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Economía política de las masacres


www.rebelion.org / 15-03-18

Cada año más de 30.000 ciudadanos de Estados Unidos pierden la vida a causa de disparos. Cada mes, en patios escolares, discotecas, salas de concierto, centros de trabajo y lugares públicos, personas inocentes son exterminadas por asesinos que manejan potentes armas semiautomáticas compradas legalmente. La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas inglesas), una organización con 3 millones de afiliados, apoya y promociona el acceso libre a armamento militar. La inmensa mayoría de legisladores, presidentes y jueces de EE.UU. es partidaria de la posesión de esas mismas armas que causan las masacres.

¿Por qué el sistema político estadounidense se lamenta de la frecuencia con que se producen atentados masivos y sin embargo respalda el proceso político que hace posibles las matanzas? El volumen, alcance y duración de las masacres requiere que examinemos las características sistémicas a gran escala y largo plazo de la economía política estadounidense.

Política bélica: Las masacres en el exterior como símbolo del “heroísmo americano”

El gobierno de EE.UU. ha participado en multitud guerras sangrientas en las que ha masacrado a millones de civiles –incluyendo familias enteras en sus casas– que no suponían ninguna amenaza para el pueblo estadounidense. Las guerras representan el triunfo de la destrucción y la muerte como modo de promover los programas políticos de Estados Unidos. Se rinde honores a los criminales de guerra. Los conflictos políticos y problemas sociales internos se resuelven destruyendo a adversarios inventados y a naciones enteras.

En una economía política en la que las masacres perpetradas en el extranjero son dirigidas por líderes elegidos democráticamente, ¿quién va a cuestionar el comportamiento de un “vecino sociópata” que se limita a seguir el modo de actuar de su presidente? Este hecho no debería sorprender a nadie: las masacres al por mayor en el exterior promovidas por nuestros dirigentes se reproducen en las masacres al por menor en el interior desencadenadas por el “chiflado local”.

Los medios de comunicación: Hablan las armas, los asesinatos resuelven y los medios se enriquecen

Todos los días, a todas horas, en todos los medios de comunicación, las armas y las matanzas dominan las mentes, los pensamientos y las fantasías (o las pesadillas) de los espectadores, especialmente de los millones que absorben el “mensaje”. Las películas, los programas de televisión y los videojuegos están plagados de conflictos que se resuelven por las armas, matando víctimas, ya sean policías o civiles. Los problemas se resuelven mediante la violencia.

El mensaje de los medios de comunicación es que las masacres logran victorias. Las guerras y los asesinatos se reproducen en multitud de escenarios: hogares, edificios públicos, escuelas, centros de trabajo, calles y plazas. Las guerras y las masacres son un elemento esencial de este sistema político y los medios de comunicación aseguran que penetren en la mente de las masas y se normalicen.

La economía

Las armas que se utilizan en las masacres son un negocio muy lucrativo. Los fabricantes, vendedores al por mayor, vendedores al por menor y clubs de armas, así como las instituciones policiales y militares prosperan en este mercado libre del asesinato. Los dirigentes políticos utilizan la economía que se mueve alrededor de las armas para financiar sus campañas electorales.

Los políticos ven con buenos ojos las guerras, la industria armamentística y las asociaciones pro-armas, con lo que perpetúan las condiciones para que se produzcan las masacres. Las grandes empresas están protegidas de los asesinatos internos. ¿Por qué iban a preocuparse los ejecutivos y las élites políticas de las matanzas que se producen en las escuelas públicas si sus propios hijos están a salvo en sus caros colegios privados? Al fin y al cabo, están en juego los votos y los beneficios. Solo los “fracasados” envían a sus hijos a peligrosas escuelas públicas. Los “triunfadores” tienen alternativas más seguras…

Soluciones

Para hacer frente a la epidemia de matanzas masivas es esencial efectuar cambios en la economía política.

