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El sínodo “de los jóvenes”

José Arregi

Se llamaba más bien "Sínodo sobre los jóvenes", cosa muy distinta. Y así ha sido en realidad. Los jóvenes no han sido sujeto, sino más bien objeto. ¿Para qué entonces un Sínodo?

El término proviene del griego syn (con) y hodos (camino o viaje), de modo que significa "camino o viaje conjunto". Pero el Derecho Canónico lo define como "asamblea de obispos escogidos... que se reúnen... para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos". No es un viaje, sino una reunión. Y el sujeto son los obispos con el papa al frente. ¿Merecía la pena?

Viajaron a Roma y allí se quedaron, del 3 al 28 de octubre (25 días con todo pagado), 267 obispos, más 20 sacerdotes y religiosos y 23 expertos; y luego el resto: 49 oyentes, entre los cuales 34 jóvenes (bien elegidos entre los más afines y sumisos, lejos del perfil medio de la juventud actual), todos ellos con voz restringida y sin voto.

Una foto lo dice todo: en la tribuna presidencial el papa Francisco, y el amplio hemiciclo cubierto de sotanas negras, obispos con fajines y solideos fucsia, y cardenales con fajines y solideos rojos en las primeras filas del centro. Majestuoso.

Allá al fondo, donde mis ojos ya no distinguen, debieron de estar los oyentes sin voto, unos pocos jóvenes entre ellos. Seguro que en algún lugar estuvieron también los colores del mundo de hoy y las bienaventuranzas de Jesús, pero en la foto no alcanzo ni a divisarlo.

Es la imagen real de la Iglesia institucional: masculina, célibe, clerical y jerárquica. Una Iglesia que Jesús nunca imaginó: ni eligió a los 12 apóstoles como dirigentes de su grupo de seguidores con Pedro al frente, ni se le pasó por la cabeza que fueran a tener sucesores en una Iglesia futura en la que ni siquiera pensó. Y aun cuando la hubiera organizado y proyectado exactamente así hace 2000 años, aun en ese caso irreal podría la Iglesia seguir manteniendo ese modelo. Sería tan anacrónico como que tuviéramos que seguir hablando arameo como Jesús, o vistiendo como él túnica y sandalias o lo que fuera. Jesús fue un profeta reformador, que dijo: "El espíritu sopla donde quiere", "Está escrito, pero yo os digo", y "A vino nuevo odres nuevos".

La institución eclesiástica lo olvidó muy pronto y sigue repitiendo lenguajes, dogmas y formas del pasado. No es, pues, extraño que nada nuevo se contenga en el documento final del Sínodo episcopal sobre los jóvenes, un texto largo, frío y plano. Se menciona a menudo el "viaje", pero no se avanza en nada. Afirma que los jóvenes son "lugar teológico" (n. 64), pero ignora la voz y el voto de la inmensa mayoría de la juventud, a la que se recuerda que deben "reconocer el papel de los pastores y no avanzar por sí mismos" (n. 66).

Nada nuevo en cuestiones relativas a la sexualidad, a la orientación sexual y al género. Invita a los jóvenes a redescubrir la castidad. Y solo menciona a los homosexuales para decir que han de ser "acompañados" (n. 150), como quien tiene algún problema. A transexuales, bisexuales o intersexuales, ni siquiera los menciona. No existen. "Hombre y mujer los creó", y punto.
¿Y sobre la mujer? Reclama, sí, su presencia "en los cuerpos eclesiales en todos los niveles", pero "respetando el papel del ministerio ordenado" (n. 148), es decir, sin tocar la supremacía clerical masculina. Todo queda como estaba: ¿dónde está el "viaje"? O ¿para qué tanto viaje?

Lo más audaz es seguramente el párrafo sobre la formación de los seminaristas, donde se dice: "demasiados jóvenes que se presentan en seminarios o casas de formación son bienvenidos sin un conocimiento adecuado de su historia" (n. 163). Asunto crucial. En efecto, los seminarios se nutren en general de jóvenes de otro mundo que ansían ponerse el alzacuellos y la casulla, y aspiran a la mitra y al báculo. Y puesto que de los seminaristas de hoy saldrán los curas, obispos y cardenales de mañana, ¿cómo podremos esperar de ellos el fin del clericalismo (sínodo, episcopado y papado incluidos)?

Todo indica que el viejo aparato de la Iglesia Católica tendrá que derrumbarse por entero para que algo nuevo surja en su lugar. Y esto no es pesimismo, sino esperanza en el movimiento que Jesús el itinerante inauguró. El Espíritu es joven y vibra en el corazón de todos los seres, transformando la vida y sus formas.


Brasil. La derrota cultural y electoral ¿llevará a la reconstrucción del campo popular?


Aram Aharonian
Clae *
Resumen Latinoamericano / 28 10 18

El ultraderechista Jair Bolsonaro fue electo presidente de Brasil para los próximos cuatro años, un resultado que consolida la ofensiva de las fuerzas conservadores en la región, y pone en jaque a las fuerzas progresistas del país, que de ahora en más deberán centrarse en la resistencia y en la reconstrucción de partidos y movimientos sociales.

No hubo milagros y prácticamente se repitieron los guarismos de la primera vuelta: la imposición del imaginario colectivo desde los sectores de la derecha fue contundente antes de la primera vuelta presidencial, y cuando el progresismo reaccionó, se encontró desvalido en medio de una guerra para la que no estaba preparado.

No se trata de una derrota electoral: eso no sería tan grave, sino de una derrota cultural que comenzó a salir a la superficie desde el inicio del segundo mandato de Dilma Rousseff. Y, aprovechando esa derrota e impedir que Luiz Inácio Lula da Silva fuera presidente de Brasil por tercera vez, la derecha brasileña y el poder fáctico optaron por destruir al país, sin importarle las consecuencias, con el apoyo militante, mediático (y financiero) de las iglesias evangélicas, en especial las pentecostales.

