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Los muchos Brasiles

Immanuel Wallerstein
www.jornada.unam.mx/221115

Brasil es una potencia mundial importante –en términos de tamaño, población e influencia. No obstante, de muchas maneras es una combinación de tan diferentes y contradictorias facetas que es difícil para cualquiera, incluidos los mismos brasileños, saber cómo definir las características de Brasil como nación y fuerza en el sistema-mundo.

En la actualidad el rostro más importante de Brasil es el Brasil de Lula (Luiz Inácio Lula da Silva) y su partido, el Partido dos Trabalhadores (PT). Después de tres infructuosas carreras por la presidencia, Lula finalmente ganó en 2002. La elección de un líder sindical de orígenes humildes como presidente representó, cuando menos, la penetración social de una persona y un partido que desafiaron las jerarquías sociales incrustadas en el sistema político.

Lula y el PT prometieron básicamente dos cosas. La primera fue elevar de un modo significativo el ingreso real de los sectores más pobres del país. Y logró hacer esto mediante su programa de Fome Zero (Hambre Cero). Éste se conformó por un complejo de programas federales de asistencia destinados a la eliminación del hambre en Brasil. Incluyó notablemente la Bolsa Família (Bolsa de la Familia), así como acceso a crédito y a aumentos en el salario mínimo.

La segunda promesa fue rechazar las políticas neoliberales de sus predecesores y el cumplimiento de los compromisos de los gobiernos al Fondo Monetario Internacional.

Casi de inmediato, Lula cambió su posición. Nombró como ministro de Finanzas y como presidente del Banco Central a dos personas comprometidas precisamente con las políticas neoliberales y particularmente con la promesa hecha al FMI de mantener un cierto excedente primario de ingresos, que es la porción de los ingresos gubernamentales que no se gasta. Este tipo de política macroeconómica reduce los fondos disponibles para inversiones sociales. Su alardeada virtud es la de estabilizar los gobiernos y evitar la inflación. El FMI exigió de Brasil que mantuviera un excedente de 4.25 por ciento. En la presidencia de Lula, el excedente creció más que nunca a 4.5 por ciento.
Las políticas mixtas de Lula existían dentro de la particular cultura política de Brasil, país con gran número de partidos políticos, ninguno de los cuales excede de la cuarta parte de los escaños en el Parlamento. La cultura política de Brasil hace casi normal que los individuos y aun partidos completos den virajes en sus alianzas con gran frecuencia.

Meramente buscan poder e ingresos. Una de las formas en que Lula y su partido se mantuvieron en la cumbre fue el mensalao (las mensualidades pagadas a los miembros de la legislatura. Es probable que el nivel de corrupción de Brasil no sea realmente mayor que el de la mayoría de otros países, pero los rápidos virajes en las alianzas legislativas han hecho esto mucho más visible.

Luego está el Brasil como fuerza geopolítica, el Brasil del BRICS –grupo de cinco economías llamadas emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), cuya fortaleza se basa en elevar los precios mundiales de las mercancías de exportación básicas. De pronto hubo nueva riqueza en Brasil (como en otros países del BRICS), hasta que colapsó el precio de esas mercancías básicas. Hoy parecería que, económicamente, así como les llegó fácil, así se fue.

Sin embargo, BRICS fue más un intento por incrementar la acumulación de capital. Fueron un intento por afirmar su fortaleza geopolítica. Aquí también hubo inconsistencias. Por un lado, Brasil se volvió la principal fuerza en intentar (en la primera década del siglo XXI) construir una unidad de América Latina y el Caribe independiente de Estados Unidos y de las estructuras que éste ha construido para controlar América Latina. Éste fue el Brasil que encabezó la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y de alojar ahí a países tan disparados políticamente como la Venezuela de Hugo Chávez y la Colombia de Juan Manuel Santos.

El Brasil que fue campeón de la autonomía de América Latina fue también el Brasil que buscó imponerse de muchos modos a sus vecinos, notablemente a Argentina. Fue también el Brasil que deseó crear un grupo lusófono que sirviera a sus intereses económicos. Fue también el Brasil cuyos vínculos más cercanos con China (a través de BRICS) no se situaban en una estructura de iguales geopolíticos.

Hoy todos esos diferentes Brasiles se mueven hacia implosiones internas. La sucesora de Lula como presidenta, Dilma Rousseff, ha tenido un catastrófico descenso en popularidad durante el año anterior. Lula mismo perdió algo de su postura, alguna vez intocable. El régimen está siendo amenazado por un enjuiciamiento a Rousseff. Hay rumores de que el ejército está considerando un golpe de Estado. La negación de tal posibilidad por parte del jefe de las fuerzas armadas parece en sí misma una cuasiconfirmación de tal rumor.

Sin embargo, no hay una clara alternativa, lo que hace del enjuiciamiento y del golpe militar algo poco probable. Decir que hay muchos Brasiles es decir algo que puede decirse de muchos países, tal vez de casi todos. Pero de alguna forma eso parece más así en Brasil. Valiente será aquel analista que prediga el Brasil de 2016 o 2017. Pero aunque los detalles exactos sean impredecibles, las fuerzas de Brasil pueden continuar haciendo de Brasil un locus clave del poder mundial.


Las importantes elecciones canadienses

Immanuel Wallerstein
www.jornada.unam.mx/071115

Para sorpresa de casi todo mundo, Justin Trudeau, líder del Partido Liberal de Canadá, ganó las elecciones canadienses con una sorprendente mayoría absoluta de escaños en el Parlamento federal. La sorpresa fue doble: ser el ganador y haber obtenido tal margen. Varias semanas antes de la elección del 19 de octubre, las encuestas mostraban un amarre virtual de tres vías entre los tres candidatos principales: el primer ministro Stephen Harper, del Partido Conservador, de ala derecha, Thomas Mulcair, del izquierdista Partido Democrático Nuevo (NDP, por sus siglas en inglés), y Trudeau, cuyo partido era considerado centrista. En la predicción de los votos, Mulcair encabezaba con estrecho margen y se decía que Trudeau iba en tercer lugar.

Luego, más o menos en el mes anterior a las elecciones, de pronto crecieron las cifras relativas a Trudeau y los números de Mulcair se desplomaron, terminando con la siguiente división de escaños: 184 para los liberales, 99 para los conservadores, 44 para el NDP, 10 para el Bloc Québécois y uno para los Verdes.

Para entender el significado de estos resultados, uno debe primero entender el relativamente poco común sistema de votación en Canadá. El Parlamento federal está dividido en 338 distritos o administraciones electorales (conocidos como ridings), cada uno de los cuales envía una persona al Parlamento. En cada riding, el triunfador es el primero en rebasar el poste. Esto significa que todo lo que necesita un partido para ganar el escaño en el riding es una simple pluralidad de votos. El resultado es que es difícil que un partido gane una mayoría absoluta de escaños a nivel nacional, que es lo que ocurrió esta vez.

La pregunta es por qué lograron los liberales esa empinada subida en el último minuto, en especial desbancando al NDP. Después de todo, el NDP había sorprendido a todos en las elecciones provinciales de la ultraconservadora Alberta el 6 de mayo, con un despliegue a todo lo ancho para convertirse, en apariencia, en un importante partido nacional. Nadie puede estar seguro, pero la mayoría de los analistas piensan que la abrupta subida de los liberales vino de un sentimiento de los votantes que se expresa en la frase: “cualquiera menos Harper”. Tal vez los votantes pensaron que los liberales tenían más probabilidad que el NDP de lograr este objetivo a nivel de los ridings particulares. Sea cual fuere la explicación, Canadá cuenta ahora con un gobierno estable durante los próximos cinco años. Por tanto deberemos evaluar cómo va a utilizar Trudeau su mayoría absoluta.

Trudeau ha hecho algunas claras promesas. Dice que va a brindar su apoyo al gasto deficitario por lo menos tres años, va a incrementar los impuestos a los acaudalados y a mantener y expandir las previsiones del estado de bienestar. En resumen, promete un programa de anti-austeridad, de la variedad keynesiana. Esta promesa puso a los liberales a la izquierda del NDP, que se había movido al centro para atraer a votantes liberales e independientes. Además, prometió incrementar la actividad de combate al cambio climático, algo a lo que se había opuesto fuertemente el gobierno de Harper. Y en los asuntos sociales se podría mover más hacia la legalización de la mariguana.

En los asuntos internos, el centrista Trudeau prometió entonces actuar como un clásico socialdemócrata de una clase ya desaparecida entre la mayoría de partidos socialdemócratas. ¿Lo dice en serio? Eso depende de si Canadá va a atemperar la tormenta económica mundial relativamente bien durante el siguiente año o los dos años próximos. Si no, Trudeau puede muy bien oscilar de regreso a un programa un poco más austero.

La diferencia real estará en el ámbito geopolítico. Los puntos de vista de Harper eran muy semejantes a los del Partido del Té en Estados Unidos. Él no cree en que el cambio climático sea una realidad. Estaba en contra de un arreglo nuclear con Irán. Estaba contra la migración de refugiados sirios y cualquiera otra cosa que hiciera de Canadá más multicultural. Con fuerza favorecía la construcción de un ducto petrolero y de gas (el ducto de Keystone) de Canadá a Estados Unidos. Era un halcón guerrerista y, por tanto, accedió a enviar jets canadienses a unirse a la coalición encabezada por Estados Unidos en Siria, pero deseaba que la prioridad fuera el derrocamiento de Bashar al Assad.

El programa de Trudeau es virtualmente lo opuesto en cada una de estas cuestiones. Esto alinea su postura con la del presidente Obama en la mayoría de las cuestiones, con una excepción importante. Trudeau está contra un mayor involucramiento en las guerras civiles de Medio Oriente. En particular, prometió retirar todos los aviones canadienses de la coalición. Fiel a su palabra, después que se conocieron los resultados de las elecciones, Trudeau telefoneó a Obama para informarle que se retirarían los aviones canadienses. Eran sólo seis, pero el simbolismo fue importante. Canadá no seguiría a Estados Unidos en el ámbito global.

Al sacar a Harper del cargo mediante una votación, Canadá rechazó completo el movimiento conservador en Estados Unidos. Por eso votaron a cualquiera menos Harper. Y el presidente que llegue al cargo después de Obama en Estados Unidos tendrá que vivir con este hecho. Otro locus de cambio será el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP). Harper perdió votos porque, al final, terminó firmándolo. Ahora habrá una considerable resistencia en Canadá, al igual que en Estados Unidos, a la ratificación del acuerdo, por lo que sus perspectivas se apagan crecientemente todo el tiempo.

Los analistas han notado las semejanzas de estilo entre Obama y Trudeau. Ambos son esencialmente centristas –intelectual y emocionalmente-. Ambos creen en discutir con sus oponentes para arribar a alguna suerte de consenso. Ambos invierten tiempo y energía en hablar con oponentes en vez de promulgar legislaciones. Obama ha pagado un alto precio político por las consecuentes demoras. Y es probable que sufra los mismos reveses, a menos que aprenda de los errores de Obama –algo que por el momento no está haciendo.


El fondo del asunto es una disyunción política significativa de Canadá respecto de Estados Unidos. Es un golpe más al declinar de la capacidad con que cuenta Estados Unidos para imponer sus puntos de vista en la situación global.

Orígenes del Estado Islámico y desafíos globales para la humanidad

Marco Antonio Velásquez Uribe
www.religiondigital.com/241115

Introducción

Con los dantescos ataques terroristas perpetrados en París, hay necesidad de comprender un fenómeno complejo, con raíces históricas, religiosas y geopolíticas. Con mayor razón cuando desde el mundo occidental priman prejuicios a la hora de analizar el presente. Prima también el desconocimiento de la cultura islámica, especialmente en amplios círculos cristianos, donde el diálogo inter-religioso no ha tenido la fecundidad esperada.

