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La Actitud Cristiana en la Semana Santa
Por: Rev. Manning Maxie Suárez +


En esta Semana Mayor, será bueno reflexionar sobre ¿cómo mantenernos cerca de nuestro Señor Jesús.

En esta Semana Mayor, será bueno reflexionar sobre ¿cómo mantenernos cerca de nuestro Señor Jesucristo, en un mundo tan secularizado y apartado de Dios? Esta pregunta no es nueva para la fe, lo importante tal vez, es cómo mantenernos en la fe con fuerza, positivismo y alegría.

La Iglesia cristiana en general, nos enseña que, entre más nos descuidamos en nuestros “votos” hechos a Dios en el día que fuimos bautizados, estamos más vulnerable a las situaciones de pecado. Es decir, al no cumplir con amor y libertad el “pacto bautismal”, nos colocamos automáticamente en una posición de fragilidad y nuestra salvación personal se puede encontrar en peligro.

El pacto bautismal es la clave para mantenernos en Jesús; recordemos sus palabras cuando nos dice “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada”. (Juan 15:1-5).

Permanecer en Jesús es la clave de las respuestas a nuestras oraciones personales dirigidas a Dios Padre: ‘Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará'. (Juan 15:7). 

Así podemos señalar que existen varias herramientas para lograr estar unidos a Jesús, señalemos cuatro herramientas. Estas herramientas yo las identifico como los cuatro puntos cardinales del mantenerse en el mensaje de Jesús, y estas son: la Oración, el cumplimiento del Pacto Bautismal, la Vida Sacramental y la Conversión diaria.

No cabe duda, para ningún cristiano, que la oración es la llave por excelencia de comunicación del hombre con Dios; es a través de esta acción sencilla del hombre, que el mismo permite un canal directo para unir ambas naturalezas en una sola y misteriosa realidad. Cuando un hombre en lo profundo de su ser se dispone a orar con sinceridad y verdadera humildad, las puertas del cielo se abren de par en par para ser escuchado por lo sagrado.

Orar es comunicarse”, hay un emisor y existe un receptor, normalmente en nuestras oraciones personales tomamos el papel de emisor, pero tenemos también que asumir el papel de receptor, estar callados en esa oración para que nos convirtamos en recipientes de lo que la otra voluntad desea decirnos. En nuestro caso específico, oramos a Dios para gozar de su presencia en constante adoración espiritual. Nuestra mente y espíritu se abren a la acción directa de Dios sobre nosotros; queremos “ser de Dios”, queremos que “Dios nos posea”; queremos “ser todo suyo”. Pero también queremos que Dios nos guíe, nos ilumine, derrame su espíritu sobre nosotros para que lo imposible sea una verdad en nuestras vidas y esto es la santidad.

La oración reflejada en la vida de los hombres y mujeres de la Biblia, por ejemplo, se puede describir de muchas maneras, desde la adoración hasta la misma agonía son descriptibles en ella, pero una cosa si es cierta, tienen un común denominador: contemplan a Dios, en esa comunicación, con suma confianza y lo consideran como un amigo respetable, donde su palabra se escucha y no se cuestiona, ni se pone en tela de juicio; para ellos Dios no es solamente lo santo, sino que es el único Dios amigo y verdadero a donde se puede acudir en todo momento de súplica. Súmase a esto el regocijo de saberse salvados y acrecentada la esperanza de una redención total y final gracias a esta amistad.

Nuestra oración en esta semana santa deberá contener estos elementos fundamentales: fe, confianza, compromiso evangélico, bendición, esperanza y salvación. La oración será siempre la clave en nuestra vida de fe, ella finalmente nos fortalecerá enormemente: “No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo” (Efesios 6.18ss.).

Que en esta Semana Santa 2020 podamos, como hombres y mujeres de Dios, sumirnos en la contemplación de la vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, a través de la oración profunda y contemplativa y la praxis de la fe.

SACERDOTE

Publicado en: https://www.panamaamerica.com.pa/opinion/la-actitud-del-cristiano-en-la-cuaresma-y-la-semana-santa-1159189 

Preparación de una nueva guerra


Por: Thierry Meyssan

La llegada a Libia de nuevo armamento y de nuevos combatientes es el preludio de una ‎nueva guerra contra la población. En realidad, la paz nunca regresó a Libia desde ‎la agresión de la OTAN contra la Yamahiriya, desatada en aplicación de la estrategia ‎estadounidense de guerra sin fin. Al pasar a una nueva etapa, los protagonistas del ‎actual enfrentamiento no resolverán nada, sólo extenderán la zona de conflicto.‎

Todos coinciden en reconocer que la dramática situación de Libia y del Sahel es consecuencia de ‎la intervención ilegal de la OTAN, desatada en 2011. Sin embargo, pocos han estudiado aquel ‎periodo tratando de entender cómo se llegó a la situación de hoy. A falta de reflexión sobre la ‎cuestión, una nueva catástrofe está hoy a punto de producirse. ‎

Es importante conservar en mente varios hechos que los medios de difusión se obstinan en ‎querer olvidar:

+ La Yamahiriya Árabe Libia, nacida de un golpe de Estado que registró muy poco ‎derramamiento de sangre, no fue la llegada al poder de un dictador loco sino un acto de ‎liberación nacional ante el imperialismo británico. Fue también la expresión de una voluntad de ‎modernización que se tradujo en la abolición de la esclavitud y en un intento de reconciliación ‎entre las poblaciones árabes y las poblaciones negras de África.

+ La sociedad libia está organizada en tribus, lo cual hace imposible –al menos en la situación ‎actual– instaurar allí una verdadera democracia. Muammar el-Kadhafi había organizado la ‎Yamahiriya Árabe Libia según el modelo de las comunidades imaginadas por los socialistas ‎utópicos franceses del siglo XIX, lo cual equivalía a crear una vida democrática a nivel local, ‎sin que esta se extendiese al nivel nacional. La Yamahiriya fue derrocada precisamente por ‎carecer de una política de alianzas, lo cual le impidió defenderse.

