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Panamá y el "síndrome Noriega"

José Meléndez, corresponsal
www.eluniversal.com.mx/310315

Ejecutivos de saco y corbata, lo mismo que pistoleros o forajidos —todos al servicio de los cárteles colombianos del narcotráfico— entraron y salieron libremente de Panamá en la década de 1980 con cargamentos de dinero que, sin mediar preguntas, invirtieron en la economía panameña para esconderles sus huellas manchadas por el crimen organizado o por su oscuro germen de corrupción política.

En una práctica que perforó filtros bancarios, los mafiosos colombianos, pero también los emisarios de las guerrillas de izquierda y de derecha y de partidos y de gobiernos latinoamericanos y caribeños, se aprovecharon de la máquina lavadora de dólares de origen turbio que el general panameño Manuel Antonio Noriega operó en ese país principalmente de 1983 a 1989, en sus años de esplendor como “hombre fuerte” del régimen militar de Panamá.

La máquina de Noriega dejó de funcionar en diciembre de 1989, cuando Estados Unidos invadió suelo panameño y persiguió al general para capturarlo en enero de 1990. Pero la “lavadora” siguió funcionando, con nuevos mecanismos y protagonistas y favorecida por un andamiaje de sociedades anónimas de maletín y de otras estructuras contables y jurídicas.

“El pasado persigue a Panamá”, dijo el abogado constitucionalista panameño Miguel Antonio Bernal, ex catedrático de la Facultad de Derecho de la estatal Universidad de Panamá. En una entrevista con EL UNIVERSAL, Bernal explicó que los gobiernos panameños “no desmantelaron, a lo largo de 25 años, toda la estructura jurídica, financiera y bancaria que servía a esos propósitos. La situación alcanzó un nivel superior en vista de la ceguera que, por lo menos en los últimos cinco años, mantuvieron todas las dependencias que estaban supuestas de evitar estas cosas”.

“Los panameños pagamos las consecuencias de una ausencia en los correctivos que los gobiernos debían desarrollar. De ahí que esa máquina que se suponía que había sido desconectada con la invasión (de EU) al llevarse a Noriega, se reveló como una máquina que tenía la suficiente autonomía para no depender de quien estuviese al frente del poder”, puntualizó.

Un gran bazar. Vulnerable al ingreso de capitales sucios y urgidos de “lavado” o “blanqueo” y de escapar del pago de impuestos, el mercado panameño es un enorme bazar —meca bancaria, imán inmobiliario, capital de casinos, centros de apuestas, casas de cambio, aseguradoras, servicios jurídicos, ofertas contables, subasta de metales y piedras preciosas, empresas de transferencia de dinero— que también integra listas internacionales, grises y negras, de dudosa reputación.

Panamá sufre un “efecto dominó” en su sistema financiero. El financiamiento externo de sectores de la banca instalada en la plaza panameña —o de comercios e industrias— queda bloqueado en Estados Unidos por sospechas de ser parte de operaciones de legitimación de capitales.

Los bancos en EU también obstaculizan algunas transacciones de pago y cobro hacia y desde Panamá y el impacto es inmediato en las gestiones de comercio exterior y en la generación de confianza y credibilidad, elementos claves del negocio financiero.

En una sorpresiva declaración tras reunirse con una comitiva del Fondo Monetario Internacional (FMI), que insistió en el “imperativo” de que las normas de integridad financieras foráneas sean alineadas con las panameñas para contener los riesgos que acarrean para su estructura económica, el ministro de Economía y Finanzas de Panamá, Dulcidio de la Guardia, lanzó el pasado 14 de marzo una bomba política y financiera. Creado en 1970, el Centro Bancario Internacional de Panamá, que alberga a 90 bancos de América, Asia y Europa y cerró 2014 con más de 108 mil millones de dólares en activos y con un crecimiento de 11% frente a 2013, ha sido utilizado para “lavado” de “billones de dólares”, denunció De la Guardia. “Nuestro sistema ha sido vulnerado por los lavadores de dinero y no podemos permitir que eso continúe”, recalcó.

La revelación del ministro agitó los temores panameños de que si el país se resiste a introducir las modificaciones jurídicas pertinentes seguirá siendo parte del menú de paraísos fiscales. Una de esas listas es la del Grupo de Acción Financiera (GAFI), una instancia multilateral gubernamental que se dedica a monitorear múltiples escenarios de los mercados financieros susceptibles al “blanqueo”.

En junio de 2014, y tras un informe del FMI que advirtió sobre las volatilidades o debilidades panameñas, GAFI insertó a Panamá en el listado de países con jurisdicciones de alto riesgo y que eluden cooperar contra el lavado de dinero, el financiamiento al terrorismo y el negocio de las armas de destrucción masiva.

Plan antilavado. El gobierno del presidente panameño, Juan Carlos Varela, presentó el 18 de marzo pasado ante la Asamblea Nacional un proyecto de ley de combate al “blanqueo”, la evasión fiscal y otros delitos financieros, para fortalecer el control y la supervisión sobre los movimientos bancarios, bursátiles y de seguros y extenderlos a otros 30 rubros económicos.

De aprobarse, habrá mayor regulación de las actividades de loterías, zonas francas, libre comercio, bienes raíces, juegos de azar, casas de empeño, de cambio y de remesas, empresas de comercialización de metales y piedras preciosas, firmas de construcción o inmobiliarias, compañías proveedoras de tarjetas de crédito, asociaciones de ahorro y préstamo, transporte de encomiendas internacionales y servicios jurídicos y contables, entre otras.

La nueva legislación “mejorará la imagen de Panamá”, afirmó el abogado panameño Camilo Valdés, representante de la Asociación Bancaria de Panamá en las negociaciones del proyecto. La ley ayudará “a salir de la lista gris del GAFI, algo que es primordial”, subrayó.

La Asociación de Administradores de Juegos de Azar, la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura y la Asociación Panameña de Corredores y Promotores de Bienes Raíces, entre otros gremios privados, respaldaron las modificaciones legales.


“La ley está creada para fortalecer el sistema, no para restarle competitividad al país, ni para entorpecer negocios, ni para perjudicar a ningún sector. Queremos trabajar con transparencia”, dijo la panameña Isabel Fernández, directora de Políticas para la Prevención del Blanqueo de Capitales y el Financiamiento del Terrorismo del Ministerio de Economía y Finanzas. Pero a juicio de Bernal, la ley que se está tramitando “viene a ser como una gota en el océano”.