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La Cuaresma y su significado en tiempos de pandemia.


La Cuaresma y su significado en tiempos de pandemia.

Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +

 El pasado miércoles 17 de febrero, celebramos el “miércoles de ceniza” día en que los sacerdotes hacen una señal de la cruz en la frente de los demás oficiantes y de los fieles con la ceniza, mientras recita sobre cada uno la antigua fórmula litúrgica: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”.

El “miércoles de ceniza”, da paso a uno de los períodos más importante en la vida de la Iglesia, extendida por todo el mundo: A La Cuaresma.  Etimológicamente la palabra cuaresma viene del latín tardío “cuadragésimo día”; por la duración de este período y se sitúa en las ocho semanas anteriores a la festividad de la Pascua.  Es una época para la observancia del ayuno voluntario u otras formas de autonegación y hace hincapié en la penitencia es un tiempo para la santificación del alma y preparación para la aceptación de la salvación.  La obligatoriedad es solamente para el día Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

Para los días de la pasión y resurrección de nuestro Señor, y se hizo costumbre en la Iglesia prepararse para ellos por medio de una estación de penitencia y ayuno. Un tiempo para el recogimiento y ascetismo espiritual, tiempo del silencio, del distanciamiento y sobre todo de autonegación, de considerar seriamente la Palabra del Señor en nuestras vidas buscando y comprometiéndonos con el evangelio del Señor.  No olvidemos que también fue la época litúrgica en la que cuantos se habían separado del cuerpo de los fieles, a causa de pecados notorios, eran reconciliados mediante la penitencia y el perdón, y eran restaurados a la comunión de la Iglesia.  De este modo, se recordaba a toda la congregación el mensaje de perdón y absolución proclamado en el Evangelio de nuestro Salvador, y la necesidad constante de todo cristiano de renovar su arrepentimiento y su fe (Texto este último tomado del Ritual para el miércoles de ceniza).

El propósito final de toda esta preparación era la de una renovación espiritual de nuestros votos hechos a Dios ese día de nuestro bautismo y que seguramente hemos olvidamos con el pasar del tiempo.  Era asumir un compromiso con los valores primigenios de la fe cristiana como son el ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón, y el amor, virtudes estas, que los hoy día apenas consideramos importantes.  Estas virtudes cristianas, que son don de Dios, es lo que producirá en nosotros la santidad deseada ante Dios y el mundo.

Una verdadera práctica espiritual en y desde la Cuaresma, permitirá en nosotros tener un carácter y voluntad en mantenernos fieles a la enseñanza y comunión con Dios y su Iglesia, en la partición del pan y en las oraciones.  Nos fortalecerá para que no caigamos en situaciones de pecado, pero si así pasara, nos dará Dios las herramientas para arrepentirnos y volver a sus caminos.  Fruto de esta Cuaresma, debemos salir fortalecidos para seguir proclamando las buenas nuevas de Dios en Cristo, buscando y sirviendo a Cristo en todas las personas como nos lo enseña la recta doctrina de la Iglesia, con amor a nuestros hermanos de la única casa común el planeta tierra.  Resultado final de toda la espiritualidad cristiana que se espera de esta cuaresma es mantenernos en esa lucha diaria y constante por la justicia y ese compromiso por ser seres de paz entre todos los hombres respetando la dignidad humana.  Eso es el fruto de la una buena celebración cuaresmal.

Eso solo lo podremos conseguir, si la gracia de Dios habita en cada uno de nosotros.  Esa gracia que estando en nosotros ha limpiado nuestras vidas de toda falta y nos presenta ante Dios Padre Justificados, pero que a su vez tiene esa gran cualidad de hacernos diferentes, como si hubiésemos recuperado nuestro estado original, iluminando nuestras mentes y avivando nuestros corazones haciéndonos seres con fuerza de voluntad para cumplir con la voluntad del Padre Dios. Nuestra vida diaria será signo sacramental de la presencia de Jesús en nosotros para los hombres y mujeres necesitadas de su gracia.