Las evangélicas se convirtieron (ante el repliegue de la Iglesia Católica y de su opción por los pobres) en un aparato político -no solo en Brasil sino en varios países de Latinoamérica y el Caribe-, eficaz no solo por la acción cotidiana y persistente de sus pastores-agitadores y la difusión mediática de sus mensajes (son propietarios de la segunda red de televisión del país, la Record) sino por su incidencia en el sector más conservador brasileño.

Este sector (se calcula en un 30% de la población), está arraigado en los sectores más atrasados incluso del sector popular y ha mostrado, a la largo de las últimas dos décadas, preferencias políticas inestables, ya que desde principios de siglo apoyaron al PT (y se mantuvieron allí gracias a las políticas sociales de sus gobiernos), y ahora cortaron sus amarras y respalda a Bolsonaro, gracias en parte a la campaña de la prensa hegemónica que atribuyó la enorme corrupción del país solo a los trabalhistas.

Un estudio sobre consumo y política entre jóvenes de las periferias de las grandes ciudades, de las investigadoras Rosana Pinheiro-Machado y Lucia Mury Scalco (Universidad Federal de Río Grande do Sul) señala que “se puede inferir que la adhesión bolsonarista tiene alguna de sus raíces en el propio modelo de desarrollo lulista enfocado en la agencia individual y en el consumo –y no en el cambio estructural de los bienes públicos vinculado a un proceso de movilización colectiva”.

Este argumento es legítimo, aunque incompleto, añaden, ya que las políticas liberales tenían potencia política, además de que el ideal de la felicidad era algo finalmente avistado en el horizonte de los ciudadanos de baja renta. Esperanza y odio son categorías excluyentes, pero cohabitan ganando mayor o menor espacio según el contexto, y por eso no se puede hablar exclusivamente de un viraje conservador.

También puede inferirse que el crecimiento del bolsonarismo en las periferias es fruto del golpe de 2016. El lulismo fue incapaz de promover cambios estructurales y la agenda de austeridad del gobierno de facto de Temer profundizó la exclusión. La violencia estructural –el racismo, la discriminación de clase, el patriarcado anclado en la figura del supermacho- y la presencia de la iglesia, del narcotráfico y de la policía siempre fueron los modelos preponderantes junto –claro está- con las prácticas cotidianas de resistencia, creatividad, amor y reciprocidad, señalan las investigadoras.

Lo que puede ocurrir en el Brasil de 2019 es algo peor que la dictadura de 1964, porque esa fue resultado de un golpe castrense que derrocó a un presidente constitucional, nacionalista y popular, Joao Goulart. Ahora, los herederos de la dictadura llegan a través de las urnas al poder, obviamente tras el sacudón del golpe policial-judicial-parlamentarrio con apoyo militar de 2016.

Jair Messias Bolsonaro dice que el error de la dictadura fue no haber matado y desaparecido tanta gente como lo hizo Augusto Pinochet en Chile. Adriano Diodo, ex presidente de la Comisión de la Verdad, señala que el surgimiento de Bolsonaro muestra que la dictadura venció la batalla ideológica gracias a la amnesia dictada por los medios y la impunidad dada por la ley de Amnistía decretada en 1979 por el general dictador (y exjefe del servicio secreto) Joao Baptista Figueiredo, que sigue en vigor.

Según Temer, “la transición comenzará el lunes o el martes” y los integrantes de su Gobierno pondrán a disposición del presidente electo “toda la información necesaria”.

Pese a la tardía remontada del candidato del PT Fernando Haddad en la última semana, su comando de campaña sabía que el “milagro” era difícil de construir en tan poco tiempo, después que su partido perdió mucho tiempo confiando en que el gobierno de facto permitiría a Lula participar en la contienda electoral.

Las palabras de Bolsonaro no dejan margen a ninguna duda, transparentan sus intenciones y su personalidad homofóbica, misógina, xenófoba, de odio a los negros, a  los pobres, a los campesinos sin tierra, a los pobladores sin techo. A pesar de todo eso, muchos de ellos votaron por él.

La izquierda
¿Quién nos salva de los salvadores de la Patria? Se pregunta el catedrático y periodista Gilberto Maringoni, quien señala que cada 30 años aparece uno, abrazado por los medios hegemónicos, en medio de la crisis. En 1960 fue la tragedia con Janio Quadros, en 1990 la farsa de Collor de Mello, y en 2018 Bolsonaro, tragedia y engaño al mismo tiempo y mezclados.

Son aventureros irresponsables y rabiosos, con un discurso monocorde: barrer la corrupción, terminar con los robos. Todos presentan soluciones simples para problemas complejos, todos seducen a los incautos, todos tienen seguidores casi fanáticos, que no oyen voces diferentes. Los dos primeros llevaron al país al borde del abismo. El tercero dará un paso al frente, agrega.

El PT apostó a que el candidato sería Lula, que según las encuestas tenía más del 45% en la intención de votos a mediados de agosto, en la ingenua creencia que el aparato institucional del gobierno de facto (además del determinante poder fáctico) lo iban a permitir. Desde la caída de Dilma Rousseff no se vio intento alguno de rearmar una fuerza progresista, antifascista… hasta las últimas dos semanas de la campaña.

Los movimientos sociales que llevaron a Lula y al PT al poder, habían sido desarmados: cooptados por el Estado en parte, sin mayor participación real en el tipo de democracia impuesta por el PT. Los antes poderosas centrales sindicales, el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, el de los Sin Techo, entre muchos otros, habían abandonado las calles. No se trabajó en construir un movimiento, una fuerza progresista; no surgieron nuevos cuadros (políticos, administrativos, gerenciales). Todo quedó cobijado bajo la figura del caudillo.

