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Un Estado fallido planificado

www.rebelion.org/241014

El Estado se ha convertido en una institución criminal donde se fusionan el narco y los políticos para controlar la sociedad. Un Estado fallido que ha sido construido en las dos últimas décadas para evitar la mayor pesadilla de las elites: una segunda revolución mexicana.

“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, grita María Ester Contreras, mientras veinte puños en alto corean la consigna sobre el estrado de la Universidad Iberoamericana de Puebla, al recibir el premio Tata Vasco en nombre del colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (Fundem), por su trabajo contra las desapariciones forzadas. La escena es sobrecogedora, ya que los familiares, casi todas madres o hermanas, no pueden contener llantos y lágrimas cada vez que hablan en público en el XI Foro de Derechos Humanos.

Nada que ver con la genealogía de las desapariciones que conocemos en el Cono Sur. En México no se trata de reprimir, desaparecer y torturar militantes sino algo mucho más complejo y terrible. Una madre relató la desaparición de su hijo, un ingeniero en comunicaciones que trabajaba para IBM, secuestrado por el narco para forzarlo a construir una red de comunicaciones a su servicio. “Le puede tocar a cualquiera”, advierte, diciendo que toda la sociedad está en la mira y que, por lo tanto, nadie debería permanecer ajeno.

Fundem nace en 2009, en Coahuila, y ha logrado reunir a más de 120 familias que buscan a 423 personas desaparecidas, que a su vez trabajan con la Red Verdad y Justicia, que busca a 300 migrantes centroamericanos desaparecidos en territorio mexicano. “Daños colaterales” los llamó el expresidente Felipe Calderón, tratando de minimizar la tragedia de las desapariciones. “Son seres que nunca tuvieron que haber desaparecido”, replica Contreras.

Peor que el Estado Islámico

Un comunicado de Fundem, con motivo de la Tercera Marcha de la Dignidad celebrada en mayo, destaca que “según la Secretaría de Gobernación, hasta febrero de 2013, se contaban 26.121 personas desaparecidas”, desde que Calderón declaró la “guerra al narcotráfico” en 2006. En mayo de 2013, Christof Heyns, relator especial de ejecuciones extrajudiciales de las Naciones Unidas dijo que el gobierno reconoció 102.696 homicidios en el sexenio de Calderón (un promedio de 1.426 víctimas por mes). Pero en marzo pasado, tras 14 meses del actual gobierno de Peña Nieto, el semanario Zeta contabilizaba 23.640 homicidios (1.688 al mes).

La cadena informativa Al Jazeera difundió un análisis donde se comparan las muertes provocadas por el Estado Islámico (EI) con las masacres del narco mexicano. En Irak, en 2014, el EI ha acabado con la vida de 9.000 civiles, en tanto el número de víctimas de carteles mexicanos en 2013 sobrepasó las 16.000 (
Russia Today, 21 de octubre de 2014). Los carteles llevan a cabo cientos decapitaciones todos los años. Han llegado a desmembrar y mutilar los cuerpos de las víctimas, para después exponerlos para atemorizar a la población. “Con el mismo propósito, los carteles también atacan a niños y mujeres, y, al igual que el EI, publican las imágenes gráficas de sus delitos en las redes sociales”.

Muchos medios de comunicación han sido silenciados a través de sobornos o intimidaciones y desde 2006 los carteles han sido responsables del asesinato de 57 periodistas. El Estado Islámico asesinó dos estadounidenses, cuyos casos ganaron los grandes medios, pero pocos saben que los carteles mexicanos asesinaron 293 ciudadanos estadounidenses entre 2007 y 2010.

La pregunta no es, no debe ser, quiénes son más sanguinarios, sino porqué. Desde que sabemos que Al Qaeda y el Estado Islámico han sido creados por la inteligencia estadounidense, bien vale la pregunta sobre quiénes están detrás del narcotráfico.

Diversos estudios y artículos periodísticos de investigación destacan la fusión entre autoridades estatales y narcos en México. La revista Proceso destaca en su última edición que “desde el primer trimestre de 2013 el gobierno federal fue alertado por un grupo de legisladores, activistas sociales y funcionarios federales acerca del grado de penetración del crimen organizado en las áreas de seguridad de varios municipios de Guerrero”, sin obtener la menor repuesta (
Proceso, 19 de octubre de 2014).

Analizando los vínculos detrás de la reciente masacre de los estudiantes de Ayotzinapa (seis muertos y 43 desaparecidos), el periodista Luis Hernández Navarro concluye que el hecho “ha destapado la cloaca de la narcopolítica guerrerense” (
La Jornada, 21 de octubre de 2014). En ella participan miembros de todos los partidos, incluyendo al PRD, de centro izquierda, donde militaba el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, directamente implicado en la masacre.

Raúl Vera fue obispo en San Cristóbal de las Casas cuando la jerarquía decidió apartar de esa ciudad a Samuel Ruiz. Pero Vera siguió el mismo camino de su antecesor y ahora ejerce en Saltillo, la ciudad del estado de Coahuila de donde provienen varias madres que integran Fundem. Ellas no tienen local propio y re reúnen en el Centro Diocesano para los Derechos Humanos. El obispo y las madres trabajan codo a codo.

En 1996 Vera denunció la masacre de Acteal, donde 45 indígenas tzotziles fueron asesinados mientras oraban en una iglesia de la comunidad, en el estado de Chiapas, entre ellas 16 niños y adolescentes y 20 mujeres. Pese a que la masacre fue perpetrada por paramilitares opuestos al EZLN, el gobierno intentó presentarlo como un conflicto étnico.

Controlar la sociedad

Por su larga experiencia, sostiene que la masacre de Ayotzinapa, “es un mensajito al pueblo, es decirnos: vean de lo que somos capaces”, como sucedió en San Salvador Atenco en 2006, cuando militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, que participaban en La Otra Campaña zapatista, fueron brutalmente reprimidos con un saldo de dos muertos, más de 200 detenidos, 26 de ellas violadas. El gobernador a cargo del entuerto era Enrique Peña Nieto, el actual presidente.

Esos “mensajes” se repiten una y otra vez en la política mexicana. El padre Alejandro Solalinde, quien participó en el Foro de Derechos Humanos, coordina la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano y dirige un alberque para migrantes que pasan por México hacia Estados Unidos, asegura que recibió información de que los estudiantes fueron quemados vivos. Luego de ser ametrallados, los heridos fueron quemados, como le relataron policías que participaron en los sucesos y “reventaron por conciencia” (
Proceso, 19 de octubre de 2014).

Si el modo de asesinar revela un claro mensaje mafioso, deben develarse los objetivos, hacia quiénes apuntan y porqué. La respuesta viene de la mano del obispo Vera. Destaca la íntima relación entre los carteles y las estructuras política, judicial y financiera del Estado, al punto que es imposible saber dónde comienza uno y acaba el otro. Constatar esa realidad lo lleva a asegurar que los dirigentes de su país “son el crimen organizado” y que, por lo tanto, “no estamos en democracia” (
Proceso, 12 de octubre de 2014).

Pero el obispo enfoca su reflexión hacia un punto neurálgico que permite desatar el nudo. “El crimen organizado ha ayudado al control de la sociedad y por eso es socio de la clase política. Ellos han conseguido que el pueblo no se organice, no crezca”. Palabras más o menos, es lo mismo que ha señalado el subcomandante Marcos.

Por último, no se trata de una confluencia casual sino de una estrategia. Uno de sus constructores sobre el terreno, es el general Oscar Naranjo, quien fue uno de los más destacados “arquitectos de la actual narcodemocracia colombiana” bajo el gobierno de Álvaro Uribe, como lo denunciara Carlos Fazio (
La Jornada, 30 de junio de 2012). Naranjo, un protegido de la DEA y “producto de exportación” de Estados Unidos para la región, se convirtió en asesor del gobierno de Peña Nieto.

Fazio destaca una información de The Washington Post donde el rotativo asegura que “siete mil policías y militares mexicanos fueron entrenados por asesores colombianos”. No hace falta hacer volar la imaginación para descubrir dónde se comenzó a fabricar el Estado fallido mexicano.


Pero hay más. “El gobierno de Estados Unidos ha ayudado a algunos cárteles a través de la Operación Rápido y Furioso”, por la cual “involuntariamente” dos mil armas fueron a parar a manos de los narcos, recuerda la página antiwar.com. Es posible, reflexionan sitios dedicados al análisis estratégico como el europeo dedefensa.org, que el caos mexicano sea favorecido por la creciente parálisis de Washington y la cacofonía que emiten sus diversos y contradictorios servicios. Sin embargo, todo indica que hay algo deliberado. Que pueda volverse boomerang a través de su extensa y porosa frontera, tampoco debería ponerse en duda. 

Cómo piensa la clase dominante

Raúl Zibechi
www.jornada.unam.mx/031014

La crisis sigue develando todo aquello que permanecía oculto en los periodos de normalidad. Esto incluye los proyectos estratégicos de la clase dominante, su forma de ver el mundo, la apuesta principal que hacen para seguir siendo clase dominante. Este es, a grandes rasgos, su objetivo central, al que subordinan todo lo demás, incluyendo los modos capitalistas de reproducción de la economía.

Puede pensarse que la crisis es apenas un paréntesis luego del cual todo seguiría, más o menos, como funcionaba antes. No es así. La crisis no es sólo un revelador, sino el modo en que los de arriba están remodelando el mundo. Porque la crisis es, en gran medida, provocada por ellos para mover de lugar o hacer desaparecer lo que limita sus poderes. Básicamente, los sectores populares, indígenas, negros y mestizos en nuestro continente.

Por otro lado, una crisis de esta envergadura (se trata de un conjunto de crisis que incluyen crisis/caos climático, ambiental, sanitario y, lo que atraviesa todo, crisis de la civilización occidental) significa mutaciones más o menos profundas de las sociedades, de las relaciones de fuerzas y de los polos de poder en el mundo, en cada una de las regiones y países. Me parece necesario abordar tres aspectos, que no agotan todas las novedades que aporta la crisis pero son, a mi modo de ver, los que más pueden influir en las estrategias de los movimientos antisistémicos.

En primer lugar, lo que llamamos economía ha sufrido cambios de fondo. Un cuadro elaborado por la economista Pavlina Tcherneva, con base en los estudios sobre la desigualdad de Thomas Piketty, revela cómo está funcionando el sistema desde la década de 1970, agravado por la crisis de 2008 (www.vox.com/xpress/2014/9/25/6843509/income-distribution-recoveries-pavlina-tcherneva).

El cuadro abarca 60 años de la economía estadunidense, desde 1949 hasta la actualidad. Describe qué parte del crecimiento de los ingresos es apropiada por el 10 por ciento más rico, y cuánto le corresponde al 90 por ciento restante. En la década de 1950, por ejemplo, el 10 por ciento rico se apropiaba de entre el 20 y el 25 por ciento de los nuevos ingresos anuales. Así funciona una economía capitalista normal, que consiste en una apropiación mayor por los empresarios del fruto del trabajo humano, que Marx denominó plusvalor. Es la acumulación de capital por reproducción ampliada.

A partir de 1970 se produce un cambio importante que es bien visible en la década de 1980: el 10 por ciento rico empieza a apropiarse del 80 por ciento de la riqueza y el 90 por ciento se queda apenas con 20 por ciento de lo que se genera cada año. Este periodo corresponde a la hegemonía del capital financiero, lo que David Harvey ha llamado acumulación por desposesión o despojo.

Pero algo extraordinario se produce desde 2001. Los ricos se quedan con todos los nuevos ingresos y, desde 2008, arrebañan además una parte de lo que tenía el 90 por ciento, como ahorros o bienes. ¿Cómo denominamos a este modo de acumulación? Es un sistema que ya no es capaz de reproducir las relaciones capitalistas porque consiste en el robo.

El capitalismo extrae plusvalor y acumula riqueza (aún por desposesión), pero expandiendo las relaciones capitalistas, por eso se asienta en el trabajo asalariado y no en el trabajo esclavo (debo estas reflexiones a Gustavo Esteva, quien las formuló en los días de la escuelita zapatista y en posteriores intercambios).

