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The Best of Strauss



THE BEST OF STRAUSS II

01. Emperor Waltz (Kaiser-Walzer) Op. 437 00:00
02. Strauss I - Radetzky March Op. 228 11:57
03. Voices of Spring (Frühlingsstimmen) Waltz, Op. 410 14:54
04. On the Beautiful Blue Danube (An der Schönen Blauen Donau) Waltz, Op. 314 21:49
05. Chit-Chat (Tritsch-Tratsch) Polka, Op. 214 32:42
06. Viennese Blood (Wiener Blut) Waltz, Op. 354 35:21
07. Viennese Sweets (Wiener Bonbons) Waltz, Op. 307 44:10
08. Tales from the Vienna Woods (G'schichten aus dem Wienerwald) Waltz, Op. 325 53:46
09. Love Songs (Liebeslieder) Waltz, Op. 114 1:06:20
10. Roses from the South (Rosen aus dem Süden) Waltz, Op. 388 1:15:10
11. Be Embraced, You Millions! (Seid umschlungen, Millionen!) Waltz, Op. 443 1:24:26
12. Acceleration (Accelerationen) Waltz, Op. 234 1:33:56
13. Viennese Blood (Wiener Blut) Waltz, Op. 354 1:42:55
14. Light Blood (Leichtes Blut) Polka, Op. 139 1:52:21
15. Pizzicato Polka, Op. 234 1:55:06
16. Polka Schnell, Op. 281 1:57:49

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Sistema de pensiones para todos los panameños


Sistema de pensiones para todos los panameños: ayuda memoria para las nuevas autoridades

Jorge Luis Prosperi R.
www.elblogdejorgeprosperi.com / 031318

Al sensible tema del sistema de pensiones para todos los panameños y la crisis que lo aqueja, me he referido en ocasiones anteriores y siempre me queda la tristeza de saber que el problema no ha sido abordado de forma transparente, valiente y efectiva por los gobernantes de turno, valiéndose en no pocas ocasiones, de la falta de suficiente información para tratar el tema de las finanzas de la CSS, pues los diferentes equipos de actuarios de la entidad no han entregado la necesaria auditoría financiera de la institución…

Pero resulta que todos en Panamá sabemos que existen claros riesgos para que los jubilados y pensionados cuenten con los recursos necesarios, luego de retirarse o cumplir con sus cuotas, ya que, “a partir del próximo año la institución entrará en déficit de caja, y en el 2025 no habrá reservas”.

En ese contexto consideré pertinente compartir con ustedes la parte introductoria del capítulo III de la publicación de la CEPAL, Panorama Social de América Latina 2017, en el cual nos ofrece una mirada a nuevas tendencias en las reformas de los sistemas de pensiones en América Latina. Se trata de un documento que complementa de forma importante el acervo bibliográfico que existe sobre el tema, por lo que es de lectura y reflexión obligada para todo aquel que esté comprometido con solucionar este espinoso asunto.

Hago votos porque la próxima administración, coloque la solución de los problemas de nuestro sistema de pensiones, como la más alta prioridad de su agenda política y convoque, al inicio de su gestión, el prometido y pendiente “diálogo nacional” para abordar este tema.  

¿Cuál es el sistema de Pensiones que queremos los panameños?

Antes de entrar en materia, tengamos claro que “los sistemas de pensiones son mecanismos de protección social que tienen como principal objetivo salvaguardar los ingresos futuros de las personas y de sus dependientes o familiares ante diferentes contingencias que pueden suscitarse de manera natural o accidental en la vida de un trabajador. Las situaciones más comunes son el estado de edad avanzada (vejez) y/o desempleo en aquella etapa de la vida, fallecimiento prematuro, ocurrencia de accidentes personales o padecimiento de alguna enfermedad que conduzca a la invalidez. En cualquiera de los casos, los sistemas de pensiones son activados para ofrecer tranquilidad y seguridad al afectado o sus familiares, para que puedan recibir un apoyo económico que les permita vivir con dignidad”.

En esa dirección, nos informa la publicación del el Centro Nacional de Competitividad del 21 de julio de 2017, titulada “Sistema de pensiones en Panamá”, que en el mundo se han desarrollado básicamente dos sistemas de pensiones con características particulares que los diferencian y ambas coexisten en nuestro país.

Por un lado, están los sistemas de cuentas individuales en donde cada trabajador destina una proporción de sus ingresos (transformados en abonos) a su cuenta de previsión para su pensión, además de los intereses o la rentabilidad de esos ahorros que debe ser garantizada y administrada por una entidad pública o privada según el ordenamiento legal del territorio correspondiente para esos casos.

