Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ
Resumen
Este ensayo examina de manera
sistemática la figura de William Godwin (1756–1836), filósofo y publicista
inglés, pionero del anarquismo filosófico y crítico de las instituciones
políticas de su tiempo. Se caracteriza su formación disidente y su itinerario
intelectual, se presentan sus tesis centrales sobre utilitarismo
consecuencialista, individualismo y autonomía moral, crítica a las jerarquías y
defensa de una sociedad sin gobierno coercitivo. Asimismo, se evalúan su método
argumentativo y el impacto de su pensamiento en la ética y la política
contemporáneas, con especial atención a su herencia en el liberalismo radical,
el socialismo libertario y corrientes críticas de las instituciones. Se
concluye con propuestas prácticas para comunidades eclesiales del siglo XXI,
orientadas a la deliberación ética, la subsidiariedad, la no-coacción y el
fortalecimiento de la autonomía moral personal y comunitaria.
Palabras claves: William Godwin; anarquismo filosófico;
utilitarismo; consecuencialismo; autonomía moral; individualismo; crítica
institucional; Ilustración radical; justicia; política moderna.
Abstract
This
essay systematically explores William Godwin (1756–1836)—a foundational figure
of philosophical anarchism—by outlining his dissenting education and
intellectual development, articulating his central theses on consequentialist
utilitarianism, individual autonomy, institutional critique, and the ideal of a
stateless society, and assessing their reception and impact on contemporary
ethics and political theory. The methodological approach combines conceptual
analysis with historical-contextual reading and selective textual exegesis. The
conclusion proposes practical guidelines for twenty-first-century church
communities, emphasizing deliberative ethics, subsidiarity, non-coercion, and
moral autonomy.
Keywords:
William Godwin; philosophical anarchism; utilitarianism;
consequentialism; moral autonomy; individualism; institutional critique;
radical Enlightenment; justice; modern politics.
Metodología:
Se Analizó conceptualmente las
categorías claves como “utilidad”, “perfectibilidad”, “coacción”, “opinión” y
“justicia” en la obra central de Godwin.
Se aplicó una contextualización
histórico-intelectual en la Ilustración británica tardía y el radicalismo de la
década de 1790.
Se desarrolló una exégesis selectiva de
pasajes de “Enquiry concerning Political Justice” (ediciones de 1793 y 1798) y
contrastes con correspondencia y ensayos.
Se hizo una revisión de literatura
secundaria académica en bases como Scopus, Google Scholar y Dialnet para mapear
recepción e influencia.
Se aplica una evaluación normativa que
tiene como elementos la clarificación de argumentos, posibles objeciones y
vigencia práctica.
Objetivo general
Elaborar una síntesis crítica de la
filosofía política y moral de William Godwin, evaluando su coherencia interna,
su crítica a las instituciones y su influencia en la ética y la política
contemporáneas.
Objetivos específicos
1.
Describir
su formación académica y política y su inserción en el disenso religioso.
2.
Exponer
su utilitarismo Consecuencialista y su noción de perfectibilidad humana.
3.
Analizar
su defensa del individualismo y la autonomía moral como núcleo normativo.
4.
Examinar
su crítica a las instituciones y jerarquías (Estado, propiedad, matrimonio).
5.
Valorar
su propuesta anarquista y su ideal de sociedad sin gobierno coercitivo.
6.
Precisar
su impacto en tradiciones posteriores y en debates ético-políticos actuales.
Contenido
¿Quién fue William Godwin?
William Godwin fue un pensador inglés,
asociado al radicalismo ilustrado, cuya obra mayor, “An Enquiry concerning
Political Justice and its Influence on General Virtue and Happiness” (1793),
articuló una crítica sistemática a la coacción política y a las instituciones
como fuente de corrupción moral.
En ese sentido, El radicalismo ilustrado
fue una corriente política e intelectual de finales del siglo XVIII y comienzos
del XIX que llevó a sus últimas consecuencias ciertos principios de la
Ilustración: razón crítica, igualdad moral, libertad de conciencia y reforma social.
A diferencia del reformismo moderado, el
radicalismo ilustrado cuestionó las bases mismas del orden tradicional
(monarquía hereditaria, privilegios estamentales, iglesias establecidas y
monopolios de propiedad), proponiendo una ampliación sustantiva de derechos
civiles y políticos, y formas más igualitarias de organización social.
