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Aleluya! Ha Resucitado! No está aquí…


Por el Rev. Padre Manning Maxie Suárez +

El domingo pasado, celebramos una de las fiestas más conmemorativas de la cultura cristiana, la festividad de la Pascua.  Y es por ello, que en el rito de las muchas denominaciones con tradición católica el mismo inicie con esta antífona: ¡Aleluya! Cristo ha resucitado. Y las multitudes responden a la misma: ¡Es verdad! El Señor ha resucitado. ¡Aleluya! dando fe, que la vida de nuestro Señor Jesucristo no terminó en el Calvario y que inició la era del Reino de Dios en la tierra.

En el evangelio de Mateo (escrito en el año 70 aproximadamente d.C., en el capítulo 28: versículo 6), nos encontramos con una de las tantas narraciones sobre lo sucedido al maestro Jesús de Nazareth, después de sufrir la penosa crucifixión y haber sido puesto en su tumba sellada y custodiada por soldados romanos gracias a la generosidad de José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín judía de la época. “v. 6 No está aquí, sino que ha resucitado, como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron.” Señala el evangelio de Mateo.

Habían ya pasado más de 70 años cuando se escribe está historia en el evangelio de Mateo.  Ya el evangelista Marcos, en los años 60 d.C. aproximadamente, había escrito con anterioridad como se puede constatar en el capítulo 15 versículos 42 y siguientes… siendo así una de las fuentes de Mateo para narrar el hecho a parte de otras más.  Lo cierto es que la vida de muchos fueron impactadas por la vida de Jesús de Nazareth tomando parte del proyecto del mismo en establecer las bases para que un nuevo Reino se apoderara de todo el Orbe.

Han pasado 2018 años y la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, como ya lo dictaminará el apóstol san Pablo, continúa sin parar en la ardua tarea de la evangelización de los pueblos; pese a que la misma a través del tiempo, ha vivido con odio o desdén; con el error y con los cismas, siendo desgarrada en el vaivén, a través de sufrimientos, fatigas y dolor de muchos hombre y mujeres entregados al compromiso de la y con la Verdad.  Esto por supuestos ha tenido un precio incalculable y doloroso pero que gracias al mismo se cumple aquella frase en latín: “Luceat Lux Vestra”, “Así alumbre vuestra luz”.

El pueblo cristiano de Panamá, ha celebrado la semana santa este año, en medio de situaciones verdaderamente vergonzosas para una nación.  No voy a señalar las mismas pues sería llover sobre mojado pero estoy seguro que todos las conocemos.  Los grandes líderes cristianos y de otras religiones y filosofías seculares están constantemente haciéndonos un llamado a ser Íntegros con nuestros valores y creencias.  Está de más señalar que moralmente hablando estamos comprometidos con la Verdad y la Verdad es la que nos hace Libres.

2018 es un año de muchos retos, de preparación para grandes eventos que tienen la características de convertirse en históricos para la nación.  Hago un llamado para que todos nos dispongamos en alma, cuerpo y corazón a ser íntegros con el llamado y la grandiosa oportunidad que Dios nos ha dado con el maravillo sacrificio de su amado hijo Jesús al que hoy día llamamos Jesucristo.

 Que todos nuestros actos en la vida estén marcados por ese espíritu de la resurrección que no es otra verdad existencial que sabernos bendecidos por la gracia que proviene del Padre y de su Hijo.  Resurrección significa compromiso con todo lo bueno, con todo lo que es bello, con todo lo que es mejor, con todo lo que beneficia a todos. Compromiso para combatir lo malo, los antivalores, las situaciones de muerte en nuestras comunidades.  Les deseo a toda Panamá Felices Pascuas y que “Luceat Lux Vestra”, “Así alumbre vuestra luz”.

Imaginar al otro


Sergio Ramírez M.

El escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez Mercado (Masaya, 1942) fue el encargado de dictar la lección inaugural 2018 en la Universidad Rafael Landívar el pasado 6 de febrero. Habló sobre los caminantes cuyas historias se quedan en las noticias de los periódicos, sobre los hombres y mujeres que emprenden el viaje forzoso hacia un futuro más promisorio y sobre un muro que se los impide; sobre pobreza y desigualdad; sobre migrantes.

Hay una fantasmagoría recurrente a la cual terminamos dando la espalda de tanto que se repite, y es la de ese ejército de emigrantes centroamericanos que tratan, con permanente terquedad, de alcanzar la frontera mexicana con Estados Unidos, a pesar del muro, leyes, decretos, razias, y a riesgo de maltratos, secuestros, extorsiones, humillaciones, y sobre todo, a riesgo de la vida; asesinados en el trayecto, muertos de asfixia dentro de contenedores, o de insolación y de sed en el desierto de Arizona.

Es un viaje épico, pero la épica se construye con nombres de héroes, y estos héroes del infortunio, dispuesto a alcanzar la tierra mal prometida a cualquier precio, no tienen nombre. Representan estadísticas, son números. El drama de sus vidas, todo lo que significa el desarraigo, las penurias del viaje, el miedo, el peligro, la zozobra, la ansiedad, la angustia, la esperanza, van a dar a una abstracta suma total.

Las remesas enviadas el año pasado desde Estados Unidos a Centroamérica por esa masa humana de emigrantes, sumaron 15 mil millones de dólares. Las de Guatemala crecieron 16% respecto a las del año anterior, y representan casi 7 mil millones. Es el país de la región que más recursos recibe en concepto de remesas. Sus exportaciones totales en bienes sumaron 12.200 millones de dólares; o sea, que su principal producto de exportación es la gente. Sus propios habitantes. Y es lo mismo que ocurre en Honduras, El Salvador y Nicaragua.

El tren de carga en el que muchos de ellos hacen el trayecto desde el sur de México, apiñados en los estribos y en el lomo de los vagones, ha sido bautizado por ellos mismos como La Bestia. Un Leviatán de tierra firme montado sobre rieles que los lleva en un viaje por el infierno a través del paisaje desolado y hostil que necesitan atravesar para llegar al paraíso vedado; un viaje al que muchos de esos pasajeros anónimos e indocumentados, que han dejado todo atrás, no sobrevivirán, desnucados a consecuencia de una caída del tren, machacados por las ruedas. Asesinados. Secuestrados. Desaparecidos.

Nunca nadie llegó a imaginar que secuestrar pobres y extorsionarlos, hacerlos víctimas de represalias, torturas y asesinatos, convertirlos en toda una industria de centenares de millones de dólares, sus vidas sometidas al arbitrio de las bandas criminales que los acechan en cada recodo del camino, pudieran llegar a ser posible. Lo es.

El tráfico de emigrantes en manos de los “coyotes”, al lado de los beneficios de las organizaciones que como los Zetas se lucran de los secuestros y del trabajo esclavo a que los someten, se coloca inmediatamente después del tráfico de las drogas en cuanto a montos y rentabilidad.

Pero también los niños dejan sus hogares, la mayoría de ellos solos, y emprenden el camino hacia la frontera de las ilusiones. Son miles. Unos logran llegar a territorio de Estados Unidos. Otros van a dar a albergues humanitarios en México, o ahora mismo van de camino.
Crisis migratoria. Crisis Humanitaria. Pero no olvidemos que, antes de nada, se trata de una crisis ética. Es cierto que quienes manejan el multimillonario negocio de la emigración ilegal han hallado un nuevo filón con la exportación de niños que buscan reunirse con sus familiares, o facilitar que sus familiares sean admitidos tras ellos. ¿Pero en qué condiciones vivían estos niños en sus propios países, antes de ponerse en marcha a lo largo de miles de kilómetros hacia la frontera que sus mayores han buscado de manera tan persistente antes que ellos?

Estos pequeños Ulises tampoco tienen nombre, y lo mismos que sus padres también son solo cifras. Viven su propia aventura épica, pero nadie cantará sus hazañas. Subidos al tren de la muerte, andando por veredas ocultas, mendigando, expuestos a abusos y violaciones, y también a perder la vida que apenas empiezan a vivir, son hijos de la miseria y el desamparo, y eso es lo primero que olvidamos.

Olvidamos que las sociedades centroamericanas en que nacieron siguen siendo injustas, divididas entre quienes tienen mucho, o demasiado, y quienes viven al margen porque no tienen oportunidades, empezando por la educación, cuyos déficits y deficiencias siguen representando el impedimento más frustrante para el desarrollo.

Y estos niños que emigran, y que serán deportados masivamente y devueltos a los lugares donde iniciaron su éxodo, nacieron sin esperanzas y por eso van a buscarlas lejos. Huyen del reclutamiento forzoso de las pandillas criminales, igual que sus padres huyen de la violencia del narcotráfico y de la violencia que significa la miseria.