El futuro de la humanidad está ligado al futuro del pueblo musulmán, en cuya tarea hay que redescubrir un desafío común para cristianos, judíos y para el mundo entero. Ello implica volver una mirada llena de admiración a una cultura que tiene mucho que ofrecer a la gran tarea de la justicia, de la paz y de la solidaridad entre los pueblos.

El presente artículo tiene el propósito de ofrecer una visión panorámica, apretada y limitada de la historia de un pueblo, para comprender la coyuntura del presente, porque sólo sobre la base del conocimiento recíproco se pueden reconstruir relaciones de colaboración, de respeto y de entendimiento.

El Estado Islámico no es el Islam

El Estado Islámico no es consecuencia del islamismo, sino la respuesta a pugnas políticas y religiosas de sectores del mundo islámico, radicalizados en la vertiente sunita. En consecuencia, no representan al Islam ni a la rama sunnita del islamismo.

Los musulmanes, en casi 1.400 años de historia, constituyen la segunda religión más numerosa del mundo después de los cristianos, con una población de 1.300 millones de seguidores, que representan el 20% de la población mundial.

Del universo de la población musulmana, el 75% pertenece a la rama de los suníes y el 25% restante son chiíes. Los suníes viven predominantemente en Arabia Saudita, Siria, Omán y en África Occidental. Los chiíes, en cambio, se distribuyen preferentemente en Irán, Irak, Barhein y El Líbano. Unos y otros están en toda la geografía del mundo.

Con la muerte de Mahoma sus seguidores se dividieron en tres corrientes: los chiítas, para quienes el yerno y primo de Mahoma (Alí) es su más legítimo sucesor; los sunitas, que atribuyen tal sucesión al suegro de Mahoma (Abu-Bakr); y los yariyíes, que creen que cualquier musulmán puede alcanzar tal condición. La potestad de Alí es la del primer imán del islamismo y la de Abu-Bakr es la del primer califa.

El califa es el sucesor de Mahoma, quien detenta el liderazgo político y religioso. Si para los sunitas Abu-Bakr es el sucesor natural de Mahoma; para los chiítas, Alí fue elegido por el propio profeta como sucesor. Queda así en evidencia una arista determinante de la pugna histórica que divide a chiítas y sunitas.

En la historia del islamismo existe una sucesión de seis califatos, sucedidos entre chiíes y suníes. El primero surgió con la muerte de Mahoma en el año 632 y se extendió hasta el año 1924 con el Califato Otomano, donde se desarrolló el extenso y duradero Imperio Otomano.

Este último, al cabo de 625 años fue abolido en 1923, como consecuencia de múltiples divisiones territoriales, que culminaron con la creación de la República de Turquía al término de la Primera Guerra Mundial. Con el establecimiento del Estado de Turquía, en el año 1924 se abolió constitucionalmente el Califato Otomano, ocurriendo la extinción de la milenaria institución del califato.

Surgimiento del Estado Islámico

Noventa años después, en 2014 un grupo sunita, desmembrado de Al Qaeda y del Estado Islámico de Irak, se autoproclamó como el Califato del Estado Islámico, tomando como capitales a las ciudades de Al Raqa en Siria y de Faluya en Irak. Así, el Estado Islámico -sin ser un estado reconocido internacionalmente- ha pretendido establecer soberanía nominal en los territorios de Siria e Irak.

Siguiendo una estrategia proselitista y de propaganda, el Estado Islámico se ha difundido como un grupo terrorista insurgente, de naturaleza fundamentalista y seguidores de la yihad islámica. La yihad es una obligación religiosa de los musulmanes, cuyos seguidores (los muyahidines) asumen el decreto religioso de extender la ley de Dios, incluso mediante la guerra santa si fuera necesario, idea acogida en algunos en círculos intelectuales suníes.

El Estado Islámico ha introducido elementos de la escatología coránica, que anticiparían los últimos tiempos. Ello, en virtud de una interpretación apocalíptica y mítica de enseñanzas referidas al mismo profeta Mahoma, conocidas como hadices.

Se introduce así la creencia de una gran batalla entre los ejércitos de Roma y los guerreros del Islam, que se libraría en una ciudad que el Estado Islámico ha identificado como Dabiq. Ésta se ubica al norte de Siria en la frontera con Turquía. En la cultura islámica, Roma refiere al mundo occidental en cuanto identifica la geografía del antiguo Imperio Romano.

La interpretación de aquel hadiz musulmán habla de una horda que despliega 80 banderas en la ciudad de Dabiq, donde la victoria queda asegurada para los seguidores del Islam. Con esa epopeya mesiánica los seguidores del Estado Islámico promueven su llamada universal a alistarse en las filas de un ejército, cuyo emblema son las banderas negras que despliegan en sus campañas.

Apegados a esta visión escatológica, el Estado Islámico tomó posesión de la ciudad de Dabiq en agosto de 2014, convirtiéndola en un bastión militar y defensivo, donde esperan la invasión de Siria por parte de las fuerzas aliadas de EEUU y Europa, ahora unidas con Rusia.

Responsabilidad política del mundo occidental

La reconfiguración de la geografía política del mundo islámico, a partir de la caída del Imperio Otomano, cambió radicalmente los elementos básicos que daban identidad a su cultura, como son la unión entre lo religioso y lo político.

El establecimiento de nuevos estados como Siria e Irak -impuestos por Francia y Gran Bretaña al término de la Primera Guerra Mundial- ha sido fuente permanente de fricciones internas en el mundo islámico. En igual sentido, la creación del Estado de Israel, al término de la Segunda Guerra Mundial, unida al abandono del Pueblo Palestino, ha instalado otra fuente de permanente conflicto geopolítico en la zona.

La política exterior de EEUU y sus aliados, con claros intereses estratégicos asociados al control del petróleo, ha agudizado la arista política de un conflicto histórico. Las intervenciones de EEUU en Irán, en Afganistán y en Irak potenciaron la violencia con el uso de una fuerza militar sin contrapeso, provocando condiciones de gran inestabilidad política y social.

Los efectos en la población civil inocente han sido devastadores, con escasos logros militares y geopolíticos; mientras el uso desproporcionado de la fuerza militar ha potenciado el desarrollo del terrorismo como una respuesta estratégica.

En ese contexto, la Primavera Árabe, alentada por occidente, significó una desestabilización política de grandes proporciones, que terminó potenciando la violencia y la guerra civil, especialmente en Siria, donde Bashar al Asad consiguió resistir a los insurgentes. Este hecho ha resultado determinante para la configuración del Estado Islámico, especialmente porque la política exterior norteamericana financió a grupos insurgentes que luchaban contra la dictadura de Bashar al Asad, creando vacíos de poder que fueron aprovechados por los creadores del Estado Islámico.

Además de los efectos directos del terrorismo del Estado Islámico sobre la población civil, está el aumento de la población de desplazados que abandona sus hogares y sus países, especialmente de Siria, presionando el flujo migratorio hacia Europa. De manera similar, el terrorismo de Boko Haram, que actúa en el norte de Nigeria y que reconoce al Estado Islámico, acentúa el proceso migratorio hacia el mediterráneo.

Desafíos de cara el futuro

Es evidente que los atentados ocurridos recientemente en París han provocado un cambio fundamental en el eje de la geopolítica mundial.
Mientras la respuesta de los estados europeos apunta a atacar organizadamente al Estado Islámico, la estrategia del ISIS apunta a islamizar una causa que encuentra creciente acogida en sectores juveniles, nacidos y formados en la sociedad del bienestar europeo.

Cuando la perplejidad se ha instalado globalmente y el uso de la fuerza militar se encuentra activo, cunde la tentación por animar peligrosos nacionalismos, así como conculcar las libertades individuales y sociales bajo la justificación preventiva del terrorismo, así como desalentar los procesos de acogida a los desplazados, o despertar injusta hostilidad hacia el mundo islámico.

Paralelamente, la industria armamentista encuentra un escenario propicio para probar y evaluar la capacidad bélica de sus artefactos, así como los analistas dimensionan la capacidad militar de los estados involucrados en una aventura militar cuyos efectos son impredecibles.

Mientras los impulsores de la guerra hacen lo propio, los ciudadanos del mundo contemplan pasivos la evolución de un conflicto previsible y esperado. Sin embargo, hoy más que nunca, hay necesidad de despertar a un protagonismo inclusivo, donde las grandes religiones monoteístas están llamadas a jugar una tarea insustituible.

Las interrogantes sobran y las respuestas esperan, sobre todo con actitudes y gestos de voluntad globales que permitan reconstruir confianzas profundamente heridas en el curso de la historia.


¿Once más uno igual a sesenta?

www.rebelion.org/161115

Las nuevas matemáticas de AFRICOM, la base Bonanza de EEUU y los “más terroríficos” tiempos que se vienen en África

En las sombras de lo que una vez se llamó el “continente negro” ha habido mucho barullo. Si usted no se ha enterado de nada ha sido por algo deliberado. Pero si fuerza la mirada lo suficiente –de norte a sur, de este a oeste– verá los frutos de ese esfuerzo: una red de bases, complejos y otros emplazamientos cuyo número total supera la cantidad de países del continente.

Para unas fuerzas armadas que han tenido un traspié tras otro en Iraq y Afganistán y sufrido reveses desde Libia a Siria se trata de un logro insólito. En lugares apartados, detrás de vallados y lejos de miradas indiscretas, las fuerzas armadas de Estados Unidos han construido un vasto archipiélago de puestos de avanzada; según algunos expertos, se trata de un laboratorio para un nuevo tipo de guerra.

Entonces, ¿cuántas bases militares de Estados Unidos hay en África? Es una pregunta sencilla con una respuesta sencilla. Durante años, el Comando África de EEUU (AFRICOM) da una respuesta estándar: una base. Camp Lemonnier, en Djibouti, el diminuto país bañado por el sol, es la única “base” que Estados Unidos reconoce en el continente africano. Por supuesto, no era verdad. Porque había campos, complejos, instalaciones y servicios por todas partes, pero la semántica no es el fuerte de los militares.

Pero si echa una mirada a la lista oficial de bases del Pentágono, la cantidad crece. El informe 2015 sobre la propiedad global del Departamento de Defensa incluye a Camp Lemonnier y otros tres emplazamientos de larga data en el continente o cercanos a él: la Unidad Nº 3 de Investigación Médica de la Marina de EEUU, una instalación de investigación médica cerca de El Cairo, Egipto, que empezó a funcionar en 1946; el aeropuerto auxiliar de Ascensión, una estación de seguimiento de naves espaciales y aeropuerto situada a 1.000 millas de la costa occidental de África utilizada por EEUU desde 1957; y almacenes en Mombasa, Kenia, construidos en los ochenta.

Esto no es más que el comienzo de la cuestión; no acaba aquí. Durante años, distintos informes han derramado alguna luz sobre puestos de avanzada supersecretos –la mayor parte de ellos construidos, mejorados o ampliados después del 11-S– que salpican el continente, entre ellos las llamadas ‘localizaciones de cooperación en materia de seguridad’ (CSL, por sus siglas en inglés).

A principios de este año, el jefe del AFRICAM, general David Rodríguez reveló que en realidad había 11 de esas localizaciones. Una vez más, algunos viejos observadores del AFRICOM, sabían que esto también era apenas el comienzo de una historia más amplia, pero cuando pedí al comando África una relación de sus bases, campos y otras instalaciones, tal como había hecho regularmente, fui tratado como si fuera un infeliz.

“En total, el AFRICOM tiene acceso a 11 CSL en toda África. Por supuesto, tenemos una instalación militar importante en el continente: Camp Lemonnier, en Djibouti”, me dijo Anthony Falvo, jefe de Asuntos Públicos del AFRICOM. Falvo estaba vendiendo cifras que tanto él como yo sabíamos perfectamente bien que eran, en el mejor de los casos, engañosas. “Este es uno de los aspectos más ingratos de nuestra política militar en África y, en general, fuera de nuestras fronteras: que los militares no pueden ser honestos y transparentes en relación con lo que hacen”, dice David Vine, autor de Base Nation: How U.S. Military Bases Abroad Harm America and the World.

