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La masacre en Gaza y las palabras correctas

Maciek Wisniewski*
www.jornada.unam.mx/150814

Ya muchos lo han dicho muchas veces: las palabras también son un arma. En las semanas pasadas los palestinos no sólo enfrentaban la poderosa máquina militar israelí, sino también la máquina mediática global que hacía todo para deshumanizar e invisibilizarlos. Sobre sus cabezas caían no sólo las bombas, sino también las palabras y a veces algo más letal: el silencio. Igual fue durante las otras masacres en Gaza.

Y mientras Israel desde hace años sigue con su política de limpieza étnica (por cierto, una de las palabras vedadas en los medios), repitiendo las mismas mentiras, nosotros sus críticos seguimos condenados a irlas desglosando una y otra vez.

Mientras sigue gozando de sus privilegios derivados del sufrimiento del pueblo judío, pudiendo hacer y decir todo –Norman Finkelstein demostró cómo el Holocausto se volvió el arma ideológica de Israel para pintarse de víctima y evitar toda crítica (The Holocaust industry, 2000)–, nosotros a veces nos sentimos limitados por el manual de buena conducta.

Éste dicta, por ejemplo, que hay palabras imposibles de usar –vinculadas en su mayoría con las atrocidades nazis–, privatizadas por Israel y prohibidas.

Prohibidas no porque su pronunciación fuera a traer el Armagedón, sino porque su uso en el caso de los palestinos los humanizaría, los dotaría de derechos y les ganaría más simpatía.

¿Pero qué hacer si resultan las palabras más adecuadas para hablar de la vida y la muerte en los territorios ocupados? Rescatarlas. Usarlas.

Aquí hay algunas:

Campo de concentración. El filósofo italiano Giorgio Agamben, para quien el campo de concentración es el paradigma de la modernidad, citando un poema de Celan que evocaba el exterminio de judíos escribía que la muerte ya no es el maestro en Alemania –como apuntaba el poeta–, sino en Israel, que hizo de Palestina el gran campo de concentración (Il Manifesto, 3/6/10).

Gueto. No es lo mismo que el campo de concentración, pero en Gaza los dos conceptos se funden creando uno nuevo, el gueto-campo, un producto original de la ingeniería represiva-militar israelí.

Pogromo. Masacre de gente indefensa, término acuñado en Rusia para denominar los violentos ataques antisemitas, sirve bien para describir lo de Gaza y la atmósfera anti-árabe/racista en todo Israel.

Genocidio. El acto de barbarie contra los civiles de Gaza atacados por pertenecer a determinado grupo étnico cae en la canónica definición de genocidio del polaco-judío Rafal Lemkin (1933). No obstante, el objetivo de Israel no es el exterminio de los palestinos: es tenerlos golpeados, reducidos a homo sacers, despolitizados y dependientes de la ayuda humanitaria-‘oenegera’. Divididos entre varios guetos-campos (Gaza/Cisjordania) y mantenidos como una controlable amenaza y combustible para la política interna y el complejo militar-industrial israelí.

Fascismo. Michel Warschawski, el veterano activista antisionista, por años se abstuvo de llamar a Israel un Estado fascista: pero si algo parece pato y camina como pato, entonces es un pato (AIC, 29/5/12).

Nazismo. Igual y no (recordemos la vieja fórmula: todo nazi es un fascista, pero no todo fascista es un nazi). El adjetivo nazi es mejor reservarlo para el nacionalsocialismo y sus crímenes, evitando su relativización.

El lugar desde donde hablo es particular. Por un lado los polacos tenemos nuestros propios pecados antisemitas. Por otro, junto con otros polacos-judíos sufrimos los horrores de la ocupación alemana. Es parte de nuestra identidad. Mi abuelo fue prisionero del campo de concentración en Dachau, por ser miembro de la resistencia. Crecí en los terrenos donde una vez estuvo el gran gueto de Lodz/Litzmannstadt.

Todo esto no otorga ningún derecho especial para hablar de esta historia, pero tal vez da un poco más de sensibilidad al significado y al sufrimiento detrás de las palabras en cuestión. En esto se basa la nada fácil decisión de volver a usarlas (o dejar algunas fuera).

Algo así, en mucho mayor grado, hace interesante la posición de Finkelstein, hijo de sobrevivientes de Auschwitz, quien también hace esta observación: en la sociedad israelí todos comparan a todos con Hitler o se tachan de nazis.

Incluso los más prominentes sionistas: “A Rabin lo llamaban ‘nazi’, Ben Gurión llamó ‘nazi’ a Jabotinsky, Jabotinsky llamó ‘nazi’ a Ben Gurión, Begin llamó ‘nazi’ a Ben Gurión…” (Defamation, 2010).

En Israel, aunque hubo planes de criminalizar la palabra nazi, nadie se escandaliza tanto por eso (el mismo Finkelstein creció con este lenguaje en su casa en Estados Unidos).

Pero cuando alguien de afuera se atreve a hablar de un campo de concentración o gueto en Gaza, condenar el genocidio palestino o llamar al Estado de Israel fascista o nazi por las masacres de los palestinos –por ejemplo, Gianni Vattimo, filósofo católico y homosexual declarado, que igual por su propia condición acabaría en Auschwitz o Dachau, como gitanos, comunistas y tantos otros, no solo judíos–, los israelíes y el mundo liberal políticamente correcto quedan indignados. Lo denuncian como discurso de odio. Y –claro– como antisemitismo.

¿O será la palabra correcta para hablar de la hostilidad antijudía causada por lo de Gaza? Steven Beller, autor de Antisemitism: a very short introduction (Oxford, 2007), argumenta que no: otra vez es sólo el afán israelí de neutralizar las críticas (Louis Proyect blog, 8/8/14).

El escritor Etgar Keret es la voz liberal en su país. A los críticos de Israel como Naomi Klein los llama (sólo) fascistas de izquierda (Gazeta Wyborcza, 23/11/09).

Escribiendo de su padre, sobreviviente del Holocausto, que una vez les gritó nazis a unos skinheads noruegos que agredían a unos chinos, concluía: A veces es la palabra correcta ( The New York Times, 17/1/14).

¿Y cuáles serían las palabras correctas para hablar de lo que hicieron unos extremistas judíos que el mes pasado secuestraron en Jerusalén a un joven palestino, le echaron gasolina en la garganta y le prendieron fuego? ¿Y de la masacre en Gaza, en la que murieron más de mil 900 personas, la vasta mayoría civiles, incluidos 450 niños?

Sólo las más fuertes: pogromo, genocidio, fascismo. El adjetivo nazi ya dejémoslo de lado.


* Periodista polaco

Gaza: ¿quién sacrificó a los niños?

Maciek Wisniewski
www.jornada.unam.mx/290814

Dicen que la primera –y la más lamentable– víctima de una guerra es la verdad. Y yo diría que los niños. Y la verdad. Juntos. ¿Un ejemplo? La manera en que Israel trató de sepultar a los niños de Gaza –512 de los 2 mil 142 palestinos asesinados, la vasta mayoría civiles–, junto con la verdad sobre su culpa por su muerte.

Para justificarlo en principio la propaganda israelí (hasbara) recurría al derecho a defenderse de la amenaza terrorista, lamentando los necesarios daños colaterales. Un documento especial instruía a los políticos y oficiales a unirse al dolor de los palestinos usando fórmulas así: Un día niños israelíes y palestinos crecerán juntos, estarán jugando y trabajando hombro a hombro..., una muestra magistral de hipocresía (The Independent, 29/7/14).