Mi primera pregunta es: ¿son ellos también parte de los otros, aquellos en quienes no nos reconocemos porque son distintos? ¿Nos pertenecen, sentimos de verdad que forman parte de nuestra propia identidad? ¿Somos capaces de ver el mundo con sus ojos? ¿Nos importan, nos preocupa su suerte, su éxodo?

El Informe Mundial de la Ultra Riqueza, presentado por la compañía Wealth X de Singapur, revela que el número de nuevas fortunas personales ha crecido como nunca en los últimos años en los países centroamericanos, de donde parten al exilio forzado los niños de esta amarga historia, expulsados de sus hogares por la pobreza y la inseguridad.

Esa riqueza, la de los nuevos ricos del dinero fácil, es ajena al desarrollo y no representa ninguna palanca de transformación para traer bienestar a los demás, a los que viven con menos de dos dólares al día, que son la mitad de la población centroamericana. Es una riqueza ofensiva, que se exhibe en el lujo vulgar y desmedido.

Y la injusticia y la desigualdad se repiten en otras latitudes. “No sólo en la India, sino en todo el mundo está naciendo un sistema económico que divide a la gente”, dice Arundhati Roy, la autora de la novela El dios de las pequeñas cosas, ganadora del Booker Prize en Inglaterra. “Un sistema que destruye a las personas vulnerables. Me costaría estar en paz conmigo mismo si callara”.

Es el mismo sistema que ha expulsado a esos miles de niños que esperan juicios de deportación en Estados Unidos, y que demuestran un rotundo fracaso. No el de ellos, sino nuestro fracaso. Vivimos en sociedades que han fracasado en crear equidad y justicia distributiva. Y el poder político y económico es responsable de ese fracaso ético que ha permitido, entre otros males, que la corrupción se adhiera como una piel purulenta al cuerpo social.

Muchos de estos pequeños, los que logran pasar al otro lado y se encuentran recluidos en campamentos en Texas, Arizona o California, al ser preguntados por los motivos de su largo y azaroso viaje, a veces responden como adultos y dicen que venían tras una vida distinta. “Aquí hay trabajo, se puede comer y tener casa, aquí todo es barato…”, dice uno de ellos. Otro simplemente dice que emprendió camino desde su aldea remota para no morirse de hambre. Y otros más hablan como lo que son. Niños. Dicen que querían conocer Disneylandia. O comerse una hamburguesa.

El muro entre Estados Unidos y México se ha vuelto un asunto familiar para nosotros. Si nos preguntan qué opinamos, todos estamos en contra. Pero mientras sigamos siendo una fábrica de alto rendimiento para producir pobres, las olas de emigrantes seguirán yendo hacia ese muro y buscarán como atravesarlo a cualquier costo, o se estrellarán contra él.

Es un muro para los otros. Los muros son siempre para los otros, para los extraños, para los que son diferentes. Y no sólo eso. Inferiores. Así es como son vistos los centroamericanos por muchos del otro lado de ese muro, empezando por quienes proclaman la supremacía blanca. Los red necks, los beatos del cinturón de la Biblia, los racistas profesionales del Ku Klux Klan, los devotos del tea party.

Son inmigrantes pobres, y eso también los hace aún más diferentes. Más otros. Pero mi pregunta sigue siendo: ¿para nosotros no son también los otros? ¿Los conocemos? ¿Los consideramos nuestros iguales? ¿El que se va, o el que se queda viviendo en la pobreza es nuestro prójimo?

El prójimo es el próximo, el que está cerca de nosotros. Nos identificamos con él, lo hacemos parte nuestra. La solidaridad se vuelve identidad, y entonces somos capaces de sentirlo dentro de nosotros, saltando barreras y prejuicios, anulando distancias.
En un mundo como el de hoy, donde las peores amenazas contra la convivencia humana provienen del terrorismo, la discriminación, el racismo, la intolerancia política y religiosa, los nacionalismos exacerbados, la resurrección del fascismo aún en Europa, la posverdad, las realidades alternativas, el desprecio a la diversidad, la persecución y el acoso contra los emigrantes, debemos tomar partido. Y el sentimiento de exclusión que es tan íntimo en el corazón humano, y se halla tan soterrado, debemos sacarlo a flote, enfrentarlo, y combatirlo. Desarraigarlo de nosotros.

No simplemente la tolerancia, que es una forma pasiva de ver a los demás que no son como nosotros, sino tratar de ser, ver, sentir como los otros, encarnarse en ellos, trasladarnos hacia ellos. Meternos debajo de su piel, ser nosotros en el otro. Sean nuestros emigrantes, o los emigrantes de otras latitudes.

Los otros son aquellos que se ven forzados a partir en busca del bienestar y la dignidad que en sus propios países se les niega. No Ulises que regresa a su patria, sino Ulises al revés, que deja su patria y debe enfrentar los peligros que surgen en su ruta azarosa, a merced de bandas criminales, expuestos a amenazas mortales, por lo que no pocas veces estos desterrados van a parar al fondo de una fosa común antes de haber podido divisar el espejismo al otro lado de un muro que pretende ser inexpugnable. Un muro construido con las piedras de la intolerancia.

Los otros son los distintos, y por tanto discriminados y reprimidos, por el color de su piel, por su raza, por razones de género, por sus preferencias sexuales. Por su religión, por su cultura. Porque vienen de lejos. Porque hablan una lengua que no entendemos, porque no se visten como nosotros.

Debemos emprender el viaje hacia ellos, para encontrarlos, y encontrarnos en ellos. Es lo que mi maestro Mariano Fiallos Gil, rector de la universidad donde me formé en Nicaragua, llamaba “humanismo beligerante”. No el humanismo pasivo encerrado en el claustro, sino el humanismo que busca transformar el mundo, pero primero nos transforma a nosotros mismos.

Para miles de africanos, la larga y azarosa travesía marítima comienza otra vez en el golfo de Benín, de allí mismo de donde partían hace siglos los barcos cargados de esclavos hacia América. Desembarcan en Brasil y atraviesan el continente en busca también de la frontera mágica, recorriendo distancias inauditas a través de páramos, selvas, ríos y cordilleras. Es un viaje que parece imposible aún para la imaginación, pero sus protagonistas son de carne y hueso.
Buscan alcanzar el Darién, la primera puerta cerrada que tienen que burlar para avanzar por el territorio de Panamá, y luego Costa Rica, hasta la siguiente estación prohibida, Nicaragua. Junto a ellos, marchan miles de haitianos.

Por su posición geográfica, que conecta las dos masas continentales, desde tiempos milenarios Centroamérica ha sido un puente de migrantes que bajaban desde el norte o subían desde el sur, un territorio de fusión de razas, culturas y lenguas. Pero los migrantes de hoy día no quieren quedarse, sólo quieren pasar. Su meta es la arcadia que está detrás del muro, la que se representan en sus cabezas como un mundo en tecnicolor, el final feliz de todas sus penurias.

Los africanos vienen huyendo del hambre y la desesperanza, de la miseria y el abandono. ¿Nos suena extraño? Y también de las guerras tribales, de persecuciones, del fanatismo religioso, de sus aldeas incendiadas, del desierto que avanza implacable con sus arenas ardientes, de la muerte de los cultivos; los haitianos huyen de la pobreza crónica, de las calamidades provocadas por las catástrofes naturales, huracanes, terremotos, sequías, y del fracaso político de un estado en descomposición.

En Nicaragua, la política oficial de contención les cierra el paso, y son capturados y devueltos al territorio fronterizo de Costa Rica donde se hacinan en campamentos de emergencia. Pero vuelven siempre a intentarlo, andando de noche por trochas ocultas para no ser descubiertos y escondiéndose de día, en busca de alcanzar la estación siguiente, que es Honduras, y de allí seguir adelante, hacia México.

Mientras atraviesen clandestinos Nicaragua, no pocos quedan en el camino, ahogados en los ríos, picados por culebras; hay mujeres que mueren al dar a luz en media montaña, junto con el niño que paren. Pero muchos consiguen llegar a Tijuana, lo que quiere decir que el implacable muro nicaragüense, otro muro, pese a todo, tiene grietas.
Cuando hay un naufragio de las frágiles embarcaciones que los transportan a la medianoche, sus cuerpos son arrojados por el oleaje del Gran Lago, y reciben sepultura en los cementerios de los poblados vecinos, en tumbas sin nombre, o en la misma costa, por su avanzado estado de descomposición. En el expediente policial, bajo el nombre “desconocido” sólo figuran unos cuantos rasgos: pelo ensortijado, piel oscura. Aspecto atlético, gran estatura. Complexión media, sexo femenino. Camiseta negra, zapatos deportivos.