+ La coalición que atacó Libia se hallaba bajo la dirección de Estados Unidos, país que durante todo ‎el conflicto ocultó a sus propios aliados el fin que realmente perseguía, para ponerlos ‎finalmente ante los hechos consumados, conforme a la política definida como leading ‎from behind, o sea «dirigir desde atrás». Después de haber clamado durante meses que ‎la OTAN no intervendría en Libia, fue finalmente ese bloque militar quien dirigió las operaciones. ‎Washington nunca trató de instalar en Libia un gobierno bajo control estadounidense, lo que ‎hizo fue propiciar el ascenso de fuerzas rivales entre sí para impedir el regreso a la paz entre ‎los libios, en aplicación de la doctrina Rumsfeld/Cebrowski [1].‎

+ En Libia no hubo una revolución popular contra la Yamahiriya sino una agresión de fuerzas ‎terrestres de al-Qaeda, un regreso manipulado a la división de antaño entre las regiones de ‎Cirenaica y Tripolitania y la intervención militar externa bajo la coordinación garantizada por ‎la OTAN –con países miembros de la OTAN garantizando los ataques aéreos mientras que la tribu de los ‎misrata y las fuerzas especiales qataríes se encargaban de realizar las operaciones terrestres. ‎

A partir de aquel momento, la rivalidad entre el gobierno instaurado en Trípoli y el gobierno ‎de Bengazi hizo retroceder el país a la época anterior a 1951, cuando Libia se dividía en dos Estados separados –Tripolitania y Cirenaica–, rivalidad reinstaurada o despertada durante la ‎agresión de la OTAN. Pero en este momento, en vez reaccionar respaldando a uno u otro bando ‎contra el otro, la única posibilidad sensata de restablecer la paz sería tratar de unirlos contra a ‎los enemigos del país. ‎

Actualmente, el gobierno establecido en Trípoli cuenta con el respaldo de la ONU, Turquía ‎y Qatar, mientras que el gobierno de Bengazi tiene el apoyo de Egipto, Emiratos Árabes Unidos, ‎Francia y Rusia. Fiel a su estrategia de siempre, Estados Unidos es el único país que apoya ‎simultáneamente a los dos bandos, para que sigan matándose indefinidamente. ‎
En Ankara, el parlamento turco adoptó este 2 de enero una resolución que autoriza la intervención ‎militar turca en Libia, lo cual puede interpretarse de 3 maneras que se complementan entre sí:
 
* Turquía apoya a la Hermandad Musulmana, instalada en el poder en Trípoli, lo cual explica ‎simultáneamente el apoyo de Qatar –favorable a la cofradía– a ese gobierno y la oposición ‎de Egipto, de Emiratos Árabes Unidos y de Arabia Saudita.

* Turquía desarrolla sus ambiciones regionales apoyándose en los descendientes de los antiguos ‎soldados otomanos que pueblan Misurata, lo cual explica el apoyo de Ankara al gobierno de ‎Trípoli, la capital libia, cuyo control se halla desde 2011 precisamente en manos de la tribu de ‎los misrata.

* Turquía utiliza en Libia a los yihadistas que ya no puede seguir protegiendo en Idlib (Siria), de ‎donde está evacuándolos y trasladándolos a Libia, concretamente a la región de Tripolitania, para ‎lanzarlos al asalto de Bengazi. ‎

A la luz del derecho internacional, la intervención turca es legal ya que se basa en un pedido del ‎gobierno de Trípoli, legalizado por el acuerdo firmado en Skhirat (Marruecos), el 17 de diciembre ‎de 2015, y por la resolución 2259 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada el 23 de ‎diciembre de 2015. Sin embargo, todas las demás intervenciones exteriores son ilegales… ‎a pesar de que el gobierno de Trípoli se compone de la Hermandad Musulmana, al-Qaeda y el ‎Emirato Islámico (Daesh). Dicho claramente, estamos viendo en Libia una inversión de los ‎papeles, con los fanáticos yihadistas en el oeste del país –y respaldados por la ONU– mientras que ‎quienes luchan contra ellos, desde el este de Libia, se hallan en la ilegalidad. ‎

Por el momento, sólo hay algunos soldados turcos del lado del gobierno de Trípoli, pero hay ‎soldados egipcios, emiratíes, franceses y rusos junto al de Bengazi. El anuncio del envío oficial de ‎algunos soldados turcos más, no modificará mucho ese equilibrio pero sí lo hará el traslado ‎a Libia de yihadistas exfiltrados de Siria, movimiento que puede llegar a ser del orden de cientos ‎de miles de individuos, llegando eventualmente a invertir la correlación de fuerzas. ‎

No es inútil volver a recordar, contrariamente a lo que se afirma en la “historia oficial”, que ‎Occidente pretende imponer, que el llamado «Ejército Sirio Libre» no se inició –al principio de la ‎agresión externa contra Siria– con desertores sirios, sino que se creó con yihadistas libios de al-‎Qaeda. Era por lo tanto previsible que esos yihadistas regresaran a su país de origen. ‎

Las milicias sirias turcomanas y los yihadistas de la Legión del Levante (Faylaq al-Sham), lo cual ‎representa unos 5,000 individuos, ya están siendo trasladados a Libia. Si se mantiene esta ‎‎“migración” de yihadistas a través de Túnez, la llegada de refuerzos para el gobierno de Al-Sarraj ‎podría durar años, hasta que termine la liberación total de la gobernación siria de Idlib. Por supuesto, esto ‎sería excelente para Siria, pero significaría una catástrofe para Libia y para el Sahel en general. ‎

Libia se vería entonces en la misma situación que enfrentó Siria: con los yihadistas respaldados ‎por Turquía arremetiendo contra las poblaciones locales respaldadas por Rusia –dos potencias ‎que ponen extremo cuidado en no enfrentarse directamente, siendo Turquía miembro de ‎la OTAN. ‎