Godwin, además fue un novelista (autor
de “Caleb Williams”) y también un ensayista, y se le reconoce como uno de los
primeros teóricos del anarquismo filosófico por su defensa de una sociedad
regida por la razón y la benevolencia, más que por la ley y el gobierno
(Godwin, 1793, pp. 73–90).1
El anarquismo filosófico recordemos que es
una posición normativa en filosofía política que sostiene que la autoridad
política no tiene legitimidad moral intrínseca y que, por tanto, no existe
obligación moral general de obedecer al Estado por el mero hecho de que ordene
algo.
No es necesariamente una doctrina de
violencia ni exige siempre la abolición inmediata del Estado; más bien,
cuestiona el deber de obediencia y propone que la coordinación social puede y
debe basarse en la razón, la cooperación voluntaria y la persuasión, antes que
en la coacción.
Su formación académica y política
Criado en el entorno del disenso
protestante, estudió en academias disidentes como la Hoxton Academy (New
College, Hoxton), donde recibió formación en teología, lógica, retórica y
filosofía moral, lejos del control anglicano universitario.
Su paso del calvinismo al racionalismo
ilustrado se dio de la mano de lecturas de David Hume, Claude-Adrien Helvétius
y Joseph Priestley. La coyuntura de la Revolución francesa y el debate
británico (Edmund Burke, Thomas Paine) catalizó su giro hacia el radicalismo
antiestatista (Clark, 1977, pp. 41–55).3; (Philp, 1986, pp.
17–26).2
El radicalismo antiestatista fue y es
una corriente político-filosófica que, partiendo de principios igualitarios y
de libertad individual, sostiene una desconfianza estructural hacia el Estado
como forma de autoridad central y coercitiva. No se limita a pedir “menos
gobierno”; busca transformar o superar las relaciones de mando y obediencia
institucionalizadas, porque las ve como fuentes de dominación, dependencia y
corrupción de la deliberación moral.
Su posturas filosóficas, políticas y
sociales
Rechazo de la coacción institucional:
Godwin no demoniza la sociabilidad, pero sí la institucionalidad coercitiva.
Sostiene que las instituciones permanentes tienden a solidificar intereses
particulares, sofocar el juicio individual y producir injusticia. De ahí su
escepticismo frente al Estado, el gobierno representativo, la propiedad
heredada y el matrimonio legal. La mera existencia de instituciones coercitivas
configura incentivos corruptores y dependencia del hábito, no de la razón
(Godwin, 1793, pp. 158–180).1
Recordemos que en Godwin, “coacción institucional” designa toda forma de imposición externa y estable que obliga a actuar por miedo a sanciones o por deferencia a una autoridad, en lugar de por el juicio moral propio guiado por razones imparciales y benevolentes. No se limita a la violencia física del Estado; incluye leyes, jerarquías, privilegios y costumbres que, al fijarse en instituciones permanentes, moldean conductas por hábito, interés o temor, desplazando el ejercicio libre de la razón.
Por otro lado, levanta el tema de la primacía
del juicio privado. Godwin señala que el deber moral exige evaluar
consecuencias en cada caso mediante razón imparcial; las reglas fijas y las
autoridades externas degradan ese juicio (Godwin, 1793, pp. 97–110).1
En Godwin, la “primacía del juicio
privado” es el núcleo operativo de su ética y su política. Parte de tres ideas
enlazadas:
(1) el fin moral es maximizar la
felicidad imparcial;
(2) la razón humana puede, en principio,
deliberar caso por caso sobre qué acción la promueve;
(3) por eso, ninguna regla o autoridad
debe sustituir la deliberación concreta del agente.
Para Godwin, la moralidad madura
requiere que cada persona “piense por sí misma” con estándares públicos de
imparcialidad y beneficencia. Las reglas y autoridades solo tienen valor como
ayudas revisables a ese ejercicio; cuando se vuelven sustitutos, degradan el
carácter y empeoran los resultados. De ahí su programa político: reducir la
coacción y expandir la deliberación y la educación, para que el juicio privado,
cada vez más formado, coordine la vida común.
Por otro lado Godwin presenta el tema de
la perfectibilidad, señalando y defendiendo que el carácter humano es
perfectible a través de la educación y la libre comunicación de ideas; por ello
confía en reformas no violentas basadas en persuasión pública (Kramnick, 1977,
pp. 85–96).4
El pensamiento de William Godwin sobre
la perfectibilidad humana constituye el núcleo optimista de su anarquismo
filosófico. Para Godwin, la razón no es estática, sino una facultad maleable y
perfectible que se desarrolla de manera colectiva a través del ejercicio
constante del diálogo, la educación y, crucialmente, la libre e ilimitada
comunicación de ideas.