Fragmentos de las vidas de estos caminantes quedan en las noticias de los periódicos que no tardarán en envejecer. Me fijo en una de esas historias. David, de 21 años, y Yandeli, de 25, una pareja de haitianos que lograron atravesar la frontera y se vieron obligados a vivir escondidos en un paraje del sur de Nicaragua. Detuvieron su marcha porque ella iba a ser madre pronto y buscaba parir en la soledad de su refugio. Escogieron llamar Davison a su hijo.

Sin empleo, vendieron todo lo que tenían y decidieron emigrar. Por el momento su sueño americano fue este, un refugio en el monte y el riesgo diario de que el ejército, o la policía los saquen de allí para hacerlos regresar al campamento en Costa Rica.

Los pobladores de las aldeas de pescadores del Pacífico ven aparecer a los perseguidos cuando cae la noche en los patios de sus casas, sombras sigilosas que se acercan con temor. Por señas de manos se dan a entender: que tienen sed, que tienen hambre. Y desafiando el temor, los vecinos les dan el amparo que piden, agua, comida, zapatos, ropa, pañales para los niños. Sólo saben que deben ayudarles, no importa el riesgo a ser reprimidos. El prójimo da al prójimo mientras menos tiene, o da todo lo que tiene.

El escritor israelita Amos Oz recibió hace diez años el premio Príncipe de Asturias. Para empezar a hablar de él, quiero recomendar a ustedes su novela La pantera en el sótano, publicada en 1988, en la que narra sus años de infancia en Jerusalén, entonces bajo el dominio británico. Sus padres habían llegado a Israel con la ola de judíos de Europa Oriental que huían de la persecución nazi, y no pocos de sus familiares, a los que nunca conoció, perecieron en los campos de concentración.

En Jerusalén vivían entonces, en barrios separados, sin violencia manifiesta entre ellos, judíos, palestinos, magrebíes, sirios, libaneses, armenios, turcos, griegos, una verdadera babel de lenguas, y si podemos llevar este término más allá de las lenguas, una babel de costumbres, y de religiones. Vivían en tensión, pero en paz.

La pantera en el sótano cuenta la historia de Tolfi, el propio Amos Oz, un niño que se convierte, en secreto, en profesor de hebreo de un sargento de las tropas de ocupación inglesas. La novela provocó reacciones encontradas; ganó con ella el premio nacional de literatura de Israel, y al mismo tiempo la extrema derecha confesional lo acusó de traidor ante el Tribunal Superior de Justicia. Traidor, como había sido el caso de su personaje infantil, Tolfi, por enseñar hebreo al enemigo.

Antes del premio Príncipe de Asturias, había obtenido ya el Premio Goethe, y al recibirlo en Fráncfort recordó en su discurso que un día se había jurado nunca poner un pie en Alemania. Agravios, de esos que uno arrastra como si se tratara de pesada cadena atada a los tobillos, tenía suficientes. Y dijo también que imaginar al otro es un antídoto poderoso contra el fanatismo y el odio.

No simplemente ser tolerante con los otros, sino meterse dentro de sus cabezas, de sus pensamientos, de sus ansiedades, de sus sueños, y aún de sus propios odios, por irracionales que parezcan, para tratar de entenderlos. ¿Somos nosotros capaces de hacer ese viaje imaginario hacia los quichés, los zutuhiles, los lencas, los misquitos, los talamancas, los garífunas, los creoles? ¿Entender su honda relación sacramental con la naturaleza, los ríos, los bosques, la selva, la montaña, esa pasión perseverante por preservar su universo sagrado por la que asesinaron a Bertha Cáceres en Honduras, opuesta a la explotación minera en las tierras ancestrales lencas?

Si la buscamos, siempre hallaremos una salida al círculo vicioso de los rencores y las inquinas que se abren como llagas purulentas en la piel de aquellos que se sienten tan distintos de otros como para creerse contrarios de esos otros, adversarios, y por fin enemigos. Ser nada más tolerantes, se queda en una actitud condescendiente, como la de quienes habitan en una misma ciudad, pero en barrios separados, y aun cuando hablen la misma lengua, viven en una babel del espíritu, porque no quieren oírse, ni les interesa oírse.

Amos Oz no ha dejado de hablar un solo día sobre la necesidad de la paz y la concordia entre palestinos y judíos, por lo que también ha sido acusado de traidor por sus propios compatriotas, mientras, a su vez, también hay palestinos que no terminan de tolerarlo. Uno puede conformarse con la tolerancia, pero más allá de la tolerancia se hallan la convivencia y el entendimiento, y mejor que eso, la identificación.

No basta tolerarse. Hay que hacer el viaje de nuestra mente hacia la mente ajena, y vivir dentro de ella lo suficiente para que, al salir, ya no seamos otra vez los mismos. De ninguna otra manera podría resolverse el conflicto recurrente, odioso y tan sangriento entre israelitas y palestinos, que deberán vivir un día en paz, compartiendo el mismo ladrillo en que los han confinado la geografía y la historia. Y en América Latina, vivimos en ladrillos de diferentes tamaños, y cercados por muros visibles e invisibles, el primero de ellos el del egoísmo.

Otro judío que habla el mismo lenguaje de Amos Oz, es Daniel Barenboim, músico de genio universal. Aspira a que haya una orquesta sinfónica formada por israelitas y palestinos, y ha creado en Ramala un jardín de infancia musical para niños palestinos, de lo que ha resultado una orquesta juvenil. Y para que no queden dudas de que quiere ir más allá de la tolerancia, ha dirigido El anillo de los Nibelungos de Wagner en Tel Aviv. Wagner, el compositor acusado de manera recurrente de haber compuesto, con un siglo de anticipación, la música de fondo para la “negra” saga de los nazis.

La ignorancia es la base del conflicto entre Israel y Palestina, dice. Y dice que mientras ambos pueblos no lleguen a conocerse a fondo, y no aprendan a aceptar el punto de vista del otro, y a saber lo que el otro quiere y lo que necesita, las matanzas cotidianas van a continuar.
Le parece una aberración que la política oficial de su país haya llevado a la construcción de un muro como parte de la escalada de guerra, uno más en la terrible secuencia de muros que han dividido a pueblos enteros a lo largo de la historia, muros alzados por razones ideológicas y raciales, o por egoísmo, y que han marcado siempre fronteras infames. “No es un muro entre Israel y Palestina —eso todavía sería tonto pero aceptable— sino que es un muro que divide tierras palestinas de otras tierras palestinas...”, dice.

Al negarse a ceder su asiento a un blanco en el autobús segregado de Montgomery, Alabama, en 1955, Rosa Parks logró que los negros pudieran sentarse al lado de los blancos. Logró tolerancia, pero desde allí a que los blancos se imaginen como negros, o viceversa, todavía queda un largo trecho por recorrer. O que un ladino de San Cristóbal Las Casas se imagine como un tzotzil, o un mestizo de Santa Cruz de la Sierra se imagine como un aimara del altiplano boliviano. O un costarricense como un nicaragüense. O un español como un marroquí, o un francés como un argelino. O un cristiano como un musulmán, o viceversa. O un chiita como un sunita o viceversa. O un católico como un protestante, o viceversa.

El joven periodista catalán Agus Morales, hace en su libro No somos refugiados una exploración de los éxodos contemporáneos en el mundo, consecuencia de un intensivo trabajo de campo, pues ha estado en todos los lugares cuyos conflictos describe, en los campamentos de auxilio de Médicos sin Fronteras. Y cuenta los muros que hoy día separan a los pueblos, erigidos para evitar las migraciones, o simplemente para dividir.

El consabido muro entre Estados Unidos y México. Otro en Ceuta y Melilla para cortar el paso a los marroquíes. El que divide Botsuana de Zimbawe. El que se alza entre Arabia Saudita y Yemen. El de Israel para aislar a Palestina. El que divide Chipre en dos. Otro entre Turquía y Siria, y otro entre Turquía y Grecia. Otro entre India y Pakistán, y otro entre India y Bangladesh. El que hay entre Corea del Norte y Corea del Sur. Entre Afganistán y Uzbekistán. Y el muro líquido que es el mar Mediterráneo, que tratan de atravesar refugiados somalíes esclavizados en Libia, libios víctimas de la anarquía, sirios que huyen de las ciudades convertidas en escombros bajo el fuego de los misiles.

En Myanmar, la antigua Birmania, la mayoría de la población profesa el budismo. Pero están los rohingya, un grupo étnico musulmán bengalí asentado al norte del país, en la frontera con Bangladesh. Aunque el gobierno civil está nominalmente en manos de Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz, es el ejército, del que ella fue prisionera por años, el que tiene el poder real. Y ese mismo ejército desató recientemente una operación de limpieza étnica contra los rohingya. Sólo en el primer mes fueron asesinados 9.000, ente ellos centenares de niños.

