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WILLIAM GODWIN: SOMETER LA AUTORIDAD A LA RAZÓN, Y EL DESAFÍO DE VIVIR SIN COACCIÓN.

 


Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com     
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748           
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ

Resumen

Este ensayo examina de manera sistemática la figura de William Godwin (1756–1836), filósofo y publicista inglés, pionero del anarquismo filosófico y crítico de las instituciones políticas de su tiempo. Se caracteriza su formación disidente y su itinerario intelectual, se presentan sus tesis centrales sobre utilitarismo consecuencialista, individualismo y autonomía moral, crítica a las jerarquías y defensa de una sociedad sin gobierno coercitivo. Asimismo, se evalúan su método argumentativo y el impacto de su pensamiento en la ética y la política contemporáneas, con especial atención a su herencia en el liberalismo radical, el socialismo libertario y corrientes críticas de las instituciones. Se concluye con propuestas prácticas para comunidades eclesiales del siglo XXI, orientadas a la deliberación ética, la subsidiariedad, la no-coacción y el fortalecimiento de la autonomía moral personal y comunitaria.

Palabras claves: William Godwin; anarquismo filosófico; utilitarismo; consecuencialismo; autonomía moral; individualismo; crítica institucional; Ilustración radical; justicia; política moderna.

Abstract

This essay systematically explores William Godwin (1756–1836)—a foundational figure of philosophical anarchism—by outlining his dissenting education and intellectual development, articulating his central theses on consequentialist utilitarianism, individual autonomy, institutional critique, and the ideal of a stateless society, and assessing their reception and impact on contemporary ethics and political theory. The methodological approach combines conceptual analysis with historical-contextual reading and selective textual exegesis. The conclusion proposes practical guidelines for twenty-first-century church communities, emphasizing deliberative ethics, subsidiarity, non-coercion, and moral autonomy.

Keywords: William Godwin; philosophical anarchism; utilitarianism; consequentialism; moral autonomy; individualism; institutional critique; radical Enlightenment; justice; modern politics.

Metodología:

Se Analizó conceptualmente las categorías claves como “utilidad”, “perfectibilidad”, “coacción”, “opinión” y “justicia” en la obra central de Godwin.

Se aplicó una contextualización histórico-intelectual en la Ilustración británica tardía y el radicalismo de la década de 1790.

Se desarrolló una exégesis selectiva de pasajes de “Enquiry concerning Political Justice” (ediciones de 1793 y 1798) y contrastes con correspondencia y ensayos.

Se hizo una revisión de literatura secundaria académica en bases como Scopus, Google Scholar y Dialnet para mapear recepción e influencia.

Se aplica una evaluación normativa que tiene como elementos la clarificación de argumentos, posibles objeciones y vigencia práctica.

Objetivo general

Elaborar una síntesis crítica de la filosofía política y moral de William Godwin, evaluando su coherencia interna, su crítica a las instituciones y su influencia en la ética y la política contemporáneas.

Objetivos específicos

1.    Describir su formación académica y política y su inserción en el disenso religioso.

2.    Exponer su utilitarismo Consecuencialista y su noción de perfectibilidad humana.

3.    Analizar su defensa del individualismo y la autonomía moral como núcleo normativo.

4.    Examinar su crítica a las instituciones y jerarquías (Estado, propiedad, matrimonio).

5.    Valorar su propuesta anarquista y su ideal de sociedad sin gobierno coercitivo.

6.    Precisar su impacto en tradiciones posteriores y en debates ético-políticos actuales.

Contenido

¿Quién fue William Godwin?

William Godwin fue un pensador inglés, asociado al radicalismo ilustrado, cuya obra mayor, “An Enquiry concerning Political Justice and its Influence on General Virtue and Happiness” (1793), articuló una crítica sistemática a la coacción política y a las instituciones como fuente de corrupción moral.

En ese sentido, El radicalismo ilustrado fue una corriente política e intelectual de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX que llevó a sus últimas consecuencias ciertos principios de la Ilustración: razón crítica, igualdad moral, libertad de conciencia y reforma social.

A diferencia del reformismo moderado, el radicalismo ilustrado cuestionó las bases mismas del orden tradicional (monarquía hereditaria, privilegios estamentales, iglesias establecidas y monopolios de propiedad), proponiendo una ampliación sustantiva de derechos civiles y políticos, y formas más igualitarias de organización social.

