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La manzana mordida

Por: Silvia Ribeiro *

jornada.unam.mx / 29-08-2020

La trasnacional Apple alcanzó la semana pasada un valor de mercado de 2 billones de dólares, es decir, 2 millones de millones de dólares. Duplicó el valor de sus acciones de marzo a agosto de 2020 gracias a la pandemia. Se convirtió en la empresa con mayor valor de mercado en el mundo. Solamente la petrolera estatal Saudi Aramco, de Arabia Saudita, alcanzó ese monto por un breve periodo en 2019, pero volvió a bajar con la caída de los precios del crudo.

Para poner la cifra en perspectiva, pensemos que solamente una docena de países en el mundo tienen un producto interno bruto (PIB) superior a 2 billones de dólares. Ninguno latinoamericano, ni la mayoría de los europeos, llega a ese volumen. En América Latina, Brasil es el más cercano, con un PIB de 1.89 billones de dólares. Le sigue México, con cerca de 1.3 billones. Apple tiene cinco veces el valor de todo el PIB de Argentina.

Cercanas al absurdo valor de mercado de Apple están Amazon y Microsoft, que en corto tiempo podrían alcanzarla. Están en rápido ascenso las acciones de Facebook, Alphabet (dueña de Google) y las chinas Alibaba y Tencent.

Son las dueñas de grandes plataformas digitales, que actúan en comercio electrónico, entretenimiento, redes sociales, etcétera. Esas siete controlan 75 por ciento del mercado global de plataformas. Con la pandemia crecieron exponencialmente, debido al aumento de la dependencia y adicción digital, que hizo explotar las tendencias que ya existían de digitalización de todos los sectores industriales y sumó sectores claves como educación y salud.

El crecimiento de Apple evidencia el peso que ha adquirido el llamado capitalismo de la vigilancia, una nueva forma de organización del capitalismo que está trastocando todo, desde industrias y empleo hasta a los sistemas electorales y las formas de empujar el consumo de productos de las empresas que paguen por los datos. Se basa en la extracción masiva, interpretación, venta y manipulación de datos de todas las personas, instituciones, empresas, ciudades, vías de transporte, naturaleza y ambiente (Shoshana Zuboff, 2019).

Apple, a través de teléfonos, relojes digitales, computadoras, accesorios domésticos inteligentes, plataformas de televisión y música colecta una cantidad enorme de datos de nuestras conductas, salud, preferencias de compras, ocio, trabajo, educación, relaciones y familia, todo ello georreferenciado. En conjunto con los datos que aportamos a través de otras plataformas, conforma una red de extracción e interpretación de nuestros datos por edad, género, situación económica, ubicación y más. Eso lo vende a otras empresas y lo entrega a las agencias de vigilancia de los gobiernos.

Este volumen inmenso de datos sólo se puede manejar con sistemas de Big Data. Los servicios de nubes de computación con esa capacidad están dominados por pocas empresas: Microsoft Azure, Amazon Web Service (AWS), Google Cloud, Alibaba Cloud, IBM, Oracle. Los servicios de iCloud, donde Apple almacena nuestros datos, están en realidad en nubes de Amazon y Google, a las que contrata para ello y que, por tanto, acceden a los datos.

En volumen de ventas anuales que se registran –no en valor de acciones, que es una cifra especulativa–, la mayor empresa del mundo sigue siendo Walmart, seguida por empresas petroleras y automotrices chinas y estadunidenses. Pero aún en la lista de ingresos por ventas compilada anualmente por la revista Fortune, Amazon aparece en el noveno lugar y Apple en el decimosegundo; Alphabet y Microsoft están entre las 50 mayores del mundo.

A Apple le llevó 38 años llegar a un valor de mercado de un billón de dólares, pero lo duplicó en sólo dos. Al inicio de la pandemia su valor cayó, porque los inversionistas dudaron al depender de FoxConn en China para la fabricación de sus teléfonos. Pero se recuperó, aumentó el porcentaje de otros productos y, sobre todo, las suscripciones a sus plataformas de entretenimiento.

Adicionalmente, los analistas financieros estiman que ante la incertidumbre económica provocada por las múltiples crisis derivadas de la pandemia de Covid-19, muchos capitales dejaron otras industrias para invertir en empresas tecnológicas. Otras compañías en ascenso en capitalización de mercado son las grandes farmacéuticas, por la especulación con medicamentos y la carrera por vacunas para Covid-19.

Que los titanes tecnológicos tengan tal poder conlleva un enorme peso en la definición de políticas nacionales e internacionales, el cual han usado para no pagar impuestos, impedir regulaciones que las supervisen o responder por el uso que hacen de nuestros datos, etcétera. Todo ello, porque tienen acceso y control privilegiado, como arañas en las redes, a la información y posible predicción de nuestras conductas y elecciones, de consumo a preferencias políticas, cuya comercialización es lo que las ha enriquecido.

Son muchos y complejos los temas que urge analizar colectivamente para enfrentar el capitalismo de la vigilancia. Como aporte a una de esas aristas, la coalición internacional Just Net lanzó en 2019 un llamado para que el futuro digital nos pertenezca.

* Investigadora del Grupo ETC

Repensar el agro, ¿para quién?


Por:
 Juan Jované

12 de agosto de 2020

 

Hace apenas unos días el grupo denominado Repensar Panamá lanzó un documento titulado “Comunicado a la Nación para el fortalecimiento del sector agropecuario”.  Llama la atención que, en el mismo, proviniendo de una agrupación que supuestamente está concebida para encontrar caminos para fortalecer el desarrollo nacional, no se hace mención alguna del concepto de soberanía alimentaria.  Este último, como es conocido, se define como “el derecho de los pueblos y comunidades y países para definir sus propias políticas agrícolas, pastoriles, de pesca, alimentarias y agrarias que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias exclusivas”. No se trata, a nuestro juicio, de una omisión gratuita.

Es evidente del texto del documento que el mismo, siguiendo los lineamientos de las políticas neoliberales, enfatiza en la producción para la exportación en base a las inversiones extranjeras, para cuyo fin se debería generar todo un conjunto de infraestructuras físicas. Si bien se habla de seguridad alimentaria, no se realiza una crítica de la visión del Banco Mundial, que propone que esta se puede alcanzar en base a las importaciones.

