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¿Qué pasa con ustedes, centroamericanos?


www.elpais.com / 301119

¿Cómo tanta gente soporta eso todos los días?

Apenas llevo un mes en Nueva York, reuniéndome con diferentes colectivos e impartiendo clases a universitarios sobre cobertura de violencia y ya me voy acostumbrando a la pregunta certera, corta, molesta. Como es obvio, la mayoría de ejemplos que analizamos hablan de Centroamérica, de una parte muy puntual del istmo: el abismo marginal en el que habitan millones de personas de la clase obrera en Honduras, Guatemala, El Salvador. Los que migran hacia este país, pues.

En Estados Unidos viven más de 3,5 millones de centroamericanos. Si patria es vínculo esencial e incluso lugar de nacimiento, esta es también patria centroamericana. Y, sin embargo, estamos tan lejos.

Nos conocen poco. Conocen muy poco incluso la historia que trajo a millones de nosotros a servir café en estas cafeterías, a limpiar pisos en estos edificios. El patrocinio de gobiernos estadounidenses a ejércitos asesinos en la región durante las guerras civiles o los planes de deportación de pandilleros de finales de los ochenta son noticia nueva para muchos. “Eso es un titular”, me dijo la editora de una prestigiosa revista estadounidense cuando hace unos años escribí un texto sobre la Mara Salvatrucha 13. En el octavo párrafo yo dije que la pandilla nació en California, no en El Salvador. “Era un titular hace más de 20 años”, contesté.

Cada vez que discurso sobre la vida en los barrios y caseríos de la región, donde el narco o la pandilla norman el día a día de los habitantes, surge esa pregunta: ¿Cómo tanta gente soporta eso todos los días? Suelo contestar: "Hay muchos que no lo soportan y ahora viven aquí, alrededor de ustedes, podrían preguntarles. Hay muchos que no lo soportan y vienen en camino".

En Centroamérica, responsabilizar a Estados Unidos sobre algunos de los males que nos deformaron como región es discurso asumido por buena parte de la clase intelectual. Aquí, no, esa postura es la excepción. Las guerras centroamericanas no se ven como raíz, sino como capítulo de libro de historia. Somos muy chiquitos y hacemos poco ruido. Es muy común que la gente entienda el desastre centroamericano como algo plenamente ajeno a este país. El desastre de ellos, dicen muchos, y no el desastre que hicimos juntos. El viaje del migrante que hoy llega desesperado desde Chiquimula, San Pedro Sula o San Miguel no tiene nada que ver con la injerencia estadounidense en los ochenta. Eso no es poca cosa, porque es distinto reconocerse como generador de un problema que como pura víctima. No es lo mismo decir “¿cómo lo resolvemos?” que decir “resuelvan eso o les corto la ayuda”.

A veces, por ejemplo, cuando Trump y su ignorancia vuelven a hablar de la MS-13 como “cartel internacional”, se discute, pero no sobre nosotros, no sobre la historia, sino esencialmente sobre nuestros males, como si un día surgieron por generación espontánea: ¿Son o no son bad hombres todos ellos?

¿Por qué no cambian?

Nunca me lo preguntó nadie con esa literalidad, pero esa es la pregunta que se escondía en otras varias: ¿por qué no escogen a otros políticos? ¿Por qué, si está claro que es una fórmula fracasada, siguen apostando por la represión como medida de seguridad? ¿Por qué siguen viniendo a este país si dicen que viven tan mal como indocumentados?

Esa pregunta que construí con todas las otras, otra de las recurrentes desde que vine, martilla la cabeza. Es sencilla, directa, por eso es tortuosa. Porque en esa inercia va la vida de muchos. El Salvador, por ejemplo, tenía una tasa de 36,2 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2002, el año antes de que al expresidente Francisco Flores se le ocurriera lanzar su celebérrimo Plan Mano Dura, que bien podría haberse llamado Represión a lo Bestia. Flores entregó el poder a Antonio Saca, siempre del partido derechista Arena, en 2004, ya con una tasa de 48,7. Y Saca, lejos de cambiar, arreció en una exhibición de originalidad: Plan Super Mano Dura. Cuando Saca entregó el poder en 2009, la tasa era de 71. Y aún ahora, con todo y que se experimenta un descenso importante en los homicidios, mucha gente sigue pidiendo en redes sociales, en llamadas a la radio y en conversaciones de calle que la represión sea la solución. “Mano dura, ministro; mano dura, presidente”, clama buena parte de la sociedad salvadoreña, ignorando todos los años pasados, donde la dureza de esa mano solo sirvió para azotarlos a ellos mismos.

Mi respuesta a aquella pregunta sobre el cambio es que no estamos locos ni tenemos dañado el ADN. Mi respuesta es que conocemos muy poquito la paz. Supimos de guerra. Y se firmó la paz. Entonces supimos de otras guerras. Hasta el día de hoy. El balazo como solución quedó interiorizado en la cabeza de decenas de miles que crecieron en medio de balaceras y a quienes nunca nadie les dijo que existían otras formas. Para decirlo en términos universitarios estadounidenses: tenemos mucha gente con PhD en fusil.

El otro ingrediente esencial, creo, es que en Centroamérica tenemos como gobernantes a agentes de la guerra. Es más fácil prometer puños cerrados, estrategias de cero tolerancia, que prometer los poco electoreros planes de reinserción, de prevención y rehabilitación. Es más fácil vender trompadas que oportunidades.

¿Cuál es la solución?

Es una pregunta tan estadounidense: seca, práctica, sin rollos para preguntar algo tan enrollado. Esa asoma al final de cada conversación; tras cada presentación, aparece. He aprendido a agradecer esa pregunta: nos la hacemos poco en Centroamérica. Señalar problemas se nos da con más facilidad que sugerir soluciones. Y, sin embargo, por más que cavile caminando decenas de cuadras en el downtown de Manhattan, no llego a una respuesta. Quizá, como mucho, a un ingrediente.

Creo que la solución pasa porque la gente se harte. Se harte de esos políticos. Se harte de esa miseria. Se harte de esas escuelas, de esas pensiones, de esos pandilleros, de esos policías, de los manoduristas de pacotilla, de esos salarios mínimos y esos hospitales nauseabundos. El hartazgo y la rabia son vecinos. Y la rabia y la apatía son incompatibles.

Es difícil que pase, porque la pregunta de decenas de miles de centroamericanos del norte cada mañana es: ¿conseguiré para la cena de hoy? El hambre aplaca otras necesidades, como la de una vida digna. Sin embargo, sé que en ese modelo para no armar que son los países del triángulo norte de la región, un ingrediente necesario ha sido la sumisión de los sectores populares: miedo a manifestarse, miedo a reclamar, miedo a llenar las calles.

El único político útil en Centroamérica es aquel que viva cercado; cercado por una sociedad que le impida ir a donde le dé la gana. “Los políticos –me dijo un buen amigo- son como las vacas. Si no los cercás, se van siempre al carajo”. Y en Centroamérica, demasiados políticos pastan donde les da la gana.

¿Y la gente sale a las calles a protestar? Con esa pregunta suelen joderme el resto del día.


“El narcotráfico está ya incrustado en la política y en la economía de América Latina”


Roberto Orozco, investigador y experto en seguridad y crimen organizado, explicó cómo en las últimas décadas el narcotráfico ha sido una vía empleada, tanto por la derecha como por la izquierda, para conseguir sus objetivos políticos, en una charla con Envío que transcribimos.