La investigación hecha por TomDispatch indica que, de hecho, en los últimos años las fuerzas armadas de Estados Unidos han desarrollado una red notablemente amplia –con 60 unidades– de puestos de avanzada y puntos de libre acceso. Algunos de ellos se utilizan regularmente, otros son mantenidos como reserva y algunos quizás estén cerrados.

Esas bases, campos, complejos, instalaciones portuarias, depósitos de combustible y otros pueden verse en por lo menos 34 países –más del 60 por ciento de los del continente–; en buena parte de ellos, sus gobiernos son corruptos y represivos y muestran pobres registros respecto de los derechos humanos. Estados Unidos también opera “Oficinas de Cooperación en Seguridad en aproximadamente 38 naciones [africanas]”, según Falvo, y ha cerrado cerca de 30 acuerdos para la utilización de aeropuertos internacionales como centro de repostaje de combustible.

No hay por qué creer que incluso estos guarismos reflejen completamente el creciente archipiélago de puestos de avanzada en África. A pesar de que es posible que debido a las fallas del AFRICOM para proporcionar información básica fiable o aclarar algo algunos sitios hayan sido contados dos veces, la lista elaborada por TomDispatch indica que las fuerzas armadas de Estados Unidos han creado una red de bases que se extiende mucho más allá de lo que revela el AFRICOM al público estadounidense, por no hablar del africano.
 
Puestos de avanzada, instalaciones portuarias y otros sitios a los que acceden libremente las fuerzas armadas de EEUU en África, 2002-2015 (Nick Turse/TomDispatch, 2015)

La base Bonanza del AFRICOM

En 2008, cuando el AFRICOM se convirtió en un comando independiente, la información disponible acerca de Camp Lemonnier decía que todavía era uno de los pocos puestos de avanzada estadounidenses en África. En los años siguientes, Estados Unidos se embarcó en nada menos que un boom de la construcción, aunque el comando se resista a ponerlo en esos términos. Como resultado de ello, ahora es capaz de llevar adelante cada vez más operaciones corrientes y encubiertas, desde ejercicios de adiestramiento hasta asesinatos con drones.

“El AFRICOM, como comando nuevo que es, es un laboratorio básico para diferentes tipos de guerra y utilización de las fuerzas”, dice Richard Reeve, director del Programa de Seguridad Sustentable (SSP, por sus siglas en inglés) del Grupo de Investigación Oxford, un laboratorio de ideas con base en Londres. “Además de Djibouti, no hay otra concentración importante de soldados, equipo e incluso aviones. Hay una miríada de ‘lily pads’ o pequeñas bases operativas avanzadas... por lo tanto es posible dispersar pequeñas fuerzas en una zona muy amplia y, si es necesario, concentrar esas fuerzas con bastante rapidez.”

Ciertamente, se han construido (o reforzado) zonas de montaje, localizaciones de cooperación en seguridad y otras de operación avanzada (FOL, por sus siglas en inglés) así como otros puestos avanzados –muchos de ellos implicados en actividades de espionaje, vigilancia y reconocimiento y operaciones especiales– en Burkina Faso, Camerún, la República Central Africana, Chad, Djibouti, Etiopia, Gabón, Ghana, Kenya, Malí, Nigeria, Senegal, las islas Seychelles, Somalia, Sudan del Sur y Uganda.

Un informe redactado en 2011 por Lauren Ploch, analista de cuestiones africanas del Servicio de Investigación del Congreso, también menciona el libre acceso de las fuerzas armadas de EEUU en localizaciones de Argelia, Botswana, Namibia, Santo Tomé y Príncipe, Sierra Leona, Túnez y Zambia.

El AFRICOM no ha respondido a numerosas solicitudes de este periodista para tener más información sobre sus puestos de avanzada y cuestiones afines, pero el análisis de informaciones de fuentes abiertas, de documentos obtenidos apelando a la Ley de Libertad de Información y de otros registros muestran una constante, renovada y creciente presencia estadounidense en el continente africano.

“Una localización de seguridad cooperativa no es otra cosa que un sitio pequeño al que podemos acceder... sería algo que usted vería como un lugar muy austero con un par de almacenes en los que hay tiendas, agua y cosas así”, explicó Rodríguez, del AFRICOM. Tal como él insinúa, las fuerzas armadas no consideran que un CSL sea una “base”, pero más allá de cómo se les llame, son algo más que algunas tiendas y cajas de agua embotellada.

Diseñados como algo temporal y básico –aunque capaz de albergar a unas 200 personas y con una pista de aterrizaje apropiada para un avión de transporte C-130–, esos lugares están preparados para convertirse en algo más perdurable. Aparentemente, por lo menos tres de ellos –en Senegal, Ghana y Gabón– están pensados para facilitar el despliegue de una unidad de respuesta rápida cuyo sobrenombre es un trabalenguas: Fuerza de Tareas de Propósitos Especiales Mar-Aire-Tierra de Respuesta a Crisis en África (SPMAGTF-CR-AF, por sus siglas en inglés). Las bases de esta fuerza son Morón (España) y Sigonella (Italia) pero su teatro de operaciones es África. Sus integrantes se desplazan con los aviones MV-22 Osprey, de rotores abatibles, que pueden despegar y aterrizar verticalmente y mantenerse inmóviles en el aire como los helicópteros, pero también volar con la velocidad y la eficiencia de una aeronave turbohélice.

La combinación de recursos humanos, libre acceso y tecnología hoy se conoce en los medios militares con el apodo de “nueva normalidad”. Esta combinación, nació en la estela del ataque contra Benghazi, Libia, en septiembre de 2012, que mató a J. Christopher Stevens, embajador de EEUU, y a otros tres estadounidenses; la efectividad de la nueva normalidad permite el pronto acceso militar a 650 kilómetros de cualquier CSL o, como señala Richard Reeve, “pone a su alcance casi a cualquier país del oeste y centro de África”.

Se hizo una prueba de campo de este concepto cuando Sudán del Sur se sumió en una guerra civil y 160 infantes de marina y marineros procedentes de Morón fuero desplazados inicialmente a Djibouti a finales de 2013. En cuestión de horas, un contingente de esta fuerza fue enviado a Uganda y, a principios de 2014, junto con otra unidad de respuesta rápida, despachada a Sudán del Sur para evacuar a 20 personas de la embajada estadounidense en Juba. A primeros de este año, la SPMAGTF-CR-AF realizó pruebas en algunas de sus zonas africanas, entre ellas la CSL de Libreville, en Gabón, desplegando a cerca de 200 infantes de marina y marineros junto con cuatro aviones Osprey, dos C-130 y más de 75 toneladas de material.

Un ensayo similar se llevó a cabo en la CSL de Senegal situada en la base aérea de Dakar-Ouakam, que también puede albergar a 200 infantes de marina y al personal de apoyo necesario para mantenerlos y transportarlos. “Lo que ofrece la CSL es la posibilidad de situar nuestras fuerzas en sitios de avanzada para responder a cualquier tipo de crisis”,  dijo Lorenzo Armijo, un jefe de operaciones de la SPMAGTF-CR-AF a un periodista militar. “En el abanico de posibles operaciones militares, esas crisis pueden ir desde reforzar una embajada a proporcionar ayuda humanitaria.”

Otra CSL, mencionada en unas instrucciones del ejército de Estados Unidos sobre África de julio de 2012, está situada en Entebbe, Uganda. Desde allí, según una investigación del Washington Post, algunos contratistas estadounidenses han realizado vigilancia aérea utilizando aviones turbohélice desarmados. “La estrategia del AFRICOM es tener un contacto muy ligero y dejar una huella reducida, pero aun así facilitar las operaciones de las fuerzas especiales o los destacamentos de espionaje, vigilancia y reconocimiento (ISR, por sus siglas en inglés) en una zona muy amplia”, dice Reeve. “Para hacer eso no necesitan mucha infraestructura sino un acuerdo para utilizar libremente una localización, unas instalaciones elementales en el terreno o unas reservas de combustible, pero también pueden contar con la ayuda de contratistas privados para mantener una cantidad de instalaciones de modo que no hayan tropas estadounidenses en el terreno.”

El archipiélago de puestos de avanzada

El AFRICOM ignoró mis pedidos de más información sobre las CSL y de los nombres de otros puestos de avanzada en él continente, pero según un artículo –aparecido en Army Sustainment en 2014– sobre los próximos desafíos logísticos en el este de África, también hay “por lo menos nueve localizaciones de operación avanzada, o FOL”. En 2007, el departamento de Defensa publicó una noticia que daba cuenta de la existencia de una FOL en Charichcho, Etiopía. Las fuerzas armadas de Estados Unidos también utilizan la “localización de operación avanzada de Kasenyi” en Kampala, Uganda. En 2010, un informe de la Oficina de Responsabilidad ante el Gobierno mencionó localizaciones de operación avanzada en Isiolo y en la bahía de Manda, ambas en Kenia.

De hecho, Camp Simba, en la bahía de Manda, en los últimos años ha sido ampliada significativamente. En 2013, los Seabees4 de la marina de EEUU, trabajaron en turnos durante las 24 horas del día para prolongar la pista de aterrizaje para que pudieran aterrizar grandes aviones de transporte como los C-130; al mismo tiempo, se iniciaron otros proyectos para poder albergar en el futuro a un mayor número de soldados, además de un almacenamiento de combustible y agua potable y la instalación de más letrinas. La base sirve para alojar a personal de la marina y a los Boinas Verdes, entre otras fuerzas de EEUU y, como se reveló recientemente en Intercept, desempeña un papel muy importante en el programa secreto de asesinatos con aviones no tripulados destinado a eliminar a militantes en la vecina Somalia y también en Yemen.

Los drones han tenido un papel cada vez más importante en la concentración militar en África después del 11-S de 2001. Por ejemplo, se ha construido una base de Predator MQ-1 en N’Djamena, la capital de Chad. Mientras tanto, su nuevo primo, más grande y de mayor autonomía de vuelo, el MQ-9 Reaper, vuela desde el aeropuerto internacional de las Seychelles. Según Intercept, a partir de junio de 2012, se llevaron a Arba Minch, Etiopía, dos drones –un Predator y un Reaper– para ser operados por contratistas. En tanto, un destacamento dotado con un Scan Eagle (un drone de bajo costo utilizado por la marina de EEUU) y un helicóptero manejado remotamente conocido como MQ-8 Fire Scout operaba frente a la costa este de África. Además, Estados Unidos empezó recientemente a montar una base en Camerún para Predators desarmados para ser empleados en la lucha contra los seguidores de Boko Haram.

En febrero de 2013, Estados Unidos empezó también a utilizar algunos drones Predator con base en las afueras de Niamey, la capital de Niger. Un año más tarde, el capitán Rick Cook, por entonces jefe de la división Ingeniería del AFRICOM, habló sobre la posibilidad de una “nueva instalación similar a una base” que sería “semipermanente” y “capaz de realizar operaciones aéreas” en ese país. En septiembre del mismo año, Craig Whitlock, del Washington Post, puso al descubierto unos planes que implicaban llevar drones a una segunda localización nigeriana, en Agadez. Pocos días después el embajador de EEUU en Niamey anunció que el AFRICOM estaba, sin ninguna duda, “estudiando la posibilidad de establecer una localización expedicionaria de apoyo en emergencias en Agadez, Niger”.

A principio de este año, el capitán Rodney Worden, de la división Logística y Apoyo del AFRICOM, mencionó “un proyecto de asociación y capacidad constructiva... para la fuerza aérea y las fuerzas armadas de Niger en convenio con el AFRICOM y la fuerza aérea [de Estados Unidos] en África para construir una pista de aterrizaje y las correspondientes áreas de apoyo para realizar operaciones aéreas”. Y en abril de 2015, cuando se presentó la ley de Autorización de la Defensa Nacional para el Año Fiscal 2016, en ella estaba incluida la petición de 50 millones de dólares para la construcción de un “aeropuerto y campo base en Agadez, Niger... para operaciones de apoyo en el oeste de África”. Cuando hace poco tiempo el Congreso aprobó el presupuesto anual de defensa, esa suma fue autorizada.

