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Classical Music - Piano, Violin & Strings


PIANO & STRINGS A quiet, atmospheric piano & strings playlist, featuring some of the greatest classical masterpieces ever composed. Perfect for your moments of relax, also suitable for studying, reading and working. 01 DEBUSSY - 2 Arabesques: No. 1, Andantino con moto 00:00 02 CHOPIN - Douze études, Op. 25: No. 1 "Aeolian Harp" 04:06 03 SCHUMANN - Kinderszenen, Op. 15: No. 7, Traumerei 06:34 04 SAINT-SAENS - The Carnival of the Animals: XIII. The Swan 09:51 05 LISZT - Consolations, S. 172: No. 3, Lento placido 12:30 06 BEETHOVEN - Piano Concerto No. 3: II. Largo 16:33 07 LISZT - Liebesträume, S. 541: No. 3 in A-Flat Major 26:26 08 MORRICONE - Suite from Nuovo Cinema Paradiso 32:12 09 CORELLI - Concerto Grosso No. 1, Op. 6: I. Largo 36:22 10 CORELLI - Concerto Grosso No. 9, Op. 6: I. Preludio 39:19 11 TCHAIKOVSKY - Piano Concerto No. 2: II. Andante non troppo 41:26 12 SATIE - Trois Gymnopédies: No. 1, Lent et doloreux 49:35 13 SATIE - Trois Gymnopédies: No. 2, Lent et triste 52:24 14 SATIE - Trois Gymnopédies: No. 3, Lent et grave 54:38 15 BEETHOVEN - Fur Elise (cello version) 56:44 16 CHOPIN - Nocturne in C sharp minor, Op. Posth. 1:01:32 17 CHOPIN - Preludes, Op. 28: No. 15 "Raindrop" 1:05:20 18 BEETHOVEN - Piano Concerto No. 1 in C Major, Op. 15: I. Allegro con brio 1:10:39 19 BEETHOVEN - Piano Concerto No. 1 in C Major, Op. 15: II. Largo 1:29:23 20 BEETHOVEN - Piano Concerto No. 1 in C Major, Op. 15: III. Rondo. Allegro 1:38:56 21 WEBER - Piano Concerto No. 2, Op. 32: II. Adagio 1:48:12 22 MENDELSSOHN - Piano Concerto No. 1: II. Andante 1:53:40 1, 5, 16 & 17: Luke Faulkner (solo piano) 2, 3 & 7: Giovanni Umberto Battel (solo piano) 4: Sarah Joy (cello), Kathy Hohstadt (piano) 6 & 18-20: Bruno Canino (piano), Orchestra da Camera Fiorentina cond. by Giuseppe Lanzetta 8 & 17: Orchestra da Camera Fiorentina cond. by Giuseppe Lanzetta 9 & 10: Kiev Chamber Orchestra cond. by Liviu Buiuc 11: Saulis Dirvanauskas (piano), Moldavian Philarmonic Orchestra cond. by Liviu Buiuc 12-14: Carlo Balzaretti (solo piano) 15: Sarah Joy 21: Saulis Dirvanauskas (piano), Lublino Philharmonic Orchestra cond. by Adam Natanek 22: Saulis Dirvanauskas (piano), Chisinau Symphony Orchestra cond. by Silvano Frontalini

Tratos sospechosos del yerno de Trump en Israel


Robert Fisk

Hubo un tiempo en que todos nos creíamos el mito de que los esfuerzos de paz de Washington en Medio Oriente eran imparciales, neutrales, sin influencia de la religión, el historial o las actividades de negocios de los pacificadores. Incluso cuando en el gobierno de Clinton, los cuatro principales pacificadores eran todos judíos estadunidenses –su principal negociador, Dennis Ross, había sido un prominente ex miembro del equipo del más poderoso cabildo israelí, Aipac (Comité de Asuntos Públicos de Estados Unidos e Israel)–, la prensa occidental rara vez lo mencionaba. Solo era noticia en Israel, donde el periódico Maarev los llamó la misión de cuatro judíos.