Roberto Orozco
www.envio.org.ni / diciembre 2019

La presencia del narcotráfico en la política, y el empleo de palabras que escuchamos cada vez más a menudo para calificar a algunos gobiernos como “narcogobierno”, “narcoestado”, “narcodictadura”, han tenido una especial relevancia con la caída del régimen de Evo Morales en Bolivia. Las acusaciones se dirigen contra los gobiernos del ALBA y aparecen como un fenómeno relativamente reciente. Pero el narcotráfico, una de las expresiones del crimen organizado, viene ocupando espacios políticos y económicos en todos los gobiernos de América Latina desde hace casi medio siglo.

A los vínculos del narcotráfico con la política, los medios de comunicación internacionales le están dando cada vez mayor cobertura, con historias que se actualizan continuamente porque hay ex-policías y ex-agentes de la seguridad del Estado, miembros de la CIA y del FBI, periodistas independientes y especializados en la materia que, cada vez con más arrojo, están investigando este tema. Pero el vínculo del narcotráfico con la política no es nuevo, viene de atrás. Y, para ponerlo en términos ideológicos, no tiene una relación exclusivamente con la izquierda. También la derecha se ha beneficiado del narcotráfico y ha logrado quitar y poner gobiernos con su ayuda. Tampoco la droga, que hoy nos parece omnipresente, es una realidad nueva. Tiene raíces antiquísimas.
Analizar las causas que han permitido la penetración del narcotráfico en la política y, más recientemente, en el sistema financiero y en la economía global, nos demostrará que hoy el narcotráfico se ha convertido en una realidad imprescindible para el funcionamiento de todos los países y de todos los gobiernos. Ningún gobierno, ni en América Latina ni en ninguna parte del mundo, ha escapado a esos vínculos. A tal punto son imprescindibles que, basándome en estudios de especialistas de Naciones Unidas y de muchísimos otros investigadores, me permito afirmar que el narcotráfico llegó para quedarse.

Las drogas han estado siempre presentes en las sociedades humanas. El uso de drogas es una práctica humana antiquísima. Al vino, culturas como la romana y la griega, lo llamaron “elíxir de los dioses”. En todas las culturas humanas encontramos la costumbre de consumir sustancias tóxicas que afectan el cerebro para alterar estados emocionales.

De norte a sur de nuestro continente, los chamanes de Norteamérica, de Mesoamérica y de Suramérica consumieron siempre sustancias estimulantes para provocar éxtasis religiosos. La modernidad vino a masificar actividades y experiencias que hasta entonces eran exclusivas de algunos lugares, momentos y personas. Con la industrialización y el desarrollo del transporte, se masificó el consumo de las sustancias sicotrópicas. Y la globalización convirtió el tráfico de las drogas en un gran negocio.

El narcotráfico que hoy conocemos es el resultado de la masificación y de la globalización. ¿Para qué consumen drogas los jóvenes de Estados Unidos y de Europa? Para sentirse eufóricos, para alcanzar éxtasis, para aumentar los niveles de dopamina en su cerebro, para olvidar, para escapar… La consumen por razones similares a las que tenían los humanos que las consumían hace siglos, hace milenios.
Lo que ha cambiado es que ahora el consumo es masivo y que la presencia de la droga es global. También por estas razones el narcotráfico llegó para quedarse. Y está aquí para quedarse porque otro resultado de la modernidad y de la globalización es la incrustación del narcotráfico en los sistemas políticos y económicos de todo el mundo, que hoy no podrían existir sin el negocio del narcotráfico. Entre la política, la economía y el narcotráfico existe ya una relación simbiótica.

En un estudio no tan público -por sus obvias implicaciones- que hicieron los especialistas en crimen organizado y narcotráfico de la ONU en 1995, concluyen: “Las mafias (se refieren a todas las expresiones del crimen organizado, que son varias, las más importantes, las del narcotráfico) se han transformado en importantes y casi imprescindibles actores de la política económica y social de los gobiernos”. ¿Por qué Naciones Unidas llega a esa conclusión? Porque -dice el estudio- “los sistemas estatales se han desmoronado bajo el peso de las crisis financieras”.

Hoy todo el mundo sabe que los gobiernos de América Latina atraviesan permanentemente crisis financieras, que los presupuestos nacionales se han convertido en una carga pesada para los gobiernos porque siempre es mayor el déficit que la recaudación de impuestos. Esto es algo que sucede también en los países ricos, como Estados Unidos, donde la brecha del déficit se está ampliando cada vez más.

En las crisis financieras, ahora tan frecuentes, es cuando el crimen organizado comenzó a jugar un papel dominante e imprescindible en la economía y en la política de los Estados por las enormes ganancias que genera, especialmente el narcotráfico, una empresa que, de acuerdo a cálculos hechos por especialistas internacionales, en base a proyecciones, produce al menos un billón de dólares anuales, más que todas las expresiones del crimen organizado combinadas (el tráfico de armas, la trata de personas, la piratería…).

¿Qué hacer con tanto dinero de procedencia ilícita? Legalizarlo, darle apariencia de ganancia legal, creando empresas de fachada o introduciéndolo en el sistema financiero legal. De lo que se trata es de enmascarar esas ganancias. Y en la medida en que se fueron enmascarando se fue estructurando un sistema económico legal cuya base y fundamento es la economía ilegal.

Todas las expresiones del crimen organizado, incluido el narcotráfico, generan dos veces, tres veces y hasta diez veces más ganancias que transnacionales como Microsoft, Google o Facebook. Al absorber tan inmensas ganancias la economía formal depende cada vez más del narcotráfico. Por eso es que el narcotráfico llegó para quedarse.

Lógicamente, todos los gobiernos, todos los Estados, las empresas privadas, de acuerdo a este estudio de la ONU, buscan participar en esas ganancias. Las necesitan. Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Australia, China, Rusia, todos los países donde el sistema estatal es fuerte, buscan cómo apoderarse de este sector de la economía porque eso les permite capitalizar, fortalecer e incrementar sus economías. Este dato habla por sí solo: cada año el sistema financiero de Estados Unidos lava 100 mil millones de dólares del narcotráfico.

Otro párrafo del estudio de la ONU señala: “La mayor parte de las ganancias recaudadas por organizaciones criminales es reciclada mediante canales perfectamente normales…” Ahí, la delgada línea roja entre lo legal y lo ilegal se difumina, se vuelve más opaca. Y al cruzar esa línea el dinero ilegal se recicla -añade el informe- “con la ayuda de otras partes legítimas, llámese gobierno o llámese empresa privada”. Se establece así entre lo legal y lo ilegal una relación simbiótica. Por eso el narcotráfico llegó para quedarse.

Esta es otra conclusión del informe: “El dinero sucio y encubierto se deposita en bancos comerciales y legales, que lo usan para ampliar sus préstamos a empresas, acciones y bonos gubernamentales…”. Así que los bonos que emiten los gobiernos para cubrir déficits sirven también para lavar dinero.

Hay varios gobiernos latinoamericanos que tienen venta de bonos estatales… ¿Y quién es la primera en comprarlos? La banca privada. “A través de esos bonos -dice el informe- las organizaciones criminales se convierten en acreedoras de gran parte de la deuda pública y ejercen una influencia táctica y tácita sobre la política macroeconómica de los gobiernos”. De este informe se deduce entonces que en los países en donde más crece la deuda pública es donde más dinero del crimen organizado hay. Cualquier coincidencia es mera casualidad…

Queda claro que los bancos reciben dinero de las diversas expresiones del crimen organizado y al aceptarlo lo “lavan”, legalizándolo. Y después lo usan para dar préstamos… Así se recicla el dinero sucio, que por llegar en tan enormes cantidades se ha convertido en materia imprescindible para el funcionamiento de todas las economías y de todos los gobiernos.

