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Tribu Tapirapé llora muerte de la hermana Veva, que vivía entre ellos hace 60 años

Cristiane Passos
www.adital.com.br/240913

Genoveva, más conocida como Veva, vivía hace 60 años con los Tarirapé, próxima al municipio de Confresa, en Mato Grosso. La misionera vivía en la aldea Urubú Blanco, la mayor de ellas. Veva había cumplido 90 años en agosto pasado.

Ella y otras dos hermanitas llegaron a Brasil el 24 de junio de 1952, con el objetivo de vivir junto con los Tapirapé, en condiciones semejantes a los nativos, empezando a tener la misma comida y el mismo estilo de vida.

"Ir a los olvidados, a los despreciados, con quienes nadie se interesa", son las palabras de la hermana Magdalena, fundadora de la Fraternidad. Las hermanas Genoveva, Clara y Denise, cuando llegaron a la aldea Tapirapé, encontraron un pueblo con cerca de 50 personas, supervivientes de los ataques de sus vecinos Kayapo.

Hoy, unos 500 Tapirapé, en su mayoría niños y jóvenes viven en las aldeas de Majtyritãwa, cerca de Santa Terezinha, Tapiitãwa, Wiriaotãwa, Akara ´ ytãwa y Xapi ´ ikeatãwa, en la zona indígena Urubú Branco, cerca de la ciudad de Confresa.

El respeto a las creencias, estilo de vida y costumbres de los Tapirapé fue lo que hizo de hermanas católicas [insertas en la comunidad] las principales aliadas del pueblo indígena, durante estos años. Fueron muchas las luchas, pero la decisión de estas mujeres fue mayor. "Queríamos vivir entre ellos el amor de Dios que no quiere otro cosa que ellos vivan y crezcan como Tapirapé", afirmaba la hermana Genoveva, cuando aún vivía con ellos.

Luego de su llegada, dieron especial atención a la salud, pues los indígenas estaban muy expuestos al contagio de enfermedades llevadas por los no-indios. Era la primera vez que la "fraternidad” se establecía en una comunidad indígena en suelo brasileño. Muchas cosas sucedieron durante estos 60 años. Los Tapirapé, que parecían muy cerca de su extinción, consiguieron recomponerse.

Pero para llegar a esta nueva situación, cuanta dedicación, compartir y aprendizaje fue exigido a las hermanas que venían de una cultura completamente diferente. A pesar de algunos brotes de epidemias, con la llegada y posterior trabajo de las hermanitas, la mortalidad fue reducida y casi erradicada, debido a los tratamientos curativos y al control profiláctico de las enfermedades. En todo este proceso, las hermanas siempre respetaron la manera de ser de los Tapirapé.

El pueblo Tapirapé

El casi exterminio de los Tapirapé se da a partir de 1909, cuando el conjunto de su población unos 2000 indios, fueron expuestos a las enfermedades traídas por los no indígenas. Epidemias de gripe, la viruela y la fiebre amarilla acabaron con dos aldeas. Otro agravante para la disminución y dispersión de los Tapirapé, fueron la disputas existentes con los Kayapo, que vivían en la misma región. En 1935 solo quedaban 130 personas, y en 1947, apenas 59 sobrevivían.

Ese año es cuando se da el gran ataque Kayapo. Aprovechando la ausencia de los hombres que habían salido de caza, el pueblo Tampiitãwa fue prácticamente destruido y varias mujeres y niñas secuestradas. Con la llegada de las hermanas, en 1952, la situación comienza a ser controlada. Por eso podemos dividir la historia de los Tapirapé, en dos etapas – antes y después de la llegada de las hermanitas.

Testimonio de entrega

Desde 1952, cuando llegó a la aldea, Genoveva, o simplemente Veva, como era la conocida, nunca más salió de las comunidades Tapirapé. Veva nació el 19 de agosto de 1923, en Valfraicourt, un pequeño poblado de Francia. De aspecto frágil, cabellos blancos, desde hace muchos años despertaba todos los días antes que el sol para cuidar de los pequeños detalles de la pequeña huerta que cultivan detrás de las casas de taipa (Chozas de barro crudo y cañas) de la aldea de Urubú Branco, la más grande del poblado.

El total respeto a la cultura y al proceso histórico de este pueblo [de parte de las hermanitas] contribuyó decisivamente a que los Tapirapé, se salvasen y multiplicasen, convirtiéndose en un pueblo alegre y seguro. De las religiosas, Veva era la única hermana que permaneció en la aldea desde el comienzo de la misión. Actualmente vivía en una humilde casa, como las de los indígenas, con sus compañeras de la Fraternidad, Odila y Elizabette.