Es probable que estemos ingresando en un sistema peor aún que el capitalismo, una suerte de economía de robo, más parecida a la forma como funcionan las mafias del narcotráfico que a los modos empresariales que conocimos en la mayor parte del siglo XX. Es probable, también, que esto no haya sido planificado por la clase dominante, sino sea el fruto de la búsqueda desmesurada de lucros en el periodo financiero y de acumulación por desposesión, que ha engendrado una generación de buitres/lobos incapaces de producir otra cosa que no sea destrucción y muerte a su alrededor.

En segundo lugar, que el sistema funcione de este modo implica que los de arriba han decidido salvarse a costa de la entera humanidad. En algún momento hicieron una ruptura afectiva con los demás seres humanos y están dispuestos a producir una hecatombe demográfica, como sugiere el cuadro mencionado. Lo quieren todo.
Por lo mismo, el modo en que está funcionando el sistema es más apropiado denominarlo cuarta guerra mundial (como el subcomandante insurgente Marcos) que acumulación por desposesión, porque el objetivo es la humanidad entera. Parece que la clase dominante decidió que con el actual grado de desarrollo tecnológico puede prescindir del trabajo asalariado que genera riquezas, y ya no depende de consumidores pobres para sus productos.

Más allá de que esto sea un delirio inducido por la soberbia, parece evidente que los de arriba no pretenden ordenar el mundo según sus viejos intereses, sino generar regiones enteras (y a veces continentes) donde reine el caos absoluto (como tiende a suceder en Medio Oriente) y otras de seguridad absoluta (como partes de Estados Unidos y Europa, y los barrios ricos de cada país).

En suma, han renunciado a la idea de una sociedad, idea que es sustituida por la imagen del campo de concentración.

En tercer lugar, esto tiene enormes repercusiones para la política de los de abajo. La democracia es apenas un arma arrojadiza contra los enemigos geopolíticos (empezando por Rusia y China), que no se aplica a los regímenes amigos (Arabia Saudita), pero ya no es aquel sistema al que alguna vez otorgaron alguna credibilidad. Lo mismo debe decirse del Estado-nación, apenas un obstáculo a superar como lo demuestran los ataques en Siria violando la soberanía nacional.


No nos cabe otro camino que organizar nuestro mundo, en nuestros espacios/territorios, con nuestra salud, nuestra educación y nuestra autonomía alimentaria. Con nuestros poderes para tomar decisiones y hacerlas cumplir. O sea, con nuestras propias instituciones de autodefensa. Sin depender de las instituciones estatales.

Afganistán, las interminables intervenciones del exterior

Immanuel Wallerstein
www.jornada.unam.mx/121014

¿Cuándo comienza esta historia? Es difícil decidirlo. La historia moderna comenzó en el siglo XIX, cuando los británicos y los rusos pelearon en el gran juego, compitiendo por influir y controlar Afganistán. Lucharon directamente y mediante apoderados afganos. Los británicos piensan haberlo hecho mejor, pero esto fue en gran medida una mera ilusión. Yo diría que fue un empate.

En la década de los 60, el juego recomenzó con la llegada al poder de un gobernante que buscó instituir una nueva Constitución liberal. Fracasó, pero abrió el camino para que emergieran partidos a la izquierda y a la derecha. Su sucesor, Mohamed Daoud, fue derrocado en 1978 por el Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), en la actualidad un partido comunista. El PDPA estableció un régimen totalmente laico, con igualdad total para las mujeres. Había recomenzado el gran juego. La Unión Soviética respaldó el régimen del PDPA y Estados Unidos (sucesor de Gran Bretaña) respaldó a los mujaidines que lucharon contra él y en favor de un régimen islamita.

En 1979, la Unión Soviética envió tropas para ayudar a que el régimen del PDPA se mantuviera en el poder. La intervención soviética resultó contraproducente y eventualmente los soviéticos retiraron las últimas de sus tropas hacia febrero de 1989. No obstante, el PDPA se las arregló para mantenerse hasta 1992.

Durante los cuatro años siguientes, varios grupos que se habían opuesto al régimen del PDPA lucharon unos con los otros. Un grupo que emergió con fuerza se llamaba a sí mismo Talibán y buscó reunificar el país bajo una estricta ley de la sharia en un régimen encabezado por el Mullah Omar. El régimen talibán fue especialmente rudo con las mujeres, casi encerrándolas en sus hogares, y clausuró todas las oportunidades educativas.

Septiembre de 2001 fue un momento fatídico. Los talibanes pudieron asesinar al único oponente principal que les quedaba en Afganistán dos días antes del ataque de Al Qaeda en Estados Unidos el 11 de septiembre. La serpiente le había despertado a Estados Unidos.

Habiendo ayudado a los mujaidines a volverse una fuerza importante para combatir la influencia soviética, ahora se encontraban con que este grupo estaba en el poder en Afganistán y daba refugio a Osama Bin Laden, el presunto perpetrador de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos.

Así que de nuevo llegaba una importante intervención del exterior, esta vez de Estados Unidos contra los talibanes. La situación geopolítica se tornó bastante complicada. Los principales aliados estadunidenses en la región –Pakistán y Arabia Saudita– respaldaban a los talibanes. Los principales oponentes de Estados Unidos en la zona –Irán y Rusia– se alinearon con Estados Unidos en su oposición a los talibanes.

La estrategia estadunidense fue la de ayudar a instalar a Mohamed Karzai como gobernante interino y luego como presidente electo de un nuevo régimen. La mayor virtud de Karzai era ser pashtún en términos étnicos, y por tanto de la misma tierra que era corazón de las fuerzas talibanes. El problema, de nueva cuenta, era que la serpiente podía despertar. Al paso de los años, Karzai comenzó a estar más y más incómodo con la presencia de Estados Unidos y en particular con sus métodos militares. Para 2012, era ya abiertamente muy crítico de Estados Unidos y hablaba de negociaciones políticas con los talibanes.

El presidente estadunidense Barack Obama había llegado al poder en 2009, llamando guerra buena a la intervención en Afganistán (en contraste con la de Irak). Sin embargo, también prometió retirar todas las fuerzas estadunidenses (o casi todas) para el momento en que abandonara el cargo. Esto resultó ser una vana promesa en tanto las fuerzas talibanes crecieron constantes en fuerza y el gobierno y el ejército afganos no fueron lo suficientemente fuertes para contener a los resurgentes talibanes. Estados Unidos quiso dejar tropas en el país para entrenamiento pero Karzai se negó a firmar el protocolo que habría permitido que las tropas estadunidenses permanecieran.

No obstante, en 2014 Karzai se bajó al final de su segundo periodo en el cargo y permitió elecciones entre Ashraf Ghani (visto como el preferido de Karzai para sucederlo, además de ser pashtún) y Abdullah Abdullah (cuya madre es étnicamente tajik, la etnia con la que él se identifica). Abdullah había sido un fiero oponente de Karzai. Los resultados de la elección presidencial fueron muy cuestionados. Pero al final Ghani y Abdullah entraron en el frágil acuerdo de compartir el poder: Ghani como presidente y Abdullah como el equivalente a un primer ministro. Muchos observadores son escépticos de que el acuerdo dure mucho tiempo.

Ghani prometió firmar el protocolo con Estados Unidos que Karzai no quiso, tomando a la vez algo de distancia de Estados Unidos. Ghani mismo pasó muchos años en Estados Unidos, tiene la ciudadanía afgana, pero también la estadunidense y ha trabajado por años en el Banco Mundial. No es un radical en modo alguno.

Ghani llamó de inmediato a negociar con los talibanes, como lo había hecho Karzai. Los talibanes lo rechazaron con prontitud, y su vocero dijo: Ashraf Ghani fue designado por los estadunidenses en la Embajada. Es un títere y no tiene derecho a invitarnos a unas pláticas de paz.


Afganistán ha continuado rechazando, durante dos siglos, las intervenciones del exterior, de forma abierta y encubierta. Siempre que los intrusos extranjeros parecían haber ganado, pronto se daban cuenta que no habían obtenido nada. Peor aún, sus intervenciones parecen voltear en su contra a los afganos a los que apoyaban. Hay pocas razones para asumir que los extranjeros logren más ahora que en el pasado. ¿Pero se dan cuenta de esto quienes intervienen desde fuera?

Sobre gramática y feministas

En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".

¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene identidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente".

Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.

Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

Les propongo que pasen el mensaje a sus amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).

Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto.

Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!


NO ES LO MISMO TENER UN CARGO PÚBLICO QUE SER UNA CARGA PÚBLICA.

¿Asilarse o indocumentarse? He ahí el dilema

José Luis Rocha
www.envio.org.ni/sept.2014

La diferencia entre los millones de indocumentados que evadieron los controles migratorios y los miles de migrantes que piden asilo consiste en que quienes aplican al asilo han cedido a “la migra” y a los jueces la última palabra sobre su posibilidad de permanecer en Estados Unidos y en cambio, los indocumentados no renunciaron a esa palabra y se están concediendo esa posibilidad por sus propias manos. Por cada migrante indocumentado que detiene “la migra”, otros tres logran entrar a Estados Unidos.

Muchos de los migrantes centroamericanos que recién cruzan la frontera mexicano-estadounidense y también algunos que llevan meses o años viviendo en Estados Unidos se enfrentan a un dilema: Entregarse a “la migra” o seguir su camino por su cuenta y riesgo. Ponerse en manos de la lotería de los funcionarios de inmigración del ICE para aplicar al asilo o huirle como a la peste a las autoridades migratorias. He ahí el dilema: aplicar a un improbable asilo o continuar con la incertidumbre de ser un indocumentado que no sabe si esa noche truncarán su sueño americano.

¿ENTREGARSE A “LA MIGRA” O AGUANTAR?

La combinación de cardos que erizan de obstáculos y de pétalos que suavizan las políticas migratorias ha creado ese dilema. Y es difícil dar una respuesta certera a cada persona. Benito -quiché guatemalteco con más de siete años de vivir en Los Ángeles- me preguntó: “¿Qué te parece si voy a la migra y me entrego para pedir asilo? Mi pueblo vive violencia y vivió un genocidio”. Reboté su pregunta a un abogado experto en migración y muy comprometido con los centroamericanos. Sin vacilar me respondió: “Mi recomendación es que aguanten, que sigan como están hasta que la reforma migratoria los ayude a regularizarse”.

La ley sólo exceptúa los nítidos casos de DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), el memorándum por el que en 2012 Obama permite la suspensión de deportación a migrantes de 15 años o más, bachilleres (o en proceso de serlo), llegados a Estados Unidos antes de los 16 años y antes de junio de 2012, que cancelen los 465 dólares de la aplicación. Menos del 10% de los indocumentados son potenciales beneficiarios de DACA. Lo que denota la opinión del abogado -para muchos absurda e incluso apologética del delito- es que lo que puede ser una solución para algunos migrantes no necesariamente lo es para todos.

LA LEY DE REFUGIO DE 1980: POCAS APROBACIONES Y MUCHOS RECHAZOS

La historia de la institución del refugio y sus cifras nos muestran que el reconocimiento oficial como asilados o refugiados no es un beneficio al que pueda aspirar el grueso de los centroamericanos que llegan sin papeles a Estados Unidos. La figura del refugiado es relativamente nueva. Hizo su aparición tras la Primera Guerra Mundial, cuando los tratados de paz y la caída de los imperios ruso, austro-húngaro y otomano alteraron el orden demográfico y territorial de la Europa centro-oriental. En un lapso muy reducido, se desplazaron de sus países un millón y medio de rusos blancos, 700 mil armenios, 500 mil búlgaros, un millón de griegos y cientos de miles de alemanes, húngaros y rumanos. En Estados Unidos el refugio fue refrendado legalmente de forma muy tardía.

La ley de refugio de 1980 fue la primera enmienda comprehensiva en Estados Unidos de la ley de migración. Fue una enmienda diseñada para hacer frente a los nuevos conflictos bélicos con una política clara y soluciones flexibles a fin de adaptarse a las condiciones cambiantes de un mundo turbulento, según afirmó Maurice A. Roberts, conocido como “el decano de la ley migratoria”.