El otro sistema consiste en un fondo o caja común (también conocido como sistema de reparto o de pilar solidario) donde todos los trabajadores, independientemente de su nivel de ingresos, aportan a una cuenta común que sirve de soporte para el pago de las pensiones de aquellos que cumplen con los requisitos establecidos.

La principal diferencia entre ambos sistemas es la cantidad de dinero que recibe el trabajador finalmente, siendo proporcional a sus aportaciones en el caso del sistema de cuenta individual, mientras que en el caso del sistema de reparto existe un límite alcanzable que no será necesariamente proporcional a los aportes realizados. En ese ámbito, la publicación señala que en Panamá existen los dos sistemas.

En ese contexto, los panameños queremos un sistema que nos asegure una pensión suficiente para vivir de forma digna y cómoda al jubilarnos. Pero, lo primero que debemos considerar es ¿de cuáles panameños estamos hablando? Y al margen de las consideraciones de clase social o ingreso económico que son harto conocidas, hay que pensar en términos de edad y valores culturales de la mayoría de los panameños. Y, de acuerdo a estimaciones del INEC para el 2017, el 70% de nuestra población total, tenía entre 15 y 60 años. En tanto que el 30% somos mayores de 60 años.

Entonces la primera tarea es hacerles la pregunta a nuestros trabajadores (no jubilados y menores de 60 años), que son la mayoría. Estamos dando por sentado que todos en Panamá preferimos el fondo público y que todos abrazamos el principio de la solidaridad entre generaciones, y entre ricos y pobres. Pues puede que no sea el caso y las nuevas generaciones, sin dejar de ser solidarios, piensen diferente en cuanto a la mejor opción para todos.


Nuevas tendencias en las reformas del sistema de pensiones de los países de América Latina: perspectiva de la CEPAL

La publicación de la CEPAL, Panorama Social de América Latina 2017, nos ofrece en su capítulo III una mirada a nuevas tendencias en las reformas de los sistemas de pensiones en América Latina. Recomiendo la lectura completa del documento y comparto continuación algunos aspectos introductorios.

De acuerdo con la CEPAL, “el desarrollo institucional de los sistemas de pensiones se basa en la lógica de los esquemas de pensiones obligatorios y contributivos… Desde este punto de vista, el principal objetivo de un sistema de pensiones es proveer un seguro de ingresos (por concepto de invalidez, vejez y muerte), que distribuye el consumo a lo largo del ciclo de vida. En una definición más moderna de los sistemas de pensiones también se tienen en cuenta objetivos de política pública, como la reducción de la pobreza y la redistribución del ingreso”.

“En los enfoques más modernos de la protección social, el desarrollo de los sistemas de pensiones requiere el equilibrio de una fina ecuación que, además de la clásica función de seguro de los ingresos frente a distintos riesgos, incorpora la solidaridad necesaria para que los esquemas previsionales sean sostenibles y enfrenten la pobreza y la desigualdad provocadas, entre otros factores, por los bajos índices de cobertura. si bien en una evaluación básica del sistema de pensiones pueden considerarse distintas y variadas dimensiones, los resultados de dicha evaluación deberían dar respuesta al menos a tres preguntas en el marco de un esquema que pertenece al sistema de protección social”.

La primera es: ¿cuál es la cobertura del sistema de pensiones? Es necesario precisar y estimar indicadores de cobertura cuantitativos y cualitativos para evaluar el sistema de pensiones. La dimensión de cantidad se refiere a la cobertura de personas activas (proporción de la población en edad de trabajar que cotiza en el sistema de pensiones) y de personas pasivas (proporción de los mayores de 65 años con alguna prestación del sistema de pensiones). La dimensión de calidad de la cobertura de las personas activas, en general, se determina por la densidad de cotizaciones (proporción de la vida laboral en que se realizan cotizaciones).

La segunda es: ¿son suficientes los beneficios del sistema de pensiones? La comparación agregada más común consiste en comparar los beneficios promedio del sistema de pensiones con la línea de extrema pobreza, la línea de pobreza, el salario mínimo y el ingreso per cápita. Con estos indicadores se estima la suficiencia de los beneficios previsionales. El análisis de la calidad de los beneficios a nivel individual se efectúa comparando el nivel de las pensiones con el de los ingresos previos al retiro de los trabajadores y con ello se calculan las tasas de reemplazo del sistema de pensiones.

Por último, la tercera es: ¿a qué costo se alcanzan la cobertura y los beneficios entregados? Es necesario evaluar si el sistema de pensiones es sostenible desde el punto de vista financiero, por ejemplo, si los aportes públicos como porcentaje del producto interno bruto (PIB) son apropiados en relación con otras necesidades económicas y sociales.