Según el brigadier general Donald Bolduc, jefe del Comando África de Operaciones Especiales, en Diffa, Niger, en estos momentos hay otra unidad de operaciones especiales que está “al lado” de las tropas locales en Diffa, Niger. Mediante la utilización de la Ley de Libertad de Información, TomDispatch obtuvo una diapositiva con instrucciones militares que también indica la “presencia de EEUU” en Ouallam, Niger, y tanto en Bamako como en Kidal, en la vecina Malí.

Ouagadougou, la capital de Burkina Faso, un país que comparte fronteras con los antes mencionados, alberga a un equipo de coordinación de fuerzas de operaciones especiales, un destacamento conjunto de operaciones especiales aéreas y una iniciativa de apoyo al puente aéreo trans-sahariano con aviones de corto despegue y aterrizaje que, según documentos oficiales, facilita la realización de “actividades de alto riesgo” llevadas a cabo por unidades de elite de la fuerza de tareas trans-Sahara de operaciones especiales conjuntas.

En el otro lado del continente, Somalia, están operando fuerzas de elite de Estados Unidos desde pequeños complejos en Kismayo y Baledogle, según un informe de Foreing Policy. Similarmente, la vecina Etiopía ha sido una de las primeras naciones en facilitar la instalación de puestos de avanzada de EEUU, entre ellos Camp Gilbert y Dire Dawa, localizaciones para operaciones de emergencia tanto en Hurso como en Bilate e instalaciones apropiadas para equipos de 40 hombres en Bara.

Como parte de un intento para destruir el criminal Ejército de Resistencia del Señor de Joseph Kony, en la república democrática de Congo y Sudan del Sur se instalaron algunos de los llamados centros de fusión para operaciones combinadas. Unas investigaciones del Washington Post han revelado que, para participar en esas acciones, también están asentadas fuerzas de Estados Unidos en Djema, Sam Ouandja y Obo, en la república Central Africana. Recientemente, los Seabees de la marina de EEUU han aumentado la capacidad de estos sitios como también instalado la infraestructura necesaria para el funcionamiento de unas antenas parabólicas de seguimiento de satélites.

Hay otras localizaciones que, aunque no sean puestos avanzados, son eslabones muy importantes en la cadena de bases de Estados Unidos en África. Entre ellas depósitos de gas y petróleo situados en puertos de ocho países africanos. Además, el AFRICOM admite la existencia de un acuerdo para utilizar libremente el aeropuerto internacional Léopold Sédar de Senegal tanto para el repostaje como para el “transporte de unidades militares que participen en actividades de cooperación en seguridad”. Un arreglo similar se ha alcanzado para el uso del aeropuerto de Kitgum, Uganda, y el aeropuerto internacional de Addis Abeba, Etiopía. Según la agencia de logística para la defensa (DLA, por sus siglas en inglés), las fuerzas armadas de EEUU han cerrado un total de 29 acuerdos para utilizar aeropuertos como centros de repostaje con 27 países a África.

No todas las bases estadounidenses en África han sido usadas ininterrumpidamente en los últimos años. Por ejemplo, después del derrocamiento –con respaldo militar de EEUU– del gobierno de Mauritania en 2008, Estados Unidos suspendió un programa de vigilancia aérea con base en su capital, Nouakchott. A continuación del golpe de estado en Malí comandado por un oficial formado por EEUU, el Pentágono suspendió las relaciones militares con el nuevo gobierno; aparentemente, un modesto complejo estadounidense cerca de la ciudad de Gao fue invadido por fuerzas rebeldes.

Sin embargo, la mayor parte de los nuevos puestos de avanzada en ese continente parecen haber echado raíces. Tal como sugiere el experto en bases y colaborador habitual de TomDispatch David Vine, “El peligro de esta estrategia, en la que se ven surgir cada vez más bases de Estados Unidos en todo el continente, es que una vez que esas bases se consolidan se hace muy difícil cerrarlas. Una vez que han creado un impulso, tanto en el Congreso como en términos de financiación, tienden a expandirse”.

Para abastecer a sus tropas en el este de África, el AFRICOM también ha puesto en pie un elaborado sistema logístico. Se lo conoce oficialmente como la Red de Distribución de Superficie (SDN, por sus siglas en inglés), aunque su nombre coloquial es “la nueva ruta de las especies”. Conecta a Kenia, Uganda, Etiopía y Djibouti. A su vez, estos centros forman parte de una red de transporte y logística que incluye a sitios como Rota (España), Aruba (Pequeñas Antillas), bahía de Souda (Grecia) y una FOL en la isla inglesa de Ascensión (Atlántico sur).


La base aérea de Ramstein, Alemania, cuartel general de la fuerza aérea de Estados Unidos en Europa y una de las mayores bases militares estadounidenses fuera del país, es otro sitio clave. Tal como informó Intercept a principios de este año “es el corazón de alta tecnología del programa de drones de Estados Unidos” para Oriente Medio y África. Alemania también acoge al cuartel general del AFRICOM, en Kelley Barracks, Stuttgart-Moehringen, que también forma parte del dispositivo para operar drones en África.

Además de ser la sede de un contingente de infantes de marina y marineros de la SPMAGTF-CR-AF, la estación aeronaval de Sigonella, en Sicilia, Italia, es otra importante instalación logística para la realización de operaciones en África. Sigonella, que por su actividad es la segunda estación aérea en Europa, es un centro clave para la cobertura con drones del continente africano; sirve como base para los MQ-1 Predator y los drones de vigilancia RQ-4B Global Hawk.

Las joyas de la corona

De regreso en el continente africano, ciertamente, la indiscutible joya de la corona en el archipiélago estadounidense de bases es Camp Lemonnier. Citemos al secretario de Defensa Ashton Carter: se trata de “un centro con muchos radios [que cubren] el continente y la región. Compartiendo pista de aterrizaje con el aeropuerto internacional Ambouli, de Djibouti, el vasto complejo es el cuartel general de la fuerza de tareas combinadas del Cuerno de África; allí se aloja la fuerza de respuesta del este de África, otra unidad regional de reacción rápida. El campo, donde también funciona el cuartel general de la fuerza de tareas 48-4, una unidad antiterrorista supersecreta centrada en los militantes del este de África y Yemen, ha visto cómo su personal crecía en un 400 por ciento desde 2002.

En el mismo periodo, Camp Lemonnier ha crecido desde las cerca de 360 hectáreas originales a las cerca de 2.500 de hoy en día y está en medio de un boom de construcción que ya lleva varios años para el que ya se han adjudicado más de 600 millones de dólares. A fines de 2013, por ejemplo, B.L. Harbert International, una empresa de construcción con sede en Alabama, obtuvo un contrato de 150 millones de dólares con la marina de EEUU para construir “la base de operaciones avanzadas P-688 en Camp Lemonnier”. Según un comunicado de prensa corporativo, “el sitio tiene aproximadamente 80 hectáreas, y contendrá 11 edificios principales y las instalaciones auxiliares necesarias para el apoyo de operaciones normales y de emergencia en toda la región”.

En 2014, la marina de EEUU terminó la construcción de una instalación segura para el comando avanzado de operaciones especiales en el este de África (SOCFWD-EA, por sus siglas en inglés). Esta es una de las tres unidades similares existentes en el continente –las otras son la SOCFWD del centro de África y la SOCFWD del norte y oeste de África– las que, según las fuerzas armadas, “dan forma y coordinan operaciones especiales de las fuerzas de cooperación en materia de seguridad y se involucran en el apoyo al comando de operaciones especiales, al comando de combatientes geográficos y los objetivos de equipos locales”.

Según unos documentos secretos revelados recientemente por Intercept, en 2012, 10 drones Predator y cuatro Reaper fueron trasladados a la base de Camp Lemonnier, junto con seis U-28A (un avión monomotor de vigilancia para las fuerzas de operaciones especiales) y dos P-3 Orion (un cuatrimotor turbohélice de vigilancia). También hay ocho F-15 Strike Eagle, reactores de combate tripulados fuertemente armados. En agosto de 2012, una media de 16 drones y cuatro cazas despegaban o aterrizaban cada día en esa base,

Al año siguiente, después de varios accidentes con drones y la consecuente agitación producida entre los controladores aéreos de Djibouti, las operaciones con aviones no tripulados fueron trasladadas a otro sitio situado a unos 10 kilómetros. El aeropuerto Chabelley, de Djibouti, en el que ha habido más construcción y tiene un perfil más bajo que el antiguo Camp Lemonnier, ahora cumple la función de base clave para la campaña estadounidense de operaciones con drones en la región.
Dan Gettinger, cofundador y codirector del Centro para el Estudio del Dron en el Instituto Bard, Hace poco le dijo a Intercept que la operaciones realizadas desde este lugar eran en su mayoría misiones conducidas por el comando conjunto de operaciones especiales (JSOC, por sus siglas en inglés) y la CIA; explicó que sobre todo estaban enfocadas en ataques contra terroristas en Somalia y Yemen, espionaje, vigilancia y reconocimiento, como también el apoyo a las operaciones aéreas de Arabia Saudí en Yemen.

Un futuro más terrorífico

Durante muchos meses, el AFRICOM ignoró una y otra vez incluso las preguntas más elementales que este periodista hizo sobre el vasto archipiélago de bases estadounidenses. En términos prácticos, esto significa que no hay manera de saber con total certeza cuántos de los más de 60 puestos de avanzada, bases, fortalezas, y áreas de libre acceso son utilizados hoy día por las fuerzas armadas de Estados Unidos ni cuántos otros sitios adicionales pueden existir. Lo que parece claro es que el número de bases u otros sitios, aunque definido, está en aumento; este aumento se refleja en el número de militares estadounidenses, del despliegue de fuerzas de operaciones especiales y de las misiones en África.

“Habrá una red de pequeñas bases con quizás un par de drones de vuelo a altura media y gran resistencia en cada una de ellas, de modo que cualquier lugar del continente esté siempre en su ámbito”, dice Richard Reeve, del grupo de investigación Oxford cuando le pido una previsión del futuro. De todos modos, apunta él, esto ya he empezado en todas partes menos en el sur de África, una zona que para las fuerzas armadas de Estados Unidos no es de alto riesgo en estos momentos.

La administración Obama, explica Reeve, ha utilizado un discurso de tipo humanitario para encubrir la expansión en el continente. Y particularmente señala como ejemplos el despliegue de fuerzas contra el ejército de resistencia del Señor en África central, la acumulación de fuerzas cerca del lago Chad para enfrentar a Boko Haram y el concepto de ‘nueva normalidad’ después de los hechos de Benghazi. “Pero, en la práctica, ¿en qué se usará todo esto?”, se pregunta Reeve. Después de todo, el refuerzo de la infraestructura y el aumento de la capacidad, que hoy quizá sean vistos por la Casa Blanca como una política de seguridad contra la repetición de algo como lo de Benghazi, en el futuro puede ser reconfigurado fácilmente para otros tipos de intervenciones militares.

“¿Adónde irá a parar todo esto después de Obama?”, pregunta Reeve retóricamente, ya que nada que tenga que ver con el surgimiento del AFRICOM y la proliferación de pequeños puestos de avanzada estaba “en línea con la ‘doctrina’ Obama”. Él pone la atención sobre la adhesión del presidente al tipo de guerra que deje menos huella, y específicamente la confianza depositada en las operaciones especiales y las misiones con drones. Reeve agrega que esto puede ser el preludio de algo mucho mayor y potencialmente más peligroso.