Esta visión amerita varios comentarios. La misma, para comenzar, no constituye un elemento nuevo, sino la reafirmación de las políticas neoliberales practicadas por los gobiernos neoliberales post-invasión.  Esto es claro en el Programa de Desarrollo y Modernización de la Economía de 1991, propuesto en el gobierno del presidente Endara, así como el programa titulado Desarrollo Social con Eficiencia Económica de 1997, aprobado por el gabinete en el gobierno del presidente Pérez Balladares. Esta política, que apunta hacia la exportación de los llamados bienes no tradicionales ya ha mostrado su completo fracaso en el país.

Resucitar esta política, en lugar de avanzar hacia una política de seguridad alimentaria y nutricional sostenida en la soberanía alimentaria, no tiene como objetivo superar el llamado modelo transitista – neoliberal de la economía, sino que significa simplemente agregar al mismo un elemento extractivista sumándole un componente minero y otro agrícola. Este acomodo del modelo vigente generará nuevos problemas que el documento evita señalar.

Las empresas multinacionales controlan prácticamente toda la cadena de valor en el caso de la producción y comercialización de los productos agropecuarios, lo que les otorga la capacidad oligopólica y monopsónica de aprovecharse de los países productores, quedándose con la parte del león. Es así, por ejemplo, que solo tres empresas multinacionales controlan el 53.4% del comercio internacional de semillas, mientras que diez empresas controlan el 95.0% de los agrotóxicos y un número similar controla el 41.0% del mercado de los fertilizantes.

En el otro extremo de la cadena aparecen nuevamente las empresas multinacionales, dado que las mismas controlan las actividades de exportación a nivel global. Es así que, solo para dar un ejemplo, cuatro grandes agroempresas controlan el 75.0% del comercio mundial de los cereales. Es evidente que el control de los mercados de insumos y de exportación les permite a las transnacionales agrícolas practicar un intercambio desigual en contra de los países productores.

Más aún, las técnicas de producción impuestas por estas empresas tienen un alto costo ecológico, que genera un alto impacto sobre el ambiente, los trabajadores y los consumidores (el glifosato es un ejemplo). Esta forma de producción atenta, además, contra la biodiversidad (semillas transgénicas).

El carácter neoliberal del documento que hemos venido comentando se puede observar en el hecho de que, en ningún lugar, como era de esperarse, se maneja el concepto de agroecología. Su carácter antinacional está en el hecho de que la ruta propuesta, como lo demuestra la experiencia, llevará a una plena dependencia de los productores nacionales a los dictados de las multinacionales, quienes dirán que producir, cómo producir y en beneficio de quien hacerlo. Se trata de fortalecer la nación no de debilitarla.

Israel destruye Beirut-Este con un ‎arma nueva

Thierry Meyssan

Voltairenet.org / 07-08-2020

El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, ordenó destruir un depósito de armas ‎del Hezbollah en Beirut con un arma nueva que dejó más de 100 muertos y unos ‎‎5,000 heridos en la capital libanesa, provocando además enormes daños materiales, ‎este martes 4 de agosto. Esta vez será difícil que Netanyahu pueda ocultar su ‎responsabilidad personal y la del Estado israelí. ‎

 

El 27 de septiembre de 2018, ante la Asamblea General de la ONU, el primer ministro israelí, ‎Benyanim Netanyahu, mostró una foto del lugar atacado el 4 de agosto de 2020, designándolo ‎como un depósito de armas del Hezbollah.‎

 

El “primer” primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, autorizó un ataque contra un depósito ‎de armas del Hezbollah con el uso de un arma nueva, que había sido sometida a un ensayo ‎‎7 meses antes en suelo sirio. Se ignora si el “segundo” primer ministro, Benny Gantz, fue ‎consultado antes del ataque. ‎

 

El ataque israelí fue realizado el martes 4 de agosto de 2020, precisamente contra un lugar que ‎Benyamin Netanyahu había designado casi 2 años antes –el 27 de septiembre de 2018–, durante ‎su discurso ante la Asamblea General de la ONU, como un depósito de armas del Hezbollah.‎

Se ignora en qué consiste la nueva arma utilizada. Pero sí se sabe que Israel ya la había sometido ‎a ensayos, desde enero de 2020, en suelo sirio (ver el video al final de este trabajo). Se trata de un misil dotado de un componente ‎nuclear táctico cuya explosión provoca el “hongo” característico de las explosiones nucleares. ‎Por supuesto, no se trata de una “bomba atómica” en el sentido estratégico. ‎

‎Ensayo realizado por Israel en suelo sirio hace 7 meses.

Esta arma fue puesta a prueba en suelo sirio, en una vasta llanura, y posteriormente fue utilizada ‎contra barcos iraníes en el Golfo Pérsico. En Beirut fue utilizada por primera vez en un medio ‎urbano, pero en un entorno muy particular que permitió a los operadores comprobar los efectos de la ‎onda expansiva y de la vibración provocada por la explosión tanto sobre el suelo como sobre el ‎agua. Además de arrasar el puerto de Beirut, la deflagración dejó un centenar de muertos y ‎al menos 5,000 heridos y prácticamente destruyó el sector este de la ciudad (el sector occidental ‎se vio protegido por el silo destinado al almacenamiento de grano). ‎

Inmediatamente después del ataque, Israel activó sus contactos en los medios de difusión ‎internacionales para esconder su crimen y propagar la versión de la explosión accidental de un ‎gran cargamento de fertilizante nitrogenado. Como tantas veces ha sucedido, se designan falsos ‎culpables y la maquinaria mediática internacional repite incansablemente la mentira, cuando aún ‎no se ha realizado ningún tipo de investigación. ‎

Sin embargo, las imágenes muestran que la segunda explosión produjo un “hongo” similar al de ‎una explosión atómica, imagen totalmente incompatible con la tesis de la explosión de un ‎cargamento de fertilizante nitrogenado. ‎

El “hongo” provocado por la explosión de Beirut no tiene nada que ver ‎con lo que puede verse en una explosión de tipo convencional. ‎