Nos dicen, y sabemos, que el modelo capitalista ha sido el causante del incremento de la pobreza en América Latina. Pero, ahora y según el estudio de la ONU, ya no es el capitalismo, ahora es el crimen organizado el que la incrementa. “El narcotráfico -dice el estudio- y otras expresiones del crimen organizado son los causantes de afianzar o de ensanchar la brecha entre ricos y pobres en nuestro tiempo”.

Este es el contexto en el que, viendo que todas las expresiones del crimen organizado, incluido el narcotráfico, están ya incrustadas en el sistema económico y político global, podemos analizar las más recientes crisis latinoamericanas, que el caso de Bolivia ha colocado en las primeras planas.

Acusaciones no confirmadas indican que en Bolivia se origina una ruta del narcotráfico que pasa a Venezuela, llega a Cuba y después a Estados Unidos. Se trata de un tráfico que se origina en la región cocalera del Chapare, en donde Evo Morales ha sido, y sigue siendo, líder del sindicato de cocaleros. Del Chapare sale hoja de coca y pasta de cocaína hacia otros países.

En la producción de cocaína, Perú le ha ganado a Colombia en los últimos años. Lo que sale de Bolivia son los insumos, la hoja de coca o la pasta de coca. La pasta producida en Bolivia es la más pura, el clorhidrato de cocaína boliviano tiene casi 100% de pureza. Y es esa pasta la más apreciada porque permite hacer mayor cantidad de kilos de cocaína.

Las acusaciones que se hacen a Bolivia están siendo investigadas desde hace tiempo. Ha sido solicitada una investigación multinacional por el tratado de asistencia recíproca de la OEA. Hay mucha información circulando, pero todavía falta mucha investigación. Hasta ahora el gobierno de Estados Unidos no ha presentado ni una sola prueba o evidencia de que los tres gobiernos vinculados al ALBA, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, estén directamente vinculados con el narcotráfico o se hayan beneficiado del narcotráfico. Un coronel boliviano, German Cardona, denunció en 2015 cómo, en la región del Chapare, los cocaleros dirigidos por Evo Morales habían creado un mini-cartel para abastecer de materia prima a los carteles colombianos y peruanos, y cómo Evo inauguró el aeropuerto internacional de Chimoré, desde donde salían aviones cargados con cocaína hacia Venezuela. Es la única información, hasta hoy extraoficial, que existe sobre esos vínculos, pero aún no constituye evidencia.

Adelantándose a las investigaciones, medios de comunicación y expertos internacionales ya no hablan de “estados fallidos” en América Latina. Hablan de narcogobiernos y narcoestados porque, mal que bien, se ha comprobado que entre el crimen organizado y los estados y gobiernos hay una simbiosis que impide que “fallen” los estados. Como también se ha comprobado que el crimen organizado termina gobernando muy bien en las áreas donde no existe ni funciona el Estado. En estos casos, el crimen organizado es un estado dentro del Estado porque ejerce las funciones estatales donde domina: garantiza el control social, regula la economía, da protección y seguridad.

Si el consumo de drogas es una antigua actividad humana, el vínculo entre el narcotráfico y la política en América Latina tampoco es una novedad. Hay hechos y escándalos políticos en América Latina desde hace 40, 50 años, que demuestran que siempre ha habido vínculos, beneficios mutuos, una relación interactiva entre la política y el narcotráfico, y que esa relación no es exclusiva de la política de izquierda como se pretende ahora.

También la derecha ha hecho uso del narcotráfico para entronizarse en el poder político. Por ejemplo, en 1980, en Bolivia, el general de división Luis García Meza llegó a la Presidencia de la República por un golpe de Estado financiado por el principal narcotraficante que había entonces a nivel mundial, Roberto Suárez Gómez, conocido como “el rey de la cocaína”, que fue proveedor de Pablo Escobar.

García Meza era un hombre de derecha, de doctrina liberal, era un militar conservador, responsable del asesinato de Marcelo Quiroga y de otros intelectuales bolivianos. Fue acusado de crímenes de lesa humanidad, cayó preso por esa razón y murió de un infarto en la cárcel.

Otro caso, ya en la década de los 90, que demuestra los vínculos de los políticos de derecha con el narcotráfico, es el Proceso 8000, en Colombia. En ese proceso se investigó y se demostró el financiamiento del cartel de Cali a la campaña electoral de Ernesto Samper, que compitió por el Partido Liberal y que ganó la Presidencia en 1994. Samper no es un hombre de izquierda. Por cierto, Samper visitó Nicaragua en octubre de este 2019 para dar una charla sobre la paz en la UNAN.

También se enjuició en el Proceso 8000 al Fiscal General de la República, al Ministro de la Defensa y a casi el 50 por ciento de los diputados del Congreso colombiano por sus vínculos con el narcotráfico, y todos los enjuiciados eran políticos de ideología de derecha.

También en México hay ejemplos. Miembros del PRI, un partido de centro-derecha, cometieron en 1994 una serie de asesinatos políticos, entre los que destaca el que acabó con la vida del candidato a la Presidencia por el PRI, Luis Donaldo Colosio, un crimen transmitido en directo por la televisión, donde pudimos ver al sicario dispararle en la cabeza a Colosio en una actividad de cierre de campaña. Raúl Salinas de Gortari, hermano de Carlos Salinas de Gortari, quien estaba en la Presidencia cuando ocurrió el crimen, fue acusado por el asesinato de Colosio y en el juicio salieron a luz todos los nexos que había entre Raúl, sus compinches y el narcotráfico.

Y si hay pruebas, ya en los años 80, de los vínculos del narcotráfico con la derecha, también los hay de sus vínculos con la izquierda. El caso de Pablo Escobar Gaviria es ilustrativo. Fue diputado de 1982 a 1983 por Alternativa Liberal, un partido de derecha. Y después de ser separado de ese cargo, se acercó a las izquierdas. Su paso por Nicaragua y su vínculo con dirigentes de la revolución nicaragüense en los años 80 está ampliamente documentado.

El punto de inflexión para analizar los vínculos de la izquierda con el narcotráfico, para entender lo que hoy estamos viendo en otros gobiernos de nuestra región, hay que buscarlo en las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Todo el mundo sabe por historia, por todo lo que ha investigado el gobierno colombiano y por autores independientes, de las relaciones entre la guerrilla colombiana y el narcotráfico.

Desde inicios de la década de los 80 del siglo pasado, las FARC recibían hoja de coca y pasta de coca de Bolivia y custodiaban los alijos y los cargamentos de droga que Pablo Escobar y otros narcotraficantes colombianos transportaban hacia Estados Unidos. También hacían las FARC labores de seguridad para garantizar ese tráfico. Hacer todo esto se lo facilitaba el dominio de los territorios donde tenían presencia armada.

