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Vivaldi - The Four Seasons (Metamorphose String Orchestra)



Concerto No. 1 in E major, RV 269 "Spring" I. Allegro 00:00 II. Largo e pianissimo sempre 03:15 III. Allegro pastorale 05:37 Concerto No. 2 in G minor, RV 315 "Summer" I. Allegro non molto 09:24 II. Adagio e piano - Presto e forte 14:30 III. Presto 16:35 Concerto No. 3 in F major, RV 293 "Autumn" I. Allegro 19:14 II. Adagio molto 24:04 III. Allegro 26:24 Concerto No. 4 in F minor, RV 297 "Winter" I. Allegro non molto 29:40 II. Largo 32:56 III. Allegro 34:54
The Four Seasons (Italian: Le quattro stagioni) is a group of four violin concerti by Italian composer Antonio Vivaldi, each of which gives a musical expression to a season of the year. They were written around 1721 and were published in 1725 in Amsterdam. The Four Seasons is the best known of Vivaldi's works. Unusual for the time, Vivaldi published the concerti with accompanying poems (possibly written by Vivaldi himself) that elucidated what it was about those seasons that his music was intended to evoke. It provides one of the earliest and most-detailed examples of what was later called program music—music with a narrative element.
ABOUT THE ORCHESTRA
Founded in 2015 by conductor Pavel Lyubomudrov, a graduate of the St. Petersburg State Conservatory, the Metamorphose String Orchestra is a member of the prestigious Belarusian Union of Musician. Since its inception, the Orchestra has played more than 20 concerts in Minsk, all met with great critical acclaim. With its constantly-changing repertoire, the Orchestra proves true to their name – experimentation is in their DNA. Special emphasis is put on Belarusian and Russian composers. The Orchestra’s repertoire currently includes works by Prokofiev (“Romeo and Juliet”) and Tchaikovsky (“The Nutcracker”, “Suite for Strings Op. 48”), as well as pillars of the classical repertoire such as Beethoven’s “Heroic” Symphony, Grieg’s “Holberg Suite”, Bizet’s “Carmen”, Haydn’s “Seven Words of the Savior on the Cross” and Britten’s “Symple Symphony”. In 2016, the Orchestra premiered the works of A. Litvinovsky ("Le Grand Cahier", composed for the stage production of the same name) and A. Pozharitsky. Throughout its life, the Orchestra has performed with prominent musicians and collaborated with important personalities of the Belarusian artistic community, such as O. Podov (Honoured Artist of the Republic of Belarus, Concertmaster of the State Chamber and the State Academic Symphony Orchestra) and Yulia Stefanovich (Honoured Artist of the Republic of Belarus). The Orchestra has also shared stages with flautist Maria Fedotova (Mariinsky Theater, St. Petersburg), cellist Mikael Samsonov (Belarus-Germany), oboist Juan Manuel Garcia-Cano (Spain) and pianist Stanislav Soloviev, just to mention a few. In 2016, the Orchestra recorded their first album, Vivaldi’s “Four Seasons”, in the unique acoustics of the church of St. Roch. The same year, they performed at summer festival "KolerFest" (held at the Belarusian State Museum of Folk Architecture and Life), and were invited to perform at the concert of American metal band Manowar in Minsk, proving once again their versatility, creativity, and talent.





Ambiente, sociedad y negocios ambientales

Por: Guillermo Castro H.

“la intervención humana en la Naturaleza acelera, cambia o detiene la obra de ésta, y …
toda la Historia es solamente la narración del trabajo de ajuste, y los combates,
entre la Naturaleza extrahumana y la Naturaleza humana”
José Martí[1]

Naturaleza, ambiente, trabajo
El ambiente es el resultado de las intervenciones humanas en la naturaleza, mediante procesos de trabajo socialmente organizados. En otras palabras, el ambiente hace parte de la naturaleza, pero no es idéntico a ella porque es producido voluntaria e involuntariamente por los seres humanos mediante el trabajo necesario para transformar los elementos naturales en recursos naturales, que a su vez pasan a formar parte de todo otro proceso de producción y consumo de bienes y de servicios. Y esto incluye, por supuesto, la producción y disposición de los desechos sólidos, líquidos y gaseosos que resultan de tales procesos en cada sociedad, que forman parte también de su ambiente y sus paisajes.

      De este modo, así como hay una historia natural – cada vez más entendida como una historia ecológica, esto es, de los ecosistemas -, también existe una historia ambiental, que se ocupa de las formas en que cada sociedad ha organizado sus intervenciones en el medio natural a lo largo del tiempo, produciendo los ambientes y paisajes que las han caracterizado. En ese sentido, la historia ambiental sirve de sustento, también, a una economía ambiental, que se ocupa de los procesos de generación de valor y de costos en la producción de su ambiente por cada sociedad, y las formas en que esto incide en el desempeño general de su economía.