El escritor y activista israelí Meron Benvenisti escribió en el periódico Ha’aretz que, si bien el origen étnico de los cuatro diplomáticos estadunidenses podría ser irrelevante, “es difícil pasar por alto que la manipulación del proceso de paz fue confiada por Washington en primer lugar a judíos estadunidenses, y que al menos un miembro del equipo del Departamento de Estado fue seleccionado para la tarea porque representaba el punto de vista del establishment judío estadunidense. La tremenda influencia de ese establishment en el gobierno de Clinton encontró su manifestación más clara al redefinir los ‘territorios ocupados’ como ‘territorios en disputa’.”

Pero, para no ser acusados de antisemitismo, señaló Benvenisti, los palestinos “no pueden, ni Dios lo permita, hablar de la ‘conexión judía’…” Tras ser acusada de antisemitismo solo por condenar la brutalidad israelí y la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Oriental, el mismo miedo socava el valor de la Autoridad Palestina. Cuando el yerno judío de Trump, Jared Kushner, se volvió el malhadado enviado de paz del presidente, los palestinos, bien conscientes de que apoyaba la persistente –e internacionalmente ilegal– colonización de tierras árabes, recibieron con cortesía su súbita exaltación a pacificador. Fueron los medios israelíes los primeros en destacar lo poco que sabía del verdadero Medio Oriente, y las muy pocas personas que conocía allí.

Sin embargo, Dennis Ross, el ex hombre de Aipac, cuya inclinación hacia Israel fue criticada por colegas israelíes al igual que árabes, apoyó fuertemente a Kushner cuando fue designado enviado especial. En cuanto a Trump, he aquí el registro oficial de sus ideas sobre la eficiencia de Jared Kushner: “Saben, Jared es un excelente muchacho y hará un pacto con Israel (sic) que nadie más puede lograr. Tiene talento natural –ya saben de lo que hablo, natural–, un negociador natural. Le cae bien a todo el mundo.”

Como inversionista en bienes raíces, tal vez Kushner sí sea un negociador natural. Pero nadie hubiera esperado descubrir –como hizo el New York Times hace unos días– que, poco antes de que Kushner acompañara a Trump en su primer viaje diplomático a Israel, en mayo, su compañía familiar inmobiliaria recibió unos 30 millones de dólares en inversiones de Menora Mivtachim, una de las instituciones aseguradoras y financieras más grandes de Israel. El acuerdo –sorpresa, sorpresa– no se publicó. No hay evidencia de que Kushner estuviera directamente involucrado en el acuerdo y no parece haber alguna violación de las leyes federales sobre ética, según el diario.

Pero, como señaló el NYT, aparte de la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, el acuerdo con Kushner podría socavar la capacidad de Estados Unidos de ser visto como un negociador independiente en la región. Vaya, vaya. ¿Cómo podría ser eso? ¿Acaso el NYT no acepta que Kushner se toma muy en serio las reglas sobre ética (así lo dijo un secretario de prensa de la Casa Blanca) y que, si bien no se puede impedir que las empresas Kushner hagan negocios con una firma extrajera porque Kushner trabaja en el gobierno, no hacen negocios con entes soberanos o gobiernos?

Kushner sigue siendo beneficiario de fideicomisos que tienen intereses en las empresas de su familia, pese a que renunció como ejecutivo en enero del año anterior. Mi cita favorita viene de uno de los abogados de Kushner, Abbe D. Lowell, quien dijo que conectar cualquiera de sus muy publicitados viajes a Medio Oriente con cualquier asunto relativo a las empresas Kushner o a sus negocios es absurdo, y es un intento de sacar una nota sobre algo que no existe.

Así que está bien, entonces. Y si un miembro futuro de un importante equipo negociador de paz estadunidense en Medio Oriente resultara ser musulmán –por pura casualidad– (su origen étnico tan irrelevante como dicen que es el de Kushner) y, al momento de trabajar para el presidente estadunidense, fuera beneficiario de fideicomisos de una compañía que hiciera negocios con, digamos, empresas en Arabia Saudita, Egipto o –Dios nos libre– en Ramalá, en Cisjordania, sería una práctica abierta y aceptable para un tipo cuyo único deseo en la vida sería llevar la paz a israelíes y palestinos. Y si esas compañías árabes invirtieran en esa compañía inmobiliaria del negociador de la paz, nadie alzaría una ceja ni insinuaría que tal cosa fuera un poquito irregular o –no usemos la palabra falta de ética– no del todo apropiada.