Godwin, además fue un novelista (autor de “Caleb Williams”) y también un ensayista, y se le reconoce como uno de los primeros teóricos del anarquismo filosófico por su defensa de una sociedad regida por la razón y la benevolencia, más que por la ley y el gobierno (Godwin, 1793, pp. 73–90).1

El anarquismo filosófico recordemos que es una posición normativa en filosofía política que sostiene que la autoridad política no tiene legitimidad moral intrínseca y que, por tanto, no existe obligación moral general de obedecer al Estado por el mero hecho de que ordene algo.

No es necesariamente una doctrina de violencia ni exige siempre la abolición inmediata del Estado; más bien, cuestiona el deber de obediencia y propone que la coordinación social puede y debe basarse en la razón, la cooperación voluntaria y la persuasión, antes que en la coacción.

Su formación académica y política

Criado en el entorno del disenso protestante, estudió en academias disidentes como la Hoxton Academy (New College, Hoxton), donde recibió formación en teología, lógica, retórica y filosofía moral, lejos del control anglicano universitario.

Su paso del calvinismo al racionalismo ilustrado se dio de la mano de lecturas de David Hume, Claude-Adrien Helvétius y Joseph Priestley. La coyuntura de la Revolución francesa y el debate británico (Edmund Burke, Thomas Paine) catalizó su giro hacia el radicalismo antiestatista (Clark, 1977, pp. 41–55).3; (Philp, 1986, pp. 17–26).2

El radicalismo antiestatista fue y es una corriente político-filosófica que, partiendo de principios igualitarios y de libertad individual, sostiene una desconfianza estructural hacia el Estado como forma de autoridad central y coercitiva. No se limita a pedir “menos gobierno”; busca transformar o superar las relaciones de mando y obediencia institucionalizadas, porque las ve como fuentes de dominación, dependencia y corrupción de la deliberación moral.

Su posturas filosóficas, políticas y sociales

Rechazo de la coacción institucional: Godwin no demoniza la sociabilidad, pero sí la institucionalidad coercitiva. Sostiene que las instituciones permanentes tienden a solidificar intereses particulares, sofocar el juicio individual y producir injusticia. De ahí su escepticismo frente al Estado, el gobierno representativo, la propiedad heredada y el matrimonio legal. La mera existencia de instituciones coercitivas configura incentivos corruptores y dependencia del hábito, no de la razón (Godwin, 1793, pp. 158–180).1

Recordemos que en Godwin, “coacción institucional” designa toda forma de imposición externa y estable que obliga a actuar por miedo a sanciones o por deferencia a una autoridad, en lugar de por el juicio moral propio guiado por razones imparciales y benevolentes. No se limita a la violencia física del Estado; incluye leyes, jerarquías, privilegios y costumbres que, al fijarse en instituciones permanentes, moldean conductas por hábito, interés o temor, desplazando el ejercicio libre de la razón.

Por otro lado, levanta el tema de la primacía del juicio privado. Godwin señala que el deber moral exige evaluar consecuencias en cada caso mediante razón imparcial; las reglas fijas y las autoridades externas degradan ese juicio (Godwin, 1793, pp. 97–110).1

En Godwin, la “primacía del juicio privado” es el núcleo operativo de su ética y su política. Parte de tres ideas enlazadas:

(1) el fin moral es maximizar la felicidad imparcial;

(2) la razón humana puede, en principio, deliberar caso por caso sobre qué acción la promueve;

(3) por eso, ninguna regla o autoridad debe sustituir la deliberación concreta del agente.

Para Godwin, la moralidad madura requiere que cada persona “piense por sí misma” con estándares públicos de imparcialidad y beneficencia. Las reglas y autoridades solo tienen valor como ayudas revisables a ese ejercicio; cuando se vuelven sustitutos, degradan el carácter y empeoran los resultados. De ahí su programa político: reducir la coacción y expandir la deliberación y la educación, para que el juicio privado, cada vez más formado, coordine la vida común.

Por otro lado Godwin presenta el tema de la perfectibilidad, señalando y defendiendo que el carácter humano es perfectible a través de la educación y la libre comunicación de ideas; por ello confía en reformas no violentas basadas en persuasión pública (Kramnick, 1977, pp. 85–96).4

El pensamiento de William Godwin sobre la perfectibilidad humana constituye el núcleo optimista de su anarquismo filosófico. Para Godwin, la razón no es estática, sino una facultad maleable y perfectible que se desarrolla de manera colectiva a través del ejercicio constante del diálogo, la educación y, crucialmente, la libre e ilimitada comunicación de ideas.