Al instalarse en Trípoli, Turquía pasa a controlar el segundo gran flujo de migrantes hacia los países ‎de la Unión Europea. Eso pone a Ankara en condiciones de recrudecer el chantaje que ya ejerce ‎sobre la Unión Europea gracias al actual flujo de migrantes a través del territorio turco. ‎

Debido a la ausencia de fronteras físicas, los ejércitos yihadistas circularán libremente por ‎el desierto, desde Libia, por todo el conjunto del Sahel, lo cual hará a los países del G5-Sahel ‎‎(Mauritania, Mali, Burkina Fasso, Níger y Chad), todavía más dependientes de las fuerzas ‎antiterroristas francesas y del AfriCom estadounidense. Los yihadistas amenazarán Argelia pero ‎no Túnez, país que ya está en manos de la Hermandad Musulmana y que controla el tránsito de ‎yihadistas por la isla de Yerba (también llamada Jerba). ‎

Las poblaciones sunnitas del Sahel serán entonces objeto de una “purificación” y los cristianos de ‎esa región serán expulsados de allí, como antes fueron expulsados los cristianos del Oriente. ‎

Llegará un momento en que los ejércitos yihadistas cruzarán el Mediterráneo –no olvidemos que ‎las islas italianas, principalmente Lampedusa y Malta, están a 500 millas náuticas. La ‎Cuarta Flota estadounidense intervendrá inmediatamente para rechazar a los yihadistas, ‎en virtud de los Tratados del Atlántico Norte y de Maastricht, pero el caos se extenderá ‎inevitablemente a los países de Europa occidental. Será entonces cuando, por fin, los europeos ‎entenderán el gravísimo error que cometieron al embarcarse en el derrocamiento de la Yamahiriya ‎Árabe Libia. ‎

Ecuador: Balance del paro nacional


Por: Gloria Muñoz Ramírez
www.ojarasca/jornada.unam.mx / Nº 273 / enero 2020

Quito, Ecuador. En octubre de 2019 Ecuador vivió un levantamiento popular con el involucramiento de todos los sectores sociales del país. La participación de los pueblos indígenas definió la derogación del decreto 833 con el que el gobierno de Lenín Moreno pretendía eliminar el subsidio a los combustibles, haciendo así imposible la vida.

La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) fue clave durante los 13 días del Paro Nacional en el que el Estado reprimió las movilizaciones, dejando un saldo de 11 muertos y cientos de heridos y detenidos. Jaime Vargas Vargas, presidente de la Conaie desde 2017, fue uno de los dirigentes de la protesta emblemática. De origen amazónico, Vargas hace una valoración del levantamiento indígena y popular, repasa lo que significó para los pueblos la llegada de los presidentes Rafael Correa y Lenín Moreno “de supuesta izquierda”, y habla de los planes electorales de la Conaie, que no se descarta para la contienda presidencial.

–¿Cuál es la valoración que hace la Conaie del proceso del paro nacional y levantamiento indígena de octubre?

–El levantamiento de octubre fue diez veces más grande que el primer levantamiento de 1990. Hemos posicionado la fuerza política, ideológica y de resistencia. En estos últimos 12 años, los pueblos y nacionalidades hemos estado viviendo un momento muy crítico, de atropello a nuestros derechos humanos, despojos de nuestros territorios, invasiones de las transnacionales, pero hemos resistido desde nuestras bases. Durante estos 12 años hemos estado llenos de persecución política. Muchos líderes fuimos declarados terroristas, secuestradores, subversivos, guerrilleros, de todo nos han calificado. Pero ésa es nuestra dinámica de seguir luchando.

–¿En qué momento político y organizativo se encuentra la Conaie?

–En este momento, luego del paro nacional, la Conaie se posicionó como una de las organizaciones más fuertes en el Ecuador y en toda América Latina, porque hemos despertado a todos los pueblos en América. La Conaie es una organización nacional que ha hecho escuchar su voz y se ha hecho respetar. En anteriores movilizaciones la Conaie sacaba a su gente, hacía una marcha y a veces teníamos que paralizar, pero la gente de la ciudad nunca salía o nos decían que éramos indios y que nos regresáramos a la selva, que éramos vagos, que solamente éramos ‘atrasapueblos’ que veníamos a ensuciar las ciudades. Pero esta vez no. Tuvimos otra plataforma, otra forma de pensar, con la interculturalidad del pueblo ecuatoriano. Era no pensar en mí, sino en que mi lucha debía ser para la sociedad, para un pueblo organizado.

Se derogó el decreto 883 impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y eso quiere decir que se luchó para el pueblo ecuatoriano, para los 16 millones de ecuatorianos. Sólo 1 por ciento, los banqueros y los que se creen dueños de la patria, dijo que los indígenas no los representamos. Nosotros dijimos que claro que nunca los vamos a representar, así como ellos tampoco nunca nos van a representar a nosotros. La Conaie representa a las 15 nacionalidades y 18 pueblos, a las organizaciones sociales. Y eso es lo que hemos hecho. Cuando estaba Correa nos decían que la patria era de todos, ¿pero qué patria es de todos? La que está llena de corrupción, de odio, de discriminación, de racismo, de desigualdades, de injusticia social, de asesinatos e inseguridad nacional.

–¿Cómo vivieron ustedes el proceso de su lucha en el gobierno de Rafael Correa y el discurso progresista?

–En tiempos del expresidente Correa el movimiento indígena vivió un momento muy crítico porque dividió a las organizaciones, a los pueblos y nacionalidades. Había un grupo que defendía al correísmo y había otros que defendían a su pueblo. En la Amazonía tenemos a la organización histórica de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae) y ahí había dos presidentes de la misma organización. Uno avalado por el correísmo y otro por el gobierno tradicional. Unos gritaban por el correísmo, otros por su libertad, por el territorio. Eso es lo que vivimos.