Este proceso, argumenta, permite a los
individuos examinar y descartar prejuicios, corregir errores y acercarse
gradualmente a la verdad, lo que a su vez conduce a un perfeccionamiento moral
e intelectual constante.
Su confianza en reformas no violentas se
basa en esta fe en la persuasión: creía que una vez expuestas a la
argumentación racional y clara, las personas inevitablemente abandonarían la
irracionalidad de la tiranía, la superstición y la coerción estatal por propia
voluntad.
Así, el cambio social no debía imponerse mediante una revolución violenta—que solo perpetúa el ciclo de opresión—, sino cultivarse pacientemente desde la convicción individual, lo que eventualmente llevaría a la autoextinción de las instituciones opresivas y al advenimiento de una sociedad de seres autónomos, racionales y cooperativos.
Sobre su concepción del Utilitarismo y el
consecuencialismo
Godwin es un utilitarista temprano, pero
peculiar. Considera que la acción correcta es la que maximiza la suma de bien
general, identificada con la mejora racional y la felicidad de los seres
sensibles.
A diferencia de un utilitarismo de
reglas, su postura es marcadamente act-consequentialist: el agente debe
calcular consecuencias caso por caso. Su célebre ejemplo comparando salvar a
Fénelon antes que a un criado si ambas vidas no pueden preservarse, en función
del mayor bien probable, muestra tanto la ambición imparcial de su ética como
sus aristas problemáticas respecto a la parcialidad y los deberes especiales
(Godwin, 1793, pp. 136–142).1; Cf. (Philp, 1986, pp. 60–68).2
Críticos han señalado que este
consecuencialismo radical puede justificar sacrificios de lazos personales.
Godwin reconoce la tensión, pero sostiene que la benevolencia imparcial y la
educación irán reconciliando pasión y razón. En ediciones posteriores matiza su
inmediatez, sin abandonar el principio (Godwin, 1798/1793, pp. 270–279).6
El Individualismo y la autonomía moral.
Para Godwin, la autonomía moral no
implica aislamiento, sino deliberación libre de coacción y superstición. Cada
persona tiene el deber de juzgar por sí misma con imparcialidad, sin deferencia
a autoridades.
El individualismo godwiniano es, así,
ético y epistémico, la verdad avanza por discusión abierta entre conciencias
autónomas. De aquí su crítica a obediencias ciegas y su énfasis en la educación
como emancipación del juicio privado (Godwin, 1793, pp. 90–101).1;
Cf. (Clark, 1977, pp. 102–110).3
Es decir, para Godwin, la autonomía
moral es el fundamento de un progreso ético y social genuino, y lejos de
significar una renuncia a la comunidad, constituye un imperativo de
deliberación racional y sincera que cada individuo debe ejercer libre de toda
coacción externa, ya sea esta política, religiosa o de cualquier autoridad
tradicional.
Este juicio privado, que debe aplicarse
con estricta imparcialidad, es un deber ético y un proceso epistémico mediante
el cual la verdad se descubre y perfecciona a través del diálogo y la
confrontación de argumentos entre conciencias autónomas e ilustradas.
Por ello, Godwin arremete contra toda forma de obediencia ciega y superstición, que anulan la capacidad de raciocinio, y enfatiza que la verdadera educación es aquella que emancipa la mente, enseñando a pensar de manera crítica e independiente, pues solo una ciudadanía capaz de cuestionar toda autoridad puede construir una sociedad basada en la justicia y la razón, y no en el dogma y la sumisión (Godwin, 1793, pp. 90–101).1; Cf. (Clark, 1977, pp. 102–110).3
Crítica a instituciones y jerarquías
Sobre el tema del Estado y el gobierno, Godwin
señala que, el gobierno, aun representativo, congela procesos de deliberación
pública y fomenta la dependencia; tiende a proteger propiedad e intereses
particulares bajo retórica de seguridad. Godwin, defiende minimizar las
funciones gubernamentales y avanzar hacia su extinción a medida que la razón
pública se perfeccione (Godwin, 1793, pp. 158–175).1
Sobre el tema de la propiedad, critica
la propiedad acumulativa e hereditaria por concentrar poder y perpetuar
desigualdades; favorece una distribución guiada por la necesidad y la utilidad
social, mediante benevolencia y acuerdos voluntarios más que legislación
coercitiva (Godwin, 1793, pp. 230–250).1
Sobre el Matrimonio, denuncia el
matrimonio legal como contrato que subordina a la mujer y fija relaciones en
detrimento del afecto libre y del perfeccionamiento mutuo (Godwin, 1793, pp.