En el siguiente diagrama se representan las áreas de una evaluación básica del sistema de pensiones, a saber: la cobertura o cantidad de personas cubiertas (conjunto A), las prestaciones o el nivel de las pensiones (conjunto B) —que dan una noción de la calidad del sistema— y los costos y la sostenibilidad financiera del esquema de pensiones (conjunto C). La intersección de los tres conjuntos, el área E, representa un sistema de pensiones en equilibrio, es decir, que ha alcanzado una cobertura adecuada, proporciona beneficios suficientes y es financieramente sostenible.

Si el sistema se encuentra fuera del área E se deberán realizar modificaciones o reformas pues este no cumple con los estándares relativos a la cobertura o la suficiencia de los beneficios o presenta déficits financieros que hacen insostenible el esquema previsional.

En general, un sistema de pensiones deficitario en estas tres dimensiones requiere la implementación de una reforma estructural del esquema previsional.


Existen otras dimensiones que pueden agregarse a la evaluación básica en el marco de un sistema de seguridad social y que la transforman en una evaluación integral del sistema de pensiones. El análisis de cada una de esas dimensiones, que están relacionadas con las variables de la evaluación básica, también puede revelar condiciones que requieran la modificación o reforma de los sistemas de pensiones.

Es recomendable realizar un análisis integral del sistema de pensiones antes de elaborar una reforma previsional. En la mayoría de los países de la región, se efectuó solo una evaluación básica, concentrada en la sostenibilidad financiera y los efectos fiscales de los sistemas de pensiones. La ampliación del campo de análisis es fundamental para consolidar sistemas de pensiones modernos y para que en los futuros diseños de los esquemas previsionales se tengan en cuenta otras dimensiones muy relevantes para el logro de los objetivos de un esquema que pertenece al ámbito de la protección social.


La transición demográfica y el acelerado envejecimiento de la población en América Latina harán que los sistemas de pensiones sean cada vez más relevantes, en virtud de sus efectos sociales, económicos y políticos. En las últimas décadas, se llevaron a cabo numerosas reformas de los sistemas de pensiones en América Latina, tanto estructurales (11 países, 9 de ellos entre 1993 y 2003, Chile en dos oportunidades -1981 y 2008- y Panamá en 2008) como paramétricas (14 países entre 2008 y 2017). En las reformas estructurales realizadas se implementaron distintos modelos de pensiones.

Las lecciones, los principios y los criterios que pueden extraerse de estas experiencias se analizan en este capítulo de la publicación de la CEPAL.

Pecados capitales


Sergio Ramírez M.

Llegué a la Universidad de León en 1959, antes de cumplir los 17 años, y en mi pueblo natal de Masatepe los únicos comunistas que había conocido eran unos hermanos zapateros, que acabada la faena diaria dejaban sus ropas de trabajo y se vestían de blanco impoluto, los zapatos siempre con una mano reciente de albayalde, para instalarse en el parque central, donde predicaban entre bromas, frente a una escasa concurrencia, más contra la religión católica que contra explotación de la casa obrera. Lo único que aprendí de ellos es que comunista era sinónimo de ateo.

En la universidad supe más pronto de la acción que de la teoría marxista. Llegué a las aulas pocos meses después del triunfo de la Revolución cubana, y en las manifestaciones callejeras contra la dictadura de los Somoza, una de las cuales fue reprimida a balazos con saldo de cuatro compañeros muertos, nos acompañaba el fervor reverencial por los guerrilleros barbados y vestidos de verde olivo que habían logrado derrocar a Batista.

Nunca faltaban los gritos contra el imperialismo. Dictadura e imperialismo eran conceptos indisolubles. Nicaragua había sufrido en el siglo dos intervenciones militares de Estados Unidos, y al final de la última de ellas, en 1933, dejaron instalado a la cabeza de la Guardia Nacional a Anastasio Somoza, fundador de la dinastía, quien al año siguiente orquestó una conspiración para asesinar al general Sandino, héroe de la resistencia de seis años en contra de la ocupación.

Más que en el estudio de la teoría marxista, reducida a manuales, eran los agravios los que marcaban las convicciones. Cuando el viejo Somoza fue baleado de muerte por el poeta Rigoberto López Pérez en 1956, el presidente Dwight Eisenhower lo llamó “campeón de la democracia”. El Caribe era una selva donde reinaban las panteras engalonadas: Batista, Trujillo, Somoza, Pérez Jiménez, Castillo Armas.