Siria se abstuvo de mencionar esa arma cuando fue utilizada en su territorio. Irán también prefirió ‎callar. En Líbano está sucediendo lo mismo. Los partidos políticos libaneses concluyeron un ‎acuerdo para no mencionar el asunto, en aras de no desmoralizar a la población y avalar la ‎versión de los fertilizantes que supuestamente causaron la deflagración, con lo cual ‎se responsabiliza a la dirección del puerto. Pero la mentira no ha tardado en volverse en contra ‎de los partidos políticos que la concibieron. ‎


El Tribunal de las Naciones Unidas para el Líbano, que debía dar a conocer un veredicto sobre el ‎asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, perpetrado en 2005, decidió posponerlo por ‎varios días. Hoy estamos viendo algo muy similar al atentado que costó la vida a Rafic Hariri. ‎En 2005, la explosión de un vehículo automotor sirvió para disimular el uso de un misil, verdadero ‎causante de la enorme destrucción que mató al ex primer ministro libanés. Esta vez, la primera ‎explosión que se vio en el puerto de Beirut disimuló el impacto del misil armado con la nueva arma que ‎causó la segunda y enorme deflagración. ‎

Cinco años después del atentado que costó la vida a Rafic Hariri –‎desgraciadamente con 5 años de retraso– pude revelar en una revista rusa cómo se realizó aquel ‎atentado mortal contra el ex primer ministro libanés, mientras que el Hezbollah publicaba un video que demostraba la implicación de Israel ‎en el asesinato. ‎

 Es importante resaltar que en 2005 aquel asesinato fue cometido contra un ex primer ministro ‎sunnita y que ahora, en 2020, el ataque del 4 de agosto apunta no sólo contra el Hezbollah chiita ‎sino contra todo el conjunto de la resistencia libanesa. ‎

 Esta vez varias embajadas recogieron muestras en el lugar de los hechos, fundamentalmente ‎de los granos almacenados en el silo situado junto al lugar de las explosiones y de los ‎filtros de aire de las ambulancias que llegaron de inmediato para prestar ayuda. Esas muestras ya ‎están siendo analizadas en diferentes países. ‎

Los falsificadores de Dios

Julio Núñez

elpais.com / El País Semanal / agosto 2020

Cuatro claretianos españoles ayudaron a salvar entre 1940 y 1944 en París, a un centenar y medio de judíos, la mayoría sefardíes, de la persecución nazi. Un bautismo falso proporcionaba la oportunidad de escapar del horror y huir de Francia. Una historia de solidaridad que ha permanecido en el más absoluto secreto. Hasta ahora.

La pequeña comunidad española de misioneros claretianos en París selló sus labios durante 80 años y guardó un secreto que ayudó a salvar la vida de 155 personas durante la ocupación nazi de Francia entre 1940 y 1944. Ubicada en la estrecha calle de la Pompe, número 51 bis, a media hora a pie de la Torre Eiffel, la iglesia de la Misión Católica Española atesora en un minúsculo armario centenares de partidas de bautismo falsas que cuatro sacerdotes de la orden escribieron y firmaron para evitar que el gobierno de Vichy arrestase a decenas de familias judías.

Impregnados con un intenso olor a polvo y abandono, esos tomos son una prueba de cómo Gilberto Valtierra, Joaquín Aller, Emilio Martín e Ignacio Turrillas pusieron en peligro sus vidas tras acoger a esas personas y facilitar que, con esos nuevos documentos, pudiesen huir del país o garantizarles cierta protección ante las frecuentes deportaciones a campos de concentración y exterminio. Ocho décadas después, el secreto de los falsificadores de Dios rompe las cadenas del silencio y ve por fin la luz.

Testigos de lo ocurrido solo quedan los muros de piedra de la iglesia y los intrincados pasillos que todavía conectan la parroquia con el convento. Cuando uno pasea por aquel lugar, atraviesa la amplia nave de la parroquia, observa la estatua de san Juan de la Cruz o rebusca en los libros de la biblioteca, no puede evitar imaginar el recorrido que estas familias judías tuvieron que realizar junto a estos curas para conseguir un papel que les sirviera de escudo ante las persecuciones. ¿Entraban por la pequeña puerta verde lateral de la fachada que da directamente con el convento? ¿Lo hacían de noche? ¿Firmaban las partidas en la gran mesa de madera que hay en la sacristía? ¿O por el contrario se escondían en la capilla de la cripta para hacerlo? Cuando se pregunta a los que habitan hoy la misión, la respuesta se repite: “No lo sabemos. Todos los de aquella época ya murieron”. ¿Cómo consiguió entonces despertar esta historia del olvido?

Fue una pequeña confesión en una cafetería del centro parisiense en 2018 lo que llevó a un historiador de 26 años, Santiago López Rodríguez, a tirar de un fino hilo y rebuscar en el pasado para saber qué pasó en realidad en aquella iglesia de curas españoles. “Estaba investigando para mi tesis doctoral la labor de la diplomacia española durante el Holocausto en el archivo del consulado y haciendo entrevistas a supervivientes y familiares de víctimas del exterminio nazi. Mientras tomaba un café con Alain de Toledo, hijo de un deportado del campo Royallieu de Compiègne, este me contó que a sus padres les falsificaron unas partidas de bautismo en una iglesia española en París para ayudarlos a huir a España”, explica López, profesor de la Universidad de Extremadura. De Toledo no le especificó nada más y, hambriento de curiosidad, el historiador se dirigió a la Rue de la Pompe.

Tras llamar a la puerta de la misión, un claretiano con acento burgalés, Carlos Tobes Arrabal, condujo a López por el pasillo que flanquea el patio de los geranios hasta la pequeña alacena donde descansan dichas partidas de bautismo. En un despacho adyacente, a la luz de un flexo y custodiado por una talla de la Virgen de Fátima, López inspeccionó página por página los certificados de bautismo registrados entre 1940 y 1944. Allí estaban, anotados con tinta azul y negra, decenas de nombres de personas con apellidos judíos, de edad adulta y nacidos en el extranjero, la mayoría en Salónica (Grecia) y Estambul (Turquía). “Se ve claramente cómo en ese periodo de tiempo los bautismos crecieron hasta un 200% en esta parroquia. Se hicieron conversiones a familias enteras en el mismo día, incluso en algunos casos, también se falsificó a la vez el certificado matrimonial [22 en total]”, subraya López mientras señala con su dedo índice las pruebas. Las 155 falsificaciones se distribuyen a lo largo de cinco años, entre el 3 de octubre de 1940 y el 12 de julio de 1944. Repartidas semanalmente, encontramos 4 en 1940, 68 en 1941, 30 en 1942, 45 en 1943 y, ya al final de la ocupación nazi, 8 en 1944.