Sin embargo, las tasas de éxito de las aplicaciones al refugio y las formas de argumentar de los organismos humanitarios -que no apelan al corazón de la ley de refugio, sino a la piedad hacia los niños migrantes que llegan sin compañía hasta la frontera- no son un indicador de su claridad y flexibilidad. Los abogados migratorios tampoco corroboran el optimismo de quien fuera uno de los cerebros tras esa ley. Las cifras dicen que los casos de asilo ganados por los centroamericanos son casi insignificantes comparados con las miles de solicitudes.

En términos generales, en Estados Unidos las tasas de aprobación del asilo y del refugio han exhibido una marcada tendencia a la baja y a ser bajas. El presidente Carter despidió su mandato con el 55%, y promedió 50% en toda su administración. En 1980 dio refugio a 207,116 damnificados por diversos conflictos bélicos, un récord histórico imbatible hasta la fecha. Reagan bajó las aprobaciones a 27% en su primer período y cerró su segunda ronda con 37%, pese a que su mandato empezó después de que entrara en escena la ley de refugio de 1980.

Bajo la administración Reagan, la mayor parte de la década de los 80 fue relativamente pobre en admisión de refugiados, pese a las intervenciones directas del ejército estadounidense en Grenada, Panamá, Líbano y Sinaí; a la recurrente presencia de asesores militares en Honduras, El Salvador, Colombia, Bolivia y Perú; y a las operaciones navales y aéreas en el Golfo Pérsico, Irán, Libia, Egipto y Filipinas. La identificación militar de eventos conflictivos -luego agravados con las intervenciones estadounidenses- no ha trotado al mismo ritmo que la disposición de recibir a las víctimas de esos eventos. Probablemente esta asimetría es síntoma de un alto grado de autocomplacencia estadounidense en su rol como exportador de la democracia: si las intervenciones instauran o restauran la democracia, ¿qué sentido tiene recibir a refugiados de los países intervenidos?

La administración de Bush padre fue en términos absolutos más generosa en la provisión de refugio con 458,073, un promedio anual de 114,518, cifra que superó con creces los 82,478 anuales que redondeó Reagan. Después de 88,006 refugiados anuales con Clinton, Bush hijo bajó a los 47,500 que han sido el promedio más deprimido. Y en 2002 desplomó las concesiones de refugio a 26,788, la cifra más exigua de acogidos en Estados Unidos desde que rige la ley de 1980. En 2009-2012, Obama ha promediado 65,615.

Las tasas de aprobación y rechazo de las solicitudes suelen variar mucho de una a otra de las ocho oficinas donde se tramita el asilo en Estados Unidos. En 1996, San Francisco, Arlington y Miami tuvieron las mayores tasas de aprobación: 45, 32 y 30%. Newark, Los Ángeles y Houston registraron las menores tasas: 12, 14 y 20%. En 2004, la oficina de San Francisco aprobó el 47% de los casos. Arlington y Miami la siguieron de cerca con un 40%. En contraste, Houston y New York destacaron con su 19 y 18%. Esta desconcertante variedad de tasa es un indicio de discrecionalidad. También implica que la distribución geográfica de los migrantes tiene un impacto sobre sus posibilidades de obtener asilo. Y puede servir como indicador para los migrantes de dónde aplicar y dónde no. En cualquier caso, queda claro que la vía del asilo está pespunteada de baches.

UN COLADOR CADA VEZ MÁS RÍGIDO

La membrana coladora de refugiados ha ganado rigidez en las dos últimas administraciones. El gobierno de Estados Unidos parece haber decidido que el tiempo del refugio quedó atrás. Y aunque salvadoreños, guatemaltecos y hondureños se encuentran entre las diez nacionalidades más beneficiadas por el asilo en Estados Unidos, junto a chinos y mexicanos (un ranking notorio si consideramos la brecha entre los volúmenes poblacionales de estos dos países y los de las pequeñas naciones centroamericanas), las reducidas aprobaciones de las cada vez más numerosas peticiones de asilo indican que la voluntad de acogida es insuficiente.

En los diez años que van de 2003 a 2012, Estados Unidos apenas aprobó 9,656 solicitudes de los cuatro países más afectados por la guerra de los años 80 y por la violencia actual. En esos diez años deportó a 623,408 personas de esas nacionalidades. Eso nos da una idea del mensaje: el refugio no es una puerta de ingreso, sino una diminuta escotilla para una reducida selección.

Para entender cuán estrecha es esa selección, tomemos la serie que va de 2012 a 2006, el año en que ACNUR empezó a proporcionar el suficiente nivel de desagregación de las variables. En ese lapso Estados Unidos recibió 48,550 peticiones de asilo de salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. Solamente aprobó 7,541 solicitudes, el 15.5%. El monto de las solicitudes aumenta cada año, pero las tasas de aprobación han ido descendiendo desde el 27% en 2006 hasta el 9 y 10% de 2011 y 2012.

EL “GRAN CASO”

En cierta forma, las políticas de asilo y refugio de Estados Unidos pueden ser relacionadas con una tácita admisión de su responsabilidad en los conflictos. Por eso, la concesión del asilo se vincula al cálculo geopolítico y a la presión de las condiciones internas. En ausencia de presiones, las cortes migratorias regatean el asilo apelando a los exigentes entresijos de la ley. No a su flexibilidad. Por eso el gobierno estadounidense concedió a cuentagotas el refugio a salvadoreños y guatemaltecos en los años 80 -al 3% de los solicitantes o menos-, aduciendo que no eran refugiados, hasta que una coalición de la sociedad civil, liderada por iglesias evangélicas, interpuso una demanda que fue aprobada en enero de 1991: American Baptist Churches versus Thorn-burgh Settlement Agreement (ABC).

Después de casi seis años de arduas y complejas argumentaciones, las iglesias le torcieron el brazo al fiscal general y al director de migración para conseguir simplemente la aplicación de la ley de refugio, un triunfo que en sustancia se apoyó en la bárbara represión que guatemaltecos y salvadoreños padecían en sus países y que hasta entonces no era reconocida por el gobierno estadounidense.

No está claro que el actual enfoque en los menores no acompañados que llegan a la frontera -minoría entre los centroamericanos que huyen de la violencia, y que no son tan menores- sea una mejor táctica. Sólo está claro que aquel único tanto que la sociedad civil estadounidense se ha marcado a favor de los refugiados salvadoreños y guatemaltecos apuntó hacia la médula de la ley de refugio: acoger a las víctimas de la violencia.

Al acuerdo de la ABC apeló William, un salvadoreño que vive en Los Ángeles y asesora un grupo juvenil de indígenas quichés. Llegó a Estados Unidos a los 16 años siendo un menor. Hoy tiene 50 años. En cuanto pudo se acogió a ABC y no a ninguna iniciativa que beneficiara a los migrantes menores.

EN EL RÍO REVUELTO DE HOY

La insistencia en el drama de los menores ha revuelto el río de las discusiones migratorias de tal manera que, por el momento, sólo los pescadores republicanos han obtenido ganancias. Cuando el fiscal general Eric Holder anunció que un partenariado con AmeriCorps -programa federal que ofrece representación legal a niños indocumentados- garantizaría “los derechos de los miembros más vulnerables de la sociedad” y que “la manera en que tratamos a los más necesitados, especialmente a los jóvenes que deben enfrentar procesos por haber migrado -muchos de los cuales están huyendo de la violencia, la persecución, el abuso o el tráfico- toca el núcleo de lo que somos como nación”, no hizo una declaración efectiva, sino una que atizó el fuego xenófobo de quienes, como Ryan Lovelace, columnista de la National Review, opinan que esas declaraciones y la posibilidad de suspender un proceso de deportación acogiéndose a la DACA servían como un imán para atraer ilegales.

Quizás al señor Lovelace no le falte razón: la desproporción entre la cantidad de menores detenidos en Estados Unidos y en México es llamativa. Los menores no acompañados de Guatemala, Honduras y El Salvador tienen en Estados Unidos mucho mayor peso porcentual dentro del total de detenidos. En 2013 fueron 20,805 de los 106,420 deportados (19.5%). Ese año, en México sólo fueron 5,389 de 77,232 (7%). El año anterior las proporciones habían sido del 11 y el 4% en Estados Unidos y México respectivamente.

¿Significa esto que algunos migrantes se están poniendo en manos de las autoridades migratorias, apelando al amparo de una legislación y unos procedimientos temporalmente benévolos? Es posible. Si es así, fue una táctica efectiva hasta que la administración Obama reculó y nuevamente hizo alarde del rigor con que aplicaban la ley, insistiendo en que los niños serían devueltos a sus países de origen.

LOS “SIN PAPELES” SE CONVIERTEN EN LOS “SIN PALABRA”

Zygmunt Bauman sostiene que “los refugiados son residuos humanos, incapaces de desempeñar ninguna función de utilidad en el país al que han llegado y en el que permanecen de manera temporal, y sin ninguna intención ni perspectiva realista de verse asimilados e incorporados al nuevo cuerpo social”.

En un ensayo titulado We Refugees, que Hannah Arendt escribió en 1943, dos años después de su arribo a Estados Unidos, difícilmente podía imaginar una actitud más peligrosa que la discriminación que la sociedad aplica como un arma y que permite matar sin derramar sangre debido a que los pasaportes y certificados de nacimiento, habían dejado de ser documentos formales para convertirse en un asunto de distinción social.
Años después, en Los orígenes del totalitarismo, Arendt afirmó que la fundamental privación de derechos humanos se manifiesta primero y ante todo en la privación de un lugar en el mundo donde las opiniones sean significativas y las acciones efectivas. Quienes carecen de derechos humanos son privados “no del derecho a pensar lo que les plazca, sino del derecho a opinar”.

Esta visión retoma el retrato del destierro que Eurípides plasmó en la tragedia Fenicias, en el diálogo sobre las penurias del exilio entre el desterrado Polinices y su madre Yocasta:
“Yocasta- ¿Cuál es su rasgo esencial? ¿Qué es lo más duro de soportar para los desterrados?
Polínices- Un hecho es lo más duro: el desterrado no tiene libertad de palabra.
Yocasta- Eso que dices es propio de un esclavo: no decir lo que piensa”.

La parresía -libertad de palabra, de decirlo todo o la libertad de opinar sin restricciones- distinguía al ciudadano griego de los esclavos y los bárbaros. El parresiastés es aquel que dice la verdad. Según Foucault, el que dice lo que debe decirse y para los otros resulta desconcertante “no tanto por la aceptación o la coincidencia con lo que se dice, un cierto estar de acuerdo, sino porque convoca a una tarea” y porque transmite “una incitación en la que de tal modo llama la verdad que pone en acción hacia sí, procura condiciones para el cuidado de sí, es un discurso como mano amiga que acompaña y desafía”.

Pero dice su verdad porque tiene ese derecho. La condición del exilio produce los parresiasless, los no autorizados para decirlo todo. Los “sin papeles” se convierten en “sin palabra”. Ni siquiera -o sobre todo- la palabra que concierne a su destino. Y ése es el rasgo que Polinices considera la mayor privación de los desterrados. “Si no se tiene el derecho de hablar libremente -sostiene Foucault, explicitando el argumento de Polinices-, se es incapaz de ejercer ningún tipo de poder, y de este modo se está en la misma situación que un esclavo”.

EL REFUGIADO: ¿EL NO CIUDADANO?

Y eso es lo que ocurre, según Giorgio Agamben, en el sistema del Estado-nación, donde “los pretendidos derechos sagrados e inalienables del hombre aparecen desprovistos de cualquier tutela y de cualquier realidad desde el momento mismo en que deja de ser posible configurarlos como derechos de los ciudadanos de un Estado”.

La presunta universalidad de los derechos humanos queda así constreñida a la función histórica: la inscripción de la criatura humana en el orden jurídico-político del Estado-nación. Por efecto de esta biopolítica, el nacimiento es el portador inmediato de la soberanía, pero el ser humano como tal -supuesto portador de esos derechos- se disipa para dar paso al ciudadano. El nacimiento aparece como base de los derechos, pero el ejercicio de esos derechos está ligado a la nación. Por eso el refugiado, en el que nación y nacimiento están disociados, muestra la oculta vulnerabilidad de la vida desnuda. El refugiado “representa la primera y única aparición real del hombre sin la máscara del ciudadano que constantemente le encubre”.