Esa economía ambiental ha venido a tomar forma en el marco del proceso que ha dado lugar a la formación de un mercado – aún emergente – de servicios ambientales. Ese proceso ha sido uno de los resultados del decreciente deterioro de la biosfera asociado a la llamada “Gran Aceleración” en la demanda de recursos naturales y servicios ambientales generada a escala planetaria por el incremento sostenido del crecimiento económico y demográfico de mediados del siglo XX a nuestros días.

En el curso de ese periodo, por ejemplo, la población mundial – que hacia 1800 era de unos 1000 millones de seres humanos – se multiplicó por 3, pasando de 2500 a 7500 millones, mientras el consumo de energía se multiplicaba por 10, sobre todo a cuenta del uso de combustibles fósiles. Aquí es interesante notar que la gran mayor parte de ese incremento en el consumo de energía ocurre en las economías desarrolladas, mientras la del crecimiento demográfico ocurre en las subdesarrolladas – en cuyos territorios, al propio tiempo, se ubican las mayores reservas de los recursos naturales de los que depende el futuro de nuestra especie. Esa es otra, entre muchas más, de las contradicciones que han animado y animan el desarrollo del moderno sistema mundial.

      El curso de ese proceso de desarrollo ha dado lugar también a una vasta destrucción de ecosistemas, la sobre explotación de recursos naturales, la producción masiva de desechos contaminantes, y el incremento en la variabilidad climática. Y todo esto sigue ocurriendo a un ritmo que anuncia ya el ingreso en una fase nueva de la historia del sistema Tierra. Esa nueva era ha sido llamada el Antropoceno, porque en ella la intervención humana en la naturaleza ha alcanzado la dimensión de una fuerza geológica.

El deterioro general de la biosfera que caracteriza al Antropoceno afecta su capacidad de proveer servicios como la oferta de agua, la renovación de la fertilidad del suelo, el procesamiento de desechos y la contribución a la estabilidad del clima. Todo esto, a su vez, genera un proceso de deterioro y encarecimiento crecientes de las condiciones naturales de producción de las que dependen en mayor o menor grado todas las actividades económicas de nuestra especie.

Aquí, y para los fines de esta reflexión, lo más importante es resaltar el hecho de que este deterioro en la oferta de servicios ecosistémicos que ofrece la naturaleza da lugar a una demanda creciente de producción de servicios ambientales. Dicha producción opera, por ejemplo, a través de la inversión de recursos y trabajo en la gestión de cuencas y la de desechos; la restauración de ecosistemas degradados; el desarrollo de fuentes alternativas de producción de energía, y la mitigación y adaptación ante el cambio climático. En ese proceso se forma además una peculiar renta ambiental asociada a la preservación y aprovechamiento de áreas protegidas y otras afines, mediante actividades productivas como el ecoturismo y la bioprospección.

De este modo, la formación de un mercado de servicios ambientales hace parte de la de un sector nuevo en la economía general. Ese nuevo sector ambiental se agrega a los tres sectores tradicionales – agrícola, industrial y de servicios -, que necesitan de esos servicios para su funcionamiento. En su fase inicial, ese sector ambiental va tomando cuerpo a partir de al menos tres líneas de actividad. Una es la oferta de servicios para la adaptación de la actividad productiva a nuevas normas ambientales de comercio internacional cada vez más complejas; otra, el uso de recursos antes ociosos para aprovechar demandas de nuevo tipo – como el ecoturismo o la captación de emisiones de carbono, y otra más consiste en la generación de innovaciones para ofrecer servicios de nuevo tipo, como la restauración de ecosistemas degradados y el desarrollo de tecnologías R 3, de reducción, reutilización y reciclaje de materias primas y desechos del consumo.

Con todo, lo más relevante de la economía ambiental y las oportunidades que ofrece se ubica aún más allá, en la producción de las condiciones sociales que requiere su desarrollo. En efecto, siendo el ambiente el producto de las intervenciones humanas en la naturaleza mediante procesos de trabajo socialmente organizados, si se desea un ambiente distinto será necesario promover y facilitar la creación de una sociedad diferente. En este sentido, por ejemplo, el sector ambiental de la economía está íntimamente asociado a la promoción tanto de la innovación tecnológica como del cambio social que la haga a un tiempo rentable en el mercado y sostenible en el tiempo.

Esto genera nuevas formas de demanda asociadas al desarrollo del mercado de negocios ambientales. Una consiste en la generación de nuevos modelos de negocios, basados en cadenas de valor inclusivas, que contribuyan a la formación de una amplia base social en el conjunto de la economía. Otra, estrechamente asociada a la anterior, consiste en la generación y gestión de las nuevas ofertas de formación y capacitación necesarias para facilitar el paso del modelo de economía lineal hoy dominante – que asume a su huella ambiental y sus desechos como externalidades que se transfieren a otros -, a una economía circular capaz de internalizarlos como insumos para nuevas actividades productivas. Y otra, naturalmente, consistirá en la creación del tipo de Estado que esté en capacidad de promover y facilitar esas transformaciones.