Así comenzaron, vendiéndoles servicios a los narcotraficantes y obteniendo recursos por esos servicios. Pero llegó un momento en esos años en que, con la experiencia adquirida, se dieron cuenta que era más rentable para ellos convertirse en narcotraficantes que brindarles servicios a otros. Y desde entonces, hasta que se desmovilizaron con los acuerdos de paz de 2016, se convirtieron en la principal estructura organizativa del crimen organizado en Colombia, en los principales vendedores de droga de Colombia, sobrepasando las ventas del cartel de Medellín y del cartel de Cali. Y aunque no sólo por el narcotráfico se abastecían de dinero -también lo percibían por secuestros y extorsiones-, el grueso de sus ingresos provenía de la distribución y el traslado de droga hacia Norteamérica y Europa. Ya hay muchos jefes de bloques de las FARC denunciados y requeridos por la justicia estadounidense por el envío a Estados Unidos de centenares de kilos de droga durante años.

La Fiscalía General de Colombia reveló hace un par de años que, según sus cálculos y los del Ejército colombiano, la fortuna de las FARC al momento de la desmovilización era de 21 mil millones de dólares en efectivo. Se dice que las FARC exportaron parte de ese capital de 21 mil millones de dólares para ser lavado y disfrazado a través de proyectos de “cooperación”. Se dice, pero no está comprobado. Pero lo que sí está, y con abundantes pruebas, es que la raíz de la estrecha vinculación de las izquierdas con el narcotráfico hay que buscarla en las FARC, en sus relaciones con Venezuela, en sus relaciones con Cuba y en sus relaciones con los movimientos de izquierda en Latinoamérica.

Por las enormes riquezas que produce, el narcotráfico ha sido visto como un factor de oportunidad, tanto por las derechas como por las izquierdas de América Latina, para lograr, unas y otras, sus objetivos políticos, ya sea alcanzar el poder, ya sea sacar a alguien del poder, o cualquier otro objetivo.

Sin embargo, existe una gran diferencia entre las dos visiones ideológicas, y esa diferencia es la que explica mejor el fenómeno actual. Mientras que la derecha vio en el narcotráfico un factor de oportunidad puntual, la izquierda lo vio como un factor de oportunidades estratégicas. Mientras que para la derecha el objetivo era coyuntural, para la izquierda el objetivo era estructural, de largo plazo. Volviendo al ejemplo de García Meza: este militar ocupó el narcotráfico para alcanzar el poder, y una vez alcanzado, le pagó al narcotraficante que lo financió, dejándole hacer sus negocios.

La izquierda no ha actuado así, fue siempre más allá. La izquierda se fue apropiando del narcotráfico, afianzó su poder en el narcotráfico y ha hecho del narcotráfico su negocio. Lo vio y lo ve como un asunto estratégico.

Esto lo aclaró ya el mismo Carlos Lehder, uno de los tres fundadores del cartel de Medellín, con Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “el mexicano” -después se sumaron a ese cartel los hermanos Ochoa-. Ya en 1985, en una entrevista con la televisión colombiana, Lehder declaró: “La cocaína es la bomba atómica de América Latina. Con el mercado que, aparentemente, los norteamericanos necesitan para funcionar, se están gestando los movimientos revolucionarios de América Latina”.

Ya entonces Lehder no tenía empacho en revelar que la cocaína estaba siendo usada para financiar los movimientos de izquierda en América Latina. Así que desde hace décadas la estrategia de emplear el narcotráfico para buscar el poder, ganar el poder, hacerse del poder y quedarse en el poder, ya estaba presente en los movimientos de la izquierda latinoamericana. En este asunto, como en tantos otros, debemos tener memoria histórica y revisar el pasado. Porque el pasado define el presente y el presente define el futuro.

Hemos visto ejemplos en México y Suramérica. También hay nexos entre la política y el narcotráfico en Centroamérica. Abundan los ejemplos. Hace poco se difundió un documental del Discovery Chanel, que puede ser considerado un testimonio, sobre la presencia de Pablo Escobar en Nicaragua. Carlos Lehder también estuvo en Nicaragua. Después de asesinar al Ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara Bonilla, Lehder y otros narcos colombianos vivieron en Nicaragua en los años de la revolución. Sobran los testimonios que hablan de la presencia del narcotráfico en la Nicaragua de los años 80, origen y embrión de la presencia que hoy tiene el narcotráfico en nuestro país.

Tanto la CICIG (Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad) de Guatemala, como la MACCIH (Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad) de Honduras, han destapado en estos años los nexos con el narcotráfico de los gobiernos de estos dos países y de sus élites empresariales.

Hoy el gobierno hondureño enfrenta un grave problema porque el hermano del presidente Juan Orlando Hernández, que era diputado, ha sido enjuiciado y condenado en Estados Unidos por delitos de narcotráfico. En El Salvador, el cartel de Texis, con amplias conexiones en el Ejecutivo, en la Asamblea Nacional y en los órganos de seguridad de ese país, está siendo investigado por delitos de narcotráfico.

Todo demuestra que el narcotráfico es parte de la vida política, de la vida gubernamental y de la vida estatal de los países de Centroamérica y Latinoamérica. Esa actividad, promovida, o si no permitida, por los gobiernos de la región, es también la principal amenaza a la seguridad de Estados Unidos.

Quiero señalar que a pesar de las múltiples acusaciones que se han hecho contra los países del ALBA, en Centroamérica sólo hay una expresión de vínculo con el crimen organizado que está siendo investigada judicialmente. Sucede eso en el Juzgado Cuarto de Paz de El Salvador, donde se recibieron acusaciones concretas basadas en investigaciones provenientes de Estados Unidos. Lo que se investiga es el vínculo de Alba Petróleos de El Salvador, una empresa a la que se le señala del supuesto delito de lavado de dinero por un monto de 3,200 millones de dólares. La acusación podría ser probada en ese proceso judicial ya abierto, en que el acusado es el secretario general del FMLN, José Luis Merino -”comandante Ramiro”, durante la guerra civil en ese país-, quien ha sido el principal administrador de la cooperación venezolana en El Salvador.

El presidente salvadoreño Nayib Bukele tiene ante sí un gran reto. De enfrentarlo con éxito, podría tener alguna influencia positiva en la política del resto de gobiernos centroamericanos. El reto es proceder judicialmente contra quienes en el FMLN actuaron con corrupción los diez años en los que gobernaron. Bukele está pidiendo la extradición del ex-Presidente Mauricio Funes, quien tiene pendiente varios juicios por corrupción y vino a refugiarse en Nicaragua y recibe salario, él y sus hijos, de instituciones estatales, y hasta le dieron ciudadanía nicaragüense.

Pero es sólo un caso. Para que podamos ver el compromiso que tiene Bukele con la libertad y la democracia tiene que comenzar a escarbar más y a investigar más todos los problemas de corrupción que la izquierda dejó en su país.

El narcotráfico está presente hoy en el quehacer político y económico de toda Centroamérica. Desde hace mucho tiempo, Panamá ha sido un paraíso fiscal donde lavar dinero. El crecimiento económico experimentado por los países de Centroamérica se debe en gran medida a la inyección del dinero ilegal del narcotráfico en varios sectores de la economía: la construcción, el turismo, el transporte… Son muchas las actividades económicas que dependen hoy de ese dinero. Todo mundo en Centroamérica conoce a alguien que de repente se hace millonario y antes era simplemente un hotelero, un transportista… o un banquero.

Las acusaciones que hoy se están haciendo llamando “narcogobiernos” a los países del ALBA son muchas. Hay informes secretos que nacen desde adentro de los propios gobiernos, informaciones que se filtran y que llegan a Estados Unidos, pero aún no se ha comprobado su veracidad. Quiero ser muy claro: hasta la fecha de hoy, 26 de noviembre de 2019, no ha sido comprobada la participación en el narcotráfico de ninguno de estos gobiernos. Lo que hay es filtración de información, acusaciones en los medios internacionales. En toda esa maraña de acusaciones y señalamientos contra los países del ALBA, sólo existe ese proceso iniciado en El Salvador desde mediados de 2019.