1. Reemplazar las políticas de guerras imperiales por el fomento de la diplomacia, las negociaciones y la resolución pacífica de los conflictos.

2. Reemplazar la cultura de las armas presente en los medios de comunicación por los valores culturales de la solidaridad en comunidades seguras y comprometidas con lo público.

3. Reemplazar la obsesión de los civiles por poseer armas militares con una visión de la propia vida edificada en torno a un ambiente saludable compartido por vecinos comprometidos socialmente.

4. Prohibir o regular los clubs de armas y las milicias. Abolir la venta del armamento militar que se utiliza en estas carnicerías. Las armas empleadas en tiro deportivo y en la caza son diferentes de las armas de guerra utilizadas para masacrar a docenas de niños apiñados en sus aulas.

Planteamientos falsos y verdaderos sobre las masacres

El presidente Trump ha propuesto armar a los profesores para “solucionar” las matanzas en la escuela. Se trata de una opción descabellada que solo agravaría la proliferación de armas, estimularía nuevas carnicerías, socavaría el papel de los maestros como educadores y crearía nuevos “modelos” para potenciales futuros asesinos. La propuesta de Trump también pone de manifiesto el profundo desprecio de su administración por el papel que tienen la educación pública y los educadores públicos en la construcción de una sociedad sana. Su propensión a culpar a las víctimas (“si los maestros estuvieran armados…”) es una muestra del grotesco darwinismo social inherente a su ideología y de su interés por destruir por completo el sector público. Los hijos de la élite y de los políticos no tienen que asistir a clases de matemáticas o de francés a cargo de profesores armados. Según la lógica de Trump y de la élite empresarial y política, los tiroteos en las aulas de las escuelas públicas simplemente subrayan la necesidad de disolver los Departamentos de Educación de todos los niveles, así como los demás servicios públicos de esta nación.

Los profesores deberían poder concentrarse en educar a sus alumnos sobre cómo ser ciudadanos productivos y competentes que valoran la comunidad y la cooperación por encima de las armas y la guerra. Deberían graduar estudiantes capaces de evaluar críticamente el papel de los medios de comunicación en la promoción de la violencia. Deberían fomentar en sus alumnos habilidades cívicas que les llevaran a movilizarse contra líderes políticos que han aceptado sobornos (“donaciones”) de sectas de la muerte como la Asociación Nacional del Rifle.

Para detener la violencia, los dinamizadores comunitarios pueden boicotear a las empresas que proporcionan apoyo político y material a quienes promueven la guerra, a las milicias y a los extremistas armados.

Sería necesario aprobar leyes nacionales para limitar las armas de fuego a parcelas y eventos bien definidos, como los clubs de tiro o la caza.

Los propietarios de armas deberían obtener los permisos de uso según estrictos criterios psicológicos y tener que renovar dichos permisos con frecuencia. El ejército debería informar a las autoridades civiles locales de cualquier conducta violenta y criminal de los soldados que dejen el ejército. No pueden liberar una “bomba de relojería” en medio de la población a la que han jurado proteger, así como así. La enfermedad mental es un asunto de salud pública y debería incrementarse la partida presupuestaria destinada a financiar hospitales e instalaciones en las que identificar y tratar a los individuos que lo necesiten. Estos enfermos no deberían entrar y salir de las cárceles o ser arrojados a las calles.

Los vendedores de armas y las exhibiciones de armas tendrían que estar regulados y obligados a seguir protocolos estrictos bajo amenaza de sanciones.
Los cazadores deberían usar armas apropiadas para el tipo de caza que practican. Las armas semiautomáticas no son las indicadas para cazar ciervos, conejos o pavos. Pero se utilizan para cazar y para matar a seres humanos, incluyendo a niños desarmados en sus aulas.

Conclusión

Es posible poner en marcha cambios culturales, políticos y económicos, pero para ello es preciso que las luchas populares se mantengan en el tiempo. Mientras tanto, deberían implementarse reformas a corto plazo para regular y reducir la frecuencia y mortandad de las masacres locales.