“¿Cómo tomaría esto Hillary?”, pregunta él, refiriéndose a quien –según los sondeos– encabeza la línea dura del Partido Demócrata, Hillary Clinton, “¿O cualquiera de los [candidatos] republicanos posibles?” Reeve dice que la administración Bush es un buen ejemplo y plantea la pregunta acerca de qué se podría haber hecho de poder retroceder al comienzo del siglo XXI si la infraestructura del AFRICOM ya hubiese existido. Semejante experimento de pensamiento, sugiere él, brindaría algunas claves de lo que podría ser el futuro de África en un momento como el actual en el que el continente está salpicado de puestos de avanzada, bases de drones y complejos de Estados Unidos en los se alojan unidades de operaciones especiales. “Yo creo”, dice Reeve, “que en África podríamos estar ante algo que produce un poco más de terror.”

Notas:

1. En inglés, blowback es el retroceso de un arma de fuego al ser disparada. (N. del T.)
2. Lily pads, en inglés. (N. del T.)
3. Raj era el nombre que recibía la dominación británica en India. (N. del T.)
4. Seabees es el nombre de una unidad de la marina de Estados Unidos que se dedica a la construcción; fue creada en diciembre de 1941 y hoy la integran cerca de 14.000 personas, según Wikipedia. (N. del T.)

Nick Turse es director de edición de TomDispatch e integrante del Nation Institute. En 2014, obtuvo los premios Izzy y American Book por su libro Kill Anything That Moves; sus artículos han aparecido en el New York Times, Intercept, Los Angeles Times, Nation y habitualmente en TomDispatch. Su libro más reciente es Tomorrow's Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa.


El impacto del Pacto de las Catacumbas en la Iglesia de hoy

Jon Sobrino: El impacto del Pacto de las Catacumbas en la Iglesia de hoy
Discurso en la Universitá Urbaniana, Roma 14 de Noviembre. 2015


Poco antes del Concilio volvió a surgir con fuerza lo que en mi opinión es el problema histórico fundamental de una Iglesia que se remite a Jesús de Nazaret y que, en fe, confesamos como su cuerpo en la historia. Este problema fundamental es la relación de la Iglesia con los pobres reales, los que no dan la vida por supuesto, ni la seguridad, ni la dignidad.

Lo que acabamos de decir no es rutinario. Ni es una manera de defender la teología de la liberación, ni de apoyar al Papa Francisco, ni de recordar al poverelo de Asís. Es central en nuestra fe. Jesús de Nazaret anunció la buena noticia a los pobres, y, escandalosamente, únicamente a los pobres. Y además los defendió y se enfrentó a los empobrecedores. Y por ello murió una muerte de esclavos, vil y muy cruel: fue crucificado.

En otro pasaje de los orígenes del cristianismo, no muy recordado pero muy importante, Pablo se defiende de los judeocristianos, que sospecharon mucho de él y nunca le dejaron en paz, con este argumento contundente: “en la reunión de Jerusalén solo nos pusieron una condición: que no olvidásemos a los pobres de Jerusalén”. Pablo lo cumplió a rajatabla, dio vueltas por el imperio recogiendo limosnas y volvió a Jerusalén, corriendo allí grandes peligros, para entregar las limosnas para aliviar a los pobres.

Desde sus orígenes en Jesús y en las comunidades de Pablo es esencial para la Iglesia hacer de los pobres reales una realidad central. Si los ignora, no es la Iglesia de Jesús.


1.         Juan XXIII y el Concilio. “La Iglesia de los pobres”. 1962.

Hace cincuenta años un grupo de obispos retomaron el tema fundamental de la iglesia y los pobres. Firmaron un pacto, no muy conocido, pero que estos días vuelve a salir a la luz. Fue un acontecimiento extraordinario, nada normal. Con este pacto quisieron apoyar al Papa Juan XXIII, y animarse unos a otros.

En efecto, poco antes de la inauguración del Vaticano II Juan XXIII había dicho en un radiomensaje, sosegada pero incisivamente, estas sorprendentes palabras: “Para los países subdesarrollados la Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como Iglesia de todos, y en particular como la Iglesia de los pobres” [1].

Ya existían ideas e impulsos novedosos en esa dirección: los sacerdotes obreros en Francia con el apoyo del cardenal Suhard, voces del tercer mundo como la de Don Helder Cámara en Brasil y la de monseñor Georges Mercier de los misioneros de África. Y es importante recordar que estos grupos también propugnaban una ruptura con la civilización del capitalismo con el que la Iglesia católica se había avenido a pactar.
Comenzado el concilio, otros obispos iban en la misma dirección. El cardenal Gerlier, arzobispo de Lyon, en una reunión en el colegio belga el 26 de octubre de 1962 habló del deber de la iglesia de adaptarse con la mayor sensibilidad posible al sufrimiento de muchìsima gente. Refiriéndose a las tareas del concilio dijo: “Si no examinamos y estudiamos esto, todo lo demás corre el riesgo de no valer para nada. Es indispensable que a esta Iglesia, que no quiere ser rica, la despojemos de todos los signos de riqueza. Es necesario que la Iglesia se presente como lo que es: la madre de los pobres, preocupada sobre todo por dar a sus hijos el pan del cuerpo y del alma” [2]. Y añadió las palabras citadas de Juan XXIII.
Sin embargo, el 6 de diciembre, dos meses después de comenzado el concilio, el cardenal Lercaro dijo con cierto patetismo: “[Tras] dos meses de fatigas y de búsqueda verdaderamente generosa, humilde, libre y fraterna… todos sentimos que al Concilio le ha faltado hasta ahora algo”. Y también él prosiguió con las palabras de Juan XXIII: “Si es la Iglesia de todos, hoy es especialmente ‘la Iglesia de los pobres”[3]. Ese día un periodista comentó que “el gran momento de la sesión de hoy se ha vivido durante la intervención del cardenal Lercaro. Se podía cortar el silencio con un cuchillo”. Al término del discurso de Lercaro la asamblea conciliar estalló en aplausos[4].
Pero la Iglesia de los pobres no prosperó. Es una notoria laguna en el concilio, con importantes excepciones como la de Mons. Charles Marie Himmer, obispo de Tournai, quien dijo lapidariamente “primus locus in ecclesia pauperibus reservandus est”. Es importante reconocerlo. Y en mi opinión no hace ningún bien ignorarlo aduciendo textos por muy importantes que sean por otros capítulos. Uno de ellos es el de LG 8. La Iglesia debe recorrer los mismos caminos de Cristo, quien realizó la obra de la redención en pobreza y persecución”. Debe imitar y seguir a Cristo, quien se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo (Fil 2, 6-7) y quien por nosotros siendo rico se hizo pobre (2Cor, 8-9), y por ello la Iglesia “no fue instituida para buscar la gloria humana, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo”. La Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad, pues “Cristo fue enviado a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos (Lc 4, 18)”. Finalmente, el texto hace una importante afirmación sobre el lugar en que se puede encontrar a Cristo en la historia: “la Iglesia reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente”. Y sobre lo que hay que hacer con ellos: “se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo“ (LG 8).
El texto es magnífico, pero no aborda el ser pobre de la Iglesia en sus diversos ámbitos de realidad, ni lo que los pobres hacen por la Iglesia, ni el destino de persecución que le sobreviene por defender a los pobres, con la radicalidad con que le sobrevino a Jesús.
El segundo texto es el más citado. “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias… sobre todo de los pobres y de cuantos sufren son gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1). Es otro texto magnífico. Expresa lo que la Iglesia debe tener muy presente al estar en el mundo y ante el mundo, e implica en qué dirección ético-histórica debe moverse su misión. En el texto sin embargo, no se dice cómo los pobres reales configuran a la Iglesia real en su identidad de Iglesia ni cómo la hacen ser sacramento de Jesús en la totalidad de sus dimensiones, ni cómo ellos son principios de salvación para la humanidad y para la Iglesia.

2.         El pacto de las catacumbas. “Una Iglesia servidora y pobre”. 1965

En el Concilio varios obispos captaron pronto que para la mayoría de la asamblea una Iglesia volcada ella misma hacia los pobres en pobreza y sin poder no era asunto central. Los tiempos no estaban para eso. El grupo compartía la inspiración de Juan XXIII, y se reunió confidencialmente y con regularidad en Domus Mariae a las afueras de Roma, evitando conscientemente dar la impresión de querer dar una lección a sus hermanos en el aula. Pensaron a fondo cómo debía ser la pobreza de la Iglesia. Y pocos días antes de la clausura del Concilio, el 16 de noviembre de 1965 cerca de 40 obispos celebraron una eucaristía en las catacumbas de santa Domitila[5].
Fue presidida por Monseñor Himmer, quien pronunció la homilía. Los obispos pidieron “ser fieles al espíritu de Jesús”, y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron “pacto de las catacumbas: una Iglesia servidora y pobre”[6]. El pacto era, objetivamente, un reto a los “hermanos en el episcopado” a llevar una vida de pobreza y a ser una Iglesia servidora y pobre. Y subjetivamente era una forma de animarse los firmantes, unos a otros, a cumplir una tarea nada fácil. Los signatarios, latinoamericanos, de otros lugares del mundo pobre, y también de países del primer mundo[7], se comprometían a vivir ellos mismos en pobreza, a rechazar todos los símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de su ministerio pastoral. Así comienza el texto:
“Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción […] con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue”.
El texto es magnífico, y varias cosas llaman poderosamente la atención.
La primera palabra del texto es de absoluta importancia: “nosotros”. Hablan, pues, obispos, pero no hablan doctrinalmente ni siquiera solo pastoralmente como obispos, sino –cosa rara- hablan personal y existencialmente. No hablan a otros ni de otros, sino hablan a sí mismos y de sì mismos. Y por la naturaleza del asunto, de lo que ellos hagan dependerá en buena medida que el pacto comience a ser fructífero o no.
Firmar ese pacto supone una sacudida importante para ellos y una llamada a su propia conversión. Tienen que pedir al Señor fuerza y energía para ellos mismos para actuar como Jesús. Desean que ese nuevo modo de vivir ellos como obispos anime a todos los demás, pero sin delegar en otros la exigencia de vivir en pobreza y servicio.
Enumeran su compromiso en 13 puntos, se obligan a sí mismos a su cumplimiento y lo hacen con palabras claras para que el texto no se evapore en palabras generales. Así se comprometen a vivir ellos mismos la pobreza real de las mayorías, y a sufrir los menosprecios que ocasiona la pobreza real. Y lo deciden, no por razones ascéticas, sino para incorporar e introducir la pobreza real de la humanidad al interior de la Iglesia (nn.1-5). Exigen evitar favoritismos hacia los ricos (n. 6), y luchar en favor de la justicia y la caridad (n. 9). Animan a que los gobernantes pongan en práctica leyes, estructuras e instituciones en favor de la justicia, la igualdad, el desarrollo armónico (n.10). Hacia el final constatan el hecho de que en el mundo existen “mayorías en miseria física, cultural y moral, dos tercios de la humanidad”. Y recalcan el discurso de Pablo VI en Naciones Unidas, exigiendo estructuras económicas “que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico” (n.11). Si se me permite dar ya un salto de cincuenta años, estas palabras de aquellos obispos son de absoluta actualidad para que sean escuchadas y puestas en práctica por Naciones Unidas, Estados Unidos, la OEA, la Comunidad Europea…
El texto del pacto termina con el compromiso a compartir con todos los seres humanos y ser acogedores de todos ellos (n. 12), y a dar a conocer el pacto a sus diocesanos, pidiendo su comprensión, colaboración y oraciones.
El pacto de las catacumbas ha sido raíz de reflexiones y textos posteriores. Pero no hay que olvidar que exige a los obispos –a todos- una decisión existencial a ponerlo en práctica personalmente.

3.         Medellín. “Pobreza de la Iglesia” y “Justicia”. 1968.
No conozco bien si y en qué grado después del concilio el pacto de las catacumbas fue recogido, al menos en lo fundamental, por las iglesias alrededor del mundo. Sí lo fue en Medellín. Y vamos a fijarnos en dos de sus documentos.