Después de todo, los funcionarios electos estadunidenses siempre han sido un poco escépticos respecto de la ayuda financiera árabe a Estados Unidos, aun cuando haya llegado libre de cargo y sin interés adosado. Pensemos en el príncipe saudita Al-Waleed bin Talal –uno de los hombres más ricos del mundo, que hoy vive en un colchón del hotel Ritz de Riad como invitado involuntario del príncipe heredero Mohamed bin Salman–, quien en 2001 ofreció una donación de 10 millones de dólares al Fondo de las Torres Gemelas, para las familias y víctimas del ataque del 11-S. También mencionó la causa palestina porque, dijo, desde el ataque los reporteros han preguntado repetidas veces cómo erradicar el terrorismo. Estados Unidos tiene que entender, añadió, que, si quiere extraer las raíces de este acto ridículo y terrible, tiene que resolver este asunto.

¡Sopas! Esta verdad evidente en sí misma fue demasiado para el alcalde Rudolph Giuliani de Nueva York, que al instante dijo al príncipe Al-Waleed bin Talal que se guardara su cheque. No se puede ofrecer dinero y hablar de política al mismo tiempo. Pero mostró lo delicada que puede ser la conexión entre dinero –incluso donaciones de un árabe– y política en el eje Medio Oriente-Estados Unidos.

No parece haber tales problemas, en cambio, con respecto a Jared Kushner, quien obviamente aprobó la grotesca decisión de su suegro de aceptar a Jerusalén como capital israelí, con la cual cortó a los palestinos del acuerdo natural que Trump aseguraba que podría lograr. Y por supuesto que la relación de la compañía inmobiliaria de Kushner con las instituciones financieras israelíes nada tiene que ver con ello.

Frei Betto: “La Iglesia brasileña es tímida, perdió el profetismo de décadas pasadas”


Entrevista por Luis M. Modino
www.religiondigital.com / 200118

Brasil pasa por un momento de extrema importancia histórica. La situación socio-política es cada vez más preocupante, a lo que une el juicio en segunda instancia que mañana va a tener lugar en Porto Alegre contra el ex-presidente Lula, y que ha dividido claramente al país entre acusadores y defensores.

Dentro de esa coyuntura, Frei Betto, una de las voces más autorizadas en Brasil en lo que hace referencia al análisis socio-político, hace un juicio de valor en esta entrevista sobre el momento por el que el país pasa, mostrando cómo puede ser resuelta esta situación.

Dentro del periodo actual, el fraile dominico define la postura de la Iglesia católica como tímida, poco profética, trayendo a la memoria la figura de obispos que se comprometieron con los más pobres, llegando a afirmar que existe una distancia entre el Papa Francisco y el episcopado brasileño, que "le tolera pero no le apoya".

En el contexto del 14º Intereclesial de las comunidades eclesiales de base, que hoy se inicia en Londrina, analiza el papel de las CEBs, a las que concede una gran importancia en la vida del país en las décadas de setenta y ochenta, y como ellas pueden ser un instrumento que ayude a retomar muchos de los aspectos que siempre estuvieron presentes en la sociedad y la Iglesia de Brasil. 

¿Cómo ve la actual situación socio-política de Brasil?

Brasil vive una crisis política, institucional muy fuerte desde que fue dado el golpe parlamentario destituyendo a la presidente Dilma Rousseff, golpe que completa una estrategia de la Casa Blanca para destituir en América Latina a los presidentes progresistas. Comenzó por Honduras, después por Paraguay y ahora Brasil, y con eso tenemos un gobierno golpista, comandado por el presidente Temer, que no consigue llegar al 5% de aprobación por parte de la opinión pública y un gran momento de espera porque están queriendo criminalizar la figura del exponente máximo de la base popular brasileña, que es el ex-presidente Lula, cuyo juicio en segunda instancia será mañana en Porto Alegre.

Vamos a ver el resultado. De cualquier forma creo que él no será impedido de ser candidato a presidente. La superación de esa crisis va a depender, de un lado de las elecciones de este año, que serán a final de año, elecciones presidenciales, para gobernadores y también para el Congreso Nacional, y de otro lado, tenemos un escenario muy curioso, que es la inercia del pueblo. 