Pero cuando éste PR se quedó corto frente al uso premeditado de fuerza desproporcionada contra la población y blancos civiles (la doctrina Dahiya) y la clara táctica colonial de golpear a la población más vulnerable (niños, jóvenes –más de la mitad de los habitantes de Gaza– y mujeres) para quebrar la resistencia de todo el pueblo, hasbara recurrió a otras viejas casuísticas que apuntan a: 1) deshumanizar a los palestinos, y 2) culparlos de su muerte.

Primera –recuerda Joseph Massad, politólogo palestino–, dirigida sobre todo a los niños (pequeños demonios que valen menos), acompaña siempre a las masacres israelíes (Al Jazeera, 30/5/11).

Segunda –que pasa la culpa del colonizador al colonizado–, está presente desde que Israel empezó a avanzar sobre las tierras de los palestinos. La primera ministra Golda Meir dijo: Podemos perdonarles por matar a nuestros niños. Pero no por forzarnos a matar a los suyos. Habrá paz sólo cuando ellos amen a sus niños más que lo que nos odian a nosotros (1957). Este argumento que difama a los palestinos fue repetido en contexto actual –¡como si ella hablara de Hamas!– por la... Anti-Defamation League (Electronic Intifada, 25/8/14).

Pero el caso más extremo de culpar a la resistencia palestina por la muerte de sus niños masacrados en los bombardeos israelíes fue el anuncio del premio Nobel de la Paz –y principal gerente de Holocaust industry– Elie Wiesel.

Publicado en varios periódicos del mundo, invocando la bíblica historia de Abraham y sus hijos, rezaba: Los judíos rechazaron el sacrificio de los niños hace 3 mil 500 años. Ahora le toca a Hamas.

Así, repitiendo el axioma de Meir –ellos no aman a sus niños– Wiesel acusó a esta organización de sacrificarlos usándolos como escudos humanos y (de paso) de negarles todo futuro y vida digna, como si fuera Hamas, no Israel, quien los tiene encerrados en el gueto-campo de Gaza.

¿Cómo responder a un dictum así? Con dos contra-críticas y un recordatorio histórico:

• Que no hay ninguna evidencia –lo reconoció hasta The New York Times– de que Hamas usara niños como escudos humanos. No obstante, hay numerosas evidencias de que lo hacía... el ejército israelí, secuestrando a los niños palestinos y poniéndolos en la cabeza de sus fuerzas invasoras (véase: reportes de Rania Khalek).

• Que cualquier persona que acusara a los judíos de sacrificar a sus niños acabaría acusada de antisemitismo, ¡pero a los palestinos se les puede tachar de todo! Incluso –como hace Wiesel– de modernos cananitas que según el Antiguo Testamento sacrificaban a sus niños ante Moloch, y por eso merecen morir, justificando así (in)directamente la masacre de los gazatíes A.D. 2014 (Electronic Intifada, 9/8/14).

• Y que en los últimos 3500 años hay al menos un caso en que la comunidad judía sacrificó a sus niños: ocurrió en condiciones extremas e incomparables, pero no deja ser un hecho.

Recordarlo duele, pero el tono de Wiesel y su menosprecio al sufrimiento y la muerte palestina merecen una respuesta contundente (también del tipo sopa de su propio chocolate).

Es la historia del gueto de Lodz/Litzmannstadt –mi ciudad natal y gran centro textil–, convertido por los nazis en una maquila de servicios del Tercer Reich. El gueto producía uniformes y botas militares, pero también artículos de lujo como vestidos para muñecos, confeccionados por niños judíos para alegrarles la vida a los niños alemanes. Pronto, para aumentar la eficiencia, los menores de 10 años fueron declarados elemento improductivo. Los nazis exigieron a las autoridades judías su entrega.

Su jefe, Chaim Mordechaj Rumkowski, empresario malogrado y activista sionista, en un histórico discurso bañado de retórica cuasi religiosa pidió a los habitantes entregar sus niños (junto con ancianos y enfermos) y sacrificar los miembros para salvar el cuerpo: Me lo prometieron: si entregamos este sacrificio, habrá paz (4/9/42).

Rumkowski –retratado por Primo Levi en Los hundidos y salvados (1986)– era un egomaníaco y amante del poder. Según algunos era un pederasta que abusaba de los niños del orfanato que fundó. Según otros, al no tener hijos propios, amaba a los ajenos. Según él mismo, era un nuevo Moisés que iba a pasar a los judíos por el mar de la guerra y ser jefe del nuevo Estado judío fundado bajo auspicios de Hitler (¡sic!). El sacrificio de niños –exterminados una vez entregados– era en su cabeza delirante un medio para llegar a este fin (que nunca se dio).

Wiesel, por supuesto, no cuenta esta historia, pero no falló en legitimar su tesis –Hamas/palestinos sacrifican a sus niños–, con una imagen de niños judíos arrojados al fuego. Así queda muy claro cómo se construye la narrativa de la industria cultural del Holocausto (Finkelstein).

Como sólo elementos selectos del sufrimiento judío (especialidad de Wiesel, también respecto a su propia biografía, véase La Jornada, 28/9/11) sirven para justificar el sufrimiento palestino y absolver a Israel aun cuando es culpable, como reza la doctrina Wiesel (Counterpunch, 29/5/12).

La buena noticia es que su monopolio se quiebra: un grupo de sobrevivientes del Holocausto rechazó su indignante desplegado y abuso de historia que justifica lo injustificable: el asesinato de más de 2 mil palestinos, incluidos cientos de niños (The New York Times, 23/8/14).


Y la noticia para los que no se enteraron es que los 512 niños de Gaza en verdad no fueron sacrificados por Hamas, sino por el propio Israel, en el altar de su superioridad moral y militar.

Hamas vs Israel: ganar el juego diplomático

Immanuel Wallerstein
www.jornada.unam.mx/100814

Hace casi un siglo que existe un gran cúmulo de violencia en la zona geográfica que hoy llamamos Israel-Palestina. Esta zona ha sido el espacio de una lucha más o menos continua entre los árabes palestinos y los colonos judíos, respecto de los derechos a ocupar la tierra. Ambos grupos han buscado la afirmación jurídica de sus derechos. Ambos han buscado legitimación en narrativas históricas contrapuestas. Ambos han buscado solidificar el respaldo de sus pueblos en toda la comunidad mundial. Ambos han buscado poner de su lado a la opinión pública internacional.

El modo en que se ha jugado el juego evolucionó debido a las cambiantes realidades geopolíticas. En 1917 los militares británicos ocuparon el área, expulsando al Imperio Otomano, viraje que desde entonces se consagró al obtener el Mandato de la Liga de Naciones para un país llamado Palestina. También en 1917 el gobierno británico de ocupación publicó lo que se conoce como la Declaración de Balfour, la cual afirmaba el objetivo de establecer el Hogar Nacional Judío en Palestina.

El término hogar es poco claro y su significado ha sido objeto de controversia desde entonces. En la década de 1920 una serie de decisiones separaron el Mandato en dos partes. Una era Transjordania (lo que hoy es Jordania), definida como Estado árabe que eventualmente se volvería independiente. La otra era Palestina, al oeste del Jordán, que se gobernaría de forma diferente.

En 1947 la Organización de Naciones Unidas (ONU) sancionó la partición del área al oeste del río Jordán en dos Estados separados: uno judío y otro árabe. Sobre la base de esa resolución el liderazgo sionista proclamó el Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Siguió una guerra –es decir, una violencia más intensa que involucró las fuerzas armadas de algunos Estados– entre el nuevo Estado judío y casi todos los Estados árabes, que culminó con una tregua y diferentes líneas fronterizas de las que había proclamado la ONU.

Habrían de ocurrir otras dos importantes guerras ulteriores. En 1967 y 1973. La de 1973 culminó de nuevo con líneas fronterizas diferentes e Israel consiguió poseer, de facto, lo que había sido el área completa al oeste del Jordán.