–Y con los megaproyectos en los territorios indígenas, ¿qué pasó?

–Hubo gente que decía sí al correísmo e iba a favor de las transnacionales. Entonces había una pelea entre nosotros, había amenazas en nuestras comunidades. Había quienes defendían la minería, el petróleo, la consulta, el convenio. Eso ha pasado en todo el mundo y por eso han desaparecido pueblos indígenas, por los intereses económicos. Los gobiernos neoliberales tienen que asesinar, tienen que matar al pueblo para acabar con él y quedarse con sus territorios para sacar los recursos que necesitan.

¿En Bolivia a quién están matando? ¿A un banquero? ¿A un empresario? ¿A una derecha? Asesinan a los indígenas, y eso es lo que nos indigna a nosotros. En Chile están matando al pueblo mapuche, en Colombia al pueblo nasa, al pueblo indígena, al campesino, al que lucha por defender su territorio y su derecho. En México han matado al campesino, en Brasil a los pueblos indígenas. Los grandes empresarios quieren acabar con todo. En Perú acabaron con el movimiento indígena, con los hermanos awajún, aquí han asesinado a los shuar, achuar, kichwa.

–¿Qué es lo que pasa cuando presidentes como Rafael Correa o Lenín Moreno se presentan como progresistas o de izquierda y promueven proyectos extractivistas?
–Rafael Correa y Lenín Moreno decían que eran de la izquierda progresista y ahora están con la derecha, en vez de entregarse al pueblo. Por eso es importante la oposición. Mucha gente del gobierno piensa que la oposición es un enemigo y tiene que pelear contra ella. Escuché un discurso medio favorable del nuevo presidente de Argentina que decía que la oposición que perdió no será su enemigo, sino una persona que le permita avanzar. A ver si lo cumple.

La oposición te permite mejorar tu pensamiento y tu estrategia de gobierno. Se trata de conversar y asegurar que no vas a aceptar sus intereses personales, pero sí los colectivos que generen desarrollos para el país. Aquí en el Ecuador se explota desde hace más de 40 años, pero nuestras comunidades siguen viviendo en la miseria. Por eso decimos que no somos pobres, sino que nos hicieron pobres. Trajeron la pobreza a nuestros territorios, que son ricos. La gente pobre-pobre vive en las ciudades llenas de criminales, prostitución, alcoholismo, drogadicción, corrupción. No tienen ni ríos dónde bañarse.

El sumak kawsay del que hablamos en la Constitución es vivir en nuestro mundo, que si te enfermas encuentras la farmacia en la selva, donde el mercado es libre porque un niño puede tomar un anzuelo, coger un pescado y cocinar.

–¿Cuál es la situación en Ecuador respecto a las consultas sobre proyectos en territorios indígenas?

–Aquí está el derecho a la consulta previa, libre e informada, pero no hay una herramienta o mecanismo que garantice este proceso, porque no es vinculante. He estado reunido con todos los pueblos de América Latina y tenemos la misma situación y la misma problemática de invasiones, de asesinatos, de criminalización, de despojo y consultas. Cuando hablamos de consulta no sólo está enfocado al tema del extractivismo, sino también a la construcción de vías y de grandes proyectos.

En el Ecuador el derecho a una consulta no garantiza nada, porque preguntan y dices que sí o que no, pero ellos en el gobierno toman las decisiones y aplican la ley. Ese es uno de los problemas. En las consultas llegan y te dicen, “miren compañeros indígenas, ustedes no tienen agua potable, sus hijos no tienen becas, pero habrá bonos solidarios, bonos de vivienda, becas y cada dirigente ganará dos mil dólares”. ¿Eso es consulta o es engaño? La gente acepta, pero no les dan ni proyecto ni los dos mil, solamente trago, pan, coca cola. Eso pasó en Ecuador durante estos años, son las estrategias para engañar a los pueblos indígenas desde el Estado y las transnacionales.

–¿Cómo fue el diálogo de la Conaie con el gobierno durante el paro y qué proceso siguió? ¿Qué pasó con el Parlamento de los pueblos?

–Nunca hubo diálogo ni negociación. Lo único que hicimos fue decirle al gobierno que ese decreto no lo aceptaba el pueblo ecuatoriano, porque se afectaba todo y se decretó sin consulta. De ahí el levantamiento. Se instaló la mesa técnica no para dialogar, sino para debatir, que es otra cosa. Dijimos que no discutiéramos sólo el subsidio, sino también la política económica del país. Le dije al ministro de Economía, Richard Martínez, que necesitábamos que trajera todos los contratos petroleros para revisarlos y saber cómo estaban funcionando las empresas públicas, bajo qué términos llegaron los acuerdos con el FMI, qué busca el Fondo, dijimos que queremos discutir también el tema de la deuda externa con China. Nos dijo que eso lo podíamos discutir después. En este contexto la Conaie convocó y abrió el abanico para que llegaran todos los sectores sociales e instaló el Parlamento de los pueblos, nacionalidades y organizaciones sociales, con casi 200 organizaciones del país con las que discutimos la parte económica, política y social-ambiental. Debemos discutir qué vamos a hacer. Hablar sobre el extractivismo, sobre las inversiones internacionales. Definimos una propuesta del pueblo ecuatoriano y el gobierno debe cumplirla. No debe ser una propuesta del indígena, no de un sector, sino del pueblo ecuatoriano. Y así estamos, eso estamos construyendo en este momento. Eso es lo que habla el parlamento de pueblos, nacionalidades y organizaciones. Están los estudiantes, los académicos, nuestros científicos, todos.

–¿Cuál es la postura electoral de la Conaie?

