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Diego El Cigala - Volcán Fest 2018



Diego El Cigala (Show completo)
Festival Internacional del Volcán 2018
28 de abril de 2018

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Prevención de la guerra civil y la intervención estadounidense en Venezuela


Entrevista a Edgardo Lander
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Profesor Lander, gracias por aceptar esta entrevista: ¿Podría por favor contarnos un poco sobre la vida cotidiana en Venezuela en este momento? ¿Cómo es la situación en las calles y cómo las personas experimentan la crisis actual?

La situación es extremadamente tensa. La vida cotidiana es cada vez más difícil, más y más complicada. La inflación del año pasado superó el millón por ciento. Solo en este enero se estimó en más del 200 por ciento. Los salarios de las personas se han disuelto absolutamente. No hay forma de que las personas puedan comprar las necesidades básicas. La producción de petróleo, la fuente del 96 por ciento del valor de las exportaciones del país es solo un tercio de lo que era hace seis años. Los servicios públicos se han deteriorado gravemente.

El PIB de Venezuela es hoy solo el 50 por ciento de lo que era hace cinco años. El PIB per cápita es más bajo que durante décadas. Hay una profunda crisis de salud. La desnutrición infantil grave tendrá un impacto a largo plazo en el futuro del país. Según la Cruz Roja Internacional, los dos países en el mundo que más los preocupan hoy en términos de sus respectivas crisis sociales son Yemen y Venezuela.

Existe un nivel tan alto de descontento y desesperación entre la población y las amenazas a su bienestar que enfrentan son tan graves que todo esto podría llevar a un resultado extremadamente negativo. Sabemos por la historia que la desesperación es un caldo de cultivo para el fascismo. Las personas que están realmente desesperadas están dispuestas a aceptar cualquier alternativa al estado actual de las cosas. Una invasión militar de los Estados Unidos y / o una guerra civil son hoy posibilidades reales. Mucha gente está tan harta y tan desesperada que está dispuesta a aceptar básicamente cualquier cosa, lo que lo convierte en una situación extremadamente peligrosa.

La sociedad venezolana actual no solo está extremadamente dividida: la gente parece vivir en dos realidades completamente diferentes. Existe una amplia desconfianza y temor hacia el "otro". En este contexto, las personas están dispuestas a creer cualquier cosa que diga "su parte".

¿Cómo llegó la situación a este punto?

El gobierno parece decidido a tratar de mantenerse en el poder por cualquier medio necesario. Y esto solo ha sido posible, hasta ahora, debido al respaldo de los militares, que hasta este momento no han mostrado signos de fragmentación, divisiones o dudas sobre su apoyo al gobierno. Pero esto es algo que podría cambiar a medida que aumenta la presión externa.

Por otro lado, como lo ha demostrado la política de los Estados Unidos en los casos de Irak, Libia y Siria, la cantidad de personas que sufren o mueren como consecuencia de las sanciones económicas o la intervención militar no son motivo de gran preocupación para los halcones como John Bolton, Elliot Abrams, Mike Pence, quienes, junto con Donald Trump, están hoy a cargo de la política exterior de los Estados Unidos. El nuevo nivel de sanciones económicas está llevando a una situación aún más catastrófica.

En una política caracterizada por un cinismo extremo, el gobierno de los Estados Unidos está empeorando simultáneamente una situación ya grave para la población al estrangular a la economía venezolana, con un costo de decenas de miles de millones de dólares, y ofrecer unos pocos millones de dólares en "ayuda humanitaria" para aliviar la crisis socioeconómica a la que contribuye activamente.

Estas dos fuerzas opuestas, el gobierno de Maduro con el respaldo de las fuerzas armadas y la Asamblea Nacional con el respaldo de los Estados Unidos, incluida la amenaza de intervención armada, están moviendo lentamente al país hacia el borde de la guerra.

El 8 de febrero de 2018, Guaidó declaró que pediría una intervención militar de EE.UU. "Si fuera necesario". También anunció que organizaría "voluntarios" para abrir un "corredor humanitario". Esto podría haber conducido fácilmente a una confrontación con los militares venezolanos que controlan la frontera entre Venezuela y Colombia. Después del intento fallido de traer ayuda estadounidense al país el 23 de febrero, "pase lo que pase", ha estado pidiendo activamente al gobierno de los Estados Unidos que "use la fuerza" para expulsar al gobierno de Maduro.

El respaldo militar hace que Maduro crea que no tiene necesidad de negociar. El respaldo de Estados Unidos hace que la oposición presente en la Asamblea Nacional piense que es solo cuestión de tiempo antes de que puedan derrocar a Maduro. El riesgo es de más violencia: en febrero unas 40 personas murieron, según la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y esto aumenta cada día. En este momento, ambos lados están jugando un juego de suma cero en el que quieren aniquilar al otro. Se necesita urgentemente algún tipo de negociación o acuerdo para detener esta escalada de violencia.

El gobierno de Maduro todavía tiene algún apoyo popular. No es cierto que el apoyo al gobierno entre los sectores populares de la sociedad venezolana haya desaparecido por completo. Pero es más pequeño de lo que solía ser hace dos, o incluso hace un año, y ciertamente mucho, mucho más pequeño de lo que solía ser durante los años de Chávez. La crisis humanitaria, las dificultades en la vida cotidiana, así como las políticas autoritarias y represivas del gobierno continúan erosionando el apoyo popular.

Según fuentes de la ONU, 3,4 millones de personas han huido del país en los últimos cinco años, lo que representa más del 10 por ciento de la población total. Una gran proporción de las familias venezolanas tienen parientes cercanos (sus hijos, sus hermanos y hermanas, así como sus queridos amigos) que han abandonado el país. Esta fragmentación familiar es una fuente de dolor generalizado.

¿Cómo legitima Guaidó su reclamo a la presidencia?

Es realmente importante destacar que el resto de la coalición de la oposición no estaba realmente consciente del hecho de que Guaidó estaba planeando declararse presidente en el mitin del 23 de enero. Sin embargo, los Estados Unidos estaban absolutamente conscientes de lo que iba a ocurrir. Unos minutos, literalmente menos de diez minutos, después de que Guaidó se declarara a sí mismo presidente, hubo una declaración pública oficial emitida por el gobierno de Trump que reconocía a Guaidó como el presidente legítimo de Venezuela. Así que está claro que todo esto ha sido un guión altamente coordinado, escrito en estrecha colaboración con el gobierno de los Estados Unidos.