Las múltiples guerras cambiaron el carácter y el nivel de respaldo que recibieron ambos grupos. Pese a que en 1947 el apoyo del sionismo representaba todavía una posición minoritaria dentro del judaísmo mundial, la guerra de 1967 y, en particular, la de 1973 parecieron transformar las actitudes y magnificar el nivel de respaldo, que virtualmente se volvió ilimitado.

Y aunque las tres guerras las pelearon los Estados árabes, después de la de 1967 los árabes palestinos intentaron asumir el control político de su lucha. Su nueva instancia fue la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), confederación de un amplio rango de movimientos palestinos. El grupo integrante más grande era Al Fatah y su líder, Yasser Arafat, asumió la presidencia de la OLP.

La OLP estableció su sede en Beirut. En 1982 las fuerzas armadas israelíes entraron en Líbano e intentaron liquidar a la OLP. Trabajaron con algunas organizaciones maronitas de Líbano, que masacraron cerca de 2 mil palestinos y libaneses chiítas en Sabra y Shatila, mientras el ejército israelí contemplaba los sucesos. Aun una comisión israelí condenó más tarde la responsabilidad moral del comandante israelí Ariel Sharon, quien fue forzado a renunciar.

Bajo la protección de las fuerzas de la ONU, el liderazgo de la OLP dejó Beirut y se fue a Túnez. La guerra condujo a la creación de un movimiento chiíta libanés conocido como Hezbollah, que creció en fuerza y obligó a los israelíes a retirarse de Líbano en la segunda guerra de Líbano en 2006.

En la misma Palestina ocupada ocurrieron tres insurrecciones palestinas (las llamadas intifadas), que Israel fue hallando más difíciles de suprimir.
Todo esto es el contexto de fondo de la guerra actual entre Hamas e Israel, que prosigue ahora y es probable que continúe por largo tiempo. Militarmente, Hamas no es un peligro serio para Israel. Económicamente Israel tiene buena condición, por lo que el bloqueo israelí ha ocasionado que Gaza sufra severas carencias de todo. Pero es en la esfera diplomática donde primordialmente está ocurriendo la lucha y aquí ambos lados están más parejos.

La posición de Israel parece bastante clara. Quiere utilizar su fuerza militar para destruir Hamas, según las palabras utilizadas en los titulares de un artículo de Amos Yadlin, antes jefe de la inteligencia militar israelí, aparecido en el New York Times. El artículo publicado en el Washington Post por Michael Oren, hasta hace poco embajador de Israel en Estados Unidos, es más terminante. Oren, dice a los amigos occidentales de Israel, por qué no se deben meter, pero sobre todo por qué no deben intentar conseguir una tregua hasta que Israel haya completado su trabajo.

La posición de Hamas es igualmente clara. Su líder, Khaled Meshal, ha dicho que es posible una tregua sólo si se levanta el bloqueo de ocho años, porque los habitantes de Gaza están viviendo una lenta muerte en la prisión más grande del mundo. La creciente pérdida de vidas palestinos en gran desproporción y la masiva destrucción de Gaza han conducido a llamados mundiales en favor de una tregua humanitaria, incluida una moción unánime en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El juego diplomático es: quién negocia con quién. Inicialmente, Egipto (hostil sin cesar hacia Hamas) proclamó los términos de una tregua, después de consultar con Israel sin siquiera informar a Hamas. Después las fuerzas mundiales buscaron incluir a Hamas excluyendo a Egipto y negociando con Hamas vía Qatar y Turquía. El respaldo a esta iniciativa por el secretario de Estado estadunidense, John Kerry, ha conducido a que los israelíes denuncien su traición.

Ambos lado juegan a conseguir la opinión pública mundial. Los israelíes confían en la aceptación de facto de su continuada ocupación de Palestina. El primer ministro Benjamin Netanyahu ha reafirmado la intención israelí de mantener para siempre sus tropas en la frontera con Jordania y Siria e insistir en la desmilitarización de Hamas.

Hamas confía en el lento colapso del respaldo mundial a Israel. Analíticamente parece claro que Hamas, en el mediano plazo, ganará este juego diplomático.

También parece claro que los israelíes simplemente se atrincherarán. En vez de gustarle el nuevo acuerdo entre Hamas y la Autoridad Palestina, con la aceptación implícita de Hamas de una solución con dos Estados, Israel logrará su solución con un solo Estado mediante una venganza.


Israel puede aniquilar a Hamas como organización. Lo que conseguirá entonces no será un grupo de aquiescentes palestinos, sino los militantes de un califato islamita, un grupo que aún no cuenta con una presencia real en Palestina.

El califato contra todos los demás


En los interminables realineamientos geopolíticos de Medio Oriente, el califato del Estado Islámico (antes Isis o Isil) parece haber amedrentado al resto de los grupos involucrados en la política de Medio Oriente, orillándolos a formar una alianza geopolítica de facto. Repentinamente, encontramos a Irán y a Estados Unidos, a los kurdos (tanto en Siria como en Irak) y a Israel, a Turquía y al gobierno sirio de Bashar al Assad, a Europa occidental (Gran Bretaña, Francia y Alemania) y a Rusia persiguiendo, por diferentes vías, un mismo objetivo: impedir que el califato se expanda y se consolide.

Esto no ha alterado significativamente otros loci de conflicto geopolítico tales como Palestina-Israel y Ucrania, pero es seguro que tendrá un impacto sobre ellos. Por supuesto, todos estos actores están persiguiendo objetivos de mediano plazo que son bastante diferentes. No obstante, miren lo que ha ocurrido durante la primera quincena de agosto.

Nouri al Malaki fue derrocado como premier de Irak por la presión combinada de Estados Unidos, el gran ayatola Alí al Sistani, Irán y los kurdos, primordialmente porque se resistió a contemplar un papel significativo para los sunitas en el gobierno iraquí. ¿Y por qué era esto importante? Porque para todos estos actores parecía la única manera de minar el califato desde dentro.

Estados Unidos ha comprometido sus drones (aviones no tripulados), una nueva fuerza de cerca de mil infantes de marina y fuerzas especiales para salvaguardar a los yazidís y a los cristianos iraquíes de ser masacrados (operación que recibió la asistencia de facto de Bashar al Assad), así como para frenar el avance del califato en Erbil –la capital kurda de Irak, donde hay un consulado estadunidense y un número significativo de ciudadanos de dicho país–; probablemente logre otras cosas tras una evaluación en el terreno que está ocurriendo en estos momentos.

El presidente Barack Obama se rehúsa a indicar una fecha límite para esta operación y, por tanto, es casi seguro que dejará incumplida su promesa firmada de retirarse por completo de Irak durante su presidencia.

El gobierno turco ha cerrado la frontera abierta para las fuerzas anti Assad en Turquía, lo que previamente fue un elemento clave en su política hacia Siria. El ex senador Joseph Liberman, conocido halcón y ardiente promotor de las políticas israelíes, ha encomiado públicamente a Obama por lo que ha hecho, mientras los iraníes se han abstenido de criticarlo. Los saudíes, que no se pueden decidir respecto de su política hacia Siria, aparentemente han decidido que el silencio y el misterio son la mejor táctica.

Entonces, ¿qué sigue? ¿Y quién se aprovecha de este realineamiento?

Parece haber tres ganadores en el corto plazo. El primero es el califato mismo. La re-entrada de Estados Unidos a la lucha militar iraquí le permite al califato presentarse como fuerza importante que desafía al diablo encarnado, Estados Unidos. Le servirá para conseguir muchos reclutas adicionales, sobre todo en el mundo occidental. Y uno puede esperar que intentará involucrarse en actividades hostiles al interior de Estados Unidos, así como en Europa occidental.

