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Lo que hace una coca-cola a tu cuerpo en una hora

Para muchos, no hay nada más placentero, sobre todo en esta época de mucho calor, que quitarse la sed abriendo despacito una lata de soda, sobre todo de Coca Cola, la cual, te hará sentir bien, a pesar de todas esas recomendaciones que la gente y los médicos hacen respecto a esta bebida.

Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué le sucede a tu organismo luego de ingerir una Coca Cola? Aunque no lo creas, los efectos pueden verse en tan solo una hora.

Así lo ha revelado un exfarmacéutico británico llamado Niraj Naik, en su blog “The Renegade Pharmacist”, quien ha descrito a detalle lo que le ocurre a tu cuerpo inmediatamente de haber dado el primer sorbo y 60 minutos después de haber terminado de beberla.

Esto es lo que ocurre en el cuerpo luego de haber tomado tan solo una lata regular del popular refresco de Cola:

A los 10 minutos. El sistema reconoce las cerca de 10 cucharaditas de azúcar ingeridas, lo que equivale al 100% de la ingesta diaria recomendada.

A los 20 minutos. Los picos de azúcar en la sangre están al máximo, generando una explosión de insulina. El hígado trabaja a marchas forzadas para convertir el exceso de azúcar en grasa.

A los 40 minutos. Tu cuerpo ha absorbido la cafeína por completo. Las pupilas se dilatan, hay aumento en la presión arterial y el hígado envía más azúcar a la sangre. Además, se bloquean los receptores de adenosina en el cerebro, por lo que te matienes en vigilia, alejado de cualquier síntoma de sueño.
A los 45 minutos. Aumenta la producción de dopamina, estimulando los centros de placer del cerebro, una sensación que se vive también cuando se consume heroína.

A los 60 minutos. El ácido fosfórico se adhiere al calcio, magnesio, zinc y al intestino delgado, lo que impulsa el metabolismo. De igual manera, se presenta necesidad de ir al baño, debido a las propiedades diuréticas de la Coca Cola. Comienza bajar el nivel de azúcar en la sangre.

Si lo que buscas es refrescarte y quitarte la sed, Naik recomienda sustituir la Coca Cola por agua de limón.

Como extra, el doctor Sameer Patel, indicó que la Coca Cola y otras bebidas gaseosas contienen altos índices de azúcar y sodio, lo que provoca erosión ácida en la boca y caries. Tan solo en 20 segundos de haber dado el primer trago a una Coca Cola, las bacterias trabajan para producir ácido y los efectos suelen durar hasta 30 minutos.


Lo que indigna es el servilismo

Mariela Sagel

Lamento estar fuera del país y no al lado de mis compañeros de La Estrella y El Siglo , —como lo hice en los primeros días de enero—, que atraviesan momentos angustiantes por la negativa de la súbitamente importante Oficina de Control de Activos (OFAC) del Gobierno de los Estados Unidos de renovar la licencia para negociar con empresas estadounidenses. Y digo mis compañeros porque aunque no laboro allí, tengo 10 años de opinar en sus páginas dominicales y me relaciono con todos, sean directivos, ejecutivos o periodistas.

Sin embargo, no he podido abstenerme de estar pendiente de lo que se ha estado desarrollando y con dolor y verdadera vergüenza he leído la carta genuflexa que le mandó la Cancillería a la OFAC, en inglés, lo que viola el código diplomático, por el contexto y el idioma que utiliza, pidiéndole instrucciones de cómo proceder, el mismo día que se vencía la licencia.

Que una vicepresidenta y canciller se arrodille en esos términos ante una oficina del Gobierno de los Estados Unidos demuestra el nivel de servilismo que permea a estos funcionarios y la falta de compromiso con el país. Se ha perdido a esos niveles la noción de nación.

La distancia a veces es un buen recurso para ver las cosas de forma desapasionada. Si Panamá tuviera su propia moneda y un banco central con reservas monetarias diversificadas, no estaríamos sujetos a los caprichos gringos. Todas las manos en un plato solo sirven de arrebato, y en este caso, el arrebato se ha encarnizado contra La Estrella y El Siglo.

Ya no hablemos del Grupo Wisa, porque seguramente de él solo quedan escombros. Las tiendas ‘fashion' que tantos desvelos le causaron al presidente y el embajador gringo para asegurarse que las tarjetas de crédito funcionaran (¿cuánta gente del pueblo puede comprar en esas tiendas?) las vendieron por una bicoca, un ínfimo porcentaje de su valor, para beneficiar seguramente a los amigos de la silla presidencial y su círculo 0. El Banco Balboa ha sido rematado con la consiguiente pérdida de un gran porcentaje de lo que tenían allí invertido sus clientes, que seguramente no son los millonarios del país sino profesionales esforzados que ahorraron toda la vida para tener una vejez sin sobresaltos.

Formalmente, hace 40 años recuperamos el Canal de Panamá, pero en la trastienda, los gringos han conservado el control de la seguridad y sobre todo, del sistema financiero. Sufrimos un sangriento 9 de Enero en 1964, una injusta y devastadora invasión en 1989 y ahora nos tienen colgando de un hilo por la nefasta OFAC. Es el gran garrote del siglo XXI. Para colmos, le damos importancia a lo que no tiene, y desaprovechamos las oportunidades para defender a nuestro país en los momentos oportunos. En la pasada visita del presidente Varela se debió abordar el tema de la Lista Clinton por parte de los funcionarios que participaron en ella. No hacerlo demuestra la falta de compromiso de nuestros gobernantes para con los que los eligieron y para con la población que gobiernan.

Diversas voces han elevado su enérgica protesta en contra de la postura pusilánime y entreguista que han demostrado el presidente y la vicepresidenta, desde los más recalcitrantes antisistema hasta los más encumbrados políticos conservadores. Es que no se explica cómo hemos llegado a tanto servilismo. Al señor Waked ni siquiera se le han formulado cargos y solamente se tienen unas caprichosas ‘razones para creer' que el dueño de los diarios está involucrado en negocios que tienen que ver con lavado de activos.

El solo hecho de obviar el tema en la visita a Trump debió haber sido motivo de protesta por parte de los panameños. Se nos está despojando de un patrimonio y todos asistimos a ese despojo agradecidos con nuestros verdugos. Proporciones guardadas, no le perdonan a Francia el trato que le dispensó a la canciller cuando estuvo en París por lo de la OCDE, pero corren todos como borregos al primer pailazo que dé el vaquero de Clayton y le rinden pleitesía.


Si la población estuviera tan pendiente de los eventos que afectan al país, el solo hecho de leer la carta de la canciller sería una tendencia en las redes sociales. Pero en vez de eso, una tal Assilem ha captado toda la atención por una fiesta que iba a celebrar en la barriada 24 de Diciembre. Sigamos cayendo tan bajo que no habrá piso que reciba tanta mediocridad y falta de autoestima. Exijamos que la susodicha funcionaria renuncie a un puesto que ha irrespetado y ha dirigido una política exterior desacertada.

América Latina a la hora de Venezuela

Marcos Roitman Rosenmann

El presidente Nicolás Maduro no me gusta. No me cae bien. No apoyo a un gobierno con semejante personaje. Es impresentable. Con estos argumentos, intelectuales de la izquierda social y política se suman al rechazo a la convocatoria a la Asamblea Constituyente, descalifican al gobierno y justifican la negativa de la oposición a reconocer la legitimidad de la convocatoria. Se han dejado llevar por emociones primarias, bastardas, pero necesarias a la hora de avalar el golpe de Estado que, desde España, Felipe González se atreve a pedir airadamente a las fuerzas armadas. ¡Por favor, desenfunden sus armas contra el dictador! ¡Muerte al tirano!

A mí tampoco me gusta Donald Trump, Mariano Rajoy, Michelle Bachelet o Mauricio Macri, por citar algunos, pero no por ello desconozco la legitimidad de sus gobiernos. Tampoco me gustan algunas medidas implementadas por Evo Morales en Bolivia o el ex presidente Rafael Correa en Ecuador, ¿y qué? Sé diferenciar mis gustos, además cuestionables, de una crítica política. ¿Acaso soy alguien para determinar con quién debe casarse, qué amigos o enemigos debe tener Nicolás Maduro?

Transformar el debate político en un problema emocional es un síntoma de la debilidad de la derecha internacional para argumentar contra el gobierno constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. No tienen bases para descalificar la convocatoria. Las propias sanciones implementadas son muestras de su escaso poder para frenarlo, no hablan de su fuerza, sino de su debilidad. Es un paso más en la escala de sedición tendente a provocar una guerra civil, cuando no, ensayar, por primera vez, en América Latina, un gobierno de facto, apoyado por Estados Unidos, España y algunos países latinoamericanos.

