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Equilibrio en la Casa Común: Orientaciones post-pandemia desde el buen vivir indígena.

José Fitzgerald, cm

aelapi.org / 31-08-2020

Cuando un rayo cae cerca de una casa ngäbe, la tradición exige convocar la danza tradicional “jegi” por un periodo de cuatro días. La danza involucra a todos los invitados, conectados brazo a hombro en largas colas, siguiendo los pasos guiados por la maraca y los cantos sagrados. En unos de los mitos antiguos que explica el orden cósmico ngäbe, el rayo es un gemelo que subió al cielo, mientras que su hermana, convertida en dragón, fue al mar. La danza en este momento tiene el propósito de “regañar” al rayo, para que él sepa que no es bienvenido cerca del lugar de convivencia familiar y sería mejor caer donde su hermana en el mar. La danza sagrada sirve para restaurar el orden cósmico, donde todos los seres tienen su lugar y función.

Existen muchos ejemplos ngäbe que se enfocan en mantener el equilibro natural: los ciclos de la tierra –sembrar, cuidar y cosechar– están acompañados por ritos y prácticas que reconocen el orden puesto por Ngöbö (Dios); los “dängien” o guardianes de las varias especies las protegen y envían mensajes a los seres humanos cuando sobrepasan el punto apropiado en la casa o pesca.

Una anciana ngäbe, al hablar de la importancia de ser humildes frente al misterio de Dios manifestado en su creación y de nuestra responsabilidad de mantener el equilibrio natural, dijo que “No debemos cambiar lo que Dios ha hecho. Debemos dejar la creación como es, no hacer cambios grandes. A veces tenemos que tumbar monte, pero eso es para sembrar, para sobrevivir.” Los ngäbe, como otros pueblos indígenas, han mantenido prácticas de reciprocidad por milenios, donde se entiende que cada acción incita consecuencias y que nos corresponde entender nuestro lugar y responsabilidad en el plan del Creador, participantes activos en la creación perpetua

La pandemia y el desequilibrio natural   


La pandemia actual debe provocar en la familia humana una profunda reflexión sobre los errores históricos que han resultado en un mundo enfermo en muchas formas. Varios temas interrelacionados han surgido durante la pandemia: la desigualdad socio-económica, fragilidad laboral para la clase trabajadora, debilidades de los políticos sanitarios de los Estados y el racismo sistémico que ha resultado en altas cifras de mortalidad entre las minorías y etnias.

En esta reflexión, quiero enfocarme en lo ecológico: la conexión entre la pandemia y la destrucción de nuestra Casa Común, además de la forma en que los pueblos del Buen Vivir como los ngäbe nos pueden guiar en el camino post-pandemia, para que no continuemos llevando el planeta Tierra y todos sus habitantes hacia la destrucción.

Hemos visto por las noticias internacionales y por las redes sociales las imágenes de lugares en el mundo donde el medio ambiente ha mejorado por la disminución de turismo, tráfico e industria durante la pandemia. Nos llama la atención ver aguas cristalinas en ríos y canales por primera vez en décadas, fotos satelitales de ciudades libres de contaminación o animales silvestres con plena confianza de entrar en zonas urbanas. Son imágenes que señalan el desequilibro natural que un mundo indiferente ha aceptado en los procesos de industrialización. Sin embargo, pueden también ser signos de esperanza, ejemplos de la posible restauración del planeta si nos comprometemos a hacerla juntos como familia humana.

El modelo de “progreso” actual en una gran parte del mundo provoca fuertes intervenciones extractivas y productivas, las cuales resultan en la destrucción de ecosistemas enteros. Esta realidad está íntimamente conectada con la pandemia que sufrimos en este momento. En una forma científica, se está investigando el origen puntual del nuevo coronavirus, posiblemente de un murciélago, etc. No obstante, los animales y la naturaleza en sí no nos amenazan, sin embargo, son nuestras intervenciones desarrollistas las que destruyen ecosistemas completos, resultando en amenazas y consecuencias como pandemias. La continua destrucción de ecosistemas promete más pandemias globales.

La relativamente nueva disciplina de “Salud Planetaria” se enfoca en la relación entre la salud humana y la integridad de los ecosistemas, realidades inseparables, pero no muy considerada en el modelo político-económico neoliberal. No hemos sido capaces como comunidad global de imaginar un modelo socio-económico cíclico, ecológico y solidario en lugar del modelo dominante a base de extracción, producción, consumo y descarte. La relación directa entre la pandemia y la destrucción ambiental común en las sociedades “desarrolladas” no está siendo tomada en cuenta por los gobernantes y grandes empresarios, que ignoran las evidencias del impacto humano en la degradación ambiental e intentan forzar a toda costa una “reactivación” de la misma economía capitalista salvaje que trata la naturaleza como “bienes del mercado”.

Orientaciones desde el Buen Vivir indígena  

El modelo actual y las decisiones político-empresariales que protege el modelo, están basadas en una visión que mantiene al ser humano “afuera” de la creación y con poca posibilidad de interactuar con ella en forma responsable. Hemos perdido nuestro lugar e identidad en la Casa Común, convencidos que podemos ocupar el puesto de creador en lugar de los creados. Frente a este pensamiento erróneo, los pueblos indígenas nos enseñan que toda la creación de Dios es una red de vida que nos incluye a nosotros. Los ngäbe, por su parte, nos ubican en el “Ju Ngöbögwe”, la casa de Dios, que es toda la creación y el cosmos.

Durante las últimas décadas, la iglesia católica ha empezado a prestar atención a las cosmovisiones, sabidurías y prácticas indígenas, especialmente respecto a la relación con la creación. Las recientes expresiones de la iglesia, aunque han tardado en reconocerlo, proponen una relación íntima del ser humano con toda la creación, afirmando que “para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres” (Laudato Si’ 220). La exhortación apostólica Querida Amazonia afirma que “el cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables, esto se vuelve particularmente significativo allí donde ´la selva no es un recurso para explotar, es un ser, o varios seres con quienes relacionarse´” (42). Por cierto, es un lenguaje lejos de “dominio sobre” la naturaleza en servicio del hombre, la cual ha dominado el concepto cristiano de la relación ser humano-creación por muchos siglos.