Entonces, no sorprende que la izquierda brasileña no se dio por enterada de que en el mundo se imponía un nuevo tipo de guerra y redujo su accionar a la denuncia permanente, generalmente desoída e invisibilizada. Este tipo de campañas, habituales en las democracias formales, junto al uso de los perfiles de los usuarios de redes sociales para manipular la opinión pública, ya había sido usada en la campaña de Barack Obama antes que en la de Donald Trump.

Uno de los problemas mayores de la izquierda (no solo la brasileña, claro) es su endogamia: sus mensajes van dirigidos a los ya convencidos. Incluso se busca solidaridad internacional, como si lo que escribiera un notable intelectual del exterior pudiera influir en el imaginario colectivo y sustituir toda la basura informativa lanzada por los medios hegemónicos y las llamadas redes sociales.

Comunicacionalmente, es reactiva y no proactiva. Está siempre denunciando al enemigo y a la vez adoptando la agenda de este (incluso cuando está en poder), en lugar de difundir las informaciones propias, emanadas de una agenda propia.

El pensamiento crítico no aparece por arte de magia: precisa lectura, reflexión, debate…hay que cultivarlo. Y hay que reinventar las formas de intervención, sin olvidar que aún en estas guerras cibernéticas, la confianza personal, el trabajo de base, de alfabetización política, determina la posibilidad de sumar El zig-zag del fake-candidato

Disminuir la diferencia alcanzada por Bolsonaro en la primera vuelta sería un logro importante, ya que el adversario, aunque ganase la disputa electoral, estaría bajo fuerte presión al asumir el 1º de enero, analizó el último jueves el comando de campaña petista. Algo similar dijo el viernes último Lula desde su celda, al cumplir 73 años: es importante, como mínimo, que de las urnas salga una oposición fortalecida.

En las últimas semanas Bolsonaro tuvo un recorrido sinuoso y un significativo vuelco, sobre todo luego de conocerse las declaraciones de uno de sus hijos, quien recordó que para cerrar la Corte Suprema del país no se requería más que un soldado y un cabo, luego de asegurar que mandará a los “rojos” (del PT y sus aliados) a la cárcel o al exilio y decretará que movimientos sociales sean considerados grupos terroristas.

El candidato de la ultraderecha comenzó por imponer silencio absoluto a sus asesores, tratando de divulgar en las redes sociales declaraciones para construir una imagen de tranquilidad y pacificación nacional, todo lo contrario a los dichos en los últimos meses. Incluso, habló de su respeto absoluto a la Constitución, hizo un llamado para unir a todos los brasileños y garantizó que sabrá respetar opiniones divergentes.

Las declaraciones de Paulo Guedes, su “futuro” ministro de Economía, habían encendido luces de alarma, incluso en el establishment, sumándose a sus propias idas y venidas en sus proyectos económicos, lo que demostraba que no había proyecto de país. Pero eso no era importante para él, a sabiendas que el modelo se lo iban a imponer desde afuera.

Brasil se llenó en los últimos dos meses de fábricas de mentiras, que utilizaron la data y los perfiles, que los mismos usuarios proporcionaron a las megaempresas y son vendidos –por ejemplo por Facebook- para que empresas nada éticas como Cambridge Analytica los usen para las campañas de whatsapp, tuit, y otras redes sociales.

Estos servicios, develó la misma prensa hegemónica, eran pagados por el llamado poder fáctico, los empresarios que se beneficiarán con las mentiras propagadas  y prepagadas. Hoy las guerras se producen tras la propagación de mentiras, como sucedió en Libia y Túnez, en Irak, Afganistián, Egipto y Siria, ahora en Yemen y Venezuela. Construyen la “verdad” requerida por Estados Unidos y sus socios transnacionales y locales.

En el caso de Brasil, la siembra del odio al PT, comenzó en el segundo mandato de Lula, y creció exponencialmente a partir del gobierno de Dilma Roussef. Anclados en medias verdades, como los casos de corrupción, los grupos de poder fueron fertilizando mentes y preparando el terreno para las elecciones de este año, señala la analista Elaine Tavares de la Universidad de Santa Catarina.

Lo que no esperaban, quizá, es que un candidato, fuera del circuito tradicional de los partidos y de los grupos de poder, sintetizara de manera tan acabada toda la carga de prejuicio, moralismo, miedo y odio que la clase dominante, que tras el susto inicial, ya se va acercando al candidato fascista, porque reconoce que él hoy comanda a las masas y eso es todo lo que interesa. Bolsonaro es el mascarón de proa de las élites económicas.

Rematar la Amazonia

El frente más poderoso del Congreso –la bancada del ganado-, que reúne a latifundistas, grileiros (criminales que se apropian de tierras públicas a través de sicarios), representantes del agronegocio y parlamentarios conservadores ha tenido con el gobierno de facto de Michel Temer un papel muy activo en el avance sobre las áreas protegidas de la Amazonia.

La intención de Bolsonaro, amparado en la bancada mayoría  es la de transformar las tierras indígenas y las áreas de conservación, hoy las principales barreras contra la devastación y deforestación de la selva, en pastizales para ganados, plantaciones de soja y extracción mineral. Obviamente apoyan a Bolsonaro, que sumará 52 diputados a la bancada, y ya anunció la fusión del ministerio del Ambiente con el de Agricultura, en menos de un representante de la bancada del ganado.

El ultraderechista habló de limitar las multas ambientales, que terminará con el “actiovismo chiíta ambiental”, anunció que no habrá más tierras para indígenas y que éstas se podrán vender. Su concepto de democracia es original: “las minorías tienen que inclinarse ante la mayoría” o “simplemente desaparecer”.