América Latina está bien posicionada para abrir paso a esta transición y desarrollar un vigoroso mercado de servicios ambientales.  Nuestra región no solo cuenta aún con una importante oferta de elementos naturales como agua, bosques y biodiversidad. Además, dispone de una extraordinaria riqueza cultural tanto en los espacios donde aún predominan formas de organización económica de base comunitaria, como en una tradición intelectual de pensamiento crítico que ha venido ofreciendo aportes de gran importancia a la formación de un nuevo pensamiento ambiental.

A las raíces de ese pensamiento se remonta la reflexión de José Martí sobre el vínculo entre la educación y la naturaleza en el desarrollo de nuestras sociedades cuando observaba, en 1884 que, puesto que “ser bueno es el único modo de ser dichoso”, como “ser culto es el único modo de ser libre”, era necesario reconocer que, “en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.” Y de allí concluía que “el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza.”[2]

Hoy, la cuando la crisis en sus relaciones con la naturaleza enfrenta a nuestra especie al riesgo de un retorno a la barbarie – si no de su ingreso a la extinción – es más importante que nunca rescatar y poner nuevamente en valor ese legado cultural. Allí encontramos, en efecto, el trazo del camino que nos abre la oportunidad de escoger y construir nuestro destino dentro del conjunto mayor de la lucha que libra la Humanidad por su derecho a llegar a ser todo lo que puede ser.


Ciudad del Saber, Panamá, 19 de enero de 2018.
__________________________
[1]“Serie de artículos para La América”. “Artículos varios”. Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XXIII, 44.
[2]“Maestros ambulantes”. La América, Nueva York, mayo de 1884. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII, 289.





¿Qué planea Israel en Argentina?

Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 121217

Las autoridades argentinas ven con inquietud la compra masiva de tierras en la Patagonia por parte de un multimillonario británico y las «vacaciones» de decenas de miles de soldados israelíes en las propiedades de ese acaudalado personaje.

En el siglo XIX, el gobierno británico estuvo indeciso entre crear Israel en la actual Uganda, en Argentina o en Palestina. Argentina estaba entonces bajo control del Reino Unido y, por iniciativa del barón francés Maurice de Hirsch, se convirtió en aquel momento en tierra de asilo para los judíos que huían de los pogromos desatados en Europa central.

En el siglo XX, después del golpe de Estado militar que derrocó al general Juan Domingo Perón, presidente democráticamente electo de Argentina, una corriente antisemita se desarrolló en las fuerzas armadas de ese país. Esa corriente distribuyó un folleto donde se acusaba al nuevo Estado de Israel de estar preparando el «Plan Andinia», para invadir la Patagonia.

Hoy resulta que, si bien la extrema derecha argentina exageró los hechos en los años 1970, realmente existía un proyecto, que no era de invasión sino de implantación en la Patagonia.

Todo cambió con la guerra de las Malvinas, en 1982. En ese año, la junta militar argentina en el poder trata de recuperar los archipiélagos de las Malvinas y las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, denunciando su ocupación por la Gran Bretaña desde hace siglo y medio. La ONU reconoce que la reclamación argentina es legítima, pero el Consejo de Seguridad condena el uso de la fuerza para recuperar esos territorios en disputa. Hay de por medio un botín considerable ya que las aguas territoriales de esos archipiélagos dan acceso a las riquezas del continente antártico.

Al final de la guerra de las Malvinas, que oficialmente dejó más de mil muertos –aunque las cifras oficiales británicas en realidad minimizan las pérdidas humanas–, Londres impone a Buenos Aires un Tratado de Paz particularmente duro, que limita las fuerzas armadas de la República Argentina a su más simple expresión. Incluso se priva a Argentina del control del espacio aéreo del sur de su territorio continental, a favor de la Royal Air Force británica, y se impone a la República Argentina la obligación de informar previamente al Reino Unido de todas sus operaciones.

En 1992 y 1994, dos atentados extraordinariamente devastadores y sangrientos destruyen sucesivamente la embajada de Israel en Buenos Aires y la sede de la asociación israelita AMIA en la misma ciudad. El primer atentado ocurre en momentos en que los jefes de la inteligencia israelí en Latinoamérica acababan de salir del edificio.