–Estamos pensando en una posición electoral. No puedo decir nada oficialmente, pero ese es el camino. Cuando te proyectas a ese nivel tienes que empezar desde abajo, y para eso tenemos que construir una plataforma de unidad, de acuerdos, de todo. No sería impensable un candidato de la Conaie para la presidencia. Cuando salgo, la gente a veces me saluda llamándome el próximo presidente de la República, lo mismo le sucede a Leonidas Iza. Lo dice el pueblo.

–Un presidente indígena parece que no es garantía de nada...

–El presidente puede llegar a ser indígena, puede ser cholo, puede ser afro, puede ser hombre o mujer, un campesino, una maestra, un abogado, pero que sea presidente del pueblo. Ser indígena no garantiza exactamente ser bueno, es cierto.

–Hay ejemplo ya en otros países...

–Bueno, no puedo hablar de Bolivia, pero están ahí las cosas. Puede ser un indígena que sea más derechista que cualquiera, pero todo depende de cómo actúen.

–¿Y tampoco se garantiza el plurinacionalismo?
–Ser indígena tampoco garantizaría el plurinacionalismo, eso se debe construir entendiéndonos, participando, debatiendo. El gobierno no puede construir solito un Estado plurinacional. Sin indígenas, no se puede construir, sin mestizos tampoco. Si el policía se pone una whipala ya dicen que es plurinacional, pero eso no es. El Estado plurinacional es garantizar derechos, tomar decisiones, hablar de libertades, de autonomía, de verdadera justicia social donde la gente viva feliz. Pero para llegar a eso hay que hacer un trabajo duro y complicado.

–Pero a la derecha no le va a gustar…

–Nuestros militares y policías se han hecho robocops, pero esperemos que no se transformen en Power Rangers. Nosotros los pueblos y las nacionalidades estamos también organizados, estamos viviendo en nuestros territorios. No estamos armados, estamos decididos a defender el territorio, la patria, la soberanía nacional, a hablar de derechos humanos, de libertades. El Estado invierte casi dos mil millones de dólares anuales para sostener a la policía y las fuerzas armadas.

¿Qué beneficio sacamos? El Estado tiene miedo. ¿Por qué están armándose? ¿Es guerra con quién? Con el pueblo. Así no se construye ni se hace un buen gobierno, eso no significa ser un gobierno de todos. Habrá que dialogar y reclamar nuestros derechos, pero parados. Yo no tengo miedo al gobierno, pero sí algo puedo temer a la derecha, porque son terribles. Hemos recibido amenazas. Anteayer dejaron un mensaje en el departamento en Puyo y sólo pensé, “está bien, si creen que matando o amenazando a un dirigente indígena van a sacar algo es mejor, pero es encender, es explotar”.

–¿Coincide con que es tiempo de los indígenas y de las mujeres?
–Es tiempo de la juventud, de los pueblos indígenas en América Latina y del mundo. Es el momento. Tenemos toda la capacidad de decidir y de demostrar que hay una posibilidad. Es tiempo de las mujeres también. Hay grandes lideresas.


Perderemos la batalla


Por: Paco Moreno

Durante los setecientos ochenta años que duró el dominio musulmán en partes de lo que los romanos llamaron Hispania, los poemas escritos en la lengua culta (la del Profeta) solían incluir estrofas en el habla popular de los sometidos. Estas estrofas derivadas del latín vulgar y escritas mediante el alfabeto árabe, conocidas como jarchas, son las primeras manifestaciones que nos han llegado de la convivencia o fusión de ambos idiomas.

A medida que los cristianos del Norte fueron apoderándose de los reinos musulmanes, iban imponiendo las bases de los actuales idiomas romances de la Península (castellano, gallego-portugués y catalán-valenciano-balear) muy contaminados por el habla de los andalusíes. Los lingüistas calculan que sobreviven actualmente más de cuatro mil palabras castellanas derivadas del árabe, tanto en nombres comunes como en topónimos. Antes eran más. Si leemos libros antiguos como La Celestina o El Quijote descubriremos algunas que ahora han caído en desuso.   

Algunos de los arabismos más comunes son: algarabía, ojalá, aduana, alcalde, aceite, azúcar, fideo, jarra, limón, sandía, zanahoria, algodón, marfil, alcohol, dado, aldea, almohada, etcétera. Los topónimos árabes en la Península Ibérica son numerosísimos. Todas las poblaciones llamadas Medina, Alcalá, Alcántara o Alcázar; todos los ríos cuyos nombres empiezan por Guad (Guadalquivir, Guadiana, Guadalete, Guadalhorce, etcétera), Tarifa, Algarbe, Gibraltar, etcétera, etcétera.

Las jarchas mencionadas demuestran que el pueblo que invadió Al Ándalus a partir del 711 también se contaminó del habla de los invadidos.

Está claro que nuestro idioma procede de una especie de patois, lunfardo o papiamento que hablaba el pueblo inculto de la España medieval. Los pocos que sabían leer se expresaban en árabe o en latín.
Si en el mundo hispanohablante no dispusiéramos de libros, centros de enseñanza y medios de comunicación, al idioma castellano le habrían nacido en los últimos quinientos años tantos hijos como le nacieron al latín desde la caída del Imperio Romano. Igual que no nos entendemos franceses, italianos y españoles tampoco nos entenderíamos mexicanos, argentinos y españoles.

Hoy vamos camino a crear una nueva escritura de emoticones y abreviaturas, eliminación de tildes, signos de puntuación y hasta de ortografía. La lluvia de anglicismos es imparable. No hay en nuestro país negocio que se precie que no proclame nombre y actividad en inglés.

No hay abogado cuyas tarjetas de visita no digan attorney-at-law debajo de su nombre; a la mayoría de las nuevas barriadas les ponen nombres en inglés; palabras como man, OK, bye, marketing, stand, casting, shower, bullying, teen-ager, fashion, pretty, full, look, delivery, lipstick, hub, causeway, counter, mall, plywood, switch, clutch, flat y cientos más son comunes en nuestro país y muchos que las pronuncian no saben su equivalente en castellano y hay que decirlas en inglés para que las entiendan.