Tras desempolvar los tomos y descifrar la letra de todos los firmantes, cruzó los datos de la misión con los que encontró en otros archivos franceses y encontró que hasta 60 de estas partidas correspondían a judíos inscritos como españoles y a 19 protegidos, es decir, personas que contaban con el amparo del consulado. Este descubrimiento forma parte de El Servicio Exterior de España durante el Holocausto en la Francia ocupada (1940-1944), tesis doctoral que espera hacer pública en los próximos meses.

La familia de los Modiano fue la primera en ser bautizada. Mauricio Modiano, de 65 años; su esposa, Eda María, de 51; su hijo René, de 20, y su sobrina María Francisca Hasson, de 9, vivían en el número 134 de la Avenue de Malakoff. Salvo la pequeña María Francisca, todos nacieron en Salónica (Grecia). No hay evidencias de si el padre Valtierra, el cura que firmó la partida, dejó caer sobre sus cabezas el agua bautismal o si simplemente los llevó a un despacho a firmar los documentos. Lo que sí aparece marcado en sus fichas es la fecha del 3 de octubre de 1940, el mismo día que entró en vigor el Estatuto de los Judíos, las leyes antisemitas firmadas por el mariscal Philippe Pétain que desembocaron en la creación de un censo de judíos y, posteriormente, en las conocidas deportaciones a campos de concentración y exterminio. Se estima que más de 75 mil personas murieron. “Estas falsificaciones servían para convertirse aparentemente en católicos y tener la posibilidad de engañar a los perseguidores”, afirma López.

Con una letra clara, los curas se alternaban para falsificar los documentos. En dichos registros anotaron datos relevantes que, analizados hoy, nos permiten vislumbrar cómo eran los bautizados. La gran mayoría eran sefardíes y la edad media era de 33 años: el más joven solo tenía unos pocos meses de vida, y el mayor, 75 años. A casi todos se les castellanizó el nombre con el objetivo de que, cuando presentasen toda la documentación a las autoridades francesas para huir a España, no se los vinculase con su posible registro en el censo judío. Así, Levy se convirtió en Luis, Jacobo en Jaime y Moisés en Mauricio.

También es relevante ver cómo algunos de ellos, semanas después de aparecer en los tomos como bautizados, aparecen en las fichas de otros judíos como padrinos. El matrimonio de los Modiano, por ejemplo, figura con esta categoría en la partida de bautismo de Víctor Gomerzano, de 20 años y natural de Constantinopla (la actual Estambul). Lo que cabe pensar es que, en muchos casos, los inscritos estaban relacionados entre sí y utilizaban el boca a boca y las relaciones familiares para enterarse de la posibilidad de ayuda que brindaban los misioneros españoles.

Cuatro sacerdotes contra las leyes antisemitas

En aquellos años, colaborar con estas personas suponía un delito grave, especialmente si se falsificaba documentación relevante, como visados, pasaportes y partidas de bautismo. “Estos sacerdotes no solo estaban infringiendo la ley eclesiástica haciendo conversiones falsas, sino que se enfrentaban al Estado francés. Si esto se hubiera destapado, podría haber supuesto, sin duda, su expulsión de Francia y un gran perjuicio para la diplomacia española”, comenta López mientras revisa el archivo claretiano en busca de algún papel que arroje más luz sobre lo sucedido. Pero ¿quiénes eran estos cuatro curas y cómo lograron construir esta red de salvamiento?

1. Joaquín Aller;

2. Ignacio Turrillas;

3. Emilio Martín;

4. Gilberto Valtierra

De ellos queda únicamente una decena de fotografías guardadas en una caja de cartón en la misión de la Rue de la Pompe. Unos pocos recuerdan de oídas qué fue de sus vidas. Por aquel entonces, estos sacerdotes vivían en la misión junto con otra decena de claretianos, y todo apunta a que su relevancia tuvo que ser notable. En el fresco del retablo que corona el altar de la parroquia aparece retratado un sacerdote que, tras comparar su rostro con otras pinturas de la época y corroborarlo con el padre Tobes, representa al padre Joaquín Aller.

Nacido en 1897 en Campo de Villavidel (León), Aller fue por entonces superior de los claretianos. La prensa local asturiana de la época informó de que había colaborado con un comunista asturiano exiliado para devolver a Asturias la talla de la Virgen de Covadonga, que pasó parte de la Guerra Civil en la embajada española de París. Murió en Bilbao en 1964.

Poco más se sabe del resto. Gilberto Valtierra nació en 1889 en San Martín de Humada (Burgos, 22 habitantes) en una familia de cinco hermanos, tres de los cuales se convirtieron en claretianos. Allí sigue viviendo un sobrino nieto suyo, Luis Porras Valtierra. “Pero, ¿qué dice usted? ¿Eso pasó? La verdad es que era un hombre bueno. Recuerdo que alguna vez vino al pueblo a ver a mi madre. Pero, que yo sepa, aquí nunca dijo nada sobre esto que usted me cuenta”, dice Peñas por teléfono tras conocer la labor secreta de su tío. No obstante, subraya, el día de su muerte la tiene grabada a fuego en su memoria. “Fue el 1 de noviembre de 1953. Pocos días después recibimos una carta de Francia. En ella, una familia que no conocíamos nos decía: ‘Los pobres de París lloran ante la tumba del padre Valtierra’. Eso no se me olvida”, cuenta con emoción.

Emilio Martín fue uno de los padres fundadores de la misión claretiana. Llegó allá por 1913 con el objetivo de ayudar a los inmigrantes españoles que vivían con dificultades. Nacido en Segovia en 1869, Martín enseñó y dirigió a los claretianos que pasaron por la Rue de la Pompe hasta su muerte, en 1951. Todavía hoy, antes de entrar en la sacristía de la iglesia, a mano izquierda, está colgado un retrato suyo realizado con carboncillo.

