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Cesaria Evora - Live at Lisbon Coliseu



“Cesaria Evora Live at Lisbon Coliseu” traz-nos as memoráveis imagens da última actuação de Cesaria Evora em Portugal, a 08 de Maio de 2010, no palco do Coliseu dos Recreios, aquando da apresentação ao vivo de “Nha Sentimento”.Um concerto repleto de momentos de grande cumplicidade num espectáculo único, em que como sempre pelo mundo fora, acalentou a saudade do seu público, com uma viagem pela emoção da morna e a alegria contagiante da coladeira.

La esposa del dictador


Soledad Loaeza

Entre las ruinas de la revolución sandinista se levanta hoy desafiante y temible, la figura de la esposa de Daniel Ortega, Rosario Murillo, que es también vicepresidenta, cargo al que fue elegida en 2016 cuando acompañó a su marido en la fórmula que ganó ese año las elecciones presidenciales. La primera dama de Nicaragua es ahora el personaje político más poderoso de su país con porcentajes de aprobación superiores a 70 por ciento, y ocupa una posición central en el gobierno. No sólo interviene con pleno derecho en el proceso de toma de decisiones; es mejor oradora que su marido al que suple frecuentemente en funciones de gobierno. Pero no se descuida.

Viste de colores muy vivos; es tan derrochadora como lo han sido otras esposas de dictador antes que ella; y cuando interviene en público agita las manos cuajadas de anillos, como si quisiera seducir a su auditorio con su pelo largo y rizado, y con el brillo de la bisutería.

Al igual que Eva Perón o Eleanor Roosevelt, Murillo ha asumido el papel de madre de los menesterosos, además de serlo de ocho hijos. Suficiente para fundar una dinastía. Los requisitos del liderazgo político son los mismos para hombres y mujeres, cuando se trata de mujeres hay que añadir los recursos tradicionales de la coquetería femenina. Thatcher no soltaba su collar de perlas de cuatro hilos y Teresa May insiste en ponerse minifalda.

Es tan fuerte la presencia de Rosario Murillo en los hogares nicaragüenses, en los que se instala por medio de la radio y la televisión, que cada vez se la ve menos como la esposa de Ortega y más como la mujer que muy probablemente será la próxima presidenta de Nicaragua. Sin embargo, para su disgusto, los opositores no dejan de recordar que es también la madre de Zoilamérica, la joven que denunció a su padrastro, Ortega, de abusar sexualmente de ella durante 10 años, desde que entró a la pubertad. También acusó a su madre de callar y condonar el abuso. La pareja Murillo-Ortega declaró loca a Zoilamérica, y resistió unida el vendaval del escándalo, por solidaridad o porque eran cómplices, lo cierto es que la hija ultrajada tuvo que abandonar su país, la forzaron a irse.

Al igual que Eva Perón, Rosario Murillo no se tienta el corazón cuando de sus adversarios se trata, y, me pregunto si no está detrás de los asesinatos y de la represión que en los pasados meses han convertido amplias zonas de Nicaragua en campos de batalla en los que han caído más de 300 nicaragüenses. (Jon Lee Anderson, Fake news and unrest in Nicaragua, The New Yorker, 3/9/18)

Murillo no es la primera esposa de dictador que ejerce un poder paralelo. Elena Ceausescu, la esposa de Nicolai Ceausescu, presidente de Rumania hasta 1989, pretendía ser una gran química. Tanto así que se mandó a hacer una enciclopedia de más de 40 volúmenes que presentaba como autora única. Pobre de aquél que pusiera en duda la autoría de los trabajos de investigación que firmaba y que todos sabían que ella no había escrito. Fue premiada y galardonada por los gobiernos de Filipinas, Portugal, Italia, Irán y Argentina, pero ni siquiera todos esos premios despertaron en ella compasión y generosidad para salvar a los niños huérfanos que crecieron abandonados en condiciones miserables en orfanatorios del Estado, y se volvieron locos o se murieron de hambre. En lugar de frenar la política natalista de su dictador, sólo aspiraba al premio Nobel de Química. Hasta viajó a Suecia con la esperanza de recibirlo, cuando ni el teléfono le contestaron, empacó furiosa su maleta y se regresó a Bucarest. Madame Ceausescu fue juzgada y sentenciada a muerte en 1989. Dicen que suscitaba tanto odio que el pelotón de fusilamiento se amontonó para que cada uno de sus miembros tuviera la satisfacción de haberle disparado. Recibió más de 100 tiros de fusil.