El segundo atentado, perpetrado contra la sede de AMIA, tiene lugar durante los trabajos conjuntos de Egipto y Argentina sobre los misiles balísticos Cóndor. Durante el mismo periodo estalla la principal fábrica de misiles Cóndor y tanto el hijo mayor del presidente argentino Carlos Saúl Menem como el hijo mayor del presidente de Siria Haffez al-Assad mueren en sendos accidentes. Las investigaciones sobre todos esos hechos son objeto de numerosas manipulaciones.

Después de haber designado a Siria como responsable de los atentados contra la embajada de Israel y la sede de la AMIA en la capital argentina, el fiscal Alberto Nisman se vuelve contra Irán, acusándolo de haber ordenado ambos atentados, y contra el Hezbollah, atribuyendo a esa organización libanesa la realización de estos. La hoy ex presidente Cristina Kirchner es acusada de haber negociado la interrupción de los procedimientos legales contra Irán a cambio de un precio ventajoso para las compras de petróleo. Más tarde, el fiscal Nisman es hallado muerto en su apartamento y Cristina Kirchner es inculpada por alta traición.

Pero la semana pasada, como en una obra de teatro, se vino abajo todo lo que hasta ahora se daba por sabido: el FBI entregó análisis de ADN que demuestran que el presunto terrorista no está entre los muertos, así como la presencia de un cuerpo no identificado. Conclusión: al cabo de 25 años, no se sabe absolutamente nada sobre los atentados de Buenos Aires.

En el siglo XXI, explotando las ventajas obtenidas en el Tratado impuesto a Argentina después de la guerra de las Malvinas, el Reino Unido e Israel emprenden un nuevo proyecto en la Patagonia.

El multimillonario británico Joe Lewis adquiere inmensos territorios en el sur de Argentina y en el vecino Chile. La extensión de sus tierras allí cubre varias veces la extensión territorial de todo el Estado de Israel. Esas tierras se hallan en el extremo sur del continente, en la Tierra del Fuego. Incluso rodean el Lago Escondido, impidiendo el acceso al lago [1] a pesar de una decisión de la justicia argentina.

El multimillonario británico ha construido en esas tierras un aeropuerto privado, con una pista de aterrizaje de 2 kilómetros, capaz de recibir grandes aviones de transporte, tanto civiles como militares.

Desde el fin de la guerra de las Malvinas, el ejército de Israel organiza para sus soldados «campamentos de vacaciones» en la Patagonia. Cada año, entre 8,000 y 10,000 soldados israelíes pasan 2 semanas de “vacaciones” en las tierras del multimillonario Joe Lewis.
Si en los años 1970, el ejército argentino señaló la construcción de 25,000 alojamientos –vacíos–, dando lugar al mito del plan Andinia, hoy parece que se han construido cientos de miles más. Es incluso imposible verificar el estado de realización de esos trabajos, por tratarse de tierras privadas y porque Google Earth neutraliza las imágenes satelitales de esa zona, procediendo así exactamente como lo hace con las instalaciones militares de la OTAN.

Mientras tanto, el vecino Chile ha cedido a Israel parte de una base militar que posee en la zona. Allí se han cavado túneles para facilitar la vida ante los rigores del invierno polar.

Por su parte, los indios mapuches que pueblan la Patagonia, tanto en Argentina como en Chile, quedaron sorprendidos con la noticia de la reactivación, en Londres, de la “Resistencia Ancestral Mapuche” (RAM), una misteriosa organización que reclama la independencia. Inicialmente acusada de ser una vieja asociación recuperada por los servicios secretos argentinos, la RAM es vista hoy por la izquierda como un movimiento secesionista legítimo, pero los líderes mapuches la denuncian como un ente financiado por George Soros.

El 15 de noviembre de 2017, la marina de guerra argentina perdió todo contacto con su submarino ARA San Juan, finalmente declarado como hundido con toda su tripulación. El ARA San Juan era uno de los 2 submarinos de propulsión diesel-eléctrica que constituían el orgullo de la pequeña marina de guerra argentina. La Comisión Preparatoria de la CTBTO (Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, siglas en inglés) anunció haber registrado un fenómeno acústico inhabitual en Atlántico, cerca de la zona desde donde procedía la última señal recibida del ARA San Juan. El gobierno argentino reconoció finalmente que el submarino perdido estaba realizando una «misión secreta», cuya naturaleza no se precisó y sobre la cual se había informado a Londres. El Pentágono estaba participando en la búsqueda y la marina de guerra rusa contribuyó con el envío de un drone submarino capaz de explorar el fondo marino a 6,000 metros de profundidad, sin encontrar nada. Todo parece indicar que el ARA San Juan estalló bajo el agua. La prensa argentina está convencida de que chocó con una mina o fue destruido por un torpedo enemigo.

Por el momento, es imposible determinar si Israel está implicado en un programa de explotación del continente antártico o si está construyendo una base para el repliegue en caso de derrota en Palestina.
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[1] El Lago Escondido se extiende sobre más de 7 kilómetros cuadrados, es parte del patrimonio de la República Argentina y sus orillas son públicas.

