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“El estado superior del capitalismo es el feudalismo mafioso tecnologizado”

PorSantiago Alba Rico

Entrevista Sato Díaz

Rebelión.org / 13-07-2020

Siempre es un gustazo hablar con Santiago Alba Rico (Madrid, 1960). Y más cuando hay que parar, separarse del ruido cotidiano y respirar para analizar qué está pasando. Porque están ocurriendo muchas cosas, y entre el miedo al contagio, los calores, el ajetreo político y mediático y las polémicas que duran días, cuando no horas, difícilmente conseguimos tener la mente despejada y reservar tiempo para observar e intentar entender, como decía la canción, quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Este filósofo, escritor, ensayista y columnista, también colaborador de cuartopoder, se ha convertido en estos meses de pandemia en una guía que nos alumbra más allá del corto plazo. Un poco de profundidad.

– Recientemente hablabas de cómo el confinamiento ha servido para hacernos conscientes de que «se puede vivir sin estar viviendo siempre algo dramático». ¿No crees que, una vez se ha ido levantando el confinamiento, lo dramático ha vuelto con más fuerza?

– No tengo suficientes datos estadísticos como para afirmarlo con certeza, pero diría que sí. Lo personal suele estar tan enraizado en lo común que uno puede permitirse el inducir de sus propios sentimientos un sentimiento general. Creo que no hemos vuelto a la normalidad, todo el mundo es consciente de que esto es una tregua. El concebir esto como una tregua genera dos tipos de respuestas diferentes, dos tipos de personas. Por un lado, la prudencia, un nuevo conservadurismo interesante, en el sentido de que quieren conservar algunas de las cosas que han aparecido. Algunas de ellas con capacidad de transformación, otras buenas en sí mismas, como menos coches y más pájaros, que nos tomemos más en serio las relaciones con los demás…

Por otro lado, está esa sed de retorno a la vieja normalidad. Es cierto que estábamos muy marcados por una normalidad enteramente dominada por esa intensidad dramática en todos los terrenos. Los noticiarios nos inyectaban constantemente un falso dramatismo, una tensión, una espera de novedades permanentes… Ese dramatismo formaba parte de nuestra relación con los demás y con las mercancías. Sobre todo, lo relativo con el consumo, consumo también de las imágenes y los falsos acontecimientos. No sé cómo ha sido el retorno del fútbol. Yo veía algún partido y no me ha vuelto a interesar, en estos momentos, nada de lo que está ocurriendo en la Liga. Quiero creer que sigue habiendo resistencia al retorno a la normalidad, aunque sabemos todos que esto es una tregua y no una superación de ninguna situación.

– Siguiendo con el símil teatral y dramático. Hemos vivido una tragedia colectiva. Aristóteles situaba la catarsis como un elemento superador, de purificación, a través de la tragedia. ¿Cómo podría ser una catarsis colectiva que nos ayudara a pasar página, a mirar al futuro, en estas circunstancias?

– Los griegos confiaban la catarsis a un estado de excepción escénico, de margen antropológico, de margen privilegiado. La tragedia ponía delante de los ojos de los griegos lo que los griegos tenían delante todos los días y no podían ver. Así, a través de contemplar la escenificación, los griegos juzgaban su propia vida. La catarsis tiene que ver siempre con el juicio. Creo que ese juicio ha estado muy presente en esta tragedia, entre otras porque una buena parte de la población hemos sido espectadores y víctimas al mismo tiempo. Muchos hemos estado confinados, amenazados por un virus potencialmente mortal y, al mismo tiempo, separados del mundo. Espectadores y víctimas. El momento catárquico puede funcionar más así que si eres solo espectador. El juicio tiene un potencial valor catárquico.

A la espera de poder hacer pronósticos más firmes y de cómo evoluciona la realidad, tenemos otro problema. Un problema que tiene que ver con la condición humana y con una condición humana trabajada por el capitalismo de consumo durante mucho tiempo. Me refiero al hecho de que en tres días podemos olvidar completamente cualquier trauma vivido, y eso sin necesidad de intervención médica o farmacológica. Sencillamente, restableciendo hábitos de consumo adictivos en todos los terrenos.

Me produce un poco de miedo este retorno del imaginario de consumo que invierte la situación que hemos vivido, en la que éramos espectadores y víctimas al mismo tiempo y había una potencial catarsis. Todo esto se invierte en estas adicciones al consumo de imágenes, cuerpos y mercancías, completamente lo contrario de la tragedia que hemos atravesado. En cuanto nos sentimos seguros de cualquier amenaza y nos vemos un poco a cubierto, volvemos a los hábitos adictivos. Pasamos de ser un sujeto activo de juicio, en confinamiento, objeto potencial de amenaza, a ser un nuevo retorno de ese perfil consumista, completamente pasivo, sin juicio, incapaz de sentirse frágil y amenazado como objeto vulnerable.

– Durante estos meses me ha venido muchas veces a la mente el personaje de Antígona, de Sófocles. Ese personaje atormentado por no poder enterrar a su hermano y que reta la ley dictada por el rey, el Estado, para darle sepultura. Durante este tiempo también ha habido mucha gente que no ha podido enterrar a sus familiares. ¿Qué sentido crees que tiene un luto colectivo, un homenaje de Estado a las víctimas, un funeral? ¿Puede servir este rito para esa catarsis colectiva?

