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El coronavirus es el desastre perfecto para el ‘capitalismo de desastre’

Marie Solis
www.cronicon.net /15-03-2020

La activista e investigadora social canadiense Naomi Klein explica cómo los gobiernos y la élite mundial intentarán explotarán la pandemia.

El coronavirus es oficialmente una pandemia mundial que hasta ahora ha infectado 10 veces más personas que el Síndrome respiratorio agudo grave (SARS). Las escuelas, los sistemas universitarios, los museos y los teatros de los Estados Unidos están cerrando, y pronto, ciudades enteras también lo harán. Los expertos advierten que algunas personas que sospechan que pueden estar enfermas con el virus en Estados Unidos, siguen con sus rutinas diarias, ya sea porque sus trabajos no proporcionan tiempo libre remunerado debido a fallas sistémicas en el sistema de salud americano privatizado.

La mayoría de los ciudadanos norteamericanos no están exactamente seguros de qué hacer o a quién escuchar. El presidente Donald Trump ha contradicho las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y estos mensajes contradictorios han reducido nuestra ventana de tiempo para mitigar el daño del virus altamente contagioso.

Estas son las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite global implementen agendas políticas que de otra manera se encontrarían con gran oposición si no estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es exclusiva de la crisis desencadenada por el coronavirus; es el proyecto que los políticos y los gobiernos han estado siguiendo durante décadas conocido como la “doctrina del shock”, un término acuñado por la activista y autora Naomi Klein en un libro de 2007 con el mismo nombre.

La historia es una crónica de las “conmociones” -las conmociones de las guerras, los desastres naturales y las crisis económicas- y sus consecuencias. Esas secuelas se caracterizan por un “capitalismo de desastre”, es decir, “soluciones” calculadas y de libre mercado a las crisis que explotan y agravan las desigualdades existentes.

Klein dice que ya estamos viendo el capitalismo de desastre en el escenario nacional: en respuesta al coronavirus, Trump ha propuesto un paquete de estímulo de 700.000 millones de dólares que incluiría recortes en los impuestos sobre las nóminas (que devastarían la Seguridad Social) y proporcionaría asistencia a las industrias que perderán negocios como resultado de la pandemia.

“No lo hacen porque creen que es la manera más eficaz de aliviar el sufrimiento durante una pandemia; tienen estas ideas por ahí que ahora ven una oportunidad para ponerlas en práctica”, dijo Klein.

Vice habló con Klein sobre cómo el “shock” del coronavirus está dando paso a la cadena de eventos que describió hace más de una década en La Doctrina del Shock.

Aunque comparto mucho con Naomi Klein... no soy fan de sus análisis sobre la realidad social, económica y política. Me resultan demasiado en blanco y negro, demasiado simplistas y casi conspirativos. Agrego una serie de comentarios en rojo a su entrevista.

Empecemos con lo básico. ¿Qué es el capitalismo del desastre? ¿Cuál es su relación con la “doctrina del shock”?

La forma en que defino el “capitalismo de desastre” es muy sencilla: Describe la forma en que las industrias privadas surgen para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala.

No, las industrias privadas no “surgen para eso”, surgen por muchas razones distintas y claro que quieren maximizar sus ganancias y, por supuesto, intentarán aprovechar cualquier crisis – o cualquier situación – para maximizar su rentabilidad. Una cosa es entender la lógica del capitalismo y cómo intenta sacar provecho a las situaciones existentes – sean o no crisis – y otra es exagerar esa lógica hacia un enfoque conspirativo: “surgen para beneficiarse de las crisis”

La especulación de los desastres y de la guerra no es un concepto nuevo, pero realmente se profundizó bajo la administración Bush después del 11 de septiembre, cuando la administración declaró este tipo de crisis de seguridad interminable, y simultáneamente la privatizó y la externalizó – esto incluyó el estado de seguridad nacional y privatizado, así como la invasión y ocupación [privatizada] de Irak y Afganistán.