Este proceso, argumenta, permite a los individuos examinar y descartar prejuicios, corregir errores y acercarse gradualmente a la verdad, lo que a su vez conduce a un perfeccionamiento moral e intelectual constante.

Su confianza en reformas no violentas se basa en esta fe en la persuasión: creía que una vez expuestas a la argumentación racional y clara, las personas inevitablemente abandonarían la irracionalidad de la tiranía, la superstición y la coerción estatal por propia voluntad.

Así, el cambio social no debía imponerse mediante una revolución violenta—que solo perpetúa el ciclo de opresión—, sino cultivarse pacientemente desde la convicción individual, lo que eventualmente llevaría a la autoextinción de las instituciones opresivas y al advenimiento de una sociedad de seres autónomos, racionales y cooperativos.

Sobre su concepción del Utilitarismo y el consecuencialismo

Godwin es un utilitarista temprano, pero peculiar. Considera que la acción correcta es la que maximiza la suma de bien general, identificada con la mejora racional y la felicidad de los seres sensibles.

A diferencia de un utilitarismo de reglas, su postura es marcadamente act-consequentialist: el agente debe calcular consecuencias caso por caso. Su célebre ejemplo comparando salvar a Fénelon antes que a un criado si ambas vidas no pueden preservarse, en función del mayor bien probable, muestra tanto la ambición imparcial de su ética como sus aristas problemáticas respecto a la parcialidad y los deberes especiales (Godwin, 1793, pp. 136–142).1; Cf. (Philp, 1986, pp. 60–68).2

Críticos han señalado que este consecuencialismo radical puede justificar sacrificios de lazos personales. Godwin reconoce la tensión, pero sostiene que la benevolencia imparcial y la educación irán reconciliando pasión y razón. En ediciones posteriores matiza su inmediatez, sin abandonar el principio (Godwin, 1798/1793, pp. 270–279).6

El Individualismo y la autonomía moral.

Para Godwin, la autonomía moral no implica aislamiento, sino deliberación libre de coacción y superstición. Cada persona tiene el deber de juzgar por sí misma con imparcialidad, sin deferencia a autoridades.

El individualismo godwiniano es, así, ético y epistémico, la verdad avanza por discusión abierta entre conciencias autónomas. De aquí su crítica a obediencias ciegas y su énfasis en la educación como emancipación del juicio privado (Godwin, 1793, pp. 90–101).1; Cf. (Clark, 1977, pp. 102–110).3

Es decir, para Godwin, la autonomía moral es el fundamento de un progreso ético y social genuino, y lejos de significar una renuncia a la comunidad, constituye un imperativo de deliberación racional y sincera que cada individuo debe ejercer libre de toda coacción externa, ya sea esta política, religiosa o de cualquier autoridad tradicional.

Este juicio privado, que debe aplicarse con estricta imparcialidad, es un deber ético y un proceso epistémico mediante el cual la verdad se descubre y perfecciona a través del diálogo y la confrontación de argumentos entre conciencias autónomas e ilustradas.

Por ello, Godwin arremete contra toda forma de obediencia ciega y superstición, que anulan la capacidad de raciocinio, y enfatiza que la verdadera educación es aquella que emancipa la mente, enseñando a pensar de manera crítica e independiente, pues solo una ciudadanía capaz de cuestionar toda autoridad puede construir una sociedad basada en la justicia y la razón, y no en el dogma y la sumisión (Godwin, 1793, pp. 90–101).1; Cf. (Clark, 1977, pp. 102–110).3

Crítica a instituciones y jerarquías

Sobre el tema del Estado y el gobierno, Godwin señala que, el gobierno, aun representativo, congela procesos de deliberación pública y fomenta la dependencia; tiende a proteger propiedad e intereses particulares bajo retórica de seguridad. Godwin, defiende minimizar las funciones gubernamentales y avanzar hacia su extinción a medida que la razón pública se perfeccione (Godwin, 1793, pp. 158–175).1

