Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario.
Email: rev.manningsuarez@outlook.com
Orcid: http://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Resumen
Este
ensayo explora la perspectiva relativista sobre la verdad y el conocimiento del
filósofo griego Protágoras, y su impacto fundamental en los ámbitos de la
filosofía moral y la ética. La famosa máxima de Protágoras, "El hombre es
la medida de todas las cosas; de las que son, en tanto que son, y de las que no
son, en tanto que no son", se analiza como la piedra angular de su
relativismo, donde la verdad y la moralidad se conciben como dependientes de la
percepción individual y contextual. Se examinan las implicaciones de esta
visión en la ética, desafiando la noción de valores universales y objetivos. A
través del análisis de diversas interpretaciones y críticas a su pensamiento,
se busca comprender la relevancia contemporánea del relativismo protagórico
para la comprensión de la diversidad moral y la toma de decisiones éticas en la
vida diaria.
Palabras
Claves: Protágoras,
relativismo, verdad, conocimiento, filosofía moral, ética, percepción,
subjetividad.
Abstract
This
essay explores the relativist perspective on truth and knowledge of the Greek
philosopher Protagoras, and its fundamental impact on the fields of moral
philosophy and ethics. Protagoras' famous maxim, "Man is the measure of
all things: of things that are, that they are, and of things that are not, that
they are not," is analyzed as the cornerstone of his relativism, where
truth and morality are conceived as dependent on individual and contextual
perception. The implications of this view in ethics are examined, challenging
the notion of universal and objective values. Through the analysis of various
interpretations and criticisms of his thought, the aim is to understand the
contemporary relevance of Protagorean relativism for the understanding of moral
diversity and ethical decision-making in daily life.
Keywords: Protagoras, relativism, truth,
knowledge, moral philosophy, ethics, perception, subjectivity.
Metodología
Este
ensayo se basa en una metodología de análisis conceptual y revisión
bibliográfica exhaustiva.
Se
examinarán las interpretaciones clásicas y contemporáneas de la filosofía de
Protágoras, centrándose en su doctrina del "hombre medido".
Se
realizará una búsqueda sistemática de fuentes académicas relevantes en bases de
datos como Google Académico, Scopus, Latindex y Scielo para identificar y
analizar artículos, capítulos de libros y monografías que aborden la
perspectiva relativista de Protágoras en relación con la filosofía moral y la
ética.
El
análisis se centrará en la comprensión de los argumentos centrales de
Protágoras, las críticas que ha recibido y su influencia en el pensamiento
ético posterior.
Objetivo
General
Analizar
la perspectiva relativista sobre la verdad y el conocimiento de Protágoras y su
influencia en la filosofía moral y la ética.
Objetivos
Específicos
1. Explicar la interpretación de la máxima
"El hombre es la medida de todas las cosas" como fundamento del
relativismo protagórico.
2. Describir las implicaciones del relativismo
de Protágoras para la comprensión de la verdad y el conocimiento en el ámbito
moral y ético.
3. Identificar y analizar las principales
críticas y defensas de la perspectiva relativista de Protágoras.
4. Evaluar la relevancia de la filosofía de Protágoras para la comprensión de la diversidad moral y la toma de decisiones éticas en la actualidad.
Contenido
La
filosofía de Protágoras de Abdera, un sofista del siglo V a.C., se erige como
un punto crucial en la historia del pensamiento occidental, especialmente en su
concepción de la verdad y el conocimiento. Su famosa afirmación, transmitida
principalmente a través de los diálogos de Platón, "El hombre es la medida
de todas las cosas; de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en
tanto que no son" (Guthrie, W. K. C. (1969).1, sienta
las bases de una perspectiva radicalmente relativista.
Esta
declaración implica que no existe una verdad objetiva y universalmente válida,
sino que la verdad es relativa a la percepción de cada individuo. Lo que a una
persona le parece verdadero, lo es para ella, y lo que a otra le parece falso,
lo es para ella.
En
el ámbito de la filosofía moral y la ética, el relativismo de Protágoras tiene
profundas implicaciones. Si la verdad y el conocimiento son relativos al
individuo, entonces las nociones de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto,
también lo serán.
Protágoras
parece sugerir que los valores morales no son intrínsecos ni trascendentes,
sino construcciones sociales y convenciones humanas (Kerferd, G. B. (1981).2
Cada sociedad, e incluso cada individuo,
puede tener su propio código moral, y no habría un criterio objetivo para
juzgar cuál es superior o más correcto.