Poder copado

El Ejecutivo está en manos de usurpadores y el poder Judicial está copado por magistrados ultraderechistas (muchos de ellos propuestos por el PT), que promovieron la censura previa, prohibieron el libre debate y suspendieron incluso, en los dos últimos días de la campaña, la libertad de reunión y de opinión en varias universidades, el secuestro de material y suspensión de sus actividades académicas con las comunidades. Y a ellos se suman los militares, en actividad o retirados (ahora hasta parlamentarios).

El Tribunal Supremo Electoral, convertido en cuartel general del bolsonarismo, fabricó órdenes para favorecer al candidato ultraderechista mientras ordenaba mantener la propaganda calumniosa contra Fernando Haddad, donde lo califican de pedófilo. Una forma de ajusticiamiento que quizá usen las milicias verdes bolsonaristas de ganar las elecciones, para dejar fuera de combate a las personas que piensan diferente.

Hoy, los dos meses que separan de la asunción del nuevo presidente marcarán el paso de la política y el futuro del Brasil. Y da la oportunidad de que el movimiento antifascista, progresista, de izquierda, que comenzó a diseñarse desde las bases sirva para la reconstrucción del espacio popular, de la mano de los movimientos sociales. La construcción siempre se hace desde abajo: lo único que se construye desde arriba es un pozo. Este pozo.

* Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


Caso Khashoggi: El periodista y Jack el destripador

Nazanin Armanian
www.publico.es / 23 10 18

El 7 de diciembre del 1977, el escritor secular y progresista de Arabia Saudí, Nasir As-Said, es secuestrado en plena calle de Beirut y trasladado a la embajada de este país, desde donde desaparece para siempre. Había huido de Arabia en 1956 por defender el nacionalismo árabe y colocar el lema de “un parlamento libre y democrático para Arabia saudí”, en el centro de sus demandas. Su asesinato fue organizado por la casa Saud y la CIA. Jamal Khashoggi ni de lejos se parecía a As-Said, aunque su trágico final se parece más al guion de una película hollywoodiense de gánsteres, con morbo, intriga e incluso una historia de amor.

En el asesinato del periodista árabe existen tres niveles de “intereses”: nacionales, regionales e internacionales, y justamente la presencia de demasiados actores en el escenario está dificultando la ocultación de lo sucedido y poder zanjarlo con un “pacto entre los varones de la mafia” involucrados, impidiendo que ruede la propia cabeza del principal autor intelectual del crimen el príncipe heredero Mohammad Bin Salman (MBS).

Según The Washington Post, la inteligencia estadounidense había interceptado la conversación de los funcionarios saudíes que discutían el plan para atrapar al periodista, y aunque el diario no revela los detalles, levanta la sospecha sobre la inacción de la CIA y el hecho de que no le avisaran a la víctima, ni mucho menos prestarle protección.

Al contrario de Bin Laden (el agente de la CIA, cuya supuesta muerte peliculera fue anunciada por Barak Obama sin presentar pruebas de su asesinato. ¡No hubo ni cuerpo!), en la muerte de Jamal Khashoggi, Donald Trump -que hace de portavoz de la casa Saud-, se ha visto obligado a confirmar la muerte trágico del hombre, bajo las presiones de Turquía, aun sin tener su cadáver.

Se trata de un asesinato premeditado: en septiembre, el periodista, residente en EEUU, acudía a la embajada de su país en Washington para arreglar sus papeles y poder contraer matrimonio con la estudiante universitaria turca Hatice Cengizel. Pero, los funcionarios le recomiendan, “incomprensiblemente”, que fuera a Turquía a gestionarlo, lo cual muestra la complicidad de la embajada, que está bajo el mando de nada menos que el príncipe Khaled, el hermano de MBS. Y es lo que hace el novio. El 31 de septiembre, acude al consulado de Arabia en Estambul y aquí le citan para que regrese el día 2 de octubre y recoger sus documentos, tiempo suficiente para la llegada del escuadrón de la muerte desde Arabia Saudí.

¿Quién le traicionó?

Ya temía por su vida, cuando en 2017 Khashoggi rechazó la invitación de los Saud para volver al país y trabajar como asesor de los medios de comunicación de la corte real. Sin embargo, bajó la guardia, posiblemente porque, tanto sus contactos en Riad como (un sector de) los servicios de inteligencia estadounidenses y turco le habían asegurado que estaría a salvo en Turquía. Y los tres le traicionaron o le fallaron. Cabe recordar que años atrás, concretamente en 1968, la misma CIA iba a secuestrar al periodista griego Elias Demetracopoulos, refugiado en EEUU, por órdenes de Richard Nixon y Henry Kissinger ya que había descubierto unos documentos que revelaban la ayuda de 549.000 dólares de la dictadura militar griega a la campaña electoral de Nixon. El plan era conducirle hasta la embajada griega en Washington para matarlo.

¿Quién era Khashoggi?

Empezó su carrera periodística sobre 1980, cooperando con la CIA y la casa Saud en promocionar en la prensa la “Yihad” anticomunista dirigido por su compatriota Bin Laden en Afganistán y la región, para después resaltar los crímenes de Al Qaeda con dos objetivos: justificar la farsa de EEUU en su “Guerra contra el terror”, y quitar la etiqueta de “fundamentalista y bárbaro” al régimen saudí presentándole “moderado”. Así, se convirtió en el asesor de prensa del jefe de Mukhabarat (Servicios de Inteligencia de Arabia), el príncipe Turki al Faisal, primo de MBS, e hijo de Faisal quien fue rey de Arabia hasta su asesinato en 1975 por un sobrino (¡lo cual muestra las amenazas que acechan al propio MBS, desde dentro!).