Es preciso divulgar y rectificar el protocolo por el cual la policía acordona el perímetro de las matanzas, impidiendo que entren rápidamente los primeros equipos médicos que acuden a estabilizar a los heridos al tiempo que se protege a sí misma (un proceso que puede prolongarse durante una hora y provocar muertes innecesarias por pérdida de sangre). Mientras los equipos SWAT* se preparan y “aseguran el perímetro”, con una serie de maniobras coreografiadas para asegurar la “protección de la fuerza”, (un eufemismo que significa “proteger a la policía”), se desperdician los “minutos de oro” en que se podría estabilizar a las víctimas. Si los heridos recibieran rápidamente primeros auxilios y pudieran ser inmediatamente transferidos a los hospitales para someterse a cirugía de emergencia y transfusiones de sangre, muchas de las víctimas se salvarían. Es un escándalo la terrible tasa de mortalidad de estos tiroteos (el 100% en el caso de los niños y profesores de la Escuela Primaria de Sandy Hook**) especialmente si tomamos en cuenta lo poco que se reflexiona sobre ello posteriormente. Parece claro que los jueces y la policía locales y estatales ocultan información sobre el efecto que tiene impedir la entrada rápida de equipos médicos de emergencia. Es imprescindible que se realice una investigación independiente sobre el retraso deliberado de la policía en permitir la asistencia inmediata que salva vidas.

Prácticamente todos los tiroteos producidos en escuelas que han terminado en masacres los cometen individuos a quienes la policía o la comunidad conocen por su comportamiento imprevisible y maltrato familiar. El hecho de que la policía local o la familia conocieran que estos individuos dementes y homicidas tenían acceso a armamento militar y no actuaran, a pesar de las quejas recibidas al respecto, exige que una investigación independiente a escala estatal y federal.

Es preciso reforzar las leyes o estatutos relacionados con la hospitalización o detención preventivas de estos individuos inestables y violentos. Es preciso nombrar una comisión nacional que investigue la situación de los tratamientos de salud mental en Estados Unidos y los recursos destinados para ello. En vez de pedir a los profesores que vayan armados, hay que mantener instituciones cualificadas de salud mental. No basta con encerrar a los enfermos mentales en cárceles locales por pequeñas faltas y luego volver a ponerlos en la calle sin ofrecerles ninguna asistencia.

Es preciso apoyar la enseñanza pública y a sus profesores. Hay que terminar con décadas de políticas que debilitan servicios públicos como la educación, y potencian la “libertad de elección de escuela”, —un eufemismo para decir enseñanza privada— convirtiendo la educación en un privilegio para ricos en vez de un derecho de los ciudadanos. En lugar de un único profesor (preferiblemente armado, según el presidente Trump y la NRA) para dar clase a cuarenta alumnos, cada aula debería contar con tres profesores competentes que trabajaran en equipo para asegurar el progreso de los estudiantes en las diversas asignaturas necesarias para llegar a ser en un futuro ciudadanos libres y productivos. Es un escándalo que el Departamento de Educación y la Secretaria de Educación hayan mantenido silencio y permanecido ausentes tras las frecuentes masacres de estudiantes.

Pero tampoco resulta extraño si consideramos las prioridades de sus altos cargos, procedentes de la élite y, en el caso de la secretaria actual Betsy DeVos, de la clase de los multimillonarios. Nunca han puesto un pie en una escuela pública. Sus hijos reciben “educación en casa” con tutores privados o asisten a elitistas academias privadas. Sus programas contrarios a la enseñanza pública reflejan su hostilidad ideológica hacia el propio concepto de bienestar social. Las palabras de Trump culpando a los profesores por no ir armados en el aula muestran claramente su desdén por la enseñanza pública y por las familias de clase trabajadora y media que confían sus hijos a la educación pública en todo el país.

