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Pastoral indígena en Tatahuicapan

Sebastián Mier, sj

www.cpal.org/290316

 

La Compañía de Jesús en México lleva adelante en pastoral indígena dos proyectos mayores de gran tradición. Uno desde hace más de un siglo en el norte del país en la Sierra Tarahumara; otros desde poco más de medio siglo entre los pueblos chiapanecos en el sur. El nuestro es más reciente y reducido.

 

Brotó hacia 1980 y más bien como un proyecto de promoción popular en la época en la que se pensaba que era el momento histórico para que el pueblo organizado lograra profundas transformaciones de las estructuras sociales para obtener la anhelada justicia. Y se escogió esta zona de potencial social en una zona petrolera cercana a las ciudades de Minatitlán y Coatzacoalcos. En un comienzo la cabecera parroquial se encontraba en Chinameca, pueblo mestizo, y los proyectos lograron resultados relativamente notables en el movimiento de Pueblos unidos del Sur de Veracruz que incluían dotación de tierras a campesinos, mejoras económicas y cierta fuerza política.

 

Hacia 1990 dos factores (en general compartidos en América Latina) empujaron hacia un giro del trabajo aquí. Por una parte las condiciones para el movimiento social se tornaron más adversas y por otro se fue descubriendo la relevancia de lo específicamente indígena. En esta situación en 1997 se decidió hacer una reducción de la parroquia dejando las comunidades más mestizas y en relativas mejores condiciones y concentrarse en la más apartada, cambiando la cabecera parroquial a Tatahuicapan.

 

En ese territorio así conformado se encuentran dos etnias indígenas náhuatl y popoluca o nuntajuy, cada una con una veintena de comunidades. Aquí encontramos las necesidades ordinarias y una situación bastante precaria en lo económico-social: recursos limitados, desempleo; discriminación social y cultural; pérdida de identidad por la escuelas, los medios de difusión masiva, migración; desintegración familiar; introducción de agroquímicos y semillas transgénicas, amenazas de proyectos de mineras…

 

Frente a ello llevamos adelante la pastoral parroquial ordinaria, (misas, sacramentos, difuntos, enfermos, fiestas patronales, semana santa, navidad…) intentando que además de responder a la necesidad inmediata vaya contribuyendo a reconstruir el tejido social tanto en lo familiar, como en lo eclesial y comunitario.

 

Un tiempo relevante está constituido por las fiestas patronales y las visitas a cada comunidad de la Virgen del Carmen en torno a los cuales se realizan varios “velorios”, es decir, celebraciones comunitarias de oración, reflexión y convivencia que atraen a muchos que ordinariamente no participan en las actividades eclesiales.

 

Ahora estamos empezando a impulsar un proyecto de catequesis infantil/juvenil más continuo e integral y no únicamente limitado a la preparación de la primera comunión y confirmación. Igualmente una formación en Biblia (evangelios) y sacramentos que lleve a comprender mejor la enseñanza central de Jesús –a partir de una comprensión del Padrenuestro- y a su luz rejerarquizar mejor las diversas prácticas católicas. Todo ello con el proyecto de capacitar mejor a todos los colaboradores eclesiales a fin de impulsar una organización autogestiva.

 

Por lo que toca a lo más propiamente indígena hemos intentado recuperar y fortalecer elementos importantes de su cultura a partir de sus ritos y relatos que giran muy fuertemente en torno al cultivo del sagrado maíz fundamental para su vida. Ha sido el alimento básico tanto en comida como en bebida; y también los trabajos para producirlo son centrales y consiguientemente también los ritos en torno a él. Tanto antes de sembrar, como durante el cultivo y luego en la cosecha.

 

Asimismo se han realizado algunas traducciones de textos litúrgicos y bíblicos utilizados en las celebraciones de una forma más bien simbólica que práctica, pues ya casi todos son bilingües, buscando revalorar su identidad indígena, muy deteriorada en el mundo mestizo e incluso en el mismo indígena. Desde hace unas décadas la escuela nacional, los medios de difusión masiva, las migraciones, las sectas protestantes y los partidos políticos han llegado a atacar más profundamente esa cultura e identidad indígena, de manera que entre ellos mismos ya muchos no la valoran y no son pocos los que incluso se avergüenzan de sus abuela/os.

 

Igualmente estamos echando andar unos “talleres agrarios”. Buscan en un primer momento dar información y generar conciencia frente al uso de agroquímicos y semillas transgénicas y luego también ir creando organización para fortalecer proyectos propios y fortalecer las asambleas comunitarias frente a las realidades de imposición de modelo neoliberal y amenazas aún mayores de establecimiento de minería a cielo abierto y explotación mediante el fracking.

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Reflexión teológica-pastoral

 

Yo en lo personal, antes de venir a Tatahuicapan fui profesor de teología durante tres décadas. Y, aunque en el estilo latinoamericano, tenía trabajos pastorales e intentaba una teología en diálogo con esas realidades; ahora percibo mejor el desfase entre una teología que todavía tiene mucho de universitario sea europeo, sea latinoamericano, y la realidad y la cultura de estos pueblos.

 

Por ejemplo, la participación plena, consciente y activa en la liturgia a la que nos invita el Vaticano II ha dado énfasis a lo intelectual (cuando se rebasa el rubricismo tan difundido) y la cultura de estos pueblos es mucho más corporal y sentimental. Claro que en la persona y la comunidad todo va integrado; pero es trascendental dónde se coloca el énfasis. Tardé en caer en la cuenta de ello y quedan las tareas de ir reformulando y adaptando en colaboración dialogal para que nuestras celebraciones produzcan mejor el fruto anhelado de amor, vida y justicia.

 

En diálogo sobre todo con la modernidad europea, se intentó dar al culto de los santos un fundamento histórico y al calendario de sus fiestas una mayor racionalidad; aquí la vida y el culto llevan una lógica muy distinta. Y, tomando en cuenta también una mejor comprensión de la enseñanza de Jesús, tampoco funciona mucho esa distinción clásica entre culto de adoración dirigido sólo a Dios y la veneración a los santos. Los santos en general y sobre todo los santos patronos (sin importar demasiado su nombre concreto) parecen ser más la presencia del amor de Dios Madre/padre que ofrecen a sus devotos protección ordinaria, alivio y/o solución frente a sus diversos problemas y una gran alegría comunitaria en torno a sus fiestas. Sí considero que esa manera de vivirlo de alguna manera hace ver la necesidad de una evangelización en la que la persona y las palabras de Jesús ocupen un lugar central.

 

Por otro lado en torno al sacramento de la confesión, hay sí quienes acuden a él pidiendo el perdón de sus pecados; pero buscan mucho más –en la línea de la misericordia con “olor a oveja”- consuelo, fortalecimiento y orientación espiritual. De modo que el examen ad audiendas parece requerir mucho más de sentido pastoral que de derecho canónico o de moral casuista, para desarrollar más fructuosamente este ministerio tan provechoso para curar tantas y tantas heridas personales, familiares y comunitarias.