Muchos me dicen, principalmente amigos extranjeros, ¿por qué no ocurren aquí manifestaciones como aquella que hubo recientemente en Argentina? Por la misma razón que debería haber en Brasil contra la Reforma de la Previdencia Social, ¿por qué no ocurren manifestaciones para deponer al presidente Temer, por qué no ocurren manifestaciones expresivas?

Porque, infelizmente, durante los trece años del gobierno del PT, Partido de los Trabajadores, no se trabajó la politización del pueblo brasileño, no se hizo lo que yo llamo alfabetización política. Y con eso, tenemos hoy una nación de consumistas y no de protagonistas políticos.

¿Qué debería ser hecho desde los movimientos sociales, desde los partidos políticos, para recuperar esa dimensión política en la sociedad?

Necesitamos en primer lugar, fortalecer los movimientos sociales, eso es lo más importante. Ellos son el pueblo más importante de toda la cadena de movilización social, mucho más que los partidos. El problema es que, una vez en el gobierno, el PT cortó a algunos movimientos sociales importantes, como a CUT, Central Única de Trabajadores, y la Unión Nacional de los Estudiantes, que se convirtieron mucho más en presencia del gobierno en la base que, lo que debería ser siempre, representantes de la base al lado del gobierno.

Con eso, hoy tenemos movimientos sociales muy fragilizados, aunque algunos tengan expresión nacional y capacidad de movilización, y yo resalto dos, el MST, que es el Movimiento Sin Tierra, y el MTST, que es el Movimiento Sin Techo. Esos dos movimientos son los exponentes de la movilización popular en el país. Pero deberíamos tener mucho más, pues Brasil tiene una red enorme de movimientos sociales, movimientos negros, movimientos de mujeres, movimientos de lucha por derechos, agua, pasarela, carreteras, cisternas, toda una infinidad de movimientos sociales, pero esos fueron fragilizados por falta de un trabajo, a medio plazo, de alfabetización política, y hoy, si se pregunta, cuál es nuestra tarea prioritaria, la respuesta es esa, priorizar, invertir, fortalecer los movimientos sociales.

Usted ha hablado del Movimiento Sin Techo. ¿Es cierto el rumor que corre que Guilherme Boulos, el líder de ese movimiento, podría ser un futuro candidato a la Presidencia de Brasil?

Parece que hay una tentativa para que él sea candidato a presidente por el PSOL, Partido Socialista y Libertad, que es un partido de izquierda, y en el segundo turno apoyaría a Lula. Él ha hablado mucho con Lula y Lula con él, los dos están juntos. Porque Guilherme, como candidato a Presidente va a conseguir sumar un sector de la izquierda que hoy no está dispuesto a votar a Lula, debido a las alianzas que Lula hizo en el pasado y todavía insiste en hacer en el futuro, con Renan Calheiros, con José Sarney, etcétera, que son caciques corruptos de la política brasileña.
La Iglesia, ante esa situación política, a través de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, CNBB, ya ha emitido algunas notas. ¿Piensa que es suficiente, que la Iglesia brasileña debería ser más profética?

La Iglesia brasileña fue muy profética durante los años de la dictadura militar y la democratización, a partir de 1985 hasta la década de noventa. A partir de ahí, con el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI, ese profetismo desapareció prácticamente, y todavía no se recuperó de nuevo. Tenemos una Iglesia tímida, que hace documentos tímidos, algunos hasta críticos con el gobierno Temer, como aquel que fue emitido contra la reforma laboral, pero no tenemos más exponentes proféticos como Don Pedro Casaldáliga, Don Helder Cámara, Don Paulo Evaristo Arns, Don Fragoso, Do Luiz Fernandes, obispos que realmente expresaron en público el amor a aquellos que son, en consecuencia de la desigualdad social y de la exclusión, sin voz.

¿Por qué esa timidez cuando vemos que el Papa Francisco está siendo alguien que se toma postura contra un sistema que él define como un sistema que mata?

Porque infelizmente, el Papa Francisco no es el Papa de muchos obispos brasileños, ellos le toleran, pero no le apoyan. Piensan que el Papa Francisco es demasiado avanzado. Entonces, por eso, no manifiestan ese apoyo que me gustaría que la CNBB manifestase siempre. 