Por supuesto esta ventaja de corto plazo podría colapsarse, si el califato fuera a sufrir reveses militares serios. Pero tomará tiempo para que esto ocurra, si sucede alguna vez. El ejército del califato parece todavía ser la fuerza militar más entrenada y comprometida de la región.

Un segundo ganador importante es Bashar al Assad. El respaldo exterior para las fuerzas contrarias a Assad siempre ha sido mucho menos decisivo y es probable que se seque aún más en el corto plazo, conforme más y más oponentes sirios se alineen con el califato.

El tercer beneficiado importante son los kurdos, que han consolidado su posición dentro de Irak y mejoraron sus relaciones con los kurdos en Siria. Ahora recibirán más armas de los países occidentales y posiblemente de otros, haciendo que sus combatientes, los peshmerga, se tornen una fuerza militar aún más consolidada.

¿Y los claros perdedores? Uno, sospecho, es Estados Unidos. A menos que el califato se desmorone en el futuro cercano (algo que parece muy improbable), este esfuerzo militar muy pronto expondrá, de nuevo, los límites de las capacidades militares estadunidenses y la inconsistencia de sus posiciones públicas con respecto a Irak, Palestina y Ucrania. Y Obama habrá perdido su alegato principal en cuanto a logros geopolíticos. El público estadunidense respalda los logros, no empantanamientos.

Y hay por lo menos tres grupos cuyo futuro inmediato como ganadores o perjudicados permanece incierto.

Uno es Irán. Si Estados Unidos e Irán están del mismo lado en Irak y Afganistán, ¿puede Estados Unidos negarse a llegar a algún arreglo de compromiso con Irán respecto de los asuntos relacionados con la energía nuclear? La posición iraní en esta negociación por lo menos quedó fortalecida.

Un segundo caso es Hamas. Los israelíes están bajo una pesada presión internacional para reformular su posición en torno a Palestina. ¿Será que este énfasis en los peligros del califato sirva de presión adicional? Es lo más probable, pero los israelíes se quedarán el mayor tiempo posible.

El tercer caso es Rusia. Mientras escribo esto, el gobierno de Kiev está resistiendo la entrada de los camiones que dicen los rusos que es una misión humanitaria para auxiliar a los atrapados y sufrientes habitantes de Lugansk, población rodeada por las tropas ucranias que buscan hambrearlos hasta que se rindan. ¿Acaso es esto algo en verdad diferente de los esfuerzos del califato por hambrear a los yazidís en su montaña para que se sometan? Si Estados Unidos y Europa occidental están en favor de la ayuda humanitaria en un lado, ¿pueden sostener una posición en contra en otras partes?

Vivimos tiempos interesantes.



Del discurso del odio en Israel

José Steinsleger
www.jornada.unam.mx/060814


Hace unos días, en un diario de México, leí un sugerente artículo suscrito por el kapo de la conocida franquicia de irresponsabilidad cultural ilimitada, Vargas Llosa & asociados. El texto se llama El discurso del odio, que en su primer párrafo dice:

“Sorprende y entristece el avance del discurso del odio. Su radical intolerancia frente al otro, frente a lo otro, es característica de los fanatismos de la identidad, ya sea religiosa, racial, nacional, ideológica. Pero su hábitat preferido no es la fe sino la mala fe. Sus armas son conocidas, y pueden ser letales…”

¿Cómo disentir de tan atinadas palabras? ¿Cómo no situarlas en el polo opuesto del decreto religioso emitido por el rabino Dov Liot, conocido por su apoyo a Baruch Goldstein, quien mató a 29 fieles musulmanes en una mezquita de Hebrón (1994), y el asesinato, un año después, del primer ministro sionista Isaac Rabin?

Liot vive en el asentamiento ilegal de Kiryat Arba (Cisjordania), donde dijo que, con base en la religión judía, era lícito matar civiles inocentes y destruir Gaza. Añadió: no hace falta cerciorarse de que las personas atacadas son combatientes o civiles... cualquier tipo de charla sobre humanismo y consideraciones humanitarias es discutible.

En Israel, Liot tiene muchos seguidores, no necesariamente religiosos. Por ejemplo, la joven y bellísima diputada Ayelet Shaked, del Partido Hogar Judío, escribió el 7 de julio pasado en Facebook: “… la sangre de los palestinos debe estar en nuestras manos”. Y que esto también se aplica a “las madres de los muertos terroristas que crían serpientes…”

Días después, el reportero danés Alian Sorensen cargó en Twitter las imágenes de ciudadanos israelíes en una colina aledaña a la ciudad de Sderot (vecina a Gaza), animando los bombardeos de precisión desde sillas de plástico, y comiendo palomitas de maíz. Imágenes que ya habían sido documentadas en un reportaje de Dinamarca TV2 durante la operación Plomo Endurecido (2009).
¿Estaba entre ellos el reconocido académico Mordechai Kedar, de la Universidad de Bar Ilan (Tel Aviv)? En un programa de radio, Kedar declaró que “…lo único que prevendría un ataque suicida es que supieran (los terroristas) que, de ser atrapados, su hermana o su madre serán violadas”. Pero como Israel es la única democracia de Oriente Medio, el entrevistador Yossi Hadar disintió del profesor: “Suena mal –dijo–; no podemos tomar ese tipo de medidas”.

Kedar, sin embargo, sabía de lo que hablaba. Pues no es cosa que de buenas a primeras, cualquiera cuestione la excelencia académica de un catedrático especializado en literatura árabe, que estuvo trabajando 25 años para la inteligencia militar de su país, especializado en grupos islámicos.

Desde el frente de combate, lejano de los debates serios y profundos, el soldado David Ovadia presumió, mediante Instagram, de haber asesinado a 13 niños palestinos. Hoy he matado a 13 niños. ¿Será verdad? Ah… ¡estos muchachos! ¿No habrán sido tres o menos de cinco?

Para evitar el discurso del odio, el periodista serio y responsable debe cotejar sus fuentes, y no basarse, como dice el autor del artículo referido, “…en testimonios aislados, unilaterales (y hasta anónimos) sin respetar la máxima fundamental del derecho: la carga de la prueba recae en el acusador, no en el acusado”.

Idem… atinado. Por consiguiente, sería calumnioso asegurar que todos los judíos del Estado terrorista de Israel coinciden con sus gobernantes. Porque el Instituto por la Democracia de la Universidad de Tel Aviv y un sondeo del Canal 10 revelaron que sólo 85 por ciento están satisfechos o muy satisfechos con el liderazgo de Benjamin Netanyahu.

Naturalmente, en la única democracia de Medio Oriente también hay lugar para las discrepancias. El Ejército y el gobierno, por ejemplo, discuten sobre la necesidad de prolongar la invasión, y el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, acusó a Netanyahu de titubeante.

No hay, en suma, que guiarse por los chismes que circulan en la web, como los del portavoz de la policía israelí, Micky Rosenfeld, quien en una entrevista con la cadena británica BBC afirmó que “…no existe vínculo alguno entre Hamas y el asesinato de los tres jóvenes colonos israelíes” (o sea, el pretexto para de­satar el nuevo capítulo en cámara lenta del holocausto palestino).

Lo importante es orientarse (eso sí, sin estridencia) por medios como The Times of Israel, que informó de la recuperación de una lechuza herida por el fuego de Hamas. ¡Pinches fanáticos islamitas! En su edición del 25 de julio, el diario relata la hazaña de Ben, estudiante de veterinaria, que encontró el ave herida y la llevó al zoológico “…cuando disminuyó el fuego de cohetes de Gaza”. Ben está indignado: ¡la lechuza perdió un ojo y tiene el pico roto!