La estrategia militar de Donald Trump

Thierry Meyssan

Rompiendo con las de sus predecesores, la Estrategia de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump renuncia a gobernar el mundo y traza el camino hacia la reconstrucción económica y social de Estados Unidos. Este proyecto, enteramente coherente, implica un cambio radical que su gabinete tendrá que imponer al resto de su administración.

Bajo los mandatos de George Bush hijo y de Barack Obama, los documentos que describían la Estrategia de Seguridad Nacional partían del principio que Estados Unidos era la única superpotencia del mundo. Así que podía emprender la «guerra sin fin» del almirante Arthur Cebrowski, o sea destruir sistemáticamente toda forma de organización política en las zonas ya inestables del planeta, empezando por el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente». Esos dos presidentes enunciaban en esos documentos sus proyectos para cada región del mundo. Los Mandos Combatientes Unificados [1] no tenían más que aplicar aquellas instrucciones.

La Estrategia de Seguridad Nacional de Donald Trump rompe casi por completo con aquella literatura. Aunque conserva algunos de sus elementos mitológicos, trata sobre todo de reposicionar a Estados Unidos como la República que ese país fue en 1791 –o sea, en el momento del compromiso interestadounidense representado por la adopción de la Carta de Derechos o Bill of Rights)–, en contraposición con el Imperio que pretendió ser a través de la política abiertamente imperial impuesta a partir de los hechos del 11 de septiembre de 2001.
El papel de la Casa Blanca, de su diplomacia y de sus fuerzas armadas ya no sería poner orden en el mundo sino proteger «los intereses del pueblo estadounidense».

Desde la introducción misma, Donald Trump se separa de sus predecesores denunciando las políticas de «cambio de régimen» y de «revolución democrática mundial» que adoptó Ronald Reagan y que altos funcionarios trostkistas mantuvieron con sus acciones en el seno de las posteriores administraciones estadounidenses. Trump reafirma la «realpolitik» clásica, la de Henry Kissinger, basada, por ejemplo, en la existencia de «naciones soberanas».

El lector recordará sin embargo que ciertas agencias intergubernamentales de los países denominados como los «Cinco Ojos» (Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido), siguen bajo el control de los trotskistas, como en el caso de la National Endowment for Democracy (NED[JS1] ).

Donald Trump distingue 3 tipos de problemas que su país tendrá que enfrentar:
- En primer lugar, la rivalidad con Rusia y China;
- la oposición de los «Estados renegados» (Corea del Norte e Irán) en sus respectivas regiones;
- y, finalmente, el cuestionamiento del derecho internacional que representan simultáneamente los movimientos yihadistas y las organizaciones criminales transnacionales.

Aunque Trump también considera a Estados Unidos como la encarnación del Bien, contrariamente a sus predecesores el actual presidente no demoniza a sus rivales, adversarios o enemigos, sino que trata de entenderlos.

Retoma entonces su eslogan de «America First» para convertirlo en su base filosófica. Históricamente, esa fórmula sigue estando asociada al respaldo al nazismo, pero ese no era su sentido original. Inicialmente se trataba más bien de romper con la política atlantista de Roosevelt: la alianza con el Imperio Británico destinada a que Washington y Londres gobernaran el mundo juntos.

El lector informado probablemente recuerda que el primer gabinete de la administración Obama incluía una desmesurada representación de la Sociedad de los Peregrinos (Pilgrims Society), que nada tiene que ver con la Sociedad Mont Pelerin. La Pilgrims Society es un club muy cerrado presidido por la reina de Inglaterra. Ese grupo de individuos se encargó de manejar el periodo posterior a la crisis financiera de 2008.

Para aplicar su política de regreso a los principios republicanos estadounidenses de 1791 y de independencia ante los intereses financieros británicos, Donald Trump plantea 4 pilares:

- La protección del pueblo estadounidense, de su patria y de su modo de vida;
- la prosperidad de Estados Unidos;
- el poderío de sus ejércitos
- y el desarrollo de su influencia.

Trump no traza por tanto su estrategia contra sus rivales, sus adversarios y sus enemigos sino en función de su ideal republicano e independentista.

Para evitar malentendidos, Trump precisa que, aunque él ve a Estados Unidos como un ejemplo para el mundo, no es posible ni conveniente imponer a los demás el modo de vida estadounidense, sobre todo teniendo en cuenta que ese modo de vida no puede considerarse como «la inevitable culminación del progreso». Trump no concibe las relaciones internacionales como el reinado de Estados Unidos sobre el mundo sino como la búsqueda de una «cooperación recíproca» con sus socios.