Es imposible imaginar que el gobierno de los Estados Unidos podría haber emitido una declaración oficial, no solo un tweet de Trump, sino una declaración oficial por escrito, solo unos minutos después de que Guaidó se declarara a sí mismo presidente, si esto no se había coordinado de antemano con los Estados Unidos. Estaban plenamente conscientes de lo que iba a suceder. Esto fue absolutamente preparado: la bandera más grande en el podio del autoproclamado mitin del presidente Juan Guaidó el 2 de febrero en Caracás fue la bandera estadounidense. Lo sabían porque estaban involucrados en escribir el guion. No tengo ninguna duda en mi mente de que todo esto fue diseñado en Washington.

Hay varias cuestiones constitucionales y legales con respecto a si Guaidó tuvo o no el derecho de declararse presidente. Y eso tiene que ver con si Maduro es un presidente legítimo o no, o si hubo un "vacío de poder", la principal justificación utilizada por esta oposición.

Estos son temas complicados. Por un lado, no ha habido vacío de poder. Ya sea que te guste o no, Maduro encabeza el gobierno y controla las fuerzas armadas. En mayo del año pasado, tuvimos elecciones presidenciales. Se suponía que las elecciones se realizarían siete meses después, en diciembre, pero el gobierno decidió que deberían celebrarse en mayo. Prácticamente todos los principales partidos de la oposición habían sido prohibidos por el gobierno, porque Maduro tenía la llamada Asamblea Constitucional aprobada por una ley retroactiva arbitraria, según la cual los partidos políticos que no habían participado en las elecciones (municipales) anteriores, que se habían celebrado algunos meses antes, ya no se reconocían como partidos políticos legales que podían participar en las elecciones. Esto implicaba que, para ser reconocidos como partidos políticos legales, tendrían que pasar por un proceso largo y complicado para, una vez más, reunir firmas en todo el país. Fue en este contexto que el Consejo Electoral convocó estas elecciones siete meses antes de su vencimiento.

Estaba claro que los principales partidos de la oposición no tendrían tiempo para volver a registrarse como partidos oficialmente reconocidos para participar en esas elecciones o celebrar elecciones primarias para seleccionar un solo candidato de la oposición como lo habían hecho en elecciones anteriores. Así que estas no fueron, por ningún motivo de la imaginación, elecciones libres. Las condiciones fueron altamente controladas para asegurar que Maduro fuera reelegido. Todo el proceso fue un fraude. No puedes tener elecciones democráticas libres si el gobierno decide cuándo se convocan, independientemente de lo que dicte la Constitución y la ley electoral, y además decide qué partidos y qué candidatos pueden participar y cuáles no. Desde que el gobierno perdió las elecciones para la Asamblea Nacional en diciembre de 2015, el gobierno ha tomado una ruta cada vez más anticonstitucional.

En esas elecciones parlamentarias del 2015, los partidos de oposición ganaron dos tercios de la Asamblea Nacional, lo que les dio una tremenda cantidad de poder estatal. Según la Constitución, tenían suficientes votos para seleccionar a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia y para decidir la composición del Consejo Nacional Electoral. En ese momento, Maduro y su gobierno se enfrentaron a un dilema crucial. ¿Deberían reconocer los resultados de las elecciones, la voluntad de la gente y respetar la Constitución, o decidir permanecer en completo control del poder del estado, sin importar qué? Ellos claramente optaron por la segunda opción.

Desde principios de 2016, Maduro ha gobernado por medio de sucesivos decretos del Estado de excepción y emergencia económica. Esto significa que se atribuyó poderes a sí mismo para decidir prácticamente cualquier cosa que quisiera. De acuerdo con la Constitución, el presidente puede decidir sobre un estado de emergencia económica de sesenta días, que puede extenderse por otros sesenta días si así lo aprueba la Asamblea Nacional. Actualmente, el estado de emergencia se encuentra en su tercer año.

¿Cómo ha afectado esto al país y cómo ha respondido el pueblo de Venezuela a esto?
Este gobierno permanente por decreto ha tenido severas consecuencias. Una consecuencia negativa particular con efectos a largo plazo potencialmente desastrosos fue la decisión de crear el Arco Minero del Orinoco, que abre más de 120.000 kilómetros cuadrados, 12 por ciento del territorio nacional, aproximadamente del tamaño de Cuba, a transnacionales y corporaciones mineras. Esta es una parte muy crítica del país. Incluye los territorios de varios pueblos indígenas, es la parte con mayor biodiversidad del país, la fuente más importante de agua e hidroelectricidad. Es parte de la cuenca del Amazonas, con su papel global absolutamente crítico en la limitación del cambio climático.

Como consecuencia de este decreto, ahora hay decenas de miles de mineros que están llevando a cabo rápidamente un proceso acelerado de devastación socioambiental a gran escala. Esta es probablemente la crisis socioambiental más grave en toda América Latina en la actualidad. Todo esto es el resultado de un decreto emitido por Maduro, sin debate público, sin participación del parlamento y en violación directa de la Constitución del país y sus leyes ambientales, de pueblos indígenas y laborales.

Desde 2016, el gobierno se ha vuelto cada vez más autoritario. Ha cerrado completamente la puerta a la posibilidad de elecciones libres y de confianza, donde la población puede decidir sobre el presente y el futuro del país. Al mismo tiempo se ha vuelto cada vez más represivo.

En esta situación cada vez más desesperada, no es sorprendente que la población esté abierta a soluciones que antes hubieran sido completamente impensables. Incluso la presencia de tropas estadounidenses es vista por muchos como una posibilidad aceptable porque no ven otra salida de la crisis. Esto no es solo un fenómeno de la clase media; muestra cuán profundamente ha cambiado el país. Ahora, desafortunadamente, parte de la población ya no está particularmente escandalizada por esta posibilidad, simplemente porque no ven otra salida.

¿Cuáles son las implicaciones de esto para el futuro del chavismo y la revolución bolivariana?

El futuro inmediato es abierto, pero extremadamente peligroso. Hay altos grados de incertidumbre. Mientras Maduro permanezca en el poder, la destrucción de la economía del país continuará, las condiciones de vida continuarán deteriorándose y la represión aumentará. Como dije antes, todavía hay un apoyo incondicional significativo, aunque muy reducido para Maduro y su gobierno. Muchos parecen estar dispuestos a tomar las armas si es necesario para defender a su gobierno y su país.

El máximo organismo de las fuerzas armadas hasta el momento no ha mostrado signos de división y ha reafirmado repetidamente su respaldo al gobierno. Los niveles superiores del gobierno y los militares tienen mucho que perder si tienen que renunciar al poder, por lo que no se rendirán sin luchar. El discurso del gobierno se ha vuelto más militarista cada día. Están dispuestos a participar en las negociaciones siempre y cuando no cambie mucho, es decir, mientras Maduro siga siendo presidente.

