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Silvio Rodríguez Lo Mejor De Lo Mejor Grandes Exitos

El fundamentalismo de derechas crece


José M. Castillo S.

El conocido sociólogo Anthony Giddens, director de la London School of Economics, publicó en 1999 un pequeño libro de divulgación (“Un mundo desbocado”), en el que analiza algunas cuestiones de actualidad. Y uno de los asuntos que estudia es el del “fundamentalismo”.

Un tema de actualidad. Porque el integrismo de derechas está cobrando fuerzas en la sociedad, en la política, en la religión y en otros ámbitos de la vida. Baste pensar lo que está ocurriendo en Italia, Hungría, Polonia, Austria, Suecia, EE. UU., Brasil, etc.

¿Por qué se presentan situaciones o momentos, en la historia, en los que el fundamentalismo da la cara con especial vigor y encuentra más acogida en amplios sectores de la sociedad? Sin duda alguna, un factor determinante del fundamentalismo es la “inseguridad”. La gente quiere sentirse segura. Pero ocurre que, ahora mismo, en este mundo casi todo está cambiando tanto y a tal velocidad, que cada día y por motivos muy diversos, son muchas las personas y los grupos humanos que se sienten inseguros y con miedo, sobre todo cuando miran al futuro.

Como es lógico, en estas situaciones, aumentan los miedos, Y, con los miedos, crece también la inseguridad. Se producen así las condiciones ideales para que, quienes pueden ofrecer motivos de seguridad a la gente, saquen tajada y hagan “su agosto”. Por eso, de tiempo en tiempo, aparecen dictadores o gobernantes que dominan a los pueblos y a las gentes, que se les someten con un entusiasmo que no es fácil entender.
Un ejemplo elocuente, en este orden de cosas, puede ser lo que ocurrió en la Alemania de la segunda guerra mundial. Un país en el que existió un cristianismo que hizo posible Auschwitz, o al menos no lo impidió. No hubo una protesta, una resistencia general de los cristianos en Alemania cuando Auschwitz se hizo visible, ni cuando se conoció más y más lo que allí ocurría. La mayoría de aquellos alemanes e incluso no pocos de aquellos facinerosos habían recibido durante años clases de religión cristiana, asistían con frecuencia al culto divino y escuchaban sermones e instrucciones morales (Thomas Ruster). Y nadie dijo ni pío. O pocos fueron los que se atrevieron a protestar. Es evidente que el miedo a la inseguridad sellaba las bocas. Es un ejemplo entre tantos otros, algunos de los cuales los tenemos aquí, entre nosotros.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿qué es y en que consiste el “fundamentalismo”? Guiddens ha encontrado una fórmula acertada: fundamentalismo es “tradición acorralada”. Y lo explica: el fundamentalismo “no tiene nada que ver con el ámbito de las creencias, religiosas o de otra clase. Lo que importa es cómo se defiende o sostiene la verdad de las creencias”. Ya sean creencias políticas, religiosas, sociales…

Si el “fundamentalismo” es “tradición acorralada”, no olvidemos que acorralado se ve el que se siente “encerrado y sin escapatoria”. ¿Por qué ahora mismo, en la Iglesia, en el Vaticano, hay gente importante que no soporta al papa Francisco? ¿Por qué los que no lo soportan son los fundamentalistas, los más fieles a su tradición, los que sostienen sus creencias como defendían las suyas los fariseos que se enfrentaron a Jesús?

Es evidente que tanto la derecha como la izquierda se sienten más seguras en la fidelidad a las tradiciones de antaño que aceptando los cambios que más necesita el “mundo desbocado” en que vivimos. Cambios que nos exigen ser “ciudadanos del mundo” antes que fundamentalistas aferrados a tradiciones que ya han perdido su razón de ser.

La cosa está clara. En estas condiciones, el fundamentalismo de la derecha crece con fuerza entre las gentes que hoy se sienten más inseguras. Porque los cambios, que se nos imponen, es al fundamentalismo al que ponen más nervioso. A fin de cuentas, es el fundamentalismo el que se siente más inseguro.