3.1 “Pobreza de la Iglesia
El texto de Medellín que se relaciona más inmediatamente con el pacto de las catacumbas es “Pobreza de la Iglesia”. Comienza con una doble afirmación.
La primera es la constatación de la realidad objetiva del continente: injusticia social, pobreza, inhumana miseria, que en su mera existencia es una exigencia a los obispos. “El Episcopado latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria” (n.1). El hecho es presentado como realidad evidente sin necesidad de discernimiento. Y la reacción solo puede ser la compasión del episcopado, la que por implicación tiene prioridad absoluta.
La segunda es la constatación de que esa miseria es un clamor que ellos, los obispos, no pueden desoír. “Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte (n. 2). Y a ello añaden con honradez lo que no se suele mencionar normalmente: “Llega también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos” (n. 2). Los obispos de Medellín aclaran que a veces se confunde la apariencia con la realidad, pero reconocen que hay cosas que han contribuido a crear la imagen de una Iglesia institucional rica: los grandes edificios, las casas de párrocos y religiosos, cuando son superiores a las del barrio en que viven; los vehículos propios, a veces lujosos; la manera de vestir heredada de otras épocas…
Esclarecidas las exageraciones, y hablando en primera persona los obispos reconocen lo que de verdad hay en las quejas. “En el contexto de pobreza y aun miseria en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano, los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre” (n. 3).
Reconocen también casos de distanciamiento y desinterés que los pobres resienten. “No faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos, o sus párrocos y religiosos, no se identifican realmente con ellos, con sus problemas y angustias, que no siempre apoyan a los que trabajan con ellos o abogan por su suerte” (n.3).
Estas palabras concretas y detalladas hacen comprender que los obispos tomaron personalmente en serio el clamor de los pobres.
La conclusión es que la Iglesia debe “denuncia[r] la carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra”, “predica[r] y viv[ir] la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al Señor”. Y comprometerse ella misma “en la pobreza material” (n. 5).
El documento exige por último el “testimonio” en el modo de vida y en la administración de los bienes (nn.12-17). Y que la Iglesia se distancie del poder. “Queremos que nuestra Iglesia latinoamericana esté libre de ataduras temporales, de connivencia y de prestigio ambiguo; que ‘libre de espíritu respecto a los vínculos de la riqueza’ sea más transparente y fuerte su misión de servicio” (n. 18).
No son estas palabras piadosas y de buenas intenciones. Apuntan a realidades y a modos de actuar. Dan que pensar sobre cómo no ser y sobre cómo ser Iglesia.

3.2. “Justicia”
El segundo documento es el de “Justicia”. Con él comienza Medellín, y estas son sus primeras palabras:
“Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo” (n.1).
El texto es de importancia absoluta. Se insiste en que la Iglesia debe tener en cuenta a agrandes grupos humanos, a todos sin distinción, creyentes, musulmanes, budistas, agnósticos, diríamos hoy. Al ponerlo al comienzo de todo el documento los obispos confiesan con claridad lo que está en su mente y en su corazón. Y llama poderosamente la atención que, siendo un texto escrito por obispos, creyentes en Dios, amantes de Jesucristo y servidores en la Iglesia, sus primeras palabras no sean palabras religiosas, ni bíblicas, ni dogmáticas. Son palabras sobre la realidad de este mundo; más en directo, sobre su pecado. Mencionan a quienes lo sufren, y, por implicación, a quienes lo cometen. En lo que K. Rahner llamó palabra-símbolo, los obispos lo centran todo en la palabra “injusticia”. Las palabras “clama al cielo” pueden ser el equivalente al término español “desorbitante”, pero también se pueden entender como en Éxodo 3, 9: “El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí”, dice Jahvé.
A mi modo de ver el contenido y el vigor desconocidos de este lenguaje se debe a que alrededor de Medellín ocurrió una irrupción[8] de realidad. No fue la serena conclusión de un proceso discursivo, sino la explosión de algo que se impone por sí mismo. Tampoco fue solo de-velamiento de algo que es fácticamente verdadero, sino aparición de una realidad con espíritu propio, con potencial para exigir una reacción, personal y grupalmente, y para ofrecer salvación. El pobre irrumpió.
El pobre había sido realidad secular en América Latina, pero de repente se convirtió en realidad inocultable e interpelante. En expresión, de nuevo de Karl Rahner, “la realidad tomó la palabra”. La irrupción alrededor de Medellín hizo despertar, sin necesidad de discernimiento, del sueño que en 1511 denunció Antonio Montesinos: “¿Cómo estáis en sueño tan letárgico dormidos?”. Siglos después, en América Latina muchos tuvieron el coraje de “despertar del sueño de cruel inhumanidad”, así como Kant había exigido a los humanos el coraje de “despertar del sueño dogmático”.

Y la irrupción del pobre también hizo inocultable el pecado que denunció Montesinos: “¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?”.

La realidad del pobre caracterizaba a nuestro mundo ciertamente como un signo de los tiempos, pero sobre todo proclamaba su última verdad sin posibilidad de error. Más peligroso que no atinar en el discernimiento es no ver lo evidente, pero la miseria producto de la opresión y los sufrimientos provocados por ella, más el deseo de que pronto tuvieran fin, se hizo evidente. Y también se hizo evidente la absoluta necesidad de la praxis de justicia para conseguir la liberación de la injusticia. Todo ello estaba fuera de discusión[9]. Aunque lo disimulemos, creo que hoy vivimos en una situación muy semejante

A la irrupción del pobre, oprimido y perseguido, en América Latina acompañó muy pronto otra irrupción: la persecución. El padre Arrupe lo diría después en 1975: “No llevaremos a cabo la lucha crucial de nuestro tiempo, la lucha por la fe y la lucha por la justicia que exige la fe sin pagar un precio”. Y de esa forma también irrumpió un mayor amor: el martirio por defender al pobre. Desde entonces, perdonen que hable como jesuita, alrededor de 60 jesuitas han sido asesinados en el tercer mundo. Y muchísimos otros hombres y mujeres.

Volviendo a Medellín, por lo que alcanzo a ver, a diferencia de lo ocurrido después del concilio, Medellín, por hacer central a los pobres y su necesaria liberación, tuvo en su contra desde el principio a los poderes económicos, financieros, militares, policiales, y en muy buena parte también mediáticos, del continente. Y con buenas razones. El informe Rockefeller de 1968 afirmó que “si se lleva a la práctica lo que los obispos han dicho en Medellín los intereses de Estados Unidos están en peligro”. Algo semejante dijeron los asesores de Reagan en la reunión de Santa Fe en 1980. Y más recurrentemente en las reuniones de militares en el cono sur, ciertamente, y en Centroamérica, en la década de los ochenta. Estos poderes -a los que a veces se unió parte de la Iglesia institucional- desencadenaron campañas contrarias a Medellín y una cruel persecución. Desde entonces, en América Latina siempre que la Iglesia se ha mantenido fiel a Medellín ha sufrido la persecución. No así cuando ha estado a buenas o en componendas con los poderosos.

En el Concilio no se habló de persecución, y menos de martirio, de esa forma. Se contenta con citar las bellas palabras de Agustín: “la iglesia peregrina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. Pero el texto no tiene la fuerza de la realidad. Hoy ha aumentado la exigencia a la solidaridad, a trabajar con esfuerzo, a la inserción. Pero no se habla mucho de martirio -ni del pueblo crucificado del que hablaremos a continuación- ni se toman muy en serio los martirios de épocas todavía muy recientes.

Además de lo dicho, la institución eclesiástica vio con temor cómo Medellín y obispos prominentes -más la teología de la liberación- otorgaba adultez y libertad a los cristianos que defendían a los pobres. Y ello ocurría no porque Medellín propiciase una abstracta “libertad de los hijos de Dios”, sino porque emergía conjuntamente con la decisión de liberar a los pobres. Se captó como real lo que dice Metz: la última autoridad es “la autoridad de los que sufren”. Y ese sufrimiento
nos otorga “máxima libertad”.

Al interior de la Iglesia algunos jerarcas sintieron también que Medellín hacía tambalearse el poder de la jerarquía, lo que juzgaron como grave mal, y entonce, también dentro de la Iglesia, surgió la persecución. Varios obispos –permítaseme mencionar solo a algunos de ellos: Angelelli, Don Samuel Ruiz, Leonidas Proaño- fueron maltratados por algunos jerarcas en sus países y en el Vaticano.

El caso de Monseñor Romero fue especialmente indignante. En el retiro espiritual que hizo un mes antes de su asesinato, habló con su confesor, el Padre Azkue, sobre los tres problemas que le preocupaban. El primero de ellos, no ser suficientemente cuidadoso en las prácticas de piedad- a lo que el padre Azkue le contestó animándole a superar escrúpulos. El segundo, miedo a una muerte violenta –el padre Azkue le sosegó diciéndole que más importante que el momento de morir es la vida, y que Dios le acompañará en el momento de la muerte, sea esta cual fuere.

El tercer punto es el que ahora nos atañe: su dificultad muy grande de vivir y trabajar con sus hermanos obispos, lo que le hizo sufrir mucho en vida. A su funeral solo asistió uno de los obispos, su gran amigo Arturo Rivera Damas. Y cuando en 1996, el Papa Juan Pablo II de visita en El Salvador invitó a comer a la Conferencia Episcopal preguntó a los obispos qué pensaban sobre la beatificación de Monseñor Romero. La mayoría contestaron que les parecía bien. El obispo Monseñor Revelo, sin embargo, dijo que Monseñor Romero “era responsable de la muerte de 70.000 salvadoreños”.

Y además de varios obispos, también fue combatida la teología de la liberación. Con mayor vileza también lo fue la CLAR. Y tristemente, muchas religiosas.

En conjunto la Iglesia de los pobres fue condenada por la jerarquía, y dieron la razón: es la “Iglesia popular”. La inquina, y estupidez, es notoria, pues en el Nuevo Testamento y en el Concilio Vaticano II la Iglesia es llamada, “pueblo” de “Dios”. Adelantándonos, digamos que no hay que extrañarse de que el Papa Francisco sea atacado. Ha recogido los temas mencionados después de Medellín.

Y no hay que olvidar lo más fundamental. Después de Medellín hubo un derroche del mayor amor. Fueron épocas de martirio. A los asesinados, hombres y mujeres, en gran número, los llamamos mártires jesuánicos. Como Jesús, trabajaron para traer la liberación a los pobres, anunciaron el reino de Dios y denunciaron el antirreino. Y como Jesús, murieron asesinados.: si se ignoran o minusvaloran estos mártires, numerosos hombres y Digamos desde ahora que ignorarlos o minusvalorarlos es el fin de la Iglesia de Jesús.

4.         Puebla. “La opción por los pobres”. 1979.
Es sabido que los obispos en Puebla formularon la opción por los pobres. Fue una forma importante de poner en relación Iglesia y pobres. En América Latina se ha convertido en ortodoxia de la cual, al menos de palabra, casi nadie se aparta. Más costó que la opción por los pobres se convirtiese en ortopraxis, por la novedad de la empresa y por sus costos: persecución, difamación y martirio.
En mi opinión, lo más novedoso en la teoría y lo más poderoso en la práctica fue elevar dicha opción a nivel teologal. Al hablar de la opción por los pobres dice Puebla: “independientemente de su condición personal y moral, por el mero hecho de ser pobres Dios los defiende y los ama”. Habla del misterio de Dios, con gran audacia y con grandísimas consecuencias. Permítaseme dos breves reflexiones:

1) Puebla insiste en la realidad de los pobres, independientemente de su condición personal y moral. Nosotros hemos hablado sobre la santidad primordial, que consiste en buscar y mantener vida, en épocas de cercanía a la muerte, caminando unos con otros y unos para otros. La expresión santidad primordial me vino a la mente hace veinte años cuando vi en televisión caravanas de miles de mujeres caminando con niños pequeños agarrados de sus manos y con la casa en la cabeza, una gran cesta en la que habían puesto todo lo que podían llevarse. A esa ultimidad, más allá de virtudes y pecados, he llamado santidad primordial. Es lo equivalen te a “independientemente de su condición personal y moral”-

2) Puebla habla de cómo reacciona Dios ante los pobres, y menciona la totalidad de lo que hace: defender y amar. Normalmente se suele comprender el núcleo de la opción por los pobres como amor, ayuda, solidaridad –y Dios quiera que abunde. Pero no se suele insistir en lo que Puebla menciona en primer lugar: a los pobres hay que defenderlos. Los pobres son carentes y por eso hay que ayudarles, pero históricamente llegan a ser pobres porque son empobrecidos. Son ofendidos porque hay ofensores. Y en esa situación lo primordial de la opción es defender al pobre. Y correr los riesgos que eso implica. Estas reflexiones van un poco más allá del pacto de las catacumbas, pero ese pacto de hace cincuenta años dio impulso a la opción, a la defensa de los pobres y los riesgos quue hay que correr po defenderlos.