Sobre el tema de la propiedad, critica la propiedad acumulativa e hereditaria por concentrar poder y perpetuar desigualdades; favorece una distribución guiada por la necesidad y la utilidad social, mediante benevolencia y acuerdos voluntarios más que legislación coercitiva (Godwin, 1793, pp. 230–250).1

Sobre el Matrimonio, denuncia el matrimonio legal como contrato que subordina a la mujer y fija relaciones en detrimento del afecto libre y del perfeccionamiento mutuo (Godwin, 1793, pp. 761–770).1; Cf. (Mellor, 2000, pp. 34–42).7

Sobre la religión establecida, Godwin desde su disenso, repudia las iglesias establecidas por su alianza con el poder y la superstición; aboga por libertad de conciencia y crítica pública (Clark, 1977, pp. 115–121).3

Sobre el tema del Anarquismo y la sociedad sin gobierno

Godwin, acuña un horizonte anarquista no violento: una sociedad de pequeñas comunidades que coordinan por persuasión, publicidad de razones y acuerdos temporales, sin aparato coercitivo central.

Este anarquismo racionalista confía en la perfectibilidad moral y en la educación para sustituir la ley por el juicio individual informado. Su método de cambio es gradualista: “progreso de la opinión” frente a revolución violenta, a la que considera generadora de tiranías sucesivas (Godwin, 1793, pp. 487–506).1; (Woodcock, 1980, pp. 72–83).5

Cuál fue su impacto en ética y política contemporáneas

En el Liberalismo radical y anarquismo: influye en la tradición anarquista posterior (Pierre-Joseph Proudhon (conocido como el "padre del anarquismo"), Pyotr Alexeyevich Kropotkin, (desarrolló el anarco comunismo) como antecedente de la crítica a la autoridad y la centralidad de la ayuda mutua y la educación.

En los Debates sobre parcialidad/imparcialidad: su consecuencialismo nutre discusiones actuales en ética aplicada sobre priorización, sesgos de afinidad y deberes especiales.

El pensamiento de Godwin, situándose en los orígenes del liberalismo radical y el anarquismo, ejerció una influencia profunda y duradera al plantar las semillas de la crítica antiautoritaria que luego desarrollarían pensadores como Pierre-Joseph Proudhon y Pyotr Alexeyevich Kropotkin.

Su énfasis en la autonomía moral individual y la deliberación racional sin coacción se convirtió en un pilar fundamental para la tradición anarquista, que ampliaría su crítica a todas las instituciones coercitivas (Estado, propiedad privada) y enfatizaría, como hizo Kropotkin, la "ayuda mutua" como base para la organización social.

Simultáneamente, su particular consecuencialismo radical e imparcialista—que exige que nuestras acciones busquen el mayor bien para la humanidad, priorizando al más necesitado incluso sobre los lazos afectivos cercanos—nutre debates contemporáneos en ética aplicada, especialmente en discusiones sobre la imparcialidad de nuestros deberes morales, la priorización de recursos escasos y la validez de los sesgos de afinidad, cuestionando así los límites de los "deberes especiales" hacia la familia o la nación.

En la Crítica institucional: anticipa análisis contemporáneos sobre captura institucional, path dependence y “corrupción de la razón pública” por estructuras de poder.

El impacto de William Godwin en la ética y la política contemporáneas es profundo y se manifiesta en dos grandes dimensiones. Por un lado, su pensamiento es una piedra angular del liberalismo radical y, fundamentalmente, del anarquismo, al sentar las bases de la crítica antiautoritaria que luego desarrollarían figuras como Pierre-Joseph Proudhon y Pyotr Alexeyevich Kropotkin; Godwin no solo prefiguró el rechazo anarquista al Estado y a la coerción, sino que también estableció la centralidad de la educación emancipadora y la deliberación racional entre individuos autónomos como el único camino hacia una sociedad verdaderamente justa, un principio que Kropotkin extendería con su énfasis en la "ayuda mutua" como forma de organización social.

Por otro lado, su escepticismo radical hacia toda institución (incluyendo el gobierno, el sistema legal y la educación dogmática) anticipa análisis contemporáneos sobre la captura institucional, la path dependence (dependencia del camino) y la "corrupción de la razón pública", al argumentar que las estructuras de poder, por su propia naturaleza, tienden a perpetuar sus intereses, corromper el juicio imparcial y fosilizar el progreso, obstruyendo así la aplicación de la razón y la justicia de manera neutral.