También podemos evocar a Imelda Marcos, a Jian Qing, la cuarta esposa de Mao, asociada a la sanguinaria Banda de los Cuatro. No todas las esposas de los dictadores son peores que ellos. Es cierto, no sabemos si Eva Braun, la esposa-hija de Hitler, Carmen Polo de Franco o Clara Petacci, la amante de Mussolini, le susurraban en las noches al oído al dictador que amaban, a la manera aterradora de la Lady MacBeth de Shakespeare, nombres de traidores, intrigas y sentencias de muerte. Tampoco sabemos si ellas sabían de los crímenes de su amado, o si se los aconsejaban al mismo tiempo que les prometían el perdón.

Y no va en esto misoginia, sino una simple denuncia de los excesos del poder que atacan a dictadores y dictadoras por igual.

¿Delito de ofensa contra sentimientos religiosos?


Jose Arregi
www.religiondigital.com / 17-09-18

En la tarde del miércoles detuvieron al actor Willy Toledo por haberse negado a comparecer ante el juez, tras haber sido denunciado de un supuesto delito de ofensa de sentimientos religiosos. Parece increíble, pero esas cosas suceden todavía en España, y en el 36% de los estados, encabezados por Irán, Pakistán, Yemen, Somalia y Qatar…

El actor pasó la noche en la cárcel, le llevaron ante el juez, se negó a declarar y quedó en libertad provisional. Había sido denunciado por la Asociación Española de Abogados por haber escrito, perdón por reproducir aquí sus palabras: “Yo me cago en Dios. Y me sobra mierda para cagarme en el dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María”. No hay que olvidar el contexto: escribió esas palabras en protesta por la apertura de juicio oral –otro absurdo– contra tres mujeres que habían protagonizado una “procesión del coño insumiso” por varias calles de Sevilla.

Comprendo la indignación de Willy Toledo, pero no me gustan sus expresiones. Hieren mis oídos, e incluso mis sentimientos más profundos, ultrajan de alguna forma lo que es para mí lo más sagrado: “Dios”. No llamo “Dios” a un personaje de lo alto, sino al puro Ser sagrado –término éste cuya raíz significa “real”–, a la Fuente buena y creadora de todo lo que es, a la misteriosa potencia de ser que late en cuanto es y se manifiesta o se encarna en todos seres. Ultrajarla sería ultrajar el profundo misterio que nos hace ser, vivir, sentir abiertos al infinito. Sería injuriarse. Que nadie se injurie, se hiera, se niegue.
Y conste que no me importan mucho los dogmas en cuanto fórmulas lingüísticas con un significado hoy carente de sentido, y que no creo en que María de Nazaret fuera físicamente virgen ni que el ser virgen sea más “santo” o divino, a saber, simplemente más humano, que el no serlo. Sin embargo, honro y amo a la mujer profética que parió con dolor y crió como mejor pudo al profeta Jesús (y, por cierto, a otros cuatro hijos y a más de una hija, según el evangelio de Marcos, léase el capítulo 6, versículo 3). Me disgusta que alguien ofenda la Vida y la memoria de sus mejores testigos, religiosos o no.

