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El Papa controvertido

José M. Castillo S.

Es un secreto a voces que, en la Iglesia y fuera de ella, hay gente que no soporta al papa Francisco. Destaco que no se trata simplemente de que hay quienes no están de acuerdo con lo que hace y dice este papa. No es solamente eso. Es que, además de eso, estoy hablando de personas y de grupos que rechazan al papa Bergoglio y dan la impresión de que no soportan el modelo de papado que él representa.

Lo más extraño, en este desagradable asunto, es que estamos ante un fenómeno que, en buena medida, es nuevo en la Iglesia. Al menos, desde la Ilustración hasta el día de hoy. Es verdad que, ya en el pontificado de Juan XXIII, se notaron algunos síntomas que apuntaban en esta dirección. Los grupos más conservadores de aquel tiempo no estaban de acuerdo con el papa Roncalli en cuestiones de cierta importancia.

Pero lo que está ocurriendo con el papa actual es distinto. No sólo por el hecho de que hay quienes se atreven a decir que Francisco es “hereje”, sino por algo que, a mi manera de ver, es más significativo. Se trata de que un grupo notable de personalidades del mundo eclesiástico está en contra del papa, al tiempo que masas enormes del pueblo sencillo, incluso entre gentes que no son creyentes para nada, son quienes aclaman entusiasmados a este papa. El papa de los pobres, de los enfermos y los niños, de los ancianos y los ignorantes. Incluso el papa que seduce a gentes sin creencias religiosas o que pertenecen a culturas que poco o nada tienen que ver con el catolicismo.

¿Qué explicación tiene esto? ¿Por qué quienes tendrían que estar más cerca del papa, están (muchos de ellos) en contra de él? ¿Cómo se explica que las grandes masas, que, durante siglos, han vivido lejos del papado o incluso de espaldas a él, ahora sean quienes más le aprecian y sintonizan con la figura papal y su forma de relacionarse con la gente?

Si estos hechos se piensan despacio, la respuesta más razonable a este asunto da que pensar. Por una razón muy sencilla. Lo que da que pensar es que el papa Francisco (y su forma de vivir y de relacionarse con la gente) nos lleva a pensar o sospechar que la Iglesia está más lejos del Evangelio de lo que podíamos imaginar. O dicho con más precisión: en esta Iglesia nuestra da la impresión de que hay gente importante que se preocupa más por la fidelidad al Dogma, al Derecho y a la Liturgia que el Evangelio y al “seguimiento” de Jesús.

Baste pensar en estos dos hechos: 1º. El papa Francisco es acogido con entusiasmo por las mismas gentes que acogían y seguían a Jesús: enfermos, pobres, niños, gentes marginales o personas de dudosa conducta. 2º. El papa Francisco encuentra resistencia en grupos religiosos equivalentes a los que rechazaron y persiguieron a Jesús. A Jesús lo rechazaron los sacerdotes, los letrados y los fariseos.

Si lo que acabo de decir es verdad, ¿no se podría pensar que a Jesús lo rechazaron los más cualificados representantes de la religión, mientras que lo siguieron quienes mejor expresan el dolor del sufrimiento humano?


Pienso que esta pregunta es acertada. ¿No sería conveniente aplicarla también a lo que ahora estamos viviendo en la Iglesia, especialmente en el papado de Francisco? A veces, pienso que puedo estar desorientado. Pero también sospecho que quizá nos da miedo afrontar en serio una pregunta que nos asusta responder.