La elección de representantes a la Asamblea Constituyente sintetiza, excepcionalmente, la estructura social y de poder sobre la cual se asienta la lucha de clases en Venezuela. Seguramente, algunos, consideren esta afirmación una reminiscencia. En Venezuela se condensa la historia de América Latina. Durante una década hemos visto circular los estratagemas destinados a derribar un gobierno constitucional, diseñados durante dos siglos.

Hubo tiempos en los cuales la derecha se vanaglorió de llevar a cabo sus planes de manera expedita. El recurso del golpe de Estado militar se acompañaba de un breve periodo desestabilizador. La agenda contenía un plan de boicot interno e internacional. Bloqueo económico, desabastecimiento, asesinato político, huelgas empresariales, cierres patronales, inflación, mercado negro, movilización callejera, declaraciones altisonantes de personas y organismos regionales denunciando torturas, persecución a periodistas y detenciones arbitrarias de políticos opositores, en definitiva, una sociedad dividida por el odio y la lucha de clases. Un coctel embriagador de efectos inmediatos.

La instrumentalización de organizaciones regionales, gobiernos amigos, empresas trasnacionales tenía efecto inmediato. Los hilos se movían rápidamente, no había tiempo para la reacción. Las fuerzas armadas, legitimadas ante el caos reinante, respondían a un SOS, para salir del atolladero. Después pocos querían asumir la responsabilidad de su llamado. Detenidos, desaparecidos, pérdida de libertades, cierre de universidades, detenciones ilegales, centros de tortura, etcétera. Miraban para otro lado y se justificaban, ellos o nosotros. Pero los considerados extremistas y subversivos respetaban el orden constitucional y fueron asesinados y perseguidos por ello. Hoy en las calles de las principales ciudades de Venezuela se queman a personas, atan a los arboles a los considerados chavistas y todos miran hacia otro lado. Es que Nicolás Maduro no me gusta. Hoy, no les resulta fácil. Ni la Organización de los Estados Americanos, ni los exabruptos de la Unión Europea, ni las amenazas de Estados Unidos son capaces de frenar el proceso constituyente.

Aunque las burguesías trasnacionales han tenido éxitos no desdeñables de golpes de Estado de guante blanco, Honduras y Paraguay, sus estrategias se decantan por el fraude electoral, la militarización de la sociedad, el asesinato selectivo de dirigentes, el juicio político, el discurso del miedo o el narcoterrorismo, frente a un posible gobierno de izquierda, intercambiando seguridad y economía de mercado por libertades públicas.

El maniqueo mundo libre versus comunismo ha debido reinventarse: ¡que vienen los populistas! Usurpadores de la propiedad privada, violadores adscritos a doctrinas disolventes de la familia, la religión y la patria, contrarios a la economía de mercado. Hay que pasar al ataque, no dejarse intimidar y actuar sin remordimientos. Es la guerra.

¿Cómo hacer posible una movilización social que secunde tal discurso? Es necesario horadar el proceso político, hacerlo sangrar por todos sus poros. Se trata de mostrar un cuerpo político agonizante. Mejor el suicidio, el abandono, la rendición. No hay nada que hacer. Lo más sensato, entregar el poder. Además, dicen, el proceso entró en una etapa de putrefacción, muchos abandonan el barco y tratan de reubicarse para un cambio político en el corto plazo. Lo más correcto es promover un réquiem y mantener el argumento: Nicolás Maduro no me gusta, mirar hacia otro lado y buscar una solución al margen de la legalidad.


Nicolás Maduro es un tirano, autócrata y sátrapa, lleva a Venezuela a la destrucción. Aunque no sea verdad, hay que falsear los datos, contratar meretrices que difundan el bulo, y lo cierto es que no faltan. Ex presidentes, mandatarios, ministros, intelectuales arrepentidos, todos obedecen a la misma voz. Estados Unidos, la Unión Europea, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional. Todos a una: Nicolás Maduro no es quién para ser presidente de Venezuela, aunque lo elijan sus conciudadanos. Nicolás Maduro no me gusta. Muerte al tirano.

Capitalismo de amiguetes

Vincenς Navarro
www.publico.es / 270717

Una de las posturas ampliamente extendida entre economistas neoliberales (que goza de gran visibilidad mediática en los mayores medios de comunicación, tanto privados como públicos y tanto escritos como orales y televisivos) es que el mayor problema de la economía española es que el Estado ha sido gestionado y dirigido por gente muy poco competente, que no sobrevivirían en el sector privado.

Según tales economistas, los gestores públicos no tienen ni idea de cómo debería gestionarse una empresa. Lo que se necesitaría, dicen tales autores, es permitir que sean grandes empresarios los que contribuyan con su experiencia a la eficiencia de la gestión pública. En Catalunya, el economista de mayor proyección mediática en la televisión pública TV3, de clara sensibilidad neoliberal, ha enfatizado en más de una ocasión que el problema del Estado español (y catalán) es que los que lo gestionan no tienen ninguna experiencia en la empresa privada, alentando que sean gestores de tales empresas los que gestionen también las públicas.

Trump como modelo de la gestión empresarial

Lo que hemos estado viendo en la Administración Trump es la toma del poder directo de los distintos aparatos del Estado por la clase empresarial del país, en un proceso en el que las mayores agencias del Estado pasan a ser dirigidas por grandes empresarios o gestores próximos a las grandes empresas del país sin ningún intermediario. Es la máxima expresión del “capitalismo de amiguetes” en el que todo el aparato del Estado está dirigido y gestionado por los amiguetes del presidente.

Uno de los casos más recientes es el que se ha dado en las agencias federales de Salud Pública, hoy dirigidas por personas procedentes de o próximas a las compañías comerciales del sector agropecuario, consideradas algunas de ellas las mayores promotoras de alimentos que no son considerados saludables, como en el caso de Coca-Cola. Veamos los datos.

En un excelente artículo publicado por Sheila Kaplan en primera plana del New York Times del 23 de julio de este año, se detalla cómo la empresa Coca-Cola influencia las políticas alimentarias del país, promoviendo las bebidas azucaradas, que se considera son la mayor causa de la obesidad infantil en EEUU.

En realidad, tal obesidad ha alcanzado unos niveles epidémicos en toda la sociedad, pero muy en particular entre los niños y los jóvenes. Las causas de dicha epidemia se han estudiado con gran detalle y son conocidas. Investigaciones llevadas a cabo por la mayor agencia federal de investigación en salud pública, el Center for Disease Control -CDC- (localizado en el mismo Estado de Georgia donde está también ubicada la sede de la empresa Coca-Cola), han señalado, por ejemplo, que las bebidas azucaradas como la Coca-Cola (entre otras) son una de las mayores causas del crecimiento de la obesidad en EEUU, siendo también responsables del aumento de la diabetes tipo 2, de enfermedades del corazón, de enfermedades renales, de enfermedades del hígado, del aumento de cavidades dentales y caries, y de artritis.

Tales bebidas no son las únicas causas. Hay otros alimentos, como los ricos en grasas (la típica hamburguesa McDonald’s es un ejemplo de ello), que son otros ejemplos de ello. En realidad, el mejoramiento de la dieta ha sido una de las campañas más centrales de las agencias de salud pública federales. ¡Al menos hasta ahora!

Ahora bien, tales empresas alimentarias, responsables de dicha epidemia (y a fin de diluir el énfasis en la dieta como medida preventiva), están enfatizando el ejercicio físico como la manera de prevenir la obesidad. Coca-Cola ha financiado en el mismo Estado de Georgia un programa gestionado por el Departamento de Salud Pública de tal Estado, que consiste en añadir media hora de ejercicio en las escuelas públicas de aquel Estado, convirtiéndose en la campaña central del programa contra la obesidad entre los jóvenes de Georgia. Ni que decir tiene que dicho programa tiene mérito propio, y es aconsejable que se continúe.

Ahora bien, es dramáticamente insuficiente para prevenir el problema, pues como bien señala la profesora de nutrición de la New York University, la Dra. Marion Nestle -autora del excelente libro crítico con el consumo de soda, Soda Politics: Taking On Big Soda (and Winning)-, “una persona normal y corriente tiene que correr 3 millas (unos 5 kilómetros) para compensar las calorías existentes en una botella de 20 onzas de peso (un medio kilo)… Yo estoy muy a favor del ejercicio físico. Pero la realidad es que no hace mucho para reducir peso. De ahí que considere la campaña de perder peso a base primordialmente de hacer ejercicio físico (que es lo que la industria de la soda y comida basura promueven) como muy limitada, a no ser que vaya acompañada de un cambio de dieta, que es un factor más importante para resolver la epidemia de obesidad”.

