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El Papa no quiere “sacerdotes de salón”, sino ardientes misioneros…

José Manuel Vidal 

Francisco sabe que el éxito de su primavera eclesial depende, en gran parte, de los sacerdotes, los clérigos que están directamente en contacto con el ‘pueblo de Dios’. De ahí que aproveche todas las ocasiones que se le presentan para ponerlos en actitud de ‘combate’, reafirmar la necesidad “determinante” de su formación”, evitar el clericalismo y promover una espiritualidad sacerdotal sin “el rumor de las ambiciones humanas” y con “el silencio de la oración”.

“La renovación de la fe y el futuro de las vocaciones es posible solo si tenemos sacerdotes bien formados“, afirmó el Pontífice durante un encuentro con participantes del Congreso Internacional sobre la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, un documento reciente sobre la formación sacerdotal.

El documento fue promovido por la Congregación del Clero, y en la cita de este sábado Francisco se abocó a explicar cómo tiene que ser un buen sacerdote.

“La formación sacerdotal depende en primer lugar de la acción de Dios en nuestra vida y no de nuestras actividades. Es una obra que requiere la valentía de dejarnos plasmar por el Señor, para que transforme nuestro corazón y nuestra vida”.

Y luego recalcó que, por tanto, la formación “no se resuelve con cualquiera actualización cultural o cualquier iniciativa esporádica local” sino que “es Dios el artesano paciente y misericordioso de nuestra formación sacerdotal” y “este trabajo dura para toda la vida”.

“Cuando nos despegamos de nuestras comodidades, de las durezas de nuestros esquemas y de la presunción de haber llegado ya, y tenemos la valentía de ponernos en la presencia del Señor, Él puede retomar su trabajo en nosotros, nos plasma y nos transforma”.

Y luego denunció que si uno no se deja “formar por el Señor” se convierte en “un sacerdote apagado, que se deja arrastrar en el ministerio por inercia, sin entusiasmo por el Evangelio ni pasión por el pueblo de Dios”.

Y al contrario, planteó, aquél que “conserva en el tiempo el entusiasmo del corazón, acoge con alegría la frescura del Evangelio, habla con palabras capaces de tocar la vida de la gente; y sus manos, ungidas por el obispo en el día de la ordenación, son capaces de ungir a su vez sus heridas, las esperas y las esperanzas del pueblo de Dios”.

En la etapa de formación sacerdotal, el Papa recomendó abandonar “el rumor de las ambiciones humanas” y preferir “el silencio de la oración”. “Más que la confianza en las propias obras, sabrá abandonarse en las manos del Señor y en su providente creatividad; más que de esquemas preconstituidos, se dejará guiar por una inquietud del corazón”, indicó a los asistentes.

“Más que la soledad, buscará la amistad con los hermanos en el sacerdocio y con la propia gente, sabiendo que su vocación nace de un encuentro de amor. El de Jesús y el del pueblo de Dios”, amplió en directa recomendación al proceso de formación de un sacerdote.

A los obispos y formadores les planteó que si no colaboran con la obra de Dios “no habrá sacerdotes bien formados” y recordó el valor de un buen “discernimiento como instrumento privilegiado”.

“La Iglesia necesita sacerdotes capaces de anunciar el Evangelio con entusiasmo y sabiduría, de encender la esperanza allá donde las cenizas han cubierto los brazos de la vida, y de generar la fe en los desiertos de la historia”.

Y demandó no olvidarse del pueblo, de la gente y ser cercanos a ellos. “Qué sacerdote deseo ser”, invitó a preguntarse. Y les planteó las posibilidades con marcada retórica: “un sacerdote de salón, uno tranquilo y con todo en orden, o un discípulo misionero al cual le arde el corazón por el Maestro y por el pueblo de Dios”.

E insistió con la marcada dicotomía: Un sacerdote “tibio que prefiere el vivir tranquilo, o un profeta que despierta en el corazón del hombre el deseo de Dios”.


NO ES LEYENDA NEGRA. ES HISTORIA PURA Y PURA HISTORIA


Por: Arysteides Turpana
Hace 525 llegó a Abya Yala, nuestro continente, una banda de maleantes españoles bajo el mando de un gamberro llamado Cristóbal Colón, cuya nombre afea y denigra el Himno Nacional de Panamá. ¡Da asco! ¡Repugna! Venían estos forajidos hispanos con el fin de saquear nuestras riquezas, de apoderarse de nuestras tierras y de esclavizar a nuestros ancestros, y para lograrlo recurrieron a argucias delictivas e inmorales, amparadas bajo los nombres de la Guerra Justa y de Requerimiento. A esta invasión armada y a su subsecuente ocupación Descubrimiento de América las llaman los hispanólatras. En  300 años de pillaje, los gamberros diezmaron a 100 millones de abyayalenses, según las cifras ofrecidas por Fidel Castro y Noam Chomsky.

Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron una religión. Lo que no dicen es que es esa religión fue manipulada por la hipocresía de esos mismos delincuentes españoles. ¿Y es que no había religión aquí, que justamente tuvieron que ser los criminales españoles que la tuvieron que traer?

Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron el alfabeto. Exceptuando a los religiosos, el único gamberro español que pasó por aquí y por una academia fue Hernán Cortés. Los demás eran unos brutos que no sabían ni leer ni escribir, como Francisco Pizarro, que fue amamantado, como Asco Núñez de Balboa, por cerdos. Los hispanólatras no saben en su ignorancia que aquí en Abya Yala siempre hubo una escritura de tipo jeroglífica y silábica. En su tozudez un día nos dirán  que lo de Braille y el lenguaje de señas no son nada. Nemo dat quod non habet.

Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron un idioma, como si aquí no hubiese 
habido miles y miles de idiomas. El 10 de mayo de 1770, Carlos III emitió una Real 
Cédula mediante la cual prohibió el uso de las lenguas americanas para que se  hablase 
solo el castellano en este continente que es un río multicolor de idiomas. Solo en Panamá 
tenemos siete lenguas nativas y una europea, que es el castellano, un dialecto del latín 
vulgar, la jeringonza que hablaba la chusma de Roma, ciudad donde la población estaba 
dividida en dos capas sociales: los patricios y la plebe. En nuestro continente Abya
Yala, el dominio del idioma se tomaba muy en cuenta y con tal consideración para aspirar a algún 
cargo dentro de la organización del Estado. A muchos  locutores, ministros y otros  jerarcas 
de la etnia ladina panameña les he escuchado decir: “habemos”, “haiga”, “hubieron”. El preso 
de Miami, el etnoitaliano Ricardo Martinelli dijo: “I haven’t stolen a fucking penny” 
(“no me he robado ni un fucking real). 

Llegó a ser presidente de Panamá con esta formar de hablar. Tal vez lo veamos algún día como 
miembro de la Academia Panameña de la Lengua.
 
Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron las leyes. ¿Y es que aquí no las había? Las leyes de los gamberros españoles se llamaban Guerra Justa y Requerimiento, que eran leyes para justificar el genocidio, la esclavitud y el saqueo de nuestro continente Abya Yala.  Las llamadas Leyes de Indias fueron promulgadas mediante Real Cédula el 18 de mayo de 1680, o sea, a casi 200 años del pillaje español y cuando la población nativa ya había sido diezmada bajo las manos de los criminales gamberros de España; en otras palabras, las Leyes de Indias solo favorecían a los “indios” ya asesinados. ¡Cuánta hipocresía!

Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron animales domésticos ¿se referían a ellos mismos? El abyayalense (y no el indio, que es un ciudadano de la república de la India, un país asiático) había domesticado llamas, alpacas, el pato mudo, el pavo, el xoloitzcuintle o el perro pelón…

Según los hispanólatras, los gamberros españoles trajeron universidades, como si aquí no las hubiera habido: ¿de dónde salió el sabio que inventó el calendario azteca?, ¿de dónde salieron los astrónomos, los matemáticos con su concepto de cero (0) y los administradores de los Estados? A estas universidades en algunas partes se las conocían con el nombre de Calmécac, donde se impartían conocimientos de retórica, arte dramático, música, canto, danza, escritura, astronomía, historia, administración de justicia; en otras partes se las llamaban Cuicacalli, que eran centros de enseñanza especializada en todo lo referente a la cultura musical y los cantos sagrados, algo así como Berklee College of Music, de la ciudad de Boston; había otras llamadas Telpochcalli, donde se ponía énfasis en la educación militar: algo parecido a West Point. En esos centros de educación superior, se adquirían y se transmitían las convicciones religiosas, los valores morales y culturales, en otras palabras, eran centros de educación permanente y continúa.

¿De dónde salió el astrónomo maya que planteó que el año solar duraba 365,2420 días, cuando para la astronomía contemporáneo es de 365,2422 días, y en lo que a la revolución sinódica de Venus se refiere calculó que era de 584 días, cuando el cálculo moderno es de 583,92 días?

En la ciudad de Qosqo -Cuzco- había un sitio poblado de escuelas y de centros de altos estudios, los denominados "Yachay Huasi". Cuando los gamberros españoles lo descubrieron lo llamaron “barrio de escuela”, que es el equivalente a lo que hoy denominamos “ciudad universitaria”, en cuyas moradas vivían los harauec -los poetas- y los sabios llamados “amauta”-nombre tan querido por el no menos querido y siempre lúcido José Carlos Mariátegui.

En 1438, el noveno Inca, Yupanqui, conocido también con el nombre de Pachacútec, reforzó su política educativa al incrementar la cantidad de escuelas, que en principio habían sido fundadas por Inca Roca. Hubo escuelas a todo lo largo y ancho del Imperio y se agigantó el número de enseñantes.
Los incas dominaban la geometría. Con ella medían los campos, trazaban caminos, levantaban sus edificios, median el tiempo para fijar los tiempos de la siembra y la cosecha. Tenían cocimientos sobre la cirugía, sobre todo, sobre la trepanación de los cráneos e igualmente el uso medicinal de la plantas era objeto de estudio. La educación que los niños recibían en el hogar se reforzaba en las instituciones del sistema de la educación formal; era como si ya desde la casa estuviese manejando el Manual de urbanidad y buenas maneras o el Manual de Carreño.

En Los comentarios reales de los incas, su autor, el Inca Garcilaso de la Vega escribe que en el tiempo precolonial el mismo estado incaico daba de vestir a los vasallos y en dicho imperio no había pobres ni mendigantes y nadie moría de hambre porque el gobierno tenía depósitos de comida ya que siempre estuvo preparado para los tiempos de las vacas flacas. ¿Es así hoy por hoy el Perú contemporáneo?
¿Qué no tenía Abya Yala antes de la invasión de los gamberros españoles? Antes de la invasión de los gamberros españoles, Abya Yala no tenía gamberros españoles, y sus gobernantes no conocían la corrupción porque la corrupción –este nuevo tipo de saqueo-la practican los gobernantes de hoy, que son los nietos de los gamberros españoles -de tal palo, tal astilla- y Abya Yala tampoco conocía el Tercer Mundo, que es una herencia de los gamberros españoles.
“La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra”. José Martí