– Por un lado, eso es una manera de dar por terminada, oficialmente, una tragedia que, probablemente, no ha hecho más que empezar. Esos gestos públicos en los que se intenta describir que empieza una nueva normalidad, y para ello se celebra una ceremonia. Cuando he leído sobre este acto público, me ha rechinado un poco que se hable de homenaje a las víctimas. Tenemos que tener cuidado con las palabras. Lo verdaderamente trágico de la pandemia es que nadie es culpable y que no se puede aplicar en este caso el discurso político sobre las «víctimas» que se adivina detrás de la idea de «homenaje». El término «víctima» está muy marcado y no es buena cosa que se trate a los muertos del coronavirus de esa manera. Detrás de la «víctima» aparece siempre un culpable y una explotación política que en este caso hay que evitar. Esa es la tragedia a la que nos tenemos que enfrentar. Por supuesto que ha habido muchos médicos que se han contagiado desarrollando su trabajo de cuidados. Una tragedia.

Pero es que cuando hablamos de homenaje, volvemos un poco, implícitamente, a vincular al discurso de la pandemia elementos del discurso bélico y militar. Ha sido significativo eso de no poder enterrar a tus muertos, eso lo entendemos todos, seamos de derechas o de izquierdas, porque es uno de los signos civilizatorios fundamentales.

Antígona se enfrenta al poder reivindicando la tradición, una tradición que tiene que ver con la relación entre los vivos y los muertos, una de esas relaciones fundamentales sobre las que pilota toda una sociedad. No estaría mal que aprovecháramos para pensar en nuestras relaciones con los muertos, en un país como el nuestro en el que esto no está solucionado. Aprovechemos la ocasión para pensar en todos esos muertos que permanecen sin enterrar en España desde el año 1936. Esto es pura demagogia, pero si la derecha y la izquierda están de acuerdo en que lo peor que le puede suceder a una persona y a una sociedad es no poder enterrar a sus muertos, quizás debamos hacer un discurso más general sobre lo que significa esto.

– Julio Anguita, decía, sobre la pandemia: «Las derechas son conscientes de que su mundo se les viene abajo». ¿Crees también que esta pandemia abre la puerta a un mundo nuevo?

– No lo sé, Anguita era mucho más listo que yo, aunque algunas veces podía no estar de acuerdo con él. Desde luego, es una de las pérdidas más serias en términos políticos que podía sufrir este país. Anguita decía eso al principio del confinamiento. Yo he usado esta metáfora de la nave espacial. El confinamiento, como nave espacial, una nave espacial de la que nos estamos bajando en un planeta desconocido. No es fácil imaginar cómo va a ser ese planeta desde el interior de la nave.

Depende de lo que entendamos como un mundo nuevo, puede ser peor y en la misma dirección del que procedíamos. Yo temo que todo esto nos instale en un horizonte de transformación que tenga que ceder ante los nuevos bárbaros. Los nuevos bárbaros ya no son los germanos que acabaron con el Imperio Romano, sino un horizonte de catástrofe natural, de pandemias… Eso son los bárbaros a los que nos tenemos que enfrentar. Sí creo que vivimos una crisis civilizatoria.

Lo que estábamos viendo en los últimos tiempos es que el estado superador del capitalismo no era el comunismo, sino la corrupción. Añadiría que estamos viendo un poco que el estado superior del capitalismo es el feudalismo mafioso tecnologizado. Este es el peligro que nos espera en ese planeta desconocido, frente al cual tenemos pocos recursos.

Si hablamos en términos económicos, es obvio que hay fracturas que han acusado las élites y tienen que ponerse de acuerdo, a lo mejor no lo consiguen y se abre por ahí una posibilidad de cambio. Tienen que reajustar parte de sus programas y proyectos que nunca son homogéneos. Pero no creo que en estos momentos haya alguna alternativa potente frente al capitalismo mafioso tecnologizado.

Si pensamos en la derecha en España, que se parece mucho a la de Brasil o la de Estados Unidos, lo que han visto es una oportunidad para derrocar al Gobierno y restablecer una hegemonía política, pues la económica sigue siendo la misma, que han perdido simbólicamente.

Es verdad que la entrada en el gobierno de Podemos, para mí una trampa mortal en la que ha caído Podemos, simbólicamente sí es significativa. Hay una derecha que juega a radicalizar, no para radicalizar a los suyos, sino a los oponentes políticos para convertirlos en enemigos. Hay que tener muchísimo cuidado de no responder a la estrategia de PP y Vox orientada a radicalizar a sus oponentes para que estos se presenten ante un sector, supuestamente mayoritario de la sociedad, como enemigos, restableciendo viejos marcos de confrontación que deberíamos enfriar lo más rápidamente posible.

– ¿En qué sentido te parece la entrada al gobierno de Podemos una trampa mortal?

– Creo que la correlación de fuerzas dentro del gobierno no les permite imponer su programa y, al mismo tiempo, no se puede permitir, de ninguna manera, romper el pacto de gobierno, y menos en una situación como la que estamos viviendo. Por lo tanto, al PSOE el pacto de gobierno con Podemos le resulta muy rentable. En dos sentidos. Por un lado, para el sector próximo a Sánchez tener a Podemos dentro presionando le puede servir para tomar algunas medidas que se han tomado y que, aunque tímidas, bienvenidas sean.