El refugiado es una figura inquietante porque muestra cómo el ordenamiento jurídico del Estado-nación rompe la identidad entre hombre y ciudadano. Partiendo de que el exilio es la figura de la vida en su inmediata y originaria relación con el poder soberano, Agamben sostiene que el refugiado es la única categoría en la que hoy nos es dado entrever las formas y los límites de la comunidad política por venir. El refugiado podría ser, a su juicio, la única figura a partir de la cual reconstruir la filosofía política, una vez que nos decidamos a abandonar sin reservas los conceptos fundamentales con los que hasta ahora hemos representado a los sujetos de lo político: el Hombre, el ciudadano con sus derechos, el pueblo soberano, el trabajador...

El planteamiento de Agamben pierde capacidad explicativa no porque sea inútil cuando habla de la total carencia de derechos, como sostienen los críticos que lo rebaten echando mano del inalienable derecho a tener derechos que asiste a todos, según Arendt, sino por haber elegido una metáfora equivocada: la condición de exiliado no remite a la vida desnuda, sino a la carencia de palabra, a no poder decir y decidir sobre el propio destino, a una condición política que se ubica más allá de la política, como la del esclavo en la Grecia antigua, según sostuvo hace más de dos mil cuatrocientos años Eurípides por boca de Polinices.


CON SU PALABRA Y POR SUS PROPIAS MANOS

La mayoría de los centroamericanos que ingresan a Estados Unidos optaron por no ceder esa palabra y así eligieron ante la disyuntiva de “asilarse” o “indocumentarse”. La diferencia entre los millones de indocumentados que evadieron los controles migratorios y los miles de aplicantes al asilo consiste en que los aplicantes han cedido a los jueces y a otros funcionarios de migración la última palabra sobre su posibilidad de permanecer en Estados Unidos.

Los indocumentados no renunciaron a esa palabra. La mayoría de los centroamericanos se están concediendo el refugio por su propia mano. Las indocumentadas y los indocumentados distribuidos en miles de ciudades de Estados Unidos tienen en común no haber renunciado a decir su palabra. Se niegan a ser homo sacer, consagrados a la muerte en la que a veces se convierte su deportación. No le cedieron al Estado todo el derecho a decidir sobre su futuro inmediato.

Agamben afirma que “la supervivencia política de los hombres sólo es pensable hoy en una tierra donde los espacios de los Estados hayan sido perforados y topológicamente deformados y en que el ciudadano haya sabido reconocer al refugiado que él mismo es”.

POR CADA DETENIDO Y EXPULSADO ENTRAN Y SE QUEDAN TRES

Lo que está ocurriendo es que son los indocumentados quienes perforan y penetran los espacios de los Estados y reconocen a los ciudadanos en potencia que ellos mismos son. Por lo pronto, los migrantes se están tomando los espacios por su propia mano. Los 11,598 centroamericanos que solicitaron asilo en Estados Unidos en 2013 probablemente apenas representan el 3% de los que entraron ese año sin papeles. La migra mexicana calcula que por cada detenido hay tres migrantes más que se escaparon del alargado colador de migrantes en que por voluntad de sus políticos se ha convertido México. Y en Estados Unidos, entre 1990 y 2010 se expulsó a un promedio de casi 180 mil migrantes por año, pero en ese lapso lograron entrar 8 millones, casi 381 mil cada año.

Tampoco es el asilo el principal peldaño previo a la residencia: los 3,623 refugiados/asilados salvadoreños que obtuvieron un ajuste de estatus como residentes apenas representaron el 2.5% de los 146,980 salvadoreños que entre 1991 y 1996 se asentaron legalmente en Estados Unidos. Ni siquiera en su edad de oro -con la implementación de la ley de refugiados de 1980- el asilo/refugio fue una vía masiva hacia el establecimiento legal en Estados Unidos. Entre 1987 y 1996, sólo 31,921 refugiados y asilados centroamericanos accedieron a la residencia permanente.

Esta cifra representó apenas el 5% de los 589,577 centroamericanos legalmente admitidos, cifra que incluye a los centroamericanos que ingresaron por la puerta grande abierta a los familiares inmediatos de ciudadanos estadounidenses (cónyuges, hijos o padres). También equivale a sólo el 3.5% de los indocumentados que había en 1996, lo cual da una idea de lo lejos que estaba de ser una solución a la indocumentación ese ajuste de estatus. De hecho, los centroamericanos que desde los años 70 hasta 2004 usaron la ruta del refugio como vía de acceso a la residencia apenas equivalen al 6% de los 660 mil centroamericanos indocumentados de 1996.

Mientras sigue la tercia de tirios y troyanos en la que republicanos y demócratas están enzarzados, los centroamericanos, que merecen el refugio por tantas y tantas razones, y a quienes se les otorga con mezquina tibieza, siguen ganándose esos espacios por sí mismos, con su palabra y por sus propias manos.




MIEMBRO DEL CONSEJO EDITORIAL DE ENVÍO. INSTITUTO DE SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD PHILIPPS, MARBURG.

"Regrésenlos" (discurso de Elena Poniatowska en el Zócalo)

www.jornada.unam.mx/271014

Asamblea nacional de Morena en el Zócalo del DF. Foto La Jornada
Hoy, domingo 26 de octubre, a un mes de la ausencia de los 43 muchachos desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa por la Policía Municipal de Iguala, Guerrero, reclamamos aquí en el centro del país, en la capital de México, la presencia de los muchachos y pedimos a cielo abierto y en voz alta: “Regrésenlos”.

La Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero es muy pobre pero es el único lugar donde los que nada tienen pueden recibir una educación superior gratuita. Es la única opción de los campesinos que han escogido ser maestros rurales. Las habitaciones de los estudiantes de la Normal evidencian la miseria, el abandono de los muchachos. Su comida también. Cuando a uno de ellos le sirvieron leche exclamó que era la primera vez que la veía y sonrió al decir que le gustaba. Así como la leche, son muchos los alimentos que los chavos desconocen. Sus camisetas, sus mochilas, sus suetercitos recargados en los muros de su cuarto vacío, sus utensilios de plástico, todos son prendas de pobre.

Ya es hora de que en México hablen los pobres, ya es hora de que los ciudadanos se manifiesten por encima de los partidos. Ya es hora de que seamos consultados. Ser consultado es un derecho político que demandamos desde hace mucho tiempo los habitantes de los 32 estados de la república. Somos miles los mexicanos que no nos sentimos representados, miles los mexicanos que queremos una democracia participativa, miles de mexicanos que levantamos la voz y pedimos ser tomados en cuenta en los asuntos públicos, sobre todo en los de trascendencia nacional como es nuestro futuro energético. Los grandes temas nos conciernen pero conciernen sobre todo a los jóvenes porque además de ser el futuro tienen que mantenerse vivos. Sin ellos simplemente no hay país. Así como se dice “Sin maíz no hay país”, sin los jóvenes no hay nada.

El pasado miércoles 23 de octubre en una marcha que NO convocó un solo partido, los ciudadanos se organizaron solos e inauguraron una protesta ejemplar, absolutamente fuera de serie. La marcha resultó cinco veces mayor que la consignada por los medios: 350 mil personas, un río de gente seguía entrando y abarrotaba las calles aledañas al zócalo de por sí lleno a reventar. La multitud protestaba contra el crimen de Ayotzinapa, un crimen de lesa humanidad.

Los estudiantes fueron cazados, sometidos a la tortura hasta la muerte, a la desaparición forzada, a ejecuciones arbitrarias y ahora los culpables quieren librarse de su responsabilidad acusando a los jóvenes y buscan criminalizarlos al querer ligarlos al cartel de “Los Rojos” o a “Guerreros Unidos”. No se vale desviar la investigación de los hechos y deslizar en conferencias de prensa que se trata de un enfrentamiento entre cárteles. Tampoco se vale implicar a los muchachos en grupos guerrilleros. El “caso Iguala” es una mancha atroz en la vida oficial y política de nuestro país ya de por sí hundida en el lodo.

El periodista París Martínez se preocupó por levantar con amigos y familiares perfiles de los estudiantes. Es justo, a pesar de que solo podamos hacerlo con unas cuantas líneas, que recordemos a cada uno y por eso les pido que después del nombre y la descripción de cada muchacho digamos todos al unísono: “Regrésenlo” así como en la Guardería ABC en Hermosillo cuando la muerte de 49 niños y 76 heridos, el 5 de junio de 2009 dijimos “Presente”, el nombre de cada niño.