Los “Príncipes de las Tinieblas” que han desgarrado a Yemen


Nazanin Armanian

“Peligrosos niñatos” es como los círculos políticos de Oriente Próximo llaman, y no en voz baja, al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohámed bin Salman (MBS) y su colega emiratí, Mohámed bin Zayed (MBZ). La gerontocracia, reliquia de los tradicionales concejos de “barbas blancas”, que alaban la moderación y el templo, les acusa a MBS de 33 años y a MBZ de 56 de estar sacrificando la vida de miles de personas en la región, así como la paz mundial por sus impertinentes ambiciones militares y hacer de reyes sin aun serlos.

Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), en los últimos años han intervenido militarmente en Yemen, Siria, Libia, han patrocinado el golpe de estado de Al Sisi en Egipto, han impuesto un bloque económico y político a Qatar, están financiado con 130 millones de dólares la alianza militar “G5 Sahel”, para el saqueo de África, y han llegado a amenazar a Irán.

En su inquietante aventura, los dos “chavales”, respaldados por un tercero, el yernísimo de Trump, Jared Kushner de 37 años, han desactivado el Consejo de Cooperación del Golfo (Pérsico), formando el Consejo de Coordinación Saudí-Emiratí para imponer sus directrices al resto de los países de la zona, aterrados por los mega almacenes de armas y el poderío económico de los chantajistas.

Aunque MBZ, mandatario de una pequeña federación de siete sultanatos de 9 millones de habitantes, se ha diseñado un perfil bajo, es el verdadero mentor del arrogante MBS, a quien no le preocupa la imagen que de su país al mundo, a pesar de sobornar a la prensa para ocultar la demolición de Yemen con sus gentes dentro.

Las dos monarquías árabes sunitas son dictaduras absolutistas de clanes familiares, sin instituciones políticas o sociales, dirigidas por un varón, que, aunque simulan movimiento, no es hacia delante: lo hacen sobre el mismo punto, justamente para no cambiar nada, actualizando la Edad de Piedra sobre todo en lo que refiere a los derechos de la mujer. La asociación de los señores de guerra MBS-MBZ que ha puesto fin al sistema colegiado que dirigía los dos estados, no oculta sus diferencias: el primero está obsesionado por Irán mientras el segundo por Qatar y la organización religiosa de Hermandad Musulmana, rival del wahabismo.

Según WikiLeaks, este príncipe, después de que EEUU en 2001 bombardeara la sede del canal qatarí Al Jazeera en Kabul, le pidió en 2003 hacer lo mismo con las instalaciones de la emisora en Doha. El jeque emiratí consiguió que Donald Trump vinculara a Qatar con el terrorismo yihadista y guardara silencio sobre los vínculos de ELLA y Arabia con el Estado Islámico. The New York Times señaló directamente al papel de los dos jeques en la destitución de Rex Tillerson, después de que el Secretario de Estado de Trump impidiera un ataque militar saudí-emiratí a Qatar y exigiera el fin al bloqueo que sufre el país desde el junio de 2017 por tierra, mar y aire. ¡Es increíble cómo dos pequeños estados, al igual que Israel, tengan tal influencia sobre las políticas de la superpotencia!

MBS sueña con transformar Arabia en un EAU: una dictadura militarista con rostro amable, diversificar la economía, reducir el papel de la casta religiosa, aunque le será difícil al saudí simular un federalismo que aparenta EAU, reducir la influencia de la poderosa secta religiosa wahabita y establecer “a César lo que es César”, con unas supuestas reformas –como crear una ciudad de ocio y permitir la conducción de mujeres-, con el fin de cambiar la legitimidad tribal-religiosa por otra político-carismática. Pero, los métodos empleados por este joven no son nada “amables”, ni con los suyos: fue capaz de secuestrar al primer ministro libanés, a 11 príncipes y 38 ex ministros saudíes, y someterles a su voluntad, simulando a Don Corleone.

Hace tres años, y días antes de irse de vacaciones a las Maldivas, MBS ordenó la agresión militar a Yemen, provocando la catástrofe humanitaria más grave del mundo después de la Segunda Guerra, en la que 20 millones de seres humanos agonizan de hambre y enfermedades ante la indiferencia del planeta. De paso, MBS que ha arrancado la máscara de “demócrata” a sus cómplices occidentales -quienes le dan la gasolina para mantener el fuego de este infierno-, se niega a reconocer su fracaso integral en Yemen. A pesar de miles de vuelos de muerte sobre el país y gastar 5.000 millones de dólares al mes en su destrucción, insiste en intensificar los bombardeos para un imposible triunfo. Los objetivos de Riad en Yemen siguen sin cumplirse:

. Establecer su dominio político-militar sobre el destino de Yemen.