En esta época de Pandemia, que nos ha sumergido en el distanciamiento, obligatorio y sin deseo de parte nuestra, aprovechemos la Cuaresma para combinar todo lo que le está sucediendo a toda la humanidad y hágamos un alto.  Un alto en nuestro proceder diario, en nuestras acciones interpersonales, en nuestra forma de ser sociedad, revisemos nuestros valores culturales, sociales y religiosos. Busquemos en oración y meditación profunda un nuevo modelo socio político y económico más acorde con la voluntad de Dios, que nos lleve a todos los que sufrimos por la pandemia el luto y el dolor a mantener la verdadera esperanza del cristiano que es Jesús Resucitado. 

Sacerdote

Patrón civilizatorio determinado


"Si la crisis civilizatoria es el resultado de la expansión de un solo patrón civilizatorio determinado –y determinante–, la humanidad precisa alejarse de este patrón único para incorporar la diversidad y multiplicidad de culturas, de formas de conocer, pensar y vivir, dentro del conjunto de las redes de la vida". 

Miriam Lang (2019). Desarrollo Non Sancto, p. 81

Una nueva forma política de sociedad



“Estamos ante una nueva forma política de sociedad cuya especificidad proviene de la articulación entre dos tradiciones diferentes. Por un lado tenemos la tradición liberal constituida por el Estado de Derecho, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la libertad individual; por otro, la tradición democrática cuyas ideas principales son las de igualdad, identidad entre gobernantes y gobernados y soberanía popular. No existe una relación necesaria entre estas dos tradiciones distintas, sino sólo una articulación histórica contingente [...] No olvidemos que, aunque hoy tendemos a dar por sentado el vínculo entre el liberalismo y la democracia, su unión, lejos de ser un proceso suave, fue el resultado de amargas luchas”.

Mientras «pueblo» remite a una continuidad histórica, «ciudadano» hace referencia a aquellos que son «citados» a comprometerse por el bien común, y aclara [el Papa] Francisco que «[c]iudadano no es el sujeto tomado individualmente como lo presentaban los liberales clásicos ni un grupo de personas amontonadas, lo que en filosofía se llama ‘la unidad de acumulación’». De ese modo, pone en relación los conceptos de ciudadano y pueblo: «El desafío de la identidad de una persona como ciudadano se da directamente proporcional a la medida en que él viva su pertenencia. ¿A quién? Al pueblo del que nace y vive», y agrega: «Necesitamos constituirnos ciudadanos en el seno de un pueblo» [...] De este modo [...], «el único sujeto y agente de la historia humana es el pueblo, y el pueblo está vinculado a la historia de la salvación, ya que los signos de los tiempos se hacen presentes en sus acontecimientos».

Emilce Cuda (2013). ‘Teología y Política En El Discurso Del Papa Francisco. ¿Dónde Está El Pueblo?’ Nueva Sociedad | Democracia y política en América Latina

 

¿La igualdad de oportunidades como base de un proyecto socio-ecológicamente emancipatorio?

La imagen de la “carrera” por adelantar a los competidores es una metáfora común en la sociedad de mercado actual. En clave de esta metáfora, el ideal de justicia que presenta el discurso de igualdad de oportunidades se traduce más o menos así: quien corre rápido más rápido es un pionero, un modelo a seguir, a quien hay que admirar y proteger. Quien patina lento es un rezagado a quien tenemos la obligación moral de socorrer para que pueda participar en mejores condiciones de la carrera. A la luz de la teoría de la aceleración social des-sincronizada de Hartmut Rosa, ¿qué crítica se podría hacer al ideal de justicia representado por el discurso de igualdad de oportunidades?




 Una economía política de la transformación debe partir de la desactivación de lo que no queremos para dar cabida a lo nuevo. Una economía política de la transformación debe basarse en los principios de una destrucción creativa intencional. Para que se abra una nueva puerta hay que cerrar otra puerta. Si no se cierra la puerta del consumo excesivo basado en los fósiles, no se abrirá la puerta de un modelo económico sostenible. Daniel Hausknost, "Abordando la economía política del cambio transformador" 

Discurso en el Foro de Transformación del Desarrollo Sostenible de la ONU, 24 de octubre de 2019

Panamá: del agua y el poliedro


Panamá: del agua y el poliedro

Guillermo Castro H.