La “doctrina del shock” es la estrategia política de utilizar las crisis a gran escala para impulsar políticas que sistemáticamente profundizan la desigualdad, enriquecen a las elites y debilitan a todos los demás. En momentos de crisis, la gente tiende a centrarse en las emergencias diarias de sobrevivir a esa crisis, sea cual sea, y tiende a confiar demasiado en los que están en el poder. Quitamos un poco los ojos de la pelota en momentos de crisis. Esto es mucho más antiguo y no solo es propio del capitalismo, las guerras o las crisis suelen ser aprovechadas por algún grupo o sector, que las utiliza para consolidar sus intereses. Lógicamente, si vivimos en sociedades capitalistas, habrá una forma propia del capital de intentar aprovechar tales crisis. No hace falta ponerle un nombre nuevo: “doctrina del shock”.

¿De dónde viene esa estrategia política? ¿Cómo rastrea su historia en la política norteamericana?

La estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta al programa del New Deal por parte de Milton Friedman. Este economista neoliberal pensaba que todo había salido mal en USA bajo el New Deal: Como respuesta a la Gran Depresión y al Dust Bowl, un gobierno mucho más activo surgió en el país, que hizo su misión resolver directamente la crisis económica de la época creando empleo en el gobierno y ofreciendo ayuda directa. A mí Friedman me parece un tipo detestable, pero no es el creador de la doctrina del shock. Efectivamente, los economistas conservadores y, sobre todo, los más cercanos al partido Republicano, tenían largo tiempo de querer ofrecer una alternativa no solo al New Deal de Roosevelt, ya muy lejano, sino a las políticas de la Great Society consolidadas por Kennedy y Lyndon Johnson. Esto empieza a tomar forma desde el triunfo de Nixon, frenado por su renuncia por Watergate, y finalmente logra convertirse en la visión dominante de la política en USA con el triunfo de Ronald Reagan, el mejor propagandista de esta visión neo-liberal y que trabajaba con un nuevo sector, conocido como los neo-cons, varios think-tanks financiados por billonarios como los hermanos Koch y dedicados a construir una narrativa que recuperara y volviera popular la visión conservadora-gringa, con el apoyo, claro, de economistas como Friedman, Laffer y otros.  Imposible no mencionar a Margaret Thatcher al otro lado del Atlántico, mucho más sólida que Reagan y que frenó el proyecto laborista socialdemócrata en el Reino Unido para imponer una agenda neoliberal y anti-trabajadora, anti-estatal.

Si usted es un economista de libre mercado, entiende que cuando los mercados fallan, se presta a un cambio progresivo mucho más orgánico que el tipo de políticas desreguladoras que favorecen a las grandes corporaciones. Así que la doctrina del shock fue desarrollada como una forma de prevenir que las crisis den paso a momentos orgánicos en los que las políticas progresistas emergen. La crisis de los años 70 fue el terreno fértil para liquidar el proyecto socialdemócrata y keynesiano, de fuerte intervención estatal y solidario, sustituyéndolo por el modelo neoliberal. Se inició con Nixon y la devaluación del dólar en 1971. Pero no fue una crisis “planeada para provocar estos cambios”... sino que esa crisis fue bien aprovechada para deslegitimar el balance político previo y las políticas progresistas. Las elites políticas y económicas entienden que los momentos de crisis son su oportunidad para impulsar su lista de deseos de políticas impopulares que polarizan aún más la riqueza en este país y en todo el mundo.

En este momento tenemos múltiples crisis en curso: una pandemia, la falta de infraestructura para manejarla y el colapso del mercado de valores. ¿Puede esbozar cómo encaja cada uno de estos componentes en el esquema que esboza en La Doctrina del Shock?