Los 4 pilares de la doctrina de Seguridad Nacional America First

- La protección del pueblo estadounidense supone ante todo el restablecimiento de las fronteras (terrestres, aéreas, marítimas, espaciales y ciberespaciales) que los partidarios de la globalización han venido destruyendo hasta ahora.

Las fronteras deben permitir tanto luchar contra las armas de destrucción masiva de los grupos terroristas y criminales como contener la entrada de pandemias y drogas, así como permitir la lucha contra la inmigración ilegal. Sobre las fronteras ciberespaciales, Trump observa la necesidad de imponer la seguridad de internet, priorizando en ese aspecto sectores como la seguridad nacional, la energía, los bancos, la salud, las comunicaciones y los transportes. Pero todo eso está expresado de manera bastante teórica.

Desde los tiempos del presidente Nixon, la lucha contra la droga era selectiva y su objetivo no era secar los flujos sino orientarlos hacia determinadas minorías étnicas. Pero Trump responde a una nueva necesidad. Consciente de que bajo la administración Obama hubo un derrumbe de la esperanza de vida sólo entre los hombres blancos, del estado de desesperación que eso provocó y de la subsiguiente pandemia del uso de opioides, Trump considera la lucha contra los cárteles de la droga como una cuestión de supervivencia nacional para Estados Unidos.

Al abordar la lucha contra el terrorismo, no está claro si, luego de la destrucción del Emirato Islámico (Daesh), Trump se refiere sólo a «lobos solitarios» que aún prosiguen el combate después de la derrota final, como los grupos Waffen SS después de la caída del Reich, o al mantenimiento del dispositivo británico del yihadismo. De referirse a esto último, se trataría de un importante retroceso en relación con las declaraciones de intención que emitió durante su campaña presidencial y los primeros meses de su mandato. Convendría entonces aclarar cómo han evolucionado las relaciones entre Washington y Londres y las consecuencias de ese cambio en la gestión de la OTAN.

En todo caso, es de notar la presencia en el texto de una extraña frase según la cual: «Estados Unidos trabajará con sus aliados y socios para disuadir y perturbar otros grupos que amenazan la patria –incluyendo grupos apadrinados por Irán, como el Hezbollah libanés».
Para todas las acciones antiterroristas, Trump se plantea la necesidad de establecer alianzas provisionales con otras potencias, incluyendo a Rusia y China.

Finalmente, sobre la capacidad de Estados Unidos para seguir existiendo, Trump avala el programa de «Continuidad del Gobierno», a pesar de que fue precisamente ese sistema el beneficiario del golpe de Estado invisible que tuvo lugar en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Pero plantea que una ciudadanía comprometida e informada es la razón de ser de ese sistema, con lo cual parece excluir la repetición de ese tipo de hechos.

- Sobre la prosperidad de Estados Unidos, condición para el desarrollo de sus capacidades en materia de defensa, Trump es un ferviente defensor del «American Dream» o “sueño americano”), del «Estado mínimo» (minarquismo) y de la teoría del «trickle-down» de arriba hacia abajo [2]. Trump concibe por tanto una economía que no se basa en la financiarización sino en el libre intercambio. Echando abajo la idea comúnmente admitida de que el libre intercambio fue un instrumento del imperialismo anglosajón, Trump afirma que este sólo acaba resultando equitativo para los primeros actores si los nuevos actores aceptan sus reglas y plantea que varios Estados –entre ellos China– se benefician con ese sistema sin haber tenido nunca intenciones de adoptar sus valores.

En base a esa premisa –no al análisis que plantea la aparición de una clase transnacional de súper-ricos–, Donald Trump denuncia los acuerdos comerciales multilaterales.

Trump anuncia después la desregulación de todos los sectores donde la intervención del Estado no es necesaria y planifica paralelamente la lucha contra todas las intervenciones de los Estados extranjeros y de sus empresas nacionalizadas que puedan falsear los intercambios equitativos con Estados Unidos.

Donald Trump pretende desarrollar la investigación teórica y sus aplicaciones técnicas, así como respaldar la invención y la innovación. Prevé para ello la creación de condiciones particulares y ventajosas para la inmigración, condiciones destinadas a organizar la «fuga de cerebros» hacia Estados Unidos. Considera además el know how adquirido no como un medio de cobrar una especie de “peaje” a la economía mundial a través de las patentes sino como el motor de la economía estadounidense y planea la creación de un sistema de seguridad nacional destinado a censar y proteger esas técnicas para conservar la ventaja que estas puedan representar para Estados Unidos.

Al abordar el acceso a las fuentes de energía, Trump observa que Estados Unidos es, por primera vez, autosuficiente y emite una advertencia en contra de las políticas emprendidas en nombre de la lucha contra el cambio climático y que implican limitar el uso de energía. Trump no aborda en este documento la financiarización de la ecología pero claramente deposita una piedra en el jardín de Francia, promotora de la «finanza verde». Replanteando ese tema en un marco más general, afirma que Estados Unidos apoyará a los Estados víctimas de chantajes vinculados al aprovisionamiento energético.