El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes,

donde cada punto es equidistante del centro

y no hay diferencias entre unos y otros.

El modelo es el poliedro,

que refleja la confluencia de todas las parcialidades

que en él conservan su originalidad.

Francisco[1]

 

El agua ha venido a convertirse en un asunto de primer orden al calor – es un decir – de la crisis ambiental. Esa transformación deja dos elementos en evidencia. En primer lugar, que el agua es un elemento natural muy abundante; en segundo, que es un recurso natural cada vez más escaso, si de demanda humana se trata. Distinguir y relacionar esos elementos entre sí facilita comprender el papel que desempeña el agua en nuestra relación con el entorno natural del que depende nuestra existencia.

El agua, en efecto, es un elemento clave en el metabolismo de la biosfera. En lo que nos toca, además, el agua desempeña un papel fundamental en el metabolismo entre toda sociedad y su entorno natural. Así, Nicolo Gligo y Morello resaltan la importancia de ese factor en nuestro desarrollo en su artículo “Notas sobre la historia ecológica de la América Latina”, publicado en 1980, considerado como un texto inaugural de la historia ambiental en nuestra América. Allí nos dicen que en la América anterior a la conquista europea, el desarrollo civilizatorio “se estructuró en torno del recurso básico del agua”, a partir de “dos tipos de civilizaciones hidráulicas: las que manejaron excedentes de agua en ambientes anegadizos[…] y las que regaron en ambiente árido, llamada andina.”[2]

La noción de “manejo” así empleada nos remite a rasgos específicos del papel del agua en nuestra relación con el entorno natural. Todos los seres vivientes, en efecto, usan el agua como elemento natural. La especie humana, sin embargo, la transforma en un recurso natural para su propia reproducción, lo cual incluye – entre otras cosas -, la acumulación y el traslado de ese recurso a donde lo requieran los procesos de producción que esa reproducción demanda.

En este sentido, el agua tiene una historia natural como tiene una historia social. La síntesis de ambas constituye su historia ambiental. Así, el historiador norteamericano Donald Worster, en su artíuclo “El agua en la historia moderna”[3], se refiere al papel de la gestión del agua en la producción de su propio ambiente por los seres humanos, en el marco del proceso de formación y expansión del mercado mundial.

En el curso de ese proceso se formó, dice Worster, “una cofradía de ingenieros”, a partir de la experiencia ganada por los países que hoy llamamos desarrollados en el desarrollo de infraestructuras de  gran escala para la gestión centralizada del agua en sus posesiones coloniales, y en sus propios territorios. De esa experiencia, agrega, “los ingenieros del agua aprendieron […] la absoluta necesidad de un gobierno central que planificara y manejara la propiedad del agua. La conquista [del agua] demandaba el compromiso del Estado, su dinero, su autoridad, su poder burocrático.” (2001:65)

La construcción del Canal de Panamá por el Estado norteamericano entre 1904 y 1914 desempeñó un importante papel en ese aprendizaje. Los ingenieros a cargo de la tarea aprovecharon y enriquecieron lo aprendido por los ingleses en la India y los franceses en Suez, y de los errores cometidos por estos en Panamá en la década de 1880.

Dicho en breve, la abundancia de agua en la región escogida para construir el canal había sido un obstáculo frecuente para el tránsito interoceánico por tierra. Sin embargo, la construcción del canal de esclusas convirtió el poder destructivo del agua del río Chagres como elemento natural en la capacidad productiva del agua transformada en recurso mediante la construcción de los lagos artificiales de Gatún y Miraflores, en las vertientes Atlántica y Pacífica del Istmo.