En 1954 el gobierno del coronel Jacobo Arbenz había sido derrocado en Guatemala, y la obscenidad de los hechos resultaba hasta candorosa: Allen Dulles era jefe de la CIA y a la vez miembro del consejo directivo de la United Fruit Company; y su hermano, John Foster Dulles, secretario de Estado, era abogado de la compañía, a la que Arbenz había expropiado unas tierras ociosas para su programa de reforma agraria, que a la postre resultó más moderado que el que el presidente Kennedy propuso a comienzos de los sesenta en su Alianza para el Progreso.

Todos los males, opresión, atraso y miseria, desigualdad social, falta de instituciones democráticas, entrega de los recursos naturales a las potencias extranjeras, eran atribuibles al imperialismo que, al amparo de la Guerra Fría, sostenía a las dictaduras de derecha. No había nadie más a quien culpar. Hasta el triunfo de la Revolución cubana la izquierda había estado ausente del poder, salvo por el caso de Guatemala, y el de Bolivia, con la Revolución Nacional de 1952. Y la única otra revolución había sido la mexicana a comienzos del siglo, y que, comida por la polilla, distaba de ser vista ahora como una referencia.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional, fundado en 1961, nació del fermento de izquierda en las aulas universitarias, y quien sería su fundador, Carlos Fonseca, había dejado la escuela de derecho poco tiempo atrás de mi llegada, para pasar a la clandestinidad. Y al bautizar como sandinista a la organización guerrillera creó un vínculo con la historia de lucha antiimperialista en Nicaragua; y a la par se creó otro con la Revolución cubana que acogía y entrenaba a los movimientos guerrilleros del continente.

Carlos Fonseca cayó en las montañas del norte de Nicaragua en 1976, a menos de tres años del triunfo de la revolución, el cual no hubiera sido posible sin un cambio fundamental de rumbo. El FSLN se dividió en tres tendencias, y la estrategia guevarista del foco guerrillero en la montaña fue superada a partir de 1977, cuando se crea la tendencia insurreccional, por la de una ofensiva generalizada contra las tropas de Somoza, junto a la articulación de una alianza política con todas las fuerzas antisomocistas.

El Grupo de los Doce, formado en 1977 por empresarios, sacerdotes, profesionales e intelectuales, fue esencial para el cambio de percepción que la sociedad tenía del FSLN como un grupo de guerrilleros valientes y sacrificados pero sin consenso social ni posibilidades de alcanzar el poder político. Y el asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro en enero de 1978, catapultó la lucha.

El triunfo de la revolución en julio de 1979 fue el fruto del heroísmo de miles de jóvenes combatientes que lograron derrotar al ejército pretoriano de Somoza, pero también lo fue, y en una medida trascendental, de una brillante operación política que movilizó a la población, despojó de temores a la clase media, pospuso las aprensiones de los empresarios, y logró una interlocución con Estados Unidos.

Una “transición ordenada” fue negociada con la administración Carter, lo que implicaba la salida de Somoza al extranjero con su familia y allegados, y la formación de un mando conjunto del nuevo ejército, entre oficiales de la Guardia Nacional y jefes guerrilleros. No resultó así al final, porque el vicepresidente Urcuyo, que sólo debía entregar el mando a la Junta de Gobierno, desconoció el acuerdo, y eso precipitó el avance de las fuerzas insurgentes y el desmoronamiento del ejército.

Hay pecados capitales que definen la historia de un proceso revolucionario, y definen, a fin de cuentas, la historia misma. El pecado capital de la revolución nicaragüense consistió en poner la ideología por encima de las posibilidades de la realidad. El socialismo, como idea redentora, vino a ser una entelequia que despreció la realidad, y ésta terminó imponiéndose.

La revolución era, en primera instancia, una sincera ilusión de cambio en la mente de quienes la habían hecho posible. Fue una empresa abierta, realizada con voluntad espontánea por gente de distintas clases sociales que no se detuvieron a considerar asuntos de ideología, menos la imposición una ideología férrea basada en el protagonismo hegemónico de una clase obrera que a duras penas existía en un país de fundamento agrario.

La ideología y el ideal. Convertir a los pobres en protagonistas de la historia era parte central de la idea de revolución, compartida por los cristianos partícipes del proceso, promotores de la opción preferencial por los pobres del Concilio Vaticano II y del Congreso ¿Eucarístico??? de Medellín. Y era un sentimiento de la sociedad en general; una revolución sin cambios estructurales no puede merecer ese nombre.