Y en medio de tanto discurso del odio, Jesse Rosenfeld (periodista del sitio DailyBeast.com), entrevistó en Gaza a la niña Yasmine al Attar, habitante de Gaza, de 10 años.

–¿Qué quieres ser de grande?


–No sé si viviré.

¿Cómo se forman los niños y jóvenes en Israel?*

José Steinsleger
www.jornada.unam.mx/21y270814

Cuando en 2000 el partido Likud (extrema derecha) llegó al Ministerio de Educación, los niños, adolescentes y jóvenes de Israel empezaron a recibir, progresivamente, una formación altamente distorsionada y militarizada. Gobernaba entonces el primer ministro y criminal de guerra Ariel Sharon, y el ministro Limor Lifnat quedó a cargo de la revisión a fondo de todos los planes de educación y de enseñanza.

Siete años después, la gestión de las instituciones educativas de Israel estaba en manos de funcionarios militares. Motti Saji, titular del programa Tsafta, reconoció que en lugar de formar profesores calificados, el propósito apuntaba a encontrar dirigentes militares con habilidades especiales.

Simultáneamente, varios investigadores y pedagogos de las universidades de Tel Aviv y Haifa se volcaban a investigar los nuevos contenidos didácticos de los libros de texto. En Una cara fea en el espejo, por ejemplo, el profesor Adir Cohen analizó exhaustivamente mil 700 libros publicados después de 1967, tras la guerra de expansión que los medios occidentales (y textos israelíes) llaman Guerra de los seis días (1966). El estudio arrojó resultados radicalmente opuestos a la tolerancia predicada en los cientos de museos que Israel tiene montados en distintas capitales y ciudades del mundo.

En 520 libros, Cohen descubrió descripciones humillantes y negativas de los palestinos. Desglosados, 66 por ciento de los textos se referían a los árabes como violentos, malvados (52), mentirosos (37), codiciosos (31), falsos (28), traidores (27 por ciento). Asimismo, en 86 libros, el profesor encontró que se describe a los árabes como homicidas (21 veces), sanguinarios (21), animales viciosos (17), belicistas (17), asesinos (13), creyentes de mitos (9), joroba de camello (2).

Otro capítulo del estudio se basó en los resultados de cinco preguntas del tipo ¿cómo reconoces a un árabe y te relacionas con ellos?, realizadas a un grupo de niños en una escuela primaria de Haifa (cuarto a sexto grado). Pues bien: 70 por ciento describió al árabe como asesino, secuestrador, criminal, terrorista, 80 dijo que veía a los árabes como sucios y con cara aterradora, y 90 por ciento afirmó que los palestinos no tenían derecho alguno sobre la tierra de Israel o Palestina.

Para la profesora de la Universidad de Tel Aviv Nurit Peled-Elhanan (premio Sajarov para la Libertad de la Conciencia, Parlamento Europeo, 2001) “…las construcciones del mundo hechas a partir de los libros de estudio, por tratarse de las primeras a sedimentarse en la mente de los niños, son muy difíciles de ser erradicadas.

“Los palestinos –añade– nunca son presentados como seres humanos normales. No hay en este material siquiera una fotografía de un palestino que muestre el rostro. Tan sólo podemos verlos enmascarados o en situaciones que representen amenazas para los judíos.”

Los programas distorsivos resultan más obligatorios en los colegios palestinos de Jerusalén este. El director de la oficina de Educación, Sameer Jibril, instó a las familias palestinas con niños en edad escolar a estar atentas y conscientes, pues al menos en cinco escuelas palestinas se les están cambiando por la fuerza los materiales por los programas israelíes.

La ilegal municipalidad de Jerusalén –observó Jibril– ofreció aumentar los salarios de los maestros y directores palestinos que acepten poner en práctica los programas israelíes en sus escuelas. La propuesta añadiría unos 2 mil shekels (550 dólares) de subsidio por alumno matriculado. Los materiales muestran mapas modificados en los que Israel incluye la ribera occidental con los nombres de Judea y Samaria, además de Gaza y el Golán sirio ocupado.

En materia de historia, los programas hacen hincapié en el estudio de la destrucción del templo de Salomón en la vieja ciudad de Jerusalén, remarcando que la ciudad les pertenece como capital judía de Israel, omitiendo, de paso, que por esa época Palestina y Jerusalén estaban bajo la ocupación romana-hebrea, el templo fue demolido por los romanos, y nunca existió un Estado de Israel antes de 1948.

De su lado, la profesora Nurit Peld-Elhanan denunció la circulación de supuestos libros de texto escolares palestinos en los que se diaboliza a los judíos. Pero estos materiales, asegura, son impresos en el llamado Centro de Vigilancia sobre el impacto de la Paz (sic) de Efrat, colonia ilegal de Cisjordania situada al sur de Jerusalén, administrada por rabinos judíos de extrema derecha.

En 2013, los falsos programas fueron presentados en el Congreso de Estados Unidos. Para lavar la afrenta, el Congreso entregó medio millón de dólares por cada uno, y Hillary Clinton contrató al director del Centro de Vigilancia, Yohanan Manor, como consejero personal.

Desde su más tierna infancia, los niños del enclave neocolonial llamado Israel descubren que son los elegidos de Dios y que este privilegio suscita la envidia, el odio antisemita y la persecución de los otros, de los goyim (no judíos). Aprenden que estos goyim son meras almas animales encarnadas en cuerpos humanos, y que la tierra prometida fue robada por ladrones paganos.

Sigrid Lehman, académica israelí, dice: “Nosotros, los judíos, estamos predispuestos a recibir a un árabe como goyim; como europeos los percibimos como un enemigo asiático, y como socialistas los percibimos como representantes del peor tipo de retraso”.

El profesor Daniel Bar-Tal (Universidad de Tel Aviv) estudió 124 libros de texto de primaria, secundaria y de enseñanza superior de gramática, literatura hebrea, historia, geografía y educación ciudadana. Bar-Tal reconoce que los libros que en la actualidad utiliza el sistema escolar israelí contienen una denigración menos directa de los árabes, pero siguen empleando estereotipos negativos.

En hebreo y en árabe, los textos de primaria son racistas y crueles, en tanto los de secundaria incluyen matices. Secciones que, por ejemplo, muestran pláticas entre estudiantes árabes (así llaman a los palestinos), elogiando el desarrollo sionista de las antiguas ciudades palestinas, con el esplendor de las actuales urbes israelíes. Los judíos son presentados como industriosos, valientes, decididos, y los árabes como incapaces, apáticos, improductivos, fatalistas, poco cultos, etcétera.

Los libros destinados a cerca de un millón de árabes israelíes (quinta parte de la población) están en árabe. Pero han sido escritos y publicados por el Ministerio de Educación sionista, donde los palestinos no tienen influencia o acceso. “Los palestinos –agre­ga Bar-Tal– desempeñan menos de uno por ciento de los trabajos en el ministerio, sin contar a los profesores. No tienen cargos de responsabilidad, y no hay palestinos incorporados en la preparación del currículo en lengua árabe…”

El sistema de educación sionista glorifica el poder militar y la guerra como un estilo de vida. Las escuelas organizan visitas a las bases militares donde los niños y jóvenes se familiarizan con todo tipo de armas, se trepan a los tanques Merkava para tomarse fotografías con soldados y familiares, y asisten a entrenamientos con munición real.

Como tareas escolares, los niños escriben cartas y tarjetas de felicitación a los soldados, dándoles las gracias por matar a los enemigos del pueblo elegido de Dios. A su vez, generales, oficiales y soldados visitan regularmente las escuelas para dar conferencias sobre la guerra, el invicto ejército israelí y las atrocidades de las violaciones a los derechos humanos, para que los alumnos se vuelvan insensibles.