Para el ala de extrema derecha de la oposición, y esto obviamente involucra al gobierno de EE. UU., la "solución" o la salida no consiste solo en deshacerse de Maduro, sino en aplastar la experiencia bolivariana. Para la extrema derecha, la llamada "transición a la democracia" no es solo tener una elección y tener otro presidente. Quieren destruir completamente el experimento bolivariano. El objetivo es enseñar una lección al movimiento popular chavista: no se puede enfrentar al capitalismo ni tratar de imaginar una alternativa. Los costos colectivos y personales son simplemente demasiado altos.

En esta tensa situación, en la que ninguna de las partes parece estar dispuesta a ceder, el espacio para conversaciones y negociaciones se ha reducido considerablemente. A diferencia de la política intervencionista del gobierno de los EE. UU., como dije anteriormente, recibimos con beneplácito los ofrecimientos del Secretario General de la ONU, así como los de los presidentes de Uruguay y México, de mediar para una alternativa pacífica, constitucional y electoral a la violencia, la intervención militar y la guerra civil.

¿Qué tan probable es la posibilidad de una invasión real de los Estados Unidos en este momento?

La amenaza de una intervención militar de los Estados Unidos es más que una simple paranoia. El gobierno de los Estados Unidos ha declarado una y otra vez que todas las opciones están sobre la mesa, y el presidente Donald Trump ha declarado explícitamente, y repetido casi a diario, que una de ellas es una intervención militar. La experiencia reciente de Irak, Libia y Siria indicaría que esto no es una posibilidad descabellada.

Para los objetivos de la política estadounidense (cambio de régimen), una intervención militar directa podría no ser necesaria si, como consecuencia de las sanciones y bloqueos económicos, se produce un colapso total de la economía. Además, la presencia de tropas no es un requisito necesario para las intervenciones militares de vanguardia. Los misiles y los drones podían hacer el trabajo, como lo hicieron en Libia.
El bloqueo económico que recientemente fue intensificado por el gobierno de los Estados Unidos sin duda tendrá implicaciones muy serias, no solo para el gobierno de Maduro, sino también para la población venezolana que ya enfrenta una grave crisis humanitaria. Esta es la realidad a la que nos enfrentamos hoy, y podría llevar a un colapso total del país. Además de un estricto bloqueo financiero, todo el comercio relacionado con el petróleo ha sido prohibido. CITGO, la filial venezolana de la compañía petrolera nacional (PDVSA), prácticamente ha sido asumida por el gobierno de los Estados Unidos.

Las decisiones de boicotear a la compañía petrolera tendrán un impacto grave que aumentará la ya grave crisis social. Se espera que en no más de unas pocas semanas esto pueda llevar a una escasez general de gasolina en el país. También habrá escasez de medicamentos y alimentos a niveles incluso más altos que los que tenemos ahora, porque el gobierno carecerá de los fondos necesarios para pagar estas importaciones y la mayoría de sus líneas de crédito están cerradas.

En las últimas semanas, ha aumentado la tensión en la frontera entre Venezuela y Colombia, cerca de la ciudad de Cúcuta. La llamada "ayuda humanitaria" se ha concentrado en la frontera y Maduro ha dicho repetidamente que no se le permitirá ingresar al país. Guaidó ha pedido voluntarios para crear un "corredor humanitario" con el fin de llevar estos paquetes de USAID al país. Esto podría fácilmente conducir a una confrontación armada. Incluso podría ser la chispa que inicia una guerra civil.

Cuando, después del intento fallido de introducir la "ayuda humanitaria" de EE. UU. en el país el 23 de febrero, el Grupo de Lima se reunió en Bogotá con la participación de Guaidó y Pence, el grupo publicó una declaración oficial contra la intervención militar en Venezuela. El gobierno de los Estados Unidos declaró rápidamente que no pertenecía al Grupo de Lima y, por lo tanto, no estaba obligado por sus decisiones. Eso era algo para que Trump decidiera.
¿Qué propones para salir de la crisis?

Nosotros, como Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución (Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, PCDC), y la nueva coalición creada, la Alianza para un Referéndum Consultivo Constitucional (Alianza por el Referéndum Consultivo), estamos presionando por una alternativa distinta a este camino que conduce a una escalada de violencia y la posibilidad de una guerra civil o una intervención militar de los Estados Unidos.

El primer paso en este camino pacífico alternativo sería un acuerdo básico entre las dos partes para nombrar un nuevo Consejo Nacional Electoral de transición para llevar a cabo un Referéndum Consultivo para preguntar a la población si se deberían convocar elecciones generales para todos los niveles de gobierno como formula para lograr una solución pacífica, democrática, constitucional y electoral a la crisis actual. Lo más importante de este camino es que pondría la decisión en manos de la gente.

En términos prácticos, este es un proceso muy simple con una pregunta: sí o no. El Consejo Nacional Electoral tiene toda la infraestructura requerida. Se podría llevar a cabo en menos de un mes, a diferencia de la organización de elecciones nacionales, que llevaría al menos seis meses. Esta opción negociada es bastante diferente de lo que Guaidó y la llamada "comunidad internacional" tienen como ruta: primero deshacerse de Maduro y luego convocar elecciones. Esto requeriría la derrota incondicional del gobierno de Maduro, algo que no es probable que ocurra sin una intervención militar extranjera.

Fue en nuestra búsqueda de este camino hacia una solución pacífica negociada a la crisis que nosotros, como PCDC, tuvimos una reunión con Juan Guaidó como Presidente de la Asamblea Nacional, no como presidente de Venezuela, ya que no lo reconocemos como tal. Básicamente, le dijimos que la ruta de un gobierno paralelo, la creciente confrontación y la amenaza de la intervención militar de los Estados Unidos podrían llevar a una guerra civil en Venezuela de la que él y Maduro serían responsables. Para evitar este escenario, se requiere con urgencia una alternativa negociada. Hemos intentado, hasta ahora sin éxito, organizar una reunión con el Presidente Maduro con el mismo propósito.

Hemos pedido a los activistas, intelectuales y organizaciones internacionales progresistas, a los gobiernos y a las organizaciones multilaterales que reconozcan la amenaza representada por esta escalada de violencia y contribuyan a poner fin a este descenso a la muerte y la destrucción. Celebramos la iniciativa tomada por los gobiernos de Uruguay y México para solicitar una conferencia internacional sobre Venezuela en Montevideo para contribuir a una solución electoral no violenta a la actual crisis que enfrenta el país. También valoramos las declaraciones del Secretario General de las Naciones Unidas, quien ha declarado repetidamente que está dispuesto a contribuir a una solución negociada pacíficamente.