650 mil huyeron hacia Bangladesh en apenas tres meses, dejando atrás miles de sus aldeas incendiadas, todo en represalia por acciones de la guerrilla Ejército de Salvación Rohingya, y hoy se encuentran hacinados en campamentos, toda una catástrofe humanitaria a la que el gobierno de Bangladesh no puede hacer frente.

Entre budistas y musulmanes hay viejas rencillas resultantes de conflictos que datan de la Segunda Guerra Mundial, cuando estos últimos quisieron imponer a sangre y fuego en su territorio un estado islámico independiente. Pero la represión de hoy del estado budista no es sólo contra la minoría musulmana. También son segregadas otras minorías, expulsadas violentamente hacia Tailandia y Birmania, entre ellas los católicos, y cristianos de otras denominaciones.

Diderot, en su Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, construye una gran metáfora acerca de la concepción del mundo que tienen los ciegos de nacimiento. “Es que yo presumo que los otros no imaginan de manera diferente que yo”, dice el ciego de Diderot. El mundo es lo que el ciego piensa, y como lo piensa. La ceguera congénita, o adquirida, conduce a la imaginación única, al pensamiento único, y de allí a toda suerte de fundamentalismos destructivos. Por causa de ese libro, juzgado subversivo, Diderot fue llevado a las cárceles de Vincennes en Francia, igual que Amos Oz, más de dos siglos después, fue acusado ante los tribunales de Israel por causa del suyo, La pantera en el sótano.

Más allá de la simple tolerancia es que empieza la verdadera aventura, la de abrirse camino hacia los otros, en busca de encontrarnos con ellos. El camino es largo y azaroso, no hay duda. Pero hay que empezarlo a andar.


Agresión disfrazada de guerras civiles


Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 270218

Si nos tomamos el trabajo de mirar los hechos con algo de distanciamiento, veremos que los diferentes conflictos que desde hace 16 años han ensangrentado todo el Medio Oriente ampliado, desde Afganistán hasta Libia, no han sido realmente una sucesión de guerras civiles sino la aplicación de estrategias regionales. Recordando los objetivos y tácticas de esas guerras, desde la «primavera árabe», Thierry Meyssan observa como ya se preparan las próximas.

A finales de 2010 se iniciaba una serie de guerras inicialmente presentadas como levantamientos populares. Túnez, Egipto, Libia, Siria y Yemen se vieron arrastrados por aquella «primavera árabe», reedición contemporánea de la «Gran Revuelta árabe de 1915» iniciada por Lawrence de Arabia. La única diferencia es que ya no se trataba de utilizar a los wahabitas sino a la Hermandad Musulmana.

Todos esos acontecimientos habían sido minuciosamente planificados por el Reino Unido y desde 2004, como lo demuestran los documentos internos del ministerio británico de Exteriores revelados por Derek Pasquill [1]. Exceptuando el bombardeo contra Trípoli, la capital libia, esos hechos fueron provocados por la aplicación de las técnicas no violentas de desestabilización concebidas por Gene Sharp [2], así como de la guerra de 4ª generación de William S. Lind [3]

Al ser adoptado y aplicado por los ejércitos de Estados Unidos, el proyecto británico de «primavera árabe» se superpuso al del estado mayor estadounidense para la destrucción de las sociedades y Estados a escala regional, proyecto formulado por el almirante estadounidense Arthur Cebrowski, divulgado por Thomas Barnett [4] e ilustrado por Ralph Peters [5].

En el segundo trimestre de 2012, los acontecimientos parecían haber tomado un giro más apacible, de manera que Estados Unidos y Rusia acordaron en Ginebra –el 30 de junio– una nueva repartición del Medio Oriente.

Pero Estados Unidos no respetó su propia firma. En julio de 2012, una nueva guerra comenzaba, en Siria, y luego en Irak. A las acciones de pequeños grupos y comandos armados siguieron otras de gran envergadura con la participación de verdaderos ejércitos de yihadistas. Ya no era sólo una guerra de 4ª generación sino una clásica guerra de posiciones, adaptada a las técnicas de Abu Bakr Naji [6].

Esta vez, conforme a los trabajos de Robin Wright [7], la voluntad de impedir la reapertura de la «ruta de la seda» también vino a superponerse a los dos objetivos anteriores, cuando China anunció su intención de trabajar en el restablecimiento de esa vía comercial internacional.

Los acontecimientos parecieron favorecer nuevamente el regreso a la calma durante el último semestre de 2017, luego de la caída del Emirato Islámico (Daesh), pero los promotores de estos conflictos habían invertido tanto que los partidarios de la guerra se negaban a renunciar a alcanzar sus objetivos.

Vimos entonces un intento de reactivar las hostilidades alrededor del tema kurdo. Intento que sufrió un primer fracaso en Irak, para después sufrir otro en Siria. En ambos casos, la violencia de la agresión empujó a Turquía, Irán, Irak y Siria a unirse contra el enemigo externo.

En definitiva, el Reino Unido ha decidido seguir adelante con su objetivo inicial de dominación a través de la Hermandad Musulmana y para ello acaba de constituir un «Pequeño Grupo», cuya existencia ha sido revelada por el periodista francés Richard Labévière [8]. Esta nueva estructura secreta incluye sólo 5 países: Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Arabia Saudita y Jordania.

Por su parte, Estados Unidos, en aplicación del «Giro hacia el Asia» de Kurt Campbell [9], acaba de decidir concentrar sus fuerzas en contra de China.

Mientras tanto, la opinión pública occidental sigue creyendo que el único conflicto, que ya ha devastado todo el Medio Oriente ampliado, desde Afganistán hasta Libia, es una sucesión de guerras civiles por la democracia.

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[1] When Progressives Treat with Reactionaries. The British State’s flirtation with radical Islamism, Martin Bright, Policy Exchange, septiembre de 2004. “I had no choice but to leak”, Derek Pasquill, New Statesman, 17 de enero de 2008.
[2] Making Europe Unconquerable: The Potential of Civilian-based Deterrence and Defense, Gene Sharp, Taylor & Francis, 1985.
[3] “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation”, William S. Lind, Colonel Keith Nightengale, Captain John F. Schmitt, Colonel Joseph W. Sutton, Lieutenant Colonel Gary I. Wilson, Marine Corps Gazette, octubre de 1989.
[4] The Pentagon’s New Map, Thomas P.M. Barnett, Putnam Publishing Group, 2004.
[5] “Blood borders – How a better Middle East would look”, Colonel Ralph Peters, Armed Forces Journal, junio de 2006.
[6] The Management of Savagery: The Most Critical Stage Through Which the Umma Will Pass, Abu Bakr Naji, 2005. Traducción al inglés de William McCants, Harvard University, 2006.
[7] “Imagining a Remapped Middle East”, Robin Wright, The New York Times Sunday Review, 28 de septiembre de 2013.
[8] «Syrieleaks: un câble diplomatique britannique dévoile la "stratégie occidentale"», [en español, «Sirialeaks: un cable diplomático británico revela la “estrategia occidental”»] por Richard Labévière, Observatoire géostratégique, Proche&Moyen-Orient.ch, 17 de febrero de 2018.
[9] The Pivot: The Future of American Statecraft in Asia, Kurt M. Campbell, Twelve, 2016.


El general Mattis desmiente las «fake news» de Israel y la OTAN


Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 140218

Hace ya años que la prensa atlantista nos repite incansablemente que el presidente sirio «Assad-usa-armas-químicas-contra-su-propio-pueblo». Pero, a la luz de lo que declaró el secretario de Defensa estadounidense James Mattis, todo eso son fake news. Al igual que las «armas de destrucción masiva» de Saddam Hussein, esta historia, que inunda las columnas de los periódicos desde hace 5 años, es pura propaganda de guerra.

Esta declaración tendría que haber ocupado la primera plana en todos los diarios occidentales. Pero sólo ha aparecido en la revista Newsweek [1]. El 2 de febrero de 2018, durante su encuentro con la prensa, el general James Mattis, secretario de Defensa de Estados Unidos, declaró que, aunque él «pensaba» que Damasco ha usado armas químicas contra su propio pueblo, nadie en el Pentágono tiene prueba alguna de que tal cosa haya sucedido.

La anécdota es interesante. El periodista, que conoce personalmente al general Mattis, lo ha oído expresar off the record –o sea, en privado– su aversión hacia el mito de las armas químicas sirias. Y le ofrece la posibilidad de repetir eso… en público. Veamos la transcripción, publicada con cierto retraso, de este encuentro.