El Buen Vivir indígena, que no se orienta en la competencia salvaje y la acumulación de bienes, enseña al mundo occidental que existen alternativas al supuesto “progreso” o desarrollo. Dando resumen al concepto de Buen Vivir en Querida Amazonía, Francisco dice que los indígenas “saben ser felices con poco, disfrutan los pequeños dones de Dios sin acumular tantas cosas, no destruyen sin necesidad, cuidan los ecosistemas y reconocen que la tierra, al mismo tiempo que se ofrece para sostener su vida, como una fuente generosa, tiene un sentido materno que despierta respetuosa ternura.

”Los pueblos originarios expresan la auténtica calidad de vida en “una armonía personal, familiar, comunitaria y cósmica, y que se expresa en su modo comunitario de pensar la existencia, en la capacidad de encontrar gozo y plenitud en medio de una vida austera y sencilla, así como en el cuidado responsable de la naturaleza que preserva los recursos para las siguientes generaciones” (QA 71).

Es considerable que el pueblo ngäbe, después de varias décadas de lucha en contra de megaproyectos en sus territorios (minería, represas), logró en 2012 una ley de protección ambiental para su territorio, que, entre otros aspectos, prohíbe rotundamente la minería metálica. Las promesas de riqueza y supuesto “desarrollo” por parte de los gobiernos de turno y las empresas transnacionales no convencieron a los ngäbe de permitir la destrucción masiva de sus territorios, la cual resultaría en la destrucción también de sus prácticas de armonía con la Madre Tierra, la familia humana y Dios.

Hacia el otro mundo posible


La pandemia muestra las raíces de una crisis que es esencialmente una crisis de vida. Ha tenido el efecto no esperado de forzarnos a reevaluar lo esencial para vivir dignamente como personas y pueblos. Además, en medio de la tristeza de esta crisis, hemos sido testigos de la gran capacidad de los seres humanos en hacer sacrificios para el bien de los demás. Aunque hay ejemplos de egoísmo en algunos ambientes, muchas personas de las poblaciones de los varios países han sido capaces de hacer sacrificios, cambiar por completo su modo de vida y actividad diaria para el bien del otro, especialmente los más vulnerables. Nos muestra la capacidad de la humanidad cambiar e implementar un modelo distinto frente de una amenaza inminente.

La gran tarea, entonces, será convertir el espíritu de solidaridad y la disponibilidad de sacrificar para el bien de los demás, en prácticas permanentes para confrontar el cambio climático y la degradación ambiental en general, planeando un nuevo estilo de vida humana y una renovada relación con la Madre Tierra. Si queremos evitar más pandemias, tenemos que tomar muy en serio nuestro lugar y papel en el cuidado de la Casa Común y comprometernos a no regresar a la vida “normal” post-pandemia. Podemos iniciar este cambio con una nueva visión de la integridad de toda la creación y nuestra responsabilidad en mantenerla; aceptar que todo está relacionado e interconectado. Eso nos puede abrir un nuevo amanecer donde los ecosistemas sean respetados en su propia integridad, ya que cada creatura es importante en el plan del Creador.

Ojalá que las aguas cristalinas de los ríos y el aire puro en las ciudades no sea solamente efectos temporales de una crisis sanitaria, sino que se conviertan en el nuevo estándar de convivencia en la danza sagrada de la creación perpetua, un momento importante de cambio de rumbo de una humanidad capaz de aprender de los pueblos indígenas que un “otro mundo es posible.”

* Francisco. (2020). Exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia. Vaticano.

* Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato Si’: Sobre el cuidado de la Casa Común. Vaticano.

José Fitzgerald, CM es sacerdote de la Congregación de San Vicente de Paul. Tiene un doctorado en teología de la Universidad Pontificia Bolivariana y es autor del libro Danzar en la casa de Ngöbö: Resiliencia de la Vida Plena Ngäbe frente al neoliberalismo (Editorial Abya Yala 2019). Ha trabajado con los indígenas ngäbe, en Panamá, desde 2005.

 

Banalizar todo para que nada cambie...

Juan Jované

9 de septiembre de 2020


El comunicado del grupo Repensar Panamá del 28 de agosto, que aborda el tema de la planificación estratégica, sigue las pautas de sus propuestas previas, en las que, bajo la cubierta de posiciones progresistas, aparece una visión banal, incapaz de servir de base para una real transformación del país.

Lo primero que llama la atención del documento es que el mismo se refiere “al modelo de crecimiento y desarrollo”, expresión que contiene una contradicción. La diferencia entre crecimiento y desarrollo es bien conocida. Como bien lo señala Herman Daly, el economista ícono del enfoque de la Economía Ecológica, crecimiento es producir cada vez más, sin tener preocupación por el progresivo impacto sobre la naturaleza y la distribución del ingreso, mientras que desarrollo es el incremento de la calidad de vida de la población, asegurando la sostenibilidad ambiental y una distribución equitativa del ingreso. Sin embargo, este es apenas una peccata minuta del documento.

Más adelante Repensar Panamá se plantea que la problemática del país se debe simplemente a la “falta de racionalidad y coherencia para alcanzar el desarrollo sostenible”. En esta frase se oculta un hecho importante. No es cierto que la política económica del país no tenga una racionalidad y una coherencia, éstas sí han estado presentes, pero se trata de la visión perversa que sobre estas tiene el proyecto neoliberal que se ha venido aplicando sistemáticamente en el país. ¿Se trata de desconocimiento o de un intento de no molestar a algunos de los miembros del grupo? No se puede hacer planificación estratégica desfigurando el diagnóstico del modelo imperante.

En lo que sigue del comunicado bajo análisis intenta producir una especie imagen objetivo progresista, la cual, sin embargo, carece en varios de sus lugares de una precisión de la realidad. Por ejemplo, se habla de una “gestión tributaria equitativa”, la que “minimice la evasión”, obviando señalar quién es el sujeto principal de ésta. Se puede demostrar estadísticamente que la evasión generada por el sector corporativo alcanza anualmente al 7.9% del PIB.

Tampoco, por razones obvias, se menciona la evasión patronal de las cuotas de la seguridad social, que mantiene a cerca de 93,000 trabajadoras y trabajadores en condiciones de informalidad, pese a que trabajan en empresas del sector formal. A todo esto, se debe agregar que cuando se habla de un sistema tributario que “estimule la inversión”, se está haciendo referencia al enfoque de la llamada “Economía del Lado de la Oferta”, que tiene como base la desacreditada Curva de Laffer, la cual propone una reducción de los impuestos para estimular el ahorro y la inversión. Esta es la doctrina favorita de Donald Trump.