Estos sucesos tienen lugar en el espacio público, un espacio a disposición de todos los ciudadanos que debería ser seguro. La escuela pública ha sido uno de los cimientos en los que se basaba la creación de una ciudadanía libre y productiva. No es casualidad que las masacres de jóvenes tengan lugar exclusivamente en escuelas pública. Los valiosos hijos de la élite están a salvo en sus hogares-fortaleza y en escuelas privadas superselectas, atendidas por profesores altamente cualificados, que pueden dedicarse a enseñar sin preocuparse por si alguien esconde un arma o por la aparición repentina de un pistolero. Sus hijos tienen el futuro garantizado.

Pero la situación de los hijos de clase media y trabajadora es mucho más incierta. El acceso a la educación de calidad ha dejado de ser un derecho y un deber para los ciudadanos. En el mejor de los casos, los jóvenes pueden “acceder a préstamos para la educación” con tipos de interés usurarios que les encadenan a décadas de servidumbre por deudas, mientras los estudiantes de clase alta tienen libertad para seguir una carrera y desarrollar su talento. Mientras continúen deteriorándose las perspectivas de futuro de los jóvenes, con el traspaso masivo de riqueza nacional a las élites, estas masacres, los suicidios y las muertes por sobredosis no pararán de aumentar. Todo esto ocurre en un contexto sociopolítico: las decisiones deliberadas tomadas desde arriba generan horror y caos en la base.

Existe un sustrato de clase en las pesadillas que atenazan a los padres, profesores y estudiantes de clase media y trabajadora de todo el país. Seguridad, educación de calidad y sanidad de calidad son, cada vez más, dominio exclusivo de la élite. Las políticas dirigidas por esta, que se iniciaron en el reinado del presidente Ronald Reagan, han orquestado la disolución de las instituciones públicas de salud mental y el alta masiva de individuos inestables y vulnerables, al tiempo que violentos, en comunidades que no están preparadas para ello. Quienes sufren las consecuencias de dichas políticas no significan nada para la élite, aunque asistan a sus funerales para hacerse la foto. Las políticas dirigidas por las élites de los presidentes Bill Clinton, George Bush hijo, Barack Obama y Donald Trump no han dejado de promover el desmantelamiento del sector público y la privatización de la riqueza y de las instituciones de la nación.

La tremenda reducción de impuestos provocada por la ley fiscal de Donald Trump representa una ganancia inesperada de más de un billón de dólares para la clase inversora (la élite financiera) a costa de las instituciones públicas y la red de seguridad que dan servicio a las clases media y trabajadora. La mayor incidencia de asesinatos en masa, así como el lugar donde se producen y la identidad de las víctimas, no son fruto del azar: están definidas por la clase y son reflejo de la pérdida de poder ciudadano. Los ganadores de esta lucha de clases derraman lágrimas de cocodrilo para la foto mientras en privado ridiculizan a las familias de las víctimas por confiar en las instituciones públicas.
Las decisiones tomadas desde arriba que han producido esta epidemia de masacres en las escuelas públicas, así como otras epidemias paralelas de suicidios y sobredosis entre las clases media y trabajadora, han beneficiado enormemente a la élite. Los multimillonarios y los donantes de ambos partidos políticos no tienen motivo alguno para dar marcha atrás y poner en marcha reformas o programas destinados a recuperar los derechos de los ciudadanos y el espacio público. Solo los amigos, familias y vecinos de las víctimas de clase media y baja, a quienes en privado se considera “fracasados que deciden enviar a sus hijos a instituciones públicas”, pueden unirse para cambiar todo esto y recuperar la justicia social y económica que rinda homenaje a los muertos inocentes y ofrezca un futuro digno y justo para sus hijos.