- Afirmando que Estados Unidos ha dejado de ser la única superpotencia pero que sigue siendo la potencia dominante, Trump plantea como objetivo central de seguridad mantener esa preeminencia militar, según el principio romano que aconseja Si vis pacem, para bellum, o sea “Si quieres paz, prepárate para la guerra”.
Observa primeramente que «China trata de excluir a Estados Unidos de la región indo-pacífica, de extender el alcance de su modelo económico dirigido por el Estado y de reorganizar la región de manera ventajosa para ella». Según Trump, Pekín está tratando de dotarse de las segundas capacidades militares a nivel mundial –bajo la autoridad del general Xi Jinping– basándose en el conocimiento y la experiencia acumulados por Estados Unidos.

Por su parte, «Rusia trata de recuperar su estatus de gran potencia y de establecer esferas de influencia en sus fronteras». Para ello, «trata de debilitar la influencia de Estados Unidos en el mundo y de separarlo [a Estados Unidos] de sus aliados y socios. [Rusia] percibe a la OTAN y la Unión Europea como amenazas».

Es este el primer análisis de los objetivos y medios de los rivales de Estados Unidos. Diferenciándose en ello de la «doctrina Wolfowitz», la Casa Blanca ya no considera a la Unión Europea como un competidor sino como la rama civil de la OTAN. Rompiendo con la estrategia de George Bush padre y Bill Clinton de sabotaje económico contra la Unión Europea, Donald Trump plantea la posibilidad de cooperar con los rivales –que ahora son Rusia y China– pero únicamente «en posición de fuerza».
El periodo actual es testigo de un retorno de la competencia en el terreno militar, competencia que ahora cuenta 3 contrincantes. Conociendo la tendencia de los militares a prepararse para la guerra anterior, en vez de tratar de imaginar cómo será la próxima, es conveniente replantear a fondo la organización y el equipamiento de los ejércitos, teniendo en mente que los rivales van a posicionarse en los sectores que ellos mismos han de seleccionar.

Es interesante observar que no es en ese capítulo donde Donald Trump menciona el talón de Aquiles del Pentágono sino mucho antes. Lo hace en la introducción, en un momento en que el lector se encuentra absorto en consideraciones filosóficas, espacio donde Trump menciona nuevas armas rusas, refiriéndose específicamente a la capacidad de ese armamento para inhabilitar los sistemas de mando y controles de la OTAN.

El Pentágono tiene que renovar su arsenal, tanto en cantidad como en el plano cualitativo. Tiene que renunciar a la ilusión de que su superioridad tecnológica (que en realidad Rusia ha sobrepasado) podría servirle para compensar su inferioridad en cantidad de efectivos. Sigue entonces un largo estudio de los diferentes tipos de armamento, incluido el nuclear, que habría que modernizar.

Donald Trump pretender invertir el funcionamiento actual de la industria militar estadounidense. Esa industria se dedica actualmente a vender sus productos al Estado federal, pero Trump quiere que sea el Estado federal quien haga sus pedidos y que los industriales respondan a sus nuevas necesidades. Se sabe que la industria militar carece hoy de los ingenieros que necesita para realizar nuevos proyectos. El fracaso del avión de guerra F-35 es el ejemplo más flagrante de esa carencia. El cambio que el actual presidente desea supone por tanto la organización previa de la «fuga de cerebros» hacia Estados Unidos que el propio Trump menciona en otra parte del documento.

En el sector de la inteligencia, Trump adopta las teorías de su ex consejero de seguridad nacional, el general Michael Flynn. Trump quiere reposicionar no sólo la Defense Intelligence Agency (DIA) [3] sino toda la «comunidad de inteligencia». El objetivo ya no es localizar en cualquier momento a tal o más cuál jefe terrorista sino ser capaz de prever la evolución estratégica de cada rival, adversario y enemigo. Se trata de renunciar a la obsesión del GPS y de complicados artefactos high tech para volver al trabajo de análisis.

Trump considera además el Departamento de Estado como una herramienta que debe permitir crear un entorno positivo para su país, incluso al tratar con sus rivales. La diplomacia estadounidense dejaría de servir de agente al servicio de los intereses de las transnacionales –como lo fue bajo las administraciones de Bush padre y de Bill Clinton– o de ejercer el papel de “administrador” a nombre del Imperio que había adoptado bajo las administraciones de Bush hijo y de Barack Obama. Y los diplomáticos estadounidenses tendrían que adquirir nuevamente la sutileza política que exige la verdadera labor diplomática.