En las colonias ilegales de Cis­jordania y Jerusalén este, el sistema resulta más desquiciante aún, pues la educación se desenvuelve en una atmósfera de terrorismo puro. Allí, los niños y adolescentes aprenden que el servicio militar es el más importante deber religioso al que aspira cada israelí, y en las escuelas se describe a los criminales de guerra como santos.

Financiadas por el Tsahal (Fuer­zas de Defensa, sic) y administradas por rabinos, el extremismo religioso y militar en instituciones como Yshovotl Hahsadir, los rabinos Eli Elbaz de Jerusalén este, o Eliaqhu Reskin, de la colonia Efrat (cerca de Belén), se mofan de los intentos de diálogo interconfesional entre rabinos y sacerdotes cristianos.

Un estudio de la Universidad de Bar-Ilan, en la colonia de Ramat Gan, reveló que 99 por ciento de los alumnos y 90 por ciento de los religiosos ortodoxos ignorarían las leyes laicas israelíes y seguirían los decretos de sus rabinos en caso de que éstos contradijeran las leyes laicas (Hertzlia Center, 2006).

Jamal Atamneh, coordinador del Comité de Educación Árabe de Haifa, observa que cuando los libros de texto tratan asuntos como paz y coexistencia, “…es para enseñarnos cómo llevarse bien con los judíos”. Por otro lado, añade, “…no existen universidades en lengua árabe. La Universidad de Haifa ha mantenido un porcentaje de 20 por ciento de estudiantes árabes, cuando la población palestina en el norte ha crecido a más de 50 por ciento (desde 1948)”.

Atamneh sostiene: “…Nunca se conceden becas importantes a ningún árabe: no hay dormitorios para árabes ni trabajos relacionados con la facultad o programas de ayuda financiera. Los israelíes justifican esta discriminación legal con el hecho de que los árabes no sirven en el ejército”.

Hace unos años, el joven estudiante Daniel Banvolegyi contó que un chico se había enfadado con él por algo que había leído o discutido en la escuela, y que le dieron ganas de matar al primer árabe que viera. De sus compañeros de clase, Daniel dijo: se mueren de ganas de entrar en combate y matar árabes.


* Texto elaborado con los escritos del catedrático palestino Elías Akleh y la periodista Maureen Meehan (traducción de Beatris Morales Bastos, Rebelión, 20/7 y 20/11/07), Suahil Hani Daher Akel (ex embajador de Palestina en Argentina) y Nurit Peled-Elhanan (Universidad de Tel Aviv), premio Sajarov por la libertad de conciencia (Parlamento Europeo, 2001), y autora de Palestine in israeli school books: ideology and propaganda in education (2012).

Las 10 mayores amenazas para la existencia humana

www.rebelion.org/130814

Una breve introducción escrita por el traductor 

El autor presenta aquí 10 escenarios posibles; en dos de ellos describe fenómenos naturales (la erupción de un supervolcán y el impacto en la Tierra de un asteroide de gran tamaño) en los que los seres humanos –aparte de sufrirlos–, no tenemos nada que hacer. En el resto de los escenarios, la actividad humana es decisiva. Quiero comentar un poco este aspecto, el de la actividad humana como responsable de la posibilidad de extinción de la raza humana.

Hace varios cientos de millones de años una conjunción muy casual de circunstancias –la existencia de agua, de aire y de unas temperaturas medias benignas­– permitió que en la Tierra surgiera la vida. Desde entonces, una evolución necesariamente lenta permitió la aparición de las especies zoológicas y botánicas como las que hoy conocemos. Eso fue posible gracias a un equilibrio muy frágil, y siempre amenazado, de las condiciones necesarias para la continuación de los ciclos vitales.

Ese equilibrio está a punto de romperse, si no se ha roto ya. Hace tres días, algunos medios de prensa informaron de que un pueblo originario que vive en Panamá, en un archipiélago de unas 35 islas, se ha planteado evacuarlas poco a poco debido a que sus islas están siendo engullidas por el mar. Es decir, el cambio climático –la principal amenaza global– no es algo que quizás podría pasar en el futuro sino algo que está ocurriendo ahora mismo.

Desde luego, nada ha contribuido tanto en la posibilidad de la rotura de ese equilibrio como el capitalismo –depredador, destructor de ecosistemas, dilapidador y agotador de recursos, e interesado solo en el beneficio inmediato–, cuya ambición es el “progreso infinito”. Progreso infinito en un entorno de recursos finitos no parece ser una ecuación inteligente y sostenible.

Hace pocos días también, se celebró el día de la Pachamama, que no es tanto una religión de los antepasados de los Andes centrales de la América del Sur como una concepción del mundo, del estar en y con él, es decir, una noción del “buen vivir”, que tiene como principales valores el cuidado y el respeto. El cuidado y el respeto a la tierra y a todo lo que en ella vive. Al fin y al cabo, cuidado y respeto son los principales ingredientes de toda relación amorosa.

La serie Los muertos vivientes del canal de TV estadounidense AMC está en lo más alto de lo que se llama “el espíritu del tiempo”, es decir, el clima intelectual y cultural de la época: es una de las series más populares. En la serie, un virus ha hecho estragos en la Tierra y matado a la mayor parte de la humanidad; un día, resucitan los cadáveres para aterrorizar a las pocas personas que aún están vivas. Aunque se trata de un enorme entretenimiento, nos muestra el escenario más probable del final de la raza humana. A pesar de la presencia de Dick Cheney, los zombis no son verosímiles.

Sin embargo, el final de la humanidad puede ser algo muy real. Mientras resulta muy difícil imaginar un mundo sin “nosotros”, hay varios escenarios que nos están contemplando, aquí mismo, ahora mismo –no es necesario buscarlos muy lejos–, que pueden acabar con todos, o con casi todos, los seres humanos, dejando atrás una tierra yerma para que sea reclamada por la Madre Naturaleza.

He aquí algunas de las posibles formas en que puede acabar el reino del hombre –y la mujer–, sin necesidad de zombis. Muchos ambientalistas piensan que ya hemos superado el punto en el que no hay retorno. Una vez que hayamos pasado cierto límite, la Tierra seguirá calentándose aunque consigamos cortar nuestras emisiones de CO2.

1. El cambio climático global

El cambio climático es el protagonista en todos los escenarios en los que se termina la presencia humana en el Tierra. A pesar de lo que puedan creer aquellos que lo niegan, el cambio climático es algo muy real. Está provocado por los seres humanos con la pequeña ayuda de los rebaños de vacunos que –con sus ventosidades– liberan metano, además del gigantesco depósito de metano que está debajo del hielo del Ártico. A medida que quemamos carbón e incrementamos el consumo de carne vacuna, más y más gases de efecto invernadero se acumulan en la atmósfera.

Es muy fácil ver el final del juego en este escenario. Coged un telescopio y mirad Venus, un planeta con una espesa atmósfera que atrapa el calor del Sol; en la superficie de Venus, la temperatura es tan alta que puede derretir el plomo. Hace unas pocas décadas, el científico que se ocupa del clima James Hanson estudió Venus y vio ciertos paralelismos con lo que está ocurriendo en la Tierra. Lo que vio le alarmó; en 1988, habló sobre esta cuestión ante el Congreso de Estados Unidos para advertir a nuestro gobierno de que a menos que cambiáramos nuestros hábitos ligados a la combustión del carbón, íbamos directamente hacia el desastre. Hanson solo fue escuchado por un senador: Al Gore.

Mientras tanto, continuó quemándose carbón y el CO2 siguió aumentando; el resultado de ello es un lento aumento de la temperatura media del planeta, a pesar de las ocasionales heladas invernales. En promedio, la temperatura de la Tierra viene aumentando paulatinamente desde que la Revolución Industrial dio lugar a un frenético incremento de la quema de carbón. Los años más calientes de la historia han sido los de la última década.