Su colaboración fue premiada por el príncipe Kalid Al Faisal, el dueño del diario de Al-Watan (La Patria), y hermano de Turki Al-Faysal, quienes le dieron el puesto del director en el rotativo. Su paso por los medios de propaganda del régimen fue breve, y eso a pesar de que seguía encubriendo los crímenes de la mafia gobernante. Los Saud, que siguen el lema de “O estás conmigo o contra mí”, son incapaces de soportar ni consejos amistosos de los periodistas de estas publicaciones. Khashoggi nunca dejó de ser leal a Washington y a las dictaduras de la región apoyando las agresiones militares de EEUU y sus socios europeos, turco y árabes a las repúblicas semi seculares de Irak, Libia y Siria, que han causado la muerte y dolor a decenas de millones de personas.

Khashoggi nunca escribió sobre la situación de los trabajadores, mujeres o de los presos políticos que reciben decenas de latigazos en su cuerpo hasta que su piel sea arrancada (como ha sucedido al joven Ali al-Nimr, condenado a muerte en 2014 por su participación en las protestas de la primavera árabe de 2012), ni mencionó nunca los gravísimos abusos, incluidos físicos y sexuales, que sufren muchos de los 9 millones de personas migrantes en el país. En 2017, al menos 146 personas fueron ejecutadas en Arabia Saudí, y la mayoría decapitadas, al puro estilo del “Estado Islámico”, por acusaciones como el ateísmo, blasfemia, homosexualidad, brujería o criticar al poder.

¿Por qué MBS va por él?

Khashoggi se hace “desertor” (que nunca opositor, ni siquiera crítico) cuando el rey Salman bin Abdulaziz​ organiza un golpe de estado para nombrar heredero a su hijo, al joven Mohammad, destituyendo al verdadero heredero, Mohamed bin Nayefel de 59 años. A pesar de que el periodista no deja de respaldar al que iba ser el futuro rey ilegítimo de Arabia y sus falsos intentos de reforma, MBS planea eliminarlo, por:

1+ Cuestionar, aunque nunca de forma directa, la legitimidad del príncipe heredero.
2+ Simpatizar con la poderosa organización rival del wahabismo la Hermandad Musulmana (HM) que gobierna en Qatar y Turquía. Lo que agrava este “pecado” es que la HM no es la enemiga apóstata chii, sino una alternativa sunnita viable a la versión más intransigente del Islam impuesta en Arabia. El periódico saudí de Okaz (nombre de un zoco en la antigua Arabia), semanas antes del asesinato, desveló su encuentro con el Emir de Qatar, Tamim Bin Hamad, en el Hotel Four Seasons en Nueva York.
3+ Poseer información privilegiada de lo que sucedía en el hermético seno del poder, además de conocer al detalle los trapos sucios de la monarquía.
4+ Ser Khashoggi un saudí “patriota”: no le podían acusar de ser “agente del occidente”.
5+ Perjudicar a la casa real desde EEUU, el centro del imperio, y donde MBS había invertido miles de millones de dólares para comprarse prestigio.
6+ Distanciarse de la postura proisraelí de la casa real sobre Palestina en general y su renuncia a Jerusalén oriental como futura capital del estado palestino, en particular. El asesinato del periodista también hace feliz a Israel.

Pedagogía del terror

Los detalles de su terrible muerte (filtrados en capítulos por el régimen de Erdogan, para su propio beneficio), han sido un aleccionamiento: podrían haberle puesto una bomba en su coche y pegarle un tiro (cosas que la prensa “amiga” podría tachar de “ajuste de cuentas” por droga, amor o lo que fuese, y los gobiernos amigos se lo hubieran agradecido). Nadie se ha escandalizado con el asesinato de la periodista maltesa Daphne Caruana Galizia, o al esloveno Jan Kuciak. Pero, descuartizar viva a una persona y encima, en un consulado, y para más inri en un país no amigo como Turquía, ha sido la obra de un carnicero estúpido, imposible de soportar para el mundo incluso con los acostumbrados con los estándares saudíes.

MBS, así echa a perder la ingente inversión en los medios de comunicación occidentales que hizo para que le presentaran como reformador y el hombre que iba a curar la incurable esclerosis de una teocracia que siempre es medieval: consiguió que la prensa en vez de hablar de sus crímenes en Yemen hablara del levantamiento de la prohibición de conducir a las mujeres, mientras que por la puerta atrás seguía deteniendo a las activistas feministas.

Ahora, no sólo ha asestado un duro golpe a sus aliados que pusieron la alfombra roja al “reformador MBS”, sino que acaba con el espejismo de la capacidad de reformar una teocracia sanguinaria.
Matar al periodista ha sido el suicidio de un arrogante y desesperado heredero, y la consecuencia de la impunidad que le han regalado las potencias mundiales a este país y a Israel: ¡Arabia sigue siendo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Comité para el Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género!

El año pasado los Saud organizaron su particular “noche de cristales rotos”, cuando el rey Salman citó a 11 príncipes y 38 ex ministros en el hotel Ritz-Carlton de Riad, para allí encerrarlos, torturarlos, y no soltarlos antes de desvalijar sus cuentas billonarias. El príncipe de las tinieblas saudí, también secuestró al primer ministro libanés, Saad Hariri, y ni la ONU le reprochó. Nadie ha querido a los saudíes lo suficiente para salvarlos de sí mismos.

Sin apoyo en el interior de la casa real, y ahora tampoco en exterior, MBS puede marcharse, sumiendo en una mayor incertidumbre a su país y a la región. Lo único seguro es que esta crisis no terminará en una república ni siquiera en una “república “islámica para Arabia.