Pero me disgusta más todavía que el Código Penal imponga castigos a quienes “para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican” (art. 525). Bien es verdad que la misma pena se impone a continuación a quienes hagan públicamente escarnio “de quienes no profesan religión o creencia alguna”. El segundo apartado atenúa al primero, pero no lo justifica. Si quisiéramos aplicar ambos con rigor, nunca nos faltaría algún motivo por el que sentirnos ofendidos y ser acusados de ofensores, algún supuesto delito por el que denunciar y por el que ser denunciados. Sería una sociedad intolerante, estrecha de ánimo o de aliento vital. Invivible.

“La vida sería mejor sin los fundamentalistas católicos”, declaró Willy Toledo tras salir de la cárcel. Tiene razón. Pero sepa que Jesús de Nazaret estaría de su lado, como lo estarían su madre María y su padre José. Sepa que el Aliento de la Vida está con él. La vida sería mejor sin fundamentalistas de ninguna religión, ideología o patria.

Y los miembros de una religión debieran ser los primeros en dar ejemplo de tolerancia, y en reclamar que desaparezca del Código Penal el delito de ofensa de sentimientos religiosos, si es que realmente su religión está inspirada por lo que dicen: la confianza, la bondad, la grandeza de ánimo. Si su vivencia religiosa no está inspirada por esas actitudes magnánimas, son los primeros que hacen escarnio de su propia religión.

Todo esto vale por igual para católicos y musulmanes que para las “religiones laicas” que dan culto a sus ideologías, constituciones, banderas o fronteras. Entre nosotros vale en especial para la Iglesia católica, por el poder que detenta. Sería una Iglesia mejor si animara a sus creyentes a no sentirse ofendidos por ningún escarnio contra ella o sus creencias y ritos; si no amparara denuncias judiciales de ninguna Asociación de Abogados Cristianos ni de nadie por declaraciones o gestos ofensivos contra sentimientos supuestamente religiosos; si no permitiera que en sus cadenas de radio y en sus canales de TV se profieran tantas ofensas como se profieren contra homosexuales, inmigrantes, increyentes, “laicistas” y políticos de izquierda; si declarara que a oídos cristianos en sintonía con el Evangelio de Jesús debiera resultar más hiriente escuchar “me c. en la p.” que “me c. en Dios”; si enseñara que Dios no es un Señor soberano que se ofenda o deje de ofenderse, sino el Aliento que enaltece la vida. La Iglesia católica, como toda religión, será mejor solo en la medida en que contribuya a que la vida sea mejor para todos. Así sea.
(Publicado en DEIA y en los Diarios del Grupo NOTICIAS el 16 de septiembre del 2018)

Justicia a medias para el pueblo ixil


www.plazapublica.com.gt / 27 09 18

José Mauricio Rodríguez Sánchez, el único acusado que quedaba para responder por las atrocidades contra el pueblo ixil, quedó absuelto por segunda ocasión. El Tribunal B de Mayor Riesgo señaló que el Ministerio Público no pudo demostrar su responsabilidad penal. Lo que sí se pudo probar es que el alto mando del Ejército que gobernó el país de marzo de 1982 a julio de 1983, sí tuvo la intención de exterminar a los habitantes de tres comunidades mayas. Pero los responsables de ese crimen, según el tribunal, ya están muertos. La única que razonó su voto fue la jueza Sara Yoc, para ella el acusado sí era culpable.

Las víctimas recibieron con amargura el fallo del Tribunal B de Mayor Riesgo, que el miércoles 26 de septiembre declaró por unanimidad que sí hubo genocidio, pero absolvió al único acusado en este juicio. 

Ana de León López, víctima sobreviviente que viajó para escuchar la sentencia desde una aldea de Nebaj, en el noroccidental departamento de Quiché, cuenta que apenas pudo mantenerse sentada y en silencio mientras los jueces leían la resolución. “No somos mentirosos. Aguantamos sed, frío, sin comida, sin tener sal, los hijos se murieron de pura hambre, igual los ancianos y los jóvenes. Me da cólera porque lo que sufrí no me lo van a quitar”, decía en las afueras de la sala judicial.