Esta
perspectiva relativista desafía la búsqueda de principios morales universales y
objetivos que han caracterizado gran parte de la historia de la ética. Si no
hay una verdad moral absoluta, entonces las leyes y las costumbres de cada
ciudad son consideradas justas en la medida en que son aceptadas por esa
comunidad (Untersteiner, M. (1954).3
Esto
no implica necesariamente una anarquía moral, sino más bien una aceptación de
la diversidad de las prácticas y creencias morales que existen en diferentes
culturas y entre diferentes personas.
Una
de las críticas más comunes al relativismo protagórico es la acusación de que
conduce al subjetivismo extremo y, en última instancia, al escepticismo moral.
Si cada opinión es igualmente válida, ¿cómo podemos resolver los desacuerdos
morales o condenar acciones que consideramos moralmente reprobables?
Sin
embargo, algunos intérpretes argumentan que el relativismo de Protágoras no
niega la posibilidad de acuerdos o consensos, sino que simplemente reconoce que
estos se basan en la persuasión y la utilidad dentro de un contexto específico
(Cole, T. (1991).4
La
habilidad retórica de los sofistas, incluido Protágoras, se basaba precisamente
en la capacidad de persuadir a otros de la validez de sus propios puntos de
vista.
En
este sentido, la verdad y la moralidad no son tanto descubrimientos objetivos
como construcciones discursivas y sociales que se negocian y se establecen a
través del diálogo y la argumentación (Poulakos, J. (1995).5
La
importancia de la educación y la retórica en la filosofía de Protágoras radica
en su potencial para mejorar las opiniones y promover la convivencia social.
A
pesar de las críticas, la perspectiva relativista de Protágoras sigue siendo
relevante en la actualidad.
En
un mundo cada vez más globalizado y multicultural, la comprensión de la
diversidad de valores y creencias morales es fundamental para fomentar la
tolerancia y el respeto intercultural. El relativismo nos invita a cuestionar
nuestras propias certezas morales y a reconocer que nuestras perspectivas están
condicionadas por nuestro contexto cultural e individual (Rorty, R. (1979).6
En
última instancia, la filosofía moral y ética de Protágoras, con su énfasis en
la relatividad de la verdad y el conocimiento, nos desafía a reflexionar sobre
la naturaleza de nuestros valores y la manera en que interactuamos con aquellos
que tienen puntos de vista diferentes.
Su
legado perdura como una invitación a la humildad intelectual y a la apertura
hacia la pluralidad de perspectivas en el ámbito moral (Nussbaum, M. C. (1999).7
Conclusiones
La
perspectiva relativista de Protágoras sobre la verdad y el conocimiento,
centrada en la máxima de que "el hombre es la medida de todas las
cosas", ofrece valiosas lecciones para la vida diaria.
En
primer lugar, nos
invita a ser más conscientes de la influencia de nuestras propias experiencias,
creencias y contextos culturales en nuestra percepción de la realidad y
nuestros juicios morales.
Reconocer
la subjetividad inherente a nuestras perspectivas puede fomentar la empatía y
la comprensión hacia los demás. Con su
afirmación central de que "el hombre es la medida de todas las
cosas", sienta un precedente fundamental para reconocer la subjetividad
inherente a nuestras perspectivas. Esta idea no solo se limita al ámbito de la
percepción sensorial, sino que se extiende a las valoraciones morales y al
conocimiento en general.
Para
Protágoras, la verdad no es una entidad objetiva y externa a la experiencia
humana, sino que está intrínsecamente ligada a cómo cada individuo percibe y
experimenta el mundo. La frase "el hombre es la medida" subraya la
primacía de la experiencia individual como criterio último de verdad y valor.
Esto implica que cada persona, con su bagaje único de experiencias, historia
personal y contexto cultural, constituye su propio punto de referencia para
juzgar la realidad.
Si
cada individuo es la medida, entonces es lógico que existan múltiples
"medidas" y, por lo tanto, múltiples perspectivas sobre un mismo
asunto. Protágoras era consciente de que lo que a una persona le parece frío, a
otra puede parecerle cálido, y que lo que una sociedad considera justo, otra
podría verlo de manera diferente (Guthrie, W. K. C. (1969).1
Este reconocimiento de la diversidad perceptiva es crucial para superar la
tendencia a universalizar nuestra propia visión del mundo.
La
filosofía de Protágoras desafía la noción de verdades absolutas y valores
universales. Al reconocer que la verdad y la moralidad son relativas a la
percepción humana, se abre un espacio para cuestionar la infalibilidad de
nuestras propias creencias y para admitir la posibilidad de que otras
perspectivas, aunque diferentes a la nuestra, puedan ser igualmente válidas
desde su propio marco de referencia. Esta actitud de humildad intelectual es un
paso esencial hacia la empatía.