Los anglófonos también han copiado palabras nuestras, como plaza, guerrilla, cargo, mosquito, cafetería, rodeo, aligator, marina, armadillo, canasta, armada y cientos más.
Gran parte de los 60 millones de hispanos que viven en los Estados Unidos hablan lo que se ha dado en llamar espanglish: palabras inglesas adaptadas al castellano como taipiar (escribir a máquina), janguear (salir a divertirse), estar redi (estar listo), marqueta (mercado), rufo (techo), grosería (abarrotería), bil (factura) y muchas más.

El idioma inglés va a ser, si no lo es ya, la lengua franca que tendremos que aprender todos los habitantes del planeta Tierra para poder entendernos, pero no será la lengua de Shakespeare ni de Faulkner; será un pidgin basado en el inglés clásico, pero con numerosos añadidos de otros idiomas, entre ellos el nuestro. Algo parecido a la mezcla que en la Edad Media fue el origen del castellano, pero a nivel mundial.

Amo tanto nuestro idioma que me he negado a contestar los mensajes que recibo escritos con ese galimatías que está de moda. Sin embargo, me temo que es inútil porque de este desorden que sufrimos hoy surgirá más tarde o más temprano un idioma nuevo con nuevas normas, como surgió el castellano del desorden mozárabe y los que defendemos la pureza del idioma perderemos la batalla.


"Los peruanos hemos hecho todo lo posible para despojarnos de la 'mancha indígena"


Por: Alejandro Millán Valencia
www.bbc.com / 290120

Cuando el periodista peruano Joseph Zárate quiso entrar en el palacio Cibeles de Madrid donde iba a recibir el premio Ortega y Gasset al mejor reportaje en español de 2016, la persona que estaba en la entrada le preguntó si él era uno de los meseros que iba a atender a los invitados.

"Ese es sólo un ejemplo de cómo la mirada occidental etiqueta a las personas por su aspecto", dice. Y esa visión es el eje de las tres crónicas que comprende su libro "Las guerras del interior".

Es un trío de historias que hablan de lo que Zárate llama "El Perú real". La primera es sobre la explotación ilegal de la madera y el empeño por defender su territorio que le costó la vida a Edwin Chota; la segunda, el esfuerzo estoico de Máxima Acuña para evitar que la minería del oro arrase con su recurso más valioso: el agua.

Y al final, la historia del pueblo indígena que quedó bañado en petróleo por los constantes derrames del oleoducto que surca la selva amazónica peruana. Madera, oro y petróleo. Edwin Chota, Máxima Acuña y la comunidad Awajún.

Una de las principales percepciones que quedan de "Las guerras del interior" es que la gente que está en puestos de poder, empresarios y políticos, no reaccionan ante los reclamos de los líderes que piden que no arrasen con sus recursos naturales. No es que no los atienden, es que ni siquiera parecen escucharlos, ¿no te parece que, en medio además de una grave crisis climática global, se ignora el sentido común?

Sí, yo también tengo esa impresión. No solamente diciendo que los empresarios o los políticos son de esa manera, porque lo son. Pero a la vez, nosotros también somos parte de ese problema.

Por ejemplo, en el libro hay una denuncia sobre una empresa estatal en mi país que básicamente jodía a un río, lo contaminó y no se ha hecho cargo de eso, pero a la vez es imposible ignorar que si existe una industria del petróleo -que produce un derrame de petróleo, que contamina los ríos- es porque hay una industria, es porque hay consumidores y esos consumidores somos nosotros.

Pero lo grave es que cuando nos enteramos de una noticia así decimos "ah, eso ocurre en la selva, qué desgracia o qué pena" y seguimos con nuestras vidas y no sentimos que eso nos interpele, que podamos hacer algo. Porque no hay un puente de empatía hacia esas personas, hacia esa realidad.

Lo que yo he intentado hacer en el libro es utilizar el periodismo para construir ese puente de empatía con una realidad que aparentemente es ajena, pero no lo es.

Entonces estoy de acuerdo contigo en que hay una ausencia de sentido común de parte de la gente que tiene poder, pero también de parte nuestra, de los ciudadanos.

¿No crees que hemos mejorado un poco?

Siento que ahora compramos menos plástico, pero hay muchas cosas que todavía son como contradictorias en nuestra manera de vivir. Nos comportamos más como consumidores que como ciudadanos y eso ataca todos los niveles de lo que es la sociedad.

Pero otro asunto es que hay una narrativa de lo que es el progreso, que supone tener un PIB que crezca, tener infraestructura, tener obras de cemento, etcétera.

Para mí hay un meme que lo ilustra todo. Hay un perro que está en medio de una casa incendiándose y tomando un café (el dibujo original es de la historieta de K.C. Green, publicada en 2013), pero que dice "todo está bien, todo está bien".

Nosotros somos como ese animal, dentro de la caja que se está incendiando y creemos que todo está bien. El sentido común te diría que huyas o que agarres agua y que intentes apagar el incendio, pero nosotros pensamos que vamos a vivir para siempre, que el planeta va a seguir como está, que no se va a alterar y que todo va a seguir igual. Vivimos en esa ilusión.

Pero es evidente el enorme esfuerzo de las esferas del poder político y económico en desconocer -yo iría más lejos, quizá incluso en despreciar- a las comunidades que habitan las zonas de donde provienen los recursos naturales del Perú, ¿estás de acuerdo con esta idea?

No creo que las autoridades o los empresarios lo hagan ahora, digamos, como un esfuerzo o una voluntad de querer discriminar, sino que siempre lo han hecho así.

El detalle es que ahora hay tantas maneras de comunicarlo, de darlo a conocer, que se hace más evidente. Es que siempre fueron así, pero ahora hay más canales de comunicación, más redes sociales.