De este modo, Godwin provee un marco para criticar cómo las instituciones existentes pueden distorsionar el debate público y la ética para servir a agendas particulares.

En la Educación y la deliberación pública: su fe en la publicidad y la discusión abierta resuena en teorías deliberativas y en prácticas de democracia participativa.

Desde una perspectiva contemporánea, el legado más perdurable de William Godwin quizás sea su inquebrantable fe en el poder de la educación racional y la deliberación pública sin coerción como motores del progreso ético y político.

Su concepción de que la verdad emerge necesariamente del libre intercambio de argumentos entre individuos autónomos sienta un precedente fundamental para las modernas teorías de la democracia deliberativa, como las de Jürgen Habermas, que ven en la publicidad y el debate abierto la base legítima de la autoridad y la formación de la voluntad colectiva.

Godwin anticipa así el principio de que una esfera pública robusta y una ciudadanía educada para el ejercicio crítico de su juicio —y no la mera adhesión a dogmas— son los antídotos contra la tiranía y la irracionalidad.

Este énfasis en la educación como emancipación, que prioriza el pensamiento independiente sobre la instrucción doctrinal, resuena con fuerza en las pedagogías críticas actuales y en prácticas innovadoras de democracia participativa, donde la calidad del discurso público y la formación de una opinión ilustrada se consideran esenciales para la salud de cualquier comunidad política.

En el feminismo y la crítica del matrimonio: su cuestionamiento del matrimonio legal se emparenta con críticas feministas a contratos y roles de género.

La crítica radical de William Godwin al matrimonio, expuesta en Political Justice, constituye una de las primeras y más potentes argumentaciones feministas desde la filosofía política, cuyo impacto reverbera en la crítica contemporánea a los roles y contratos de género.

Godwin atacó el matrimonio legal por considerarlo una institución coercitiva y una forma de "ley monopolista" que corrompía las relaciones auténticas al transformar el afecto voluntario en un deber obligatorio por contrato, subordinando así la voluntad de la mujer y privando a ambos cónyuges de su autonomía moral y su capacidad de juicio imparcial.

Este cuestionamiento, profundamente influenciado por las ideas de Mary Wollstonecraft (1759-1797) quien fue una filósofa, escritora y pionera del feminismo liberal británico del siglo XVIII., se emparenta directamente con las críticas feministas posteriores que ven en el matrimonio tradicional y en la familia patriarcal la piedra angular de la opresión económica, legal y sexual de las mujeres.

Al defender asociaciones libres y voluntarias basadas únicamente en la estima y la razón, y no en la obligación legal o la dependencia económica, Godwin no solo desmonta la idealización romántica de la institución, sino que anticipa los debates modernos sobre la abolición o reformulación del contrato matrimonial, la ética de los cuidados y la construcción de relaciones libres de jerarquías de género.

En la Ética de la no-violencia y la reforma gradual: su énfasis en persuasión y reforma pacífica alimenta tradiciones no violentas y la ética de la responsabilidad en el cambio social (Philp, 1986, pp. 180–192) [2]; (Mellor, 2000, pp. 63–70) [7].

El énfasis de Godwin en la persuasión racional y la reforma gradual como únicos medios legítimos para el cambio social constituye una contribución fundamental a la ética de la no violencia y al pensamiento político reformista.

Frente a la revolución violenta —que consideraba otra forma de tiranía al imponer ideas mediante la fuerza y perpetuar el ciclo de coerción—, Godwin defendió que el auténtico progreso moral sólo puede surgir de la lenta pero inexorable transformación de las conciencias a través de la educación, el debate público y la argumentación pacífica.

Este posicionamiento, profundamente consecuencialista, valora el proceso tanto como el resultado, pues solo un cambio logrado mediante la convicción es estable y éticamente sólido.

Su pensamiento alimenta así tradiciones no violentas posteriores, desde el anarquismo pacifista de Tolstói hasta la desobediencia civil de Gandhi y King, al subordinar la eficacia a la coherencia moral.

Además, establece una "ética de la responsabilidad" en la acción política, donde los medios deben ser consistentes con los fines que se persiguen, anticipando críticas modernas al mesianismo político y abogando por una evolución social que respete la autonomía y la racionalidad de cada individuo (Philp, 1986, pp. 180–192).2 ; Cf. (Mellor, 2000, pp. 63–70).7

Objeciones y réplicas

Sobre la exigencia supererogatoria: su benevolencia imparcial parece exigir sacrificios extremos.