Cuando
entendemos que la perspectiva de otra persona está tan inherentemente ligada a
su experiencia como la nuestra lo está a la nuestra, se hace más fácil ponerse
en su lugar. La empatía, en este contexto, surge de la comprensión de que la
otra persona no está necesariamente equivocada o equivocada, sino que
simplemente está experimentando y evaluando el mundo a través de su propia
"medida". Al reconocer la legitimidad de esa medida individual,
podemos comenzar a comprender sus sentimientos, motivaciones y puntos de vista.
El
relativismo protagórico no implica que todas las opiniones sean igualmente
buenas o deseables en todas las circunstancias. Sin embargo, sí nos impulsa a
comprender las razones detrás de esas opiniones antes de emitir un juicio. Al
entender que las creencias y los valores de una persona están moldeados por su
entorno y sus vivencias, podemos abordar las diferencias con una actitud de
curiosidad y un deseo genuino de comprender, en lugar de caer en la
descalificación o el menosprecio.
Dado
que no existe una verdad objetiva que podamos imponer, Protágoras enfatizaba la
importancia de la retórica y la persuasión como herramientas para llegar a
acuerdos y construir consensos dentro de una comunidad (Ver Cole, T. (1991).4
y por otro lado Poulakos, J. (1995).5. Este enfoque reconoce
que el entendimiento mutuo se logra a través del diálogo, donde diferentes
perspectivas se presentan y se negocian, buscando un terreno común que sea
aceptable para las diversas "medidas" individuales.
En
segundo lugar, el
relativismo protagórico nos anima a ser más tolerantes con la diversidad de
opiniones y valores.
Si
no existe una verdad absoluta y universalmente válida en el ámbito moral,
debemos estar abiertos al diálogo y a la negociación de normas y principios que
permitan la convivencia pacífica y el respeto mutuo.
Esto
no implica abandonar nuestros propios valores, sino más bien reconocer que
otras perspectivas pueden ser igualmente válidas dentro de sus propios marcos
de referencia. El relativismo protagórico fomenta la tolerancia, el diálogo y
la negociación de normas para la convivencia pacífica.
Si
la verdad moral no es una entidad trascendente o universalmente accesible, sino
que emerge de las experiencias y valoraciones de individuos y comunidades
específicas, entonces cualquier intento de imponer un único código moral como
absoluto se vuelve injustificable. Desde la perspectiva de Protágoras, no
existe una autoridad moral externa que pueda dictar qué es correcto para todos
en todo momento. Cada sociedad y cada individuo tienen su propia
"medida" de lo que consideran bueno o malo (Kerferd, G. B. (1981).2
El
relativismo protagórico nos invita a reconocer que las diferentes opiniones y
valores que encontramos no son necesariamente errores o desviaciones de una
norma absoluta, sino más bien expresiones de diferentes "medidas"
individuales o colectivas. Esta comprensión puede conducir a una mayor
tolerancia, ya que nos permite ver las perspectivas ajenas no como
inherentemente inferiores o incorrectas, sino como válidas dentro de sus
propios marcos de referencia. Tolerar, en este sentido, no implica necesariamente
estar de acuerdo con todas las opiniones, sino más bien reconocer el derecho de
los demás a tener sus propias valoraciones basadas en sus experiencias y
contextos.
En
ausencia de una verdad moral objetiva, el diálogo se convierte en la
herramienta principal para navegar la diversidad de opiniones y valores.
Protágoras, como sofista, otorgaba una gran importancia a la retórica y la
argumentación, no como medios para imponer una verdad única, sino como formas
de persuadir y llegar a entendimientos mutuos (Cole, T. (1991).4
El diálogo permite que diferentes "medidas" se expresen, se
contrasten y se comprendan mejor. A través de la escucha activa y el
intercambio de razones, las personas pueden comenzar a identificar puntos en
común o, al menos, comprender las bases de sus diferencias.
El
diálogo, a su vez, puede conducir a la negociación de normas y principios que
permitan la convivencia pacífica dentro de una comunidad. Dado que no hay un
código moral preexistente y universalmente válido, las reglas que rigen la
interacción social deben ser construidas y acordadas por los propios miembros
de esa comunidad (Untersteiner, M. (1954).3
Este
proceso de negociación implica un reconocimiento de las diferentes necesidades
y valores presentes, y busca establecer un marco común que sea aceptable para
la mayoría, aunque no necesariamente perfecto para todos.
El
acto mismo de participar en el diálogo y la negociación implica un cierto grado
de respeto mutuo. Al escuchar las opiniones de los demás y estar dispuesto a
considerar sus puntos de vista, reconocemos su valía como individuos y la
legitimidad de sus "medidas". Este respeto mutuo es esencial para
construir relaciones sociales pacíficas y cooperativas, incluso cuando existen
diferencias significativas en las creencias y valores.