Pregunta: ¿Hay pruebas de que se hayan utilizado armas con cloro, pruebas de armas con cloro?
Jim Mattis: Yo pienso que sí.
Pregunta: No, yo sé, lo he oído a usted.
Jim Mattis: Yo pienso que han sido utilizadas en varias ocasiones. Y es, como usted sabe, una categoría algo diferente. Es por eso que he descartado el sarín, como algo diferente… sí.
Pregunta: Entonces, hay pruebas creíbles de que el sarín y el cloro…
Jim Mattis: No, no tengo pruebas, no específicamente. No tengo pruebas. Lo que estoy diciendo es que otros grupos en el terreno, ONGs, combatientes en el terreno, han dicho que el sarín ha sido utilizado. Así que estamos buscando pruebas. No tengo prueba alguna, ni creíble, ni no creíble.

Fuente: “Media Availability by Secretary Mattis at the Pentagon”, Press Secretary, Departement of Defence, 2 de febrero de 2018.

Al principio de la guerra, la República Árabe Siria solicitó a la ONU que investigara en el terreno sobre el uso de armas químicas por parte de los yihadistas. Los inspectores no encontraron nada sólido. Pero en agosto de 2013, los países que respaldaban el proyecto de la Hermandad Musulmana revirtieron la acusación y afirmaron, basándose solamente en una información de la Unidad 8200 del Mossad (el órgano israelí de inteligencia y operaciones especiales), que el Ejército Árabe Sirio acaba de masacrar 1,500 civiles en la Ghouta [2] con una mezcla de gases que incluía el sarín.

Como garante de la buena fe de Siria, la Federación Rusa propuso entonces la adhesión de ese país a la Convención sobre la Prohibición de las Armas Químicas. Moscú y Washington llevaron a cabo juntos todo el proceso de destrucción del armamento químico sirio, incluyendo la destrucción de los agentes precursores, o sea de las sustancias necesarias para fabricar armas químicas.

Pero eso no puso fin a las acusaciones sobre el uso de armas químicas. A pesar de que el Pentágono supervisó directamente la destrucción del armamento químico de Siria, la prensa atlantista seguía afirmando que el Ejército Árabe Sirio estaba utilizando ese tipo de armas. Varios medios, como el anglosajón Bellingcat (cuyo director es empleado del Atlantic Council) [3] y el diario francés Le Monde [4] son fieles divulgadores de esa fake new.

Para tratar de acabar con ese rumor, la ONU y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) crearon un mecanismo investigador conjunto. Después de recopilar gran cantidad de datos, desde Nueva York y Viena, esa instancia se negó a verificarlos en el terreno –ni siquiera aceptó recoger muestras in situ. Mientras tanto, los debates subían de tono en el Consejo de Seguridad, donde todos podían observar la evidente influencia del número 2 de la jerarquía de la ONU, el neoconservador estadounidense Jeffrey Feltman [5], sobre la embajadora de Estados Unidos, Nikki Haley. Finalmente, Rusia tuvo que emitir 5 vetos ante las mentiras occidentales sobre ese tema [6].

En el momento del supuesto ataque químico de Khan Cheikhun, Estados Unidos aseguró con todo aplomo que tenía pruebas de que el gobierno sirio era el responsable –pruebas que, según lo que acaba de declarar el general Mattis, nunca existieron– y, como represalia, bombardeó la base aérea siria de Cheyrat.

El secretario de Defensa Robert McNamara reconoció hace tiempo que Estados Unidos mintió para justificar su guerra de agresión contra Vietnam. Colin Powell, secretario de Estado bajo la administración de George W. Bush, confesó haber mentido al Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la invasión contra Irak, etc. Pero las confesiones siempre vienen después de haber hecho correr ríos de sangre y cuando los que confiesan ya no están los cargos que los pusieron en posición de hacer lo que hicieron. Y a nadie ha tenido que rendir cuentas ante la justicia.

Al igual que en el derecho comercial estadounidense, los dirigentes de Estados Unidos pueden declararse en quiebra, no pagar sus deudas y volver tranquilamente a los negocios como si nada hubiese sucedido.

Por primera vez, un secretario de Defensa en funciones ha refutado las actuales mentiras de Israel, de su propia administración y de la OTAN. A pesar de que Mattis tuvo la precaución de precisar que él estaba personalmente convencido de la culpabilidad de Siria, su declaración refuta las justificaciones de los bombardeos israelíes contra Siria, que supuestamente tenían como objetivo la destrucción de armas químicas.

La declaración de Mattis desmiente también al secretario de Estado Rex Tillerson y a la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley. Y suena además como una advertencia para los 23 ministros de Exteriores que, el 23 de enero, nuevamente acusaron a Siria de haber utilizado armas químicas [7] y que además se pronunciaron por la «democracia» en el Levante… a condición de que Bachar al-Assad no pueda presentarse nuevamente a una elección presidencial y ganarla.

 [1] “Mattis Admits There Was No Evidence Assad Used Poison Gas on His People”, Ian Wilkie, Newsweek, 8 de febrero de 2018.
[2] La Ghouta es el cinturón verde de Damasco, la capital siria. Nota de la Red Voltaire.
[3] Brown Moses, cuyo verdadero nombre Elliot Higgins, participa también en la asociación Propaganda or Not?, que acusa a diversas fuentes, como la Red Voltaire, de ser instrumentos del Kremlin. Ver «La campaña de la OTAN contra la libertad de expresión», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de diciembre de 2016.
[4] Basándose en una afirmación groseramente falsa, Le Monde acusa a la Red Voltaire de ser una fuente no confiable. Ver «La verdad sobre las “fake news”», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 16 de enero de 2018.
[5] «Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 28 de enero de 2016.
[6] «Estados Unidos sigue mostrando su incapacidad para admitir la realidad en la ONU», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 21 de noviembre de 2017.

Un fraude electoral con sabor a golpe de Estado imperial


La palabra “fraude” define hoy la situación en Honduras. No sólo porque el 26 de noviembre se desarrolló un descarado fraude electoral, sino porque desde mucho antes buena parte de la sociedad hondureña entendió que todo el proceso hacia las elecciones estaba salpicado por fraudes, especialmente desde que se impuso la candidatura de Juan Orlando Hernández, no sólo polémica sino ilegal. El resultado inmediato de este colosal fraude es una convulsión política y social y un futuro de ingobernabilidad complejo de superar.

Ismael Moreno, SJ
www.envio.org.ni / febrero 2018

Las elecciones generales del 26 de noviembre han significado una nueva tragedia política para Honduras. Los promotores del fraude anunciado y ejecutado antes, durante y después de esa fecha, siguen siendo dueños de las leyes y de las armas, que apuntan a quienes rechazan la dictadura de Juan Orlando Hernández.

Unas 40 personas asesinadas entre el 27 de noviembre y el 27 de enero -al menos la mitad en los primeros diez días de diciembre, cuando el usurpador de la Presidencia decretó toque de queda y ordenó a la Policía Militar del Orden Público que les disparara-, 1,500 personas golpeadas, torturadas y heridas y más de 50 personas encarceladas, acusadas de sedición y de realizar actos violentos, son los saldos más visibles de la respuesta militar a la vibrante protesta social contra el fraude.

TODOS LO SABÍAMOS

El 17 de diciembre, después de continuas incongruencias y contradicciones, después de retrasos injustificados, caídas del sistema, recuento de actas, David Matamoros, al frente del desacreditado Tribunal Supremo Electoral, anunció finalmente que Juan Orlando Hernández era el vencedor de las elecciones, a pesar de las voces que, dentro y fuera de Honduras, denunciaban que eran fraudulentas y hasta exigían nuevas elecciones.

Washington no secundó de inmediato el anuncio de Matamoros. Todos sabíamos que Juan Orlando Hernández era el candidato de Washington. Lo que no sabía Washington es que, pese a todo lo que preparó para garantizar su victoria, su candidato perdería las elecciones, por haber cosechado tanto repudio popular. Cuando Matamoros ratificó la victoria de Hernández, a Washington le urgía hablar. Un último episodio terminó de decidir al Departamento de Estado.

21 DE DICIEMBE: UN DÍA DIFÍCIL PARA ELLA

El jueves 21 de diciembre no fue para Elizabeth Flores Flake un día alegre, aunque amaneció tan espléndido que invitaba a dar un paseo por el siempre atractivo Central Park de Nueva York. El calendario marcaba el solsticio de invierno, el día más corto del año, pero para Lizzy, fue un día eterno, difícil de olvidar en su brillante carrera política y en sus siete años como embajadora de Honduras ante la ONU.