5.         Monseñor Romero e Ignacio Ellacuría. “El pueblo crucificado”. 1977 – 1989.

En América Latina el ideal de Iglesia que surgió en Medellín, con mayor o menor intensidad se hizo realidad en varios lugares y con varios obispos. Con Leonidas Proaño en Ecuador, defensor de los indígenas, con don Samuel Ruiz en México, defensor de indígenas y obreros, con don Pedro Casaldáliga en la Amazonia, defensor de los campesinos a quienes arrebatan la tierra. Y con muchos otros. Todos ellos impulsaron la Iglesia de los pobres.

Me voy a concentrar ahora en El Salvador pues la Iglesia tomó características específicas que me tocó conocer. Monseñor Romero e Ignacio Ellacuría, simultáneamente, desde el ministerio y desde la teología, pensaron e impulsaron la construcción de “una Iglesia de los pobres”[10]. Debido en parte a la situación histórica en que les tocó vivir, cobró una notable profundidad. Llegó a ser “Iglesia de los perseguidos” e “Iglesia de los crucificados”. Este lenguaje no suele ser usado, ni se recuerda suficientemente la genialidad y la creatividad de Monseñor Romero e Ignacio Ellacuría al hablar así de la verdadera Iglesia de Jesús. Veámoslo muy brevemente, entremezclando las ideas de Monseñor y las de Ellacuría.

5.1 “Iglesia de los pobres”

A mi entender Ellacuría es quien mejor conceptualizó la Iglesia de los pobres[11], doce años después del pacto de las catacumbas. Esta conceptualización pudiera parecer innecesaria, pero no lo es. Veámoslo. En la Iglesia de los pobres, los pobres no son “parte de la Iglesia”[12] junto a otros, lo que no pasaría de ser un enfoque regional, dice Ellacurìa. Ni tampoco es suficiente el enfoque ético -aunque en esto, mucho hay que avanzar-, pues la Iglesia de los pobres “no es aquella que, estando fuera del mundo de los pobres, le ofrece generosamente su ayuda”[13].

En otras palabras, la Iglesia no se constituye con independencia de ellos para –después- poder y deber preguntarse qué hacer con ellos, sino que “los pobres son su principal sujeto y su principio de estructuración interna”[14]. En términos operativos esto significa que cómo deba ser la pastoral de la Iglesia, la administración de los sacramentos, los ministerios, el derecho canónico, el ejercicio de la autoridad, la teología, la doctrina social, todo ello debe estar configurado e historizado en cada época, de forma importante, según la realidad de los pobres. Y sin olvidar que en la mejor tradición cristiana “los pobres son vicarios de Cristo” [15].

Los pobres son entonces el lugar real desde el cual hay que pensar y configurar las diversas realidades en la Iglesia. Y la razón es teologal-cristológica. “La unión de Dios con los hombres, tal como se da en Jesucristo, es históricamente una unión de un Dios vaciado en su versión primaria al mundo de los pobres”[16]. Los pobres configuran a la Iglesia desde dentro. Y volcándose hacia ellos, se convierte en sacramento de salvación para todos. “Encarnándose entre los pobres, dedicando últimamente su vida a ellos y muriendo por ellos, es el modo como puede constituirse cristianamente en signo eficaz de salvación de todos los hombres”[17]. E insiste en que “los pobres y … solo los pobres puestos en comunidad pueden lograr que la Iglesia evite tanto la institucionalización excesiva como su mundanización”[18]. Que los pobres pueden ayudar a ambas cosas es bendición, pues institucionalización y mundanización son dos dimensiones graves de la pecaminosidad de la iglesia.

También Monseñor Romero pensó la realidad de la Iglesia, y lo hizo desde una visión cristológica. Su segunda carta pastoral lleva por título “La Iglesia cuerpo de Cristo en la historia”[19]. Pero antes de pensar así la realidad de la Iglesia, la construyó. Recuerdo bien la noche del 12 de marzo de 1977 en que asesinaron a Rutilio Grande, junto con el niño Nelson y el señor Manuel. Allí estaba Monseñor Romero, nervioso, impactado, afectado. Me impresionó mucho la valentía y libertad con que hablaba denunciando el crimen. Pero pensándolo bien, después me vino a la mente que lo primero que hizo Monseñor fue “crear cuerpo eclesial”. En efecto, a todos pidió que le acompañásemos y le ayudásemos. Y sin saberlo, estaba construyendo corpus, iglesia. Durante las siguientes semanas convocó a muchas reuniones en el arzobispado. En El Salvador ese corpus alrededor de tres cadáveres hizo crecer a la Iglesia. Y la hizo crecer como Iglesia de los pobres.

En el día a día Monseñor Romero tuvo contacto directo e inmediato con los pobres reales, con su humanidad, sus sufrimientos y esperanzas, con sus valores para construir humanidad y cristianismo, y también con sus fallos. Él mismo vivió en un hospital para mujeres pobres con cáncer incurable, y en una casita cercano a ellas. A los pobres los visitó con mucha frecuencia en sus cantones, y los recibió en el arzobispado con mayor dedicación que a visitantes distinguidos. También la catedral, su cátedra dominical, fue pobre. Había quedado a medio reconstruir tras el incendio de 1951, pero la gente de dinero no le ofreció reconstruirla. Sí le habían ofrecido construirle un palacio arzobispal al comienzo de su arzobispado. Monseñor no aceptó.

Todo ello estaba de acuerdo con el pacto de las catacumbas. Y a Monseñor le tocó dar pasos históricos hacia adelante.

5.2 “Iglesia de los crucificados”

Tanto Monseñor Romero como Ignacio Ellacuría fueron muy sensibles al estado de pobreza de los salvadoreños, pero con mayor apasionamiento fueron sensibles a la represión bajo la que vivían: su estado de crucifixión. No toleraron que la cruz del pueblo quedara en la ignorancia, sino que denunciaron la realidad con palabras nunca escuchadas en el país. Analizaron la cruz histórica y bíblicamente. Y ello, tanto al hablar del pueblo como de la Iglesia.

Ellacuría teorizó qué es el pueblo crucificado en tres importantes artículos. El primero “Pobres”, 1978     “Se entiende aquí por pueblo crucificado aquella colectividad que, siendo la mayoría de la humanidad”, está privada e impedida por unas minorías de disfrutar de los recursos básicos para vivir”.

El segundo es “El pueblo crucificado, ensayo de soteriología histórica”[20]. En él afirma, en un difícil acto de fe, que ese pueblo trae salvación. El pueblo crucificado ilumina nuestra realidad, ofreciendo un discernimiento sobre nuestro mundo. Muestra que las soluciones presentadas por el Primer Mundo no son verdaderas, al no ser universalizables, además de ser malas éticamente, porque deshumanizan. El pueblo crucificado ilumina lo que históricamente puede y debe ser la utopía. Esa utopía en el mundo de hoy no puede ser otra cosa que la civilización de la pobreza, el compartir todos austeramente los recursos de la tierra, y la civilización del trabajo, que ha de prevalecer sobre la del capital.

En otro artículo de 1981 “Discernir el signo de los tiempos”[21] afirma que el pueblo crucificado es siempre lo que caracteriza a una época y en lo que se hace presente el siervo de Jahvé.

Y formuló existencialmente qué debemos hacer ante el pueblo crucificado. En una conferencia pronunciada en Valladolid, concluyó con estas palabras:

"Lo único que quisiera -porque eso de interpelación suena muy fuerte- son dos cosas: que pusieran ustedes sus ojos y su corazón en esos pueblos que están sufriendo tanto -unos de miseria y hambre, otros de opresión y represión- y después (ya que soy jesuita), que ante ese pueblo crucificado hicieran el Coloquio de San Ignacio en la Primera semana de los Ejercicios, preguntándose: ¿qué he hecho yo para crucificarlo?, ¿qué hago para que lo descrucifiquen?, ¿qué debo hacer para que ese pueblo resucite?”.

 Monseñor Romero habló muchas veces del pueblo crucificado por implicación, pero con gran vigor, Y ciertamente lo hizo en sus denuncias. No redujo la pobreza a la carencia, sino que la extendió a la opresión y muerte del pobre. “Yo denuncio, sobre todo la absolutización de la riqueza. Este es el gran mal de El Salvador: la riqueza, la propiedad privada como un absoluto intocable, y ¡ay del que toque ese alambre de alta tensión, se quema!”[22]. “Se manipulan muchedumbres, porque se le tiene cogida del hambre a mucha gente”[23]. ”No me cansaré de denunciar el atropello por capturas arbitrarias, por desaparecimientos, por torturas”[24]. “La violencia, el asesinato, la tortura, donde se quedan tantos muertos, el machetear y tirar al mar, el botar a la gente: todo esto es el imperio del infierno”[25].

Y Monseñor comparó al pueblo crucificado con Cristo crucificado. El 19 de junio de 1977 Monseñor fue a Aguilares, cuando el ejército salió del pueblo tras un mes de haberlo ocupado y perpetrado unos cien asesinatos de campesinos. Recuerdo perfectamente como comenzó su homilía: “A mí me toca ir recogiendo cadáveres”. En la homilía fue duro con los criminales y les recordó las palabras de la Escritura:”Quien a hierro mata, a hierro muere”. En el ofertorio presentó a Dios a las cuatro religiosas que se había ofrecido a sustituir a los sacerdotes expulsados de Aguilares. Y a los campesinos que, atemorizados, no habían ido al templo, pero que podían escuchare sus palabras les dijo: “Ustedes son la imagen del Divino Traspasado… [Este pueblo] es la imagen de todos los pueblos que, como Aguilares, serán atravesados, serán ultrajados”[26].

También pensando en el pueblo crucificado preparaba Monseñor sus homilías. Así lo dijo en su última homilía dominical, la víspera de ser asesinado: “Le pido al Señor durante la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento, y, aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir su misión”[27].

Con el pueblo crucificado se comprometió hasta el final. “Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige”[28].

No es normal hablar de la verdadera Iglesia como de una Iglesia perseguida. Y menos lo es declararla bienaventurada y alegrarse de ello. Sí lo hizo Monseñor Romero en un arrebato evangélico: “Me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres”[29]. Y en un arrebato mayor confesó: “Sería triste que, en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente, no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas de su pueblo”[30].

Y fue un hombre feliz. Al director de una delegación de Iglesias hermanas de Estados Unidos, en 1979, le dijo al comienzo de la homilía: “Quiero que a su regreso exprese simplemente lo que ha visto y oído, y lleve el testimonio de que con este pueblo no cuesta ser buen pastor; es un pueblo que empuja a su servicio… Más que un servicio… significa para mí un deber que me llena de satisfacción”[31].


6.     El Papa Francisco. La reforma de la Iglesia. 2015

No me siento capacitado para juzgar sobre cómo está hoy la Iglesia en su conjunto ni cómo vive –o no vive-- en ella el pacto de las catacumbas. Voy a terminar con unas breves reflexiones sobre la irrupción del Papa Francisco. Trabaja por la reforma de la Iglesia. Se mueve entre la denuncia y la misericordia. Genera esperanza y anima a todos a hacer un pacto para rehacer hoy una Iglesia pobre y servidora. Es su modo de hacer presente el pacto de las catacumbas.