En un reciente libro (“What’s Wrong With Economics?”), Rober Skildelsky, el biógrafo más reconocido de John Maynard Keynes, advierte que entre los errores fundamentales de los economistas neoclásicos está la ausencia del tema del poder en sus análisis. Con esto se oculta la realidad de quiénes son los grupos sociales que diseñan la política económica y las instituciones para favorecer sus intereses. Es evidente que el comunicado de Repensar Panamá cae en ese “error”, ya que nunca menciona cuáles son los grupos de poder que construyeron y mantienen el actual modelo socioeconómico del país.

Es una posición que anula el proceso de construir una estrategia alternativa viable. Como lo ha señalado Carlos Matus la posibilidad de implementar una estrategia pasa por “identificar los grupos sociales que respaldarían la imagen futura de la sociedad”. Seguramente entre estos no están los sectores económicamente dominantes del país que se benefician del modelo neoliberal-transitista.

La tarea principal es la concienciación y organización de la población. Cualquier diálogo sin cumplirla solo llevará a la frustración.

La Supervivencia de la democracia está en juego

Noam Chomsky

Entrevista Bernarda Llorente

rebelión.org | 15/09/2020 | 

 

El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al mundo, sostiene que estamos ante una confluencia crítica generada por el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear: la evolución de ese panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que define en una entrevista exclusiva con la presidenta de Télam como «las más importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad».


A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como «El nuevo orden mundial (y el viejo)» o «Poder y terror» mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo de más de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos con intervenciones públicas que le han valido represalias de los sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald Reagan.


Acusado a veces de «antiamericano» por la dureza de sus críticas, Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al actual presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam, vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como «una especie de dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de corrupción».

Entrevista

Dr. Chomsky, mientras una parte importante de la humanidad pareciera centrada en el impacto del Coronavirus y sus consecuencias, usted redobla la apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra especie humana es lo que verdaderamente está en peligro.

Debemos reconocer que este es un momento histórico notable. Estamos en medio de una confluencia de crisis existenciales: la de la catástrofe medioambiental, la de la guerra nuclear, la crisis del deterioro de la democracia, que es el único medio para combatir estas crisis. Y, además, las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular -del que saldremos- tendrá un costo innecesario, terrible. Pero no será el último. Hemos tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas epidemias de coronavirus que hemos vivido lograron contenerse. El ébola, por ejemplo, fue altamente letal pero no demasiado contagioso. El SARS es muy contagioso, pero no muy letal. La próxima pandemia que se presente podría ser ambas: altamente contagiosa y altamente letal. Entonces nos enfrentaremos a algo así como la peste negra del siglo XIV. Podemos prevenirlo, pero hay que hacerlo.

¿Por qué tenemos una pandemia hoy?


Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de SARS en 2003, un virus muy similar. Los científicos advirtieron que vendrían otros, que debíamos prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los virus, planificar cómo desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de prevención de pandemias. Todo está bastante claro. Pero no basta con tener la información, alguien tiene que hacerlo. Las grandes empresas farmacéuticas tienen los recursos, los laboratorios, etc. No lo hacen, sin embargo, porque hay algo que se llama capitalismo. El capitalismo dicta que siempre intentes aumentar tus ganancias. No gastas dinero en algo que podría suceder dentro de diez años y en lo que no se ganará mucho dinero, de todos modos. Tienes la vacuna, la gente la usa, se acabó. Las compañías farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir vendiendo mañana.

¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el Estado retome su protagonismo?

El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios maravillosos, pero no puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo. Como lo expresó Ronald Reagan en su discurso inaugural, “el gobierno es el problema, no la solución”. Esto significa que las decisiones tienen que pasar de las manos del gobierno al poder privado. ¿La razón? Ellos creen que el gobierno es una institución defectuosa porque responde a la población, al menos en parte, y ese es un problema grave. No podemos permitirlo. Por tanto, para ellos es necesario trasladar las decisiones a tiranías privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama “libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo. Volviendo a la pandemia, significa que el gobierno no pudo intervenir, porque nunca pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para desarrollar la vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.

¿Se refiere a las políticas del presidente Obama y su propuesta de seguro médico? ¿Cuánto devastó Trump de ese legado?

La administración Obama puso en funcionamiento un plan de respuesta ante una pandemia que era bastante esperable que estallara. Hubo investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses y chinos para tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar secuenciar los genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver qué pasaría si el virus se propagaba. Todas estas iniciativas sucedieron hasta enero de 2017. Si bien no eran suficientes, al menos eran algo.

A los primeros días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos los años ha intentado retirar los fondos. La última vez fue en febrero de 2020. Cuando la pandemia se desata, el presidente recorta los gastos relacionadas con la salud pública, incluidos los del Centro para el Control de Enfermedades. Como resultado, Estados Unidos estaba singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia. Ha habido todo tipo de incompetencia y malicia en relación a su manejo.

Lo que aparecen como serios desatinos del presidente Trump ha contado, en realidad, con respaldos institucionales sólidos.

El Congreso Republicano ha aprobado cientos de esfuerzos legislativos para acabar con la ley de atención asequible, la ley de Obama, y no dejar nada en su lugar. La ley algo avanzó. No se acerca a lo que tienen otros países, pero al menos fue un adelanto y quieren matarla, porque para ellos, no debería existir nada fuera del mercado. Si puedes sobrevivir bien o si no mal. Se llama “Libertario”, lo que es una broma de mal gusto. Es totalitaria. Te están diciendo que, si eres lo suficientemente rico para sobrevivir, genial; si no lo eres, mala suerte. Eso se está manifestando en la crisis del Covid-19. Hay mucha gente que se niega a hacerse la prueba porque es demasiado cara. Me refiero a que técnicamente el gobierno paga, pero luego la gente recibe copagos que su compañía de seguros no pagará. Los ciudadanos de los Estados Unidos son el cuatro por ciento de la población mundial y el 25 por ciento de los casos. No hay mejoría. De hecho, está empeorando. Yo no he salido de mi casa en cuatro meses.

¿Hay un momento en que estas ideas tomaron mayor fuerza?

Echa un vistazo a los hospitales, especialmente desde Reagan. Los programas neoliberales de Reagan fueron realmente duros con la población en general. Los hospitales funcionan con un modelo comercial, deben ser eficientes, solo tienen los recursos a utilizarse en una situación normal. Se asemejan a una línea de montaje en la empresa Ford Motors. Con los recursos justos. Cuando se presenta cualquier situación excepcional, el desastre es total. De hecho, este modelo de negocio reaganiano tuvo un efecto en todo el mundo. Esas son las batallas que se libran internamente en Estados Unidos, pero lo mismo está sucediendo en todas partes. Los movimientos populares están tratando de moverse hacia una sociedad viable y habitable. Y la pregunta es ¿quién va a ganar?