Después de una noche sin dormir, cargada de sentimientos encontrados, eligió un maquillaje que lograra ocultar su angustia. Nunca pudo imaginar que su padre y maestro, el ex-Presidente Carlos Roberto Flores Facussé, de ascendencia palestina, la iba a llamar, conminándola a cumplir con tan amarga tarea.

Llegó al salón de sesiones y ocupó su asiento. Ese día, en sesión especial, la Asamblea General de Naciones Unidas debatía y votaba sobre la polémica decisión del Presidente Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.
La sesión la habían solicitado Turquía y Yemen, en nombre del grupo de países árabes, después que Estados Unidos vetara el proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU estableciendo que cualquier decisión sobre el estatus de Jerusalén carecía de efecto legal.

“O ELLOS O NOSOTROS”

Lizzy había recibido de su padre no una solicitud, una orden. Tendría que respaldar la decisión de Trump. “Tenés que dejar los sentimientos a un lado. De ese voto depende nuestro futuro. O ganan ellos, que están listos para ajustar cuentas con nosotros o gana Juan Orlando, que nos garantiza estabilidad política y familiar”. Algo así le debió decir el padre a la hija, que nunca le había dicho un NO a su padre.

Llegó la hora de votar. Trató de olvidar los latidos de su corazón, por el que corre sangre palestina, y de evitar las miradas de sus colegas árabes. Y votó como un autómata, con la mirada perdida, en contra de la moción y a favor de la decisión de Trump.

La acompañó el voto del embajador de la Guatemala que hoy está en manos de ese payaso convertido en político que es Jimmy Morales, y los votos de los representantes de varios diminutos países-islas del Pacífico. 128 países respaldaron a los árabes oponiéndose a la decisión de Trump.

Mientras Lizzy abandonaba apresuradamente el salón de sesiones sin hablar con nadie, su padre, tan acostumbrado desde la década de los años 80 hasta el día de hoy a manejar a su antojo a periodistas, políticos de poca monta y piadosos religiosos, respiró satisfecho.


Sólo horas después, el 22 de diciembre, el gobierno de Estados Unidos reconocía el triunfo electoral de Juan Orlando Hernández.

UN NUEVO GOLPE DE ESTADO

Con el reconocimiento de Washington se hizo efectivo, en menos de una década un nuevo golpe de Estado, en esta ocasión, paradójicamente, por la vía electoral y con el mismo propósito del de 2009: sacar del juego a Mel Zelaya, el “fantasma” que atormenta las noches de Flores Facussé por venganzas pendientes…

El Departamento de Estado no tuvo en cuenta el llamado dramático que había hecho ya el secretario general de la OEA, Luis Almagro, pidiendo que se realizaran nuevas elecciones.

Tampoco tuvo en cuenta el silencio de Europa y de varios gobiernos de América Latina, conscientes todos de las flagrantes irregularidades del proceso y las dimensiones que estaban alcanzando las protestas populares.

Antes de los comicios, Washington había desestimado la ilegalidad de la candidatura de Hernández a la reelección. Realizados los comicios, obvió las maniobras fraudulentas que caracterizaron la jornada electoral, no dio importancia al masivo repudio popular e hizo caso omiso de los posibles vínculos de Hernández con el crimen organizado.

EL AMBIGUO RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL

Washington respaldó a Juan Orlando Hernández porque en Honduras es él quien más docilidad y servilismo le garantiza para llevar adelante su política de seguridad para Centroamérica.
Una vez que habló Washington, el reconocimiento del resto de países comenzó a llegar, uno tras otro, como cuando caen las hojas de los árboles en el otoño del hemisferio norte. Sin embargo, al reconocer al nuevo Presidente, todos sin excepción se hacían eco de la necesidad de un diálogo nacional, al que había convocado el propio Hernández.

De todas formas, ningún mandatario de ningún país del mundo llegó el 27 de enero a la toma de posesión, celebrada en el estadio nacional bajo estrictas medidas de seguridad. En las afueras del estadio centenares de manifestantes eran violentamente reprimidos con armas estadounidenses e israelíes, mientras Ana García, la esposa de Hernández, con una estrella de David al cuello, agradecía a Dios la oportunidad de seguir siendo, él y ella, “sus instrumentos” como gobernantes.

El reconocimiento internacional de la necesidad de un diálogo nacional llevaba entre las líneas del lenguaje diplomático la evidencia de que en Honduras hay una crisis y que, en importante medida y paradójicamente, la crisis la provoca el gobierno al que reconocían.

GANÓ EL MIEDO A UN FANTASMA

El miedo a un fantasma determinó la aceptación del fraude en las oficinas del Departamento de Estado en Washington. Ese fantasma revoloteó por oficinas políticas, negocios empresariales y sedes de la llamada “sociedad civil” y de embajadas...

El fantasma tiene nombre, se llama Manuel Zelaya Rosales, convertido por muchos en Honduras en un auténtico mito, algo así como el monstruo de la laguna “negra” con el que los padres amenazan a sus hijos.
Analizando las dimensiones que llegó a alcanzar el miedo a ese fantasma, podemos afirmar que en estos comicios no ganó Juan Orlando Hernández ni se impuso el fraude. Quien ganó fue el miedo a ese fantasma y lo que se impuso fue el prejuicio de Washington a un gobierno en el que participara Zelaya.

Nunca separó Washington a Nasralla de Zelaya. A lo sumo, veían con sarcasmo a Nasralla de Presidente. La convicción que predominó en Washington fue que el hombre del sombrerón, Manuel Zelaya, sería quien gobernaría tras Nasralla.

SE IMPUSO LA LÓGICA DE LA “BANANA REPUBLIC”

Con el fraude impuesto y este golpe de Estado que tiene sabor imperial se han impuesto nuevamente en Honduras los intereses de la geopolítica global por sobre los intereses nacionales. De nuevo ha pesado la lógica de que somos una “banana republic” y, por tanto, los intereses hondureños se definen sin el país, fuera del país y en contra del país.

Dejando a un lado a los tibios demócratas que ocupan la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, el Departamento de Estado y el Comando Sur decidieron cerrar filas contra el peligro que veían venir en el imprevisible gobierno que harían un Salvador Nasralla y un Zelaya Rosales, a los que les achacan vasos comunicantes con el agónico “Socialismo del Siglo 21”.

Ante ese peligro, cualquier cosa, incluso seguir respaldando a un rufián y mafioso como Hernández. Mejor lo malo por conocido que… el fantasma, aun cuando tropiecen de nuevo con la misma piedra.

Y tropezarán. Porque Washington sabe quién es Juan Orlando Hernández y sabe que él perdió. Lo sabe Juan Orlando, lo sabe Matamoros, lo saben los observadores de la OEA y los de la Unión Europa. Lo saben, más que nadie, y convierten ese saber en rechazo, rabia y resistencia, sectores mayoritarios de la población hondureña que no votaron por Nasralla ni por su liderazgo ni por su capacidad, sino que votaron contra JOH, un personaje que se ha labrado él mismo su imagen: el más repudiado político de la historia de nuestro país en los últimos años.

MANDATARIOS EN LA MEMORIA POPULAR

Los gobernantes que ha tenido Honduras en las últimas cuatro décadas son recordados por el pueblo acentuando en la memoria determinados rasgos.

A los militares que dieron golpes de Estado en los años 70 los recuerdan burlescamente por su patética ignorancia. Después vinieron los mandatarios civiles. En el país todo mundo se mofa de Suazo Córdova, el primer presidente en la etapa de las democracias representativas, por sus alardes pueblerinos y su estilo de alcalde de pueblo. A Azcona Hoyos se le recuerda por la mezquindad con la que abordó la demanda internacional de sacar a la contrarrevolución nicaragüense de territorio hondureño. A Callejas lo ha hecho el pueblo el símbolo del gobernante corrupto, el icono de la cleptocracia.

Después de ellos, Carlos Roberto Reina quedó en el imaginario popular como quien quiso adecentar la institucionalidad promoviendo una inoperante “revolución moral”… aunque dejó algo positivo al abolir el servicio militar obligatorio.

Vino después Carlos Roberto Flores Facussé, el padre de Lizzy. Su nombre va unido al devastador huracán Mitch, que ocurrió durante su período. Se le recuerda por su hábil y deshonesta compra de periodistas y por ser el constructor del “cerco mediático” que se mantiene hasta hoy.

Ricardo Maduro ha quedado en la memoria popular como el hombre de la mano dura, el que pasó todo su gobierno vengándola muerte de su hijo y capitalizando las ayudas que llegaron por el Mitch.