761–770).1; Cf. (Mellor, 2000, pp. 34–42).7
Sobre la religión establecida, Godwin
desde su disenso, repudia las iglesias establecidas por su alianza con el poder
y la superstición; aboga por libertad de conciencia y crítica pública (Clark,
1977, pp. 115–121).3
Sobre el tema del Anarquismo y la sociedad
sin gobierno
Godwin, acuña un horizonte anarquista no
violento: una sociedad de pequeñas comunidades que coordinan por persuasión,
publicidad de razones y acuerdos temporales, sin aparato coercitivo central.
Este anarquismo racionalista confía en
la perfectibilidad moral y en la educación para sustituir la ley por el juicio
individual informado. Su método de cambio es gradualista: “progreso de la
opinión” frente a revolución violenta, a la que considera generadora de
tiranías sucesivas (Godwin, 1793, pp. 487–506).1; (Woodcock,
1980, pp. 72–83).5
Cuál fue su impacto en ética y política
contemporáneas
En el Liberalismo radical y anarquismo:
influye en la tradición anarquista posterior (Pierre-Joseph Proudhon (conocido
como el "padre del anarquismo"), Pyotr Alexeyevich Kropotkin, (desarrolló
el anarco comunismo) como antecedente de la crítica a la autoridad y la
centralidad de la ayuda mutua y la educación.
En los Debates sobre
parcialidad/imparcialidad:
su consecuencialismo nutre discusiones actuales en ética aplicada sobre
priorización, sesgos de afinidad y deberes especiales.
El pensamiento de Godwin, situándose en
los orígenes del liberalismo radical y el anarquismo, ejerció una influencia
profunda y duradera al plantar las semillas de la crítica antiautoritaria que
luego desarrollarían pensadores como Pierre-Joseph Proudhon y Pyotr Alexeyevich
Kropotkin.
Su énfasis en la autonomía moral
individual y la deliberación racional sin coacción se convirtió en un pilar
fundamental para la tradición anarquista, que ampliaría su crítica a todas las
instituciones coercitivas (Estado, propiedad privada) y enfatizaría, como hizo
Kropotkin, la "ayuda mutua" como base para la organización social.
Simultáneamente, su particular
consecuencialismo radical e imparcialista—que exige que nuestras acciones
busquen el mayor bien para la humanidad, priorizando al más necesitado incluso
sobre los lazos afectivos cercanos—nutre debates contemporáneos en ética
aplicada, especialmente en discusiones sobre la imparcialidad de nuestros
deberes morales, la priorización de recursos escasos y la validez de los sesgos
de afinidad, cuestionando así los límites de los "deberes especiales"
hacia la familia o la nación.
En la Crítica institucional: anticipa análisis contemporáneos sobre
captura institucional, path dependence y “corrupción de la razón pública” por
estructuras de poder.
El impacto de William Godwin en la ética
y la política contemporáneas es profundo y se manifiesta en dos grandes
dimensiones. Por un lado, su pensamiento es una piedra angular del liberalismo
radical y, fundamentalmente, del anarquismo, al sentar las bases de la crítica
antiautoritaria que luego desarrollarían figuras como Pierre-Joseph Proudhon y
Pyotr Alexeyevich Kropotkin; Godwin no solo prefiguró el rechazo anarquista al
Estado y a la coerción, sino que también estableció la centralidad de la educación
emancipadora y la deliberación racional entre individuos autónomos como el
único camino hacia una sociedad verdaderamente justa, un principio que
Kropotkin extendería con su énfasis en la "ayuda mutua" como forma de
organización social.
Por otro lado, su escepticismo radical
hacia toda institución (incluyendo el gobierno, el sistema legal y la educación
dogmática) anticipa análisis contemporáneos sobre la captura institucional, la
path dependence (dependencia del camino) y la "corrupción de la razón
pública", al argumentar que las estructuras de poder, por su propia
naturaleza, tienden a perpetuar sus intereses, corromper el juicio imparcial y
fosilizar el progreso, obstruyendo así la aplicación de la razón y la justicia
de manera neutral.
