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LEGITIMIDAD DE UNA CONSTITUCIÓN

Miguel Antonio Bernal

      La constitución de 1972 fue y es ilegítima, toda vez que la fuerza del regimen dictatorial y militar la impuso. Aún cuando algunos, desde siempre y ahora, se valen de toda suerte de recursos para pretender darle una legitimidad que nunca tuvo y que ya no puede pretender tener.
       Una constitución impuesta nunca llega a ser una Constitución, a pesar de ser la que  contiene las normas constitucionales y hay la obligación de obedecerla. Recordemos con Pedro de Vega que: ”El Estado constitucional cimenta su estructura en dos pilares fundamentales: por un lado el principio político democrático; por otro, en el principio jurídico de supremacía constitucional. Conforme al principio político democrático se entiende que corresponde al pueblo, en cuanto titular de la soberanía, el ejercicio indiscutible del poder constituyente,  Según el principio de supremacía se considera que la Constitución es lex superior, que obliga por igual a gobernantes y gobernados”.
       Desde 1945 hasta el día de hoy, al pueblo panameño se le ha secuestrado y privado el ejercicio de su poder constituyente. Los gobiernos post-invasión no han sido otra cosa que la continuación de la imposición castrense, dado que también han hecho, y hacen, lo imposible para impedir el ejercicio del principio político democrático.
       El principio jurídico de supremacía constitucional continua viviendo en el exilio desde 1968, cuando el golpe militar decapitó la Constitución de 1946 promulgada por la Asamblea Constituyente de 1945. Desde entonces Panamá adolece de supremacía constitucional, tanto para gobernantes como para gobernados.
       Hoy día, los partidarios de las reformas gatopardistas, pretenden con desesperación legitimar la constitución militarista para impedir una nueva Constitución producto de la participación ciudadana.  Buscan borrar la teoría, la doctrina y la historia constitucional, para blindar sus intereses particulares por encima de los intereses generales de todo el pueblo panameño.
       Cabe entonces no dejar de subrayar que:
1.-Panamá necesita una nueva Constitución
2.La vía más  pacífica, participativa y polpular es darse una nueva Constitución a través de un Proceso Constituyente, veraderamente democrático.
3.-Una nueva Constitución no tiene por qué, ni debe subordinarse a una constitución  ilegítima y mucho menos depender de ella.

       La legitimidad de una Constitución solo la puede dar ell pueblo, por ello: ¡La Constituyente es el camino!