Coca-Cola ahora tiene gran influencia en el gobierno federal y en el CDC

El presidente Trump ha nombrado directiva del CDC a la Dra. Fitzgerald, que era precisamente la Directora del Departamento de Salud del Estado de Georgia, cuando Coca-Cola financió el programa de aumentar media hora de ejercicio en las escuelas públicas. Coca-Cola tiene gran influencia en el Estado de Georgia y sobre sus representantes, la mayoría republicanos (incluido el famoso Newt Gingrich, asesor hoy del presidente Trump), influencia que ahora se ha extendido también al gobierno federal, siendo el nombramiento de la Dra. Fitzgerald un indicador de ello.

Como consecuencia de ello, la gran amiga de Coca-Cola tendrá ahora una gran influencia en el diseño de las campañas de reducción de la obesidad. Consciente de la movilización en su contra de la comunidad salubrista de EEUU, la Dra. Fitzgerald ha subrayado recientemente su interés también en promover la ingesta de fruta y vegetales entre los niños. Pero como bien señala la autora del artículo, Sheila Kaplan (de la cual extraigo todos estos datos), es muy probable que a partir de ahora se enfatice mucho más el ejercicio físico que no la dieta para reducir la epidemia de obesidad en EEUU.

En realidad, el artículo de la Dra. Fitzgerald sobre nutrición que aparece en la promoción de los programas en contra de la obesidad de la web de Coca-Cola lleva el significativo título de que “La solución de la obesidad infantil requiere movimiento (físico)”. Y las subvenciones federales a instituciones que están haciendo estudios sobre la obesidad se centrarán primordialmente en áreas no relacionadas con los productos que ellos promueven, tales como las sodas. Esta es la consecuencia del capitalismo de amiguetes que existe hoy en EEUU y que, sin lugar a dudas, va a afectar a España también.


Paraguay, pobreza e inequidad


Paraguay, que se convirtió en el primer país latinoamericano del siglo XXI en que la oligarquía derechista logró dar un golpe parlamentario para detener a las fuerzas progresistas en la región (después lo lograron en Brasil y lo intentaron sin éxito en Venezuela) padece, a cinco años de aquella acción, una grave conjugación de pobreza e inequidad.

Recordemos que el presidente elegido democráticamente, Fernando Lugo, fue destituido de forma arbitraria bajo la excusa de la masacre ocurrida en Curuguaty, en la que murieron 11 campesinos y seis policías, un complot planificado por los poderes involucrados en un cambio de gobierno por cualquier vía.

Tras ese hecho, en junio de 2012 asumió como presidente Federico Franco, un político ligado a los intereses oligárquicos, a las transnacionales y al narcotráfico y que influyó para el regreso al poder del Partido Colorado, que había sido derrocado en 2008 tras 60 años de mandato.

Franco inmediatamente marcó pautas al favorecer a las transnacionales agroalimentarias, liberalizó aún más el comercio de las semillas transgénicas, pactó con la banca extranjera y emitió el primer grupo de bonos soberanos al mercado internacional por 500 millones de dólares.

La bondadosa política neoliberal de entrega de recursos naturales, económicos y financieros asumida por Franco, continuó ampliándose un año después, en junio de 2013, con la llegada al poder de Horacio Cartes.

En los últimos cinco años Paraguay duplicó su endeudamiento, que hoy se cifra en alrededor de 6.500 millones de dólares.

El modelo agrario exportador implantado en esta nación sudamericana, donde predominan los cultivos de soja con semillas genéticamente procesadas, genera el 40% del Producto Interno Bruto (PIB). Recientemente el Gobierno introdujo una propuesta de ley para imponer un 15 % de impuestos a esas exportaciones, lo cual inmediatamente protestaron los grandes productores y se opusieron a tener que entregar una mínima fracción de sus enormes ganancias.

En Paraguay el 80% de los suelos está sembrado de soja y de acuerdo con un informe de la ONG inglesa Oxfam el 71,3% de esos terrenos está controlado por el 1 % de los terratenientes.

Este modelo de desarrollo excluyente concentra las riquezas en pocas personas, que además de los dividendos obtenidos poseen gran influencia en la política.

Los cultivos de soja, pese a que se exportan a varios países, han sido incapaces de generar suficientes puestos de trabajo en una economía primaria dependiente, pero sí son responsables de una deforestación acelerada con incidencia directa en el desplazamiento de la agricultura familiar.

En sentido directo, la sobreexplotación de soja provoca el uso de elementos tóxicos con semillas genéticamente manipuladas, destrucción de los suelos, siembra de menos alimentos para consumo humano y solo genera el 15% de los empleos.
Según Elizabeth Barrios, titular de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC), con el nuevo resultado de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la pobreza total durante el gobierno de Horacio Cartes se incrementó en relación con el año pasado, del 26,58% al 28,86%. Esto significa que al menos 1.950.000 paraguayos son pobres.

La cifra significa que el 29% de los 6.700.000 habitantes de esa nación se encuentra en esa desafortunada categoría que se vuelve más preocupante en las zonas rurales, donde se sitúa en 39,72%.

El titular de la Secretaría Técnica de Planificación (STP), José Molinas, anunció en un acto celebrado en un hotel de Asunción que la pobreza extrema se sitúa en el 9,97%, lo que equivale a 687.000 personas: 494.000 en el área rural y otras 193.000 en áreas urbanas
Esos números resultan alarmantes para un país que aparece como el cuarto exportador mundial de soja y el sexto de carne y produce alimentos para 60 millones de personas de diferentes continentes.

Para el economista Isaac Godoy, "el aumento de la inequidad refleja el hecho de que la mayor parte de los beneficios del crecimiento económico se está quedando en manos de los capitalistas (empresarios o inversionistas), quienes favorecidos por la baja presión tributaria acumulan ganancias”.

El economista Godoy obvia reconocer que las políticas neoliberales aplicadas en el país son las causas directas de esos problemas y solo se las achaca a los bajos impuestos tributarios que abonan empresas e individuos adinerados.

La realidad consiste en que no hay disposición política para llevar adelante programas sociales que permitan acceder a servicios de educación, salud, saneamiento, vivienda y otros de primera calidad a una gran mayoría del pueblo que no puede satisfacer sus necesidades básicas.

El gobierno de Cartes se ha caracterizado por beneficiar a las compañías transnacionales financieras y del agronegocio. Una de las primeras leyes promulgadas a solo un mes de su asunción fue la conocida como Alianza Pública Privada, que consiste básicamente en que el Estado paraguayo asume todos los riegos relativos a la inversión, con amplias ventajas para el capital extranjero, como la anulación de la jurisdicción de la justicia nacional ante eventuales litigios.

Amparado en esa legislación el presidente tiene las manos libres para rematar el país, sin costo para los inversores, incluyendo las inversiones especulativas o fondos buitres.

En esa línea a favor del agronegocio ya se han liberado 20 semillas transgénicas: 14 de maíz, tres de soja y tres de algodón. Pobres campesinos, el neoliberalismo los deja sin tierra, sin semillas originales pero sí les otorga pobreza.


Juventud de Gaza: Cuando el futuro no existe

Beatriz Lecumberri

Diez años de bloqueo israelí, tres guerras, autoridades ajenas a sus problemas y una absoluta falta de perspectivas llena de desaliento a los jóvenes de la franja de Gaza. Atrapados por el cerco israelí –con la electricidad acotada, sin posibilidades de trabajo ni de diversión–, la mayoría sólo tiene una opción: huir.

“Soñar me hace aún más desgraciada”. A los 19 años y cuando se es una estudiante brillante que cuenta con el apoyo financiero y moral de sus padres, la frase parece un sinsentido.

Farah Baker la pronuncia con voz dulce pero tono severo y se queda triste, silenciosa, con la mirada perdida en la taza de café árabe hirviendo que acaban de servirle en el café de moda entre los jóvenes de Gaza.

“No puedo proyectarme en el futuro, no sé qué va a pasar en Gaza: si va a estallar una nueva guerra y moriré o si las batallas políticas internas van a terminar con nosotros. Por eso planeo sólo lo que haré hoy y como máximo dentro de una semana. Así sufro menos”, prosigue.
Farah vive encerrada en la franja de Gaza, al igual que la mayoría de sus 2 millones de habitantes. Su vida transcurre en estos 365 kilómetros cuadrados que Israel mantiene cercados por tierra, aire y mar desde hace 10 años, cuando el movimiento islámico de resistencia, Hamas, tomó las riendas de la región.
El bloqueo israelí sobre la franja la aísla del resto del mundo pero también de los palestinos de Cisjordania y Jerusalén, hunde a Gaza en la pobreza, multiplica su desempleo y merma la moral de sus habitantes, sobre todo de los más jóvenes.