Entre las pocas alternativas que le quedan a la casa saud están:

1) Apartar al heredero, y cerrar la crisis. Salman ha confundido la importancia estratégica de Arabia para EEUU con la importancia de un MBS que es absolutamente prescindible. La soga ya está en el cuello del “Trump saudí”. Es más, si no se va por las buenas, la CIA tiene medios y suficiente experiencia para hacerlo por las malas.
2) Provocar algún incidente grave a nivel internacional para que los titulares de la prensa se desviasen del “caso de MBS”.

Empieza, de todas formas, una nueva ronda de juego árabe de tronos.
Y, por último, a pesar de las afirmaciones de los líderes occidentales, Arabia Saudí carece del poder real para chantajear al mundo: es una simple y llana colonia de EEUU.
En 1818, el sultán otomano Mahmud II colgó la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a sultán otomano, Tayyeb Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.

El presidente turco, ha adoptado la estrategia de Sherezade, la cuenta cuentos persa de Mil y Una noches: narra, noche tras noche, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.

Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı (MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca, empezaron a filtrar los macabros detalles del asesinato del periodista islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre, ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al mundo contar la verdad “en toda su desnudez” sobre el asesinato, suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de audio de 11 minutos sobre el crimen.

Es más que probable que Ankara tuviera conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el rey Salman como representante de los saudíes.

Se desconoce si dicha información procedía de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que otorga al sultán Erdogan imponerse a su alteza Bin Salman: justo cuando éste se desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se encontraba el asesor personal de MBS.

La estrategia turca de “presión y paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la CIA.

Esta “coincidencia” huele a un pacto entre EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También llaman la atención que hasta hoy, Ankara no haya expulsado a los diplomáticos saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.

Puede que el malabarista turco, que con este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes inversiones en Turquía (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los yihadistas: Hay que negociar el reparto del  botín sobre las cenizas de aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la “sinceridad” del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.

El presidente de Turquía tenía cierta amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi, implicado en el escándalo Irán-Contras”, y primo de Dodi al Fayet), que era de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana (HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros estados “sunnitas”.

Razones de una profunda brecha

Desde la toma del poder por el partido derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta aumentar su influencia en los territorios “musulmanes” del imperio otomano, desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han pasado por las siguientes fases:

1+ En 2003, y tras la invasión liderada por EEUU a Irak en 2003, Bush desmantela el gobierno árabe-sunnita de Irak y lo reemplaza por otro árabe-chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara (¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.

2+ El 2011 es el año del fin de la luna de miel entre la pareja, por las “Primaveras” de Egipto y Túnez. Riad no escatima dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e incluso patrocina, junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.

3+ En 2017, las amenazas de un ataque militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de Ankara, por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que decide instalar una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso en las aguas del Golfo Pérsico.

4+ El distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU, por miles de millones de dólares.

5+ Además, Turquía se opone a las políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén Oriental como la capital de Palestina.

No es posible que guardemos silencio sobre lo ocurrido”, advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no buscasen a un “salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.

Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia

Lo que Turquía puede obtener de este drama es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera.  La decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita. Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):

a) Dejar de apoyar y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya conseguido algún compromiso al respecto: días después del asesinato de Khashoggi, Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció una mayor coordinación con las fuerzas de EEUU en Siria.

b) Levantar las sanciones impuestas por EEUU a Turquía.

c) Levantar las sanciones económicas a Qatar por Arabia y EAU.

d) Celebrar el juicio de los criminales en Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los implicados pierdan la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió en un “accidente” de tráfico, dos días después de regresar a su país (¡a ver, no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)

Entre estas demandas está ausente poner fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.

El viaje de la directora de la CIA, Gina Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan tiene como objetivo examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.


El culebrón turco sobre los gánsteres saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante Oriente Próximo.Nazanin Armanian
www.publico.es / 23 10 18

El 7 de diciembre del 1977, el escritor secular y progresista de Arabia Saudí, Nasir As-Said, es secuestrado en plena calle de Beirut y trasladado a la embajada de este país, desde donde desaparece para siempre. Había huido de Arabia en 1956 por defender el nacionalismo árabe y colocar el lema de “un parlamento libre y democrático para Arabia saudí”, en el centro de sus demandas. Su asesinato fue organizado por la casa Saud y la CIA. Jamal Khashoggi ni de lejos se parecía a As-Said, aunque su trágico final se parece más al guion de una película hollywoodiense de gánsteres, con morbo, intriga e incluso una historia de amor.

En el asesinato del periodista árabe existen tres niveles de “intereses”: nacionales, regionales e internacionales, y justamente la presencia de demasiados actores en el escenario está dificultando la ocultación de lo sucedido y poder zanjarlo con un “pacto entre los varones de la mafia” involucrados, impidiendo que ruede la propia cabeza del principal autor intelectual del crimen el príncipe heredero Mohammad Bin Salman (MBS).

Según The Washington Post, la inteligencia estadounidense había interceptado la conversación de los funcionarios saudíes que discutían el plan para atrapar al periodista, y aunque el diario no revela los detalles, levanta la sospecha sobre la inacción de la CIA y el hecho de que no le avisaran a la víctima, ni mucho menos prestarle protección.

Al contrario de Bin Laden (el agente de la CIA, cuya supuesta muerte peliculera fue anunciada por Barak Obama sin presentar pruebas de su asesinato. ¡No hubo ni cuerpo!), en la muerte de Jamal Khashoggi, Donald Trump -que hace de portavoz de la casa Saud-, se ha visto obligado a confirmar la muerte trágico del hombre, bajo las presiones de Turquía, aun sin tener su cadáver.