Una alternativa negociada basada en un referendo consultivo, donde la población venezolana puede decidir cómo salir de esta crisis en elecciones libres y confiables, con un nuevo Consejo Electoral basado en el consenso, es absolutamente fundamental en este momento para evitar un resultado violento.

¿Qué esperas de la izquierda internacional a este respecto?
La experiencia histórica ha sido que al menos parte de la izquierda tiende a analizar conflictos, como el actual en Venezuela hoy en día, en términos de la Guerra Fría (imperialismo contra antiimperialismo) y, por lo tanto, respalda a gobiernos como el de Nicaragua que tienen una influencia radical retórica izquierdista y antiimperialista, aunque al mismo tiempo llevan a cabo políticas y se involucran en prácticas que no tienen nada que ver con los principios de la izquierda: corrupción, represión, bloqueo de las expresiones democráticas, una apertura neoliberal a las empresas transnacionales.

Esperamos que la izquierda comprenda internacionalmente la complejidad de la situación que enfrentamos en Venezuela, una confrontación entre un gobierno militarista corrupto, cada vez más represivo y no democrático, por un lado, y la intervención activa de los Estados Unidos por el otro. Un rechazo a la intervención imperialista no puede de ninguna manera justificar un apoyo incondicional para el gobierno de Maduro. El apoyo al gobierno de Maduro desde la izquierda internacional hará un daño profundo al futuro de las luchas populares, porque, como fue el caso con la Unión Soviética, la gente identificará a este régimen represivo como "la izquierda". Por esta razón, la solidaridad incondicional a el gobierno de Maduro puede hacer mucho daño, tanto a la población venezolana como al futuro de las luchas populares anticapitalistas.

Lo que necesitamos hoy no es la solidaridad con Maduro, ni el apoyo a una intervención imperialista, sino la solidaridad con el pueblo venezolano. En este momento esto significa básicamente dos cosas. Primero, hacer todo lo posible para prevenir una guerra civil o una invasión militar en Venezuela. Esto significa rechazar activamente las sanciones económicas y la amenaza de una intervención militar e impulsar una solución negociada con participación multilateral, no una intervención unilateral. Y segundo, reconocer que hay una crisis social extremadamente grave en el país, que se debe hacer un esfuerzo de solidaridad multilateral para ayudar a proporcionar alimentos y medicinas a los venezolanos, como una alternativa a la ayuda estadounidense humanitaria con motivación política y militar. Eso está amenazando hoy al país.

Edgardo lander
Es sociólogo. Es profesor retirado de la Universidad Central de Venezuela (Carácas) y profesor visitante en la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito). También es miembro del Instituto Transnacional (Ámsterdam), donde actualmente participa en el Proyecto de Nueva Política.

Edgardo es parte del Grupo de Trabajo Permanente sobre Alternativas al Desarrollo, así como del Grupo de Trabajo Global sobre Alternativas al Desarrollo (Fundación Rosa Luxemburg). Como participante activo en el proceso del Foro Social Mundial, ha sido un activista político de izquierda durante muchas décadas. Es miembro de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución (Carácas).


Geopolítica del petróleo en la era Trump


Thierry Meyssan

Estados Unidos se ha convertido en el primer productor mundial de hidrocarburos y ‎ahora utiliza su posición predominante con un solo fin: maximizar sus ganancias. ‎Para lograrlo no vacila en eliminar grandes productores rivales, sin importarle sumir ‎a sus pueblos en la miseria. En el pasado, el acceso al petróleo del Medio Oriente era ‎una necesidad vital para la economía estadounidense –bajo las administraciones Carter, ‎Reagan y Bush padre–, después fue un mercado bajo control yanqui –bajo la ‎administración Clinton– y más tarde, un recurso que iba a agotarse y que ‎Estados Unidos quería controlar –bajo las administraciones Bush hijo y Obama. ‎Ahora, bajo la administración Trump, los hidrocarburos se han convertido nuevamente ‎en el oro negro del capitalismo. Veamos la evolución de ese mercado sangriento. ‎

Toda economía depende, en primer lugar, de la energía a su disposición y ha sido esa una de las ‎principales causas de las guerras. Inicialmente se trataba de obtener esclavos para ponerlos a ‎trabajar en los campos. Más tarde, en el siglo XIX, el objetivo era apoderarse del carbón para ‎alimentar las maquinarias. Hoy se trata de los hidrocarburos (petróleo y gas). ‎

Para esconder esa lógica, los hombres siempre se han inventado otras razones como justificación ‎de lo que hacen. Por ejemplo, en nuestra época nos han llevado a creer:
 
- que Irán está sancionado debido a su programa nuclear militar, al que Irán puso fin en 1988;

- que las instalaciones y fondos de PDVSA en Estados Unidos fueron confiscados para quitárselos al “dictador” ‎Maduro y entregarlos al equipo del autoproclamado presidente interino de Venezuela, Juan ‎Guaido, a pesar de que Maduro es el presidente constitucionalmente electo de la República ‎Bolivariana;

- y que Estados Unidos mantiene fuerzas militares en Siria para apoyar a sus aliados kurdos ‎contra el “dictador” Bachar al-Assad, aunque esos kurdos son mercenarios que ni siquiera ‎representan a su pueblo mientras que Assad es el presidente democráticamente electo de la ‎República Árabe Siria. ‎

Como acabamos de verlo, esas “justificaciones” no tienen nada que ver con la realidad y están ‎en total contradicción con los hechos. Pero si estamos dispuestos a aceptarlas es porque ‎creemos que nos benefician. ‎
El mercado mundial
El mercado de los hidrocarburos es el más importante del mundo, antes que los mercados de la ‎alimentación, de las armas, de los medicamentos y de las drogas. Ese mercado estaba ‎inicialmente en manos de las empresas privadas, pero en los años 1960 se convirtió en terreno ‎exclusivo de los Estados. Con el desarrollo económico fueron apareciendo nuevos actores y ‎ese mercado se hizo más imprevisible. Además, durante el periodo transcurrido entre el fin de ‎la URSS y el regreso de Rusia, se convirtió en un mercado altamente especulativo, con ‎fluctuaciones de los precios de venta que iban de 1 a 4. ‎

Por otra parte, todos saben que numerosos yacimientos se agotan al cabo de mucho tiempo de ‎explotación. A finales de los años 1960, el clan Rockefeller y el Club de Roma popularizaron la ‎idea de que los hidrocarburos, por ser energías fósiles, eran fuentes limitadas. Pero el hecho es ‎que aún se desconoce el origen de los hidrocarburos. Su origen fósil es sólo una hipótesis ‎no demostrada. En todo caso, aunque los hidrocarburos fuesen renovables, la sobreexplotación ‎de los yacimientos podría acabar agotándolos, como señala la teoría de Hubbert sobre el pico ‎petrolero.

