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Aplastante derrota de Harper en las elecciones canadienses


Aplastante derrota de Harper en las elecciones canadienses


Alberto Rabilotta

www.alainet.net/201015

Si hubiera que resumir en pocas palabras la aplastante derrota que en las elecciones canadienses de este lunes 19 de octubre sufrió el Partido Conservador de Canadá (PCC) del (ex) primer ministro Stephen Harper, nada mejor que citar al columnista Thomas Walkom, del diario Toronto Star: este resultado electoral es “un repudio a Harper y a su estilo de gobierno.  Al elegir a los Liberales de Justin Trudeau, los votantes estaban diciendo basta a tanta mezquindad en la política” (1).


El Partido Liberal de Canadá (PLC) logró elegir a 184 de los 338 diputados del Parlamento federal de Ottawa, lo que le permitirá formar un gobierno mayoritario.  El PCC de Harper, que tenía la mayoría en el Parlamento, conservó 99 bancas, el Nuevo Partido Demócrata (NPD) de Thomas Mulcair tendrá 44 diputados, el Bloque Quebequense (BQ) de Gilles Duceppe ganó 10 diputados en Quebec y el Partido Verde (PV) solo logró la elección de su líder Elisabeth May, en Colombia Británica.


Esta derrota de Harper en una elección en la cual votó casi el 69 por ciento de los inscritos en las listas electorales, o sea la tasa de participación más elevada desde 1993, cuando el PLC ganó una mayoría aplastante y solo quedaron dos diputados Conservadores en el Parlamento, fue también el repudio a una década de políticas neoliberales que terminaron por arrasar lo que quedaba del Estado de bienestar, un importante referente de la sociedad y la identidad de los canadienses, así como el rechazo a una política exterior derechista, adosada a la OTAN y contraria, como recientemente lo señaló el ex primer ministro Liberal Jean Chrétien, a la tradición de más de medio siglo de la política exterior canadiense basada en la búsqueda de soluciones políticas y diplomáticas a los conflictos armados.


Es por eso que, si utilizamos la “escala” de Immanuel Wallerstein para interpretar un resurgimiento de la izquierda mundial (2), la victoria de Justin Trudeau (y la derrota de Harper) forma parte de esa tendencia que se verifica políticamente en las primarias de los partidos Demócrata y Republicano en Estados Unidos (EEUU), hace pocas semanas en el cambio de primer ministro de Australia y en la elección de Jeremy Corbyn al frente del Partido Laborista en Inglaterra: “en un mundo que está viviendo en medio de una gran incertidumbre económica y en condiciones peores para grandes segmentos de las poblaciones del mundo, los partidos en el poder tienden a ser culpados y pierden fuerza electoral.  Así que tras el vaivén hacia la derecha de la última década o casí, el péndulo va ahora en la otra dirección”.


Los sondeos no se equivocaron


El resultado electoral correspondió casi exactamente a lo que los sondeos anticiparon en los últimos días de la campaña (3), de que estaba en curso una polarización del voto de la oposición a Harper en torno del PLC de Trudeau, y la cristalización se dio en los distritos más disputados de Ontario y Quebec, donde el NPD de Mulcair no pudo consolidar posiciones que parecían sólidas.  En cuanto al voto que recibió el PCC, este corresponde a la fiel clientela de Harper, basada en las provincias de Alberta, Saskatchewan y Manitoba (las Praderas del Oeste), en distritos electorales de la Colombia Británica, Ontario y Quebec, pero totalmente ausente en las provincias Marítimas del Atlántico (Nuevo Brunswick, Nueva Escocia, Terranova e Isla del Príncipe Eduardo).


La victoria del PLC puso fin a lo que parecía un fuerte ascenso del socialdemócrata NPD, que durante la primera parte de la campaña electoral, en septiembre pasado, los sondeos apuntaban como el posible punto de la polarización contra Harper.


En realidad, lo que hizo imposible que esto sucediera fue el imprevisto giro de Mulcair hacia una política similar a la de Tony Blair, con la desgraciada promesa de que mantendría la política de austeridad fiscal de Harper, hecha sin duda para atraer el voto de los electores que en Ontario no aceptaban el mezquino estilo de gobierno de este último pero sí su política económica y fiscal.  Asimismo, Mulcair dio señales de que mantendría la agresiva política de Harper a favor de Israel, sin dudas para atraer el “voto judío” en Toronto y Montreal, lo que en realidad le hizo perder decenas de distritos en ambas ciudades.


La deserción del voto de “izquierda”, fundamentalmente anti-neoliberal, que estaba yendo naturalmente hacia el NPD y su redirección hacia el PLC –y en Quebec hacia el independentista BQ de Duceppe-, quedó bien “fotografiada” en los sondeos a partir de comienzos de octubre. Y fue este movimiento, de alrededor de un 10% del voto total, que creó en decenas de distritos electorales claves la polarización que favoreció al PLC, pero asimismo al BQ (que pasó de 2 a 10 diputados) y que permitió al PCC recuperar muchos distritos de Quebec, y todo ello en detrimento del NPD, que de 75 diputados electos a nivel nacional en el 2011, de los cuales 59 en Quebec, pasó a 44 (-31) diputados en los comicios del lunes, de los cuales 37 (-22) en Quebec.