Al mismo tiempo, al PSOE le sirve para desgastar a Podemos, lo que ha sido uno de los grandes objetivos políticos del PSOE de Sánchez, tenemos la memoria muy corta, pero su enemigo electoral y político ha sido Podemos. Ahora, Podemos, si no puede aplicar el programa, no puede echar abajo el gobierno o marcharse de él, tiene que aguantar. Ese aguante implica una erosión fuerte que, creo, se percibirá electoralmente.

– Te pilló la pandemia en España, pero habitualmente resides en Túnez. ¿Cómo se está viviendo allí la pandemia?

– Es obvio que la incidencia de la pandemia ha sido menor que en Europa. Se encaró con medidas iniciales bastante severas. Eso, pese a que coincidió con el Ramadán. Un periodo en el que las familias comparten todas las noches un espacio común y hay más contacto social que nunca. Hasta el momento, la incidencia de contagio ha sido mucho más baja que en Europa.

Al mismo tiempo, las consecuencias económicas han sido más graves que en España. El punto de partida era mucho más precario. El nivel de conflictividad social se ha disparado. Esto, como consecuencia de las medidas de confinamiento en un país donde el paro es altísimo, donde todos los problemas que quiso resolver la revolución de 2011 no solo no se han resuelto, sino que se han agravado. La situación política es muy interesante, pero la social es muy grave. Hay que esperar, confiar en que no haya un brote, pues sería una calamidad, y ver cómo la conflictividad social se refleja en la población. Creo que, en Túnez, particularmente dentro del mundo árabe y teniendo que ver con el hecho de que es un país semieuropeo en algunas cuestiones, volveremos a ver dentro de poco muchas protestas y muchos conflictos.

– Para ir terminando, durante esta pandemia se han escrito, desde la filosofía y otros campos, muchos artículos y se ha profundizado en muchas ideas. ¿Qué autores o textos nos recomiendas para leer?

– Te enumero algunos de los autores que sigo habitualmente con provecho y con más o menos acuerdo: Yayo Herrero, Jorge Riechman, Carlos Fernández Liria, José Luis Villacañas, Mike Davis, Chomsky, Agamben que denuncia la educación on-line, Esteban Hernández para los efectos económicos de la pandemia, Daniel Innerarity para abordar los problemas de la democracia. Hay que seguir también a Enric Juliana, siempre culto y perspicaz, y me han gustado mucho las últimas entrevistas que le han hecho a Íñigo Errejón. Clara Serra, sobre feminismo. Estoy olvidando decenas, pero es lo malo de ser rumiantes en la red.

– Como filósofo te quiero preguntar una curiosidad. ¿Cómo se puede reflexionar, pensar sobre un mundo tan cambiante como el de ahora?

– Me da cierto pudor que se me catalogue como filósofo, ahí entra desde Platón a Heidegger… A parte de todo eso, creo que tenemos muchos buenos profesores de Filosofía aquí y muchos de ellos son buenos amigos. Pero, voy allá, creo que la filosofía ha muerto tal y como la entendíamos. La filosofía estaba muy ligada a la madera, al papel, al paso lento de las páginas y de los días. Eso que decía Hegel, la lechuza de Sofía levanta el vuelo al atardecer, cuando ya han pasado las cosas. Imagínate ahora, es imposible emprender el vuelo cuando han pasado las cosas, porque siempre están pasando y no dejan de pasar. Este símil del paradigma letrado, sustituido por el paradigma pantállico, como le llamo, el paradigma de la red, es incompatible con la filosofía tal y como la hemos entendido hasta ahora.

Eso no quiere decir que este mundo sea incompatible con el pensamiento, hay que aprender a pensar sobre la marcha, algo que desde la condición misma del cerebro no es fácil. Vivimos un mundo en el que en términos de pensamiento domina el haiku y en términos de no-pensamiento funciona el urinario público, el linchamiento sumarísimo. Debemos aceptar que también en esto el mundo ha cambiado. Tendremos que aprender a introducir cuñas de pensamiento como el que pone a toda prisa piedras en un dique roto por un río, el agua está pasando, tenemos que intentar que pase a menos velocidad. Algo así como los castores intentando poner presas provisionales en un tsunami que nos arrastra a todos y dentro del cual tenemos que tratar de responder a la pregunta leninista por antonomasia: ¿qué hacer?

Opus Dei, pederastia y silencio de los medios

Por: Bernardo Barranco V.

jornada.unam.mx / 080720

La Congregación para la Doctrina de la Fe ha procesado al sacerdote del Opus Dei Manuel Cociña Abella por abusos sexuales a varios adolescentes y jóvenes de ciudades españolas en los últimos 30 años. Lo ha sancionado a cinco años sin ejercer su ministerio sacerdotal en público, otros cinco años de atención espiritual únicamente en su centro, en Granada, España. El pederasta Cociña tiene 72 años, fue discípulo directo del fundador Escrivá de Balaguer y ha sido actor distinguido en la Obra.