El shock es realmente el propio virus. Y ha sido manejado de una manera que maximiza la confusión y minimiza la protección. No creo que eso sea una conspiración, en efecto, no lo es, es sólo la forma en que el gobierno de los EE.UU. y Trump han manejado -completamente mal- esta crisis. Pero no nos podemos quedar en Trump. La crisis se manejó muy mal en sus primeros días en China, aunque luego reaccionaron rápido y bien. Se está manejando vergonzosamente mal en países como México, Brasil o Nicaragua, que prácticamente niegan la crisis e invitan a la gente a abrazarse y marchar juntos ¿dirá Naomi Klein que esto es parte de la respuesta neoliberal? No, no lo es. La crisis se manejó muy mal en países como Italia o España – y no mucho mejor en Alemania y Francia – en las primeras fases, aunque luego reaccionaron, pero ya con mucho contagio. Tampoco aquí se trata de una conspiración neoliberal o capitalista. Esa idea podría ajustarse mejor a lo ocurrido en el Reino Unido donde, con argumentos muy cuestionables, parecidos a los de Trump, se confiaron en que superarían la crisis “normalmente” mediante la inmunidad de los contagiados y dando prioridad a no dañar el buen funcionamiento de la economía. Ya el Reino Unido está dando marcha atrás, cuando vieron lo absurdo de su posición, incluso desde una óptica capitalista.  Trump hasta ahora ha tratado esto no como una crisis de salud pública sino como una crisis de percepción, y un problema potencial para su reelección. En el caso de Trump, yo tampoco vería la conspiración capitalista... sino más bien la coyuntura particular de Trump, que enfrenta unas elecciones en noviembre, eso, mucho más que el interés estructural de los capitalistas, explica la reacción de Trump.

Dicho todo eso, por supuesto que habrá muchos intentos por parte de “el capital” en sus distintas formas para lucrar con la crisis y para utilizarla – como sugiere Klein – para impulsar reformas que consoliden su poder económico, como sería el debilitamiento de la seguridad social.

Sin embargo, a mí me parece que esta crisis más bien podría tener un impacto contrario: la mayoría de los países, aún con gobiernos conservadores como Italia, Alemania y Francia, están revalorizando el papel del Welfare State, del Estado social como pieza clave para enfrentar este tipo de crisis en las que el libre mercado se queda tan corto.

Así que Klein tiene en parte razón, aunque no me atrae su “doctrina del shock” como si fuera algo nuevo, pues más bien se trata de un ejemplo típico del funcionamiento de la economía política: cada sector trata de aprovechar las crisis no solo para obtener ganancias de corto plazo, sino para mover el balance de poder a favor de sus intereses. Eso siempre ha sido así, y fue así en la crisis financiera del 2008 (o en la de principios de los 80), y en ambas se fortaleció la agenda del capital financiero global. Uno de los resultados ha sido el enorme aumento de la desigualdad en esos países.

Pero Klein no tiene razón en creer que “siempre es así”. En el caso de la pandemia actual, claro que el capital tratará de aprovecharla... pero esto ocurre precisamente cuando se han acumulado muchas tensiones y descontento en todo el mundo por la creciente desigualdad. No quiero decir con esto que la crisis será positiva, sino que habrá un enfrentamiento de posiciones mucho menos unilateral que en los 80 o en el 2008, donde la visión neoliberal fue tan hegemónica. Hoy, los intereses del capital y las propuestas “privatizadoras” chocarán con sociedades que, ante el contagio y la debilidad de las salidas “de mercado”, más bien revalorizarán la solidaridad y la importancia de instituciones públicas sólidas y solidarias.

No sabemos cómo se resolverá esto. Podría salir todo mal y fortalecerse los liderazgos fascistoides y populistas (de derecha o de izquierda), como sería en el caso de Trump, de Bolsonaro, de AMLO, de Duterte, de Bukele... y no sé si le queda mucha cuerda a otros como Maduro y Ortega. Pero también podemos ver en algunos países europeos o en otros como Chile, el agotamiento del discurso neoliberal y la urgente necesidad de fortalecer las políticas públicas de seguridad social, la educación pública, la salud pública... y de retomar las políticas de redistribución del ingreso.