Tobes, superior y actual director de la misión, solo conoció a Ignacio Turrillas (nacido en Monreal, Navarra, en 1897), al que cuidó durante sus últimos años de vida. “Era el que quedaba vivo de los cuatro y murió en mis brazos en 1979. Jamás me contó nada de esto. Pero un día, años después de su muerte, allá por 2008, llegó una mujer a la puerta diciendo: ‘Vengo a daros las gracias. Salvasteis la vida de mis padres’. Nadie sabía a qué se refería y la llevamos ante el padre Miguel Ángel Chueca, nuestro superior por entonces”, relata Tobes sentado en el umbral de la puerta del convento. Cuando la mujer se marchó, prosigue, Chueca contó toda la historia al resto de los misioneros, sin muchos detalles, y les pidió que guardaran silencio.

“Creo que fue una historia que la orden vivió en su intimidad. Ahora, al saber más sobre lo que hicieron nuestros hermanos, nos llena de orgullo y felicidad”, afirma apasionadamente el actual superior. Más de un siglo después de su inauguración, la misión sigue dedicándose a ayudar a los más necesitados: imparten clases de francés a inmigrantes de lengua castellana y ofrecen gratis los servicios de una educadora social, entre otras labores de caridad. Pero son pocos. De la veintena de claretianos que había en los pasados años cuarenta ya solo quedan tres. Junto al superior está el padre Tomás Tobes Agraz y el padre Arturo Pinacho. “La vocación nunca se va. Hay que servir porque mucha gente lo necesita”, explica sonriente el padre Tomás, de 81 años, sentado a la mesa. Mientras comen un humilde estofado y beben agua con un chorro de vino de tetrabrik, conversan sobre las grandes carencias que siguen sufriendo muchas personas.

La ayuda del cónsul Bernardo Rolland

Nadie sabe aún por qué el padre Chueca era reacio a hacer público tal descubrimiento. A De Toledo también le insistió en que no quería que se diera a conocer la historia cuando fue en busca de los documentos que demostraban que sus padres habían sido bautizados allí. “No me dio razones. Me hubiera gustado honrar a la misión, pero él no quería”, cuenta De Toledo. El secreto de los claretianos también fue respetado por la mayoría de los inscritos. A De Toledo, por ejemplo, sus padres jamás le contaron nada. La noticia le llegó mientras investigaba cómo el por entonces cónsul general de España en París, Bernardo Rolland, conocido por salvar secretamente a más de 80 judíos, liberó a su padre del campo de Royallieu-Compiègne en 1942 y luego ayudó a sus progenitores a huir a España en 1943. “Un primo de mi madre, Enrique Saporta y Beja, conocía muy bien al cónsul. Este le había prestado una oficina en el consulado para ayudar a los sefardíes. Él me contó que Rolland fue el que aconsejó a estos judíos que fueran a ver a los sacerdotes [para falsificar las partidas]”, revela en una entrevista por correo electrónico.

La figura de Rolland como nexo entre los perseguidos y los sacerdotes, hasta ahora desconocida, demuestra que participó en la salvación de un centenar de personas más y que posiblemente involucró a trabajadores de la Cámara Oficial de Comercio en París, que figuran en algunas partidas falsas como padrinos. “Sin su acción, mis padres no habrían sobrevivido y yo no habría nacido. Por esta razón llevo 15 años intentando conseguir que le concedan la medalla de Justo entre las Naciones. Pero para mí, sin o con ella, es un Justo”, escribe De Toledo, también presidente de la asociación Muestros Dezaparecidos (Nuestros Desaparecidos, en ladino), que trabaja en la recuperación de la memoria de los sefardíes españoles deportados en Francia.

Preguntas abiertas

Cuando uno revisa la historia de los falsificadores de Dios, surge una duda: ¿no sospechaban las autoridades francesas al ver en estos documentos apellidos judíos y fechas tardías de conversión? ¿Realmente estos bautismos ayudaron a salvar la vida de la mayoría de estas familias? López no duda de ello. “Estos documentos eran una herramienta perfecta para ocultar su fe y dar más credibilidad a los certificados de nacionalidad española u otros papeles expedidos por Rolland”, puntualiza el investigador. Por un lado, estos documentos acreditados por la Iglesia les podían liberar de figurar en el censo de judíos que posteriormente las autoridades utilizaron para localizar y arrestar a miles de ellos y deportarlos a campos de concentración y exterminio. Y por otro, según apunta el historiador, con estos documentos las probabilidades de conseguir un visado para salir de Francia aumentaban. Además, aunque la falsificación para salvar judíos no fue muy común, hubo episodios similares probados que libraron a miles de personas de ser asesinadas por los nazis. Un ejemplo fue la Operación Bautismo, en la que el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, futuro papa Juan XXIII, falsificó durante la Segunda Guerra Mundial partidas de bautismo para salvar a 24.000 judíos desde Estambul (Turquía).

No obstante, no se puede acreditar que la salvación de estas familias se deba exclusivamente a la acción de los claretianos. Lo que sí está comprobado es que durante toda la ocupación nazi los sacerdotes siguieron firmando partidas. El falso bautismo no fue suficiente para salvar de la muerte en los campos de concentración al pequeño de ocho años Rogelio Samuel Benarrosch y a otros 16 inscritos. Pero el resto, 138 personas, sí consiguieron burlar a los nazis.

En algunas ocasiones, los movimientos de los falsificadores de Dios despertaron la inquietud de la jerarquía eclesiástica francesa. En una correspondencia localizada a raíz de este reportaje entre el arzobispo de París Emmanuel Suhard y el superior de los claretianos, el primero pedía al director que se presentase en la sede episcopal para que le informase sobre dichos bautismos. En una carta fechada el 12 de febrero de 1942, Suhard le insistía: “Le dije, la última vez que le vi, que el Consejo del arzobispo necesitaba una explicación sobre otro converso israelí de quien no nos ha llegado la documentación. Se trata de la señorita (Mme.) Saporta [y Beja], que habría sido bautizada y casada fugazmente en la capilla española. Le agradecería que viniera a verme el sábado por la mañana, 14 de febrero a las 10 en punto, y me diera cualquier documentación que haya reunido”.

