Y para nosotras, como lauritas, desde el Sínodo, también para los otros países donde como congregación estamos, porque estamos en México, estamos en Guatemala, estamos en Panamá, estamos en Costa Rica. No son países amazónicos, pero son indígenas y en las mismas condiciones que los pueblos amazónicos.