. Construir un oleoducto que saldría de Hadramaut, en Arabia, y terminaría en el puerto de Adén, para así esquivar el Golfo Arábigo y el estrecho de Ormuz para exportar su petróleo en caso de una guerra con Irán. También ha rehabilitado el antiguo oleoducto IPSA (Iraqí Pipeline in Saudi Arabia) construido por Sadam Husein durante la guerra que mantuvo con Irán (1980-88), en el puerto del Mar Rojo.

. Convertirse en el gendarme de la zona, ocupando el lugar del Sha de Irán en los años setenta, aplastando los movimientos progresistas de la región, como el de Dhofar.


Ambiciones talasocráticas de EUA

A falta de considerables reservas petrolíferas, los EAU pretende dominar las rutas comerciales marítimas de la región, convirtiéndose en una potencia. Por el momento ha alquilado puertos en el Cuerno de África (Eritrea y Yibuti), controla Socotra, la más importante de las cerca de 200 islas que tienen Yemen, ha ocupado militarmente el puerto de Adén con la ayuda de los mercenarios de Al Qaeda y el uso de los drones marca Depredador XP, que se despliegan de la base militar que ostenta en Assab, Eritrea, para atacar la resistencia yemení. Ha amenazado al gobierno de Yemen que, si le obliga a desocupar el puerto, prestaría su apoyo a los rebeldes hutíes, a pesar de que se supone que EAU está atacando este país bajo el pretexto de “luchar contra los chiitas hutíes patrocinados por Irán”.

Estados Unidos, vigila

Es falso que EEUU y otros países occidentales sólo prestan apoyo logístico a los invasores. El 26 de marzo del 2015, EEUU y Reino Unido bombardearon el aeropuerto de Saná, hospitales, escuelas, hogares, dejando cientos de muertos y heridos, entre ellos un centenar de niños. Un día antes, John Kerry había viajado a Arabia Saudí, y un día después, Riad, a través de su embajador en Washington anunciaba la guerra.

Entre los objetivos de EEUU en Yemen están:

. Entrenar a la “OTAN sunnita” en un combate real antes de enfrentarla con Irán.

. Controlar el estrecho de Bab-el-Mandeb, desde donde China comercia con los países del Mar Rojo y del Mediterráneo.

. Proteger los intereses de Israel, ya que este estrecho conecta y le une con el Océano Índico.

A Washington no se le escapa que, el Príncipe Bin Salman:

. Está desestabilizando la monarquía saudí: no sólo ha implantado una impopular austeridad, recortando los subsidios y salarios mientras se compra el super yate Sereno por 500 millones de dólares, sino que también persigue a los hombres poderosos del reino y confisca sus fortunas: en la retina, el asesinato del poderoso rey Faisal en marzo de 1975 a mano de su sobrino el príncipe Faisal bin Musa’id.

. Ha establecido buenas relaciones con Rusia, comprándole armas que incluyen los misiles S-400.

. Ha congelado la prometida venta del 5% de la petrolera Aramco. Pues, MBS no contaba con que para la entrada de la compañía en la bolsa debería revelar sus cuentas, incluidas las B, que oculta la corrupción y el robo de la renta del recurso natural del país por la “familia” al Saud. Tampoco ha explicado cómo los activos externos netos del país cayeron de los 730.000 millones de dólares del 2011 a los 493.000 millones en 2017.

. No ha podido aislar a Qatar y forzarle a romper sus relaciones cordiales con Irán.

EEUU también vigila a MBZ:

. Su autoritarismo, que amenaza la integridad de la federación: vale que el jeque presione al emirato Dubái para que se aleje de Irán, pero que el príncipe Rashid bin al Sharqi, del emirato Fujairah, tenga que pedir asilo político en Qatar, huyendo de la “tiranía de MBZ” como afirmaba, hay un trecho. Es más, que ambos “jóvenes” hayan establecido un gran negocio con China, y están abandonando el dólar en sus transacciones en favor de yuan, puede que sea, incluso, imperdonable.