¿Cómo revertir algunas de estas políticas frente a tantas urgencias?

Por supuesto que es mucho lo que puede hacerse, pero hay que superar barreras serias. Hay que superar la lógica capitalista, hay que superar la plaga neoliberal y hay que superar el liderazgo malévolo; tres barreras principales. No va a ser fácil, pero no es imposible. Las otras crisis: calentamiento global, guerra nuclear, deterioro de la democracia, sabemos cómo afrontarlas y es imprescindible hacerlo. No queda mucho tiempo.

En este contexto, el resultado electoral del próximo 3 de noviembre, ¿puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas crisis que viene enumerando y describiendo?

Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí misma asombrosa. Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la humanidad y, de no se responderse pronto, podría significar el fin de la vida humana organizada en la Tierra. Se trata de la catástrofe medioambiental que se avecina. No está lejos, no se puede retrasar y debemos decidir si la vamos a enfrentar. Este es el tema principal que está en juego en la elección. El presidente Trump y su partido han dejado muy claro que quieren acelerar la carrera hacia el desastre.

Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente inviable, si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el único. La segunda cuestión crucial que enfrentan los seres humanos -y que tampoco se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear. Es muy alta, mayor que durante la Guerra Fría según los principales expertos en el tema, y sigue elevándose considerablemente. Tenemos que preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos. Qué clase de especie somos si no estamos dispuestos a parar estos desastres.

¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no sean la prioridad en la agenda política estadounidense?


Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en el mundo. Por otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales. Los empresarios estadounidenses tienen una elevada conciencia de clase. Son marxistas hasta la médula, en una especie de marxismo vulgar invertido. Libran conscientemente una guerra de clases, sin descanso, sin retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados.

Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten resolver estos temas porque para ellos no son un problema. La población lo quiere, pero cada vez que se hace algo las instituciones financieras vienen y lo aplastan. Bueno, ¿por qué deberían existir? ¿Por qué deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias en Estados Unidos en manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por la economía y probablemente la perjudican? ¿Por qué deberíamos tener una industria de combustibles fósiles, que cumplió su función en las primeras etapas del desarrollo capitalista, pero ahora es una institución que se dedica a matar personas y destruir la vida en la Tierra? ¿Por qué conservarla? ¿Por qué no hay un rechazo masivo? Ni siquiera sería tan caro actualmente con el precio del petróleo a la baja. Por mucho menos gasto del que se dedica a otras cosas, el gobierno podría acabar con la industria de los combustibles fósiles. ¿Por qué no tapar los pozos que tienen fugas de metano o avanzar hacia una energía sostenible? Son tareas factibles, pero antes que nada deben elevarse al nivel de conciencia.

En este sentido, se observa el surgimiento de nuevos tipos de activismo político sumados a las protestas masivas, con una intensa participación de los jóvenes, o fenómenos como el movimiento Black Lives Matter. ¿Qué significa la aparición de estos nuevos factores y actores en la política estadounidense?

Es muy significativo. Black Lives Matter después del asesinato de George Floyd no se parece a nada en la historia de Estados Unidos, literalmente. Nunca ha habido un movimiento social que se haya desarrollado a tal escala con un enorme respaldo popular. Dos tercios de la población lo apoyaron, eso es más que lo que Martin Luther King logró en pleno apogeo. Es solidaridad entre negros y blancos, marchando del brazo, buscando temas importantes que abordar; no solo los ataques policiales contra los negros -que ya es bastante escandaloso- sino también problemas mucho más profundos. Si bien es un cambio notable en la sociedad estadounidense no es un fenómeno aislado. Es uno de los muchos signos de una conciencia creciente acerca de los problemas más enraizados y complejos. Han transcurrido 400 años desde que trajeron esclavos a los Estados Unidos; 400 años de continua violencia y opresión sin tregua hasta el presente, con un lúgubre legado. Y finalmente se está considerando con bastante seriedad. Hace un par de meses el New York Times publicó una serie muy significativa llamada “1619” (fecha del comienzo del tráfico de esclavos), en la cual se exponía los crímenes atroces de la esclavitud y la post esclavitud hasta el presente. Hace unos años hubiera sido inimaginable, ni siquiera se le hubiera ocurrido a alguien hacerla.


¿Cuánto influye el racismo y antirracismo en las próximas elecciones del 3 de noviembre?

Está teniendo un efecto sustancial. Para la administración Trump, para el Partido Republicano, es la pieza absolutamente central de su campaña. Hacen hincapié abiertamente sobre la supremacía blanca. El tema central es mostrar una América cristiana blanca en peligro; mientras disminuye su número y crece sobre ella la amenaza de personas de color, de minorías, de sectores con ideas progresistas, hay que preservar la América cristiana supremacista, blanca y racista. Ese es el tema abierto de la campaña. Nunca ha existido nada parecido. He visto corrientes subterráneas de este tipo a lo largo de la historia de Estados Unidos, pero nada tan abiertamente racista. No es solo la campaña, son los tweets, los comentarios, cada declaración que está haciendo Trump es una incitación a la supremacía blanca, al odio blanco. Su base son ahora los evangélicos, ese 25 por ciento de la población que es republicana, rural, tradicional, conservadora, cristiana blanca.


Hoy se refleja en el clima social un nivel de polarización que no se veía desde hace décadas. Una parte importante esta movilizada con cuestionamientos profundos. ¿Las protestas pueden ser el motor del cambio?


Sí, es posible con un activismo popular comprometido. Es el tipo de cosas que se están viendo en las calles después del asesinato de Floyd. Ese tipo de movilización intergeneracional y multiétnica puede generar cambios. De hecho, ha llevado a todos los cambios positivos que han tenido lugar a lo largo de la historia: abolición de la esclavitud, derechos de la mujer, oposición a la agresión, lo que sea; siempre ha venido del mismo lugar y eso puede pasar ahora. Pero hay que hacerlo. Todo lo que hemos mencionado tiene soluciones que no son utópicas, están al alcance. Es necesario que alguien recoja la pelota y corra con ella. Algunas de las formas de hacerlo es manifestarse en las calles u ocupando oficinas del Congreso, como lo hizo el grupo de jóvenes Sunrise Movement con la oficina de Nancy Pelosi. Bueno, obtuvieron apoyo de los representantes jóvenes elegidos en la ola de Sanders, especialmente Alexandria Ocasio-Cortez, y se logró poner un New Deal Verde en la agenda legislativa por primera vez. Ese es un prerrequisito para la supervivencia, la enorme oposición en los centros de poder, la industria de combustibles fósiles, las industrias financieras, los bancos, etc. Es el tipo de cosas que ofrecen esperanza de una supervivencia y una vida digna. Se puede hacer, pero no ocurre por sí solo.


