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Testigo de armas

Francisco de Roux, sj
www.cpalsocial.org / 220617

Dentro de 6 días, todas las mujeres y los hombres de las Farc quedarán sin armas. Acontecimiento extraordinario, por encima de las campañas políticas y las protestas sociales, y que muchos no ven por el dolor que llevan y por la eficacia en consolidar la desconfianza contra el proceso que ha tenido la oposición.

Hace diez años, esta misma oposición desde el Gobierno hizo la paz con los paramilitares, muchos de ellos narcotraficantes que habían creado frentes de autodefensas o comprado franquicias antiguerrilleras provenientes de las Convivir. No eran oposición de insurrección armada contra el Estado que legitimara una negociación. Sin embargo, esta se dio. Y llevó a la amnistía y la aceptación y sometimiento a la justicia especial. Sin tener la dedicación, meticulosidad, profesionalismo ni transparencia del actual proceso con las Farc.

No obstante, la paz con los paramilitares fue respetada por las distintas ramas del Estado. Hubo críticas de sectores políticos y de ONG, y un ajuste de la Corte Constitucional, pero nadie hizo una campaña política para hacer trizas esa paz.

Ganar apoyo al proceso con las Auc era más fácil que con el de las Farc. La mayoría de las víctimas de las Autodefensas fueron por masacres de campesinos desconocidos; en este país de desigualdades, cometieron 1.166, mientras que la guerrilla hizo 343, también en el campo, pero se ganó el odio más por golpear a los sectores conocidos y respetados: secuestros y atentados de empresarios y ganaderos de clase media y alta, de políticos, y golpes al Ejército.



Apoyé el proceso de diálogo y desmovilización de los paramilitares a pesar de que ellos son autores del 87 por ciento de los asesinatos de mis amigos y amigas en el programa del Magdalena Medio. La guerrilla cometió el 13 por ciento de esos crímenes. Confiamos porque estaba de por medio la paz de Colombia, difícil siempre y responsabilidad máxima del Presidente.
Como testigo, tomé fotos del espectáculo mediático de entrega de armas en una vereda de Santa Rosa del Sur, donde vi a los jefes paramilitares y varios políticos con el Alto Comisionado de Paz en el estrado. Oí el discurso de Báez. Observé el desfile de la entrega de armas, unas obvias y otras dudosas. No hubo identificación de personas ni registro cuidadoso de cada fusil. No sé dónde quedaron los pertrechos pesados ni los helicópteros de las Auc. Fue un proceso lleno de concesiones. ‘Macaco’ me recibió en la finca que compró en Ralito para negociar desde allí. Hicieron una gran marcha en Barrancabermeja, en plena negociación. Crearon, con apoyo gubernamental, la Asociación de Municipios Amigos de la Paz. Fueron al Congreso. Y conocí las ventajas de la cárcel que pagaron y desde donde siguieron actuando. Hasta los acontecimientos complejos que llevaron a la extradición de varios de ellos.

Las fallas de ese esfuerzo con las Auc quedaron en los grupos criminales que merodean con armas de aquella “entrega”, en “los tiros por la culata” del mismo proceso llevó a la cárcel a congresistas cómplices. Y en las tierras que dejaron enredadas en manos de testaferros.

Hoy, la terminación de la guerra con las Farc parece ser vista por la oposición política como una derrota inaceptable. Por eso promueven la desconfianza y el temor, y se equivocan. Salir de esta barbarie nos conviene a todos y es responsabilidad de todos, independientemente de quién gane en las elecciones. Por eso, en su momento se le dio a Uribe presidente la confianza en el proceso complejo de las Autodefensas.

Ante la entrega de armas de las Farc, continuar la destrucción de la confianza es hacerle un mal inmenso al pueblo adolorido y confundido. Este es el momento de la esperanza magnánima y crítica. Para emprender en democracia y definitivamente sin armas, en controversia política, la construcción de la paz.