El escritor y activista del medio ambiente Hill McKibben describe la situación: “El hielo del casquete polar del Ártico se está derritiendo (y liberando más gas de efecto invernadero), el enorme glaciar que cubre Groenlandia está perdiendo espesor; ambas circunstancias se dan a un ritmo que no esperábamos y nos desconcierta. Ha aumentado la acidez de los océanos y su nivel está creciendo… Ha aumentado la potencia de las tempestades, huracanes y ciclones en el planeta… Las fuertes lluvias ácidas en la Amazonia están secando las zonas marginales… Los extensos bosques boreales de América del Norte se están muriendo en los últimos años… [El] nuevo planeta tiene más o menos el aspecto que le conocíamos, pero claramente ya no es el mismo”.

Muchos ambientalistas piensan que ya hemos superado el punto en el que no hay retorno. Una vez que hayamos pasado cierto límite, la Tierra seguirá calentándose aunque consigamos cortar nuestras emisiones de CO2. Lo que sabemos es que si no empezamos a reducir la cantidad de CO2 que ponemos en el aire, y al menos minimizamos el daño, el desastre de dimensión planetaria está asegurado.

2. La pérdida de biodiversidad

Si no contribuimos a nuestra propia extinción, otro camino para llegar al final de los tiempos es un subproducto del cambio climático: la pérdida de la biodiversidad. La actividad humana es responsable de la extinción de innumerables especies que viven en el planeta Tierra. El Servicio de Noticias Medioambientales ya en 1999 informó de que “el índice de extinción actual se está aproximando a 1.000 veces el índice del entorno [lo que sería considerado el índice normal de extinción] y podría subir a 10.000 veces el índice del entorno durante los próximos 100 años, si continúa la tendencia actual [resultando en] una pérdida que podría igualar a la de las extinciones del pasado”.

La Evaluación del Ecosistema del Milenio, un importante informe ambiental publicado en 2005, informó de que entre el 10 y el 30 por ciento de los mamíferos, aves y reptiles del planeta están en peligro de extinción debido a la actividad humana, actividad que incluye la deforestación (con la consiguiente destrucción de hábitats), las emisiones de CO2 (lluvias ácidas), la sobreexplotación (por ejemplo, la excesiva pesca en los mares) y la introducción de especies exóticas (como la boa constrictora en Everglades, Florida).

“Es muy probable que estas rápidas extinciones precipiten el colapso de ecosistemas a escala mundial”, dijo Jann Suurkula, director de Físicos y Científicos por la Aplicación Responsable de la Ciencia y la Tecnología. “Se prevé que esto produzca problemas agrícolas a gran escala, con la consecuente amenaza de la disponibilidad de alimentos para cientos de millones de personas. Esta predicción ecológica no tiene en cuenta los efectos del calentamiento global, que no harán más que agravar la situación”.

Los reptiles, como los sapos y las salamandras, están considerados como las “especies indicadoras”, es decir, que aportan importantes señales sobre la salud de un ecosistema. Ahora mismo, la población de sapos, como de otros reptiles está declinando rápidamente. En cualquier ecosistema, la desaparición de una especie afecta a las demás, que dependían de la especie extinguida para su alimentación y quizás otras necesidades vitales. Cuando se da una extinción súbita y masiva de varias especies, se produce una reacción en cadena de catastróficas consecuencias.

Hasta ahora ha habido cinco enormes extinciones en la historia de la Tierra; muchos científicos dicen que estamos en medio de la sexta extinción planetaria. “Estamos entrando en un territorio desconocido de cambio del ecosistema marino y exponiendo a muchas criaturas a una intolerable presión evolutiva”, declara el Informe sobre el Estado de los Océanos (IPSO, por sus siglas en inglés), que se publica cada dos años.

Puede que la próxima extinción masiva ya haya comenzado. ¿Qué puede pasar? Bueno, en la peor de ellas, hace 250 millones de años, desapareció el 96 por ciento de la vida marina y murió el 70 por ciento de la vida terrestre. ¿Qué podemos esperar de la sexta extinción masiva? Seguramente, preferiríamos no tener que averiguarlo.

3. La desaparición de las abejas

Las abejas se están muriendo; muchísimas de ellas, debido al “trastorno del colapso de las colonias” (CCD, por sus siglas en inglés). “Un tercio de lo que comemos los habitantes de la Tierra depende de los agentes polinizadores –entre ellos, las abejas–; para unas cosechas provechosas hacen falta las abejas”, dice Elizabeth Grossman, autora de Chasing Molecules: Poisonous Products, Human Health. Para producir alimentos, las plantas dependen de la dispersión del polen de sus flores. Las abejas se ocupan eso, de polinizar. Si no hay abejas, no hay comida (o al menos, toda la necesaria).

En los últimos 10 años, alrededor del 50 por ciento de las colmenas de Estados Unidos y Europa ha muerto. Se sospecha que la muerte de las abejas se debe a un agente químico llamado neonicotinoide, un componente de los pesticidas utilizados a gran escala en la agricultura comercial. Se cree que el agente químico afecta al sentido de orientación de las abejas, lo que les impide regresar a su colmena.

Si hay menos polen en las colmenas, se producen menos reinas y finalmente la colonia se muere. Después de que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria concluyera que estos pesticidas plantean un “alto riesgo” para la abeja melífera, la Comisión Europea los ha prohibido.

Sin embargo, Estados Unidos ha declinado unirse a Europa en la prohibición de los neonicotinoides y ha insinuado otras posibles causas para el CCD, incluyendo los parásitos. Mientras tanto, Nerón sigue tocando el violín y Roma se quema; y las abejas están desapareciendo rápidamente. No resulta difícil imaginar un escenario en el que una grave escasez de alimentos provoque grandes hambrunas, guerras y la extinción del ser humano.


4. La desaparición de los murciélagos

Las abejas no son los únicos polinizadores que se están muriendo. Los murciélagos también están cayendo como moscas. Como resultado de la deforestación, la destrucción de hábitats y la caza, combinado todo con la dispersión de una micosis llamada “síndrome del hocico blanco”, los murciélagos están desapareciendo a un ritmo alarmante. Además de su contribución en la crisis de la polinización, la declinante población de murciélagos anticipa otro escenario de posible extinción de la vida humana.

Según sus hábitats son destruidos, cada vez más los murciélagos y los seres humanos cruzan sus caminos en la búsqueda de alimento y cobijo. Y con los murciélagos vienen los virus de los murciélagos. “Es muy fácil ver cómo los agentes patógenos pueden saltar desde los animales a los seres humanos”, dice Jon Epstein en la EcoHealth Alliance, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la conservación de la biodiversidad.

En promedio, cada año surgen cinco nuevas enfermedades infecciosas y alrededor del 75 por ciento de ellas provienen de los animales. Ya se sospecha que males mortales, como el ébola, se han originado entre los murciélagos. ¿Podría algún nuevo patógeno –mortal para el ser humano– mutar desde los murciélagos y diezmar la humanidad?

5. Las pandemias

El punto anterior nos lleva a un escenario de extinción que está relacionado: una pandemia de alcance mundial. Cada día aparecen nuevas enfermedades; algunas de ellas tienen la capacidad potencial de devastar la población.

En 1918, una cepa de gripe se extendió por todo el mundo y mató a entre 20 y 50 millones de personas, más que las que habían muerto en la Primera Guerra Mundial. En 2002-2003, el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS, por sus siglas en inglés) estuvo cerca de convertirse en una pandemia de alcance mundial; no es inconcebible que en tiempos en los que se hacen tantos desplazamientos aéreos y el mundo está tan interconectado, pudieran presentarse otros gérmenes infecciosos con una virulencia y capacidad de transmisión como para diezmar, si no aniquilar, la población humana.