Llegó ilusionada y salió decepcionada. Para ella no es suficiente que el Tribunal reconozca que sí hubo genocidio. No es suficiente escuchar que las acciones militares fueron inhumanas y que los efectos de las masacres, violaciones sexuales, el pillaje, el sometimiento y la persecución, siguen presentes en las familias ixiles. Para esta mujer solo queda la pobreza y el abandono. La justicia que llegó después de 36 años le sabe amarga. Le sabe a impunidad.


El único acusado por estos hechos quedó absuelto y en libertad porque el Ministerio Público no pudo probar su responsabilidad. Aunque la fiscalía argumentó que él dirigió, coordinó y supervisó las masacres y que fue el responsable de identificar a la población no combatiente como el enemigo interno, ni los testimonios ni los documentos y peritajes convencieron al Tribunal.

El juez Jaime Delmar González dijo que el acusado no fue el autor del Plan de Campaña Victoria 82. Rodríguez Sánchez sí ayudó a elaborar y dirigir los planes de inteligencia, pero estos se anexaron tiempo después al plan de campaña. El militar no tenía la jerarquía para dar órdenes. Esto solo podía hacerlo el alto mando militar, expuso el togado.

Justamente esto fue lo que señaló por la mañana el acusado. “Se dice que yo hice el Victoria 82 y que de ahí salieron las masacres de las aldeas. Yo los invito a que me digan en qué parte del Victoria 82 dice eso -vaya y mate, vaya y queme-. Por supuesto, se trataba de eliminar a la guerrilla, porque estábamos en un conflicto armado. No nos estábamos tirando flores”. Para separarse de la responsabilidad, Rodríguez Sánchez cuestionó a los jueces. “¿Por qué se me quiere responsabilizar de todo lo que hizo el Ejército, cuando yo no era ministro de la Defensa, no era Jefe de Estado?". Los mandos del Ejército que Rodríguez Sánchez mencionó están muertos.

Con base en el peritaje del peruano Rodolfo Robles Espinoza, el Tribunal concluyó que al acusado no se le podía acusar de la autoría del genocidio ni de los delitos contra los deberes de la humanidad. Fue absuelto y lo dejaron en libertad después de siete años de haber iniciado el proceso penal en su contra.





La sombra de Ríos Montt

En la fundamentación de la resolución el tribunal hizo un repaso por la época en la que el país vivía liderado por militares. La jueza Sara Yoc recordó que la violencia contra la población ixil tenía como referencia la discriminación y el racismo que se originó desde los tiempos de la conquista. Esto empujó a las poblaciones a la marginación, la pobreza y la falta de desarrollo.

La apreciación del Ejército hacia el indígena no era mejor. Los tachaban de “coches” y les ponían sobrenombres denigrantes como “chocolates”, en referencia al color oscuro de su piel.
A la población civil la vincularon a la guerrilla y para “rescatarlos” el Ejército se propuso concentrarlos y mantenerlos sometidos.

Esas acciones ocurrieron mientras Efraín Ríos Montt dirigía el país. El general, fallecido el pasado 1 de abril, asumió el mando a través de un triunvirato que al poco tiempo terminó por disolver. Ríos Montt se convirtió en el “todopoderoso” recalcó Yoc.

Con Ríos Montt al mando, el país se militarizó. Se anuló el Congreso y el Consejo de Estado. Ríos Montt instauró los tribunales de fuero especial, y repartió un estilo de justicia rápido que no permitía una adecuada defensa y terminaba casi siempre en fusilamientos.

Ríos Montt, el ausente, el que fue condenado en 2013 como responsable del genocidio y delitos contra los deberes de la humanidad, tenía que enfrentar un segundo juicio, pero fue diagnosticado con demencia senil. La enfermedad lo alejó de los tribunales y se lo llevó de este mundo sin enfrentar un nuevo debate.