Pero la ideología marxista de los manuales, y las concepciones leninistas sobre el poder, flotaban arriba, en el estrato de la vanguardia, encarnada en los nueve comandantes, dueños del papel de conducir la revolución por el camino correcto. La revolución se había hecho con novedad e imaginación. Ahora, la ortodoxia ideológica pugnaba por imponerse frente a la novedad y la imaginación.
El poder fue conducido desde el primer momento en dos planos: en el interno las intenciones de fondo, la creación a largo plazo de un Estado socialista bajo la guía de un partido único, o al menos hegemónico; y en el externo la proclama del pluralismo político, la economía mixta y el no alineamiento internacional.

Esta prédica de la superficie logró un buen grado de credibilidad en Europa Occidental, fue aceptada con algo de reticencia por los nuevos gobiernos democráticos de América Latina, que entonces sustituían a las dictaduras militares, pero nunca convenció a los Estados Unidos de Reagan, que dio su respaldo inmediato al ejército de la contra, y así sobrevino en Centroamérica, tomando en cuenta las guerras en El Salvador y Guatemala, una confrontación de la Guerra Fría en una oscura esquina del tablero mundial.

En términos estratégicos la revolución sandinista se amparó en el campo soviético, y en Cuba, para el apoyo militar, y para los suministros básicos que incluían el petróleo, mientras del otro lado prevalecía el embargo comercial de Estados Unidos.

Y, desde el principio, la unidad de fuerzas políticas diversas que hizo posible el derrocamiento de la dictadura había saltado en añicos. Muy temprano el FSLN decidió que responsabilidad política de gobernar era en exclusiva suya, y éste fue otro pecado capital. No sólo alejó a sus aliados, sino que les estorbó, o impidió que formaran o consolidar partidos de oposición. Cuando fueron llamadas las elecciones de 1984 quiso atraerlos de nuevo, pero la administración Reagan les impidió participar, para deslegitimar al gobierno sandinista resultante de esas elecciones.

La única posibilidad de redimir a los pobres era creando riqueza, pero la estatización de la propiedad, empezando por la agraria, y los controles del comercio, resultaron en fracaso; y la guerra consumió los recursos y vino a desbarajustar las iniciativas de transformación social que eran la razón de ser de la revolución, salud, educación.

La empresa privada sobrevivía maniatada, sin iniciativas ni confianza, sujeta a las expropiaciones arbitrarias, y después se fue también por el embudo de la debacle que representó la falta de divisas para los suministros básicos, la inflación y el desabastecimiento.

Nadie en la dirigencia sandinista imaginó la llegada de Gorbachov para sustituir a los viejos carcamales del Kremlin, ni que enviaría al canciller Shevardnadze a Managua con la notificación de que el apoyo estratégico llegaba a su fin, y que era necesario entenderse con Estados Unidos. Tampoco fue previsible la desaparición de la Unión Soviética ni la caída del muro de Berlín.

Cuando agotadas las posibilidades de seguir adelante con una guerra que había desangrado hasta la extenuación al país, se impuso la necesidad de los acuerdos de paz con la contra, que también se había quedado sin respaldo del Congreso de Estados Unidos, vinieron, como consecuencia, las elecciones de 1990, que el sandinismo terminó perdiendo, y con las elecciones no sólo perdió el gobierno, sino el control de las instituciones públicas y de las fuerzas militares y de seguridad. El proyecto revolucionario colapsó, y las férreas concepciones ideológicas cogieron rápidamente herrumbre.

La revolución terminó entonces. No sobrevivió. Fue un proyecto complejo que dejó una marca en la historia, con su voluntad de cambio y sus virtudes e ideales, y sus errores, deficiencias y defectos de concepción.

Quienes intentaron escribir la segunda parte se apropiaron de sus símbolos y de su retórica, que luce hoy tan envejecida, pero su esencia se había disuelto sin remedio. Eran unos ideales sustentados con ardor juvenil; y si reparamos en lo que ocurre hoy día bajo el régimen represivo de Ortega, aquel discurso alentado por el ardor juvenil se quedó extraviado en los entresijos del tiempo, y en boca de unos viejos resulta en una cruel, y a veces ridícula, falsificación. Porque quienes están siendo reprimidos son otros jóvenes idealistas como los que entonces empuñaron los fusiles.

Son los nietos de la revolución empeñados en otra revolución, esta vez sin armas.

¿Por qué crece el evangelismo en Brasil y qué consecuencias políticas tiene?


Entrevista de Eduardo Febbro a Lamia Oualalou.

Brasil ha sido la cuna de uno de los movimientos eclesiásticos más puros y universales que se hayan conocido: la Teología de la Liberación. A su cabeza, como teólogo substancial de esa corriente, estuvo Leonardo Boff y, dentro de la Iglesia Católica, el obispo Hélder Cámara, quien solía decir: «Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista».