Pero lo más importante es que el Club de Roma estudió la cuestión partiendo de un ‎postulado maltusiano, estimando que su misión consistía en demostrar que es necesario limitar la ‎población mundial porque los recursos del planeta Tierra son limitados. La teoría sobre el fin del ‎petróleo es sólo un argumento para justificar la voluntad del clan Rockefeller de limitar el ‎crecimiento demográfico de las poblaciones pobres. En sólo medio siglo, nos han hecho creer ‎‎5 veces seguidas que el petróleo se agotaría en los próximos años. La realidad es que hoy ‎existen reservas comprobadas suficientes para garantizar el consumo de la humanidad durante ‎otro siglo. ‎

Los costos muy variables de la explotación de los yacimientos (van de 1 en Arabia Saudita a 15 en ‎Estados Unidos), los progresos técnicos, las constantes fluctuaciones de los precios y el debate ‎ideológico han puesto en peligro varias veces la recuperación de las sumas invertidas. Y, teniendo ‎en cuenta los plazos operacionales, toda interrupción de la inversión en la investigación, la ‎explotación y el transporte, provoca una escasez de los productos disponibles durante los 5 años ‎siguientes. El mercado del petróleo es, por consiguiente, particularmente caótico. ‎
La política mundial en materia de energía
La creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por el venezolano ‎Juan Pablo Pérez Alfonzo, en 1960, provocó un desplazamiento progresivo del poder de fijar los ‎precios. Ese poder pasó de las compañías petroleras a los Estados exportadores. El cambio ‎se manifestó claramente en el momento de la guerra egipto-siria contra Israel, en octubre ‎de 1973, y la crisis petrolera mundial provocada por aquel conflicto, conocido en Occidente ‎como la «guerra de Yom Kipur». ‎

Como primera potencia mundial, Estados Unidos ha aplicado diferentes políticas en materia de ‎hidrocarburos:

- El presidente James Carter consideró que, dado el hecho que Estados Unidos necesitaba esa ‎fuente de energía, el acceso estadounidense al petróleo del Medio Oriente era una cuestión de ‎‎«seguridad nacional». Los árabes y los persas no tenían derecho a negarse a venderle petróleo ‎ni a elevar sus precios.‎

- El presidente Ronald Reagan creó el CentCom –el mando militar de Estados Unidos para el ‎Medio Oriente, definido por cierto en función del conocimiento de los campos petrolíferos que ‎se tenía en aquella época. Para aplicar la política de su predecesor demócrata, el republicano ‎Ronald Reagan negoció la instalación de bases militares permanentes en la región y comenzó a ‎desplegar en ellas tropas estadounidenses.

- El presidente George Bush padre encabezó una coalición casi universal y la lanzó contra Irak, ‎país que había tenido la audacia de querer actuar por sí mismo y se había atrevido a tratar de ‎recuperar los pozos de petróleo de Kuwait que los británicos le habían arrebatado.

- El presidente Bill Clinton y su vicepresidente Al Gore heredaron un monopolio unipolar, ‎sin la URSS. Establecieron un mapa de los corredores que habría que crear a través del mundo ‎‎(oleoductos, gasoductos, líneas de ferrocarril y líneas de internet) y de las operaciones militares ‎necesarias para construirlos y para garantizar la seguridad de esos corredores –por ejemplo, la ‎guerra desatada contra Yugoslavia para establecer el 8º corredor.

- El presidente Bush hijo y su vicepresidente Dick Cheney, convencidos de que la escasez de ‎hidrocarburos estaba a punto de empezar, iniciaron una guerra cuyo objetivo ya no era ‎apoderarse del oro negro sino controlar la producción y el mercado. Volviendo a la teoría ‎maltusiana del fin inminente de esas fuentes de energía, lo que querían era estar en posición de ‎determinar qué países tendrían derecho a comprar hidrocarburos para garantizar la vida de su ‎población.

- El presidente Barack Obama aprovechó la oportunidad que le ofrecían el gas y petróleo de ‎esquistos en suelo estadounidense y decidió favorecer su extracción, esperando sacar así su país ‎de la maldición maltusiana.

- El presidente Donald Trump llega al poder en momentos en que Estados Unidos se ha convertido ‎en primer productor mundial de hidrocarburos y decide modificar la estrategia estadounidense. ‎
La política de Donald Trump
Cuando el presidente Trump designó como director de la CIA al representante de Kansas Mike ‎Pompeo, creímos que aquella nominación inesperada se debía a las pocas posibilidades que tenía ‎el nuevo presidente de encontrar aliados en el Partido Republicano, que él acababa de tomar ‎por asalto. Olvidábamos entonces que, desde 2006 hasta 2010, Pompeo había dirigido la ‎empresa Sentry International, fabricante de equipamiento para la extracción de petróleo. Pompeo ‎es, por ende, un conocedor del funcionamiento del mundo del petróleo y uno de sus actores a ‎escala mundial. Simultáneamente, el presidente Trump nombraba secretario de Estado a Rex ‎Tillerson, patrón de ExxonMobil. Teníamos que haber vislumbrado entonces que la política ‎energética estaba llamada a ser primordial en la acción de la nueva administración. ‎

Por supuesto, hoy es imposible hacer un balance del trabajo de Mike Pompeo a la cabeza de ‎la CIA. Pero sí es posible pensar que sus objetivos de entonces no están lejos de los que persigue ‎ahora. En todo caso, Pompeo acaba de revelar estos últimos. ‎

Daniel Yergin, reconocido especialista en el mercado de los hidrocarburos, creó una empresa de ‎consejería que organiza anualmente un encuentro internacional sobre la evolución de la situación ‎en ese mercado. El encuentro de 2019 –CERAweek, realizado en Houston del 9 al 13 de marzo– ‎fue la reunión internacional sobre los hidrocarburos más importante realizada en toda la historia ‎ya que participaron los dirigentes ejecutivos de las principales compañías de 78 países que ‎se dedican a esa actividad. El momento principal del encuentro fue la intervención de Mike ‎Pompeo. A todos se les había advertido que su discurso tendría gran importancia y fue el único ‎momento en que la inmensa sala desbordó de público. ‎