En este caso, además, la construcción estuvo a cargo de una empresa estatal, cuya autoridad fue preservade mediante la creación de una Zona del Canal cuyo control conservaría el Estado norteamericano hasta la ejecución del Tratado Torrijos-Carter entre 1979 y 1999. Así, la cultura del agua generada por la construcción y operación del Canal – una auténtica cultura hidráulica de corte autoritario, para utilizar la expresión de Karl Wittfogel -[4] quedó constreñida a la Zona, mientras en el resto del territorio persistió una pluvicultura más que milenaria.

De allí resultó un conflicto básico entre un enclave hidráulico inserto en una sociedad pluvícola o, si se quiere entre una extrema centralización y una tendencia constante a la fragmentación del control. A partir de la la década de 1970, la construcción hidroeléctricas ha dado lugar a la formación de nuevos enclaves de cultura hidráulica, en constante conflicto con comunidades campesinas e indígenas de carácter pluvicultural.

Ese proceso, además, se ha extendido a las principales ciudades del país, en las que predomina un bajo nivel de participación social en la gestión del agua recurso, mientras el agua como elemento a menudo es vista como fuente de riesgos de inundación o contaminación. Todo esto se agrava ante una creciente incertidumbre ante efectos del cambio climático y problemas de adaptación al mismo a través de la mitigación de sus efectos.

En todo el país se está a la espera de lo que haga al respecto un Estado de gran resistencia al cambio, a través de gobiernos que se relevan cada cinco años. Sin embargo, el problema del agua es ambiental en su sentido abstracto, científico, pero en su práctica concreta es un problema de ecología política, esto es, de grupos sociales distintos que aspiran a hacer usos mutuamente excluyentes de un mismo recurso.

Panamá necesita como nunca antes crear las condiciones sociales y políticas necesarias para vincular ciencia y experiencia en la gestión del elemento agua de un modo que garantice la producción del agua como recurso. Un objetivo así demanda fomentar el patrimonio natural de la sociedad mediante el fomento de su patrimonio cultural y sus capacidades para la participación de todos en la gestión del recurso de todos.

En verdad, si se desea una ambiente distinto, es necesario crear una sociedad diferente. Para este caso, como para la crisis ambiental toda, esa sociedad será diferente – entre otras cosas – en la medida en que sea poliédrica y no esférica en su visión del mundo, y en su modo de ejercer en la práctica esa visión, con todos y para el bien de todos.

Alto Boquete, Panamá, 18 de marzo de 2021

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[1] Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 236. Del Santo Padre Francisco a los Presbíteros y Diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. Tipografía Vaticana, 2013.

 [2] Estilos de Desarrollo y Medio Ambiente en la América Latina. Selección de Osvaldo Sunkel y Nicolo Gligo. Fondo de Cultura Económica, México, 1980. Dos tomos. I:129.

[3] Cuadernos Nacionales. Segunda Época, No. 2. Universidad de Panamá, Instituto de Estudios Nacionales, 2001: 59-75.

[4] “The Hydraulic Civilizations”, 1956, en Man’s Role in Changing the Face of the Earth, The University of Chicago Press, 1967. Traducción de Guillermo Castro H. Para Wittfogel la cultura hidráulica corresponde a un tipo de sociedad cuya existencia depende de la gestión del agua a gran escala en territorios muy amplios, lo que a su vez genera un Estado altamente centralizado, burocratizado y despótico, como lo fue el de la Zona del Canal. Esa cultura, por otra parte, se expande más allá de las áreas de control hidráulico directo.

LA MEDIACIÒN FAMILIAR Y SUS BENEFICIOS

LA MEDIACIÒN FAMILIAR Y SUS BENEFICIOS

Por la Mgtr. Indira Medina

La forma voluntaria de resolver las tensiones o los conflictos familiares con la intervención de una persona mediadora que ayude a la familia dialogar y alcanzar sus propios acuerdos”.

Principalmente, es una forma de “vivir” y entender el modo en que nos relacionamos con los otros.