Farah y los gazatíes de su generación han vivido tres guerras entre Israel y Hamas (2008-2009, 2012 y 2014). Durante la más reciente ofensiva israelí contra la franja, esta joven comenzó a enviar tuits sobre lo que veía desde la ventana de su casa, frente al hospital Al Shifa, uno de los mayores de Gaza, en el que su padre es cirujano. En pocos días sus seguidores en esta red social se contaban por miles.

“Soy activa en las redes sociales porque es lo único que me transporta fuera de aquí, al menos virtualmente. A través de Twitter cuento mi vida y los problemas palestinos. Quiero enseñar al mundo lo que pasa en Gaza. Pero ahora veo que no puedo enviar ningún mensaje positivo. Todo en Gaza es deprimente”, lamenta.

La franja de Gaza tiene sólo dos puertas: una en el norte, controlada por Israel ya que comunica con su territorio, y otra en el sur, custodiada por Egipto, que lleva más de tres meses cerrada. En este momento hay una lista de más de 30 mil gazatíes esperando salir de la franja vía Egipto. Son en su mayoría enfermos, estudiantes y empresarios.

Israel concede permisos a cuentagotas a los palestinos de Gaza y la mayoría a personas mayores de 50 años, a enfermos en situación crítica y a algunos palestinos que trabajan para organizaciones internacionales y cuentan con el aval de la institución.
Un niño lee el Corán en una mezquita de Gaza. Foto: AP / Adel HanaUn niño lee el Corán en una mezquita de Gaza. Foto: AP / Adel Hana

Tres horas de libertad

“Soy joven, no estoy enferma y soy activa en las redes sociales, sobre todo con información sobre las injusticias y crímenes que Israel comete contra los palestinos. Para mí es prácticamente imposible salir de Gaza vía Israel, podría ser incluso arrestada. Y la puerta hacia Egipto está cerrada. Nuestro derecho elemental a la libertad de movimiento es violado cada día”, lamenta Farah.

Esta joven universitaria ha salido tres veces en su vida de Gaza. Las dos primeras, vía Egipto, siendo casi una niña. El año pasado, formó parte de un grupo de chicas invitadas por el consulado estadunidense en Jerusalén a una conferencia en la ciudad palestina de Ramala (Cisjordania). Todas consiguieron la autorización israelí para realizar un viaje de ida y vuelta el mismo día.

“El primer obstáculo fue Hamas. Nos retuvieron horas porque éramos un grupo de chicas. Después llegó el control israelí. Dejaron pasar a todo el mundo menos a mí. Me sometieron a una inspección física, me registraron todo y decidieron que no saldría. El consulado intervino y finalmente me dejaron pasar, pero llegamos a Ramala cuando la conferencia ya había terminado. Conversamos durante una hora con la gente y volvimos. En total, pasé tres horas fuera de Gaza. Fue muy duro”, recuerda.

Según la ONG israelí Gishá, que cita datos oficiales israelíes, 14 mil palestinos salieron de Gaza vía Israel durante 2016 y este año el número será probablemente inferior. En 2000 el número superaba el medio millón de personas.
Esta organización afirma que desde inicios de 2016 los criterios en la concesión de un permiso de salida de Gaza son “cada vez más arbitrarios y miles de personas ven denegada su autorización por ‘razones de seguridad’ sin que haya ninguna otra explicación”.

“Los estudiantes sufrimos las consecuencias de la pésima situación que se vive en Gaza: el bloqueo israelí, la falta de electricidad, el altísimo desempleo… Esos problemas acumulados nos deprimen y nos desesperan e intentamos salir de aquí como sea. Ha habido jóvenes que se han lanzado al mar o han usado túneles clandestinos desde Gaza a Egipto. Algunos murieron en el camino, otros lo lograron”, explica Osama Abu Sakran, de 20 años, estudiante de Relaciones Públicas.

Como todas las mañanas, Osama y varios compañeros se reúnen a las puertas de la universidad islámica. Beben té en vasos de plástico y hablan de futbol, de planes de futuro, de chicas o de la falta de electricidad que castiga a Gaza. Ninguno de ellos trabaja, aunque sea de manera temporal, y cuando no hay clases, como es el caso en julio y agosto, ven pasar los días, idénticos, en medio de un hastío y una desmotivación desoladores.

El discurso se repite. “¿A qué aspiramos? A salir de aquí”, zanja Ahmad Al Buhaissi, de 21 años.

“No me imagino en Gaza dentro de 10 años. Si terminara el bloqueo israelí y las fronteras se abrieran habría trabajo e ilusión y tal vez éste sería un buen sitio para vivir, pero la realidad es que en los últimos 10 años no hemos visto un solo día bueno”, agrega.

Para estos jóvenes, Israel por un lado y la disputa interna entre Hamas y el presidente palestino Mahmud Abás, por otro, acorralan y ahogan a la población de Gaza. Los vaivenes políticos los asquean. “No miran por nosotros, sólo por ellos”, afirma Hadi Imam, estudiante de ciencias políticas. “Y mientras tanto, los jóvenes palestinos de Ramala o Jerusalén disfrutan de la vida y los estudiantes israelíes ni se imaginan qué tipo de vida podemos llevar en Gaza. Todo es terriblemente injusto”, concluye.

En las últimas semanas la batalla política entre los islamistas de Hamas y la Autoridad Palestina de Abás, quien no tiene prácticamente poder en la Franja desde hace 10 años, se ha recrudecido. Para hacer presión a Hamas, el presidente palestino ha dejado de entregar salarios a una parte de funcionarios oficiales, ha jubilado anticipadamente a varios miles de empleados públicos y decidió no pagar a Israel por una parte de la electricidad que suministra a Gaza. Esta medida ha agravado la crisis eléctrica crónica que sufre la Franja y actualmente la población sólo disfruta de entre cuatro y seis horas de electricidad al día. Gaza está más a oscuras que nunca.

Morir a la espera de un permiso

Día tras día, la angustiosa espera borra lentamente la vida de los ojos de Fatma Abu Zuaiter, una de las 2 mil 500 personas que aguarda un permiso israelí para salir de la franja por razones de salud. Desde octubre de 2016, cuando le diagnosticaron cáncer de colon, esta profesora en una escuela de la ONU pudo salir tres veces a un hospital a Jerusalén donde recibe el tratamiento que en Gaza no le pueden administrar.

“Desde entonces me han rechazado 10 veces. Siete los israelíes y tres Hamas. Los israelíes me han convocado varias veces para interrogarme, pero me han negado el permiso por razones de seguridad. Las autoridades de Hamas consideraron que tanta entrevista con Israel era sospechosa y decidieron bloquearme también”, explica con tono cansado desde su cama del hospital Al Rantissi, en Gaza.

En la habitación el calor es insoportable. Los generadores del hospital, que trabajan 20 horas al día debido a la falta de electricidad, se usan prioritariamente para incubadoras, pacientes conectados a respiradores, diálisis, climatización de los quirófanos, etcétera.

Fatma acaba de cumplir 25 años, está agotada y sufre. Sólo le brillan los ojos cuando habla de su único hijo, de tres años. Pasa las horas en la cama y acompañada por su madre y una hermana. La enfermedad avanza y la desesperación de la familia también.

“En dos semanas volveremos a pedir otro permiso. Hay organizaciones humanitarias que nos están ayudando. La quimioterapia que necesito no existe en Gaza. Tengo que salir sí o sí”, insiste.

La Autoridad Palestina de Abás paga por el traslado y tratamiento de Fatma y de la mayoría de los pacientes de Gaza que son atendidos fuera de la franja.

En este momento 80% de la población de Gaza depende de la ayuda humanitaria para subsistir y el desempleo bate récords. Entre los jóvenes roza 70%. Paralelamente no tiene apenas analfabetos, su educación es de calidad y la mayoría de los jóvenes puede completar sus estudios universitarios.

“Yo les digo que los problemas se sobrellevan mejor con la mente clara y ordenada. Que la vida sigue y tienen que ser fuertes porque la mayor autodefensa de un joven es la educación”, explica el profesor de farmacia, Salah El Sousi.
“Dentro de dos años terminaré mis estudios de administración de empresas y no encontraré trabajo porque el desempleo será aún más alto. Con suerte terminaré trabajando en un banco o de secretaria en cualquier empresa”, apunta Farah.

