Alejandro Nadal
www.jornada.unam.mx/221216
Los nombramientos para el
gabinete de Donald Trump revelan mucho sobre lo que vendrá. En materia de
seguridad destacan el de Mike Flynn y el general Mattis (apodado el perro
rabioso), ambos con una perspectiva sumamente agresiva frente a Irán. En el
ámbito económico sobresale el nombramiento de Steve Mnuchin como secretario del
Tesoro y de Gary Cohn como jefe del consejo de asesores económicos. Ambos vienen
directo de Goldman Sachs y tienen un historial ligado a la nueva y más
peligrosa generación de especuladores financieros.
Pero sin lugar a dudas lo
más sorprendente ha sido la designación de Rex Tillerson como secretario de
Estado. Éste es uno de los nombramientos más importantes y tradicionalmente ha
recaído en personas con experiencia en el terreno diplomático. Ese no es el
caso del señor Tillerson, quien venía desempeñándose como director ejecutivo de
Exxon, la compañía petrolera más grande del mundo. Pero si bien este personaje
carece de experiencia en la diplomacia internacional, sí tiene un largo camino
recorrido en el espacio de grandes proyectos energéticos que tienen alcances
geoestratégicos.
Algunos piensan que esa
trayectoria en el mundo de los grandes negocios de la industria de combustibles
fósiles puede llevar al nuevo funcionario a un serio conflicto de intereses.
Pero la realidad es que el nombramiento ya lleva la huella de una geopolítica
de la administración Trump centrada en la expansión de los vínculos con el
sector energético ruso.
Es bien sabido que las dos
compañías petroleras más grandes de Estados Unidos (Exxon y Chevron) estuvieron
ausentes del auge de la industria de la fractura hidráulica para explotar el
petróleo y gas de esquistos en ese país. Lo cierto es que mientras cientos de
pequeñas compañías se lanzaban a la aventura del fracking, a veces con
esquemas de financiamiento muy frágiles, Exxon estaba muy ocupada en otro tipo
de proyectos de mayor escala y les llamaba la atención en el panorama mundial
el potencial de crudo y gas natural en Rusia, un potencial estimado en más de 8
billones (castellanos) de dólares.
Entre 2011 y 2013 Exxon
firmó una serie de convenios con la empresa estatal rusa Rosneft para explorar
campos en el Mar Negro y para desarrollar recursos a través de su tecnología de
fractura hidráulica en Siberia occidental. Además, y quizás estos acuerdos son
lo más importante, Exxon firmó contratos para realizar perforaciones en los
campos más prometedores del ártico ruso en donde se localizan lo que
probablemente sean los yacimientos vírgenes más importantes que restan en el
mundo. En esos años Exxon y Rosneft invirtieron más de 3 mil millones de
dólares (mmdd) en un proyecto cuyos rendimientos se calculaba superarían con
creces la inversión inicial.
En 2013 las exploraciones
rindieron frutos y se descubrió un yacimiento muy rico en el glacial mar de
Kara, al este de la isla de Nueva Zembla. Estos proyectos en las durísimas
condiciones árticas representaron para la compañía petrolera el eje rector de
su estrategia a largo plazo. Ese mismo año Putin galardonaba a Rex Tillerson
como miembro de la Orden de la Amistad, un premio reservado a los más fieles
amigos de Rusia.
Pero en 2014 comenzaron
los problemas. Ese año la administración Obama impuso sanciones económicas a
Rusia en respuesta a las incursiones en Ucrania y la anexión de Crimea.
Tillerson se opuso a las sanciones, señalando que ese tipo de medidas raramente
surtía efectos, pero la empresa no tuvo más remedio que detener sus operaciones
en el ártico.
No es evidente lo que hará
la administración Trump con las sanciones sobre Rusia. Durante la campaña y
después de las elecciones el presidente electo ha insinuado en repetidas
ocasiones que un acercamiento con Putin es una prioridad. Y para el mandatario
ruso la reducción significativa de estas medidas punitivas es de suma
importancia.
En los últimos tres años
los ingresos fiscales derivados de la explotación petrolera rusa han estado
decayendo alarmantemente. Para detener esta erosión en su posición fiscal Rusia
necesita explotar sus recursos, incluso los de más difícil acceso en el Mar
Ártico, así como los campos en el Mar Negro. Es claro que si Washington levanta
las sanciones, Exxon estaría en la primera posición para reanudar sus
operaciones conjuntas con sus socios rusos, aún en el escenario actual de
precios bajos para el crudo. Para Exxon la inversión en Rusia es un proyecto de
largo aliento que permite en el corto plazo incrementar sus reservas probadas y
con ello mantener el valor de sus acciones.
Muchos analistas están
preocupados por el evidente conflicto de intereses que existe en el
nombramiento de Tillerson. Se preguntan si el nuevo funcionario será el
responsable de la diplomacia del gobierno federal o si seguirá pensando en las
prioridades de Exxon. De
cualquier manera, las malas noticias para los ecosistemas en el ártico, las
emisiones de gases invernadero y el calentamiento global no dejarán de
acumularse.