Es la primera vez que un miembro distinguido del poderoso Opus Dei es inculpado en temas de abusos. Sin embargo, la noticia sólo ha levantado vuelo en las redes sociales. El portal Religión Digital, especializado en temas católicos, ha dado seguimiento a las denuncias y al proceso de Cociña, pero denuncia que tanto la prelatura del Opus Dei como la totalidad de medios de comunicación han silenciado la noticia. Jesús Bastante, de Religión Digital, reprocha: El Opus Dei sigue callado. Es la estrategia de siempre, la que tanto daño ha hecho a las víctimas de abusos. Porque el silencio victimiza doblemente al superviviente, lo ningunea, trata de anular su dolor, su historia, el horror sufrido. El silencio de quienes, durante años, miraron hacia otro lado, trasladando a Cociña de un lugar a otro y conminando a las víctimas a callar y guardar su dolor en un cajón es, si cabe, más ominoso que los abusos en sí. Porque el silencio es consciente y programado.

Las preguntas resultan innegables: ¿puede una congregación religiosa tan poderosa como el Opus Dei acallar y amortiguar un evento que perjudique su imagen? El portal se queja particularmente en España y Chile, donde la Obra es pujante, de la siguiente manera: ¿Dónde están Vida Nueva, Alfa y Omega y la prensa católica de nuestro país? ¿Tanto poder tiene la Obra sobre medios aparentemente alejados de la iglesia como El País? La respuesta es afirmativa.

Lo vivimos en México en 1997, cuando se anunció un programa de tv en CNI Canal 40. Las víctimas de Marcial Maciel denunciaban sus abusos. Hubo amenaza de boicot de anunciantes, silencio de las principales televisoras y, salvo La Jornada, callaron los periódicos del país. Fue un caso emblemático, pues desnudó los estrechos vínculos de poder entre la iglesia católica y las élites mexicanas. Hubo censura y coerción hacia los periodistas que se atrevieron a desenmascarar el reino de impunidad de Maciel. Es más, las plumas cercanas a los Legionarios de Cristo cuestionaron los relatos y autoridad moral de las víctimas. Sobresale, El Norte (Reforma) que se dedicó a calumniar sistemáticamente a las víctimas.

El tema requiere detenerse. Porque la denuncia a la pederastia clerical se debe a los medios seculares. Los medios de comunicación han tenido un papel clave en la denuncia de la pederastia clerical a escala internacional. Desde el comienzo de las revelaciones sobre el abuso, la iglesia católica, reaccionó con desacierto. Desde los años 50, niega los hechos y protege a los pederastas. En el siglo XXI, ante el alud de denuncias, cuyo epicentro se sitúa en The Boston Globe en Filadelfia en 2002, encontramos una iglesia que invierte sus energías haciéndose pasar por víctima. Acosada por supuestos intereses que la quieren desprestigiar.

El efecto es el contrario, hay un desmoronamiento institucional debido a la contundencia de los relatos de las víctimas, hechos y denuncias en países registrados por los medios. Al posicionarse como ciudadela asediada por enemigos que buscan destruirla, la iglesia, se refugia en teorías de la conspiración y olvida el drama de las víctimas. Las percibe como amenaza o instrumentos manipulados para alimentar la hostilidad internacional. La iglesia comete un grave error de comunicación que la desacredita. Pretendió promover la imagen del martirio y de persecución, durante la primera década del siglo XXI.

Sin duda, la estrategia también pretendió reforzar el frente interno. Es decir, cerrar filas como cuerpo social ante los supuestos embates de enemigos externos. Sectores de la curia desarrollan confabulaciones y complots en torno al funesto secretario de Estado de Juan Pablo II, el cardenal Angelo Sodano, quien encabeza la fallida estrategia. Desde Roma se levantan construcciones sobre conjuras internacionales, cuyos actores centrales son aquellos enemigos tradicionales: judíos, masones, comunistas, ateos y financieros de Wall Street.

En los relatos argumentativos, se minimiza el impacto de la opinión pública, ya que ha sido manipulada. Sin enfocarse en las víctimas, la estrategia, prendió cimentar un frente interno sólido capaz de repeler los ataques. La imagen del martirio, de hecho, se refiere a la memoria colectiva del cristianismo primitivo. Bajo esta estrategia, situamos el silencio y reprochable desentendimiento de los medios católicos. Más aún cuando grandes agencias internacionales, sus fundadores estaban involucrados, como Zenit con Maciel, de los legionarios o Aciprensa; Luis Fernando Figari, de Sodalicio de Vida Cristiana. La prensa cristiana y católica está en deuda con la verdad y con sus lectores.

Todo este episodio dramático entre medios y pederastia clerical conduce a una hipótesis: en un contexto cultural de secularización, en el declive de la estructura eclesial católica se opera un efectivo decaimiento simbólico. Es decir, la iglesia ya no ejerce ni tiene el monopolio de la moralidad. La crisis de pederastia y sus escándalos es también la crisis de credibilidad de la iglesia que en México había modelado los valores. El Opus Dei guarda este dilema, se abre a la transparencia o se refugia en el arte de ocultar la verdad.

No es el virus

Hermann Bellinghausen

jornada.unam.mx / 27-07-2020

La crisis del virus llegó para quedarse y dejar secuelas. Su prevalencia será mayor que la mera gripe estacional, y anuncia una época donde las viremias y otros males nuevos lloverán cada vez más y no serán tan impredecibles como quieren hacernos creer los gobiernos, los medios y las iglesias. Conforme se desenvuelven las cuarentenas, las resistencias a ella, los retornos a un nuevo futuro, la necesidad de hacerse a la idea de demasiados cambios en la cotidianidad, también se adquiere una perspectiva de las cifras de muertos, heridos y desaparecidos, como en una guerra. Un mayor realismo ante la muerte misma, sus otras causas, sus otras estadísticas, permite relativizar (¿normalizar?) el impacto sicológico y de salud causado por el Covid-19 a su paso por el mundo.