No tengo idea de cuál va a ser el resultado o la forma en que se supere esta crisis, pero la visión pesimista-determinista de Klein se me queda corta (y luego su optimismo final, más adelante, me parece ingenuo). Tampoco quiero pecar yo de optimista, porque el poder del capital es hoy por hoy más grande que en ningún otro momento y va desde el capital financiero hasta el digital... pasando por las industrias de la enfermedad.

Es el peor de los casos, especialmente combinado con el hecho de que los EE.UU. no tienen un programa nacional de salud y sus protecciones para los trabajadores son muy malas (N.T: por ej. la ley no instituye el pago por enfermedad). Esta combinación de fuerzas ha provocado un shock máximo. Va a ser explotado para rescatar a las industrias que están en el corazón de las crisis más extremas que enfrentamos, como la crisis climática: la industria de las aerolíneas, la industria del gas y el petróleo, la industria de los cruceros, quieren apuntalar todo esto.

Ese “peor de los casos” que respresenta USA, tiene otra posibilidad: que el coronavirus sea la piedra que derrumba la presidencia de Trump y abra un espacio para que los demócratas retomen una visión más centro-izquierda en USA, lo que se ha reflejado en la gran cantidad de candidatos progresistas y el movimiento de Sanders ha tenido muchísimo apoyo que, aunque no gane, será una fuerza política indispensable para los demócratas.


¿Cómo hemos visto esto antes?

En La Doctrina del Shock hablo de cómo sucedió esto después del huracán Katrina. Grupos de expertos de Washington como la Fundación Heritage se reunieron y crearon una lista de soluciones “pro mercado libre” para el Katrina. Podemos estar seguros de que exactamente el mismo tipo de reuniones ocurrirán ahora, de hecho, la persona que presidió el grupo de Katrina fue Mike Pence (N.T: el que ahora preside el tema del Coronavirus). En 2008, se vio esta jugada en el rescate de los bancos, donde los países les dieron cheques en blanco, que finalmente sumaron muchos billones de dólares. Pero el costo real de eso vino finalmente en la forma de programas extensivos de austeridad económica [más tarde recortes a los servicios sociales]. Así que no se trata sólo de lo que está sucediendo ahora, sino de cómo lo van a pagar en el futuro cuando se venza la factura de todo esto.

¿Hay algo que la gente pueda hacer para mitigar el daño del capitalismo de desastre que ya estamos viendo en la respuesta al coronavirus? ¿Estamos en mejor o peor posición que durante el huracán Katrina o la última recesión mundial?

Cuando somos probados por la crisis, o retrocedemos y nos desmoronamos, o crecemos, y encontramos reservas de fuerzas y compasión que no sabíamos que éramos capaces de tener. Esta será una de esas pruebas. La razón por la que tengo cierta esperanza de que podamos elegir evolucionar es que -a diferencia de lo que ocurría en 2008- tenemos una alternativa política tan real que propone un tipo de respuesta diferente a la crisis que llega a las causas fundamentales de nuestra vulnerabilidad, y un movimiento político más amplio que la apoya (N.T: Naomi Klein apoya a Bernie Sanders en las internas americanas). De acuerdo, aunque no creo que ocurra lo que ella cree, no creo que gane Sanders ni que haya una “revolución socialista” en USA... me suena ingenuo; pero sí es factible un giro hacia un capitalismo más inclusivo, como en tiempos de Roosevelt y de Johnson. Y hay que tener cuidado con los símiles, porque hoy el mundo es mucho más global y ni siquiera un país como USA puede verse indepenientemente de lo que pase en el resto del mundo, habrá que ver.

De esto se ha tratado todo el trabajo en torno al Green New Deal: prepararse para un momento como este. No podemos perder el coraje; tenemos que luchar más que nunca por la atención sanitaria universal, la atención infantil universal, la baja por enfermedad remunerada, todo está íntimamente relacionado. De acuerdo, propuestas como el Green New Deal son vitales para mover el balance de poder y la visión de futuro de los ciudadanos y los sectores sociales y políticos, aunque el resultado final no sea exactamente el Green New Deal.

Si nuestros gobiernos y la élite mundial van a explotar esta crisis para sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para cuidarse unos a otros?