El tribunal resaltó que durante la gestión de Ríos Montt el país pasó del estado de Sitio al estado de amenaza. Todo el tiempo estaban vigilados, con prohibición para reunirse, para expresarse y organizarse. Y los ixiles tenían por costumbre la organización comunitaria.

Para acabar con la insurgencia, el Ejército atacó a la población civil que la apoyaba. Al área ixil llegaron los pelotones con sus bombas, aviones y armas de alto impacto. Los ixiles indefensos y temerosos ante tal representación de fuerza huían a las montañas. Cuando el Ejército descubrió que volvían a sus casas cada vez que la tropa se retiraba, resolvieron quemarles las casas, las cosechas, matar a los animales o comérselos.

Los que huían eran tachados de subversivos. Los que se quedaban debían concentrarse, someterse al dominio militar sin derecho a movilizarse para buscar empleo en otras comunidades. A los que se rindieron se les obligó a convertirse en patrulleros para vigilar y delatar a sus propios vecinos. Los obligaron a quemar los cultivos de maíz para impedir que los que huían tuvieran un medio de sobrevivencia.

Los que huyeron a la montaña murieron de inanición, reconoció el tribunal. Los sobrevivientes sufren hoy las consecuencias de los padecimientos. “Solo el Señor sabe cómo sobrevivieron a todo esto” reflexionaba la jueza María Eugenia Castellanos.

Todas estas acciones eran dirigidas por el alto mando. De eso tiene certeza el Tribunal. Y de ese alto mando solo queda el recuerdo, porque todos han muerto.

Al finalizar la lectura de la sentencia el fiscal Erick de León aseguró que analizarían el fallo para determinar si solicitarán la apelación. Los querellantes que representan a las víctimas, también tomarán un tiempo para analizar la sentencia.

Es una justicia a medias, lo saben. Las víctimas que asistieron a la lectura de la sentencia volverán a sus casas con la noticia de que nada cambió. El Tribunal reconoció el genocidio, pero eso ellos ya lo sabían. Nadie les resarcirá lo que sufrieron. Ana de León asegura que a ella se le pasará el dolor que sufrió cuando muera, pero mientras tanto sufre por sus hijos y sus nietos a los que ni un terreno les puede heredar, porque en su juventud su familia lo perdió todo.

El segundo juicio por genocidio que se realiza en el país inició en marzo de 2016. Casi tres años después de que la Corte de Constitucionalidad ordenó repetir el debate, y después de surcar los obstáculos de los recursos legales de la defensa de Efraín Ríos Montt, el proceso se retomó en octubre de 2017.

Los jueces Sara Yoc, María Eugenia Castellanos (presidenta) y Jaime Delmar González, aseguraron que estaban extenuados después de tantos meses de trabajo. Sesionaban una vez por semana y tuvieron que viajar a Nebaj para escuchar algunos testimonios.

Resolvieron por unanimidad, aunque la jueza Sara Yoc razonó su voto. Para ella, José Mauricio Rodríguez Sánchez era culpable. “Él no era cualquier persona, era el G2, el jefe de la segunda unidad de inteligencia. Qué casualidad que lo nombran el 23 de marzo de 1982, el día en que tomó posesión el general Efraín Ríos Montt como jefe del Estado”, dijo a la audiencia en un discurso espontáneo.

Rodríguez Sánchez está libre. Los responsables del genocidio han muerto.


La reforma necesaria de la Iglesia


José M. Castillo S.

El papa Francisco ha convocado un Encuentro Mundial de todos los presidentes de las Conferencias Episcopales de la Iglesia Católica. El Encuentro se tendrá en Roma, en el próximo mes de febrero. Un acontecimiento como éste no se había producido nunca en la Iglesia. Seguramente porque nunca la Iglesia lo había necesitado tanto como ahora, cuando raro es el día que no nos enteramos de nuevos escándalos (clericales o eclesiásticos) que se hacen públicos en los sitios más inesperados y en situaciones que no imaginábamos.