1. Jhosivani Guerrero de la Cruz, de 20 años, de Omeapa delgado, de cara espigada, de ojos rasgados apodado “Coreano”, camina 4 kilómetros de ida hasta la carretera para tomar el transporte y cuatro de regreso porque quiere ser maestro de primaria en su tierra Omeapa.
2. A Luis Ángel Abarca Carrillo, de 21 años, de la Costa Chica, de San Antonio, municipio de Cuautepec lo apodan Amiltzingo. Muy cariñoso, es miembro de la “Casa Activista” en la que los normalistas pueden inscribirse para recibir formación política. Allá adentro resuena el nombre de Lucio Cabañas. Los ricos de Guerrero consideran revoltosos a los normalistas porque el héroe al que buscan imitar es el guerrillero Lucio Cabañas que también fue maestro.
3. A Marco Antonio Gómez Molina, de 20 años apodado Tuntún de Tixtla le encantan las tocadas de rock, le gusta mucho “Saratoga”, “Extravaganza”, “Los Ángeles del Infierno”. También él es compañero que siempre hace reír de la Casa Activista.
4. A Saúl  Bruno García, de 18 años lo conocen como Chicharrón, y es “desmadroso”, es de los que trata de hacerte reír hasta donde más, muy bromista y amistoso. Es de Tecuanapa y le falta el dedo anular de la mano izquierda porque se lo mordió el molino cuando hacia la masa. Saúl Bruno García rapó a todos los de la “Casa Activista”. Un compañero tenía fotos del momento de la rapada en su celular, pero los policías se lo quitaron.
5. Jorge Antonio Tizapa Legideño, de Tixtla tiene 20 años –dice su mamá–, y tiene un hoyito en la mejilla izquierda. Le gusta trabajar en el campo sembrar granos y hortalizas porque nunca alcanzan los recursos del gobierno estatal para los 500 estudiantes.
6. Abel García Hernández, de Tecuanapa es un niño campesino de 19 años, tiene una mancha atrás de la oreja derecha, es flaquito y mide 1.62 de altura.
7. A Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, de 19 años lo bautizaron como “el Frijolito” y es de la Costa. Parlanchín, siempre está dispuesto a ayudar a las personas”. “El Frijolito” fue el primero en ponerse de pie para donar su sangre cuando la pidieron en Tixtla para un enfermo.
8. Adan Abraján de la Cruz, de 20 años, campesino, es del Barrio de El Fortín, en Tixtla, un pueblo que cuida la Policía Comunitaria. Es del equipo de futbol de los Pirotécnicos de El Fortín, sus amigos lo consideran buen futbolista…
9. Felipe Arnulfo Rosa, campesino es de un rancho del Municipio de Ayutla y tiene 20 años. Se cayó de espaldas siendo chiquito y tiene una cicatriz en la nuca.
10. A Emiliano Alen Gaspar de la Cruz, lo bautizaron como “Pilas”, por inteligente. “No echa relajo, es sereno y razona mejor que otros, le gusta tener todo en su lugar”. Emiliano fue uno de los 20 alumnos de primer ingreso que, hace dos meses se inscribieron en la Casa Activista. Diez miembros de la Casa Activista se encuentran entre los 43 normalistas secuestrados el 26 de septiembre.
11. César Manuel González Hernández, de 19 años es de Huamantla, Tlaxcala, desmadroso, tiene el apodo de “Panotla”, pero también le dicen “Marinela”, porque una vez, en Jalisco, se llevó la camioneta de la empresa que hace pastelitos.
12. Jorge Alvarez Nava, “el Chabelo” de 19 años es del municipio de Juan R. Escudero, Guerrero, tiene una cicatriz en el ojo derecho y es tranquilo. Nunca alburea a nadie, nunca dice una grosería y su paciencia hace que nunca le falte al respeto a nadie. Es uno de los más sensibles de la Casa Activista... Sus padres aguardan en la cancha deportiva de la Normal de Ayotzinapa y se abrazan al hablar de él.
13. José Eduardo Bartolo, Tlatempa, de 17 años es de Tixtla, estudiante de primer año de la Normal Rural. Su padre es albañil de oficio y espera que su hijo sea profesionista.
14. Israel  Jacinto Lugardo, de 19 años es de Atoyac, y sus amigos lo apodan “Chukyto”. Su mamá sostiene un cartel con el rostro de su hijo y lo exhibe ante los automovilistas, durante la toma de la caseta de Palo Blanco, en la Autopista del Sol. “Él es medio robusto, tiene una cicatriz en la cabeza. Su piel es morena clara, su nariz media chata. Es un buen muchacho, se vino con mucha ilusión a estudiar.
15. Antonio Santana Maestro, apodado Copy porque habla muy bien en público, es reconocido en la Casa del Activista a la que acuden los otros jóvenes. El Copy toca la guitarra, también le gustan los videojuegos, juega con el PSP… pero lo que más le encanta, es la lectura…”
16. Christian Tomás Colón Garnica, de 18 años de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca. Su papá viajo desde su tierra apenas se denunció el rapto de los 43 jóvenes normalistas. “Yo soy jornalero, gano 600 pesos semanal, máximo, y eso cuando hay, porque a veces no hay trabajo. Mi muchacho quiere ser maestro esa es la profesión que él quiere, pero lo frenaron, lo detuvieron… ¡¿Qué vamos a hacer?!”
17. A Luis Ángel Francisco Arzola, de 20 años, sus compañeros normalistas lo conocen como “Cochilandia”, pero nadie sabe por qué. Llegó con el apodo. Es un chavo serio, trabajador, y aquí lo estamos esperando y queremos que él sepa que no vamos a parar hasta encontrarlo”.
18. Miguel Ángel Mendoza Zacarías, de Apango, municipio Mártir de Cuilapa  tiene 23 años, y sus compañeros consideran que el “ya es grande”. Ellos tienen entre 17 y 20 años. En su pueblo, Apango, era peluquero para salir adelante. Es un chavo bajito, “chido” según sus cuates porque los apoya, da consejos, da todo a cambio de nada. Cuidaba a sus papás y a sus hermanos. Vino a la Normal en el mismo asiento del autobús con un compañero “pero empezaron los balazos y desafortunadamente él corrió para un lado y yo para otro, a él lo arrestaron los policías de Iguala, yo logré escapar, pero desde entonces no lo encuentro…”
19. Benjamín Ascencio Bautista, de 19 años, a quién le dicen “comelón” porque un día se acabó solo todas las galletas en una mesa durante una conferencia es originario de Chilapa. Antes de ingresar a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa  fue educador comunitario del Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE). Se prepara a voluntarios para alfabetizar en poblaciones marginadas, aisladas, rurales e indígenas de todo el país.
20. Alexander Mora Venancia, de 19 años y proveniente de “El Pericón”, municipio de Tecuanapa, Guerrero, nadie le podía quitar la idea de ser maestro. Le gusta dar clases. Primero ayudó en el campo pero quiso estudiar… “Y yo le exijo –dice su padre- a la autoridad que haga su trabajo como debe ser, que no tape a los culpables de la masacre que cometieron los policías de Iguala y su presidente municipal. Así como vivos se los llevaron, quiero que vivos los regresen…”
21. Leonel Castro Abarca, campesino de la comunidad de “El Magueyito”, municipio de Tecuanapa, no tiene apodo y para sus amigos “es una persona seria, pero con sentido del humor. Sueña con ser maestro, para sacar a su gente adelante.
22. Everardo Rodríguez Bello, de 21 años es originario de Omeapa. Lo conocen como El “Shaggy” porque se parece al de Scooby Doo. Técnico en mecánica automotriz desde el CONALEP se enoja mucho con la desigualdad sobre todo cuando se trata de comida: si a ti te dan seis tortillas y a él cinco, protesta.”
23. Doriam González Parral, de Xalpatláhuac, Guerrero tiene 19 años. Es chaparrito y “se ve como un niñito”, “y por eso le dicen “Kínder”. Causa mucha gracia cuando echa relajo.  Tiene un hermano en la Normal… Los hermanos entraron juntos, es notoria su fraternidad y los dos fueron secuestrados juntos…”
24. Jorge Luis González Parral de 21 años, es el hermano mayor de Doriam, el Kínder, es un compañero serio que ha trabajado en diferentes taquerías y aunque le gustaba quería progresar y escogió ser maestro igual que Kinder su hermano. Su apodo es “Charra” porque tiene una cicatriz en la pierna como si se la hubiera hecho con una charrasca…”
25. Marcial Pablo Baranda, de 20 años habla una lengua indígena y quiere ser maestro bilingüe al lado de otros maestros bilingües que vienen de pueblos todavía más pobres. Es bajito, buena onda,  primo de Jorge Luis y Doriam y sus amigos lo apodan “Magallón”, porque su familia tiene un grupo musical tropical con ese nombre que canta canciones de su tierra la Costa Chica. Se la pasa cantando cumbias y toca la trompeta y las tarolas.
26. Jorge Aníbal Cruz Mendoza, de Xalpatláhuac, también es de la banda de los Kínder, a él le dicen “Chivo” y es serio y aunque se lleva bien con todos casi no echa desmadre…”
27. A Abelardo Vásquez Peniten, originario de Atliaca, Guerrero, le gusta el futbol. En un partido hace poco metió muchos goles… Nunca echa desmadre, se da a respetar porque nunca le falta al respeto a nadie ni anda criticando. Además del futbol le encanta estudiar porque agarra un libro y agarra otro y otro, y otro.”
28. A Cutberto  Ortíz Ramos de Atoyac le dicen “El Kománder” porque tiene cierto parecido con el cantante de corridos norteños. Tiene una mirada muy fuerte, es robusto, alto, amigable, responde de buena manera. En los campos de cultivo de la escuela le echa ganas… Y le encanta contar un chiste de Bob Esponja, se ríe e imita a la perfección la risa de Bob Esponja…”
29. Bernardo Flores Alcaraz, campesino, tiene 21 años y en su pecho un lunar como una manita de gato… Tiene mucha ilusión de ser maestro y de ayudar a los niños y a los señores adultos que no saben leer ni escribir. En el campo hay mucha gente rezagada en educación y su ilusión es enseñarles…Los 43 normalistas salieron a recabar fondos para hacer sus prácticas, no se vale que les trunquen su vida y los dejen tirados en su sangre…
30. Jesús Jovany Rodriguez, de Tlatempa de Tixtla, apodado el Churro de 21 años es el mayor de cuatro hermanos y “el único apoyo de su mamá” según su prima quien marchó durante cinco horas manteniendo en alto una pancarta con su retrato. Lo invitaron a la jornada de boteo del 26 de septiembre. Es un muchacho sumamente noble que mantiene a una sobrina de un año porque su hermana es mamá soltera y funge como figura paterna. Su prima reclama con furia su presentación así como pide justicia para los muchachos de Tlatlaya en el estado de México que son muchos.
31. Mauricio Ortega Valerio de Matlalapa o Matlinalpa cerca de “La Montaña” 18 años es apodado “Espinosa” porque cuando lo raparon – tradición en la Normal de Ayotzinapa para los alumnos de primer ingreso– le salió cierto parecido con Espinosa Paz, el cantante.
32. A Martín Getsemany Sánchez García de Zumpango, de 20 años, a quién le gusta jugar futbol y le va al Cruz Azul, toda su familia lo busca. Tiene ocho hermanos y durante la marcha del miércoles 22 en Chilpancingo, sus familiares llevaron una manta con su fotografía.
33. Magdaleno Rubén Lauro Villegas de 19 años, conocido como El Magda, es un compa tranquilo y noble que estudia para convertirse en maestro bilingüe, para para dar clases a los niños indígenas que no hablan español…”
34. Giovanni Galindo Guerrero de 20 años conocido como el Espáider, “porque es flaquito y tiene su propio estilo para correr y brincar como si se estuviera colgando de las telarañas igual que el “Hombre Araña”…”
35. A José Luis Luna Torres de 20 años de Amilzingo, Morelos, sus cuates le dicen Pato, porque se parece al Pato Donald y tiene voz de pato. Es serio, tranquilo, siempre te habla bien, es buena onda, pero es callado y no echa mucho desmadre.
36. Julio Cesar López Patolzin de 25 años de Tixtla “no tiene apodo. Le dicen simplemente “El Julio”. Es buena onda el bato pero calladito, no echa mucho relajo, solo se lleva con unos pocos pero siempre es agradable…”
37. A Jonás Trujillo González de la Costa Grande del Ticuí municipio de Atoyác de Álvarez le dicen Beni porque su hermano también está en la Normal de Ayotzinapa pero en segundo año y él se llama Benito… Por lo tanto ellos son los Benis… Es alto, gordito y se lleva muy bien con su hermano. Los dos son muy parecidos, aunque el menor es más alto y más clarito de piel…”
38. A Miguel Ángel Hernández Martínez, de 27 años lo apodan “Botita” porque a su hermano mayor quien también estudia en la Normal le dicen “El Bota” y a él, en automático, le pusieron “el Botita” aunque es de estatura media y gordo, nada desmadroso, siempre amigable, sano, no pesado: No es alburero, es buena onda de echar la mano, pendiente de los demás, un chavo muy solidario con todos, que en la clase le explica al profe y le hace el paro…”
39. Christian Alfonso Rodríguez de 21 años, de Tixtla anhela ser maestro y le gusta la danza folclórica. “A él le dicen “Hugo” porque siempre usa playeras de Hugo Boss. Su primo en la marcha del miércoles 22 se quedó ronco de tanto explicar: “No solo es mi primo, es mi amigo… es una persona muy aplicada, muy dedicada al estudio y a la danza y es injusto que alguien que se entregue y se esfuerce de ese modo, sufra consecuencias trágicas a manos del gobierno…”
40. José Ángel Navarrete González de 18 años comparte una habitación dentro de la Normal con otros dos jóvenes, en la que no hay un solo mueble, ni siquiera camas, sólo pliegos raídos de hule espuma.
41. A Carlos Iván Ramírez Villarreal de 20 años le dicen “El Diablito” La verdad es que es bueno, no se mete con nadie, tranquilo, quiere ser alguien pero en buena onda, no payaso pues…”
42. José Ángel Campos Cantor de 33 años de Tixtla es el de mayor edad de los 43 normalistas desaparecidos. Aunque mayor nunca abusa de los demás, al contrario, apoya en todo, es amigo de todos…”
43. A Israel Caballero Sánchez originario de Atliaca, un pueblito a la mitad del camino entre Tixtla y Apango le dicen “Aguirrito” por gordito. Está preparándose para ser maestro en comunidades indígenas y cuando sus compas le dicen Aguirrito protesta: “No sean cabrones, no me pongan esa chinga…”

Ayotzinapa está destrozado. México está destrozado. Los alumnos de la Normal de Ayotzinapa conservan los tenis rotos de sus compañeros, su ropa, hasta los cartones que les sirven de cama. Esperan su regreso a pesar de que al extraordinario sacerdote Alejandro Solalinde, protector de los migrantes que ahora mismo celebra misa en Ayotzinapa, varios testigos le dijeron que los estudiantes habían sido asesinados, desmembrados y tirados a una fosa a la que le prendieron fuego. No hay respuesta suficiente entre crimen tan grande.

La foto del estudiante del estado de México Julio César Mondragón al que le sacaron los ojos circula en Internet, su rostro desollado. Estamos ante una catástrofe nacional. En cinco estados hay protestas en apoyo a los 43 desaparecidos. México se desangra. La comunidad internacional está escandalizada y considera que México es ahora el país sin guerra más peligroso para los jóvenes. Jóvenes mutilados, jóvenes sin cuerpo, jóvenes asesinados. En el mundo entero resuena la indignación. La madre del estudiante de Guadalajara Ricardo Esparza que asistió al Cervantino de Guanajuato dijo que agradecía recibir el cuerpo muerto de su hijo para llevarle flores. ¿No resulta monstruosa su conformidad? O como se pregunta Gloria Muñoz Ramírez. “¿Hasta dónde ha llegado el terror implantado por el gobierno en el seno de la sociedad?” Frente al terror solo queda la unión de un pueblo que se levanta y grita como lo ha hecho durante días: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.