Estas distorsiones son típicas de un sistema electoral “uninominal mayoritario a una vuelta” por distrito electoral y sin compensación para expresar una representación proporcional a escala nacional, como es el canadiense, y se agravan en las polarizaciones.


Esto explica que con el 39.5% de los votos a escala nacional el PLC de Trudeau ganó 184 de las 338 bancas del Parlamento federal, o sea casi el 55 % de la diputación.  Y que con el 31.9% de los votos el PCC de Harper obtuviera 99 diputados, o sea el 29.3 % de las bancas, mientras que el NPD solo alcanzó a elegir 44 diputados (13 % de las bancas) con el 19.7 por ciento de los votos.  El Bloque Quebequense (BQ) de Gilles Duceppe, que presentó candidatos únicamente en Quebec y obtuvo el 4.7 por ciento de los votos -a escala nacional, pero en realidad más del 20% en Quebec-, ganó 10 diputados (2.96 por ciento de las bancas) en esa provincia, mientras que con el 3.4 por ciento de los votos a escala nacional el Partido Verde solo pudo hacer elegir a su líder, Elisabeth May, en un distrito electoral de Colombia Británica.


¿Cambios políticos en puerta?


Es muy cierto que el resultado electoral es, en primer lugar, un repudio al mezquino y casi totalitario estilo de gobierno de Harper, y para amplios sectores un rechazo de las políticas neoliberales del saliente primer ministro.  Pero de ahí en adelante es poco lo que se puede adelantar sobre las políticas que seguirá el PLC de Trudeau, aunque ya dijo que abandonará el “déficit cero” e incurrirá en déficits presupuestarios para reactivar la economía y el empleo.


En cuanto al Tratado Trans-Pacífico (TPP) del cual Canadá es parte y que aparentemente acaba de ser alcanzado, a diferencia de Mulcair que indicó que no lo firmaría, Trudeau solo llegó a decir que primero quería conocer el texto que fue mantenido en secreto, y que sería discutido abiertamente en el Parlamento y con los “socios” locales, o sea los sindicatos y las empresas.


En política exterior el PLC, bajo la influencia de la ‘vieja guardia” de Jean Chrétien, muy probablemente retornará a la política exterior tradicional, de mantener equidistancia en los conflictos para promover soluciones negociadas, en especial en el conflicto entre Israel y Palestina, pero también en general en el Oriente Medio, con el caso de Siria.


Lo que es evidente es que Trudeau hará que Canadá retorne a un papel activo en la ONU, organismo que Harper consideraba como “inútil”.  Y queda por verse cuál será la política del PLC hacia la OTAN, y si Trudeau anula –como plantea la “vieja guardia” Liberal- las provocadoras políticas de Harper contra Rusia en Europa del Este, lo que abrirá el camino a relajar las tensas relaciones con Moscú.


También son previsibles cambios en la política de Canadá hacia Nuestra América, que habían quedado bajo la férula de los estrechos y malsanos intereses de las compañías mineras, como Barrick Gold, de las petroleras y de algunos voraces bancos.  Justin Trudeau difícilmente podrá mantener la política de Harper contra los gobiernos progresistas en la región, de la misma manera que también tendrá interés en relajar las bastante tensas relaciones entre Ottawa y el gobierno Demócrata en EEUU. Es probable que también habrá aperturas concretas y no únicamente de discurso en la política para frenar el cambio climático, un tema en el cual el gobierno del PCC se mantuvo inflexible para defender a los intereses del sector petrolero que explota las arenas bituminosas en Alberta, el reducto político de Harper.


Pero el principal cambio, que será importante para los canadienses, es que la política y el debate político revivirán dentro y fuera del Parlamento, que los periodistas volverán a tener acceso a los funcionarios sin pasar por la Oficina del primer ministro y que la información circulará, lo que en sí mismo constituye un importante cambio.


En síntesis, el estricto control político que ejercía Harper está llamado a desaparecer, lo que permitirá el retorno de un clima muchísimo menos crispado en Ottawa, y también en las relaciones y comunicaciones entre el gobierno federal y los ciudadanos.


En fin, el gran cambio es que Canadá retornará en parte a ser lo que era hace una década, lo que en realidad es muy poco si aplicamos la “escala” de Wallerstein: “¿Qué tanta diferencia hace esto?  Una vez más, insisto que depende de si observamos en el corto o en el mediano plazo.  En el corto hace mucha diferencia, dado que la gente vive (y sufre) en el corto plazo.  Cualquier cosa que ‘minimice las penurias’ es una mejora. 

 

Por tanto, esta clase de vaivén hacia la ‘izquierda’ es una mejora.  Pero en el mediano plazo, no hace diferencia en lo absoluto.  De hecho, tiende a oscurecer la batalla real, aquella que concierne la dirección en que va la transformación del sistema-mundo capitalista en el nuevo sistema-mundo (o sistemas).  La batalla es entre quienes quieren un nuevo sistema que puede ser todavía peor que el actual y quienes quieren algo sustancialmente mejor”.


En cuanto al futuro, no estaría de más que la frustración de las bases y votantes del NPD analicen esta derrota que acaban de sufrir, que lean con atención lo que reclamaba la iniciativa dirigida a rectificar la política del único partido socialdemócrata en Canadá, proveniente de centenas de intelectuales, sindicalistas, artistas, activistas sociales y políticos reflejada en Leap Manifesto (4), y que empezando por la dirección se vacunen rápidamente contra el “virus” de Tony Blair.