Tanto o más se muere por cáncer, hambre, afecciones asociadas a los absurdos del consumo, los brutales daños al medio ambiente, o por las guerras, casi todas delincuenciales. Con otros datos nos tranquilizamos: ah, bueno, de por sí estamos jodidos, de por sí a todos nos toca. Silvia Ribeiro no deja de alertarnos en estas mismas páginas y en otras, como Desinformémonos, sobre las pandemias que vienen, los inminentes caminos de todos nuestros venenos.

En un mundo en el que mantenerse sano se dificulta progresivamente, aunque los avances de la medicina parecieran significar lo contrario, queda claro que la gran derrotada es la medicina alopática o científica. Como fuente de pensamiento, no de mero conocimiento. Prefirió la insensatez del poder al bien colectivo. Desechó la prevención como base de sus acciones. Abrazó los efectos y desdeñó las causas. El punto de quiebre se fraguó hace unos 40 años, cuando otra alopatía pareció posible, más se orientó a la lógica del neoliberalismo en ciernes.

La noción de que la salud dependía de cuidarla, no de curar padecimientos, ganaba terreno en escuelas, hospitales e instituciones. Más médicos familiares y menos hiperespecialistas. Más cuidados en la vida diaria de cuerpo y mente y menos medicamentos industriales. Más y mejores servicios de primer nivel y menos elefantes blancos para gente que no pudo evitar enfermarse. Por el contrario, se dio un pacto entre el gremio médico y la industria farmacéutica, monstruo hipetrofiado en la bolsa de valores, sobre todo por razones económicas (el vil negocio), así como militares y políticas.

La alopatía erigió muros para aislar y devaluar cualquier otro pensamiento y otra práctica ante el hecho clínico y la construcción del bienestar humano. El mundo se inundó de medicamentos/drogas en carácter de mercancía que tanto salvan como matan, tanto alivian como agravan, que rara vez previenen y son enfermedad en sí mismas (hasta nombre en griego tiene: iatrogenia). En vez de aprovechar el manojo de caminos diferentes, que no tendrían que ser rivales, la medicina institucionalizada negó cualquier alianza con los enfoques homeopáticos, acupunturales, holísticos, las prácticas chamánicas, donde la magia procede de la experiencia y no al revés. Tampoco aceptó reformarse y cambiar el enfoque de curativo a preventivo, según la percepción sensata de Pasteur, Ehrilch et al. Los males de la salud se pueden evitar o moderar, lo cual resulta mejor para la vida y sale más barato.

Ariel Guzik es una de las mentes más interesantes hoy en México. Iridiólogo, inventor, científico y músico que trabaja con los sonidos y las canciones de la naturaleza (viento, agua, ballenas, fuerzas electromagnéticas), en un texto reciente reflexiona sobre la pandemia y lee en su trama un enunciado de la ingenuidad humana y su capacidad de sometimiento. En cuanto a los virus mismos, concluye que son rastros encontrados en la escena del crimen. Apunta que la declaración de pandemia que de golpe determina y desdibuja nuestras vidas y que de un día a otro eclipsa calamidades, castiga los encuentros y acalla manifestaciones de viva voz, ha sido manejada mediáticamente desde la estrecha y circular perspectiva del virus, el control y los números. Exalta los imaginarios que hemos forjado desde el vasto universo preparatorio de la ficción. Me parece necesario exonerar al virus de su papel de causa única y foco central de este fenómeno.

Desde su experiencia en la herbolaria y las medicinas tradicionales, Guzik cuestiona la concepción que tenemos de la pandemia, de nuestras rendiciones ante lo que nos presentan como racional. Su escrito abona la sensatez en una situación dirigida por la razón de Estado, el costo y beneficio para los mercados, el control represivo, el combate focalizado y medicalizado de un evento biológico que transcurre en diversas dimensiones.

Ingresamos a una nueva era de salud y enfermedad que redibuja los rostros de la vida, la muerte y el buen vivir deseable. Urge pensar todo de nuevo, antes de que se nos haga tarde. El problema no es el virus, sino lo que hace posible todo lo que desencadena.

La misa, un rito muerto

 Por: Pablo Heras

Religiondigital.org / 16.06.2020

Decía yo, con un sobreentendido sentido irónico que, cuando me jubilara, me empadronaría en el pueblo y me presentaría al puesto de alcalde de la localidad. Con mi prestigio, sería elegido. ¿Propósito? Uno de ellos, la celebración ciudadana del domingo.

Para ello, a la misma hora designada para la celebración litúrgica y con la malévola intención de sustituir eventos semanales, confeccionaría un programa, que podría variar de un domingo a otro, basado en lecturas ad hoc, a veces jocosas, a veces moralizantes y, sobre todo entretenidas, sacadas de los clásicos españoles. Vendría luego una discusión o reflexión sobre lo sucedido durante la semana en el pueblo, referido a hechos o personas; recuerdos del pasado; propuestas; soluciones a determinados problemas; mejoras del pueblo. Incluso alguna referencia a la situación del país. Es decir, una tertulia en nada disímil a la que se podría tener en una bodega o en el bar. De vez en cuando, una canción popular que incluso podría ser intervención individual de alguien con buena voz. Al final, un refrigerio de queso, chorizo y jamón acompañado de vino de la tierra, cerveza o mosto. El presupuesto del pueblo no sufriría merma alguna.