Después de saludar a sus colegas, Mike Pompeo expresó satisfacción por los increíbles resultados ‎de la industria petrolera estadounidense que, en 6 años, se ha convertido en la primera ‎productora del mundo gracias a las nuevas técnicas de extracción de petróleo y gas de esquistos. ‎Anunció después que ha creado en el Departamento de Estado un buró especial para la gestión de ‎los recursos energéticos. En lo adelante, es con Mike Pompeo con quien tendrán que tratar los ‎patrones de las empresas estadounidenses especializadas en hidrocarburos y la misión de Pompeo ‎consiste en ayudarlos a conquistar mercados en el extranjero. A cambio de esa ayuda, ‎esas empresas tendrán que ayudar a que Estados Unidos pueda concretar su política energética. ‎

Esa política consistirá simultáneamente en producir el máximo posible en Estados Unidos y agotar ‎una parte de la oferta mundial para equilibrar el mercado. Sólo así podrá Estados Unidos vender ‎su gas y su petróleo de esquistos, cuya producción resulta particularmente onerosa. ‎

Según la doctrina Pompeo, no es conveniente reducir la producción mundial al nivel de la ‎demanda instaurando cuotas de producción, como hace la OPEP+ desde hace 2 años, sino ‎cerrando las puertas del mercado a varios grandes exportadores –Irán, Venezuela y Siria– cuyas ‎gigantescas reservas han sido descubiertas recientemente y todavía no han entrado en fase de ‎explotación. ‎

Así que Estados Unidos sacará de la gaveta el proyecto de ley NOPEC (No Oil Producing and ‎Exporting Cartels Act). Ese proyecto de ley, con gran cantidad de variantes presentadas ‎al Congreso desde hace 2 décadas, apunta a la supresión de la inmunidad soberana que los países ‎de la OPEP invocan para agruparse como cártel, a pesar de las leyes anti-trust estadounidenses. ‎La adopción de una ley NOPEC permitiría llevar ante los tribunales estadounidenses a las ‎compañías petroleras de todos los países agrupados en la OPEP+, aunque hayan sido ‎nacionalizadas, por haber utilizado su posición dominante en el mercado para favorecer el alza de ‎los precios.
Hay otro elemento fundamental a tener en cuenta. Desde finales de 2017, Rusia se asoció a ‎la OPEP para obtener un alza de precios y aceptó disminuir su producción para alcanzar ese ‎objetivo. Algo indispensable para Rusia, sobre todo porque su economía está sufriendo las ‎consecuencias de las sanciones occidentales y porque sus exportaciones de hidrocarburos son –‎junto a las ventas de armas– su principal fuente de ingresos. Por consiguiente, en la actual ‎situación, los intereses de Moscú coinciden con los de Washington: no inundar el mercado. ‎Es por eso que Rusia no hace nada por ayudar a que Irán exporte su petróleo, como ‎tampoco ha iniciado aún la explotación de las zonas cuyo monopolio está en manos de compañías estatales rusas en Siria. Por esa misma razón, Rusia tampoco ayudará a Venezuela a ‎exportar su petróleo. ‎

Rusia salvó a Siria de los mercenarios yihadistas de la OTAN, sin comprometerse a ir más lejos. ‎Ahora es testigo pasivo del lento derrumbe de ese país, otrora próspero, cuya situación, ‎sin llegar a la hambruna que ya asola Yemen, ha tomado inexorablemente ese camino. ‎

La diferencia entre Rusia y Estados Unidos es que Washington no sólo quiere estabilizar la oferta ‎mundial de hidrocarburos sino también determinar hacia dónde fluyen. De ahí las presiones que ‎Washington ejerce simultáneamente sobre la Unión Europea y, por separado, sobre cada uno de sus países ‎miembros para detener la construcción del gasoducto Nord Stream 2. ‎Su objetivo es impedir que la Unión Europea utilice los hidrocarburos rusos. Si Estados Unidos ‎lograse alcanzar ese objetivo, Rusia desviaría el flujo de sus hidrocarburos hacia China, que ‎no podría pagar los mismos precios. ‎

Para responder a las demandas de la Unión Europea, Estados Unidos está construyendo en varios ‎de sus países grandes puertos capaces de recibir el gas de esquistos estadounidense. Mientras ‎tanto, Rusia acelera la construcción de otro gasoducto, el Turkish Stream que sería otra vía más ‎para hacer llegar su gas a la Unión Europea. ‎

Por otro lado, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos está bloqueando todas las ‎posibilidades de transporte de petróleo iraní o venezolano hacia Siria. Los datos que maneja el Departamento del Tesoro demuestran que la CIA comenzó a observar ese comercio desde la ‎elección misma de Donald Trump, incluso durante el periodo de transición entre la administración ‎Obama y la suya, lo cual confirma que la política de la administración actual gira alrededor de la ‎cuestión energética.

En la medida en que Siria no está en condiciones de explotar por sí misma ‎sus reservas y en que Rusia deja pasar el tiempo, la actitud de la Casa Blanca hacia Siria es ‎diferente. Allí se trata de impedir la reconstrucción y de hacerle la vida imposible al pueblo sirio. ‎Así que la CIA está empeñada en una intensa labor de sabotaje contra todo aprovisionamiento ‎energético destinado a Siria. Por ejemplo, ya en este momento la mayoría de la población siria ‎no tiene gas para la calefacción ni para cocinar y, en febrero, un tanquero turco cargado con ‎combustible iraní para Siria estalló frente al litoral sirio, cerca de Latakia. El incidente, ‎probablemente un sabotaje, provocó la muerte de toda la tripulación y una marea negra que ‎no se ha mencionado en ningún medio de la prensa occidental.‎