JOH: EL MÁS REPUDIADO DE TODOS

Los dos mandatarios que precedieron a JOH, Manuel Zelaya y Pepe Lobo, también dejaron impronta en la población. A Zelaya se le asocia con un “poder ciudadano” que puso a temblar todo lo que de neoliberalismo se había consolidado desde Callejas hasta Maduro. Zelaya es el hombre de la Cuarta Urna y la víctima del golpe de Estado.

De Micheletti, quien lo sustituyó, apenas se recuerda su estridente tripleta de gritos ¡Viva Honduras! propios de un “gorilete”, como le llamaron.

A Pepe Lobo se le asocia con la mano extendida a la comunidad internacional suplicándole reconocimiento y tapando los agujeros que dejaban a su paso las prácticas corruptas de sus más cercanos colaboradores, incluyendo las de su amada “mi Rosa”.

¿Y Juan Orlando Hernández? Será recordado, cuando ya no esté, por su crudo cinismo y su desmedida ambición, por ser el más descarado representante de la oligarquía hondureña. Ningún mandatario pasará a la historia tan repudiado como JOH.

ESTE FRAUDE SE PUDO EVITAR

La permanencia en el gobierno de Juan Orlando Hernández y la situación convulsa y dramática a la que nos llevó el fraude del 26 de noviembre pudo evitarse. Pudieron evitarla, en primer lugar, los partidos de oposición, que estaban claros que la candidatura de Hernández era en sí misma un fraude por su ilegalidad. Participar en el proceso electoral era, de algún modo, avalar esa ilegalidad.

Si en lugar de participar se hubiesen dedicado a conformar un frente nacional de ciudadanía opositora contra el fraude que representaba esa candidatura, hubiesen forzado al grupo fraudulento a negociar una salida distinta a las elecciones. Sabíamos todos que, en las circunstancias en que se desarrollaban, las elecciones no iban a ser solución, sino que provocarían un conflicto mayor.

Si ya se sabía eso, ¿por qué participó la oposición? Porque las elecciones son siempre una competencia atractiva para la población y porque lo que mueve a la inmensa mayoría de los actores políticos hondureños, tanto a los de los partidos tradicionales como a los de los partidos opositores, es la búsqueda de cuotas de poder.

ESTRATEGIA PARA BLANQUEAR EL FRAUDE

El frente nacional contra el fraude no se construyó y Honduras tiene ahora en el gobierno a un mandatario repudiado, que comprobó con las masivas protestas populares que siguieron a su “triunfo” que no se impondrá fácilmente. Para Juan Orlando Hernández y su equipo el desafío es cómo “blanquear” el fraude y hacer legítima la ilegitimidad. Para eso han puesto en marcha una estrategia con cinco líneas simultáneas de trabajo.

La primera línea es la internacional. Buscan reconocimiento y respaldo. Dirige esto Arturo Corrales, ex-Canciller y ex-Ministro de Seguridad, experto en el uso de encuestas para crear tendencias y ahora, para blanquear fraudes. Corrales inició su trabajo en Estados Unidos: fue él quien planeó ofrecer a Washington el voto de Honduras para respaldar la decisión de Trump de declarar Jerusalén capital de Israel a cambio del pronto reconocimiento de Hernández, sabiendo que cuando hablara el Departamento de Estado los reconocimientos del resto de países vendrían por añadidura.

La segunda línea es la nacional. Se trata de maquillar la dictadura por dos vías: que el gobierno insista en llamar a un diálogo nacional y que se reinstale y se re-institucionalice el Ministerio de Derechos Humanos. Ambas vías cuentan con un unánime respaldo internacional, porque, ¿qué país en el mundo rechaza el diálogo y el respeto a los derechos humanos?

DE NUEVO, UN “DIÁLOGO NACIONAL”

A la estrategia de convocar un diálogo nacional para apaciguar un problema ya recurrió el equipo de Hernández en 2015 en el fragor de la crisis que motivó el destape de la enorme corrupción que había en el Seguro Social. En aquel momento decenas de marchas de indignados con antorchas encendidas repudiaron a Hernández.

Fue entonces cuando se estrenó la consigna ¡Fuera JOH!, repetida una y otra vez durante el fraude electoral, y sin duda la más popular de las consignas que se han conocido en Honduras en mucho tiempo. Esa consigna dio origen a la canción “¡Es pa’ fuera que vas!”, cantada en todo el país y presente continuamente en las redes sociales. Según una encuesta musical realizada en Internet, al terminar 2017 ocupaba el tercer lugar entre las 50 canciones más escuchadas este año en Honduras.

En aquella ocasión, cuando Juan Orlando y su equipo se vieron acorralados por las presiones para que se investigara, se enjuiciara y se sancionara a quienes habían saqueado el Instituto Hondureño del Seguro Social, el gobierno convocó a un diálogo “incluyente, abierto y sin condiciones”. Pero en ese diálogo sólo participaron los afines a la mafia gubernamental.

DE AQUEL DIÁLOGO NACIÓ LA MACCIH

Del diálogo de 2015 surgió la MACCIH (Misión de Apoyo a la lucha contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras). Esta nueva instancia fue la respuesta gubernamental a la crisis. La arregló Arturo Corrales, entonces Canciller, con el secretario general de la OEA, Luis Almagro. En las marchas de las antorchas lo que la gente pedía no era eso, sino una institución como la CICIG (Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad) instalada en Guatemala con el patrocinio de la ONU. La MACCIH fue una especie de híbrido. Y su misión nunca ha cuajado, a pesar de la buena voluntad de algunos de sus integrantes.

Son tan impenetrables la corrupción y la impunidad en las estructuras del poder en Honduras que cuando la MACCIH ha tocado a algunos diputados para que sean investigados sus actos de corrupción, el régimen ha saltado defendiéndolos, con el argumento de que nadie del exterior puede hacerlo porque Honduras tiene fiscales y jueces capaces de investigar y juzgar. Después, cuando vieron que la MACCIH estaba decidida a investigar rutas de corrupción en el Congreso Nacional, que alcanzan al menos a unos 60 diputados, éstos decidieron reformar las leyes con el propósito de impedirlo y de que nada ponga en riesgo la impunidad que los protege.

¿MINISTERIO DE DERECHOS HUMANOS?

El fruto del diálogo de 2015 fue “normalizar” la situación que hizo tambalear a JOH. Aplacada la crisis, el equipo de Juan Orlando tuvo allanado el camino para prepararle la reelección, lo que ha provocado ahora una crisis mayor que aquella, una convulsión política y social, que de nuevo tratan de solventar con la reedición de un diálogo cuyo punto de partida es dejar intactas las reglas del juego que permitieron los polémicos resultados electorales.

El diálogo de 2015 no fue ni abierto ni incluyente. Buscaba solamente calmar la crisis, no resolverla. Actuó como lo hace una tapadera puesta a una olla de presión hirviendo. La olla siguió hirviendo y dos años después ha estallado con el fraude electoral, haciendo más intensos todos los conflictos latentes.

La otra vía en la línea nacional de blanqueo del fraude es conformar de nuevo el Ministerio de Derechos Humanos, una institución que el propio Hernández eliminó cuando llegó al gobierno en 2014 y que ahora reabrirá por la presión internacional.

Aunque lo reabra, este Ministerio es un auténtico contrasentido si se tiene en cuenta el peso que en su gobierno tiene la inversión en armar a los cuerpos represivos para que respondan más eficazmente a las protestas populares, violando los derechos humanos. Es muy probable que lo que haga este Ministerio no represente otra cosa que la sonrisa del verdugo y la palmadita del torturador a sus víctimas.

“BLANQUEAR” EL FRAUDE EN LOS MEDIOS

La tercera línea de trabajo para blanquear el fraude es el reforzamiento de la alianza con los propietarios de los principales medios de comunicación del país. Para que eleven en sus medios el perfil humano, profesional, espiritual y familiar de Juan Orlando Hernández. Para que destaquen los beneficios del diálogo nacional con el fin de reconciliar a la familia hondureña. Para que resalten el vandalismo de quienes se resisten a aceptar las reglas “del juego de la democracia, en donde siempre hay un ganador y un perdedor”.

Para que insistan en el reconocimiento que ha dado la comunidad internacional a la democracia hondureña.

Se estigmatizará también el trabajo de los periodistas y sus vidas privadas, presentándolos como enemigos de la paz, aliados del crimen organizado, promotores del vandalismo y del desorden. Se les cooptará o se les sobornará, como quisieron hacerlo con Salvador Nasralla, a quien consideraron el eslabón más débil de la alianza opositora.

Se estrechará el “cerco mediático” en defensa del nuevo gobierno por las vías de siempre y nuevas vías. El sabotaje que derribó una antena y una torre de Radio Progreso en la noche del 9 al 10 de diciembre fue apenas una advertencia de lo que podría ocurrir a los medios que no se sometan a las líneas de ese “cerco”.