Familia: Elementos básicos, Revolución pendiente

Xavier Pikaza
www.religiondigital.com/231014

Conforme al Sínodo recién celebrado (6-19 10 14), ha llegado la hora de la "nueva familia", entendida como principio esencial y como fuente de revolución de la vida humana, conforme a la experiencia y tarea de la Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento. Desde ese fondo quiero estudiar los dos temas que siguen, desde la perspectiva de conjunto del libro: La Familia en la Biblia.

1. Lo primero es conocer los elementos fundantes de la familia, la base de su identidad personal y social. Así lo mostraré fijando un decálogo fundacional de la familia, en la línea de conjunto de la Biblia y del mensaje y vida de Jesús.

2. Lo segundo en poner en marcha una revolución de la familia, pues las revoluciones anteriores (burguesa y socialista, económica y política) no han llegado al corazón de la vida humana, ni han resuelto sus grandes problemas. La familia, éste es el lugar de la revolución pendiente de la vida humana.

1. ELEMENTOS BÁSICOS: UN DECÁLOGO DE LA FAMILIA

Retomo el “discurso” bíblico y, de un modo general, en contra de aquellos que piensan que la familia se acaba, quiero decir que ella no sólo permanece sino que, en un sentido está ganando en importancia, pues no es algo que parece natural, ya dado, creado desde fuera, sino algo que nosotros mismos vamos troquelando, a partir de unos principios previos (atracción sexual, acogida de los hijos, crecimiento compartido en fraternidad…). En esa línea, su futuro no está decidido, sino que debemos trazarlo nosotros, sabiendo que la tarea de creación de familia se ha vuelto quizá el tema central de nuestro tiempo.

En medio de las grandes dificultades, vinculadas a las diversas revoluciones y, sobre todo, a un tipo de capitalismo que tiende a dominarlo todo, podemos afirmar que la única solución del ser humano está en la recreación de la familia. La crisis ha llegado a lo más hondo; antes afectaba sólo a unas formas externas de producción y bienestar. Ahora ha penetrado en el corazón del mundo de la vida, es decir, en el espacio de surgimiento y despliegue de lo humano. Éste es el lugar de la gran decisión, y debemos aprender de nuevo (en un plano más alto) a ser humanos (y eso sólo podemos hacerlo en familia), pues de lo contrario corremos el riesgo de destruirnos:

1. La familia es una relación al mismo tiempo íntima y social.

Es íntima, pero no en un sentido privado (intimista), sino abriéndose, al mismo tiempo, al espacio de la vida social, pues sólo ella (la familia) es verdadera creadora de personas. Sin sociedad (lenguaje) no puede haber familia; pero sin familias no puede darse sociedad. El mundo moderno ha tendido a dividir dos espacios, con dos tipos de moralidad y dos formas de conducta.

(a) Por un lado ha situado a las familias (el mundo de la vida), que se vuelven cada vez más pequeñas, limitadas a los padres y a los hijos (mientras son menores), y en ese contexto ha buscado formas de conducta marcadas por la gratuidad, en línea intimista.

(b) Por otro lado ha situado el mundo externo, dominado por relaciones estructuradas en forma de sistema, con leyes objetivas, dictadas por el capitalismo. Esa división tiene un valor, pero no puede mantenerse de manera radical, por estas razones.

a] El mayor bien de la sociedad son las familias, pues sólo ellas “engendran” (crean) el valor social supremo, que son las personas.

b] Las familias no son algo meramente privado, sino que tienen un valor más amplio, pues sin ellas (sin amor íntimo, sin creación de nuevos seres humanos) no puede haber sociedad.

c] El sistema puede “fabricar” cosas ingentes (bombas atómicas y empresas, drones y bancos, ejércitos y estados…), pero no puede engendrar personas, y sin ellas todas sus producciones carecen de sentido, pues sin familia el sistema muere.

2. La confusión actual puede ser buena, porque nos permite redescubrir el valor primario del impulso sexual.

Como vengo diciendo, el sexo en cuanto tal no es todo, sino que debe estar vinculado a la palabra y a la comunión creadora de amor, pero tiene una importancia esencial y nos permite retornar sin miedo a las fuentes de la vida. Antes, en un contexto más sacral, dominado por leyes matrimoniales puritanas, parecía que el sexo estaba sólo al servicio del buen “honor” familiar y del engendramiento de hijos legítimos, como si no fuera más que un medio. Ahora, en cambio, volvemos a descubrir su potencial originario, en sus diversas formas, y eso no solo es bueno, sino muy bueno, signo de salud humana y de confianza.

Es bueno el sexo” entendido como atracción primera, no sólo físico-biológica, sino también personal, aceptando de esa forma lo que hay, sin condenas previas, ni legislaciones limitadoras, y así debemos entenderlo como iniciación humana y expresión de libertad, en un contexto de autonomía personal, en diálogo y respeto mutuo, sin imposición de unos sobre otros, sin manipulación de niños o pequeños.

Así debemos empezar aceptando y valorando las diversas formas de atracción y comunión humana, siempre que sean humanizadoras, enriquecedoras, libres. Sólo en ese contexto se podrá hablar luego de familia como lugar donde la iniciación sexual pueda desplegarse plenamente en un contexto de estabilidad, no por limitación o veto, sino por enriquecimiento y profundización personal. Sólo la familia ofrece un espacio de socialización integral, es decir, de aprendizaje humano, en el nivel de la palabra y del afecto

3. En ese contexto debemos valorar y potenciar las relaciones de pareja (es decir) los matrimonios, entendidos de manera extensa, en línea personal y social, sabiendo que las relaciones no son iguales, que no todas las vinculaciones son equivalentes, sino que es privilegiada la relación duradera entre un hombre y una mujer, que se prometen fidelidad y permanencia, pues sólo en ella tiene pleno sentido el nacimiento de los niños y se hace posible la pervivencia humana.

Por eso digo que se pueden distinguir y valorar diversos tipos de parejas, pero añadiendo que no todas son igualmente significativas:

Hay parejas matrimoniales donde lo central es la unión de dos personas, que conviven para compartir así la vida y acompañarse mutuamente, aunque no tengan hijos, porque no pueden o no quieren engendrarlos (aunque a veces adopten hijos ajenos o de uno de los cónyuges). Tienen gran valor si humanizan a los esposos, si les ayudan a vivir, a convivir, descubriendo y cultivando el don supremo de la vida en compañía, para descubrirse mutuamente, convirtiendo así su vida en don de amor compartido que se abre al conjunto social o a la iglesia, como aparece en el Nuevo Testamento donde hallamos algunas parejas misioneras (como la de Priscila y Áquila, de las que no se dice que tengan hijos). En línea de matrimonio cristiano, estas parejas han de tener voluntad de permanencia, como expresión del valor de la vida compartida.

Hay otras parejas donde el vínculo matrimonial parece menos claro. Son “parejas de hecho” que conviven sin pretensión de permanencia, aceptándolas mientras “valgan”. Son parejas que a veces se mantienen en privado (“en el armario”), de manera que cada miembro actúa hacia fuera como si fuera soltero; pero pueden hacerse también públicas y buscar incluso el matrimonio. Están básicamente pensadas para el enriquecimiento personal de sus miembros, y pueden ser de tipo hetero- u homo-sexual. Algunos piensan que no deben llamarse matrimonio en el sentido clásico de la palabra; sea como fuere, ellas pueden y deben ser reguladas y protegidas por ley, si sus componentes y el grupo social lo quiere. Son en principio un valor, pues todo compromiso de unión y toda unión fáctica entre personas es buena, si tiene buenos fines (el enriquecimiento personal, la maduración social).

Parejas generativas con hijos. Son aquellas donde el amor entre dos se abre y expande hacia otros, de manera que su unión se vuelve principio de vida, y se expresa sobre todo en el surgimiento y educación de hijos. Son en principio parejas públicas, aceptadas así por la sociedad, que las reconoce y debe ofrecerles un tipo de apoyo, pues son ellas las que ofrecen a la sociedad el mayor don posible: Que se mantenga y expanda. Sólo allí donde surge y es acogido (educado) por dos, en pareja, el hijo tiene la posibilidad de una auténtica maduración dialogal: No nace y crece a través de la palabra de una sola persona, sino del diálogo humano de dos y más personas.

4. La familia es el nudo central de las relaciones sociales, que se estabilizan y expresan de un modo dual (dialogal), tanto en el matrimonio (compromiso de vida compartida), como en el nacimiento y educación de los hijos.

Entendida así, la familia es el espacio principal de la palabra compartida, el lugar donde las personas alcanzan y despliegan su mayor libertad (identidad) en un contexto de verdadera diferencia, pues la unión más cercana es aquella donde se dan mejor las distinciones, allí donde se comparten los bienes y la vida, no de forma aislada (cada uno por sí mismo) o por un breve tiempo, sino en relación dialogal de permanencia.

Entendida así, la familia es un encuentro (diálogo vital) de dos personas que se comprometen a compartir y unificar la historia de sus vidas, a través de la atracción que sienten uno por el otro y, en especial, por la palabra/promesa de convivencia que se ofrecen, condensando y actualizando en su relación toda la vida y la cultura de la sociedad a la que pertenecen.

Sólo ese tipo de relación puede convertirse normalmente en espacio de surgimiento y creación de nuevas personas, a lo largo de un proceso relativamente largo de maduración, que se extiende no sólo en los años de formación básica del niño (de seis a nueve años), sino hasta su plena independencia (que según la Biblia se alcanza cuando ellos se casan, dejan a los padres y crean una nueva familia: cf. Gen 2, 24-25). Esto supone que por principios de comunicación personal y de educación de los hijos, un matrimonio “generador” (con hijos) ha de durar básicamente para siempre, al menos hasta que los hijos puedan vivir por sí mismos (o se casen), pues de lo contrario impide su recto crecimiento.

5. Componentes básicos de la familia, especialmente del matrimonio abierto a la generación de hijos.

Algunos hablan en este contexto del “genoma” de la familia, pero esa palabra resulta quizá demasiado pretenciosa, y además parece situar el tema en un plano biológico. Por eso prefiero hablar de elementos estructurantes, en línea de amor personal y social (que yo mismo he precisado y desarrollado en otros libros de diálogo con exegetas bíblicos y antropólogos, como podrá verse en la bibliografía final). Son éstos:

No hay familia sin sexualidad (eros), entendida como atracción vital o potencia unitiva, que tiende a ser engendradora. Evidentemente, la sexualidad (eros) no tiene sólo un fin reproductor, sino que actúa y se expresa como lenguaje de relación en otros planos (como puede verse, de formas muy distintas, en las parejas homosexuales, o en comunidades célibes de vida religiosa), pero en un sentido fuerte el eros se vincula con la unión sexual y, sin cerrarse en ella, tiende a la reproducción de la vida. En sus diversas formas, el eros es principio de toda familia.

Don, ágape. Paradójicamente, siendo espacio de vinculación erótico-sexual por excelencia, la familia viene a presentarse, al mismo tiempo, como lugar de gratuidad o generosidad, que se expresa no sólo en el regalo de la vida que ofrece cada uno a su pareja, sino en el regalo aún más hondo que ofrecen ambos juntos a los hijos. Allí donde el eros se hace ágape (sin dejar de ser eros) surge la auténtica familia. Hombre y mujeres existimos porque otros nos han dado la vida, en gesto de atracción y generosidad personal.

Reciprocidad. Los elementos anteriores se completan y vinculan en forma de relación o comunión estable, que no es simplemente la adición de dos que siguen estando separados (dos individuos que se suman), sino una nueva “realidad”, una identidad más alta. El mayor de todos los dones de familia es descubrir que el otro puede y quiere responderme, de manera que el “yo doy” (me doy) se convierte en “yo recibo” (acojo el don del otro, me dejo amar), surgiendo así un nosotros real, que es la familia.