No se trata de armar a los profesores o de envolver a los alumnos pequeños en “mantas a prueba de balas”, mientras la élite nos culpa de nuestro sufrimiento desde la seguridad de sus mansiones. Comprender el sustrato de clase de esta crisis nos ayudará a levantar los cimientos de las soluciones reales.

Notas:

* SWAT, unidad de élite incorporada a diversas fuerzas de seguridad, especializada en operativos de alto riesgo y dotada de equipos muy sofisticados.
**Tiroteo masivo en la escuela de Sandy Hook, Connecticut, en diciembre de 2012, que produjo 26 muertos (20 de ellos, niños de 6 y 7 años). Fue el más mortífero de los habidos en escuelas primarias o secundarias en la historia del país.


Los ganadores y perdedores del #4M


Héctor Silva Hernández
www.elfaro.net / 05/03/18

El jueves pasado publiqué en este periódico una columna cuyo propósito era compartir información sobre los candidatos y sugerir parámetros que permitieran al votante tomar una decisión informada y consciente en las elecciones del domingo 4 de marzo. Cuatro días después, aun a la espera de los resultados definitivos que entregará el Tribunal Supremo Electoral, hay ya suficiente información para hacer un balance preliminar de los ganadores y perdedores de las elecciones municipales y legislativas para el periodo 2018-2021.

Pierden, para empezar, los esfuerzos anticorrupción. Los meses de campaña previos a la elección se vieron marcados por una variedad de denuncias, provenientes de diversos sectores y enfocadas en exponer a quienes, tras beneficiarse de un sistema corrupto y poco transparente, buscaban un cargo público este domingo. Muchos de ellos —diputados acusados de enriquecimiento ilícito, candidatos que se sentaron a mendigar votos con criminales, alcaldes que fueron condenados por omitir justificaciones por más de $1 millón— fueron electos de nuevo. Está claro que estos políticos guardan en sus estructuras partidarias el poder de manipular al votante más vulnerable, aquel con escasa formación y poca capacidad crítica, o acceso limitado a información decisiva.

Y queda más claro aún que aquellos que estamos comprometidos con erradicar la corrupción y promover la transparencia debemos intensificar, pero sobre todo expandir, los esfuerzos para denunciar a los corruptos y llevar a todos los votantes la información necesaria para que tomen una decisión consciente y más sana para el país.
Pierden el FMLN y Gerson Martínez. Los resultados preliminares no permiten hacer un análisis completo de la situación del Frente ni un pronóstico afinado sobre lo que le espera al partido de izquierda. Pero el domingo quedó plasmado en las urnas lo que las encuestas de opinión habían venido advirtiendo hace meses: que, después de nueve años en el poder, el FMLN ha fracasado en su intento de enfrentar de manera efectiva los retos más importantes del país. Con su primer presidente autoasilado en Nicaragua y condenado por enriquecimiento ilícito, y con el actual mandatario incapaz de llegar a una calificación de seis en las encuestas desde que llegó al poder, el Frente no debería verse sorprendido por los resultados desfavorables.

El domingo en la noche, mientras los resultados comenzaban a marcar la tendencia en favor de Arena, la Directora del Instituto Nacional de la Juventud, Yeymi Muñoz, compartió una reflexión en Twitter: “Solo diré que fomentar el odio y el revanchismo no resolverá los problemas del país…”. Muñoz tiene razón. El rol de Arena como oposición también ha sido sumamente reprochable y será imposible sacar al país adelante desde una cultura de división. Sin embargo, sería irresponsable que el FMLN y su cúpula consideren estos resultados como cualquier otra cosa que un mensaje claro de desconformidad de la ciudadanía.

Su precandidato presidencial, Gerson Martínez, se verá afectado por los resultados del domingo. Aunque su campaña presidencial —de ratificarse— navegará con el viento a favor de los privilegios que desafortunadamente significa tener a su partido en el control del Estado, su camino será cuesta arriba. Su mayor reto será cambiar la percepción que la ciudadanía tiene del FMLN y de la labor que el partido de izquierda ha realizado durante sus dos periodos en el Ejecutivo. Si el exministro de Obras Públicas no logra distanciarse de los fracasos del Frente le será muy difícil escapar a la onda expansiva del duro voto de castigo que su partido recibió el domingo.