Ninguno de los abundantes clientes del café donde transcurre esta entrevista supera los 30 años. Además del aire acondicionado, el wifi gratis lo convierte en un punto de encuentro perfecto para los jóvenes que durante sus vacaciones se limitan a estar en casa, ir a ver el mar y poco más. Todas las chicas llevan el cabello cubierto con un velo y la mayoría viste túnicas de manga larga hasta los pies.

Farah lleva pantalones y usa velo desde los 17 años. Asegura que el peso de la tradición en Gaza es “fuerte” y hay actividades simples que no puede hacer por ser mujer: “Ir a ciertos cafés, andar en bici por la calle, conducir de noche o bailar en público en una boda, por ejemplo. No es que nadie me lo prohíba, sino que las miradas sobre mí me harían sentir muy incómoda”.

Vivir en 360 kilómetros cuadrados

En línea recta, 50 kilómetros separan a Beit Hanun, localidad más al norte de Gaza, de Rafah, la ciudad más al sur. La visión del mundo de Bashar Taleb, fotógrafo para una agencia de comunicación palestina, se reduce al espacio comprendido entre estas dos localidades. A sus 27 años jamás ha salido de Gaza. La falta de permiso, sus escasas posibilidades económicas y el hecho de haberse convertido en cabeza de familia tras la muerte de su padre lo atan a la franja.

“Pero necesito otros horizontes. Veo en internet cómo podría ser mi vida en otros lugares, cómo viven otras personas, y es todavía más duro porque la comparación con mi día a día es muy dolorosa. He parado de navegar en internet porque estaba llenándome de tristeza, de rabia e impotencia”, afirma.

A diferencia de otros jóvenes gazatíes, el sueño de Bashar no es emigrar sino viajar y volver. Sus cinco hermanos pequeños y su madre lo necesitan y su sentido de la responsabilidad es más fuerte que el deseo de huir. Ha pedido en vano permiso de salida a Israel un par de veces, pero sabe que será casi imposible lograrlo porque su padre fue activista palestino en los setenta y pasó 10 años en una cárcel israelí. Su única esperanza sería viajar vía Egipto. Para ello la frontera debería abrirse, Bashar debería reunir dinero para pagar visas y viaje y aguardar su turno en la lista de miles de gazatíes que esperan que el paso abra en el corto plazo algunos días.

“Si pudiera elegir, iría a París. La ciudad de la luz. Caminaría por las calles durante horas, miraría a la gente para saber cómo se vive allá y cómo es una vida normal, sin preocupaciones y angustias permanentes. Iría al cine porque nunca he ido, ya que en Gaza no hay desde los noventa, y algo importante: me encantaría experimentar la sensación de tener electricidad 24 horas al día”, sueña en voz alta.

Bashar confiesa vivir “anestesiado” desde la más reciente guerra entre Hamas e Israel en 2014 y con el miedo permanente de padecer de nuevo los horrores que contempló entonces. Esos más de 30 días de combates vapulearon su visión del mundo y de su propia existencia. Quiso olvidar pero no pudo y desde entonces intenta blindarse para no sufrir tanto en caso de una nueva guerra.

“Pese a todo creo que la paz puede ser posible. No creo en la vía militar y el enfrentamiento para lograr nuestros derechos como palestinos”, asegura.

Pese al manto de tristeza que parece cubrir la franja, Gaza también tiene historias con final feliz. Frente a su ordenador, Mohammed Al Fayoumi admite ir a contracorriente y presume haberse quedado en Gaza “por opción”.

Desde hace año y medio presta servicios informáticos a clientes extranjeros. Da trabajo a seis personas y el equipo crecerá en breve. “Pienso que trabajar en Gaza tiene sus ventajas. Por ejemplo, es más barato instalarse aquí que en otra ciudad de la región”, afirma.

La cooperación internacional pone a disposición de jóvenes creativos como él oficinas en un edificio de Gaza por un alquiler mínimo que en el caso de Al Fayoumi ronda los 450 dólares mensuales.

“Dejé mi trabajo fijo y no me arrepiento. Soy mi propio jefe y gano dinero”, afirma este ingeniero de 27 años.

Además dedica tiempo a formar a otros jóvenes para que puedan establecerse por su cuenta y trabajar. Les enseña cómo conseguir trabajo en internet, cómo mejorar la presentación de su currículum o realizar una propuesta atractiva a un cliente.

Pero irremediablemente la realidad de Gaza termina por atraparlo. Desde hace semanas un cliente de Dubái espera reunirse con él y su equipo en Amán. Por Israel no pueden pasar y aguardan a que se abra el paso con Egipto para poder viajar. “La cita no tiene fecha porque no puede tenerla. En cuanto Egipto abra, intentaremos salir”, promete, convencido.


Qatar, epicentro de dos guerras


Se manejan muchas causales –unas rocambolescas, otras muy peregrinas– sobre la ruptura dramática de la coalición de varios países árabes poderosos –encabezados por Arabia Saudita (AS), la mayor potencia económica de la región, y Egipto, todavía la mayor fuerza militar del mundo árabe hoy dislocado– con Qatar, diminuto país (con una superficie de 11 mil 581 kilómetros cuadrados) con el segundo mayor PIB per cápita del mundo (129.700 dólares, detrás del paraíso fiscal europeo Liechtenstein) gracias a ostentar la principal exportación de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés) del planeta y a su ínfimo número de habitantes autóctonos (¡11,6% de la población total de 2 millones 258 mil!), encapsulados por la aplastante mayoría de trabajadores residentes primordialmente provenientes del subcontinente indio.

The Hill asevera que, detrás la crisis de Qatar se encuentra la telenovela del pago de un rescate por mil millones de dólares de 26 personajes, con varios miembros de la familia real, que andaban de caza en Irak, secuestrados por Al Qaeda y cuya mitad fue pagada al gobierno de Bagdad.

Otros novelistas británicos con pretensiones geopolíticas, afirman que se trata de una venganza del otrora empresario Trump por el desprecio a sus inversiones inmobiliarias y de casinos mafiosos en Qatar.

Seré más estructural con la profundidad geopolítica de la crisis que ha fracturado al golfo Pérsico –enfrentando a las cinco potencias regionales del Medio Oriente: por un lado, AS, Egipto (e Israel en forma subrepticia), y por otro, a Turquía e Irán que apoyan a Qatar– sin contar la división interna del Consejo de Cooperación del Golfo cuando Kuwait (con una notable población chiíta de 40%) y Omán se han inclinado por una plausible cuan elusiva salida diplomática– no se diga la neutralidad de Argelia y Marruecos en el mundo árabe y, sobre todo, en el mundo islámico no-árabe, la ecuanimidad, que no nimiedad, de Pakistán: único país musulmán dotado de 130 bombas nucleares que comparte una frontera de 959 kilómetros con Irán y cuenta con una pletórica población chiíta (20 %) inmersa en sus 200 millones de habitantes de mayoría sunita.

Muchos factores han acercado a la potencia sunnita no-árabe de Turquía con la potencia chiíta persa de Irán cuando destacan su mutuo apoyo a Qatar y su común aversión a la creación de un estado independiente kurdo.

Todavía no redacto las causales estructurales, a mi juicio, cuando ya brilla en todo su resplandor la hipercomplejidad de la grave crisis que enfrentan AS y Qatar que ha puesto de cabeza tanto al mundo árabe como al mundo islámico para el schadenfreude –placer que provoca el mal ajeno– de Israel, cuyo anhelo es balcanizarlos con el fin de prevalecer sola con su máximo de 400 bombas nucleares clandestinas.

El gobierno alemán –usualmente parco y prudente en sus apreciaciones globales– teme la detonación de una guerra regional en el golfo Pérsico.

No es un asunto menor, que tiene como epicentro a Qatar y coloca en relieve dos simultáneas guerras estructurales: 1. La del petróleo (encabezado por AS) contra el gas (el componente LNG de Qatar) y 2. La del dólar de EEUU con el renminbi chino.
Entre las 13 exigencias perentorias, transmitidas por la loable intermediación de Kuwait, que han exigido cuatro países árabes –AS, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin– para que cumpla Qatar en un plazo de 10 días, destaca el alineamiento (sic) militar, político, social y económico (¡supersic!) con los otros países del Golfo y el mundo árabe, en línea (sic) con el acuerdo logrado con AS en 2014.
Más que alineamiento parece más bien la alienación y la capitulación de Qatar.

Pese a la asfixia en sus únicos 87 kilómetros de frontera terrestre con AS que encabeza un boicot por cielo, mar y tierra –sin contar la pérdida de 13 mil millones de dólares en sus activos bursátiles y la obligada importación de alimentos de Turquía, Irán y Omán–, Qatar cuenta con cartas nada desdeñables: desde sus prósperos Fondos Soberanos de Riqueza –que le han permitido invertir en grandes empresas de Gran Bretaña y Alemania–, pasando por la principal base militar de EEUU en la zona, hasta la nueva base militar de Turquía.