Los “niñatos” no tienen ninguna intención de poner fin a la guerra contra Yemen, y si sus planes siguen adelante, la región se hundirá en más conflictos y además con nuevos actores involucrados: Qatar, para protegerse de EEUU, Arabia y EAU ha cedido una base militar a su aliado turco, el  “Hermano Musulmán” Tayyeb Erdogan.


¿Qué expresa el fenómeno político de Bolsonaro?


Olmedo Beluche

Las elecciones presidenciales brasileñas tienen al mundo entero discutiendo sus implicaciones, no sólo por la importancia de Brasil y su peso en la economía mundial y latinoamericana, sino por las implicaciones impredecibles de la muy probable victoria del candidato Jair Bolsonaro. Sin tapujo alguno, Bolsonaro expresa un proyecto político que se proclama: misógino, homofóbico, racista, antidemocrático y represivo.

No es la versión “tropical” de Donald Trump, sino algo mucho peor. Para encontrar referentes con que comparar a Bolsonaro muchos han tenido que remitirse a Adolfo Hitler y a Benito Mussolini. Así de grave es la cosa. Como ellos, Bolsonaro apela al descontento popular, en especial de las capas medias de la sociedad, incluyendo segmentos de la clase obrera, les señala algunos supuestos responsables (migrantes, favelianos y el propio Partido de los Trabajadores) y les promete “orden”.

La irrupción del fenómeno Bolsonaro y su impresionante respaldo popular ha sorprendido hasta a los más duchos analistas políticos, que debaten todo tipo de explicaciones y respuestas posibles. Uno de ellos es el ampliamente conocido marxista argentino, Atilio Borón, quien ha dedicado varios artículos al tema, pero queremos referirnos a uno de ellos, con el que deseamos hacer una especie de “diálogo virtual”: “Bolsonaro: tres hipótesis y una sospecha

Atilio Borón atribuye el vuelco del electorado popular hacia el proyecto derechista de Bolsonaro a un problema de conciencia producido por el supuesto de que las políticas sociales del PT al “sacar de la pobreza” a millones de familias, éstas adquirieron una especie de conciencia falsa de tipo consumista (¿pequeñoburguesa?) perdiendo la conciencia comunitaria y solidaria que tenían antes como pobres, antes de ser redimidos por el PT y cuando votaban por éste partido.

En general, toda la intelectualidad de los partidos reformistas, populistas o progresistas, encarados ante la crisis de estos proyectos, tan robustos hasta hace 5 años, tienden a cargar las culpas sobre una especie de conciencia inmadura de los sectores populares y señalan que la tarea está en “seguir educando”.

De esta manera, estas vertientes políticas eluden cualquier autocrítica de las políticas del “progresismo”. Escurren el bulto y le echan la culpa a la inmadurez de las masas. Al respecto ya hemos escrito en “La crisis del progresismo y la ofensiva de la derecha en Latinoamérica”.

Muy resumidamente queremos responder al enfoque de Borón con las siguientes ideas:

1+ El fenómeno Bolsonaro, al igual que Hitler, Mussolini, Trump y otros es un producto de la grave crisis del sistema capitalista y el alto sufrimiento que está produciendo esta crisis en buena parte de la humanidad con pobreza, desempleo, bajos salarios, inseguridad, migraciones forzadas de millones de personas (como lo de Honduras) y hambre. Constituye una búsqueda desesperada de una salida a la crisis del sistema por parte de un sector de las masas.

2+ En algunos casos, sobre todo cuando ya ha gobernado el “progresismo” o la socialdemocracia (Europa), y fracasado en resolver la crisis, el fenómeno se expresa como voto a la ultraderecha. Pero cuando no ha gobernado, hay vuelcos a la izquierda. Por ejemplo, la reciente victoria de López Obrador en México, o la buena votación al congreso obtenida por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en Brasil en el primer turno de estas elecciones.

3+ Ante la falta de salidas a este sistema que agobia sus vidas, las personas se aferran a cualquier propuesta que les dé algo de esperanzas, desde la religión hasta un carismático fascista que con el dedo les señala unos chivos expiatorios a quienes responsabilizar: la “ideología de género”, los inmigrantes, los chavistas, etc. Hitler culpaba a los comunistas y judíos, y la mayoría del pueblo alemán le creía.