Pierden, por último, los candidatos independientes. Pese al descontento que en el último año anunciaban las encuestas, los primeros resultados de la elección del 4 de marzo muestran una tendencia clara a favor de los partidos grandes. Aun con resultados desfavorables para el FMLN, la mayoría de los votos del domingo se concentra en las barras roja y tricolor.

Sigue siendo muy temprano para hacer un análisis completo del rol que los partidos pequeños jugarán los próximos tres años, pero con los datos actuales parece casi imposible que en la legislatura 2018-2021 un candidato independiente ocupe una curul. Los no partidarios enfrentaron dificultades en casi todas las etapas del proceso electoral y, aunque no me atrevería a decir que el sistema confabuló en su contra, con certeza no jugó a su favor. Pero los votantes no parecen haber premiado el esfuerzo de aquellos que finalmente lograron inscribir nombre en una papeleta.

Gana, aunque suene a tópico, la democracia. La economista Carmen Aída Lazo escribió el domingo en la noche un tweet que lee: “A pesar de todas las críticas que suele recibir la democracia, sigue siendo una herramienta eficaz para que la ciudadanía envíe mensajes claros a los gobernantes”. Suscribo plenamente el planteamiento. En un país como el nuestro, donde no todos tienen el mismo acceso a la información y donde los políticos sustituyen propuestas por ventiladores y delantales, la democracia se convierte en una herramienta particularmente compleja, pero no por ello menos útil.

Las elecciones del domingo son un ejemplo claro del potencial que esconde el poder de la ciudadanía. Luego de años de fracasos en las áreas de seguridad, educación y economía, el electorado castigó al FMLN en las urnas. El reto es ahora desarrollar este potencial democrático ampliando sus efectos, educando e informando, y logrando un país con menos políticos corruptos y más funcionarios comprometidos con el desarrollo nacional y el bienestar de los ciudadanos.

Es importante destacar aquí la labor de las instituciones y las personas encargadas de montar y desarrollar las elecciones del domingo. Previo a la votación, muchos criticamos el rol del Tribunal Supremo Electoral basados en lo que percibíamos como desorganización y negligencia sistemática de la institución. Sin embargo, al hacer balance, y con la información que arroja la primera noche de recuento, me parece justo destacar la labor del TSE, así como de la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada, en el desarrollo eficiente de las elecciones. Como es importante denotar el rol de todos los observadores, vigilantes y miembros de las Juntas Receptoras de Votos y su compromiso democrático.

Gana, claro está, Arena. Con menos del 50% de los votos escrutados al cierre de este artículo, ya está claro que el gran ganador en términos políticos y electorales es Arena. A menos que algo extraordinario suceda, el partido de derecha dominará la Asamblea Legislativa y conservará las alcaldías de Santa Tecla, Antiguo Cuscatlán y Santa Ana. Y todo indica que, a pesar de sus reuniones con pandilleros de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 en 2014, Ernesto Muyshondt será el nuevo alcalde de San Salvador.

Vistas las encuestas previas a la elección y el rol del FMLN en el Ejecutivo, se podría decir que la victoria de Arena era predecible. Pero no debemos perder de vista que el partido que ganó el domingo es el mismo que tiene a un expresidente de la República presó en Mariona por un desfalco de cientos de millones de dólares. El partido que ganó el domingo es el mismo que utilizó fondos destinados a las víctimas de los terremotos de 2001 para financiar la campaña presidencial del hombre que hoy guarda prisión en el Sector 9 de Mariona. Decir que el hombre es un traidor, que los $10 millones de Taiwan son errores del pasado suena conveniente, pero no significa que los ciudadanos tengamos que olvidar tan fácil.