Se trata de un asesinato premeditado: en septiembre, el periodista, residente en EEUU, acudía a la embajada de su país en Washington para arreglar sus papeles y poder contraer matrimonio con la estudiante universitaria turca Hatice Cengizel. Pero, los funcionarios le recomiendan, “incomprensiblemente”, que fuera a Turquía a gestionarlo, lo cual muestra la complicidad de la embajada, que está bajo el mando de nada menos que el príncipe Khaled, el hermano de MBS. Y es lo que hace el novio. El 31 de septiembre, acude al consulado de Arabia en Estambul y aquí le citan para que regrese el día 2 de octubre y recoger sus documentos, tiempo suficiente para la llegada del escuadrón de la muerte desde Arabia Saudí.

¿Quién le traicionó?

Ya temía por su vida, cuando en 2017 Khashoggi rechazó la invitación de los Saud para volver al país y trabajar como asesor de los medios de comunicación de la corte real. Sin embargo, bajó la guardia, posiblemente porque, tanto sus contactos en Riad como (un sector de) los servicios de inteligencia estadounidenses y turco le habían asegurado que estaría a salvo en Turquía. Y los tres le traicionaron o le fallaron. Cabe recordar que años atrás, concretamente en 1968, la misma CIA iba a secuestrar al periodista griego Elias Demetracopoulos, refugiado en EEUU, por órdenes de Richard Nixon y Henry Kissinger ya que había descubierto unos documentos que revelaban la ayuda de 549.000 dólares de la dictadura militar griega a la campaña electoral de Nixon. El plan era conducirle hasta la embajada griega en Washington para matarlo.

¿Quién era Khashoggi?

Empezó su carrera periodística sobre 1980, cooperando con la CIA y la casa Saud en promocionar en la prensa la “Yihad” anticomunista dirigido por su compatriota Bin Laden en Afganistán y la región, para después resaltar los crímenes de Al Qaeda con dos objetivos: justificar la farsa de EEUU en su “Guerra contra el terror”, y quitar la etiqueta de “fundamentalista y bárbaro” al régimen saudí presentándole “moderado”. Así, se convirtió en el asesor de prensa del jefe de Mukhabarat (Servicios de Inteligencia de Arabia), el príncipe Turki al Faisal, primo de MBS, e hijo de Faisal quien fue rey de Arabia hasta su asesinato en 1975 por un sobrino (¡lo cual muestra las amenazas que acechan al propio MBS, desde dentro!).

Su colaboración fue premiada por el príncipe Kalid Al Faisal, el dueño del diario de Al-Watan (La Patria), y hermano de Turki Al-Faysal, quienes le dieron el puesto del director en el rotativo. Su paso por los medios de propaganda del régimen fue breve, y eso a pesar de que seguía encubriendo los crímenes de la mafia gobernante. Los Saud, que siguen el lema de “O estás conmigo o contra mí”, son incapaces de soportar ni consejos amistosos de los periodistas de estas publicaciones. Khashoggi nunca dejó de ser leal a Washington y a las dictaduras de la región apoyando las agresiones militares de EEUU y sus socios europeos, turco y árabes a las repúblicas semi seculares de Irak, Libia y Siria, que han causado la muerte y dolor a decenas de millones de personas.

Khashoggi nunca escribió sobre la situación de los trabajadores, mujeres o de los presos políticos que reciben decenas de latigazos en su cuerpo hasta que su piel sea arrancada (como ha sucedido al joven Ali al-Nimr, condenado a muerte en 2014 por su participación en las protestas de la primavera árabe de 2012), ni mencionó nunca los gravísimos abusos, incluidos físicos y sexuales, que sufren muchos de los 9 millones de personas migrantes en el país. En 2017, al menos 146 personas fueron ejecutadas en Arabia Saudí, y la mayoría decapitadas, al puro estilo del “Estado Islámico”, por acusaciones como el ateísmo, blasfemia, homosexualidad, brujería o criticar al poder.

¿Por qué MBS va por él?

Khashoggi se hace “desertor” (que nunca opositor, ni siquiera crítico) cuando el rey Salman bin Abdulaziz​ organiza un golpe de estado para nombrar heredero a su hijo, al joven Mohammad, destituyendo al verdadero heredero, Mohamed bin Nayefel de 59 años. A pesar de que el periodista no deja de respaldar al que iba ser el futuro rey ilegítimo de Arabia y sus falsos intentos de reforma, MBS planea eliminarlo, por:

1+ Cuestionar, aunque nunca de forma directa, la legitimidad del príncipe heredero.
2+ Simpatizar con la poderosa organización rival del wahabismo la Hermandad Musulmana (HM) que gobierna en Qatar y Turquía. Lo que agrava este “pecado” es que la HM no es la enemiga apóstata chii, sino una alternativa sunnita viable a la versión más intransigente del Islam impuesta en Arabia. El periódico saudí de Okaz (nombre de un zoco en la antigua Arabia), semanas antes del asesinato, desveló su encuentro con el Emir de Qatar, Tamim Bin Hamad, en el Hotel Four Seasons en Nueva York.
3+ Poseer información privilegiada de lo que sucedía en el hermético seno del poder, además de conocer al detalle los trapos sucios de la monarquía.
4+ Ser Khashoggi un saudí “patriota”: no le podían acusar de ser “agente del occidente”.
5+ Perjudicar a la casa real desde EEUU, el centro del imperio, y donde MBS había invertido miles de millones de dólares para comprarse prestigio.
6+ Distanciarse de la postura proisraelí de la casa real sobre Palestina en general y su renuncia a Jerusalén oriental como futura capital del estado palestino, en particular. El asesinato del periodista también hace feliz a Israel.

Pedagogía del terror

Los detalles de su terrible muerte (filtrados en capítulos por el régimen de Erdogan, para su propio beneficio), han sido un aleccionamiento: podrían haberle puesto una bomba en su coche y pegarle un tiro (cosas que la prensa “amiga” podría tachar de “ajuste de cuentas” por droga, amor o lo que fuese, y los gobiernos amigos se lo hubieran agradecido). Nadie se ha escandalizado con el asesinato de la periodista maltesa Daphne Caruana Galizia, o al esloveno Jan Kuciak. Pero, descuartizar viva a una persona y encima, en un consulado, y para más inri en un país no amigo como Turquía, ha sido la obra de un carnicero estúpido, imposible de soportar para el mundo incluso con los acostumbrados con los estándares saudíes.