Ante las acusaciones y el volumen de las informaciones que circulan actualmente, los gobiernos de los países “socialistas” señalados como “narcogobiernos” acusan a Estados Unidos de crear informaciones falsas para desestabilizarlos. Puede ser cierto. Pero la izquierda viene usando ese mismo argumento desde los años 70 y 80 para deslegitimar cualquier investigación de casos reales. A estas alturas nadie puede negar el vínculo que tienen las FARC, o que tuvieron las FARC, con el narcotráfico en Colombia, y cómo esa guerrilla se convirtió en el principal cartel del narcotráfico en ese país.

Nadie lo puede negar, es un hecho demostrado con miles de expedientes de procesos judiciales en contra de sus miembros. En el caso concreto de las FARC ha quedado claro, con suficientes evidencias, de que no se trata de una conspiración de la CIA y del gobierno de Estados Unidos que quieren destruir a los movimientos revolucionarios de izquierda. Está demostrado que es consecuencia de la estrategia de los movimientos revolucionarios de izquierda de vincularse al narcotráfico para obtener recursos para sus objetivos políticos. La responsabilidad la tienen ellos.

Quiero señalar aquí que no conozco ningún planteamiento de intelectuales de la nueva izquierda, de la izquierda renovada, tan críticos del caudillismo o de la cooptación de los movimientos sociales de los gobiernos de izquierda, que haya abordado lo que ha significado para las izquierdas latinoamericanas sus vínculos con el narcotráfico. No he leído a ningún escritor de izquierda analizar las consecuencias políticas y éticas de esos vínculos. Tampoco conozco que hagan propuestas de qué habría que hacer desde la izquierda ante el fenómeno del narcotráfico.

Una de las justificaciones que a menudo han usado las izquierdas para valerse de esta estrategia ya la señaló Carlos Lehder cuando dijo que “la cocaína es nuestra bomba atómica”… En consecuencia, dicen: inundemos Estados Unidos de drogas, si los gringos se quieren matar, que se mueran ellos… pero nosotros nos quedamos con el dinero.

Pero no se matan sólo ellos usando la droga. El crimen organizado genera siempre una gran violencia, una violencia directamente proporcional a la “densidad criminal”, que se define por el número de organizaciones criminales que ocupan un territorio específico y que, en la lucha por hegemonizar el mercado, provocan una enorme violencia. La Organización contra las Drogas y el Delito de Naciones Unidas elabora mapeos, que hace públicos, de la “densidad criminal” que hay en México, en Colombia, en Perú, en Bolivia… No sólo mapean los cultivos y la producción, también las estructuras y las organizaciones.

Hay actualmente muchas corrientes de pensamiento que, para disminuir la violencia que genera el narcotráfico, consideran que el camino más efectivo sería legalizar la droga y no prohibirla y combatirla. Esa idea ha sido acuñada por la Comisión Internacional de la Droga, creada en Bogotá, y de la cual muchos ex-Presidentes latinoamericanos son miembros. Proponen la legalización de la droga porque sus gobiernos la combatieron, y al igual que el de Estados Unidos, no han tenido éxito en ese esfuerzo.

Creo que legalizar la droga podría ser una de las soluciones inmediatas al problema del narcotráfico y a la violencia que genera. Hay estudios hechos sobre las consecuencias del fin de la prohibición del licor en Estados Unidos y su legalización en los años 20 del siglo pasado que pueden ser usados como antecedentes. Se estudiaron los efectos que causó la legalización del licor en la seguridad ciudadana, en las familias, en diversos sectores. Esos estudios pueden servir de base para determinar cuáles podrían ser los efectos de la legalización de la droga.

Uno de los efectos inmediatos de legalizar la droga ya los conocemos en América Latina, cuando se legalizó la marihuana en Uruguay. En ese país, la droga retribuyó al Estado, que cobra ahora nuevos impuestos, como los cobra por la venta de cigarros. En California y otras partes de Estados Unidos también se legalizó y la droga paga impuestos. Y en todos estos lugares la legalización no ha tenido ningún impacto negativo importante en cuanto a la seguridad pública. Quitarles a los grandes empresarios del narcotráfico la hegemonía de las ganancias podría ser una solución: que no sólo ganen ellos, sino que también gane el Estado.

El problema aquí es un conflicto de intereses. Porque la verdad es que la interdicción de la droga le genera al Estado mucho más dinero que los impuestos que puede producir la venta legal de la droga. Y es por eso que Estados Unidos pasó de tener una única agencia antidrogas -cuando creó la política antidrogas- a tener 72 agencias en la actualidad. Por razones económicas, por ese conflicto de intereses, muchos Estados se resisten a legalizar la droga. También por eso afirmo que la droga llegó para quedarse.

Otra de las razones para sustentar que llegó para quedarse es el atractivo que ejerce en los jóvenes el enriquecimiento rápido que ofrece el narcotráfico. La oportunidad de un enriquecimiento acelerado convoca a muchas personas comunes y corrientes. El caso de Pablo Escobar es ilustrativo. Era un campesino que vivía en una región remota de Colombia. Para mejorar su posición entró primero a la delincuencia común y después al narcotráfico porque vio en eso la oportunidad de un enriquecimiento inmediato. En ese camino llegó a ser un potentado que ofreció pagar toda la deuda externa de Colombia…

Pablo Escobar cayó. Pero su negocio continuó. El narcotráfico ha sido siempre muy fluido. Los narcotraficantes siempre están rotando, sustituyéndose. Hay narcotraficantes que sobreviven a la violencia del narcotráfico y que al llegar a cierta edad se legalizan personalmente, legalizan su economía y sus propiedades, insertan sus empresas en el sistema legal de la economía y se retiran bajo la ley de la “omertá”, que significa el compromiso de no revelar los secretos del negocio. Algunos aprovechan el derrumbe de las estructuras donde ellos operaban para salirse, decir que se retiran, a veces cumplen alguna condena con la justicia, pero terminan siendo empresarios, hombres de negocio o apoderados. Hay muchos que invierten su dinero en la bolsa y que siguen ganando por ahorro o por inversiones o por préstamos. Pero los que llegan a la vejez y deciden hacer esto son contados con los dedos de la mano, no son muchos.

Hay otros que se meten de lleno a la violencia, esta se los come y mueren en el camino. Pero la red del narcotráfico se mantiene muy viva porque siempre hay quienes sustituyen a los que se legalizan y a los que mueren. Esto convierte al narcotráfico en un negocio muy dinámico, que siempre se está renovando. Mataron a Pablo Escobar y desarticularon al cartel de Medellín y nacieron cinco carteles más. Agarraron a los hermanos Rodríguez Orejuela, los metieron presos, desarticularon el cartel de Cali y surgieron cinco carteles más. En México, sólo el cartel de Sinaloa no se ha diseminado. Otros carteles mexicanos, la Familia Michoacana y el cartel de El Golfo se diseminaron en otros carteles más pequeños o fueron absorbidos por el cartel de Sinaloa.