Arena no ha cambiado. Lo sé porque según este partido y sus militantes, El Salvador sigue siendo la tumba donde los rojos terminarán. Porque, aunque los eslogan y las cuñas hayan cambiado, las ideas de su cúpula siguen siendo las mismas. Espero por el bien de todos que las personas propositivas y responsables que han logrado colarse y permanecer en las filas del partido tricolor logren mayor protagonismo en Arena y en las instituciones públicas que estarán a su cargo. De no ser así, lo que hoy se percibe como una victoria rotunda se convertirá fácilmente en una oportunidad desperdiciada.

Y ganan, finalmente, los corruptos. Pocos días antes de la elección El Faro reveló que Milagro Navas, alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, había sido condenada por la Corte de Cuentas de la Republica por no justificar, junto al resto de la directiva de COMURES que ella presidía, más de un millón de dólares en fondos públicos gastados en 2008. Unos días antes, este mismo periódico hizo público que, según un testigo de la Fiscalía General de la Republica, el candidato Ernesto Muyshondt habría entregado decenas de miles de dólares en 2014 a la Mara Salvatrucha. El testigo relató, también, que ese dinero se había utilizado para comprar cocaína. Meses antes, la Revista Factum y El Faro habían revelado que Muyshondt no fue el único en negociar con las pandillas: el exministro y candidato a diputado por el FMLN Benito Lara hizo lo mismo en 2014. Todo parece indicar que tanto Muyshondt como Navas gobernarán sus respectivos municipios. Falta ver si Lara logrará la diputación.

Seguimos también a la espera de resultados que nos permitan confirmar la salida o no de la Asamblea de personajes cuestionados como Guillermo Gallegos, José Luis Merino o Cristina Lopez, por nombrar solo a tres. Por ellos no podemos preocuparnos aun y solo nos queda esperar que su dañino rol como funcionarios públicos haya bastado para que la ciudadanía les negara una nueva entrada a un cargo público. En cuanto a Muyshondt, Navas y los otros políticos cuestionados que lograron elegirse o reelegirse, no hay más camino que seguirlos cuestionando. Que seguir denunciando. Y que dedicarnos a generar mejores opciones que prioricen las necesidades de la ciudadanía; no de su partido, no del candidato, no del financista del candidato, sino del ciudadano.

*Héctor Silva Hernández es estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts. Fue colaborador del diputado Johnny Wright en temas de migración y salvadoreños en el exterior.


Del conocer, y del saber


El saber de la Ciudad, 18-19

Del conocer, y del saber
Guillermo Castro H.

Por la América nuestra y el mundo se multiplican las ciudades del conocimiento, y empieza a tomar interés el hecho de que en Panamá exista, además – y como pionera – , una Ciudad del Saber. ¿Son lo mismo, ambas? Y si no, ¿cómo se relacionan entre sí?

            La respuesta a la primera pregunta es que no son lo mismo, pues – como ciudades - articulan modalidades distintas de vida social y desarrollo humano. Y, al mismo tiempo, ambas se relacionan estrechamente entre sí en el marco de la economía global, porque no hay saber sin conocimiento, ni conocimiento sin base en el saber.
El conocer es una forma de actividad social cuyo producto es el conocimiento. Como tal, ese conocimiento – y en particular su forma más elevada y compleja, el conocimiento científico - está estrechamente ligado al desarrollo de las fuerzas productivas en el mercado global. En ese sentido, es un hecho de civilización. El saber en cambio es un hecho de cultura. Incluye lo conocido, pero más allá de eso abarca aquellas formas de conducta y criterios de valor que caracterizan a cada sociedad.

Lo importante, en todo caso, es que el saber desempeña un importante papel en la definición de los temas y la selección de los métodos del conocer. El conocer, por su parte, ayuda a depurar al saber de sus expresiones más supersticiosas, y a ampliar y enriquecer su expresión más consistente, que es el sentido común. De este modo, así como los resultados del conocer se sedimentan en el saber, éste es un elemento fecundante del conocer.