Es conocida la oposición del arzobispado de París al gobierno de Vichy y a las deportaciones, por lo que cabe pensar que estas misivas tenían como objetivo pedir prudencia a la misión y entregar algún tipo de documentación que argumentase la urgencia de dichas conversiones para no levantar sospechas dentro de la iglesia francesa que apoyaba a Hitler. No obstante, no se han encontrado pruebas de cuál era la postura del arzobispo ante estas falsificaciones. Los actuales superiores de la orden en España, que también desconocían la historia, afirman que con toda probabilidad las falsificaciones se hicieron guardando toda clase de cautelas. “Los años han pasado y es probable que si otros hermanos nuestros, o los superiores de la congregación, supieron de esas acciones, murieran sin comentarlas”, cuenta un portavoz en Madrid.

Entre los papeles de color pajizo que la misión aún conserva de aquella época, aparece una copia de otra carta que el padre Valtierra escribió para justificar el bautismo de la familia Sevi, compuesta por Alberto, Matilde y los niños Jacqueline y Claudio. “No tengo motivos para dudar de la buena fe del señor Sevi sobre su conversión. Ahora se comporta como un cristiano, viene todos los domingos a misa (…)”, escribió el sacerdote.

Claramente Valtierra mintió para proteger a dichas personas. La prueba de ello se encuentra en el archivo de Yad Vashem, la institución oficial israelí en memoria de las víctimas del Holocausto. Allí se recoge que, años después de ser bautizados, los Sevi entregaron su hija a sus vecinos, los Saulnier, un matrimonio católico, para que la protegieran. “No tenían miedo de los bombardeos, sino de ser arrestados y deportados porque eran judíos”, asevera el texto. Afortunadamente, conocemos que la pequeña se reunió con sus padres tras la guerra.

Más de 100 nombres, más de 100 historias

Encontrar y entrevistar a los protagonistas de esta historia es muy complejo, especialmente porque ha pasado tanto tiempo que es difícil que alguien siga vivo. Tras una búsqueda intensiva en blogs familiares y árboles genealógicos, además de más de medio millar de llamadas, se ha podido localizar a una veintena de descendientes. Curiosamente, ninguno sabía nada de esta historia.

“Se me está poniendo la piel de gallina. No puedo creerlo. Es como si me estuviera hablando de alguien que no conozco. No entiendo por qué nunca me dijeron nada”, cuenta conmovida Karine Saporta, hija, sobrina y nieta de bautizados. Conoció la noticia después de devolver una llamada perdida a su móvil de este periodista. “Pensaba que era una broma”, relata. El caso de los Saporta sobresale del resto por sus protagonistas. El benjamín de la familia se llamaba Raimundo, tenía 16 años y se convirtió décadas después en el vicepresidente del Real Madrid, mano derecha de Santiago Bernabéu y artífice, entre otras cosas, de que el jugador Alfredo Di Stéfano acabara vistiendo la camiseta blanca de por vida. Una figura relevante de España, vinculado también a la dirección de la Federación Internacional de Baloncesto.

Su hermano, padre de Karine, se llamaba Marcelo, tenía 19 años cuando la partida de bautismo falsa le ayudó a exiliarse a Madrid con toda su familia. Tras la contienda, cambió su nombre por Marc y volvió a París. Su nombre cobró relevancia como traductor, editor e íntimo amigo de Jean-Paul Sartre. Todos, al igual que muchos bautizados, ocultaron lo sucedido a sus familiares y se llevaron el secreto de los claretianos a la tumba.

Un año después de colgar el teléfono, Karine visita la misión parisiense para ver los famosos tomos. Temblorosa y aparentemente incrédula, sube acompañada del padre Tobes las escaleras de madera que llevan a la biblioteca, en lo alto del convento. Entre dos paredes forradas con libros y alguna que otra trampa para ratones, una mesa la espera con un libro abierto. Cuando leyó los nombres de sus padres, cogió una bocanada de aire. “Aquí están”, dijo.

Allí supo que sus padres, en 1949, también se casaron. El padre Valtierra, el mismo que firmó su certificado falso, fue el cura que ofició la celebración. “No puedo imaginarme el sufrimiento por el que tuvo que pasar mi familia. Es una historia que debe conocerse. Que debe salir a la luz”, cuenta la hija de Marc emocionada mientras fija su mirada en el padre Tobes.

Los sefardíes del Expediente de Toledo

Para Eliazer Carasso; su esposa, Matilde Amarigio, y su hija Alegra, la huida de los nazis no terminó con su salida de Francia. El viaje hasta su nuevo hogar, Casablanca (Marruecos), se demoraría casi un año más. Como a tantos repatriados judíos, las autoridades franquistas los repartieron por ciudades españolas, en su caso Toledo, a la espera de entregarles los respectivos visados. Junto a ellos, arribaron a la capital castellano-manchega otros seis judíos, entre ellos Edith María Esther Nahamías, también bautizada. Los pasos de su odisea están recogidos en un expediente policial en el Archivo Histórico Provincial de Toledo.

Los documentos, escritos a máquina y anotados a bolígrafo por el gobernador civil de la provincia de Toledo, informan de las residencias que ocuparían los repatriados desde agosto de 1943 hasta su marcha, finalmente en diciembre de ese mismo año. Los Carasso convivieron junto a vecinos toledanos en la calle de la Escalerilla de la Magdalena, número 2. Justa Córdoba, por entonces con 13 años, aún los recuerda como “gente educada”, “bien vestida” y que “solo hablaban entre ellos”. Los años han pasado y para Córdoba, ahora nonagenaria, le resulta difícil hacer memoria. “Era muy pequeña. En el barrio se decía que eran judíos que Franco había acogido como refugiados”, cuenta por teléfono.