¿Y qué pasa si un gobierno decide enfrentar al narcotráfico? El resultado puede ser peor. El resultado es más violencia. La prueba es México. Después de Vicente Fox, vino Calderón, y tras una época en la que hubo cierta tolerancia a las actividades del narcotráfico, por presiones extranjeras, fundamentalmente del gobierno de Estados Unidos, Calderón inició la “guerra contra el narcotráfico” y ahí están los resultados. La alianza entre el gobierno y un solo cartel de la cocaína para que ese cartel combatiera a los otros carteles hasta exterminarlos, bajo la premisa de que era mejor combatir a un único enemigo que a cinco o seis, permitió fortalecerse al cartel de Sinaloa hasta convertirse hoy en la primera potencia mundial del narcotráfico, con presencia en 152 países del mundo y con narcotraficantes que aparecen en la lista de multimillonarios que publica la revista Forbes.

En conclusión, tenemos que admitir que es la masificación del narcotráfico generada por la globalización lo que ha permitido la incrustación de esa economía ilegal en la economía formal de todo el mundo, hasta hacer que hoy la economía legal ya no puede existir sin el narcotráfico, porque se ha creado una simbiosis, una codependencia.

Tenemos también que entender que la masificación del transporte permite que hoy la droga y el dinero ilegal lleguen muy pronto a cualquier rincón del mundo. No se trata de un plan maquiavélico de dominación, responde más bien a un factor de oportunidad que nos permite afirmar que el narcotráfico llegó para quedarse.

Y tenemos que esperar: si hay algo de cierto en el argumento de que las crisis en los gobiernos de izquierda latinoamericanos son consecuencia de los esfuerzos desestabilizadores de Estados Unidos, necesitamos un poco más de tiempo para conocer la verdad. Porque el tiempo lo desenmascara absolutamente todo.


Francia, metida en el engranaje


Por: Thierry Meyssan

Continuamos la publicación por capítulos del libro Sous nos yeux, de Thierry ‎Meyssan, publicado ‎en español bajo el título De la impostura del 11 de septiembre a ‎Donald Trump. ‎Ante nuestra ‎mirada, la gran farsa de las primaveras árabes. En esta ‎parte, el presidente francés Nicolas Sarkozy, manipulado por su amigo, el emir ‎de Qatar, y por su ministro proturco, Alain Juppé, mete el ejército de Francia en la ‎guerra contra Libia y contra Siria.‎
Este artículo este parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald ‎Trump. ‎Ante nuestra ‎mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.‎


‎‎20- Inicio de la guerra contraSiria
Aunque Al-Jazeera termina todos sus reportajes en Túnez, Libia y Egipto preguntándose, ‎‎¿cuándo ‎va extenderse el desorden a Siria?, habrá que esperar hasta el viernes 18 de marzo ‎de 2011 para ‎ver el inicio de la operación contra ese país. En Deraa, 4 personas mueren ‎durante una ‎manifestación. Las protestas se extienden en cuestión de días y la ciudad es puesta ‎bajo control ‎militar.

Los enfrentamientos dejan más de 100 muertos y el centro de la ciudad ‎queda destruido. ‎

Según la televisión qatarí Al-Jazeera, la policía había arrestado en Deraa a varios niños por haber ‎pintado ‎consignas antigubernamentales en las paredes. Los niños detenidos supuestamente ‎fueron ‎torturados y los policías les habían arrancado las uñas.

Más tarde es la ciudad de Homs la que se convierte en escenario de una gran manifestación, ‎que ‎también deriva en actos de violencia. Homs también será puesta bajo control militar. ‎

El 10 de mayo, Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido y Suecia obtienen en la Unión ‎Europea ‎la adopción de sanciones contra Siria: prohibición de ventas de equipamiento destinado ‎a la policía ‎y sanciones contra 13 responsables del gobierno. Entre los sancionados se halla ‎Maher al-Assad, ‎comandante de la Guardia Republicana y hermano menor del presidente sirio. ‎
El 25 de mayo, Alemania, Francia, Portugal y Reino Unido tratan de lograr que el Consejo ‎de ‎Seguridad de la ONU adopte una resolución que pondría a Siria en la misma situación ‎que Libia, ‎pero fracasan. Sudáfrica, Brasil, la República Popular China, la India y la Federación ‎Rusa se oponen a que la comunidad internacional dicte a la República Árabe Siria la conducta a ‎seguir en ‎sus asuntos internos.
En ese momento, BaradaTV difunde fotografías del cadáver de Hamza Alí al-Khateeb, ‎un ‎niño de 13 años supuestamente torturado y castrado por los servicios secretos de la fuerza ‎aérea. ‎Según Al-Jazeera, el régimen tortura y asesina a los niños sirios.‎

El 31 de mayo y el 16 de julio de 2011, Francia, Qatar y Turquía auspician la organización de ‎dos ‎conferencias de la oposición política siria. La primera se desarrolla en Antalya y la segunda ‎en ‎Estambul. Esta última se denomina “Conferencia de Salvación Nacional”, en referencia al ‎‎“Frente ‎de Salvación Nacional” creado en 2007 por la Hermandad Musulmana. ‎
‎‎
La conferencia de Estambul da lugar a la creación, en septiembre, del “Consejo Nacional ‎Sirio” ‎‎(CNS), siguiendo el modelo del Consejo Nacional de Transición libio que los occidentales ‎habían ‎presentado como alternativa creíble a la Yamahiriya Árabe Libia. Ambas organizaciones, ‎tanto la ‎libia como la siria, son conformadas por Francia con una serie de personalidades ya ‎seleccionadas ‎por la CIA desde hace años. Al igual que los libios del CNLT, los sirios del CNS ‎comienzan ‎inmediatamente a recibir un salario. La mayoría de los miembros de ambos grupos ‎pertenecen ‎también a la Hermandad Musulmana, etiqueta que casi nunca utilizan como miembros ‎de los ‎‎“consejos”, de manera que ambas organizaciones son presentadas como laicas. ‎El Consejo sirio se halla bajo la presidencia de Burhan Ghalioum, profesor de Sociología en la universidad de París ‎Panthéon-Sorbonne y colaborador de la National Endowment for ‎Democracy (la conocida NED ‎estadounidense). La prensa se abstiene de divulgar el hecho que ‎este “gran laico” fue consejero de ‎Abassi Madini, el presidente del Frente Islámico de Salvación ‎‎(FIS) argelino durante su exilio en ‎Qatar. ‎

El 7 de junio, la televisión internacional France24, que depende del ministerio de‏ ‏Exteriores de ‎Francia, transmite en vivo una conmovedora intervención telefónica de la ‎embajadora de Siria ‎en París, Lamia Shakkour, quien anuncia su dimisión en protesta contra las ‎masacres en su país. ‎Aunque la directora adjunta de la redacción de France24, Renée Kaplan, jura ‎que la voz que sale ‎al aire es la de la embajadora siria –a quien la propia Renée Kaplan conoce muy ‎bien–, ‎en realidad quien habla es la esposa del periodista Fahd Al-Argha-Al-masri, y lo hace ‎desde ‎otro estudio de France24 [1]. ‎En perfecta coordinación con France24, el ministerio francés de ‎Exteriores entra ‎inmediatamente en contacto con todos los embajadores sirios en el mundo, les ‎anuncia ‎la “dimisión” transmitida en vivo de su colega Lamia Shakkour y los insta a que dimitan ‎también, ‎amenazándolos con que serán perseguidos por la Corte Penal Internacional. La ‎verdadera ‎embajadora de Siria en París protesta de inmediato y exige una rectificación de ‎France24, que, ‎por supuesto, se niega a rectificar. Cuando otra televisión, BFMTV, da finalmente ‎la palabra a ‎la embajadora de Siria, la mentira de France24 queda al desnudo sin que ningún ‎embajador ‎sirio haya cedido a las presiones. El Consejo Superior Audiovisual (CSA) –la autoridad ‎francesa de ‎la radio y la televisión que debe velar por el respeto de la deontología en ambos ‎medios, ‎autoridad cuyos miembros son nombrados directamente por el presidente de la ‎República, por ‎el presidente de la Asamblea Nacional y el presidente del Senado– no se tomará ‎nunca ‎el trabajo de investigar el asunto. ‎