MBS, así echa a perder la ingente inversión en los medios de comunicación occidentales que hizo para que le presentaran como reformador y el hombre que iba a curar la incurable esclerosis de una teocracia que siempre es medieval: consiguió que la prensa en vez de hablar de sus crímenes en Yemen hablara del levantamiento de la prohibición de conducir a las mujeres, mientras que por la puerta atrás seguía deteniendo a las activistas feministas.

Ahora, no sólo ha asestado un duro golpe a sus aliados que pusieron la alfombra roja al “reformador MBS”, sino que acaba con el espejismo de la capacidad de reformar una teocracia sanguinaria.
Matar al periodista ha sido el suicidio de un arrogante y desesperado heredero, y la consecuencia de la impunidad que le han regalado las potencias mundiales a este país y a Israel: ¡Arabia sigue siendo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Comité para el Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género!

El año pasado los Saud organizaron su particular “noche de cristales rotos”, cuando el rey Salman citó a 11 príncipes y 38 ex ministros en el hotel Ritz-Carlton de Riad, para allí encerrarlos, torturarlos, y no soltarlos antes de desvalijar sus cuentas billonarias. El príncipe de las tinieblas saudí, también secuestró al primer ministro libanés, Saad Hariri, y ni la ONU le reprochó. Nadie ha querido a los saudíes lo suficiente para salvarlos de sí mismos.

Sin apoyo en el interior de la casa real, y ahora tampoco en exterior, MBS puede marcharse, sumiendo en una mayor incertidumbre a su país y a la región. Lo único seguro es que esta crisis no terminará en una república ni siquiera en una “república “islámica para Arabia.

Entre las pocas alternativas que le quedan a la casa saud están:

1) Apartar al heredero, y cerrar la crisis. Salman ha confundido la importancia estratégica de Arabia para EEUU con la importancia de un MBS que es absolutamente prescindible. La soga ya está en el cuello del “Trump saudí”. Es más, si no se va por las buenas, la CIA tiene medios y suficiente experiencia para hacerlo por las malas.
2) Provocar algún incidente grave a nivel internacional para que los titulares de la prensa se desviasen del “caso de MBS”.

Empieza, de todas formas, una nueva ronda de juego árabe de tronos.
Y, por último, a pesar de las afirmaciones de los líderes occidentales, Arabia Saudí carece del poder real para chantajear al mundo: es una simple y llana colonia de EEUU.
En 1818, el sultán otomano Mahmud II colgó la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a sultán otomano, Tayyeb Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.

El presidente turco, ha adoptado la estrategia de Sherezade, la cuenta cuentos persa de Mil y Una noches: narra, noche tras noche, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.

Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı (MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca, empezaron a filtrar los macabros detalles del asesinato del periodista islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre, ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al mundo contar la verdad “en toda su desnudez” sobre el asesinato, suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de audio de 11 minutos sobre el crimen.

Es más que probable que Ankara tuviera conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el rey Salman como representante de los saudíes.

Se desconoce si dicha información procedía de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que otorga al sultán Erdogan imponerse a su alteza Bin Salman: justo cuando éste se desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se encontraba el asesor personal de MBS.

La estrategia turca de “presión y paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la CIA.

Esta “coincidencia” huele a un pacto entre EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También llaman la atención que hasta hoy, Ankara no haya expulsado a los diplomáticos saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.

Puede que el malabarista turco, que con este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes inversiones en Turquía (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los yihadistas: Hay que negociar el reparto del  botín sobre las cenizas de aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la “sinceridad” del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.

El presidente de Turquía tenía cierta amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi, implicado en el escándalo Irán-Contras”, y primo de Dodi al Fayet), que era de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana (HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros estados “sunnitas”.

Razones de una profunda brecha

Desde la toma del poder por el partido derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta aumentar su influencia en los territorios “musulmanes” del imperio otomano, desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han pasado por las siguientes fases:

1+ En 2003, y tras la invasión liderada por EEUU a Irak en 2003, Bush desmantela el gobierno árabe-sunnita de Irak y lo reemplaza por otro árabe-chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara (¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.

2+ El 2011 es el año del fin de la luna de miel entre la pareja, por las “Primaveras” de Egipto y Túnez. Riad no escatima dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e incluso patrocina, junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.

3+ En 2017, las amenazas de un ataque militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de Ankara, por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que decide instalar una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso en las aguas del Golfo Pérsico.

4+ El distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU, por miles de millones de dólares.

5+ Además, Turquía se opone a las políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén Oriental como la capital de Palestina.

No es posible que guardemos silencio sobre lo ocurrido”, advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no buscasen a un “salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.

Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia

Lo que Turquía puede obtener de este drama es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera.  La decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita. Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):

a) Dejar de apoyar y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya conseguido algún compromiso al respecto: días después del asesinato de Khashoggi, Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció una mayor coordinación con las fuerzas de EEUU en Siria.

b) Levantar las sanciones impuestas por EEUU a Turquía.

c) Levantar las sanciones económicas a Qatar por Arabia y EAU.

d) Celebrar el juicio de los criminales en Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los implicados pierdan la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió en un “accidente” de tráfico, dos días después de regresar a su país (¡a ver, no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)

Entre estas demandas está ausente poner fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.

El viaje de la directora de la CIA, Gina Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan tiene como objetivo examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.

El culebrón turco sobre los gánsteres saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante Oriente Próximo.