El Papa Francisco ya promovió tres encuentros de líderes mundiales de movimientos sociales, tres. Brasil, seguramente, es uno de los países del mundo con mayor número de movimientos sociales. La CNBB ya debería haber hecho por lo menos uno. Todavía es una conferencia episcopal tremendamente clericalizada, donde los laicos casi no tienen ningún espacio. Eso realmente muestra la falta de nuestro profetismo.
La Iglesia de Brasil promueve en este año el Año del Laicado. Desde ese punto de vista, ¿el Año del Laicado es algo que se queda dentro de la Iglesia o que tiene una implicación hacia fuera?

No, no, para dentro de la Iglesia. No es un año en que se tenga, por ejemplo. una Iglesia que se manifiesta a favor de los laicos, de católicos que participan de la vida nacional u que deberían tener todo el respaldo explícito de la Iglesia. La Iglesia ni[JS1]  siquiera respalda a padres[JS2]  y religiosas que están en línea de frente. No da suficiente apoyo a aquellos que están más implicados en los movimientos sociales.

La CNBB, por ejemplo, debería haber hecho una misa en el asentamiento del MTST en São Bernardo do Campo, donde hay ocho mil personas alojadas debajo de tiendas de campaña. No lo hizo, debería haber aprovechado la Navidad para hacer una gran celebración allí, pero los pastores evangélicos fueron. Esa es a contradicción que vivimos.

Estamos participando del 14º Intereclesial de las Comunidades Eclesiales de Base. La Iglesia de base, ¿cómo podría ayudar a que los cambios que el Papa Francisco intenta proponer, tanto en la Iglesia como en la sociedad, se hagan realidad, al menos en esa Iglesia de comunidades, de base?

Las comunidades de base tienen que crecer y eso tiene que ser una iniciativa de los laicos. Aunque haya muchos padres y algunos obispos que apoyan, no vamos a esperar que ellos tomen la iniciativa solos. Es necesario que los laicos incrementen esa red de comunidades, extremamente vital durante la década de 1970 y 80 en Brasil, contribuyendo a derribar la dictadura, contribuyendo a la formación del PT, la CUT, el MST. 

Lula varias veces ha repetido que las CEBs tuvieron más importancia en la capilaridad nacional del PT que el movimiento sindical, o que el movimiento social.

¿Podríamos decir que con el tiempo las CEBs se convirtieron en algo más intraeclesial?

No, las CEBs no se convirtieron, las CEBs perdieron el apoyo en los dos pontificados conservadores, de Juan Pablo II y Benedicto XVI, y con eso los obispos recularon en el apoyo. Y como la Iglesia tiene una estructura vertical, autocrática, eso tuvo reflejo en las CEBs. Inclusive ya existen estudios que demuestran que el crecimiento de las iglesias evangélicas tiene que ver con el recular de las CEBs. 

En cuanto los laicos encontraban en las CEBs el espacio para vivir su fe y su práctica misionera, las iglesias evangélicas no crecían tanto. Muchos fueron buscando en las iglesias evangélicas lo que no encontraron más en la católica.

Frente a eso, muchos movimientos conservadores acusan a las CEBs de provocar el crecimiento de las iglesias evangélicas.

Pero no es verdad, existen estudios científicos que demuestran lo contrario, que la caída de las CEBs, corresponde al crecimiento de las iglesias evangélicas. Eso es un hecho, el hecho es que las CEBs fueron una fuerza extremamente expresiva en la historia de Brasil en las décadas de setenta y ochenta.


 [JS1]¿Iglesia = obispos?

¿Qué trama en Irán el superespía de EU?


Robert Fisk

La mayoría de nosotros conocemos esa extremadamente rara pero levemente escalofriante sensación, al ir por una calle, mirar una colina o escuchar una conversación, de que ya la hemos visto u oído antes. Tal vez en una encarnación anterior. O quizás apenas unos años atrás, aunque no logramos ubicar la experiencia en el tiempo.

Me llevó un buen rato antes de que un amigo en quien confío, lograra señalar por qué la más reciente revuelta callejera en miniatura en Irán me parecía tan extraña. Y tan familiar. Y tan sobrecogedora.