¿Cómo juega el Partido Demócrata en este nuevo escenario político y con un panorama electoral en el que lleva ventaja, pero puede ser imprevisible?


Los movimientos populares son tremendamente significativos, también al interior del Partido Demócrata. ¿Cuál se impondrá? El partido de la base popular, que es una especie de socialdemócrata, o el de los clintonistas, orientado hacia los donantes, particularmente los más ricos. La oposición demócrata está dividida entre estas dos tendencias y sus diferencias se plasman en muchos temas importantes. Uno, por ejemplo, el cambio climático. Joe Biden y Kamala Harris, los nominados a la presidencia y vicepresidencia, pedían el fin de los subsidios para las empresas de combustibles fósiles, demanda explicitada en la plataforma electoral de 2016. La idea de que el gobierno subsidie a las empresas que se comprometen a destruir la vida en la Tierra está más allá de las palabras. Y no solo en los Estados Unidos, sucede en todo el mundo. El Partido Demócrata, dirigido por burócratas seguidores de Clinton, la eliminó del programa, ante el riesgo de que estas empresas dejarán de contribuir a la campaña.


¿Cuán profundas son las diferencias entre el ala más “progresista” y la “burocracia recaudadora”, como usted llama a los seguidores de Clinton?


Echa un vistazo a la campaña de Sanders. Las posiciones de Bernie son condenadas en un espectro amplio, incluso por liberales que dicen: “son agradables, son buenas, pero el país no está preparado para ellas”. Repasemos el programa para el que el país “no está preparado”. Sanders tiene dos propuestas principales: una es la atención médica universal. ¿Se te ocurre algún país que no tenga salud universal? No, existe en todas partes. Entonces, lo que se afirma en todo el espectro mediático es que es demasiado radical decir que Estados Unidos podría llegar al nivel de cualquier otro país avanzado, incluso al de los países pobres. “Es imposible. No podemos llegar tan alto”.


El otro programa es la educación superior gratuita. Está en todas partes; en los países capitalistas más avanzados, aquellos con mayores récords y logros: Alemania, Finlandia, Francia, dondequiera que mires hay educación superior gratuita. Los países pobres también la tienen. Pero suena como algo demasiado radical para los estadounidenses. Para los clintonistas -burócratas, conservadores, preocupados por los donantes ricos – estas propuestas no se pueden permitir. Para la base popular son fundamentales; desean elevarse al nivel del resto del mundo.


Casi habiendo terminado su primer mandato, ¿Qué cree que ha significado la presidencia de Trump para la democracia estadounidense?


Abres los periódicos casi todos los días, por ejemplo, en el New York Times, y ves un titular que dice “¿Es este el fin de la democracia estadounidense?”, “¿Es esta la última elección estadounidense?”. No son teorías conspirativas marginales. La supervivencia de la democracia está en juego. La democracia no se basa solo en reglas y leyes. Se basa en la buena fe y la confianza. La democracia moderna más antigua, Gran Bretaña, tiene 350 años, su constitución se puede escribir en una pequeña tarjeta, es una oración o dos. Y ha existido gracias a la buena fe y la confianza. Cuando Boris Johnson prorrogó el Parlamento, para poder aprobar su versión del Brexit, hubo un gran alboroto en Inglaterra y la Corte Suprema reaccionó. Eso no sucedería en Estados Unidos con la Corte que tenemos.

 

Lo que está haciendo Trump es mucho más extremo. El Poder Ejecutivo ha sido casi totalmente depurado de cualquier voz crítica o incluso independiente. Quienes quedan son sólo aduladores, como Mike Pompeo o Mike Pence. Constitucionalmente, los nombramientos realizados por el presidente deben ser ratificados por el Congreso, por el Senado. No está sucediendo. Ni siquiera los envía para su confirmación. Simplemente los nombra en un puesto temporal. Trump ha creado en Washington un pantano de corrupción. Es como una especie de dictador de pacotilla.

 

¿En la era Trump no solo se redujeron derechos, también se vio afectada la calidad institucional de una democracia que aparecía como “ejemplar”?


¿Qué queda de la democracia? No demasiado. Hay mucho de qué culpar a los demócratas. Mucho. Pero lo que está pasando en el Partido Republicano nunca ocurrió en la historia de la Democracia Parlamentaria, bajo el liderazgo de un dictador de pacotilla. El Senado en manos de Mitch McConnell, cómplice cercano del Presidente, simplemente se niega a actuar. No hace nada más que aprobar leyes para enriquecer a la porción del electorado super rico de Trump: recortes de impuestos, exenciones corporativas, etc. También se dedica a copar de lleno el poder judicial, con abogados jóvenes de ultraderecha que permanecerán por más de una generación y podrán bloquear cualquier legislación que se aleje de sus posiciones extremadamente reaccionarias. Este es el Senado. El Poder Ejecutivo se acabó.


Como ha señalado muy claramente, en Estados Unidos conviven un gobierno que se va corriendo cada vez más a la extrema derecha del espectro político, con enormes movimientos políticos de participación masiva en medio de esta profunda crisis de salud, que ha agudizado muchas de las contradicciones subyacentes. En ese contexto, ¿Cómo imagina el mundo post-covid-19?


Quienes produjeron la crisis en la que estamos ahora (la pandemia, el calentamiento global -que es mucho más grave-, la amenaza de una guerra nuclear, la destrucción de los procesos democráticos, básicamente todo el programa neoliberal) están luchando sin descanso para asegurarse que el sistema que crearon, del que se han beneficiado, persista de una forma aún más dura, con mayor vigilancia y control. Una tendencia mundial que se ejemplifica en la política exterior de Trump. No es fácil encontrar demasiada coherencia en el caos de la administración actual, aunque destacan algunos ítems.