Comentaba yo con los pocos que acudieron a la misa del pasado domingo en el pueblo –al fin hizo acto de presencia el párroco-- algo sobre el ambiente que reina en las celebraciones dominicales: la misa es un rito muerto. Los pocos que acuden lo hacen más por inercia que por convicción. Quizá porque todavía resuenan los ecos de “pecado mortal”, culpa sobrevenida sobre aquellos que voluntariamente no celebran el domingo con una misa.

Iglesias vacías

¿Pero qué ha sucedido en el pueblo en los últimos tiempos, especialmente en estos tres meses de reclusión? Ni más ni menos que la desaparición de tal sentimiento de culpa y la siembra del relativismo más absoluto cuando de sentimientos religiosos se trata: cuando el mismo arzobispado establece que determinados pueblos sólo tendrán dos misas al mes, con el aditamento de que una de ellas será el sábado a las 13 horas, coincidiendo con la llegada del carnicero, del frutero o del panadero, un pensamiento se apodera de los feligreses: no pasa nada no acudiendo a misa en domingo. Son ellos los que obligan a pecar. Ellos mismos han determinado que así sea, dado que dos domingos al mes, o tres, no hay misa en el pueblo.

Más aún: la falta de incardinación del sacerdote al pueblo asignado, ha producido un desafecto total hacia la iglesia. El sacerdote llega un cuarto de hora antes del oficio, dice la misa sin referencia alguna al pueblo en que se halla (el sermón suele ser leído y sirve para los cuatro o cinco pueblos que atiende), se desviste en la sacristía charlando un rato con alguna feligresa que se atreve a entrar en la sacristía, sale de la iglesia con parsimonia, se introduce en su coche y se va. El pueblo dejó de existir para él, que vive un ambiente urbano desligado totalmente de los quehaceres, alegrías o sinsabores del pueblo. Dígase lo mismo de los funerales a los que necesariamente asiste. Reflexiones sobre la muerte como si de un camboyano se tratara. Nada relacionado con el devenir vital del difunto o las circunstancias que afectan a la familia.

Viniendo al propósito de estas reflexiones: el rito de la misa está muerto. Es algo anquilosado. Palabras sobre palabras. Fieles que dormitan. Fieles que no reflexionan sobre lo que se dice. Fieles a los que nada dicen las palabras arcanas del sacramento. Ya no es de recibo el que las fórmulas sean sacramentales y, supuestamente, realicen lo que dicen. Cierto es que todavía hay quienes piensan que “ahí” está Jesús, pero creer en ello ya no afecta en absoluto a la vida de las personas.

Iglesia rural

Las lecturas las más de las veces no se entienden; los sermones que las explicitan no tienen consistencia ni relación con la vida cotidiana; la participación de los fieles en el rito es nula, se limitan a escuchar y contestar; las fórmulas se recitan de memoria y no parecen salir “del corazón”. No es que el rito tenga que ser emotivo, pero sin el sentimiento no hay participación.

 La configuración actual del rito de la misa debe desaparecer, por más que su estructura tenga una lógica y sus palabras sean fruto de muchos siglos de sedimentación dogmática.

"¡Corre la voz! ¡En Brasil hay un genocidio!"

 Por: Frei Betto


Religiondigital.org / 19-07-2020

Genocidio por el coronavirus en Brasil

Cuando recuerdo que, en la Guerra de Vietnam, durante más de 20 años, se sacrificaron 58,000 vidas del personal militar de EE. UU., tengo el alcance de la seriedad de lo que está sucediendo en mi país. Este horror causa indignación y revuelta. Todos sabemos que las medidas cautelares y restrictivas, adoptadas en tantos otros países, podrían haber evitado tal número de muertos.

Este genocidio no es el resultado de la indiferencia del gobierno de Bolsonaro. Es intencional. Bolsonaro está satisfecho con la muerte de otros. Cuando era diputado federal, en una entrevista televisiva en 1999, declaró: “¡Al votar no cambiarás nada en este país, nada, absolutamente nada! Desafortunadamente, solo cambiará si un día vamos a una guerra civil aquí, y hacemos el trabajo que el régimen militar no hizo: matar a unos 30 mil”. Al votar a favor del juicio político de la presidente Dilma, ofreció su voto en memoria del torturador más notorio del ejército, el coronel Brilhante Ustra.

Debido a que está tan obsesionado con la muerte, una de sus principales políticas gubernamentales es liberar el comercio de armas y municiones. Cuando se le preguntó en la puerta del palacio presidencial si no le importaban las víctimas de la pandemia, respondió: “No creo en estos números” (27 de marzo, 92 muertes); “Todos moriremos algún día” (29 de marzo, 136 muertes); “¿Y qué? ¿Qué quieres que haga?” (28 de abril, 5,017 muertes).

¿Por qué esta política necrófila?

Desde el principio, declaró que lo importante no era salvar vidas, sino la economía. De ahí su negativa a declarar un cierre, cumplir con las pautas de la OMS e importar respiradores y equipo de protección personal. La Corte Suprema tuvo que delegar esta responsabilidad a los gobernadores y alcaldes.