Repasemos la secuencia de sucesos. Gran número de jóvenes despojados de sus derechos, pobres o desempleados tomaron las calles de una nación de Medio Oriente para quejarse de la pobreza, la corrupción del régimen y su falta de libertad… y pronto se volvieron contra sus gobernantes. Perfectamente justificado. Pero en cuestión de días se disparan armas de fuego contra opositores al gobierno, el cual sostiene el derecho del pueblo a manifestarse, pero advierte que quienes recurran a la violencia pagarán el precio. Por lo menos 21 personas –dos de ellas miembros de las fuerzas de seguridad– pierden la vida cuando los manifestantes responden a las tácticas de tirar a matar de los agentes armados del gobierno.

El gobernante más poderoso –apoyado por las milicias del Estado– se queja de que los disturbios son fomentados por extranjeros, traidores, espías. El líder más veterano del Estado reduce todo a dinero, armas, políticas y servicios de inteligencia. Estados Unidos, Gran Bretaña y Arabia Saudita son mencionados como los principales sospechosos. Y entonces vastas multitudes pro gubernamentales –que superan en número (si no en entusiasmo) a los manifestantes–, marchan por cientos de miles para condenar las protestas callejeras, sosteniendo sobre sus cabezas retratos de sus amados líderes. El régimen afirma que las protestas terminaron.

Los paralelos no son exactos –las similitudes lo son mucho más–, pero, ¿no es esto, palabra por palabra, lo que ocurrió en Siria en 2011? ¿No es el mismo escenario, la misma representación, el mismo argumento? Una masa de campesinos empobrecidos –aplastados por las absurdas políticas agrícolas de su gobierno– comenzó a manifestarse contra el gobierno de Assad, luego contra la corrupción, y más tarde –muy pronto– a exigir su derrocamiento, tal como se puede ver a los manifestantes en Irán hoy quemando carteles de Alí Jamenei, el líder supremo, y del presidente Hassan Rouhani. Las fuerzas de seguridad comenzaron a matar manifestantes. Y, mucho antes de lo que creíamos en ese tiempo, opositores al régimen armados empezaron a atacar en la primavera de 2011 a los militares sirios a lo largo de la frontera norte con Líbano, cerca de Homs y Dera’a.

De inmediato, el régimen de Bashar al Assad afirmó que una mano extranjera operaba detrás de los terroristas –palabra que el gobierno iraní no ha usado (aún) con respecto a sus opositores armados– y nombró a Estados Unidos y Arabia Saudita como conspiradores para desatar una guerra civil en Siria. Cientos de miles de sirios leales al régimen marcharon por Damasco cada semana ondeando carteles de Assad. Una y otra vez, el gobierno sirio se refirió a la crisis como cosa terminada.

No era así. Pero, pese a los esfuerzos de Washington y Riad (y el apoyo británico al cambio de régimen), Assad se sostuvo con la misma tenacidad con que el régimen iraní aplastó las protestas de 2009 después de la muy dudosa victoria de Mahmud Ahmadineyad en la elección presidencial (un hombre que tenía mucho en común con Donald Trump).

Ahora debo referirme a mi institución favorita, que cruje pero aún tiene relevancia, el Departamento de Verdades de a Kilo. No, Irán no es una democracia de estilo occidental cuando sus funcionarios deciden quién puede ser presidente y quién no. Pero cuenta con un parlamento que funciona genuinamente y, después de la experiencia de Donald Trump –para no mencionar la dudosa legitimidad de la victoria de George W. Bush–, comparar las libertades iraníes con las libertades estadunidenses tal vez no sea una gran idea en este momento.

Mi preocupación radica en la crueldad inherente de un régimen que puede enviar a una mujer joven e inocente al patíbulo mientras un funcionario de la prisión grita imprecaciones a su madre en el teléfono celular de la prisionera. Ya he dicho antes que las horcas manchan a Irán más que la centrífuga. Se puede negociar sobre una instalación nuclear; en cambio, no se puede revertir la muerte.

Tomemos, por ejemplo, a Delara Darabi –de apenas 23 años–, quien fue arrastrada al patíbulo en 2009, gritando a su madre por el teléfono celular: Oh, madre, puedo ver la nariz del verdugo frente a mí. Me van a ejecutar. Sálvame, por favor.