Un ejemplo un poco más cotidiano es que en mi país, al menos hace diez años, tú podías discriminar al otro. Podías pararte y decirle "chola de mierda", "serrana de mierda, anda, regresa a tu pueblo, tú nunca vas a ser nadie porque no tienes educación y siempre vas a ser un conserje".

Tú decías eso y la gente no se escandalizaba o no se enteraba. O decía que veía las series de televisión donde actuaban los cómicos, por ejemplo, que reproducían una imagen de la mujer de los Andes de manera caricaturesca, grotesca, y la gente lo naturalizaba y se reía.
En cambio, ahora hay redes sociales, hay una capacidad para poder poner eso en evidencia. Ahora hay una conciencia mayor de que esto es discriminación, de que eso es racismo, de que eso es exclusión y violencia.

Creo que, más que un enorme esfuerzo de los poderosos, hay como una especie de conciencia un poco más despierta de parte de lo que podríamos llamar la ciudadanía. Pero obviamente eso no justifica para nada las prácticas de las personas que ejercen el poder.

¿Pero crees que hay un empoderamiento, ayudado por las redes?

Hay otra cosa más también que yo me di cuenta en el momento de escribir el libro y es que los protagonistas son personas cuya cultura está basada en la tierra, en la naturaleza y que viven en los Andes, en la selva y creo que hay una revalorización de esas culturas.
Por ejemplo, hace no sé, diez, quince años, muchos hijos de inmigrantes que veníamos de los Andes y la selva muchas veces sentíamos vergüenza de nuestro origen y de nuestro pasado.

Ahora eso cambió. Hay otro paradigma. Y creo que de algún modo lo que yo intenté hacer fue reflejar también eso, que no son personas a las que le ocurren simplemente las cosas o personas que no tienen decisión, sino que hacen algo para poder enfrentar eso, que es lo que los que los oprime, que los violenta.

Has dicho que tenías una lista grande de crónicas que habías publicado y que intentabas meterlas todas en un libro, pero finalmente decidiste que fueran tres. Además, que esas tres tienen un orden definido. ¿Cuál es ese orden y por qué?

Yo tomé la decisión de escribir el libro más o menos entre finales 2015 y principios de 2016. Allí me di cuenta de que muchas de esas crónicas representaban o simbolizaban un recurso natural. Por ejemplo, en el caso de Máxima era el oro, en el caso de Chota era la madera.

Y ahí me di cuenta de que estos materiales de algún modo eran la representación o la metáfora de progreso en una determinada época de la historia de mi país.

El oro tenía que ver con la conquista, la madera de algún modo con la revolución industrial, la época del caucho, que es más o menos finales del siglo XIX y principios del XX, y luego sigue el petróleo, de los siglos XX y XXI.
Pero hubo un segundo orden, porque pensé que tal vez ése solamente estaba en mi cabeza y no lo iba a sentir necesariamente así el lector. Fue ahí donde pensé en experiencia lectora, o sea, cómo el lector va a entrar al libro.

Entonces me pareció, por ejemplo, que, con la historia de Edwin Chota, que es la de la madera, el lector podía entrar de una manera más suave, más empática.

Y ahí cambié el orden. Intercambié esa historia con la del oro. Y cuando hice esa operación pasó algo que fue muy chévere: sentí que ese era el orden que debía tener.

Y luego encontré otro sentido, que es un poco más difícil de interpretar: que la madera está en la superficie, luego el oro está entre los 400 y 600 metros de profundidad, y después viene el petróleo que está mucho más abajo.

Y finalmente el epílogo, que es un ensayo personal donde yo explico por qué escribí esto, que viene siendo el corazón.

En verdad, el libro es como un viaje hacia el centro de la Tierra, hacia el interior de la Tierra y al interior de mí mismo. Ese es el sentido.
Y de algún modo los conflictos que retratas son también de distintas escalas, ¿no?

A ver, cuando hice ese cambio descubrí otro sentido. Cuando tú entras a la historia de la madera, claramente puedes ver que hay una oposición entre el héroe y los villanos. Hay un héroe que tiene sus bemoles, pero ahí están los traficantes de madera. Hay un enfrentamiento, está más clara esa frontera.
Pero luego en el oro tienes a Máxima, que obviamente es una persona que tiene sus derechos, su casa, y por el otro lado tienes a la empresa. Este mastodonte. David contra Goliat.

Sin embargo, en el plano legal, la frontera de quién tiene la razón sobre la propiedad de ese territorio está más diluida. Porque tanto la empresa como la mujer tienen papeles. Hay una discusión legal, que es como una zona gris.

Y después, en la historia del petróleo, esa frontera se diluye aún más, porque si bien es cierto que a la población indígena le han contaminado su río, su tierra, y que se han visto totalmente vulnerados y violentados, (la industria) también los involucra de una forma terrible y perversa, porque el sistema de algún modo los obliga también a eso, y consideran que al final les trajo progreso porque les trajo dinero.

¿No crees, basado en tus relatos, que hay un desconocimiento generalizado en el Perú urbano de lo que ocurre y de lo que es realmente el país indígena, el país amazónico?

Yo creo que hay más que una desconexión, hablaría de que hay un desgarro o una fractura, una grieta que nos separa, que no nos permite poder reflejarnos en el otro. Si uno, por ejemplo, revisa la historia de nuestras repúblicas en Latinoamérica, hay una sensación que yo llamaría una "mancha indígena".

Todas aquellas personas que de algún modo están más cerca de lo indígena, ya sea en sus rasgos, su cultura, su manera de ser y estar en el mundo, ante la cultura predominante es como si llevaran una mancha.

Y los peruanos, por ejemplo, hemos hecho todo lo posible para poder despojarnos de tal mancha y para poder ser más occidentales, más blancos. Y yo creo que eso es lo que ocasiona esta fractura: ese rechazo a esa identidad indígena, porque durante mucho tiempo se consideró esa raíz como algo inferior, precario.