El caso de la malaria ilustra esa relación. El saber popular le dio ese nombre a partir del hecho de que los ambientes cálidos y pantanosos favorecían la incidencia de la enfermedad debido en apariencia al “mal aire” producido por las aguas estancadas. Descartado el aire, se llegó paso a paso a otro elemento ambiental: el mosquito que servía de vector al parásito malaria falciparum, cuya multiplicación se veía facilitada por el estancamiento de las aguas.

El conocimiento progresa con rapidez. El saber cambia lentamente. El primero da los frutos; el segundo ofrece la raíz. La Ciudad del Saber expresa, en este sentido, demandas muy antiguas de identidad y de inclusión junto a tradiciones muy difundidas de respeto a la educación, a la ciencia y la cultura.

Ella promueve, acoge y apoya las actividades de producción, difusión y aplicación del conocimiento, pero lo hace para contribuir a la formación de una sociedad próspera, equitativa, inclusive y sostenible. La utopía hace parte del saber, como lo posible es tarea del conocer. En las condiciones de Panamá, la Ciudad es una utopía que se hace posible, y en ese hacerse, es.

Ciudad del Saber, Panamá, 11 de mayo de 2018






Strambotic
www.publico.es / 02/03/18

El pasado 14 de febrero, día de San Valentín, un antiguo alumno de un colegio de Florida entró en su antigua escuela con un rifle semiautómatico y aniquiló a 17 personas, en la penúltima matanza en un país que tiene un peligroso idilio con las armas. Dos semanas después, una iglesia de Filadelfia organizaba una misa para bendecir a parejas que acarreaban sus armas, unos fusiles AR-15 análogos a los que utilizó Nikolas Cruz para perpetrar la matanza de Florida.
¿Estamos locos?

Centenares de peregrinos acarreando su AR-15 o incluso ataviados con una corona de balas, acudieron al templo, que responde al paradójico nombre de World Peace and Unification Sanctuary para asistir a una ceremonia religiosa de bendición de las armas.

La iglesia de la “Paz Mundial” considera que el rifle AR-15 simboliza el “cetro de hierro” citado en el libro bíblico de la Revelación. Por este motivo, el líder de la secta, el reverendo Sean Moon, pidió explícitamente a los feligreses que acudieran con sus semiautomáticas a la estrambótica ceremonia, prueba definitiva de que Dios no existe o bien es un cretino.

Tal vez el apellido “Moon” les resulte familiar. Efectivamente, Sean Moon es el hijo de Sun Myung Moon, el coreano que fundó la Iglesia de la Unificación, más conocida como “secta Moon”, en 1954. La secta Moon tiene un largo historial de abusos, ilegalidades y lavado de cerebro entre sus seguidores. La congregación del pequeño de los Moon es una escisión de la Iglesia de la Unificación original, que se ha desmarcado de la belicosa ceremonia de Filadelfia.

Los asistentes a la ceremonia del pasado domingo tuvieron que enseñar sus rifles a la entrada de la iglesia, para garantizar que estuvieran descargados y asegurados con un cierre de seguridad, no fuera a ser que algún feligrés se liara a tiros en un arrebato místico.


Durante el sermón del pasado 28 de febrero, el reverendo Moon rezó por “un reino de policía de paz y milicia de paz en el que los ciudadanos puedan protegerse unos a otros y proteger el florecimiento de la humanidad, amparados en el derecho otorgado por Dios Todopoderoso para portar armas”.

La ceremonia estaba orientada a bendecir a las parejas, no a “objetos inanimados”, si bien los AR-15 fueron considerados en todo momento “equipamiento religioso”. Amén.

Ahora sabemos quién “inspira” a Trump… ¿o será él el inspirador?