Alá ha deseado que Qatar comparta geográficamente con Irán su mayor fuente de ingreso de su pletórico yacimiento gasero en el golfo Pérsico (los contiguos campo norte de Doha y el campo Pars sur de Teherán) y cuyas transacciones son retribuidas con la divisa china renminbi debido a las sanciones cada vez más asfixiantes de Trump contra la antigua Persia al haber adoptado sin rubor la irredentista política exterior del primer israelí Netanyahu acoplado con el ultraortodoxo judío Jared Kushner, yerno del polémico empresario-presidente.

Tal como pintan las cosas, al corte de caja de hoy, se ha gestado la competencia de dos estratégicos oleogasoductos para desembocar en el mar Mediterráneo con mira en el relevante mercado europeo: 1: El de AS-Jordania-Israel, y 2: El de Qatar-Irán-Siria-Turquía.
Ya habrá tiempo para detallar la guerra del petróleo de AS y del LNG de Qatar para centrarme en forma sucinta en el primer centro regional del renminbi en Doha.

Desde hace dos años opera en Qatar un Centro de Compensaciones & Liquidaciones con la divisa china renminbi, según Economist Intelligence Unit, propalado por HSBC, lo cual, a mi juicio, no podía quedar sin respuesta disuasiva por EEUU que lleva en su conciencia a dos cadáveres conspicuos que intentaron fugarse de los grilletes globales del dólar -centrismo petrolero– el ahorcado iraquí Saddam Hussein, quien se atrevió a formular la permutación de petrodólares por petroeuros, y el libio sodomizado (literal) Muamar Kahadfi quien pretendió lanzar el dinar-oro en lugar de la chatarra del billete verde–, sin contar el extraño accidente aéreo en Rusia de Christophe de Margerie, jerarca de la petrolera gala Total, quien pensaba realizar sus transacciones en petro-rublos en lugar de dólares.

El Centro Renminbi de Qatar es operado por el banco chino ICBC, el mayor del planeta que ayudará en teoría a facilitar los flujos comerciales de China con Qatar y la región.

Hoy las petroleras estatales chinas CNOOC y PetroChina son recipiendarias de las cada vez más crecientes importaciones de LNG qatarí (con la estatal QatarGas, la mayor del mundo), detrás de Japón, Surcorea e India.

La Autoridad de Inversiones de Qatar diversifica sus Fondos Soberanos de Riqueza y ya empezó a invertir en empresas chinas: ICBC, Banco Agrícola de China, Citic Capital (22 por ciento) y Lifestyle International (20 por ciento), mientras la constructora China Harbour Engineering Company y Sinohydro participan en la infraestructura de Qatar que apoyó en forma entusiasta la creación del legendario banco AIIB de patrocinio chino.
El Centro Renminbi de Qatar epitomiza el desplazamiento del dólar en su otrora feudo inexpugnable del golfo Pérsico, hoy fracturado, cuando se vislumbra la muy riesgosa fase del advenimiento del petroyuan.

¿Dejarán celebrar la Copa Mundial de Futbol en 2022 en Qatar?


Postextractivismos en Ecuador: indultar a la Naturaleza

www.rebelion.org / 210717

Bajo el gobierno de Rafael Correa recrudecieron los extractivismos, no sólo insistiendo en la explotación petrolera sino que también se buscó sumar la minería, y se mantuvieron otros muy conocidos como las plantaciones bananeras. Todo ello desencadenó fuertes resistencias ciudadanas, con muchas personas enfrentadas a procesos judiciales, algunos encarcelados, y una Naturaleza atrapada.

En cambio, el gobierno de Lenin Moreno se presenta con otra actitud, y de la mano de diálogo ha otorgado indultos a líderes sociales que estaban en prisión por enfrentar a los extractivismos. Siguiendo ese espíritu, es el momento de pensar en los llamados postextractivismos, donde para romper con ese tipo de desarrollo un primer paso debe ser indultar a la Naturaleza.

Esta es una tarea urgente porque Ecuador es uno de los tres países sudamericanos que se pueden catalogar como hiper-extractivistas. Estas son las economías donde las materias primas (o sea, la venta de la naturaleza) trepan al nivel del 90% del total de las exportaciones, y que además están concentradas en un producto (en este caso, los hidrocarburos). Las otras dos naciones hiper-extractivistas en el continente son Ecuador, Bolivia y Venezuela.

En este artículo se comparten algunas ideas sobre postextractivismos, que están lejos de agotar la cuestión pero sirven como aportes a un necesario debate. Son reflexiones que incluyen aportes que provienen de discusiones similares en países vecinos y que a la vez abordan algunas de particularidades de Ecuador.
Extractivismos en el medio del mundo

Precisando los conceptos, recordemos que los extractivismos son apropiaciones de enormes volúmenes de recursos naturales (como ocurre con las petroleras o mineras convencionales) o por medio de muy alta intensidad (como sucede con la minería de oro aluvial que utiliza mercurio), y que son destinados sobre todo a la exportación hacia los mercados globales, como materias primas o commodities (1). Queda claro que esta apropiación de recursos naturales no está enfocada en satisfacer necesidades de los ecuatorianos, sino que sirve a las demandas del consumo de otros continentes y sus otras sociedades.

En Ecuador hay todo tipo de extractivismos, como los basados en hidrocaburos o bananos, pero también minería, camaroneras, etc. Todos ellos desencadenan distintos impactos ambientales, como la contaminación por los derrames petroleros amazónicos, los relaves mineros o la destrucción de manglares por las camaroneras. Se invade la selva y se pierde su biodiversidad, se desplaza a comunidades y se destruyen sus formas tradicionales de vida. Estos y otros son parte de los llamados impactos locales, que ocurren alrededor de los enclaves extractivos.

En paralelo se despliegan los llamados efectos derrame. En ellos las políticas públicas son modificadas para apoyar o promover algún emprendimiento extractivo, pero sus consecuencias se “derraman” en todos los demás sectores productivos y en todo el territorio nacional. Los derrames más conocidos son las rebajas en los controles ambientales para hacer viable algún emprendimiento, con lo cual se debilitan las exigencias ambientales pero en todo el país y en todos los sectores. O sea que esos cambios se “derraman” a otros sectores y al resto de la geografía nacional.

Otros derrames importantes son la desterritorialización por la imposición de concesiones mineras o petroleras, o el debilitamiento de las salvaguardas de los derechos.

Como los extractivismos involucran apropiaciones de enormes volúmenes de recursos y que afectan amplias zonas del país, despiertan múltiples resistencias ciudadanas. Muchas de ellas terminan en conflictos donde las comunidades locales enfrentan a petroleras o mineras, lo que lleva a que el Estado o las empresas respondan con más violencia. Allí anidan efectos derrame que hacen tolerable lo intolerable, como las violaciones de derechos, desde aquellos como los que aseguran el acceso a la información o la participación, a los que deberían brindar salvaguardas para la integridad y libertad de las personas. Se observa que los extractivismos se imponen debilitando o incumpliendo los derechos de las personas y la naturaleza.

Los extractivismos dominan las exportaciones ecuatorianas. En tiempos recientes las materias primas representan aproximadamente el 90% del valor monetario de las ventas al exterior; durante varios años han estado concentradas en los hidrocarburos, y le siguen plátanos, camarones y pescado. En la medida que las ventas de petróleo han bajado desde 2013, su proporción se redujo y aumentó la presencia de otros (como camarones), mientras que el banano se mantiene más o menos constante.

Esto representa una economía muy simplificada. Es así que Ecuador ocupa un lugar muy bajo en el ranking de complejidad económica (puesto 96 en 141 países). Comparado con los demás países sudamericanos está en la penúltima ubicación, apenas por encima de Bolivia (sitio 116) (2).

Las aproximaciones más utilizadas siguen una mirada convencional basada en indicadores monetarios. Pero una mirada más rigurosa considera cuántas toneladas de recursos se exportan, lo que es un mejor indicador de la pérdida de patrimonio. Ecuador exportaba más de 10 millones toneladas al año hacia 1990, aumentando sustancialmente desde 2004, hasta estar un poco por debajo de 30 millones toneladas en 2012. O sea que ha tenido lugar una pérdida constante del patrimonio ecológico del país, especialmente en hidrocarburos, un recurso que no es renovable (3).