Bolsonaro ni siquiera respetó la autoridad de sus propios ministros de salud. Desde febrero, Brasil ha tenido dos, ambos despedidos por negarse a adoptar la misma actitud que el presidente. Ahora, al frente del ministerio, está el general Pazuello, que no entiende nada sobre el tema de la salud; trató de ocultar los datos sobre la evolución del número de víctimas del coronavirus; empleó a 38 militares en funciones clave del ministerio, sin las calificaciones requeridas; y canceló las entrevistas diarias para las cuales la población recibió orientación.

Sería exhaustivo enumerar aquí cuántas medidas para liberar recursos para ayudar a las víctimas y las familias de bajos ingresos (más de 100 millones de brasileños) nunca se implementaron. Las razones de la intención criminal del gobierno de Bolsonaro son evidentes. Dejar morir a los ancianos para ahorrar recursos de la Seguridad Social. Dejar morir las enfermedades preexistentes para ahorrar recursos del SUS, el sistema nacional de salud. Permitir que los pobres mueran para ahorrar recursos de Bolsa Familia y otros programas sociales para los 52.5 millones de brasileños que viven en la pobreza y los 13.5 millones que están en la pobreza extrema. (Datos del gobierno federal).

No satisfecho con tales medidas letales, el presidente ahora vetó, en el proyecto de ley sancionado el 3 de julio, el tramo que requería el uso de máscaras en establecimientos comerciales, templos religiosos e instituciones educativas. También vetó la imposición de multas para quienes infringen las reglas y la obligación del gobierno de distribuir máscaras a las personas más pobres, principales víctimas de Covid-19, y a los prisioneros (750 mil). Sin embargo, estos vetos no anulan las leyes locales que ya establecen el uso obligatorio de una máscara.

El 8 de julio, Bolsonaro anuló extractos de la ley aprobada por el Senado que requería que el gobierno proporcionara agua potable y materiales de higiene y limpieza, instalaciones de internet y distribución de canastas básicas, semillas y herramientas agrícolas a las aldeas indígenas. También vetó fondos de emergencia para la salud de los indígenas, que facilitaban el acceso de indígenas y quilombolas a ayuda de emergencia de 600 reales (100 euros o 120 dólares) durante tres meses.

También vetó la obligación del gobierno de ofrecer más camas de hospital, ventiladores y máquinas de oxigenación de la sangre a los pueblos indígenas y quilombolas. Los indígenas y los quilombolas han sido diezmados por la creciente devastación socioambiental, especialmente en la Amazonía.


Amazonia

Corra la voz sobre este crimen contra la humanidad tanto como sea posible. Las denuncias de lo que sucede en Brasil deben llegar a los medios de comunicación de su país, las redes digitales, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra y la Corte Internacional de La Haya, así como a los bancos y empresas que protegen a los inversionistas tan codiciados por el gobierno de Bolsonaro.

Mucho antes de que lo hiciera el periódico The Economist, las redes digitales trataron al presidente como BolsoNerón: mientras Roma arde, toca la lira y anuncia cloroquina, una droga sin eficacia científica contra el nuevo coronavirus. Sin embargo, sus fabricantes son aliados políticos del presidente …

Le agradezco su amable interés en difundir esta carta. Solo la presión del exterior podrá detener el genocidio que está asolando a nuestro amado y maravilloso Brasil.

Fraternalmente, Frei Betto

Una fiera admirable

Guillermo Castro H.


“Todo hombre es  una fiera dormida.

Es necesario poner riendas a la fiera.

Y el hombre es una fiera admirable:

le es dado llevar las riendas de sí mismo”.

José Martí [1]

 

“De todos los problemas que pasan hoy por capitales”, escribía Martí en 1883, “solo lo es uno; y de tan tremendo modo que todo tiempo y todo celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia.” Esta preocupación era de un orden distinto al de la tradicional importancia que el liberalismo hispanoamericano había otorgado a la educación como medio de lucha de la civilización contra la barbarie.

            El año 1883, en efecto, veía desembocar las revoluciones de independencia de 1810-1825 en el Estado Liberal Oligárquico que sería dominante en nuestra región hasta empezar a desintegrarse con la Revolución Mexicana de 1910-1917. Y era además el año en que se iniciaba el ciclo de luchas obreras que culminaría en 1886 con la condena a muerte de cuatro dirigentes anarquistas en 1886.

En Martí, ambas tendencias convergían, además, con su creciente convicción sobre la necesidad de replantear la lucha de Cuba por independizarse de España, para trascender el legado colonial y transformar la sociedad cubana mediante una revolución democrática.

Así las cosas, para Martí emergía ya el problema de crear las condiciones necesarias para un vínculo de nuevo tipo entre los representantes de la alta cultura y la cultura popular, entre dirigentes y dirigidos. Esto demandaba una educación nueva para ambas partes, que a partir de 1892 se expresaría con especial claridad en el periódico Patria. Pero ese momento estaba lejano aún, y sólo llegaría al mismo a través de su ruptura política de 1884 con los dirigentes de la primera fase de la guerra de independencia, y la recuperación de ese vínculo mediante la creación del Partido Revolucionario Cubano el 10 de abril de aquel año.