Y es muy difícil despojarse de eso. Muy difícil. Yo creo que eso es lo que ocasiona precisamente ese desconocimiento de los otros en Perú.
Mira, solamente para que te hagas una idea, en la selva del Perú existen alrededor de 51 naciones amazónicas y cada nación, cada pueblo indígena, tiene su propia lengua y sus propios códigos culturales. Pero a mí en el colegio eso nunca me lo enseñaron, yo estudié en un colegio público y nunca me lo enseñaron.

Imagínate un chico que crece así, con un desconocimiento casi total de lo que pasa fuera de Lima, pues no sientes ninguna identificación. Yo mismo, por ejemplo: mi abuela viene de una comunidad indígena, pero yo me enteré de eso cuando cumplí 30 años.

Has dicho que el lenguaje es el motor que hace que tus crónicas funcionen, ¿cuéntanos un poco cómo es el proceso de escritura de las crónicas?

Hace un tiempo vi un video donde hablaba la premio Nobel Stlevana Alexiévich, que es una escritora que me encanta por su aproximación a historias que son terribles, desgarradoras.

Ella dice que a veces uno como periodista cree que con poner la grabadora delante de la persona o tomar fotos o simplemente apuntar en tu cuaderno lo que ves estás capturando la realidad, que estás contando la realidad, pero que no es así.

Para ella, la realidad no es lo que tú has grabado con tu grabadora, lo que has apuntado en tu libreta. Lo que ella dice es que, para un cronista, por ejemplo, es importante que la realidad sea comprendida primero. Que esa realidad, que yo estoy dispuesto a interpretar, sea comprendida.

Yo creo que lo que falta muchas veces es esa comprensión del ser humano. No te estoy diciendo con esto que yo la he conseguido, para nada. Pero lo que yo intenté hacer, en el caso de Máxima, fue tratar de acercarme y no solamente contar lo que le pasaba a ella, sino comprender su realidad, su condición. Y esa es la razón por la cual, cuando me enteré de su historia más o menos en 2013, viajé dos veces y me quedé dos semanas en su casa viviendo con ella.

Porque a mí lo que me interesaba era no solamente denunciar la injusticia, sino comprender su mundo interior, ¿por qué rayos esta mujer aparentemente indefensa, aparentemente frágil, decidía permanecer en este lugar y enfrentarse a este mastodonte poderoso que es la minera Yanacocha? ¿qué había dentro de ella que la motiva a quedarse ahí, incluso aun cuando está en peligro su vida?

Esta voluntad de comprender fue la que hizo que yo me quedara ahí ese tiempo y la entrevistara muchas veces, comiera lo que ella comía, durmiera junto a ella, fuera a ordeñar las vacas o a trabajar la tierra unos días con ella.

Y luego de que uno ha comprendido o intentado comprender y reflexionar junto con ella, con ese material yo trato de utilizar el lenguaje para transmitir esa experiencia. Obviamente que es muy complicado.

Yo me demoro mucho para escribir porque siento que no estoy consiguiendo transmitir ese mundo interior, esa motivación, esa experiencia. Por eso me toma meses escribir.

Hay un tema con la crónica de Edwin Chota. Él viene de los pueblos indígenas, pero es un hombre alfabetizado que conoce un poco las leyes y eso le permite convertirse en el líder. ¿Crees que eso juega en contra de las comunidades indígenas o de las poblaciones vulnerables en Perú, que no conocen sus derechos o no saben bien por lo que pueden luchar?

Hay distintos niveles. A veces uno piensa que, cuando nos referimos a los pueblos indígenas en la selva, por ejemplo, se trata de personas que viven en aislamiento, no contactados, pero no es así. La mayor parte de las comunidades indígenas están conectadas con lo que llamamos la sociedad, con la cultura occidental.

Sin embargo, es cierto que hay distintos niveles de acceso a la información. Es verdad que algunas comunidades están más metidas, digamos, en lo que llamamos el progreso, que tienen luz, agua, escuelas, etcétera. Pero hay muchas otras, como por ejemplo la de Saweto, que están desconectadas básicamente de todo y donde difícilmente llegan las autoridades. Difícilmente llegan los programas sociales.

Y ahí es donde hay una gran ausencia de información. Entonces, cuando Edwin Chota llega a esa comunidad, él era el único en ese momento que sabía leer y escribir, y las comunidades, sabiendo que necesitan de alguien que sepa eso, votan por él y lo eligen como su líder.

Las comunidades son conscientes de que necesitan esa información, porque desgraciadamente si no tienen conocimiento de leyes o de cómo hacer los trámites difícilmente van a poder negociar con quien toma decisiones en Lima.
Pero tener ese conocimiento no evita la discriminación. A Edwin Chota, cuando viajaba a las entidades regionales, lo hacían esperar tres o cuatro horas y a veces ni lo recibían.

Hay un profundo desprecio por ellos. Incluso aquí en el Perú, cuando han llegado peruanos que son indígenas quechua o aymara al Congreso de la República muchas veces otros congresistas los han discriminado porque eran de los Andes, porque su acento era diferente… Si eso le pasa a un congresista de la República, imagínese lo que puede pasar con una persona que está en lo que llamamos el último escalón de la sociedad.

Los casos que denuncias son bastante graves, ¿has tenido algún resultado, logrado algún cambio?

Me encantaría decirte que sí, que tengo problemas por eso… pero la verdad es que no lo sé. A veces pienso que hacer este tipo de trabajo es como lanzar una botella con un mensaje al mar.

Lo que sí se puede decir es que reacción de algunos lectores que me escriben, por ejemplo, me escribió un juez que se encarga de ver toda la parte medioambiental, la justicia ambiental, y me dijo que había leído el libro y que le gustaría hacer algo por la familia de Edwin Chota, un homenaje.

Y le dije "mira, aquí está el número de la familia, sería bueno que los contactes, pero sería mucho mejor que encontraran a los asesinos de Edwin Chota y los metieran a la cárcel".

Ese caso lleva cinco años y nadie está preso por ello.