4+ El cambio del electorado que hace un par de lustros confió en el PT, Lula y Dilma, para el caso brasileño, y ahora lo hace en Bolsonaro, no se debe al “éxito” de la política social de los gobiernos petistas, “que sacaron de la pobreza a millones”, sino todo lo contrario: es una prueba del fracaso del reformismo petista que no resolvió ningún problema de fondo y, por el contrario, quedó embarrado en la trampa de la corrupción. Si fuera como dice Borón, sucedería todo lo contrario a lo que señala: la gente seguiría votando por sus benefactores.

5+ Veinte años después de diversos tipos de regímenes “progresistas” en América Latina, el resultado es que: seguimos siendo la región con mayor desigualdad social del planeta, seguimos siendo países dependientes mono exportadores, sustentados sobre las rentas de las exportaciones de algún tipo de materias primas, las oligarquías tradicionales siguen ostentando el mismo o mayor grado de control económico y político.

6+ Los programas sociales (transferencias, como las llama el Banco Mundial), han sido solo un paliativo a la pobreza, pero no han modificado en absoluto las condiciones de vida, por ello es falso decir que se sacó a esas personas de la pobreza. Se les ayudó a sobrellevar la pobreza, que no es lo mismo.

7+ Los pueblos, convertidos en electores, buscan afanosamente una tabla de salvación frente a las desesperantes condiciones de vida que impone este capitalismo en decadencia. Los límites del “progresismo” han consistido en su incapacidad para romper los diques de la desigualdad y la explotación capitalista.

8+ Mientras hubo crecimiento económico, por los buenos precios de las materias primas, en especial el petróleo, el Estado dirigido por partidos progresistas tuvo suficiente para programas sociales y la acumulación capitalista.  Había la falsa ilusión de que se podía hacer un “capitalismo más humano”.

9+ Ahora que los precios de las exportaciones se fueron a pique y se vino el déficit fiscal, el imperialismo financiero impone los “ajustes”, los recortes de las ayudas sociales, para volcar todo lo posible a la ganancia empresarial. Se acabó la ilusión, vuelve el capitalismo descarnado. Ahora se evidencia que no ha cambiado nada y la situación de las mayorías sigue siendo desesperada. Eso lleva a los electores a buscar otras alternativas, especialmente aquellas muy apoyadas en los poderosos medios de comunicación, como Bolsonaro.

10+ Tal vez constituya una perogrullada, pero hay que decirlo: la única manera de enfrentar eficazmente a la extrema derecha y la burguesía que la sustenta es construyendo proyectos políticos anticapitalistas y, cuando se es gobierno, atreverse a la nacionalización de la banca, la gran industria y el comercio exterior apoyados en la movilización de la clase trabajadora organizada. Porque la alternativa sigue siendo “socialismo o barbarie” (Rosa Luxemburgo). La barbarie de este capitalismo decadente.

11+ Lo que ha fracasado y ha permitido el éxito de Bolsonaro, es apostar por una política de conciliación con la burguesía, en los marcos de una democracia burguesa representativa y controlada. Dándole a los trabajadores algunas ayudas sociales para no tocar el corazón del capitalismo. Ese sistema fue estable sólo en tiempos de bonanza capitalista, como en la fase del boom de la postguerra, sobre el que se sustentaron los gobiernos de la socialdemocracia europea, alternándose con liberales y socialcristianos. Pero en un momento de crisis profunda del capitalismo, la lucha de clases, la lucha por la renta nacional se dirime en la imposición de una de las dos clases sociales: o a través de un gobierno represivo de la burguesía, o a través de una verdadera revolución socialista obrera.

12+ Hoy es más acuciante que nunca la construcción de alternativas políticas consecuentemente anticapitalistas, con dirigentes honestos y probados, sin las máculas de la corrupción. Pero un prerrequisito de esto es un balance autocrítico de la fase populista o progresista anterior sin escurrir las responsabilidades políticas de los dirigentes, ni cargarlas sobre las espaldas de los sufridos pueblos.

Por supuesto, al margen de las diferencias que pueda haber, la tarea inmediata es procurar evitar el triunfo electoral de Bolsonaro, que puede terminar liquidando las conquistas democráticas del pueblo brasileño una vez que haya ganado, tal y como hizo Hitler en 1933. Lo cual requiere la unidad de fuerzas populares y democráticas, en torno al voto crítico a Fernando Haddad en la segunda vuelta. Voto crítico.