El
enfoque relativista de Protágoras tiene una gran relevancia en la actualidad,
especialmente en sociedades cada vez más diversas y multiculturales. Nos
recuerda que no podemos asumir que nuestros propios valores son universalmente
compartidos o que son intrínsecamente superiores a los de los demás.
En
lugar de ello, nos anima a abordar las diferencias con una actitud de apertura
y a buscar soluciones a través del diálogo y la negociación, reconociendo la
pluralidad de perspectivas como una característica inherente de la condición
humana.
En
tercer lugar, la
filosofía de Protágoras destaca la importancia de la comunicación y la
argumentación en la resolución de desacuerdos morales.
Dado
que la verdad y la moralidad son, en cierto sentido, construcciones sociales,
la capacidad de persuadir y de llegar a consensos a través del diálogo racional
se convierte en una herramienta fundamental para la vida en comunidad.
En
lugar de imponer nuestras propias creencias, podemos esforzarnos por comprender
las razones detrás de las perspectivas de los demás y buscar puntos en común.
Para
Protágoras, la verdad no reside en una correspondencia con una realidad
objetiva independiente de la mente humana, sino más bien en un acuerdo o
consenso entre individuos (Poulakos, J. (1995).5
En
el ámbito moral, esto significa que lo que una comunidad considera correcto o
incorrecto se define a través de la interacción y el acuerdo de sus miembros.
Por lo tanto, la moralidad no es un conjunto de reglas fijas descubiertas, sino
una construcción social dinámica.
Dado
que la verdad y la moralidad se construyen socialmente, la capacidad de
presentar argumentos convincentes se vuelve crucial. La argumentación, para
Protágoras, no es simplemente una técnica para ganar una discusión, sino una
herramienta fundamental para moldear la opinión pública y establecer normas
aceptadas dentro de una comunidad.
A
través del intercambio de razones y la evaluación de diferentes perspectivas,
las personas pueden llegar a un entendimiento compartido de lo que es justo o
bueno en un contexto particular.
En
un mundo donde cada individuo es la medida de todas las cosas, la persuasión
juega un papel esencial en la resolución de desacuerdos morales. En lugar de
apelar a una autoridad externa o a una verdad absoluta, Protágoras reconocía
que los cambios en las creencias y los valores se logran a través de la
capacidad de convencer a otros de la validez de un punto de vista.
Esta
persuasión debe basarse en argumentos racionales y en la consideración de las
necesidades y los valores de la audiencia.
La
filosofía de Protágoras enfatiza el valor del diálogo racional como una forma
de resolver conflictos morales sin recurrir a la imposición o la violencia. En
lugar de simplemente afirmar nuestras propias creencias como las únicas
correctas, el diálogo nos invita a exponer las razones que las sustentan y a
escuchar atentamente las razones que los demás ofrecen para sus propias
perspectivas.
Este
proceso de intercambio respetuoso puede llevar a un mayor entendimiento mutuo,
incluso si no se logra un acuerdo total.
La
comunicación efectiva en la resolución de desacuerdos morales implica un
esfuerzo por comprender las razones detrás de las perspectivas de los demás.
Esto requiere ir más allá de la simple oposición a una opinión diferente y
tratar de entender el contexto, las experiencias y los valores que la informan.
Al
comprender las motivaciones y los razonamientos de los demás, se hace más
posible identificar áreas de acuerdo o puntos en común que puedan servir como
base para la resolución del conflicto.
Protágoras
y otros sofistas se veían a sí mismos como maestros de la argumentación y la
retórica, capaces de ayudar a las personas a presentar sus casos de la manera
más persuasiva posible (Kerferd, G. B. (1981).2
Su
objetivo no era imponer una verdad particular, sino más bien facilitar el
proceso de deliberación y acuerdo dentro de la comunidad. Enseñaban a sus
estudiantes a argumentar ambos lados de un tema, lo que fomentaba una
comprensión más profunda de las diferentes perspectivas y mejoraba la capacidad
de encontrar soluciones mutuamente aceptables.
En
la práctica, esto significa abordar las diferencias culturales y personales con
una mentalidad abierta, evitando juicios dogmáticos y reconociendo la
complejidad de las cuestiones morales. Nos invita a ser más flexibles y
adaptables en nuestras interacciones sociales, valorando la diversidad como una
fuente de enriquecimiento en lugar de un motivo de conflicto.
El
legado de Protágoras nos recuerda que la búsqueda de la comprensión mutua y la
convivencia pacífica requiere reconocer la relatividad de muchas de nuestras
verdades y la importancia del diálogo constante.