El 4 de julio, Bernard-Henri Levy organiza en París una reunión de apoyo a la ‎oposición ‎democrática siria y al derrocamiento del tirano Bachar al-Assad. Bernard-Henri Levy ‎preside la ‎reunión en compañía del ex ministro de Exteriores sarkozista Bernard Kouchner y de ‎su futuro ‎homólogo hollandista, Laurent Fabius. Los tres invitan a la clase dirigente francesa, ‎tanto de ‎derecha como de izquierda, a participar en esta iniciativa. Personalidades de derecha, ‎de izquierda ‎y varios ecologistas firman el compromiso. Nadie nota en la sala la presencia de ‎dirigentes ‎israelíes y de la Hermandad Musulmana. Todas las personalidades invitadas a unirse a ‎la ‎iniciativa creen actuar correctamente y nadie intuye las consecuencias de lo que acaba de ‎suceder [2].‎
El 8 de julio, los embajadores de Estados Unidos y Francia en Damasco, Robert Ford y ‎Eric ‎Chevallier, asisten a una manifestación en la ciudad siria de Hama [3]. El gobierno sirio convoca a ‎ambos diplomáticos ‎y los acusa de respaldar a la oposición y de estimular los desórdenes. ‎Defensores de la República ‎Árabe Siria protestan ante las embajadas de Estados Unidos ‎y Francia. Robert Ford acusa ‎descaradamente a los baasistas de haber atacado su representación ‎diplomática, sosteniendo que ‎en Hama la oposición no había recurrido a la violencia. ‎La secretaria de Estado Hillary Clinton ‎afirma que Assad «no es indispensable». En una ‎declaración de su presidente, el Consejo de ‎Seguridad de la ONU condena el ataque a las ‎embajadas. ‎
El 29 de julio, el coronel Riad al-Assad anuncia su deserción y la creación del ‎«Ejército Sirio ‎Libre‎»‎ ‎‎(ESL). Llama los militares sirios a unirse a él y a derrocar el ‎«régimen‎»‎. Pero todo es ‎una ‎operación montada por la DGSE francesa. El coronel Riad al-Assad fue seleccionado sólo ‎porque ‎su apellido se parece al del presidente Bachar al-Assad –la transcripción de ambos ‎apellidos al ‎alfabeto latino es exactamente la misma, pero en árabe no se escriben igual‎. ‎
Para identificarse, el ‎ESL recibe la ‎«bandera de la independencia‎»‎… que en realidad es ‎la bandera de la colonización ‎francesa, conservada por un tiempo después de ‎proclamarse la independencia de Siria. En esa bandera ‎figuran los 4 colores panárabes: el rojo ‎de Mahoma, el color negro de los abasidas, el verde de los ‎fatimidas y el blanco de ‎los omeyas. Las tres estrellas rojas representan el gobierno de Damasco, ‎el de Alepo y el ‎territorio de los Nosairis –o sea de los alauitas. Los sirios conocen bien esa ‎bandera porque ‎aparece, desde 2006, en la serie más popular de la televisión local, ‎Bab al-Hara, ‎sobre ‎la historia de una pequeña localidad siria bajo la ocupación francesa. El siniestro ‎comandante de ‎la gendarmería que aparece en la serie tiene en su oficina la bandera del ocupante ‎francés y, ‎junto a ella, la futura bandera del ESL. ‎

Está en marcha la ‎«democratización»‎ del Medio Oriente ampliado. Al menos, eso parece. ‎Sin entender nada de lo que está pasando, Francia, ‎«patria de los derechos humanos»‎, ‎que ya ‎acaba de quedar en ridículo con lo sucedido en Túnez, cree que tiene absolutamente que ‎seguir la ‎corriente. ‎
21- Puntos comunes de las operaciones contra Libia y Siria
El hecho que se asigne al “Ejército Sirio Libre” la bandera del mandato colonial francés y que ‎el ‎Consejo Nacional de Transición libio haya recibido la bandera del rey Idris demuestra ‎la existencia ‎de una repartición previa de los papeles entre las potencias occidentales. ‎Libia estaba destinada a ‎quedar nuevamente bajo la tutela británica y Siria bajo la de Francia. ‎

Al principio, Francia garantiza la propaganda occidental. El 5 de julio de 2011, France24, ‎la ‎televisión internacional vinculada al ministerio de Exteriores de Francia, recibe un ‎‎“mandato” ‎del Consejo Nacional de Transición libio para remediar la ausencia de administración ‎propia de los ‎opositores libios. Alain Duplessis de Pouzilhac, Presidente-Director general del ‎sistema Audiovisual ‎Exterior de Francia (AEF) y Mahmud Shammam, ministro de Información del ‎Consejo Nacional de ‎Transición libio, firman el acuerdo en una ostentosa ceremonia. Los ‎sindicatos de periodistas ‎franceses protestan ante esta toma oficial de partido en el tema libio, hecho ‎que viola la ética ‎profesional de la prensa [4]. A pesar de esas protestas, ‎el polémico acuerdo será ‎extendido en octubre –aunque más discretamente– al Consejo ‎Nacional de la oposición siria. ‎

A finales de marzo de 2011, surge una polémica entre el ministro francés del Interior, ‎Claude ‎Guéant, y el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, sobre el carácter de la guerra ‎contra ‎Libia, guerra que el ministro francés había comparado públicamente con una «cruzada». ‎La ‎polémica proporciona al ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, la oportunidad para ‎negociar un ‎acercamiento con su homólogo turco, Ahmet Davutoglu. ‎

Desde los tiempos del rey Francisco I existe una larga y vergonzosa tradición de alianza ‎entre ‎Francia y los otomanos. En el siglo XVI, París, pasando por alto las divergencias ‎religiosas, se ‎dejó seducir por los “regalos” del sultán Suleimán El Magnífico. Corrupto hasta ‎la médula, el rey ‎francés Francisco I aceptó aliarse con el musulmán Suleimán –a quien incluso ‎se refería como su «padre»‎– en contra del Sacro Imperio germánico de los Habsburgo. En la ‎correspondencia que ‎intercambiaban, Suleimán llega a darse el lujo de humillar al monarca ‎francés llamándolo su ‎«wali ‎de Francia»‎, o sea su “gobernador”. Los ejércitos otomanos ‎llegaron a instalarse en el sur de ‎Francia y Francisco I transformó la catedral de Toulon ‎en mezquita para acogerlos allí. ‎
El Tratado Juppé-Davutoglu sigue siendo secreto, a pesar de que el derecho francés prohíbe ‎la ‎diplomacia secreta desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Por esa razón, ese tratado ‎nunca ‎fue ratificado por los parlamentarios franceses y carece de valor jurídico.‎