Lo que pasó con ellos después de salir de España no está del todo claro. Los Carasso consiguieron embarcar en diciembre desde Málaga hacia Casablanca. Un mes antes, Nahamías logró un salvoconducto hacia Barcelona para encontrarse con su marido, Jacob Faraggi. Poco después se establecieron en Madrid, donde abrieron una boutique de moda cerca de la plaza de la Independencia. Anne-Marie Rychner Faraggi, familiar de ambos, cuenta que en 1945 regresaron al país galo. “Volvieron a Francia tras la Segunda Guerra Mundial. En la familia no sabemos mucho más sobre ellos”, explica Rychner.

La búsqueda de cada uno de los nombres lleva a descubrir múltiples historias que arrojan luz a una de las páginas más “negras” del siglo XX: la guerra y el Holocausto. Pese a haber despertado del olvido, el caso de los falsificadores de Dios está compuesto por fragmentos que siguen sin resolverse con claridad. ¿Tomaron ellos la iniciativa de salvar a esta gente o fue el cónsul el que llamó a su puerta pidiendo ayuda? ¿El obispado apoyaba sus actos o simplemente desconocía la realidad del asunto? Y más importante, ¿fueron las falsificaciones de los claretianos la clave para que la mayoría de los bautizados no muriera a manos de los nazis?

Tras analizar una y otra vez las partidas, las cartas y el resto de informes, no hay duda de que los misioneros españoles de la Rue de la Pompe se expusieron ante las autoridades nazis. Como demuestra su certera caligrafía, no les tembló el pulso al firmar aquel centenar y medio de conversiones falsas para intentar salvarles la vida a estas personas.

Carta al Pueblo de Dios

Obispos católicos de Brasil

[28-07-2020]

Somos obispos de la Iglesia Católica, de varias regiones de Brasil, en profunda comunión con el Papa Francisco y su magisterio y en comunión plena con la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil que, en el ejercicio de su misión evangelizadora, siempre se coloca en la defensa de los pequeñitos, de la justicia y de la paz. Escribimos esta Carta al Pueblo de Dios, interpelados por la gravedad del momento en que vivimos, sensibles al Evangelio y a la Doctrina Social de la Iglesia, como un servicio a todos los que desean ver superada esta fase de tantas incertezas y tanto sufrimiento del pueblo.

Evangelizar es la misión propia de la Iglesia, heredada de Jesús. Ella tiene consciencia de que “evangelizar es tornar el Reino de Dios presente en el mundo” (Alegría del Evangelio, 176). Tenemos claridad de que “la propuesta del Evangelio no consiste sólo en una relación personal con Dios. Nuestra repuesta de amor no debería ser entendida como una mera suma de pequeños gestos personales a favor de algunos individuos necesitados […], una serie de acciones destinadas apenas a tranquilizar la propia consciencia. La propuesta es el Reino de Dios […] (Lc 4,43 y Mt 6,33)” (Alegría del Evangelio, 180). Nace de ahí la comprensión de que el Reino de Dios es, compromiso y meta.

En este horizonte nos posicionamos frente a la realidad actual de Brasil. No tenemos intereses político-partidarios, económicos, ideológicos o de cualquier otra naturaleza. Nuestro único interés es el Reino de Dios, presente en nuestra historia, en la medida en que avanzamos en la construcción de una sociedad estructuralmente justa, fraterna y solidaria, como una civilización del amor.

Brasil atraviesa uno de los períodos más difíciles de su historia, comparado a una “tempestad perfecta” que, dolorosamente, precisa ser atravesada. La causa de esta tempestad es la combinación de una crisis de salud sin precedentes, con un avasallador colapso de la economía y con la tensión que se abate sobre los fundamentos de la República, provocada en gran medida por el presidente de la República y otros sectores de la sociedad, resultando en una profunda crisis política y de gobernanza.

Este escenario de peligrosos impases, que colocan nuestro país a la prueba, exige de sus instituciones, líderes y organizaciones civiles mucho más diálogo del que discursos ideológicos cerrados. Somos convocados a presentar propuestas y pactos objetivos procurando la superación de los grandes desafíos, en favor de la vida, principalmente de los segmentos más vulnerables y excluidos, en esta sociedad estructuralmente desigual, injusta y violenta. Esa realidad no comporta indiferencia.

Es deber de quien se coloca en la defensa de la vida posicionarse, claramente, con relación a este escenario. Las elecciones políticas que nos trajeron hasta aquí y la narrativa que propone la complacencia frente a los desmanes del Gobierno Federal, no justifican la inercia y la omisión en el combate a las desgracias que se abatieron sobre el pueblo brasileño.

Desgracias que se abaten también sobre la Casa Común, amenazada constantemente por la acción inescrupulosa de madereros, garimpeiros, mineros, terratenientes y otros defensores de un desarrollo que desprecia los derechos humanos y los de la madre tierra. “No podemos pretender ser saludables en un mundo que está enfermo. Las heridas causadas a nuestra madre tierra nos sangran también” (Papa Francisco, Carta al Presidente de Colombia en ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente, 05/06/2020).

Todos, personas e instituciones, seremos juzgados por las acciones u omisiones en este momento tan grave y retador. Asistimos, sistemáticamente, a discursos anticientíficos, que tratan de naturalizar o normalizar el flagelo de los miles de muertes por covid-19, tratándolas como fruto del acaso o del castigo divino, el caos socioeconómico que se avecina, con el desempleo y la carestía que se proyectan para los próximos meses, y las coaliciones políticas que buscan mantener el poder a cualquier precio.

Ese discurso no se basa en los principios éticos y morales, tampoco soporta ser confrontado con la Tradición y la Doctrina Social de la Iglesia, en el seguimiento de Aquel que vino “para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

Analizando el escenario político, sin pasiones, percibimos claramente la incapacidad e ineptitud del Gobierno Federal para enfrentar estas crisis. Las reformas, laboral y de las pensiones, tenidas como para mejorar la vida de los más pobres, se muestran como trampas que precarizaran aún más la vida del pueblo.

Es verdad que Brasil necesita de medidas y reformas serias, pero no como las que se hicieron, cuyos resultados empeoraron la vida de los pobres, desprotegieron vulnerables, liberaron el uso de agro tóxicos antes prohibidos, aflojaron el control de la deforestación y, por eso, no favorecieron el bien común y la paz social. Es insustentable una economía que insiste en el neoliberalismo, que privilegia el monopolio de pequeños grupos poderosos en detrimento de la gran mayoría de la población.