Además, el balance comercial físico (las toneladas de recursos exportadas contra las importadas) deja todavía más en evidencia las graves implicancias de los extractivismos. En efecto, hay un déficit desde 1990, o sea que el país exporta muchos más recursos que los que importa. En 2012, el déficit neto superó los 12 millones toneladas. En general, por cada tonelada de bienes importados, Ecuador debe exportar dos toneladas de sus recursos naturales. Esta misma condición ocurre en los demás países latinoamericanos, ya que los déficits netos en las balanzas comerciales físicas no han dejado de crecer desde 1990.

Esta aguda dependencia en vender el patrimonio natural se repite desde la época de la colonia hasta el momento actual. Sin duda han ocurrido cambios en la canasta exportadora, ya que en el pasado de Ecuador tenía como producto estrella por ejemplo al cacao, y hoy lo es el petróleo, mientras otros permanecen como el banano. De un modo u otro, el país siempre descansa sobre los extractivismos, lo que a su vez implica que se repiten bajo diferentes ideologías políticas, desde conservadores a progresistas, desde militares a la Revolución Ciudadana. Las diferencias entre los gobiernos se basan en distintas formas de llevar a la práctica los extractivismos, pero cualquiera de ellos ha sido incapaz de promover alternativas.

La necesidad de los postextractivismos
Todo esto explica que se deben pensar y explorar alternativas a esta condición extractivista. No es posible seguir bajo los impactos de esas estrategias, ni resignarse a continuar siendo proveedores de materias primas. La Naturaleza ya no tolera más impactos, las comunidades locales están cansadas de toda esa problemática, generan conflictividad social, y brindan muchos flancos a la corrupción. Aún aquellos que carecen de una sensibilidad social y ambiental, deberían entender que en ellas no hay un futuro económico ya que buena parte se basa en recursos finitos como el petróleo o los minerales.

Bajo estas circunstancias surge el campo de los llamados postextractivismos: son exploraciones de alternativas para dejar de depender de esa apropiación masiva o intensa de los recursos naturales y de la inserción internacional subordinada que imponente. Son posturas con la particularidad de comprometerse con mandatos irrenunciables como la erradicación de la pobreza, la calidad de vida de las personas y la conservación de la naturaleza. Pero no se restringen a esas amplias metas, sino que a la vez presentan medidas que sean concretas, efectivas y replicables, tales como instrumentos económicos o reformas políticas (4). Los postextractivsmos necesitan de esas precisiones porque debe convencer a muchos que sinceramente creen que no hay alternativas a ser mineros, petroleros o bananeros.

Los postextractivismos deben ser entendidos como un conjunto de transiciones con sucesivas medidas que permiten reducir los sectores extractivos mientras que fortalecen alternativas en otros sectores y otras políticas. Esos pasos se pueden dividir en dos grandes etapas. La primera, en el corto plazo, son acciones urgentes para detener los impactos más graves de los extractivismos, especialmente los que afectan directamente a la salud de las personas o están destruyendo la biodiversidad. La segunda fase, más amplia, es una sucesión de cambios que fortalecen otras opciones productivas y económicas y refuerzan las transformaciones políticas que permiten concretarlas.

El extractivismo petrolero brinda un ejemplo de cómo encadenar esas dos fases en las transiciones postextractivistas en Ecuador. Las medidas urgentes buscan detener el avance de nuevas perforaciones en la Amazonia, ya que violan los derechos de la Naturaleza por la contaminación y pérdida de biodiversidad, y afectan a la calidad de vida y la salud de las comunidades locales, especialmente indígenas. Las excusas de afectaciones del uno por mil o slogans análogos son un mito tecnológico que en la realidad no se cumplen.

Enseguida se debe pasar a revisar la situación de los pozos que están en explotación desde hace años. Los que no pueden ser reformulados tecnológicamente para evitar derrames y otros impactos, también deben ser clausurados. Aquellos que por ajustes y por su ubicación no generen impactos podrán seguir en operación. Pero en este punto aparecen los vínculos directos con las demás medidas postextractivistas.

En efecto, los pozos petroleros que sigan operativos deben servir en primer lugar a las necesidades del consumo nacional o de los países vecinos, y no a las demandas globales. La dependencia global significa extraer grandes volúmenes de crudo en poco tiempo. En cambio, las demandas nacionales y regionales son mucho menores, lo que permite un aprovechamiento durante un período de tiempo mucho mayor. Esto sirve para pasar a otra medida encadenada que es ganar tiempo para una reconversión energética del país, desmontando poco a poco los sectores que consumen hidrocarburos para fortalecer fuentes de energía alternativas, especialmente renovables.

No puede olvidarse que bajo el actual extractivismo, Ecuador corre el riesgo de agotar en poco tiempo sus campos petroleros antes de tener suficientes fuentes de energía alterna. Enfrenta además otro problema asociado, que es vender crudo para obtener financiamiento para importar combustibles refinados. Este es un círculo vicioso que debe cortarse. Por lo tanto, lo más inteligente es usar sus propios hidrocarburos para ganar tiempo (y financiamiento) para rediseñar todo el sector energético del país.

Estos primeros pasos deben apuntar a que el país deje de ser un ejemplo de hiper-extractivismo. La representación de materias primas en sus exportaciones debería ser menor al 50% del total, y a su vez, debería estar dividida en varios productos en lugar de concentrarse en uno solo. Esta es una posición muy distinta del plan de diversificación productiva bajo Correa, ya que ellos planteaban salir de los extractivismos por medio de más extractivismos, lo que evidentemente nada tiene de alternativo.

Paralelamente, se deben fortalecer otros sectores productivos, donde las primeras prioridades están en la agricultura, ganadería y silvicultura. Estos demandan proporcionalmente más empleo, contribuyen a la autosuficiencia alimentaria, y hay varias opciones de procesos que utilicen menos materia, energía y agua. A más largo plazo se busca extraer del entorno lo que realmente se necesita para asegurar la calidad de vida.

Para alcanzar esas metas, a las medidas que se presentaron arriba se deben sumar otras. No es posible describirlas aquí en detalle, pero otros ejemplos son pertinentes. Se deben aplicar correcciones de los precios de las materias primas, para que integren los costos de los daños sociales y ambientales que generan y que actualmente son pagados por el resto de la sociedad. El aumento de los precios de venta redundará en una reducción de ingresos por exportación, pero esto a su vez se compensa parcialmente con los ahorros que hace el estado al dejar de pagar los costos en daños a la salud y el ambiente. Esas pueden ser cifras enormes, como ha dejado en claro el caso Chevron Texaco en amplias zonas de la Amazonia. También son necesarias reformas tributarias y ajustes en los gastos estatales, especialmente desmontando los subsidios que los gobiernos otorgan por vías directas o indirectas a los extractivismos.

Tampoco puede dejar de mencionarse el contexto internacional, ya que los extractivismos están encadenados a las demandas internacionales y los precios globales, como es muy claro en Ecuador. La caída de los ingresos por exportaciones petroleras, el déficit monetario en la balanza comercial entre 2009 y 2015, y factores similares explican que el gobierno Correa se volcara a los préstamos con China a cambio del petróleo. La consecuencia ha sido más subordinación, ya que el país está comprometido en exportar sus hidrocarburos a China por lo menos hasta el año 2024.

Los postextractivismos buscan romper con la subordinación a la globalización, por un lado apelando a mecanismos para regular los precios, stocks y comercio en materias primas (por ejemplo resucitando los convenios en esa materia en la UNCTAD), y por otro lado buscando complementaridades productivas con los países vecinos, especialmente en sectores manufactureros.

Ante medidas como estas no faltarán las réplicas convencionales, muy conocidas, que insisten en que, por ejemplo, no explotar petróleo es un “mal negocio” para el país. Sin embargo, Ecuador ya cuenta con estudios mas abarcadores que integran a la dimensión económica distintos aspectos sociales y ambientales (5). Estos concluyen que una economía extractivista típica, como la actual, tiene un horizonte temporal acotado y menor viabilidad económica en el mediano plazo en comparación con alternativas enmarcadas en la sustentabilidad ambiental.

Dolarización, autoritarismo y derechos de la Naturaleza
Los postextractivismos en Ecuador enfrentan varios desafíos que le son propios y no se repiten en otros países, y aquí se deben señalar al menos tres: la dolarización, el autoritarismo y el marco de derechos.