Estimando que el Hezbollah participa en el gobierno libanés para servir los intereses iraníes, ‎la administración estadounidense ha incluido el Líbano en su prohibición de exportar ‎hidrocarburos. Durante su reciente estancia en ese país, Pompeo trató de imponer una ‎delimitación de las aguas territoriales que pondría las reservas libanesas de hidrocarburos bajo control de Israel.
En Latinoamérica, donde Venezuela envía petróleo a Cuba a cambio de la participación de los ‎médicos cubanos en la atención a la población, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ‎ha anunciado la adopción de sanciones contra toda empresa que participe en las entregas de ‎petróleo venezolano a Cuba, medida que Washington justifica atribuyendo a los militares cubanos ‎el respaldo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana al presidente constitucional Nicolás ‎Maduro. ‎
Las evoluciones previsibles
Por el momento, la única posibilidad de éxito de la política de Donald Trump depende de que ‎su administración logre reducir la demanda de hidrocarburos en su propio país. Hasta ahora, ‎Estados Unidos destinaba los hidrocarburos principalmente a alimentar los automóviles, lo cual ‎explica el desarrollo de una serie de proyectos para la concepción de automóviles eléctricos. Para ‎Estados Unidos consumir petróleo para producir electricidad es mucho más rentable que utilizar el ‎combustible directamente en los automóviles. Además, la electricidad puede obtenerse de ‎diversas fuentes, en territorio estadounidense, a bajo costo y a precios estables. ‎

Es importante precisar que el desarrollo de automóviles eléctricos no tiene nada que ver con los ‎ideales sobre la necesidad de reducir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) para evitar el ‎calentamiento global. En primer lugar, la fabricación de baterías puede ocasionar importantes ‎emisiones de CO2, además de que la generación de electricidad puede ser una fuente de ‎emisiones de CO2 mucho más significativa que el petróleo si la electricidad se obtiene a partir del ‎carbón, como en Alemania y China. ‎

En todo caso, el consumo de petróleo también evoluciona. A escala mundial, el destino del ‎petróleo ya no es principalmente el sector del transporte sino la fabricación de plástico. ‎

Estados Unidos no permitirá que Irán, Venezuela y Siria exporten sus hidrocarburos hasta el año ‎‎2023 o el 2024, cuando su propia producción de hidrocarburos de esquistos comenzará a disminuir ‎rápidamente, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Cuando llegue ese momento, ‎volverá a cambiar todo el tablero geopolítico. ‎


El calentamiento global: datos, alarmas e incertidumbres



La preocupación por el calentamiento del planeta no para de crecer, en especial en este año, en el que vemos con agradable sorpresa (al menos, por mi parte) como se multiplican las manifestaciones de un colectivo que hasta el momento había permanecido en silencio: los que yo denomino “extraordinariamente jóvenes”, alentadas por una joven activista sueca, Greta Thunberg , que ha logrado lo que a mí me parece un milagro, movilizar a la juventud europea con manifestaciones masivas urgiendo a los dirigentes políticos a “hacer los deberes”, en sus propias palabras.

Pues recojo el guante y en lo que yo puedo aportar desde mi posición de científico preocupado por esta cuestión desde hace años, describiré en este artículo los datos de que disponemos en la actualidad para cuantificar esta amenaza y algunas de las posibles vías de solución, relacionadas con la obtención de energía .

1. El calentamiento global

Denominamos calentamiento global al fenómeno del aumento gradual de las temperaturas de la atmósfera, de la superficie y de los océanos de la Tierra, fenómeno que se viene observando de manera continua e ininterrumpida año tras año, desde hace más de un siglo, aunque se ha incrementado sustancialmente en las tres últimas décadas.

Todavía genera dudas y controversias (aunque cada vez menos), la o las causas de dicho aumento. La mayor parte de la comunidad científica considera que hay fuertes evidencias de que el aumento se debe al incremento de las concentraciones en la atmósfera de los denominados Gases de Efecto Invernadero (en lo que sigue, GEI), producidos por ciertas actividades humanas, esencialmente la deforestación y principalmente, la quema de combustibles fósiles, entendiendo por tales petróleo, gas natural y carbón. Esos gases, emitidos por los seres humanos en su actividad industrial, son fundamentalmente los siguientes [1]:

Dióxido de carbono (CO2). Está presente en la atmósfera en porcentajes muy bajos (0,04%), pero es el responsable de la mayoría del efecto invernadero causado por el ser humano, aproximadamente del 60% de éste. Una molécula de CO2 puede permanecer en la atmósfera entre 50 y 200 años.

Metano. Representa menos del 0,0002% de la composición de la atmósfera, pero tiene una capacidad de calentamiento 70 veces superior al CO2, aunque su permanencia en la atmósfera es menor, entre 10 y 15 años, se calcula que su potencial de calentamiento es unas 20 veces superior al del CO2. Se considera que el metano es responsable del 20% del efecto invernadero causado por el hombre.

Óxido nitroso. El óxido nitroso está presente en la atmósfera en proporciones menores que el metano (alrededor de 6 veces menos), y aunque tiene una capacidad de calentamiento 300 veces superior al CO2, su impacto en el cambio climático es alrededor del 5%.

Gases fluorados. Fundamentalmente los perflurocarbonos, los hidrofluorcarburos y el hexafluoruro de azufre, unos gases de efecto invernadero potentísimos (entre 750 y 22.000 veces más que el CO2), aunque afortunadamente son muy residuales; estos gases son los que sustituyeron desde mediados de la década de 1990 a los CFC (clorofluorocarbonos), responsables de la destrucción de la capa de ozono.
Todos ellos absorben la radiación que emite la tierra y la sobrecalientan mediante el denominado “efecto invernadero”, que consiste esencialmente en el fenómeno que describo en el siguiente punto de este texto.

2. Una breve descripción del efecto invernadero

Una fracción de la radiación del sol que llega a la atmósfera terrestre, muy energética, penetra a través de la atmósfera y llega a la superficie y la calienta. Al estar caliente, la superficie a su vez también emite radiación, pero mucho menos energética. Esa radiación, en atmósferas limpias de contaminantes, es reemitida de nuevo, contribuyendo a enfriar la tierra y logrando el equilibrio térmico entre el día y la noche, lo que hace que la temperatura, en promedios temporales largos, se mantenga estable.

Sin embargo, cuando la atmósfera contiene cantidades significativas de GEI, la radiación no puede salir, ya que una parte es reabsorbida por esos gases en suspensión, que de nuevo la reemiten en todas direcciones, con lo que una parte significativa vuelve de nuevo a la tierra, provocando un aumento progresivo de la temperatura del aire y de la superficie.

 3. Correlación entre calentamiento global y GEI

La mayor parte del calentamiento ha sucedido en las últimas tres décadas debido a que estos GEI tienen actualmente una concentración en la atmósfera mayor que en cualquier otro periodo en los últimos 800.000 años. La concentración de CO2 en la atmósfera es alrededor de un 40% superior a la que existía antes de 1750. En el caso del metano, la concentración se ha multiplicado por 2,5 desde la revolución industrial, mientras que el óxido nitroso ha aumentado su presencia en la atmósfera en un 20% en ese mismo periodo. Los compuestos fluorados ni siquiera existían en la atmósfera antes del siglo XX.