Delara había confesado falsamente haber matado al primo de su padre para salvar del verdugo a su novio. Mientras ataban a la pobre chica, el verdugo le arrancó el teléfono y dijo en tono de burla a la madre que ya nada podía salvarla. Después, ese mismo año, el entonces presidente Ahmadineyad me dijo que estaba en contra de la pena capital. Pero los jueces iraníes eran independientes del gobierno, proclamó. Yo no quiero matar ni una hormiga.
No hizo nada, por supuesto. Casi 700 seres humanos fueron arrastrados a la horca en 2015, otros 567 en 2016. Sin duda muchas de las víctimas eran narcotraficantes. Pero sus juicios fueron farsas y las ejecuciones contaminan a la República Islámica tanto como mancillan la autoridad de Hassan Rouhani, el hombre en quien expresamos confianza después del acuerdo nuclear con Teherán.

Pero ahora regresemos a esos persistentes paralelos entre Irán y Siria. La guerra israelí con Hezbolá en Líbano en 2006 fue un intento de destruir al aliado más cercano de Siria en Líbano y protegido de Irán. Fracasó. Hezbolá afirmó que había triunfado. No fue así, pero los israelíes perdieron. El siguiente objetivo fue Siria, en 2011. De allí en adelante sólo conocemos parte de la dolorosa y atroz historia. Pero Occidente –e Israel– perdieron de nuevo. Assad sobrevivió. Ha ganado, con la ayuda de esos molestos rusos, de Hezbolá e Irán.

Entonces, ¿es ahora el turno de Irán? Casi la misma táctica. El mismo guión. Los mismos enemigos que Arabia Saudita observa con deleite. Gran Bretaña murmura sobre derechos humanos –que son la contribución de Boris–, pero los estadunidenses chillan del lado de los manifestantes inocentes (aunque cada vez más peligrosos). El mundo está observando. Claro que sí. Pero lo que me deja perplejo es que, mientras Irán hace las acostumbradas acusaciones de conspiraciones estadunidenses, los medios estadunidenses –y los nuestros, para el caso– no han mencionado una sola vez en este contexto el nombre de un funcionario de la inteligencia de Washington que hace apenas seis meses fue lanzado al estrellato como el hombre designado por Trump para dirigir las operaciones de la CIA en Irán.

Qué extraño. Porque en junio pasado el New York Times perfilaba el nuevo papel del príncipe negro –o el ayatola Mike, como al parecer también le llamaron– como uno de varios movimientos dentro de la agencia de espionaje que apuntan a un enfoque más muscular a las operaciones encubiertas bajo la dirección de Mike Pompeyo. Irán ha sido uno de los objetivos más difíciles de la CIA, afirmó el periódico que publica todas las noticias dignas de imprimirse.

“El reto de comenzar a aplicar las ideas del presidente Trump recae en Michael D’Andrea, un converso al islam que fuma un cigarrillo tras otro… Quizá ningún funcionario de la CIA tiene mayor responsabilidad en debilitar a Al Qaeda… Trump ha nombrado a los halcones del Consejo Nacional de Seguridad ansiosos de contener (sic) a Irán e impulsar el cambio de régimen, cuyo fundamento será muy probablemente instalado mediante la acción encubierta de la CIA”.

En los 11 años transcurridos desde los ataques del 11-S, señala el NYT, D’Andrea estuvo profundamente implicado en el programa de detenciones e interrogatorios, el cual produjo la tortura de cierto número de prisioneros y fue condenado en un informe del Senado, en 2014, por inhumano e inefectivo. D’Andrea asumió el Centro de Contraterrorismo de la CIA en 2006 y, según el diario, operativos bajo su dirección tuvieron un papel fundamental en la ejecución en 2008 de Imad Mougniyeh, uno de los más altos funcionarios de Hezbolá (aunque en semi retiro) en Damasco. Al parecer D’Andrea también fue esencial en el incremento del uso de ataques con drones en la frontera afgano-paquistaní.

Es, por tanto, un formidable adversario de los iraníes –así como de los sirios–, pero es extraño que no hayamos sabido de él en los meses recientes. ¿No le interesan los recientes acontecimientos en Irán? Claro que sí. Es su trabajo, ¿o no? Pero, ¿por qué el silencio? ¿Será que no logramos atar ningún cabo aquí? ¿Por pura casualidad existirá algún vínculo entre los servicios de inteligencia que hacen gemir al pobre Jamenei en Teherán y los servicios de inteligencia operados por Michael D’Andrea, el hombre que debe empezar a aplicar las ideas del presidente Trump?

No estoy muy seguro de que el mundo esté observando. Pero debería hacerlo.