- El capítulo dedicado a la influencia de Estados Unidos refleja de forma explícita el fin de la «globalización» del «American Way of Life». Estados Unidos ya no buscaría imponer sus propios valores a los demás sino que trataría a todos los pueblos según el principio de igualdad y reconocería la actitud de los que respetan el estado de derecho.

Para estimular a los países que quieren convertirse en socios pero que tienen inversiones bajo dirección estatal, Trump prevé ofrecerles alternativas que les faciliten la realización de reformas en sus economías.

En cuanto a las organizaciones intergubernamentales, Trump anuncia que rechazará la cesión del menor espacio de soberanía si este debe compartirse con países que cuestionan los principios constitucionales estadounidenses, lo cual es una alusión directa a la Corte Penal Internacional. Pero no menciona la extraterritorialidad de la justicia estadounidense, que viola los principios constitucionales de otros países.

Para terminar, retomando la larga tradición derivada del compromiso de 1791, Trump afirma que Estados Unidos seguirá prestando ayuda a quienes luchan por la dignidad humana o por la libertad religiosa –que no debe confundirse con la libertad de conciencia.

La aplicación está por definir

Sólo después de esa larga exposición, Donald Trump aborda la aplicación regional de su doctrina. En este aspecto no se anuncia ninguna novedad, sólo una alianza con Australia, la India y Japón para contener a China y luchar contra Corea del Norte.

Menciona, cuando más, dos nuevos enfoques sobre el Medio Oriente. La cuestión del Emirato Islámico (Daesh) ha mostrado que el principal problema no es la cuestión israelí sino la ideología yihadista. Y lo que Washington reprocha a Irán es perpetuar el ciclo de violencia al rechazar la negociación.

El lector de la Estrategia de Seguridad de Nacional de Trump entenderá por defecto que el Pentágono tiene que abandonar el proyecto del almirante Arthur Cebrowski, proyecto que Donald Rumsfeld impuso el 11 de septiembre de 2001. Se acabó la «guerra sin fin». La tensión ya no debería extenderse por todo el mundo sino que debería disminuir incluso en el Medio Oriente ampliado.

La doctrina de seguridad nacional de Donald Trump es un cuerpo de una construcción bien cuidada, tanto en el plano histórico –se percibe la influencia del general James Mattis– como en el plano filosófico –siguiendo al ex consejero especial Steve Bannon. Esta doctrina se basa en un riguroso análisis de los desafíos que se presentan al poderío estadounidense –conforme a los trabajos del general H. R. McMaster. Avala los cortes presupuestarios en el Departamento de Estado –realizados por Rex Tillerson. Contrariamente al karma que los medios estadounidenses se empeñan en repetir incansablemente, la administración Trump ha logrado hacer un trabajo de síntesis coherente separándose por completo de los enfoques anteriores.

Pero la ausencia de estrategia regional explícita es muestra de la gran envergadura de los cambios ya iniciados. Nada dice que los jefes militares aplicarán en sus respectivos ámbitos esta nueva filosofía. Sobre todo cuando aún puede observarse, como sucedió hace sólo días atrás, que se mantiene la complicidad entre las fuerzas militares de Estados Unidos y los yihadistas en Siria.


[1] Los “Mandos Combatientes Unificados” (Unified Combatant Command) son los mandos interarmas de las fuerzas armadas estadounidenses. Seis de ellos, los más conocidos, son los mandos regionales a cargo de las tropas estadounidenses desplegadas en las diferentes zonas geográficas y de las operaciones militares que Estados Unidos allí realiza: CentCom (Medio Oriente, Asia Central y sur de Asia), EuCom (Europa), PaCom (Océano Pacífico), NorthCom (conocido en Latinoamérica como “Comando Norte”, abarca Estados Unidos y Norteamérica, incluyendo Alaska, Canadá, México y Cuba), SouthCom (conocido en Latinoamérica como “Comando Sur”, abarca Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, exceptuando Cuba) y AfriCom (África). Los otros 3 “Mandos Combatientes Unificados –SoCom (Operaciones Especiales), StratCom (Armamento Estratégico y Nuclear) y TransCom (Transporte)– se encargan de garantizar el funcionamiento operacional y logístico de las tropas que Estados Unidos mantiene en todas las áreas geográficas. Nota de la Red Voltaire.
[2] Según la teoría del «trickle-down», los ingresos de los individuos más adinerados acaban reinyectándose por diferentes vías en la economía de la sociedad, lo cual implicaría que las clases más desfavorecidas también acaban beneficiándose con los enormes ingresos de los más acaudalados. O sea, como el agua que pudiera acumularse en lo alto de una montaña, la riqueza siempre acabaría corriendo hacia abajo. Nota de la Red Voltaire.
[3] La DIA es la agencia de inteligencia del Departamento de Defensa. Nota de la Red Voltaire.



 [JS1]En qué se basa para decir esto?