“Yo me ocuparé de mí y de los míos, podemos conseguir el mejor seguro privado de salud que haya, y si no lo tienes es probablemente tu culpa, no es mi problema”: Esto es lo que este tipo de economía de ganadores pone en nuestros cerebros. Lo que un momento de crisis como este revela es nuestra interrelación entre nosotros. Estamos viendo en tiempo real que estamos mucho más interconectados unos con otros de lo que nuestro brutal sistema económico nos hace creer.

Podríamos pensar que estaremos seguros si tenemos una buena atención médica, pero si la persona que hace nuestra comida, o entrega nuestra comida, o empaca nuestras cajas no tiene atención médica y no puede permitirse el lujo de ser examinada, y mucho menos quedarse en casa porque no tiene licencia por enfermedad pagada, no estaremos seguros. Si no nos cuidamos los unos a los otros, ninguno de nosotros estará seguro. Estamos atrapados.

Hay una gran diferencia entre el capitalismo anglo-sajón, que es bastante como lo describe Klein, y los capitalismos europeos (con sus variantes) que han entendido mejor eso que ella menciona: aún cuando predominen los intereses del capital, hay un pacto social mucho más interesante y balanceado que en los países anglosajones: son sociedades menos desiguales, con mucho más impuestos y más peso del Estado en la sociedad, con una visión de la seguridad social mucho más inclusiva y con una visión de la política mucho menos maniquea. Hasta las derechas europeas parecen de izquierda en Estados Unidos.

Más bien el dilema que enfrenta un mundo globalizado es, precisamente, cuál será el modelo de capitalismo que predomine. Por un lado, está el capitalismo salvaje tipo Friedman, muy típico del modelo neoliberal anglosajón que surge con Reagan y Thatcher y que llega a su peor caricatura con Trump y Boris Johnson (y que en el “tercer mundo” tiene también sus ejemplares, en los ochentas eran los Pinochets, hoy son los Bolsonaros).

Por otro lado... ¿por otro lado? ¡Ésa es la gran pregunta! ¿Qué habrá “por otro lado”? Es el reto enorme del centro izquierda en el mundo: de las socialdemocracias, del socialcristianismo progresista, de los movimientos socialistas que necesitan recuperar el socialismo de lo que ha sido el brutal “socialismo real” (desde la URSS y China hasta Cuba o Venezuela).

Y todo esto dependerá de cómo se arme el rompecabezas de los grandes temas: temas de justicia social, temas cada vez más críticos de sostenibilidad ambiental, temas de derechos humanos... pero también temas de libertad humana y de democracia. Yo no creo que se puedan resolver bien unos... y mal otros. ¿Cómo resolverán estos dilemas las nuevas generaciones?

Vemos en tiempo real que estamos mucho más interconectados unos con otros de lo que nuestro brutal sistema económico nos hace creer
Diferentes formas de organizar la sociedad promueven o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si estás en un sistema que sabes que no cuida de la gente y no distribuye los recursos de forma equitativa, entonces la parte que acapara de ti se reforzará. Así que ten en cuenta eso y piensa en cómo, en lugar de acaparar y pensar en cómo puedes cuidarte a ti mismo y a tu familia, puedes hacer un cambio y pensar en cómo compartir con tus vecinos y ayudar a las personas que son más vulnerables.

Finalmente, y en línea con el cierre de Klein, sí creo que esta pandemia obligará a los gobiernos a replantearse sus sistemas de salud porque si no somos mas solidarios, si no contamos con sistemas de salud pública más sólidos e inclusivos, sobre todo en sociedades desiguales como las nuestras, al final las pandemias resultarán en muchos más muertos... sin importar su capital o sus ingresos. A juzgar por los famosos y los gobernantes infectados, estos virus resultan particularmente democráticos, y tal vez ese temor sirva para que tomemos medidas, también, más democráticas. No quiero ser ingenuo, pero tampoco terminar en una nota demasiado pesimista... porque el escenario está bien feo.