COMPRAR VOLUNTADES ARMADAS

La cuarta línea de trabajo para blanquear el fraude es la compra de gobernabilidad -no de gobernanza-, invirtiendo más recursos económicos para afianzar la alianza con los oficiales de las Fuerzas Armadas, de la Policía Militar del Orden Público, de la Policía Nacional, y con otros colaboradores.

Esta línea comenzó a implementarse con los oficiales y clases del Batallón Cobras de la Policía Nacional, que protagonizaron un conato de sublevación pocos días después de las elecciones. Hernández atajó personalmente la crisis con mucho dinero. El éxito que logró con esa maniobra lo decidió a aplicarlo a todos los mandos de las diversas estructuras armadas, y también a civiles a los que le interesa mantener contentos, para evitar que en la crisis post-fraude le surjan sorpresas que no pueda controlar.
CON REPRESIÓN PURA Y DURA

Y la quinta línea de trabajo que blanqueará el fraude es la pura y dura represión contra los opositores. Se criminalizará a los manifestantes de oposición al nuevo gobierno que tengan algún nivel de liderazgo y trabajen en zonas con mayor índice de movilización. Esto ya ocurre: se ha capturado a decenas de ellos, levantándoles procesos judiciales. También se eliminará físicamente a los principales líderes de base de la oposición cuando sea necesario.

Para garantizar el éxito de esta línea, Hernández decidió nombrar nuevos comandantes del Ejército. Entre ellos, al general René Orlando Ponce Fonseca, su amigo personal, formado en el Batallón 3-16, que actuó como escuadrón de la muerte y fue responsable de asesinatos y desaparición de decenas de personas en la década de los 80.

Mientras se organiza un nuevo diálogo, “amplio e incluyente”, las fuerzas represivas persiguen, capturan, torturan y desaparecen. Y cuando los perseguidos tienen suerte los entregan a la fiscalía para que los acuse por delitos de terrorismo, daños a la propiedad privada y sedición y les apliquen condenas de varios años de cárcel sin derecho a fianza o a medidas sustitutivas.

EL PEOR DE LOS ESCENARIOS

Honduras ha entrado a partir del golpe de Estado que significó el reconocimiento por Washington del gobierno de Juan Orlando Hernández en el peor de los escenarios, el que confronta y polariza sin posibilidad de una negociación que ponga límites y contrapesos al proyecto de dictadura, al que se oponen al menos las tres cuartas partes de la población hondureña y una oposición no sólidamente articulada, pero sí unida en el repudio a esta dictadura y a este dictador.

Por ese escenario riesgoso, que conduce inevitablemente a la ingobernabilidad, optó el gobierno de Estados Unidos al respaldar a Juan Orlando Hernández. Riesgoso, porque el estigma del fraude no sólo no podrá quitárselo de encima su gobierno, sino que seguirá siendo un factor detonador de conflictos, movilizaciones y protestas.

El régimen inaugurado el 27 de enero de 2018 será el gobierno más débil de la historia hondureña en las últimas décadas. Ya el primer gobierno de Hernández se caracterizó por su escasa legitimidad, dados los niveles de corrupción de los bienes públicos que se descubrieron. Ahora, carecerá también de legalidad, por haber irrespetado la voluntad soberana del pueblo al cometer fraude y haberse impuesto inconstitucionalmente.

“A este usurpador hay que hacerle la vida imposible”, “No puede gobernaren paz un gobierno que le ha quitado la paz a la sociedad”, dice la gente.

EL GOBIERNO QUE VIENE

Para sostenerse será enorme la inversión que tendrá que hacer este gobierno en la compra de voluntades, conciencias y estómagos en todos los niveles de la sociedad. El presupuesto de casa presidencial y el presupuesto discrecional del Presidente deberán elevarse exponencialmente. Será un gobierno mercenario que no podrá mantenerse sin invertir mucho en comprar lealtades.

Será dramático el recurso al miedo y a la fuerza de las armas que tendrá que hacer este gobierno para lograr acallar las protestas. Incapaz de promover consensos y provocando disensos se fortalecerá sólo con amenazas, control y con los ardides de la inteligencia militar.

Será continuo el esfuerzo de este gobierno para diseñar alianzas con la clase más rica del país y con el capital transnacional. La privatización de los bienes públicos, la multiplicación de proyectos extractivos y los contratos basados en sobornos y chantajes caracterizarán a un gobierno que necesita congraciarse con quienes tienen el poder del dinero, tanto en Honduras como en Estados Unidos.

Será importante la inversión en propaganda en los medios de comunicación que tendrá que hacer este gobierno para construir un más sólido “cerco mediático” y una opinión pública favorable y distraída con otros temas.

Será permanente el acomodo de la legislación que aprobará el Congreso, donde Hernández cuenta, por el fraude, con mayoría de diputados. Y también será permanente el recurrir a alianzas con líderes, tanto católicos como evangélicos, para que fortalezcan con el poder divino la enorme debilidad de su gobierno.

UN ESCENARIO DE FICCIÓN

El ciclo electoral se cerró el 27 de enero desde la perspectiva de Washington, desde la perspectiva del nuevo gobierno hondureño y desde la perspectiva de la comunidad internacional. ¿También desde la perspectiva del pueblo hondureño?

En un escenario ideal, propio de una película de ficción, se revierte el fraude y se convocan nuevas elecciones bajo estricta supervisión internacional. Eso supondría que Washington rectifica.
Una variable de ese escenario es lo que sostiene el partido LIBRE y su coordinador, Manuel Zelaya, que demandan un mediador internacional que en breve plazo examine el proceso electoral y que al confirmar el fraude reconozca el triunfo de Nasralla o si no, que ordene repetir los comicios, sólo entre dos candidatos: Hernández y Nasralla. Esto también parece película de ficción.

EL ESCENARIO POSIBLE

El otro escenario es posible. Se trata de construir y fortalecer en el mediano plazo una coalición amplia de ciudadanía en rebeldía contra la dictadura, capaz de presionar desde los más diversos ámbitos, restando poco a poco espacios a la dictadura.

El punto central de la presión ciudadana apuntaría a la ilegalidad de la reelección de Hernández y a la ilegitimidad de su gobierno por el fraude electoral y por el delito, imprescriptible, de traición a la patria cometido por el Tribunal Electoral al inscribir la candidatura de JOH. Desde esta perspectiva la exigencia de anular las elecciones de noviembre de 2017 puede ser permanente, pues en su origen todo el proceso está viciado por el fraude.

Este escenario sólo podría fundamentarse en una muy amplia alianza, que incluiría a los sectores más radicales del partido Libertad y Refundación (LIBRE) y a otros sectores políticos radicales de la izquierda, hasta el Partido Liberal que lidera Luis Zelaya, pasando por quienes conformaron la Alianza Opositora contra la Dictadura y extendiéndose a los sectores ciudadanos y populares que hoy se aglutinan en la Convergencia Contra el Continuismo, espacio en donde convergen las iniciativas más relevantes de diversos sectores sociales y ciudadanos.

¿CÓMO LOGRARLO?

Lograr este escenario exige que quienes se unan para hacerlo posible reconozcan que, más allá de las coyunturas efervescentes, la organización social, comunitaria y popular sigue siendo muy débil en Honduras. Exige que muchas organizaciones sociales salgan de su encierro y superen sus agendas específicas. Exige tener en cuenta todas las diversidades, superar la dispersión y dedicar todas las energías a lograr la anulación de las elecciones.

Este escenario requiere de estrategia de calle y de alianzas internacionales. Juan Orlando Hernández ha hecho méritos para ser acusado de crímenes de lesa humanidad y, considerando que Honduras sigue siendo un laboratorio de golpes de Estado y de gobiernos de extrema derecha, hay que lograr que este personaje sea identificado internacionalmente como un peligro para la democracia, no sólo para Honduras sino para toda América Latina.

Con una alianza y con una convocatoria opositora ciudadana tan amplia el proyecto de la dictadura no tendría éxito y llegaría un momento en que se vería obligado a negociar una salida, que podría ser un gobierno transitorio, cuya única tarea sería convocar nuevas elecciones con un nuevo Tribunal Electoral y con supervisión internacional, en las que Hernández no podría ser candidato por la ilegalidad de su reelección. El gobierno que surgiera de esas nuevas elecciones podría organizar una consulta nacional para que el pueblo, ejerciendo su soberanía, decida si se convoca o no una asamblea nacional constituyente que escriba una nueva Constitución que redefina la institucionalidad democrática de nuestro país.

CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.