En 1883, se estaba apenas en el punto de partida de la creación de las condiciones que llevaran al movimiento independentista a darse un carácter democrático, y dotarse en una cultura y una organización correspondientes a ese carácter. Eso demandaría aún hacer interlocutores políticos de los sectores sociales involucrados en el movimiento independentista. Y esto, a su vez, demandaría de los dirigentes políticos y los intelectuales involucrados en ese proceso atender a la necesidad de explicar y justificar las “pasiones elementales del pueblo” en la determinada situación histórica, relacionándolas

 

dialécticamente con las leyes de la historia, con una concepción superior del mundo, científica y coherentemente elaborada, el “saber”; no se hace política-historia sin esta pasión, es decir, sin esta conexión sentimental entre los intelectuales y el pueblo-nación.[2]

 

Desde esa perspectiva, el “Prólogo” de Martí al libro Cuentos de Hoy y de Mañana, de Rafael de Castro Palomino, exaltaba en el texto su “fácil y vivo diálogo, precisión a menudo sorprendente, exposición llana, fiel y tersa, y grato y notable conjunto”, que permitían al autor explicar “a los trabajadores– porque no hay hombre hoy que no lo sea, a no ser un vil, y leer es trabajar –“

 

la necesidad de conocer los elementos de un problema para poder resolverlo; las flaquezas de los nobles sistemas ideológicos discurridos para ver de equilibrar y asentar sobre bases menos inseguras, crueles y desproporcionadas la vida humana; las tentativas varias que con nombre y apariencia de cosa novísima, sacan de las cenizas de edades pasadas reformadores más vehementes que afortunados; los métodos vagos y confusos, como nubes de aurora, ya cercana al día, con que almas evangélicas, movidas del ansia heroica de la redención, procuran resolver de antemano, con prisa saludable que anuncia y espolea, problemas de demasiada monta para que los precipite voluntad alguna aislada.

 

Aquellos eran, decía, “tiempos de ira y de extravío”, en los que el mundo - como hoy -, estaba en tránsito “de un estado social a otro”. Y en transiciones así, agregaba, “los elementos de los pueblos se desquician y confunden; las ideas se obscurecen; se mezclan la justicia y la venganza” hasta que “por la soberana potencia de la razón”, se van asentando en sus cauces “las fuerzas originales del estado nuevo.”

Esa circunstancia hacía indispensable una educación que permitiera “al trabajador explotado” llegar a ser “caballero de los hombres, obrero del mundo futuro, cantor de alba, y sacerdote de la Iglesia nueva”, revelándole

 

los secretos de sus pasiones, los elementos de sus males, la relación forzosa de los medios que han de curarlos al tiempo y naturaleza tradicional de los dolores que sufren, la obra negativa y reaccionaria de la ira, la obra segura e incontrastable de la paciencia inteligente.

 

Para Martí, la necesidad de esa educación resultaba evidente en el hecho de que “las ideas justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan a logro”, y aunque era posible “precipitar o estorbar su llegada”, no lo era impedirla. “Una idea justa que aparece”, añadía, “vence.” Por lo mismo, la solución a los problemas venía “de suyo” y lo que en verdad importaba no era “acelerar la solución que viene: lo que importa es no retardarla.”

Un planteamiento así solo podría ser llevado a la práctica política construyendo una relación “entre los intelectuales y el pueblo-nación, entre los dirigentes y los dirigidos -entre los gobernantes y los gobernados-“  sustentada, como dijera Gramsci,

 

por una adhesión orgánica en la cual el sentimiento-pasión se convierte en comprensión y, por tanto, en saber (no mecánicamente sino de modo vivo), sólo en este caso, decimos, la relación es de representación y se produce el intercambio de elementos individuales entre gobernados y gobernantes, entre dirigidos y dirigentes, es decir, se realiza la sola vida de conjunto que es fuerza social; se crea el “bloque histórico”.

 

            En Cuba, el Partido Revolucionario Cubano vendría a dar expresión política de ese bloque histórico, a diferencia de los que “suelen nacer, en momentos propicios, ya de una mesa de medias voluntades, aprovechada por un astuto aventurero, ya de un cónclave de intereses más arrastrados y regañones que espontáneos y unánimes” o de “la terca ambición de un hombre hecho a la lisonja y complicidad por donde se asegura el mando”. Este, decía, expresaba el empuje “de un pueblo aleccionado, que por el mismo Partido proclama, antes de la república, su redención de los vicios que afean al nacer la vida republicana”. Y concluía:

 

Nació uno, de todas partes a la vez. Y erraría, de fuera o de adentro, quien lo creyese extinguible o deleznable. Lo que un grupo ambiciona, cae. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano.”[3]

 

Alto Boquete, Panamá, 29 de agosto de 2020



[1] ” Prólogo” a “Cuentos de Hoy y de Mañana, por Rafael de Castro Palomino”. New York. Imprenta y Librería de N. Ponce de León, 1883. Obras Completas. Edición Crítica. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010. Tomo 17: 307 -315.

 

[2] Antonio Gramsci: “Paso del saber al comprender, al sentir, y viceversa, del sentir al comprender, al saber.”

Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J. Solé Tura.

https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/introduccion-a-la-filosofia-de-la-praxis.pdf

 

[3] “El Partido Revolucionario Cubano” [Patria, Nueva York, 3 de abril de 1892]. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I: 366.

 

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