 

En asuntos internacionales la intención descrita abiertamente por Steve Bannon (uno de los principales estrategas de Trump en los primeros años) ha sido crear una internacional reaccionaria; una internacional de los Estados más derechistas del mundo, dirigida por la Casa Blanca. Eso significa en Medio Oriente alentar las dictaduras familiares del Golfo, MBS [Mohammad bin Salman, príncipe de Arabia Saudita] y el resto. O apoyar la peor dictadura en la historia de Egipto (Trump la llama su dictadura favorita), o que Israel se haya movido muy a la derecha.

 

En el hemisferio occidental, respaldar países como el Brasil de Bolsonaro o a otras figuras de ultraderecha. Moviéndonos más hacia el este tenemos la India de Modi, que intenta desmantelar la democracia secular. El grupo gobernante radical hindú es su candidato preferido. En Europa, Victor Orban de Hungría, quien atenta contra el sistema democrático y además de otros ejemplos que abundan por el mundo. Básicamente, una iniciativa internacional reaccionaria de la Casa Blanca.


Se trata de una estrategia global que se combina a nivel nacional con los programas neoliberales que han perjudicado gravemente a la población y han beneficiado enormemente a una minoría minúscula. Persistirán en una forma aún más dura, esa es una tendencia internacional.

¿Qué alternativas hay frente a esto? ¿Cuál sería la respuesta?


En todo el planeta hay fuerzas populares que dicen “ese no es el mundo que queremos”, “ese no es un mundo en el que la gente pueda vivir una vida digna, en el que la sociedad pueda sobrevivir, en el que habrá políticas dirigidas a las necesidades no lucrativas”. Se están reuniendo de hecho. En unos días se realizará el primer encuentro de la Internacional Progresista. Fue fundada por la gente de Bernie Sanders en los Estados Unidos, Young 25 en Europa con la gente de Varoufakis (ex ministro de economía de Grecia), un movimiento europeo transnacional que está tratando de preservar lo que es valioso en la Unión Europea y superar sus serias fallas. Tienen candidatos en el Parlamento Europeo y han traído voces del Sur Global. La primera reunión tendrá lugar en Islandia, el primer ministro es miembro de la organización. Eso representa otra fuerza en distintos lugares del mundo. Representa una especie de guerra de clases a escala internacional, enfrentando riesgos que nunca han existido en la historia de la humanidad. Son colosales. Se trata literalmente de la supervivencia de la humanidad. Esa es la situación que tenemos ahora mismo, no se puede hacer una predicción.

 

Sabemos muy bien cómo actuarán las fuerzas reaccionarias. Tienen recursos económicos, poder estatal, tienen programas, están comprometidos. La pregunta es cómo reaccionará la población general del mundo. Tienen opciones, tienen posibilidades, tienen números. La pregunta es si pueden montar una fuerza contraria que de alguna manera permita a la humanidad escapar de la actual confluencia de crisis que enfrentamos.

 

¿Qué tipo de liderazgos políticos se requiere en estas circunstancias? ¿Cuáles imagina emergiendo de esta pandemia?


Ahora mismo es difícil ser particularmente optimistas al respecto, pero sabemos qué tipo de liderazgo político nos gustaría que saliera. La cuestión es si podemos hacer que asuman. Tomemos la Internacional Progresista. Creo que gente como Bernie Sanders y Yanis Varoufakis y otros asociados con su movimiento, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez] en los Estados Unidos, y algunos otros con este perfil, serían el tipo de líderes políticos que podrían lidiar con estas grandes crisis. No solos, por supuesto. Los líderes políticos no pueden hacer nada [solos]. Primero necesitan un apoyo popular masivo. Y luego tienen que romper el poder que poseen las instituciones y que controlan la sociedad. Hay que recordar que vivimos en mundos de Estado-capitalismo y cada país tiene una forma u otra de Estado-capitalismo. Eso significa una concentración extrema de poder en instituciones privadas con enorme voluntad y poder enorme y que suelen tener una gran influencia en todo lo que sucede. Eso tiene que ser eliminado.


Dr. Chomsky, una pregunta final. En lo que respecta a América Latina, en la cual vemos esta batalla entre gobiernos más progresistas y gobiernos de derecha o extrema derecha como es el caso del Brasil de Bolsonaro. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la región en este momento?


Brasil envía mensajes muy claros. El Banco Mundial, que no es una organización particularmente de izquierda, hizo un análisis detallado de la economía en 2016, un par de años después de que Lula dejará el cargo. Calificaron los años de Lula como una década dorada en la historia de Brasil, con fuertes reducciones de la pobreza, incorporación de gran parte de las poblaciones que habían sido marginadas, inclusión, grandes avances en el desarrollo social.

 

Dijeron que fue una década dorada, nada comparable. En ese momento Brasil fue probablemente el país más admirado del mundo, estaba en foros internacionales, era una voz para el Sur Global, estaba uniendo a Sudamérica. Lula era probablemente la figura política más respetada del mundo. ¿Qué es ahora? Brasil es simplemente objeto del desprecio y el ridículo del mundo, dirigido por un payaso virulento, una persona que apoya la dictadura militar, que busca destruir. La devastación de la selva amazónica aumentó aproximadamente el 30% sólo en el último año. Acabemos con todo, enriquezcamos aún más a los ricos, matemos a quien no nos guste, dejemos que la pandemia continúe. Es el gobierno quizás más reaccionario en la historia de Brasil. Un objeto de burla en todo el mundo. Bueno, esas son lecciones. Contamos con un plazo de diez años. La lección es que tienes el futuro en tus manos. Puedes hacerlo de una manera, puedes hacerlo de otra manera. No hay forma de predecirlo. Eso es Brasil, se podría aplicar lo mismo a los demás.


Dr. Chomsky, gracias una vez más por todo.

 

Amén, más que una palabra...

Por el Arzobispo Anglicano Eric Escala

Como creyentes estamos acostumbrados a usar palabras y a veces por costumbre no las pensamos o las decimos mecánicamente. 

   La oración no debe ser mecánica, ni aun las que leemos o hacemos de memoria, orar es conversar con Dios como Padre, por tanto debemos acercarnos a él con fe, pero también con la alegría de estar hablando a nuestro padre.

  Términos como Ojala, este viene del árabe  “shaa Allaah”, si Dios quiere مشيئة الله estamos tan acostumbrados a usarlo que no nos detuvimos a pensar  que dejamos estos eventos futuros a la misericordia de Dios, no al azar.