Respuesta: Godwin confía en la educación para armonizar motivos y restringe el recurso a la coacción incluso para fines buenos.

Sobre la subestimación del valor de instituciones: las instituciones también protegen a vulnerables.

Réplica Godwiniana: en el largo plazo, consolidan privilegios; la alternativa es subsidiariedad y acuerdos revocables.

Sobre el Cálculo de consecuencias: el acto-cálculo es epistémicamente frágil.

Réplica: la publicidad de razones y la crítica mutua mejoran el juicio colectivo (Godwin, 1798/1793, pp. 300–312).6

Propuestas prácticas para comunidades en general del siglo XXI

1. Que se fomente la deliberación abierta: institucionalizar foros de discernimiento donde los laicos, incluidos los más jóvenes y las mujeres, ejerciten juicio moral informado sin temor a sanción, bajo el principio de publicidad de razones.

2. Que se promueva la subsidiariedad efectiva: resolver en el nivel más cercano posible; las instancias superiores actúan solo en apoyo y temporalmente.

3. Exigir la transparencia y la rendición de cuentas: rotación de encargos, limitación de poder y registros públicos de decisiones.

4. Promover y Fomentar la educación moral y la libertad de conciencia: programas formativos que cultiven la imparcialidad, la benevolencia y la crítica a sesgos de autoridad; defensa explícita de la objeción de conciencia contra prácticas injustas.

5. No permitir la No-coacción pastoral: preferir persuasión y acompañamiento a sanciones; corregir mediante razones compartidas y prudencia.

6. Promover la economía de la necesidad: orientar recursos comunitarios según necesidad y utilidad social, revisados públicamente y con prioridad por los vulnerables (Godwin, 1793, pp. 230–240).1; Cf. (Vaticano II, Gaudium et Spes, 1965, n. 26–31).8

Conclusiones

William Godwin configura una ética de la benevolencia imparcial y una política de la no-coacción que, aun utópicas en sus expectativas sobre la perfectibilidad humana, ofrecen un correctivo potente frente a la naturalización de jerarquías y la sacralización de instituciones.

Su utilitarismo consecuencialista, centrado en el juicio individual y la publicidad de razones, desafía tanto el decisionismo autoritario como el conformismo reglamentarista.

Para la vida eclesial contemporánea, su legado sugiere prácticas concretas: deliberación abierta, subsidiariedad, transparencia, educación en autonomía moral y prioridad por la necesidad.

Adoptadas prudentemente, estas pautas fortalecen comunidades más justas, responsables y evangélicamente coherentes con el primado de la conciencia y la caridad (Philp, 1986, pp. 190–192).2

Referencias bibliográficas

[1] Godwin, W. (1793). An Enquiry concerning Political Justice, and its Influence on General Virtue and Happiness. London: G.G.J. and J. Robinson. pp. 1–5, 73–90, 90–110, 97–110, 136–142, 158–180, 230–250, 487–506, 761–770.

[2] Philp, M. (1986). Godwin’s Political Justice. Ithaca, NY: Cornell University Press. pp. 3–7, 9–14, 17–26, 60–68, 180–192.

[3] Clark, J. P. (1977). The Philosophical Anarchism of William Godwin. Princeton, NJ: Princeton University Press. pp. 12–16, 41–55, 102–110, 115–121.

[4] Kramnick, I. (1977). Republicanism and Bourgeois Radicalism: Political Ideology in Late Eighteenth-Century England and America. Ithaca, NY: Cornell University Press. pp. 21–24, 85–96.

[5] Woodcock, G. (1980). Anarchism: A History of Libertarian Ideas and Movements (rev. ed.). Harmondsworth: Penguin. pp. 65–70, 72–83.

[6] Godwin, W. (1798). Enquiry Concerning Political Justice (2nd ed.). London: G.G. and J. Robinson. pp. 270–279, 300–312.

[7] Mellor, A. K. (2000). Mothers of the Nation: Women’s Political Writing in England, 1780–1830. Bloomington: Indiana University Press. pp. 34–42, 63–70.

[8] Concilio Vaticano II. (1965). Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual. Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana. nn. 26–31.