Que el calentamiento global es provocado mayoritariamente por el aumento de CO2 lo prueban los siguientes datos: entre 1995 y 2015, la concentración en la atmósfera de CO2 ha aumentado desde 360 ppm (partes por millón) hasta 400 ppm; las emisiones de este gas provocadas por los combustibles fósiles han crecido desde 6.5 GT Carbón/año (1 GT = 1.000 millones de toneladas) en 1995 a 10 GT Carbón/año en 2015.

El aumento de la concentración descrita de GEI ha contribuido a un aumento de la temperatura entre 0,5 y 1,2ºC en el periodo 1950-2010. De otra parte, se calcula que las causas naturales han tenido un efecto no superior a 0,1ºC. Si se considera el periodo de 1880-2016, el aumento de la temperatura global ha sido mayor, de 1,1ºC. El año pasado, 2018, ha sido el año más caliente desde que existen registros, tras 2015, 2016 y 2017 que también fueron los más calientes.

La evidencia no proviene de un estudio aislado, ni de estudios de una única disciplina científica, son estudios independientes utilizando metodologías diversas y los resultados son tozudamente similares. De acuerdo con los sucesivos informes emitidos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) hay hasta 11 indicadores diferentes del calentamiento global, además de la temperatura de la superficie y del aire: nivel del mar, grosor de las cubiertas de nieve en ambos hemisferios, humedad atmosférica, cubierta de hielo ártica, etc.

4. ¿Qué podemos hacer?

Hoy nos encontramos ante un incremento sin precedentes en la demanda de energía debido al aumento de la población y al aumento en el nivel de vida de una parte muy significativa de la misma. La energía barata y abundante sigue siendo crucial para el desarrollo económico; la relación entre el consumo de energía per cápita y el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas es directo.

Pero parece poco probable que disminuya el consumo de energía a nivel mundial en este siglo, especialmente con países como India o China, que concentran cerca del 40% de la población del planeta, en desarrollo vertiginoso. Una acción eficaz contra el calentamiento global exige planes creíbles y basados ​​en evidencias para que los sistemas energéticos, de una parte, eviten casi por completo la explotación de fuentes de combustibles fósiles y de otra, sean escalables a una demanda de energía creciente para una población de aproximadamente 9-10 mil millones de personas a mediados de siglo, y quizá más de 12 mil millones a finales de siglo.

Este proceso, lógicamente, comienza con la reducción paulatina de las tecnologías basadas en combustibles fósiles en la generación de electricidad (carbón, gas natural y petróleo), pero que también debe extenderse para eliminarlos en la obtención de calor industrial y residencial, en el transporte individual y comercial y en la mayoría de otros servicios relacionados con la energía.

Hasta el momento, gran parte de los esfuerzos de los gobiernos de numerosos países, se han centrado en el desarrollo de escenarios energéticos dedicados mayoritariamente a las tecnologías renovables: hidroeléctrica, biomasa, eólica, solar fotovoltaica, termoeléctrica , mareomotriz y geotérmica. Pero, dada la “juventud” de las tecnologías renovables, hay una falta casi total de evidencia histórica acerca de la viabilidad de los sistemas de producción de electricidad 100% renovable que operan a escalas regionales o superior. En la actualidad, el único país desarrollado que tiene un sistema de producción de electricidad con fuentes 100% renovables es Islandia, gracias a sus acuíferos geotérmicos poco profundos, abundante energía hidroeléctrica y una población de solo 300.000 personas. Otros estados europeos alabados por sus esfuerzos en la implantación de fuentes de producción de energía de origen renovable, como Dinamarca o Alemania, producen emisiones de GEI en la generación de electricidad a ritmos similares al promedio de los países del resto de la Unión Europea.

Tampoco deberíamos olvidar el papel que podría jugar la energía nuclear, habida cuenta de que es una fuente energética que produce muy bajas emisiones de CO2. Es evidente que el temor generado por los accidentes de Chernobil y Fukushima, unido a la compleja gestión de los residuos radiactivos, hace que no esté en el tablero. Y creo que no debería ser así (sé que me van a llover las críticas, pero no sería honesto si no lo dijera).

No hay ninguna duda de los beneficios que aporta la incorporación de las tecnologías renovables a los “mix” energéticos de todos los países que lo están llevando a cabo, principalmente la reducción de emisiones de GEI, pero queda por probar que un “mix” 100% renovable sea viable a escala nacional (es decir, con miles de MW instalados), debido entre otras múltiples razones a que con la tecnología de la que disponemos hoy en día, hay muy pocas posibilidades de almacenar grandes cantidades de energía por períodos prolongados de tiempo, aspecto esencial para poder alcanzar el objetivo del 100% de generación eléctrica con tecnologías renovables.

Las preguntas son: ¿puede funcionar un sistema así? ¿disponemos de datos suficientes acerca de variables tales como tiempo de utilización, coste, intermitencia, impactos medioambientales, etc. de estas tecnologías? No hay que olvidar los sustanciales inconvenientes de estas fuentes de energía: baja densidad energética, intermitencia, dificultades de almacenamiento a gran escala, coste todavía elevado de algunas tecnologías poco maduras (como es el caso de la termoeléctrica), etc.

En otras palabras, es imprescindible realizar estudios rigurosos que permitan mostrar la viabilidad de tal cambio de paradigma energético a largo plazo y a gran escala (nacional o incluso superior), habida cuenta de que en el sector de la energía las inversiones son muy costosas, los períodos de amortización muy largos y, por consiguiente, las modificaciones en los “mix” son necesariamente muy dilatados en el tiempo. Por ejemplo, cambiar el “mix” energético español de generación de electricidad, con 27.000 MW de centrales de ciclo combinado instalados en su mayor parte a finales de la década de 1990, llevaría no menos de 30-40 años, que es el plazo previsible de amortización de esas inversiones.

En conclusión, nos encontramos en un momento decisivo, en el que las decisiones de política energética que se tomen ahora serán determinantes para lo que suceda en nuestro planeta en las próximas décadas. Parece claro que hay que realizar esfuerzos, tanto científicos como económicos para encauzar adecuadamente un problema que amenaza el futuro de nuestras sociedades.

Nota:

[1] Algunos datos de los utilizados en este artículo los he tomado del excelente libro de Pedro Fresco, “El futuro de la energía en 100 preguntas” (Editorial Nowtilus, 2018) y del informe “CO2 emissions from fuel combustión” (International Energy Agency, 2017 Edition)

Ignacio Mártil. Catedrático de Electrónica de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Sociedad Española de Física.