Boff y Cámara fueron reemplazados hoy por una corte de pastores evangélicos de perfil liberal, millonarios como Edir Macedo, el Obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios y dueño de poderosos medios de comunicación.

El movimiento evangélico se ha convertido así en un eje político y moral del país. Sin él, Jair Bolsonaro no se hubiese izado a la segunda vuelta de la elección presidencial en condiciones ideales. La historia de escenografías dignas de una ficción delirante y del método con el cual los evangélicos tejieron su poder dentro de Brasil está narrada por la periodista franco-marroquí Lamia Oualalou en un libro cautivante y preciso publicado en Francia por las Editions du Cerf, Jesús t'aime, (Jesús te ama). Especialista de América Latina, la periodista (que escribe en Le Figaro, Mediapart, Europe 1, y Le Monde Diplomatique) indagó en el territorio plural de los evangélicos y su investigación aporta una pieza clave para comprender qué pasó, cómo los evangélicos se arraigaron en las zonas más pobres del Brasil y cómo fueron penetrando todos los sectores de la sociedad mientras la iglesia Católica y la izquierda brasileña se alejaban de ella.
Con el paso de los años, desde las bases y con una narrativa basada en la “teología de la prosperidad”, los evangélicos se volvieron una presencia común en las favelas, un apoyo cotidiano y estructurado para millones de pobres. Al mismo tiempo desarrollaron una imponente red de medios de comunicación. Expandieron su doctrina, sus valores, su grito de guerra, Jesús Te Ama, y sus prohibiciones: se toma Juda Cola y no la otra.

Lejos de las síntesis apuradas y folclóricas, la investigación de Lamia Oualalou es un retrato fresco y profundo de una particularidad brasileña cuya dimensión no siempre se tomó en cuenta. No es un azar si en 2010 un notorio evangelista ligado a la Iglesia Universal, Marcelo Crivella, se convirtió en el alcalde de Río de Janeiro.

El principal país católico del mundo, aquel donde, en su gran primer viaje, el papa Francisco movilizó a millones de personas, es la tierra prometida de un evangelismo ultraconservador. El movimiento evangélico le ganó al papa y, como lo demuestra la autora de la investigación, también al Partido de los Trabajadores (PT) y al resto de la izquierda brasileña que se concentró en los núcleos urbanos y desatendió las periferias donde prosperan la marginación, la pobreza, la violencia y la soledad social. Este libro cautivante corre el telón de un país que se volcó al mensaje evangelista y sus propuestas redentoras cuando el Estado lo abandonó.

Bolsonaro no habría llegado a encontrarse a un paso de la presidencia sin el respaldo de los evangélicos. Estos derrotaron al PT en los templos bastante antes de las elecciones. ¿Cuál es su visión de este hecho?

En Brasil hemos visto la consecuencia directa de la influencia evangelista en las elecciones luego de que los pastores más importantes llamaran a votar por Bolsonaro. Hoy tenemos una buena parte de la población brasileña que no solo es evangélica, sino que también sigue lo que le dice el pastor. Esto ha tenido y tendrá un impacto muy complicado porque el PT no sabe hablar con los evangélicos. Ese ha sido uno de los grandes errores que ha cometido en el pasado. Bolsonaro entendió muy bien cómo hablar con ellos. Su mujer es evangélica, pero él no.

Bolsonaro aceptó toda una parte del circo evangélico: pidió a un pastor que lo bautizara y acude con frecuencia a los actos evangélicos. Y como la izquierda abandonó en muchos sentidos a los pobres, estos se fueron cada vez más a la derecha. En este momento de crisis y de miedo, él viene con este discurso de orden, de matar a los bandidos. Está además el trabajo de diabolización del PT que los pastores supieron hacer muy bien.

El discurso que se escucha en los templos consiste en decir que la crisis y la recesión se deben a una intervención de satanás, y ese satanás es el PT. El diablo hizo que la prosperidad económica terminara. Presentan al PT como si fuera un partido muy radical cuando en realidad es de centroizquierda. La gente se compró una retórica que nada tiene que ver con la realidad.

Por otra parte, los evangélicos trabajaron el tema de los medios. La segunda televisora del país es de propiedad de Edir Macedo, el obispo de la iglesia Universal. Macedo puso todo su aparato mediático al servicio de Bolsonaro. La noche del último debate antes de la primera vuelta no fue al debate, pero la televisión evangélica difundió una entrevista con él. Fue una guerra abierta usando todos los medios evangélicos. La gente solo escucha la radio evangélica, ve la televisión evangélica, participa de los grupos evangélicos de Facebook y WhatsApp. La gente vive confinada en ese mundo. Y claro, viven en ese círculo porque los partidos y movimientos progresistas, el PT por ejemplo, desampararon a esta gente. Al final, lo que ocurrió es que se cortaron los puentes para dialogar con la gente humilde.