“Ningún virus está interesado en la muerte de todos sus anfitriones, por lo tanto es improbable que un virus acabe con la raza humana”, dice María Zambón una viróloga del Laboratorio de la Agencia de Protección Contra la Gripe, “pero puede provocar un infortunio que dure unos cuantos años. Nunca podemos estar completamente preparados para enfrentar los avatares de la naturaleza: la naturaleza es el peor bioterrorista.

6. El terrorismo biológico o nuclear

En el ínterin, hay muchos terroristas –algunos más desinhibidos, otros más corrientes– cuya máxima aspiración es hacerse con un arma de destrucción masiva, como un artefacto nuclear o una ampolla de virus de la gripe. “La sociedad de hoy es más vulnerable al terrorismo porque es fácil que un grupo con malas intenciones pueda conseguir los materiales, la tecnología y la pericia necesarios para fabricar una arma de destrucción masiva”, dice Paul Wilkinson, director del consejo asesor del Centro de Estudios sobre el Terrorismo y la Violencia Política de la Universidad de St. Andrew.

“Lo más probable es que, ahora mismo, un ataque terrorista a gran escala capaz de producir una mortandad masiva utilice un arma química o biológica. La liberación a gran escala de algo como el ántrax, el virus de la gripe o la peste, tendría un efecto formidable, y las comunicaciones modernas lo convertirían muy pronto en un problema que no respetaría ninguna frontera. Existe una elevada posibilidad de que, en el término de nuestra vida, ocurra un ataque importante en algún lugar del mundo.”

En lo que respecta a un ataque nuclear, con el incremento del número de países poco estables como Pakistán o Norcorea, que poseen armas nucleares, la posibilidad de que alguna de ellas caiga en manos de un grupo terrorista es solo una cuestión de tiempo.

7. Los supervolcanes

Existen los volcanes, y también existen los supervolcanes. “En la Tierra, un supervolcán entra en erupción más o menos cada 50.000 años. Más de mil kilómetros cuadrados de tierra pueden quedar arrasadas por ríos de lava piroclástica, mucha más superficie aún a su alrededor puede quedar cubierta de ceniza y liberarse en la atmósfera toneladas y toneladas de gases sulfurosos que crean un velo de ácido sulfúrico alrededor de todo el planeta; este velo rechazaría los rayos del sol durante años. En las horas diurnas no habría más luz que la que hay en una noche de luna llena.”

Este ‘encantador’ escenario nos lo trae Hill McGuire, director del Centro Benfield de Investigación de Riesgos del University College de Londres. Hace unos 74.000 años la erupción más violenta de un supervolcán se produjo en Indonesia, en la región de Toba, cerca del Ecuador; esto hizo que los gases se extendieran pronto por ambos hemisferios. La luz del Sol no llegaba a la Tierra, y las temperaturas bajaron en todo el mundo durante los cinco o seis años siguientes, incluso por debajo del punto de congelación en las regiones tropicales.

Estadísticamente, la probabilidad de la erupción de un supervolcán supera 12 veces a la del impacto de un asteroide. Los supervolcanes conocidos están en el parque Nacional de Yellowstone, EEUU, y en la región de Toba, Sumatra, Indonesia. También están los que no conocemos…

8. El impacto de asteroides

Películas recientes, como Impacto profundo o Armageddon, han hecho un espectáculo de este escenario de la extinción humana: un asteroide que golpea la Tierra. Holywood es Holywood, pero en 2013, sin previo aviso, un asteroide de verdad cayó sobre Chalyabinsk, Rusia. De unos 20 metros, penetró en la atmósfera terrestre a más de 64.000 kilómetros por hora. Gracias a su tamaño, relativamente pequeño, y al ángulo con que llegó, los daños fueron menores.

Pero ¿qué hubiera pasado si un asteroide –nada fuera de lo común– de un kilómetro y medio de diámetro hubiera tocado la Tierra a esa velocidad? Es posible que hubiera acabado con la raza humana. La terrible explosión sobrevenida hubiera producido una nube de polvo tan espesa que la luz del Sol habría quedado bloqueada, la vida vegetal y las cosechas habrían muerto y los trozos incandescentes del pedrusco habrían causado tormentas de fuego en todo el planeta.

Esto ya ha pasado al menos una vez. La razón más probable de que ya no veamos dinosaurios entre nosotros es que fueron barridos por un fenómeno de esta naturaleza. Donald Yeomans, de la NASA, dice: “Creemos que, en promedio, un acontecimiento como ese puede ocurrir cada millón de años”.

9. La presencia de la máquina

Para presentar nuestro próximo escenario regresamos a Holywood. Las películas de la serie Terminator nos entretienen con sus androides asesinos propios de un futuro en el que la guerra ha sido dejada en manos de máquinas superinteligentes. Muy bien, eso todavía no ha llegado, pero a medida que contamos con programas que incrementan la “inteligencia” de nuestras computadoras, aumentando cada año exponencialmente su capacidad, la posibilidad de que se conviertan en más listas que nosotros solo es una cuestión de tiempo.

Hoy día ya confiamos a las computadoras la gestión de los stocks de mercaderías, del aterrizaje de los aviones, la corrección de nuestros escritos, la búsqueda de los temas que nos interesan y el cálculo de la propina que dejamos en el restaurante. En su desarrollo, los robots tienen el mismo aspecto que nosotros, hablan como nosotros y, como nosotros, son capaces de reconocer los rasgos faciales. En la medida que les incorporamos los pensamientos y recuerdos que llevamos en nuestro disco rígido, es decir, nuestra “singularidad”, ¿cuánto tiempo falta para que nos suplanten?, ¿cuánto falta para que esas máquinas tengan su propia conciencia?

Ray Kurzwell, escritor interesado por la futurología, cree que hacia 2029 los ordenadores serán tan inteligentes como nosotros y que en 2045 serán muchísimo más inteligentes que los seres humanos. Y entonces, ¿qué? ¿Podrían decidir que ya no nos necesitan? También puede suceder que seamos nosotros quienes decidamos. Parece demasiada anticipación, pero hay personas muy inteligentes que se mueven es este escenario; personas como el genial físico Stephen Hawking, que dice: “El peligro de que [los super-ordenadores] puedan desarrollar inteligencia es real”.

10. El apocalipsis de los zombis

Lo sé. Dije que los zombis no existen. Pero hay un parásito llamado Toxoplasma gondii. Este pequeño bichejo infecta a las ratas, pero solo es capaz de reproducirse en los intestinos de los gatos, entonces ha desarrollado un ingenioso ardid y tomado el control del cerebro de la rata para obligarla a moverse cerca de un gato. Naturalmente, el gato se come a la rata y se siente feliz. El parásito también se siente feliz porque consigue reproducirse en el intestino del gato. ¿Y la rata? La rata no se siente tan feliz, como es de suponer.

¿Por qué tendríamos que preocuparnos por la felicidad de las ratas? Porque, en realidad, las ratas y los seres humanos son muy similares, y esta es la razón por la cual utilizamos ratas para los experimentos médicos. Y los seres humanos se infectan con el Toxoplasma gondii. De hecho, la mitad de la población de la Tierra está infectada con este parásito.

Pero sucede que el Toxoplasma gondii no afecta a los seres humanos como afecta a la rata. Pero, ¿y si le afectara?; los virus mutan. En los laboratorios de armas biológicas se manipulan virus. De pronto, la mitad de la población no sería inmune a ellos. La mitad de la población infectada e incapaz de pensar racionalmente. De pronto, algo muy similar a lo de los zombis. “No; es imposible que pase”, nos decimos. Pero, ¿y si pasara?