El presidente Nicolas Sarkozy y su ministro de Exteriores Alain Juppé no pueden dar a conocer ‎ese ‎tratado sin exponerse, en el caso de Sarkozy, a ser destituido de inmediato por el Alto ‎Tribunal (la ‎Haute Cour), mientras que su ministro Juppé sería condenado por la Corte de Justicia de la ‎República. El problema es que el Tratado Juppé-Davutoglu prevé la participación ‎de Turquía en la ‎guerra que acaba de iniciarse contra Libia y en la guerra que va a comenzar ‎contra Siria. Turquía se ‎compromete a movilizar la población de la ciudad libia de Misurata –‎mayoritariamente ‎descendiente de soldados judíos del Imperio Otomano, los Adghams, y de ‎nómadas que se ‎dedicaban a la venta de esclavos negros, los Muntasirs, que en el pasado ya ‎habían respaldado a ‎los Jóvenes Turcos– para que ayude a la coalición internacional en el ‎derrocamiento de la ‎Yamahiriya Árabe Libia. Turquía se compromete también a movilizar las ‎poblaciones turcomanas ‎del norte de Siria para derrocar la República Árabe Siria. A cambio, ‎Francia se compromete ‎a respaldar la admisión de Turquía en la Unión Europea –a pesar de que ‎el presidente Sarkozy ha ‎prometido lo contrario a los electores franceses en su campaña ‎electoral. Pero lo principal es que ‎ambos países se comprometen a resolver el problema kurdo ‎sin afectar la integridad territorial de ‎Turquía. En otras palabras, pretenden crear –en ‎suelo sirio– un Estado independiente que ‎designarían como «Kurdistán»‎, y hacia donde serían ‎expulsados después parte de los kurdos de ‎Turquía. Es un proyecto absurdo ya que el Kurdistán ‎histórico está exclusivamente en Turquía. En ‎realidad se trata ni más ni menos que de un plan ‎de conquista contra Libia y Siria y de limpieza ‎étnica en Turquía.‎

De hecho, en 1936, el gobierno francés había negociado con el movimiento sionista la creación ‎del Estado de Israel, no en la Palestina bajo mandato británico sino en Líbano y Siria, ‎entonces bajo mandato francés. Judíos europeos crearían implantaciones a lo largo del Éufrates. ‎El ‎«Kurdistán»‎ se habría situado entre el Éufrates, Turquía e Irak. Aquel plan nunca fue ‎presentado a los parlamentarios ya que habría provocado la caída del gobierno del Frente ‎Popular. ‎

Es importante recordar aquí que el político francés Alain Juppé nunca vaciló en ayudar a ‎genocidas cada vez ‎que le pareció útil. En junio de 1994, Juppé organizó con Francois ‎Mitterrand la operación “Turquoise”, ‎durante las masacres perpetradas en Ruanda. Si bien ‎es cierto que en aquel momento se trataba ‎de crear una “zona humanitaria segura” para las ‎poblaciones en peligro, también se trataba, ‎principalmente, de usar esa cobertura –a espaldas ‎de las fuerzas armadas francesas– para que la DGSE ‎pudiera sacar del país a los genocidas. ‎

Combinando trabajo y beneficio personal, el gobierno de Erdogan se las arregla para que ‎el ‎empresariado turco haga un “regalo” a Alain Juppé. ‎

Paralelamente al acuerdo con Turquía, el ministro francés de Exteriores Alain Juppé pone ‎al ‎senador gaullista Adrien Gouteyron al frente de una misión sobre la situación de las ‎comunidades ‎cristianas del Oriente. El senador Gouteyron realiza largas visitas a las comunidades ‎cristianas del ‎Medio Oriente –exceptuando las de Siria– y concluye, de manera ‎nada sorprendente, que hay que ‎ayudar a los cristianos a mantenerse en sus países y también ‎mejorar la acogida que reciben ‎cuando emigran a Francia [5]. Sin saberlo, el senador está pavimentando así el camino ‎al ‎desplazamiento de las poblaciones maronitas [6].‎

A lo largo de su mandato presidencial, Nicolas Sarkozy se adapta, en la gran mayoría de los ‎casos, ‎a los intereses qataríes. El emir de Qatar es el individuo que más dinero maneja en todo ‎el ‎mundo y trata de conquistar un estatus de gran potencia internacional mediante la compra ‎de ‎personas y funciones. De esa manera logró instaurar la paz en Sudán y nombrar –pisoteando ‎la ‎Constitución del Líbano– al “presidente” libanés. Sabiendo que el presidente francés está obligado ‎a entregar al Estado los regalos de alto valor, el emir de Qatar ofrece al presidencial ‎matrimonio ‎Sarkozy todo tipo de atenciones y ventajas personales, como el pago de suntuosas vacaciones y el ‎uso permanente de uno de sus aviones privados.

Nicolas Sarkozy modifica ‎la Convención Fiscal ‎Franco-Qatarí de manera que la dispensa del pago de impuestos a la ‎embajada de Qatar se ‎extienda a todas las inversiones que el emir y los miembros de su familia ‎hacen en Francia. En ‎pocos años, los miembros de la familia al-Thani compran bienes ‎inmobiliarios por un monto de 5,‎‎000 millones de euros, adquieren grandes hoteles y casinos y ‎entran en el capital de prestigiosas ‎empresas francesas, como Total, EADS y Areva. Compran ‎además un club de futbol –el París Saint-‎Germain– y crean en Francia varios canales de televisión ‎dedicados al deporte. La interesada ‎generosidad del emir de Qatar abarca todos los sectores de ‎la sociedad francesa. De ella se ‎benefician unos 50 parlamentarios de todos los partidos ‎políticos. El emir trata también, aunque ‎sin lograrlo, de hacerse del control de los barrios ‎periféricos musulmanes. Pero poco a poco va ‎comprando a la mayoría de los líderes políticos y ‎económicos de Francia, de manera que el ‎pequeño emirato tiene en el embajador francés ‎una especie de vocero qatarí en el Consejo de ‎Seguridad de la ONU y puede darse el lujo de utilizar a ‎su antojo las fuerzas armadas francesas [7]. ‎
(Continuará) ‎
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[1] «L’Ambassadeur de Syrie en France victime d’une tentative de ‎déstabilisation», por Frédéric Lacastille, InfoSyrie, 7 de junio de 2011.
[2] «Escroquerie: Infosyrie était au meeting «pro-syrien» de BHL», ‎Louis Denghien, InfoSyrie, 5 de julio de 2011.
[3] «Hama: la France à la ‎remorque de Washington?», Louis Denghien, InfoSyrie, 11 de julio de 2011.
[4] «RFI: les syndicats exigent des garanties»; «RFI, le coup de com d’Alain ‎Pouzilhac»; Marion d’Allard, L’Humanité, 17 y 19 de julio de 2011.
[5] Rapport sur la situation des ‎Chrétiens d’Orient, Adrien Gouteyron, Rapport au Premier ministre, 23 de junio ‎de 2011-29 de febrero de 2012.
[6] Los maronitas son católicos miembros de una iglesia oriental, la Iglesia Siriaca Maronita de Antioquía, ‎que tiene su sede en Líbano. Nota de la Red Voltaire.
[7] Qatar, Les secrets du coffre-fort, Christian Chesnot y ‎Georges Malbrunot, Michel Lafon, 2013; Une France sous influence: Quand le Qatar fait de notre ‎pays son terrain de jeu, Vanessa Ratignier y Pierre Péan, Fayard, 2014.

Fuente : «Francia, metida en el engranaje», por Thierry Meyssan, Red Voltaire , 14 de diciembre de 2019, www.voltairenet.org/article208551.html

Thierry Meyssan: Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).