El fin de la mediación es prevenir, minimizar o resolver los conflictos familiares, como los problemas de relación entre los miembros de la familia especialmente entre padres e hijos adolescentes, las desavenencias derivadas de la ruptura, la separación o el divorcio de la pareja, las dificultades originadas por el cuidado de los familiares mayores o con discapacidad, los desacuerdos por herencia o empresa familiar u otros conflictos.

Beneficios de la Mediación: la Mediación Familiar nos ofrece esa gran oportunidad, porque al ser la familia un sistema, el que todos nos sintamos ganadores tras un conflicto nos ayudará a seguir creciendo como personas y nos permitirán fortalecer en la red familiar, si hemos sabido tejer la positivamente.

La mediación es un proceso estructurado, pero flexible, que se realiza a lo largo de varias sesiones donde las personas, con ayuda del mediador, pueden dialogar y entenderse y si quieren llegar a acuerdos.

Es posible que se pregunte porque va a interesarle la mediación?. Por lo que sugerimos recuerde si se ha encontrado usted en alguna de las situaciones que se describen a continuación:

 Cada vez tenemos más dificultades en la relación con nuestro hijo adolescente, la comunicación con él no es fácil, nos cuesta entenderle y hacer que respete las normas de casa;

 Desde que nuestra madre murió, los hermanos estamos muy distanciados, primero porque el tema de la herencia no lo hemos resuelto a satisfacción de todos y, además, ahora nos cuesta ponernos de acuerdo en qué hacer con nuestro padre;

 Nuestro matrimonio ya no funciona y nuestros continuos enfados están haciendo daño a los niños. Queremos separarnos, pero antes de ir al juzgado, nos gustaría ver si podemos hablar tranquilamente y tomar algunas decisiones;

 En la empresa familiar todos tenemos un papel, pero no hay manera de que lleguemos a acuerdos a cosas que antes, cuando vivía mi padre, estaban claras;

 Mi mujer no entiende que no puede dejar que nuestros hijos se salgan siempre con la suya, les están maleducando, pero ella dice que la cuestiono.  La verdad es que no nos ponemos de acuerdos sobre cómo deben educarlos;

 Es la madre de mis hijos, pero tras el divorcio, apenas nos comunicamos y los niños tienen dobles mensajes. Eso no es bueno para ellos. Deberíamos llegar a acuerdos, pero;

 Llevamos más tiempo del que puedo recordar peleando en el Juzgado, cada vez me siento peor, y veo que el tema tiene mala solución de seguir así;

 Tiene que haber otra vía mejor para tomar decisiones.

La mediación es un modo pacífico de gestionar y solucionar los conflictos que está cobrando cada vez más importancia. Esto no se debe al hecho de que los problemas en las familias puedan haber aumentado o ser más complejos, sino, principalmente, a las grandes ventajas que presenta la mediación para cuidar las relaciones familiares, aún en los momentos difíciles.

La mediación se basa en la idea de cooperación y no en la de enfrentamiento. Pretende que a las personas podamos comunicarnos desde el respeto y hacer del dialogo el cauce para manifestar nuestras necesidades e intereses. En todo este proceso, la persona mediadora será quien nos ayude a ir deshaciendo los nudos en los que, a menudo, nos enredamos cuando tenemos una disputa.

A través de las diferentes conversaciones mantenidas, las personas con la ayuda del mediador, pueden tratar los temas que les preocupan, manifestar sus sentimientos, emocionarse cuando lo necesiten, ser escuchados por la otra parte en discordia, y decir lo que se siente y piensa respecto del tema.

En nuestras familias a veces nos quejamos de que no hay tiempo o no encontramos el momento idóneo para sentarnos y dialogar, con calma, sobre los temas que interesan a todos. Para poder entablar un verdadero dialogo, hace falta abrir un buen espacio en el propio tiempo para, simplemente, ponerse en actitud de escucha.

Esta es la experiencia que augura un futuro prometedor para este sistema de gestión de conflictos que se enmarca en la cultura de paz.

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Acerca de la Licenciada Indira Medina.  Nació el 28 de noviembre de 1974 en la ciudad de Panamá, criada en el Distrito de La Chorrera.  Madre, profesional, docente y emprendedora.