El sistema del actual gobierno no pone en el centro la persona humana y el bien de todos, sino la defensa intransigente de los intereses de una “economía que mata” (Alegría del Evangelio, 53), centrada en el mercado y las ganancias a cualquier precio.

Convivimos, así, con la incapacidad y la incompetencia del Gobierno Federal, para coordinar sus acciones, agravadas por el hecho de colocarse contra la ciencia, contra estados y municipios, contra poderes de la República; por aproximarse al totalitarismo y utilizar expedientes condenables, como el apoyo y el estímulo a actos contra la democracia, la flexibilización de las leyes de tránsito y del uso de armas de fuego por la población, y el recurso a la práctica de sospechosas acciones de comunicación, como las noticias falsas, que movilizan una masa de seguidores radicales.

El desprecio por la educación, cultura, salud y por la diplomacia también nos asombra. Ese desprecio es visible en las demostraciones de rabia por la educación pública; en el llamado a ideas oscurantistas; en la elección de la educación como enemiga; en los sucesivos y groseros errores en la elección de los ministros de educación y de medio ambiente y del secretario de cultura; en el desconocimiento y depreciación de procesos pedagógicos y de importantes pensadores de Brasil; en la repugnancia por la consciencia crítica y por la libertad de pensamiento y de prensa; en la descalificación de las relaciones diplomáticas con varios países; en la indiferencia con el hecho de que Brasil ocupe uno de los primeros lugares en número de infectados y muertos por la pandemia sin, siquiera, tener un ministro titular en el Ministerio de Salud; en la innecesaria tensión con las otras instituciones de la República en la coordinación del enfrentamiento de la pandemia; en la falta de sensibilidad para con los familiares de los muertos por el nuevo coronavirus y por los profesionales de la salud, que están enfermando en los esfuerzos para salvar vidas.

En el nivel económico, el ministro de economía desdeña a los pequeños empresarios, responsables por la mayoría de los empleos en el país, privilegiando solo los grandes grupos económicos, concentradores de ingresos y los grupos financieros que nada producen. La recesión que nos asombra puede hacer que el número de desempleados sobrepase 20 millones de brasileños. Hay una brutal discontinuidad de la asignación de recursos para las políticas públicas en el campo de la alimentación, educación, vivienda y generación de ingresos.

Cerrando los ojos a los llamados de entidades nacionales e internacionales, el Gobierno Federal demuestra omisión, apatía y rechazo por los más pobres y vulnerables de la sociedad, sean quienes sean: las comunidades indígenas, quilombolas, ribeirinhas, las poblaciones de las periferias urbanas, de los conventillos y el pueblo que vive en las calles, por miles, en todo Brasil.

Estos son los más afectados por la pandemia del nuevo coronavirus y, lamentablemente, no vislumbran medida efectiva que los lleve a tener esperanza de superar las crisis sanitaria y económica que se les imponen de forma cruel.

El Presidente de la República, hace pocos días, en el Plan de Emergencia para enfrentar la covid-19, aprobado en el legislativo federal, bajo el argumento de que no hay previsión presupuestaria, entre otros puntos, vetó el acceso a agua potable, material de higiene, oferta de camas hospitalarias y de cuidados intensivos, ventiladores y máquinas de oxigenación sanguínea, en los territorios indígenas, quilombolas y de comunidades tradicionales (Cf. Presidencia de la CNBB, Carta Abierta al Congreso Nacional, 13/07/2020).

Hasta la religión es utilizada para manipular sentimientos y creencias, provocar divisiones, difundir el odio, crear tensiones entre iglesias y sus líderes. Resáltese cuánto es perniciosa toda asociación entre religión y poder en el Estado laico, especialmente la asociación entre grupos religiosos fundamentalistas y la manutención del poder autoritario.

¿Cómo no estar indignados ante el uso del nombre de Dios y de su Santa Palabra, mezclados con discursos y posturas prejuiciosos, que incitan al odio, en vez de pregonar el amor, para legitimar prácticas que no condicen con el Reino de Dios y su justicia?

¡El momento es de unidad en el respeto a la pluralidad! Por eso, proponemos un amplio diálogo nacional que incluya humanistas, los comprometidos con la democracia, movimientos sociales, hombres y mujeres de buena voluntad, para que se restablezca el respeto a la Constitución Federal y al Estado Democrático de Derecho, con ética en la política, con transparencia de información y del gasto público, con una economía que busque el bien común, con justicia socioambiental, con “tierra, techo y trabajo”, con alegría y protección de la familia, con educación y salud integrales y de calidad para todos.

Estamos comprometidos con el reciente “Pacto por la vida y por el Brasil”, de la CNBB y entidades de la sociedad civil brasileña, y en sintonía con el Papa Francisco, que convoca a la humanidad para pensar un nuevo “Pacto Educativo Global” y la nueva “Economía de Francisco y Clara”, así como, nos unimos a los movimientos eclesiales y populares que buscan nuevas y urgentes alternativas para Brasil.

En este tiempo de la pandemia que nos obliga al distanciamiento social y nos enseña una “nueva norma”, estamos redescubriendo nuestras casas y familias como nuestra iglesia doméstica, un espacio del encuentro con Dios y con los hermanos y hermanas.

Sobre todo, en este ambiente debe brillar la luz del Evangelio que nos hace comprender que este tiempo no es para la indiferencia, para egoísmos, para divisiones ni para el olvido (cf. Papa Francisco, Mensaje Urbi et Orbi, 12/4/20).

Despertémonos, por lo tanto, del sueño que nos inmoviliza y nos hace meros espectadores de la realidad de miles de muertes y de la violencia que nos asolan. Con el apóstol San Pablo, alertamos que “La noche va muy avanzada y está cerca el día: dejemos, pues, las obras propias de la oscuridad y revistámonos de una coraza de luz.” (Rm 13,12).

“¡Yahvé te bendiga y te guarde! ¡Yahvé haga resplandecer su rostro sobre ti y te mire con buenos ojos! ¡Yahvé vuelva hacia ti su rostro y te dé la paz!” (Nm 6,24-26).