Ecuador es la única nación sudamericana que no tiene una moneda propia, y esa dolarización lo vuelve aún más dependiente de los extractivismos, con riesgos sociales y ambientales son todavía mayores. El país no cuenta con capacidades de actuar sobre la tasa de cambio de una moneda nacional para incidir en los costos de sus materias primas. A la vez, esto hace que una de las pocas vías que tiene para incidir sobre el “precio” de sus productos sea reduciendo los costos sociales (por ejemplo salarios) o ambientales (por ejemplo la remediación ambiental). Estos y otros mecanismos hacen que la dolarización por un lado refuerce los extractivismos como fuente dólares a costa de consideraciones sociales y ambientales, y por otro lado limita buscar alternativas. Es que cualquier alternativa real de cambio de ese tipo de desarrollo requiere reconstruir una moneda propia; negarse a discutirlo es condenar al país al extractivismo perpetuo (6). Por todo esto, los postextractivismos en Ecuador deben considerar vías para la desdolarización.

La insistencia por promover nuevos extractivismos, especialmente en megaminería, acentuaron un sesgo autoritario que aunque se observa en varios países, en Ecuador alcanzó mucha intensidad. De desplegaron todo tipo de medidas para limitar los debates públicos, se impidió una consulta ciudadana sobre la suerte del Yasuní-ITT, se buscó anular a las ONGs, se actuaba sobre las comunidades locales para dividirlas y allí donde la resistencia se mantuvo, se envió a fuerzas policiales o militares. El hostigamiento alcanzó ribetes extraños, como la batalla para impedir que se difundieran mapas que presentaran la ubicación de los pozos petroleros o la persecución policial a un destartalado vehículo de Yasunidos que se dirigía a un evento en cambio climático en Perú. Se cayó en una judicialización express, se criminalizó la protesta y se encarcelaron a varios líderes ciudadanos. Los extractivismos de mayor impacto, como la megaminería, necesitan de esos niveles de autoritarismo para poder imponerse contra la voluntad de las comunidades locales.

Bajo todas estas condiciones, los postextractivismos plantean tanto redemocratizar la toma de decisiones sobre el uso de los recursos naturales, con adecuada información y consulta a las comunidades locales, como una plena vigencia de las salvaguardas que otorgan los derechos humanos.

Finalmente se debe abordar la cuestión de los derechos. Si bien en casi todos los países los extractivismos han proliferado bajo el debilitamiento o recorte de los derechos de las personas, problema que también se registra en Ecuador, hay de todos modos una particularidad clave que no se repite en ninguna nación. Es el único país donde se han reconocido los derechos de la Naturaleza o la Pachamama. Existe un mandato constitucional que obliga a preservar el entorno, una cuestión que las posiciones postextractivistas han hecho suyas (7).

Ecuador es también el único caso donde sabemos con bastante precisión la fecha y las circunstancias por las cuales los extractivismos se impusieron sobre esos derechos de la Naturaleza. Esto ocurrió en agosto de 2013, cuando el entonces presidente R. Correa anunció la suspensión de la moratoria petrolera en Yasuní-ITT y la apertura a su explotación. En ese discurso, Correa sostuvo que los derechos de la Naturaleza eran “derechos supuestos”, desvistiéndolos así de su relevancia. Para muchos esa sentencia pasó desapercibida, pero allí estaba la base conceptual que permitió la más reciente expansión petrolera en la Amazonia. Al despojarla de sus derechos, la Naturaleza quedó prisionera dentro de los extractivismos correístas.

Se llega así a una medida esencial para los postextractivismos, simple pero a la vez radical: indultar a la Naturaleza es liberarla de la prisión extractivista, es reimplantar la plena vigencia de los derechos de la Naturaleza y de las personas. Así como se están indultando a los líderes sociales que han sido encarcelados por resistirse a los extractivismos, lo mismo habría que hacer con la Naturaleza restituyéndose la plena vigencia de los derechos de la Pachamama que están en la constitución de Montecristi.

Desde la mira de los postextractivismos esto implica reconocer los límites ecológicos a la apropiación de recursos naturales. Esto no significa postular una Naturaleza intocable, sino que los ritmos e intensidades de su aprovechamiento deben estar dentro de las capacidades de cada ambiente en renovarse, reproducirse y lidiar con los efectos de los usos humanos. Esto permite dejar en claro que postextractivismo no es por ejemplo prohibir la minería, la agricultura, o extremos semejantes como muchas veces indebidamente se acusa.

Esos límites ecológicos son diferentes en cada tipo de ambiente; por ejemplo, en la Amazonia no deberían iniciarse nuevas perforaciones petroleras pero se pueden promover cosechas sostenibles de productos forestales. De esta manera se puede ver que los postextractivismos no son deterministas, sino que se ajustan a las capacidades ecológicas de cada sitio y a distintos usos humanos.

Los postextractivismos son una búsqueda
La búsqueda de alternativas a los postextractivismos tiene muchos antecedentes en Ecuador, y de hecho podría decirse que fue en uno de los primeros países donde se manifestó. Por ejemplo, hace 17 años atrás se propuso transitar a un Ecuador postpetrolero, un propósito que en aquellos tiempos por cierto sonaba como radical y recibía muchos menos apoyos que en la actualidad. En aquel tiempo se esgrimieron tres razones para abandonar el extractivismo petrolero: La primera es que los hidrocarburos son un recurso finito; la segunda es que se lo exporta a precios baratos y cuánto más se extrae más se contribuye a deprimir precios; la tercera, y seguramente la más relevante, son los impactos ambientales locales y globales de esa actividad. Todos ellos son argumentos postextractivistas, vigentes al día de hoy, y responden a la pluma del economista catalán Joan Martínez Alier en su prólogo al libro “El Ecuador post petrolero”. En esa obra distintos autores del país ofrecen todo tipo de argumentos por alternativas a esos extractivismos (8).

No faltan intuiciones, ni ideas ni conceptos para promover los posextractivismos en Ecuador. Tampoco faltan ejemplos concretos. La propuesta de una moratoria petrolera en el Yasuní-ITT fue durante algunos años un ejemplo a nivel mundial de la posibilidad de una salida a los extractivismos petroleros (9).

Las nuevas circunstancias políticas permiten insistir con esta perspectiva. El desmontaje de los extractivismos no es una tarea sencilla, dada sus condicionalidades económicas pero también el profundo apego cultural de muchos sectores que creen que debe explotarse hasta el último recurso natural. Salir de los extractivismos del progresismo correista tampoco significa caer en un extractivismo con otro sentido político, enmarcado en una perspectiva conservadora que dejaría todo en manos del mercado y de las corporaciones. Es importante tener cuidado con esos “rebotes”, como por momentos ocurre en Argentina bajo el empuje extractivista, ahora de signo conservador, que impone la administración Macri.

Es por ello que los posextractivismos son de alguna manera un cambio de actitud, rompiendo con el fatalismo de seguir siendo exportadores de materias primas, y atreverse a pensar y ensayar otras opciones. Apuestan a redemocratizar estos debates, y en ellos es clave poder avanzar en regulaciones y controles ciudadanos tanto sobre el mercado como sobre el Estado.

Referencias
1. Una biblioteca con artículos, reportes y libros sobre extractivismos, incluyendo sus definiciones e impactos, se puede encontrar en: www.extractivismo.com
2. En el Economic Complexity Ranking 2015, Ecuador tiene un indicador negativo (- 0.61). El puesto 1 lo ocupa Japón (2.30); en el último sitio se encuentra Guinea-Bissau (- 2.10). Observatory Economic Complexity, MIT, http://atlas.media.mit.edu/en/
3. Commercial and biophysical déficits in South America, 1990-2013, P. Samaniego y colaboradores, en Ecological Economics, 2017.
4. Una biblioteca con textos y otros recursos sobre postextractivismo está disponible en: www.transiciones.org
5. Yasuní desde una perspectiva multicriterial. M. C. Vallejo y colaboradores. Programa Conjunto Conservación Yasuní y PNUD, Quito, 2011.
6. Un ejemplo de argumentos contra la desdolarización ante el nuevo gobierno de Moreno es Walter Spurrier B., ¿Desdolarizar? Ni pensarlo, El Universo, 8 enero 2017.
7. Derechos de la Naturaleza. Etica biocéntrica y políticas ambientales, Eduardo Gudynas, AbyaYala, Quito, 2016.
8. El Ecuador post petrolero, varios autores, Acción Ecológica, Quito, 2000.
9. Es de la mayor justicia tener presente los innumerables aportes de Alberto Acosta en estos temas, desde su apoyo a la moratoria petrolera a las alertas sobre los impactos de los extractivismos. Por ejemplo, Las tribulaciones de la iniciativa Yasuní-ITT, Letras Verdes, FLACSO, No 5, 2010; La maldición de la abundancia, AbyaYala, Quito, 2009.

Eduardo Gudynas es investigador principal en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo. Este artículo es parte de una serie de textos sobre postextractivismos en distintos países sudamericanos.