6. Familia y creatividad social.

Como he puesto de relieve en otro lugar, Jesús fue ajusticiado porque su proyecto de familia resultaba en el fondo inaceptable para soldados romanos y sacerdotes judíos, es decir, porque su forma de entender y expandir las relaciones humanas tenía mucho influjo en el mundo social (en el orden de la política y de la economía). Tanto unos como otros querían mantener sus esquemas familiares, de tipo patriarcalista, y para eso apelaban al ejército (Roma) o a la ley del templo (sacerdocio judío).

Pues bien, el movimiento de Jesús tenía intensas connotaciones sociales, como ha puesto de relieve la exégesis y la teología de los últimos decenios; pero más que “políticas” en línea de creación de un Estado judío, esas connotaciones eran de tipo familiar, como he venido poniendo de relieve.

Es relativamente fácil cambiar los ordenamientos político o militar
de una población, porque forman parte de una superestructura que al fin es superficial. Más difícil e importante (mucho más duradero) es el cambio en el plano de la familia, y eso es lo que Jesús ha querido hacer (cf. caps. 9-11), y por eso le mataron.

En ese contexto resulta absolutamente necesario recuperar las conexiones que Jesús ha trazado entre el mundo privado de la pequeña familia y el mundo social, para no caer en la situación actual de esquizofrenia, con dos morales distintas, una para las familias regidas por principios (al menos ideales) de generosidad, y otra para el conjunto social, que ha caído en manos de una dura guerra por el poder capitalista. Sólo allí donde la familia sea lugar de creatividad, de forma que sus principios se expandan al conjunto social se podrá hablar de humanidad real.

7. Celibato “por el Reino”.

Sigue siendo fundamental el tema. Por un lado, cada hombre o mujer es “todo el Reino”, es infinito ante los demás seres humanos (y ante Dios); no es una mitad de otra cosa (como en el mito de Platón, Banquete), sino que tiene un valor definitivo, empezando por los más pequeños, los expulsados de todas las familias actuales (leprosos, eunucos…). Eso significa que un hombre o mujer no se tienen que vincular entre sí básicamente por carencia (para buscar aquello que le falta, en un nivel de puro eros), sino que lo hace por superabundancia, es decir, por generosidad (en el plano del ágape)

En este contexto es posible el celibato por el “reino de los cielos”, no por privación o por miedo de relacionarse con los demás, sino por amor libre y generoso, como supone el dicho de los eunucos (cf. Mt 19, 12). El celibato por el Reino no implica ausencia de familia, sino descubrimiento y creación de una nueva forma de familia, no por represión del sexo (cosa que sería negativa), sino por elevación, al servicio del evangelio (de la buena nueva de Jesús a los pobres). En esa línea han surgido las diversas congregaciones de la vida religiosa que han sido, hasta el momento actual, los mayores “laboratorios” de familias no matrimoniales del mundo cristiano. Estoy convencido de que las familias de este tipo tienen un largo futuro (un gran cometido) en la experiencia y despliegue futuro del cristianismo y de la humanidad.

8. Matrimonio por el Reino.

He desarrollado el tema a lo largo del Antiguo Testamento, centrándome luego, de un modo especial, en el mensaje de Jesús y de Pablo (La Familia en la Biblia, cap. 11, 13). Como he señalado al hablar de sus rasgos o genoma (cf. num 5 de este apartado), la familia tiene un elemento erótico/sexual y otro de ágape/generosidad, y ambos son fundamentales en el matrimonio estrictamente dicho, como espacio de encuentro y amor generador entre un hombre y una mujer.

En ese contexto he podido referirme al “matrimonio por el Reino de los cielos” (cf. cap. 11), que no se entiende en modo alguno como estado inferior (de tropa) respecto al celibato, que sería superior (propio de los oficiales del ejército cristiano), pues todos son importante en la Iglesia de Jesús.

En esa línea, el matrimonio por el Reino ha de ser espacio de experiencia del Reino de Dios, lugar donde se expresa y encarna su amor, revelado en Cristo, como ha visto de formas distintas Efesios y el Apocalipsis. Y así, el matrimonio es un sacramento del misterio de Cristo, en forma integral, no puramente interior como pensaba la Gnosis. El Reino se expresa y expande, según eso, en el mismo amor de los esposos como tales, y en el fruto de ese amor, abierto de manera generosa hacia los hijos o/y hacia el resto de la Iglesia y, en especial, hacia los necesitados.

9. Hijos, creación de Dios.

Ciertamente, son creación humana de los padres, dentro de un contexto social más amplio en el que esos padres humanizan a sus hijos, introduciéndoles en un contexto cultural definido por la palabra, tal como empieza a expresarse ya por el lenguaje. Es significativo el hecho de que la Biblia no haya elaborado un tipo de “libro de familia”, un manual para la educación de los hijos, aunque los códigos domésticos de la tradición paulina tengan rasgos aprovechables, pero que deben ser resituados en un contexto de igualdad básica del hombre y la mujer (cap. 13). Pero, por encima de esos códigos, puedo y quiero citar dos pasajes especialmente significativos:

La revelación de la madre de los macabeos (2 Mac 7, cf. cap 7). Éste es un pasaje incompleto, porque hubiera sido mejor que la palabra clave la dijeran padre y madre, no sólo la madre, como sucede de hecho. Pero, tras esa salvedad, debemos valorar la palabra de la madre, que presenta su maternidad como experiencia creadora compartida con Dios. Como vengo diciendo, todas las restantes producciones de los hombres son secundarias (y pueden convertirse en ídolos). Sólo el “surgimiento” de nuevas personas es creación radical de Dios, pues cada ser humano que nace es una ventana y presencia de su vida en la humanidad.

Padres que curan a los hijos (cf. cap. 9). Jesús no ha impulsado directamente la generación de nuevos hijos, pero ha puesto de relieve la responsabilidad y tarea de los padres que, en gesto de fe, pueden (deben) “curarles”, ayudándoles a crecer.

En ese nivel resulta fundamental la experiencia en la que se afirma que los hijos nacen “de los padres y de Dios”, pero añadiendo que los padre y Dios no se suman como si estuvieran separados, sino que Dios actúa a través de los padres, despertando de esa forma su presencia en la vida de cada uno de los seres humanos. La teología antigua afirmaba que Dios “sigue creando almas” y que cada concepción y nacimiento es una nueva obra suyo: Dios crea un alma nueva y la introduce en un cuerpo humano “formado” a partir de los padres. Hoy podemos decir esa “verdad” de otra manera: Desde su nivel divino, Dios crea (engendra) a cada nuevo ser humano en/con los padres, por medio de su Espíritu (cf. tema de Jesús, cap. 12).

10. Signo trinitario, generación y comunión.

La generación humana tiene, según eso, un elemento biológico, vinculado a la atracción y amor sexual, y un aspecto histórico-cultural. En principio, al nacer, cada niño resulta casi intercambiable con los restantes niños (a pesar de algunos cambios de pigmentación y de ciertas diferencias genéticas). La gran diferencia de los niños comienza tras nacer, a partir de la acogida y educación que le ofrecen los padres. En esa línea, retomando el motivo central del núm. 5 de esta sección, puedo hablar de una especie de “genética trinitaria”:

Cada niño brota del deseo de la vida, es decir, del gran “eros” de una humanidad que se expande y despliega a sí misma. En este momento, podemos afirmar que cada niño nace de la gran naturaleza, enriquecida e impulsada por un movimiento “erótico” de creatividad.

Pero, al mismo tiempo, el ser humano nace de la generosidad de los padres, es decir, del amor entendido como “ágape”, don de sí mismo. Por eso decimos que cada niño es “hijo” de Dios, que le llama a la vida con su palabra a través de los padres, que no se añaden a Dios desde fuera, sino que son el mismo Dios actuante en forma humana.

Cada ser humano nace en un contexto de comunión, no es hijo de alguien que está solo (hombre o mujer), porque la soledad no puede engendrar a un nuevo ser humano, pues no podría transmitirle la palabra, que es siempre compartida. La generación humana sólo es posible a través de la palabra compartida y dialogada, pues engendrar humanamente es abrir una nueva “ventana” de Dios para el diálogo, es decir, para el Espíritu Santo, utilizando un lenguaje trinitario.

3. TAREAS ABIERTAS DE LA FAMILIA, REVOLUCIÓN DE LA FAMILIA

Se viene diciendo desde antiguo que estamos al final de un largo ciclo, que empezó hace unos 10.000 años, con el neolítico (¡piedras nuevas, pulidas para cortar!), y que está terminando precisamente ahora, en la era de las comunicaciones digitales, con el triunfo aparentemente imparable del capitalismo, los teléfonos, las bombas y las máquinas “smart” (¿inteligentes?), que parecen sustituir a las personas.

En medio de una escandalosa y obscena injusticia social, con diferencias abismales entre ricos y pobres, iniciamos la nueva navegación de lo que algunos llaman la post-modernidad. Desde ese fondo, tomando como base lo dicho en este libro, quiero señalar diez nuevas tareas abiertas, en clave de humanidad. En el apartado siguiente, y final, evocaré algunas otras, desde una perspectiva de iglesia:

1. Educación en el amor.

Quizá la primera y mayor de las tareas sea la educación en el amor y la palabra, no sólo para el matrimonio, sino también para la vida de los niños. Ciertamente, son importantes nuevas “políticas” sociales, que reconozcan el valor de la familia, creando condiciones económicas, no al servicio del puro capital (como es ahora), sino del despliegue y de la comunión de vida. Que hombres y mujeres puedan quererse y acoger y educar a sus hijos en amor, ese es el mayor de todos los capitales, la riqueza suprema de un Estado.

Como vengo diciendo, el hombre (varón y mujer) es un ser biográfico, marcada de un modo especial por sus padres, desde el mismo vientre de la madre donde va recibiendo de un modo muy activo (¡no puramente pasivo!), especialmente en los últimos meses de la gestación, el impacto de la vida, y muchísimo más después del nacimiento. Los seres humanos no nacen por máquinas, ni por estadísticas, no son producto de capital y empresa, ni de comercio mundial, sino del cuerpo y de la vida entera (palabra, cuidado) de unos padres y del entorno social.

Esta es la primera tarea, la educación en y para el amor, en contra de todos los idealismos totalitarios (Platón, los nazis, algunos comunistas…), que quisieron “racionalizar” el surgimiento humano desde una perspectiva social.

2. Más que la pobreza, el riesgo para la familia es el capitalismo, es decir, una cultura donde la vida de los hombres y mujeres (y el nacimiento y educación de los niños) está en manos del capital monetario, al que le importa ante todo su ganancia. Ciertamente, para mantenerse y “disfrutar” del capital, el sistema necesita “producir” nuevas vidas humanas, para poder así perpetuarse, pues sin ellas muere.

Pero como no sabe ni quiere comprometerse en ellos, y como además las vidas no se producen, sino que se engendran en amor y generosidad (cosa que no tiene), el sistema corre el riesgo destruirse a sí mismo (como muestra el descenso demográfico que “sufre” el occidente rico, que sólo mantiene su población por la llegada de inmigrantes más “fecundos”). El occidente rico puede producir “todo”, pero al hacerlo se pierde y se mata a sí mismo (¿qué importa ganar todo el mundo…”; cf. Mt 16, 26), pues su población desciende (se niega a procrear).

El capitalismo puede así morir de éxito, es decir, de abundancia, precipitando en su caída a una parte de la humanidad, que directa o indirectamente depende del capital. Éste es el riesgo mayor de la familia: Que hombres y mujeres quieran bienes materiales (capital) más que hijos, que hombres y mujeres se busquen a sí mismos, y prefieran su disfrute cerrado, sin darse ni dar vida (regalarse a los demás, y en especial a los propios hijos). Esto puede suceder ya pronto, de manera que el occidente “cristiano” prefiera suicidarse, quedando en manos de otros grupos sociales o religiosos (quizá musulmanes). Es evidente que sólo los “pobres”, no dominados por el afán del dinero, podrán salvar a la humanidad.