El PT intenta a la apurada acercarse a ese electorado, pero para la gente que cree en el discurso del pastor, ya es tarde. Lo que habría que hacer es deconstruir la imagen de los pastores y demostrar que la mayoría de ellos son bandidos, que son las principales fortunas del país. Pero esto no se lleva a cabo en un par de semanas. Lo que habría que hacer es volver a hablar con toda esa gente, pero no de la Biblia como lo están intentando hacer sino de lo que más importa en la vida del brasileño: una educación mínima, un acceso a la salud, volver a tener farmacias populares que den remedios gratuitos, tener un salario mínimo. Esa es creo la única manera de recuperar una parte del voto evangélico. El poder de Bolsonaro va a depender mucho del poder de los pastores evangélicos.

En su investigación queda muy claro que esta expansión del evangelismo es una consecuencia de la ausencia crítica del Estado, así como de un alejamiento de la iglesia católica y de la izquierda de los sectores populares. El evangelismo progresa en varios países.

Hay una expansión decisiva del evangelismo en América Latina. En México, los evangélicos desempeñaron un papel en la elección de Andrés Manuel López Obrador, aunque no fue tan importante. En este país la organización política de los evangélicos todavía no está establecida y los católicos siguen acudiendo a la iglesia. Pero también se desarrolla en Argentina, en Colombia y en Chile, y en América Central.

Para explicar esto hay que resaltar que hubo varios movimientos que se produjeron al mismo tiempo. Por un lado, poco a poco, la iglesia Católica fue desapareciendo de los lugares más populares, o nunca estuvo como pasó en las nuevas ciudades populares y las favelas que se crearon con una velocidad enorme después de los años 70. La iglesia católica tiene aquí un problema de presencia urbana: se entiende solo en el centro de la ciudad. En Brasil, en las favelas y las ciudades emergentes no hay centro. Entonces, por un lado, la iglesia católica no entra. Por el otro, en ese mundo suburbano, pobre, con gente oriunda, por ejemplo, del nordeste que perdió el apoyo familiar y carece de trabajo decente, no hay lugares de sociabilidad.

Cuando le preguntaba a la gente por qué iba a la Iglesia evangélica, el argumento teológico no aparecía. De hecho, lo único que existe es el templo evangélico: allí pueden cantar, hacerse de amigos, dejar a sus hijos. No están presentes ni el Estado con políticas públicas (salud, trabajo, educación), ni la iglesia católica, pero sí están presentes los evangélicos que suelen prestar algunos de esos servicios. En los templos encuentran todo esto, o sea, un lugar de respaldo. Por ejemplo, si alguien pierde su trabajo, la red se activa hasta que consigue uno. Y si le hace falta comida, le dan arroz. Los evangélicos, en Brasil, ocuparon el espacio del Estado con el consiguiente impacto cultural y político que ello acarrea. La gente vive encerrada en ese mundo, todo el tiempo. Y esto pasa en parte también porque los movimientos progresistas, los partidos de izquierda, abandonaron a esta gente con un nivel de prejuicio muy alto. No hay que olvidar que el PT está muy ligado con la izquierda católica.

En el caso de Brasil es tanto más paradójico cuanto que fue el país donde nació la Teología de la Liberación. Sin embargo, con la expansión del evangelismo y su modelo liberal, se ha vuelto la cuna del evangelismo, al que usted define como una «teología de la prosperidad».

Fue la tierra de la Teología de la Liberación hasta que el papa Juan Pablo II decidió acabar con eso. Se dieron entonces dos movimientos paralelos: por un lado, el Estado desaparecía al mismo tiempo que la economía producía más precariedad, y por el otro, la iglesia católica se alejó.

La lógica de la «teología de la prosperidad» es fascinante porque le dice al adherente de la iglesia que, básicamente, tiene derecho a todo: a la salud, a una buena vida material. ¡Y eso ahora mismo y no en la próxima vida! Y si no lo tiene es solo porque no lo sabes exigir.

