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P.N.U.D. ¿PARA QUÉ?

Miguel Antonio Bernal

“La falsedad tiene alas y vuela y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde” (Cervantes)

Hace solo cinco meses, me preguntaba en este mismo espacio: Reformas ¿Para qué? Hoy, la decisión autocrática de un Ejecutivo al servicio de los factores reales de poder que desprecian a la ciudadanía, acude a una organización foránea: el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), para mantener vigente la constitución militarista impuesta desde 1972.

 Una vez más, deciden imponernos unas reformas a la constitución sin una real y verdadera participación ciudadana.      Una vez más, prefieren ponerse en manos de quienes carecen de legitimidad política para ser mediadores o facilitadores de un tema que es esencial e intrínsecamente potestad del soberano, o sea el pueblo, la ciudadanía quien es la poseedora del poder crear Constitución, dueña y señora del poder constituyente.

La constitución militarista -vigente desde hace casi 47 años-, es una prueba viviente de que, a pesar de haber sido reformada en cuatro ocasiones, sus parches no la han despojado, ni de sus orígenes autoritarios y cuartelarios, ni tampoco de su sustancia contraria a la participación ciudadana.

Aprobadas en Concejo de Gabinete y en tres debates de una legislatura de la Asamblea Nacional por “sus” diputados, ahora el Ejecutivo les ordena a sus espoliques que se despojen de sus funciones y las cedan a los burócratas anntipanameños del PNUD.

Ya sabemos que las reformas que buscan la yunta PRD-PNUD, no son para nada innovadoras, actualizadoras, explicativas o correctivas.

 Es preciso reiterar que, es así como buscan reproducir “la oligocracia dominada por cleptómanos”, que no tienen la menor disposición de ceder el control que mantienen sobre el poder político y que, lo que menos les interesa o importa, es el que podamos alcanzar un Estado Constitucional Democrático, el cual “se entiende y percibe a partir del poder constituyente del pueblo”.


La Constitución que Panamá requiere para su renacimiento, no puede ser pensada racionalmente sino es a partir de un proceso constituyente participativo que permita el pleno ejercicio del poder ciudadano: el poder constituyente.