  También ocurre con el termino Amen, su origen viene del hebreo אמן que se traduce en verdad o fielmente,  coincide en su raíz con la palabra fe; va tomando forma este simple vocablo con gran significado espiritual, muchos más son los significados podríamos terminar un libro con todos los significados que tiene dependiendo del contexto histórico y creencia.

 Pero lo que buscamos es un significado más cercano a la fe a nivel íntimo, personal.

    Si preguntamos la respuesta seria, así sea, una afirmación, o esta es la verdad en otros casos.

¿Cuál es el significado de este término para un cristiano?

  Para nosotros quiere decir que todo lo que dice la biblia en el antiguo y nuevo testamento tiene su cumplimiento en Jesús, en El las profecías son realizadas; para nosotros es camino, Verdad y vida.

   Cada vez que la digo realizo una reafirmación de mis creencias, es como si resumiera los credos  (Niceno, Apostólico y el de San Atanasio), en una sola palabra.

   Pero a veces como cristianos nos toca redescubrir nuestra fe, muchas veces nos acercamos a Dios por tradición y no por convicción, entonces todo lo que trate de religión o fe se nos hace pesado, tedioso y sin sentido.

    Debemos redescubrir su significado, reencontrarnos con Dios.

   A veces en la sencillez podemos encontrar grandes valores, muchas veces realizamos grandes disertaciones tratando de explicar algunas cosas cuando la verdad lo único que nos hace falta es escuchar a nuestro padre en las cosas simples.

  Dios se encuentra en la sencillez de nuestro corazón esperando a que nos acerquemos y compartamos su misericordia, nos toca dar ese sí y entrar en su comunión.

  Que sepamos encontrar el significado a lo que hacemos y decimos para poder comprender de donde viene nuestra tradición religiosa.

Señor danos un corazón sencillo como el de Salomón para poder entender las cosas que tratan sobre ti, que podamos estar siempre en tu presencia. Amen

 

 

 

 

La Vigencia de un escritor comprometido

Aram Aharonian

rebelion.org / 03-09-2020

Eduardo –Gius, Edu, Dudi, Abu- es hoy un legado de millones de palabras, escritas en numerosos libros, dichas en múltiples discursos, convertidas en texto, sonido e imagen, retomadas por miles y miles de jóvenes y adultos, hombres y mujeres inconformes a lo largo y ancho de este planeta, en las entrevistas concedidas, en todas esas frases que rondan Internet…


El 3 de septiembre de 1940 nacía en Montevideo el escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano. El autor de Las venas abiertas de América latina, fallecido el 13 de abril de 2015, hubiera cumplido 80 años. Considerado como uno de los más destacados artistas de la literatura latinoamericana, sus trabajos trascienden géneros ortodoxos y combinan documental, ficción, periodismo, análisis político e historia. 

Galeano, un seductor en y con su prosa, es considerado el maestro de los relatos cortos. Fundador de la revista Crisis, autor de libros como Memoria del fuego, Galeano fue encarcelado y obligado a abandonar Uruguay en 1973. Luego viajó a Argentina y debió exiliarse en 1976, tras el comienzo de la dictadura. Consecuentemente con ese contexto, Las venas abiertas de América latina fue prohibido en una buena parte de la región.

La editorial Siglo XXI, que ha publicado todos sus libros, anunció que lanzará en redes sociales el hashtag #Galeano, para invitar a compartir sus textos y lecturas. Así estarán disponibles Bocas del tiempo, El fútbol a sol y sombra, El libro de los abrazos, Espejos, los tres tomos de Memoria del fuego, Días y noches de amor y guerra, El cazador de historias y Los hijos de los días, entre otros.

Eduardo de América (Lapobre)

A Eduardo Germán María se le dio por firmar con el apellido materno, Galeano, para no usar el paterno anglosajón, Hughes, aun cuando utilizó el Gius para firmar sus caricaturas. Eduardo fue frustrado futbolista (por patadura), obrero, mensajero, caricaturista, periodista y finalmente escritor, para “ayudar a recuperar los colores y la luz del arco iris humano, algo mutilado por años, siglos, milenios de racismo, machismo, guerras y más. Sí, hermano, somos mucho más de lo que se nos dice”.

Si hacia la veintena de años ya había pasado por la edición del semanario Marcha y la dirección del diario Época, al alcanzar los 30 ya había escrito Las venas abiertas de América Latina; la presentó al premio Casa de las Américas… y no ganó. Casi 40 años después el presidente venezolano Hugo Chávez le obsequió una copia (en la Cumbre de las Américas de 2009) a Barack Obama, con sus análisis socioeconómicos que por momentos tenían sabor de manifiesto e ímpetu de proclama. Pero a éste no le gusta la historia, y mucho menos la de la injerencia y los genocidios perpetrados por sus antecesores y, obviamente, no la leyó.

Incansable caminador errante de América Lapobre, fue corresponsal de Prensa Latina en Venezuela, y para no extrañar las costas montevideanas, se alojó en el desvencijado Hotel La Alemania de Macuto, a unos 40 kilómetros de Caracas. Mucho años después, para olvidar que casi muere de malaria en el trópico (escribió un relato sobre su delirio), logró bañarse nuevamente en el Caribe, frente al mismo hotel, que había resistido la vaguada de 1999.

Su amigo Luis Britto García cuenta que cada vez que las policías o los virus o los infartos se ensañaban contra Eduardo, éste salía repotenciado. Consecutivos exilios lo separan de la edición de Marcha y de Época (en Montevideo) y de Crisis, una de las revistas de repercusión continental que en 1973 cierra la dictadura argentina. En su exilio en Barcelona, las autoridades le exigían que tuviera trabajo para renovarle la visa, pero no le permitían trabajar si no tenía renovada la visa.

Rico en exilios, Eduardo se gambeteó varios géneros literarios para lograr que la plenitud de sus mensajes le llegara a todos. Conoció y vivió con guerrilleros mayas, mineros bolivianos, garimperios venezolanos, consciente de que de esa fragmentación iba a nacer la totalidad en su Memorias del Fuego, mural en el cual las partes se miran con el todo, hecho de detalles que resultan leyes generales y de análisis ágiles como aforismos.

Eduardo comenzó a apuntar las ideas en servilletas y manteles de papel y luego en minúsculas libretitas, que se convertían en cuentos, novelas, tratados sociopolíticos, entrevistas y reportajes, con frases demoledoras.

Britto se anima a decir que, al tratar la historia como folletín apasionante y la mitología indígena como noticia y la denuncia como poesía, Galeano se va haciendo cada vez más propenso a la antología, porque todo lo suyo es antologizable.