3. Fidelidad matrimonial.

En principio, el matrimonio es un compromiso de dos personas, que quieren vivir en amor fecundo, por encima del “dictado” del puro dinero, en igualdad dialogal, sin dominio del hombre sobre la mujer. Entendido así, es una vocación, una llamada al encuentro renovado de unos seres que, al conocerse progresivamente, descubren su verdad, cada uno en el otro. Ésta es una vocación de Reino, que los esposos han de actualizar en cada momento, una experiencia que la Iglesia debe potenciar y ensayar entre los creyentes, abriéndola a todos los hombres y mujeres, pero sin imponerla.

La fidelidad en el amor no es ley, sino descubrimiento y tarea de amor, en gesto de entrega personal, que los profetas de Israel destacaron al vincular el monoteísmo con la monogamia (cf. cap. 5), como supo Jesús (cf. cap. 11), y en otro plano el autor de la Carta a los Efesios (cf. tema 13).

Por eso, el acento no puede ponerse en el rechazo jurídico del divorcio, sino en la afirmación gozosa del amor mutuo, entendido y vivido en forma de experiencia permanente de fidelidad, como sabe la tradición cristiana. Pero cuando, de hecho, la Iglesia descubre que no existe ya el matrimonio, por ruptura profunda y duradera del compromiso personal, ella puede y debe seguir acompañando a los esposos cristianos, sin obligarles a mantener un matrimonio roto. En ese plano siguen siendo normativas las respuestas de Mateo (divorcio real por porneia) y de Pablo (divorcio por infidelidad de uno).

4. Paternidad responsable.

Éste es un tema esencial, que no fue planteado directamente por la Biblia, aunque ella ofrece unas líneas de interpretación muy significativas. Dos son, a mi juicio, las opiniones extremas, que no pueden contar con el apoyo de la tradición cristiana.

(a) La de aquellos que defienden una paternidad puramente “natural”, que consiste en dejar que la naturaleza decida, olvidando que el hijo nace también de la palabra, es decir, de la decisión personal de los padres.
(b) La de aquellos que defienden una paternidad puramente “responsable”, que dependería sólo de los padres, que tendrían el poder de aceptar o rechazar al niño cuando se está gestando (e incluso en el primer momento de su nacimiento).

Ciertamente, según la Biblia, el nacimiento de un hijo está en manos de la naturaleza, pero dirigida y personalizada por los padres. Por eso, en principio, es bueno (¡muy bueno!) que ellos puedan regular el proceso de la concepción y la primera gestación, para así tener los hijos que decidan en conciencia, y se comprometan a educar de un modo responsable.

De esa manera, al separar (al menos en un plano) el ejercicio de la sexualidad y el nacimiento de los hijos se ha dado un gran paso en el despliegue humano (personal) de la vida. Los padres ya no están en manos de la pura naturaleza, sino que son responsables de ellos mismos y de los hijos que quieran tener. Esa responsabilidad resulta esencial, como sabe el evangelio, cuando destaca la “fe” de los padres para el crecimiento y salud de los hijos (cf. cap. 9).

5. Control de la natalidad.

Éste es un problema médico y antropológico moderno, planteado y formulado en la segunda mitad del siglo XX por el papa Pablo VI, en su encíclica Humanae Vitae (1968), donde rechaza el uso de los anticonceptivos químicos y de otros medios físicos (preservativos), que se empezaban a emplear normalmente para evitar que la mujer quedara encinta. Esa encíclica, y la doctrina posterior de la Iglesia Católica mantiene hasta el día de hoy (2014) la misma doctrina, y sólo acepta como válidos los métodos “naturales” de anti-concepción, vinculados al cálculo de los días no fecundos de la mujer, entre una menstruación y otra.

Esta doctrina tiene grandes valores, pues quiere que el “amor total” entre un hombre y una mujer esté siempre abierto al don de la vida, conforme a los principios de la naturaleza, que aparece como “mediadora” de la voluntad de Dios, y así debe mantenerse en principio. Pero muchos católicos no la han aceptado, porque piensan que ella interpreta a la naturaleza de forma prehumana (en un plano biológico), en vez de insistir en el valor personal de la concepción, vinculada a la palabra (libertad y voluntad) de los esposos.

Han pasado casi cincuenta años, y una parte considerable de la iglesia empieza a plantear el tema de otra forma, insistiendo en la libertad creadora de los esposos/padres, para que los niños nazcan de su deseo y amor generoso, no por imposición de la naturaleza. En ese nivel, el tema físico/químico de los anticonceptivos o medios de regulación de la natalidad queda en segundo plano. No queremos negar la importancia suma de la paternidad (cosa que he dejado clara en este libro), sino situarla en un plano de amor y palabra (decisión personal) de los padres.

El encuentro sexual queda así liberado de los miedos que le han dominado (de sus consecuencias puramente “naturales”), para convertirse en signo y ejercicio de un amor liberado, que ha de abrirse a la generación de nuevos hijos cuando los padres quieran (por voluntad, no por necesidad). Pienso que en este campo la doctrina de la iglesia debe ser replanteada.

6. Aborto y nacimientos no deseados.

En sí mismo, éste es un tema muy distinto del anterior, pues no se trata de evitar una posible concepción, sino de interrumpir un embarazo ya iniciado, antes del nacimiento del niño, con el riesgo de matar a una persona en el vientre de su madre.

En este campo, la doctrina de la Iglesia católica es tajante, siguiendo el “espíritu” de la Biblia (que no se pronuncia de manera directa sobre el tema), aunque la doctrina de los antiguos judíos y cristianos resulta conocida (cf. Didajé, cap. 9). Por eso, en principio, debería evitarse por todos los medios posibles la interrupción del embarazo (insistiendo en la educación sexual, en el uso de los anticonceptivos etc.).
Pero, dicho eso, deben añadirse algunas consideraciones generales (más que unas leyes estrictas), dejando el tema legal en manos de la sociedad civil:

Según la experiencia bíblica, la aportación de la Iglesia no consiste en promover la implantación de unas leyes civiles (para que condenen un tipo de aborto, cosa que en un plano pueden y deben hacer, según las circunstancias), sino en educar a los cristianos, y en ofrecer a todos unos principios de madurez personal y de conocimiento por el que puedan evitarse todos los verdaderos abortos.

Hay que distinguir casos y casos, apelando a la ciencia (biología y antropología), para precisar el momento en que el óvulo fecundado empieza a ser viable, como sujeto nuevo, individualizado, de manera que se pueda afirmar que, en un plano receptivo, estamos ya ante una nueva persona. Ese momento no se puede fijar con métodos religiosos o filosóficos, sino por la medicina y antropología. Es radicalmente distinto un aborto antes o después de la individualización del feto como persona.

La iglesia debe empezar respetando a los que abortan, sin condenarles por principio, sin cerrarse en las acusaciones, pero insistiendo en su opción a favor de la vida, conforme a la doctrina expresa de Jesús (cf. cap. 9). Ésta es su tarea: Ofrecer a los creyentes un camino de amor maduro y responsable, de manera que sea hermoso el despliegue maduro de la vida (libremente, sin imposiciones externas), procurando abrir espacios donde ella valga mucho, se valore por encima del capital y de todos los restantes bienes de este mundo, de manera que niños puedan ser y sean acogidos amorosamente.

7. Deseo de amor, educación por la palabra.

En el apartado anterior he distinguido tres elementos básicos del “genoma” de la familia: eros o deseo sexual, ágape o fecundidad creadora y reciprocidad en el Espíritu. Entendido así, el amor de familia es principio y camino de vida, conforme a estos rasgos o momentos:

Queremos que el amor aumente, en su plano natural y cultural. En esa línea debemos potenciar el sexo como experiencia de afirmación de la vida, pero sin dejarlo en un plano puramente físico, de excitación biológica, sino procurando que ascienda al nivel del encuentro personal, entendido y realizado como proceso de maduración compartida de dos seres humanos (en principio un hombre y una mujer, pero sin excluir el amor homosexual), sin imposiciones exteriores, de manera que sean ellos mismos los que descubran en su vida el despliegue de la Vida de Dios.

Queremos que aumente el amor inter-personal, y que se despliegue como poder supremo de la historia, en línea de enamoramiento duradero, abierto a un diálogo cada vez más profundo. Sólo un amor así, intensamente cultivado en el nivel de la palabra (comunicación integral) hace posible el despliegue maduro de la vida. Vivido en esa línea, el amor no es objeto de ninguna ley (es anterior a todas ellas), pero los cristianos pueden y deben expresarlo en formas de comunicación sacramental dentro de la Iglesia.

Sólo en ese fondo puede darse una verdadera “educación” humana, que se abre y expresa a través de los años de nacimiento personal del niño en el “útero viviente” de la familia donde se va gestando y madurando en amor y palabra. Ésta es quizá la mayor enseñanza de los relatos de la concepción virginal de Jesús, en los que se despliega el más hondo sentido de la maternidad de María, en el nivel de la palabra; así podemos evocar y recuperar también la paternidad de José, sabiendo que lo más importante no es lo genético (semen masculino), sino el don de la palabra, la educación que se extiende a lo largo de doce años (hasta que Jesús asume su independencia personal; cf. Lc 2, 41-52.

9. ¿Revolución de la familia?

Como he dicho ya nos hallamos en un momento clave como no ha existido quizá desde el neolítico (hace unos 10.000), cuando los hombres empezaron a dominar de una manera sistemática la naturaleza, organizando cultivos, domesticando animales, reuniéndose en ciudades…

De aquel tiempo provienen las nuevas religiones patriarcales, con el tipo de conocimiento y ciencia que ha guiado nuestra vida hasta el presente. Pero ahora ya no bastan las respuestas que empezaron a darse por entonces a los temas de la familia y de la vida, como sabe y anticipa de algún modo Biblia, cuya propuesta he venido recogiendo en este libro.
Estamos superando ya un estadio cósmico-biológico de la humanidad y del conocimiento, que había culminado en el pensamiento racional de Grecia y en la ciencia moderna.

Lo que ahora empieza es totalmente distinto, una etapa de la humanidad que ha de fundarse en la palabra personal: Hombres y mujeres estamos descubriendo con Jesús nuestro “fondo divino”, pero no en un plano cósmico-biológico (como el de los dioses antiguos del neolítico), sino a través de la palabra, que nos hace creadores de lo que somos y de lo que podemos “engendrar” suscitando nueva vida humana.

Hasta ahora, básicamente, hemos creado familia por impulso de la naturaleza, y hemos terminado cayendo en manos de la idolatría de un capital anti-humano. Ahora debemos crearla libremente, por nuestra palabra, en amor gratuito, liberándonos de la imposición del capital absolutizado. Somos responsables de Dios sobre la tierra, estamos llamados a crear su familia, con Cristo y desde Cristo (hijo de Dios).

10. Más allá del sistema, ante el mundo de la vida.

A partir de la revolución del neolítico, expresada a través de la ciencia, hemos logrado crear grandes sistemas científicos, políticos y económicos, que culminan de algún modo en el “capitalismo”, que ha vinculado por vez primera a todos los hombres y mujeres de la tierra, convertidos en objeto de un conocimiento global. La ciencia nos ha permitido no sólo dominar amplias parcelas del mundo, convirtiendo la tierra en una especie de gran empresa/fábrica destinada producir bienes de consumo para los más ricos.

Podemos comunicarnos casi de un modo total e instantáneo, en el plano de los conocimientos objetivos. Pero hemos dividido la humanidad en dos grupos enfrentados (ricos y pobres) y, sobre todo, nos hemos perdido en el campo del mundo de la vida.

Eso significa, como he dicho, que podemos tener casi todo lo que deseamos, pero corremos el riesgo de destruirnos a nosotros mismos, pues hemos “perdido” la orientación en el mundo de la vida. Tenemos cosas (¡los privilegiados!), pero no sabemos para qué, ni sabemos si podremos dejárselas a nuestros hijos, pues posiblemente seamos incapaces de “engendrarles” en amor, como auténticas personas.


Éste es el problema, y está centrado en el “mundo de la vida”, es decir, en el campo de las relaciones familiares donde se sitúa el matrimonio (y las diversas formas de vinculación personal humana), con la apertura hacia los más pobres. El futuro será de aquellos que sean capaces de crear vida, de abrir caminos de auténtica familia, de manera que el recuerdo del pasado se vincule con la esperanza del futuro. Y con esto pasamos a la aportación de la Iglesia.