Lo primero, que nos viene a decir esta convocatoria del Papa Francisco, es que la Iglesia necesita, de manera urgente, una reforma a fondo. Todo el mundo sabe que ya Lutero (y los demás reformadores del s. XVI) promovieron una reforma en su tiempo. Ninguna persona culta pone en duda la genialidad de Lutero. Pero también es verdad que la reforma de Lutero, en vez de reformar, lo que hizo fue dividir a la Iglesia. Y hoy, una de las cosas que más necesitamos es unirnos todos, lo más posible y en cuanto sea posible.

La segunda cosa, que nos dice esta convocatoria que ha hecho el Papa Francisco, es que la Curia Vaticana – al menos, tal como está ahora mismo – es incapaz para resolver los problemas más serios que tiene planteados actualmente la Iglesia. La Curia Romana ha servido, entre otras cosas y hasta ahora, para ocultar los problemas de fondo, que tiene planteados la Iglesia desde hace siglos. Pero las clandestinidades ya no son posibles, en la cultura en que vivimos y con la abundancia creciente de técnicas de la comunicación, que manejamos y nos manejan.
En tercer lugar, el Papa Francisco, al convocar este Encuentro de todos los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo, lo que en realidad está haciendo es poner en práctica una de las cuestiones más importantes que decidió el Concilio Vaticano II, a saber: que el “orden (o colegio) de los obispos” es, con el Romano Pontífice, “sujeto de suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal” (LG 22, 3). O sea, el poder supremo en la Iglesia no lo tiene la Curia Romana, sino que lo tiene el Papa y el Colegio o Cuerpo episcopal con el Papa.

Ya es hora de que, en la práctica del gobierno de la Iglesia, las cosas se gestionen de otra manera, dado que, tal como se han gestionado hasta este momento, la Iglesia está atascada en un clericalismo atrasado, que, en gran medida, está alejando a la Iglesia de la cultura y de la sociedad de nuestro tiempo. Las iglesias vacías, los conventos vacíos, los seminarios también medio vacíos, con una teología extraviada ante los problemas más apremiantes de este momento…, ¿y seguimos tirando y esperando a ver si esto mejora? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde? ¿estamos ciegos o andamos perdidos y sin ideas de los deberes apremiantes que nos urgen?

Además, es importante saber que el Papa Francisco, al dar más protagonismo a las Conferencias Episcopales, no hace sino recuperar la tradición de la Iglesia del primer milenio. Durante diez siglos, la Iglesia era gobernada por los Sínodos locales o regionales. Y con aquella forma de gobierno, la Iglesia se hizo presente y marcó toda la cultura de Europa.

Por el contrario, cuando en el s. XI el Papa Gregorio VII le dio el giro decisivo al gobierno de la Iglesia, constituyendo al papa como “señor supremo del mundo”, hasta desembocar en el “poder pleno y supremo” (“plenitudo potestatis”) (Inocencio III), la consecuencia fue legitimar (como si fuera el dueño del mundo) a los reyes de Europa para justificar el colonialismo cuyas consecuencias estamos pagando ahora, con un futuro que no sabemos ni cuándo ni cómo tendrá solución.

Además, si el papado busca sus colaboradores directos en las Conferencias Episcopales, el gobierno de la Iglesia será más participativo, con más posibilidades de cooperación de los laicos y menos gestión administrativa de la mera burocracia, que inevitablemente queda más alejada de los problemas que vive la gente y de las soluciones que necesitan sobre todo los más desvalidos.

En todo caso, cuanto sea o ayude a evitar la tentación de “los Zebedeos”, aquellos que apetecían los primeros puestos (Mc 10, 35-41; Mt 20, 20-24) será un factor importante para que en la Iglesia haya más unión de todos y el ejemplo de Jesús esté más vivo y presente en quienes gobiernan.