“Me parece admirable la capacidad que han tenido los indígenas de las Américas en perpetuar una memoria que fue quemada, castigada, ahorcada, despreciada durante cinco siglos. Y la humanidad entera tiene que estarle muy agradecida, porque gracias a esa porfiada memoria sabemos que la tierra puede ser sagrada, que somos parte de la naturaleza, que la naturaleza no termina en nosotros. Que hay posibilidades de organizar la vida colectiva, formas comunitarias que no están basadas en el dinero. Que la competencia contra el prójimo no es inevitable y que el prójimo puede ser algo mucho más que un competidor”, escribió en Memoria del fuego.

 

Las venas abiertas, el libro que Hugo Chávez le regaló a Barack Obama para que entendiera Latinoamérica, desmenuzaba la barbarie estadounidense en el continente, el fervor gringo por apoyar dictaduras y genocidios para hacer sus negocios. “Intentaba ser un libro de economía política, pero yo no contaba con suficiente entrenamiento o preparación”, dijo. Incluso, y con humor, reconoció que no sería capaz de leerlo de nuevo porque se desmayaría: “Para mí esa prosa de la izquierda tradicional es extremadamente pesada y mi mente no la tolera”. Obviamente, la derecha lo intentó utilizar en su contra, pero logró que muchos que no lo habían leído, accedieran al texto.

Ahora Mujeres nos envenena de belleza y feminismo, con la ayuda de Helena Villagra, la soñadora, su esposa por cuatro décadas.

Eduardo era un gran escuchador, el cacique Oreja Abierta, como él se definía. Siempre habló de y para los jóvenes, de y para los indígenas, en contra de los narcoestados y el neoliberalismo, en favor de la ecología y la legalización de las drogas. Habló contra el olvido y del rescate de la memoria para encontrar los caminos del futuro común.

Pero también fue un exiliado político, de lo que se abstuvo de hacer una profesión. Salió de Uruguay después de haber sido encarcelado por la dictadura, cruzó el Río de la Plata para vivir en Argentina, pero –amenazado de muerte- de nuevo tuvo que abandonar ese país con destino a España. Bah, a Cataluña.

En 1985 regresó a su país, donde cofundó el semanario Brecha. Ese mismo año obtuvo el premio Stig Dagerman, y a lo largo de su vida recibió varios doctorados Honoris Causa por parte de universidades en Cuba, El Salvador, México y Argentina, en 2010 el Premio Manuel Vázquez Montalbán en la categoría de Periodismo Deportivo y en 2013 la Orden Simón Rodríguez de manos de Nicolás Maduro: Chávez no sobrevivió para entregársela, tras rechazar una condecoración con el nombre de Francisco de Miranda, “agente inglés”.

Solidario por antonomasia, con los pueblos y las ideas. De sus últimos textos publicados rescatamos: “Los huérfanos de la tragedia de Ayotzinapa no están solos en la porfiada búsqueda de sus queridos perdidos en el caos de los basurales incendiados y las fosas cargadas de restos humanos. Los acompañan las voces solidarias y su cálida presencia en todo el mapa de México y más allá, incluyendo las canchas de fútbol, donde hay jugadores que festejan sus goles dibujando con los dedos, en el aire, la cifra 43, que rinde homenaje a los desaparecidos”.

Siempre del lado de los pobres, de los indignados, su activismo social y compromiso con los desprotegidos lo llevó a Chiapas a conocer de cerca al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, experiencia que vertió durante varios años en diversos artículos, por ejemplo, en Una marcha universal (2001). “Los que hablan del problema indígena tendrán que empezar a reconocer la solución indígena. Al fin y al cabo, la respuesta zapatista a cinco siglos de enmascaramiento, el desafío de estas máscaras que desenmascaran, está despegando el espléndido arcoiris que México contiene y está devolviendo la esperanza a los condenados a espera perpetua”.

“Los indígenas, está visto, sólo son un problema para quienes les niegan el derecho de ser lo que son, y así niegan la pluralidad nacional y niegan el derecho de los mexicanos a ser plenamente mexicanos sin las mutilaciones impuestas por la tradición racista, que enaniza el alma y corta las piernas”.

En 2008, Galeano recibió la distinción del Mercosur –el primer ciudadano ilustre de la subregión- y brindó un inolvidable discurso, en el que dijo ser «patriota de varias patrias». «Sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos», expresó.

A Eduardo lo conocí cuando yo comenzaba como redactor deportivo en Época y nuestra amistad se prolongó en cafés, almuerzos y largas cenas en distintas ciudades (las últimas en Montevideo, con Ze Fernando y Angelito Ruocco como cocineros, con vino Tannat para nosotros, cerveza para él), donde los cuentos sobre y de sus nietos iban ganando espacio. Pero este 3 de septiembre no podremos compartir comida armenia.

Fue el referente y promotor de varios emprendimientos, entre ellos Telesur, cuando nos enseñó a vernos con nuestros propios ojos y reconocernos en nuestro propio espejo.

Solidario con los palestinos (“Desde 1948 viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir a sus gobernantes”), los pueblos indígenas, los haitianos, los pueblos sojuzgados y que luchan por su futuro.

 

Pero también con sus amigos, que supo desparramar por toda América y el mundo. Los indignados, los luchadores de América Lapobre y el mundo perdieron a uno de sus guías, a uno de sus escasos referentes intelectuales y políticos de las últimas cinco décadas. Y a un amigo. 

“La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día. En esa fe, fugitiva, creo. Me resulta la única fe digna de confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a la loca aventura de vivir en el mundo (…) Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos: de los miedos nacen los corajes; y de las dudas, las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y los delirios, otra razón”, decía.

Eduardo –Gius, Edu, Dudi, Abu- es hoy un legado de millones de palabras, escritas en numerosos libros, dichas en múltiples discursos, convertidas en texto, sonido e imagen, retomadas por miles y miles de jóvenes y adultos, hombres y mujeres inconformes a lo largo y ancho de este planeta, en las entrevistas concedidas, en todas esas frases que rondan Internet… y que hoy, por suerte, buscan las nuevas generaciones.

“Este es un mundo violento y mentiroso, pero no podemos perder la esperanza y el entusiasmo por cambiarlo… la grandeza humana está en las cosas chiquitas, que se hacen cotidianamente, en el día a día que hacen los anónimos sin saber que la hacen”, en eso seguimos.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).