Esto implica un cambio con respecto a la relación con Dios: Dios tiene que darte eso y tu solo tienes que saber pedírselo. Y para pedírselo debes formar parte del grupo evangélico, pagar y rezar. Y al final, lo más interesante es que funciona: cuando los evangélicos dicen «deja de beber y vas a encontrar un trabajo», la gente termina trabajando más y mejor y no está borracha. La gente termina viendo que hay un impacto positivo en su vida, que gasta menos dinero en alcohol o en ir al futbol y tienen, por consecuencia, más plata. El pastor les promete mucho, mucho más, pero la gente pone sus necesidades a su altura. Traducen las promesas del pastor de tener un Cadillac en un trabajo menos precario, en un crédito inmobiliario bueno. Se lo creen todo, aunque lo que obtengan sea mínimo.

¿La izquierda brasileña tampoco captó a qué correspondía exactamente la «teología de la prosperidad»?

No, claro que no y eso ha sido otra tragedia. La izquierda interpretó la «teología de la prosperidad» de forma muy básica. La vio únicamente como una adaptación del neoliberalismo. Es cierto que hay una parte de consumismo y de dinero, pero también las iglesias evangélicas funcionan con una fuerte lógica de solidaridad. Hoy se pagan las consecuencias: lo que empezó solo con Dios se convirtió en un enorme movimiento moralista, anti-PT, anti-intervención del Estado. Sí, es cierto que los evangélicos están en una lógica de consumo capitalista. No obstante, ese era el discurso de todo el país y nadie fue contra eso. Incluso en los años de Lula se decía: “ahora todos los brasileños pueden ser ciudadanos porque tienen acceso a una tarjeta de crédito” (Guido Mantega, ex ministro de Hacienda). Y eso es precisamente lo que se dice en una iglesia Evangélica. Para mucha gente, los años de Lula le dieron más legitimidad a la teología de la prosperidad. Ese discurso se apoderó de todo el país. El evangelismo también es una forma de ascenso en la escala social. Ni el trabajo, ni la política ni el sindicalismo se permiten a esas personas.

¿Bolsonaro y los evangélicos han sido entonces los actores de una doble victoria: la que obtuvieron ante del PT y frente al papa Francisco?

Cuando vino a Brasil el papa Francisco se dio cuenta de que tal vez era demasiado tarde. El problema era mucho más grave de lo que el papa pensaba. Cuando les preguntaba a los evangélicos qué pensaban de Francisco, muchos de ellos ni sabían quién era Francisco. No estaban ni siquiera en contra él: ni siquiera sabían bien quién era. Y estamos hablando del primer país católico del mundo. Además, la derrota tiene otra dimensión: para no perder terreno, una parte de la iglesia Católica termina en muchos casos imitando a la iglesia Evangélica. En Brasil hay sacerdotes que los copian totalmente: si vas a una iglesia Católica, un domingo, no sabes si estás en un templo evangélico o en uno católico.

Es todo el movimiento de renovación carismática. El Papa odia a este movimiento, pero tuvo que aceptarlo. La única manera de cambiar la situación actual es con un trabajo de terreno. Pero el problema es que el Papa está en Roma y la gente que está en Brasil piensa lo contrario, fue puesta por los dos papas anteriores (Benedicto XVI y Juan Pablo Segundo) y hoy no repercute lo que ordena el Papa Francisco. Derrota también del PT, claro. La izquierda brasileña dejó de atender a las poblaciones pobres. Encima, la campaña se articuló en torno a WhatsApp, detalle que el PT tampoco entendió.

Los evangélicos trabajaron a la sociedad cuerpo a cuerpo, sector por sector. Se expandieron en los círculos deportistas, entre los actores, los surfistas, la policía, el crimen organizado. Como lo haría una empresa comercial.

Los evangélicos tienen una visión de marketing sobre la sociedad. De hecho, no hay una iglesia evangélica sino muchas. Si mañana quieres ser un pastor, puedes. El único punto en común entre todas las iglesias es la fuerte personalidad de los pastores. A lo mejor un Lula hoy sería un pastor. Hacen una iglesia que interesa a la gente que juega al fútbol, otra iglesia para los gays porque están excluidos y es una población importante y hay que atraerlos, otra iglesia más rigurosa y una más permisiva. Esto termina teniendo una fuerza increíble porque siempre acabas encontrando una iglesia a tu gusto.

Por eso están en todo el país. Tienen entonces dos estrategias: una de marketing y otra de penetración de los poderes. Están en el aparato judicial, en la política (tienen 90 diputados), en la policía. Si ves la página de la policía militar verán que una parte de las ayudas sociales están organizadas por los evangélicos. Hasta son mayoritarios en las cárceles. En Río de Janeiro, de las 100 representaciones religiosas que están presentes en las cárceles 92 son evangélicas. Es impresionante. Al final, el Estado les da este derecho porque ha perdido su capacidad de intervención. No puede llegar a los lugares inaccesibles y los evangélicos sí. Esto les da un enorme poder.