El papa Francisco y la verdad de nuestro mundo. Pienso que la mentira fundamental consiste en ignorar el mal, o más sofisticadamente en inculcar que ya hemos encontrado caminos correctos. Es cierto que se dan pequeños pasos, pero la globalización que se invoca no significa homogeneización de un planeta que cubre las necesidades básicas de todos. Ni mucho menos la eliminación de  Lampedusa, Siria, Eslovenia, El Salvador, Haití, Kenia... Son recurrentes. Ni la vida ni la dignidad humana son asuntos resueltos ni están en vía de ser resueltos. Un tercio de la población salvadoreña ya no vive en su país, y algo semejante, y peor, ocurre en Siria. El modo de emigrar es con gran frecuencia inhumano. Lo que está ocurriendo en el Mediterráneo es sobrecogedor. Y la inhibición eficaz de los países poderosos clama al cielo: se ponen de acuerdo en muchas cosas, pero no en qué hacer con los emigrantes. El papa Francisco lo desenmascara.

El papa Francisco y la verdad de la Iglesia. El pacto de las catacumbas fue un pacto de obispos, del nosotros, y de ahí que debemos preguntarnos cómo anda el episcopado, ciertamente hoy. Estos días hemos tenido un sínodo, es decir, una reunión, de obispos sobre la familia. Han surgido muchas preguntas importantes sobre la familia, sobre qué hacer con la doctrina, y sobre la voluntad de usar de misericordia. Pero por ocurrir en un sínodo de obispos el Papa Francisco ha hecho resonar el pacto de las catacumbas.

El nosotros que escriben los obispos del pacto, está muy presente. Es claro el aliento que da a los obispos y su alegría cuando éstos se comportan cristianamente. Pero es claro también la seriedad con que reacciona hacia ese nosotros cuando se comportan mal. A veces con claridad y con gran dureza.

Los obispos, ¿somos pobres? ¿Seguimos decididos a seguir siendo pobres o a comenzar a serlo? ¿Servimos a los pobres, sin que nada, dentro o fuera de la Iglesia, debilite nuestra decisión? “La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Un creyente no puede hablar sobre la pobreza o sobre los ‘sin techo' y llevar una vida de faraón”

El Papa Francisco ha puesto a la Iglesia en una dirección cristiana. Sin dar ultimidad a la doctrina, incluso sin saber a veces cómo compaginarla con la vida cristiana, ha dado ultimidad a la compasión y la misericordia, como J. B. Metz, como Monseñor Romero, como Jesús de Nazaret. Y visto todo su discurso ha insistido en la justicia.

El papa Francisco y Monseñor Romero. Por coincidencia el Papa Francisco ha mencionado estos días a Monseñor Romero. Hace dos semanas dijo a un grupo de salvadoreños que le visitaban en Roma que el episcopado salvadoreño difamó y calumnió a Monseñor Romero: "Lo estaban lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la lengua”. Es una forma seria de insistir en la verdad de la Iglesia.

Y más me impacta cómo, en lo personal, el papa Francisco me recuerda a Monseñor Romero cuando dice estas palabras: “Yo quisiera un mundo sin pobres”. También Monseñor. Y lo explicó bien. En la homilía del 23 de septiembre de 1979 se sintió obligado a explicar cómo contestó a una pregunta que podía ponerle en aprietos. “Me pregunta alguno: ’Y cuando mañana se arreglen las cosas, ¿qué va a hacer la Iglesia?’. Le digo: ‘Seguirá haciendo lo mismo’… Dichosa se sentirá si mañana, en un orden más justo, ella no tiene que denunciar tantas injusticias; pero siempre tendrá su trabajo de construirse sobra la base del Evangelio. Este trabajo lo tendremos haya paz o haya persecución”.

Estas palabras de Monseñor me hacen pensar en el papa Francisco y en nosotros hoy. Creo que el Papa contestaría más o menos como Monseñor. El asunto somos nosotros, que escuchamos a Francisco. Es comprensible que en los medios se especule sobre su popularidad mayor o menor, sobre cuánto puede durar –incluso si lo pueden eliminar-, sobre cuán poderosos son sus adversarios, y así sucesivamente. Sobre esto, no tengo nada que decir.

El Papa Francisco ha dado un paso que por su naturaleza deja huella en la historia y en la Iglesia. Pero en lo que quiero insistir es en que el asunto no es el Papa Francisco, si nos agrada o desagrada , si le aplaudimos en público o le abucheamos en silencio. El asunto somos nosotros, si ponemos en práctica lo que nos parece bueno del Papa, y si rehuimos poner en práctica lo que,  según nuestra conciencia, no nos parece bueno.

Termino con una sincera palabra de agradecimiento en un mundo que no anda bien y en una Iglesia de ambigüedades

Entre los que ya no están entre nosotros, doy gracias a Monseñor Romero, a los mártires de la UCA, cuyo aniversario celebramos pasado mañana. Y a muchos otros mártires. Han enriquecido el pacto de las catacumbas.

Y entre los que están entre nosotros, quiero dar gracias muy sinceras a Monseñor Luigi Bettazzi, único superviviente y símbolo de los obispos que firmaron el pacto de las catacumbas.

Todos ellos y muchísimos otros hombres y mujeres, nos siguen dando ánimo y aliento.

Muchas gracias.

14 de noviembre, 2015








[1] 11 de septiembre, 1962.
[2] Citado en Giuseppe Alberigo, Historia del Concilio Vaticano II, edición española publicada por Peeters/Sígueme, 2002, pp. 197s.
[3] J. L. Martín Descalzo, Un periodista en el Concilio I, Madrid 1964, pp. 326s
[4]Ibid. p. 327.
[5] La primera noticia solo apareció tres semanas después, el 8 de diciembre, en un artículo del diario Le Monde titulado “Un groupe d’ éveques anonymes s’engage à donner le temoignage extérieur d’une vie de stricte pauverté”. Antes, durante la tercera sesión del concilio, dos documentos del grupo habían recibido la adhesión de más de 500 padres conciliares: Simplicitas et paupertas evangelica y Ut in nostro ministerio primus locus pauperum evagnelizationi tribuatur.
[6] El texto íntegro puede verse en Carta a las Iglesias, San Salvador 590 (junio 2009) 6-8.
[7] Es importante recalcar este hecho. Hubo varios obispos latinoamericanos. De Brasil, Antonio Fragoso, Francisco Austregésilo, Joao Batista da Mota, Luiz Gonzaga Fernandes, Jorge Marcos de Oliveira, José Maria Pires, Helder Camara. De Chile, Manuel Larrain de Talca. De Panamá, Marcos Gregorio McGrath. De Ecuador, Leonidas Proaño de Riobamnba. De Argentina, Alberto Devoto de Goya, Vicente Faustino Zazpe de Rafaela, Juan José Iriarte de Reconquista. De Uruguay, Alfredo Viola de Salto y su auxiliar Marcelo de Mendiharat. De Colombia, Tulio Botero Salazar de Medellín y su auxililar Medina, Muños Duqueder de Pamplona, Raul Zambrano de Focatativá, Angelo Cuniberti de Florencia. Hubo también otros obispos del tercer mundo. Georges Mercier del Sahar, Hakim de Nazaret, Hadda auxiliar de Beirut, Bernard Yago de Abidjan, Joseph Blomjous de Mwanza, Tanzania. De Asia, Charles Joseph de Melckebeke de Ningsia, China, más otros obispos de Vietnam e Indonesia. Y varios obispos del primer mundo. De Canadá, Gérard Marie Coderre de Saint Jean Québec. De España, Rafael González Moraleja auxiliar de Valencia. De Alemania, Julios Angerhausen auxiliar de Essen. De Francia, Guy Marie Robé de Orleáns, Gérard Huygle de Arras, Adrien Gand auxiliar de Lille. De Italia, Luigi Betazzi, auxiliar de Bolonia.. Estos datos han sido facilitados por José Oscar Beozzo.
[8] Sobre la expresión “irrupción” véase mi artículo “Recuperar y poner a producir a Jesús de Nazaret y su cruz en un mundo de pobres y oprimidos”, Revista Latinoamericana de Teología 82 (2011) 49-51.

[9] En la “captación de la irrupción” hay algo de mayor profundidad cognitiva que en el proceso de “escrutar y discernir lo real”. Personalmente esto me recuerda unas palabras de san Ignacio de Loyola. Es sabido que san Ignacio fue un convencido de “buscar la voluntad de Dios” y ponerla por obra. De ahí sus importantes reflexiones sobre el “discernimiento” y las sabias reglas que nos dejó para llegar a practicarlo, lo que hoy es considerado como central en la espiritualidad ignaciana y tiene buena acogida en retiros espirituales. En lo personal, sin embargo, más me ha llamado la atención lo que dice san Ignacio al hablar de la elección de estado, asunto no de poca monta. Indudablemente hay que llegar a discernir lo que Dios quiere para la persona individual, y para ello da sabios consejos. Pero la prioridad está en el “primer tiempo para hacer buena y sana elección” (n.175). Eso ocurre cuando la elección se hace “sin dubitar ni poder dubitar”. La razón es que “Dios nuestro Señor” atrae al alma de tal manera que no hay duda posible. En este contexto suelo repetir que la comunidad de jesuitas que fueron asesinados en El Salvador, aun ante abundantes y serias amenazas, nunca discernió si quedarse en el país o abandonarlo. Eso no fue objeto de discernimiento. Había algo del “sin dubitar ni poder dubitar”.
[10] Creo que hubo simultaneidad, y en definitiva Ellacuría se sintió deudor de Monseñor Romero. Véase lo que escribí en “Monseñor Romero y la fe de Ignacio Ellacuría”, en Jon Sobrino/R.Alvarado (eds.), Ignacio Ellacuría, “Aquella libertad esclarecida”,1999, pp.11-23.
[11] Véase el artículo citado “La Iglesia de los pobres, sacramento histórico de liberación”.
[12]Ibíd. 717
[13]Ibíd..
[14]Ibíd.
[15] Véase el libro de J. I. González Faus, Vicarios de Cristo En Trotta, Madrid, 1991.
[16]La Iglesia de los pobres”..
[17] Ibíd..
[18] Ibíd.
[19] En Cartas Pastorales y Discursos de Monseñor Oscar A. Romero, Cuadernos Centro Monseñor Romero 18, San Salvador 2007, pp. 39-66.
[20] Lo escribió en 1978 a petición del Centro de Reflexión Teológica de México como preparación a Puebla. Tras su muerte fue publicado en Revista Latinoamericana de Teología 18 (1989) 318. Antes había aparecido en Cruz y Resurrección, México, 1978, pp. 49-82. Lo escribió en 1978 a petición del Centro de Reflexión Teológica de México como preparación a Puebla.
[21] Publicado en Diakonia 18 (1981) 57-59.
[22] Homilía del 12 de agosto, 1979, V 208.   
[23] Homilía del 16 de diciembre, 1979, VI 61.
[24] Homilía del 24 de junio, 1979, V 38.
[25] Homilía de1 1 de julio, 1979, V 62.
[26].Homilía del 19 de junio, 1979, I 150. Monseñor Romero tomó la expresión de Zac 12, 1b-14, que fue la primera lectura de la misa.. En el texto de Zacarías el traspasado es el mismo Dios. El Nuevo Testamento aplicará esta profecía de Zacarías a Jesús en la cruz en Jn 19, 37. Es lo que hizo Monseñor.
[27] Homilía del 23 de marzo, 1980, VI 426.
[28] Homilía del 11 de noviembre, 1979, V 530.
[29] Homilía del 15 de julio, 1979, V 110.
[30] Homilía del 30 de junio, 1979, V 56.
[31] Homilía del 18 de noviembre, 1979, V 543s.