De este modo, Godwin provee un marco
para criticar cómo las instituciones existentes pueden distorsionar el debate
público y la ética para servir a agendas particulares.
En la Educación y la deliberación
pública: su fe en la
publicidad y la discusión abierta resuena en teorías deliberativas y en
prácticas de democracia participativa.
Desde una perspectiva contemporánea, el
legado más perdurable de William Godwin quizás sea su inquebrantable fe en el
poder de la educación racional y la deliberación pública sin coerción como
motores del progreso ético y político.
Su concepción de que la verdad emerge
necesariamente del libre intercambio de argumentos entre individuos autónomos
sienta un precedente fundamental para las modernas teorías de la democracia
deliberativa, como las de Jürgen Habermas, que ven en la publicidad y el debate
abierto la base legítima de la autoridad y la formación de la voluntad
colectiva.
Godwin anticipa así el principio de que
una esfera pública robusta y una ciudadanía educada para el ejercicio crítico
de su juicio —y no la mera adhesión a dogmas— son los antídotos contra la
tiranía y la irracionalidad.
Este énfasis en la educación como
emancipación, que prioriza el pensamiento independiente sobre la instrucción
doctrinal, resuena con fuerza en las pedagogías críticas actuales y en
prácticas innovadoras de democracia participativa, donde la calidad del discurso
público y la formación de una opinión ilustrada se consideran esenciales para
la salud de cualquier comunidad política.
En el feminismo y la crítica del
matrimonio: su
cuestionamiento del matrimonio legal se emparenta con críticas feministas a
contratos y roles de género.
La crítica radical de William Godwin al
matrimonio, expuesta en Political Justice, constituye una de las primeras y más
potentes argumentaciones feministas desde la filosofía política, cuyo impacto
reverbera en la crítica contemporánea a los roles y contratos de género.
Godwin atacó el matrimonio legal por
considerarlo una institución coercitiva y una forma de "ley
monopolista" que corrompía las relaciones auténticas al transformar el
afecto voluntario en un deber obligatorio por contrato, subordinando así la voluntad
de la mujer y privando a ambos cónyuges de su autonomía moral y su capacidad de
juicio imparcial.
Este cuestionamiento, profundamente
influenciado por las ideas de Mary Wollstonecraft (1759-1797) quien fue una
filósofa, escritora y pionera del feminismo liberal británico del siglo XVIII.,
se emparenta directamente con las críticas feministas posteriores que ven en el
matrimonio tradicional y en la familia patriarcal la piedra angular de la
opresión económica, legal y sexual de las mujeres.
Al defender asociaciones libres y
voluntarias basadas únicamente en la estima y la razón, y no en la obligación
legal o la dependencia económica, Godwin no solo desmonta la idealización
romántica de la institución, sino que anticipa los debates modernos sobre la
abolición o reformulación del contrato matrimonial, la ética de los cuidados y
la construcción de relaciones libres de jerarquías de género.
En la Ética de la no-violencia y la reforma
gradual: su énfasis en
persuasión y reforma pacífica alimenta tradiciones no violentas y la ética de
la responsabilidad en el cambio social (Philp, 1986, pp. 180–192) [2]; (Mellor,
2000, pp. 63–70) [7].
El énfasis de Godwin en la persuasión
racional y la reforma gradual como únicos medios legítimos para el cambio
social constituye una contribución fundamental a la ética de la no violencia y
al pensamiento político reformista.
Frente a la revolución violenta —que
consideraba otra forma de tiranía al imponer ideas mediante la fuerza y
perpetuar el ciclo de coerción—, Godwin defendió que el auténtico progreso
moral sólo puede surgir de la lenta pero inexorable transformación de las
conciencias a través de la educación, el debate público y la argumentación
pacífica.
Este posicionamiento, profundamente
consecuencialista, valora el proceso tanto como el resultado, pues solo un
cambio logrado mediante la convicción es estable y éticamente sólido.
Su pensamiento alimenta así tradiciones
no violentas posteriores, desde el anarquismo pacifista de Tolstói hasta la
desobediencia civil de Gandhi y King, al subordinar la eficacia a la coherencia
moral.
Además, establece una "ética de la
responsabilidad" en la acción política, donde los medios deben ser
consistentes con los fines que se persiguen, anticipando críticas modernas al
mesianismo político y abogando por una evolución social que respete la
autonomía y la racionalidad de cada individuo (Philp, 1986, pp. 180–192).2
; Cf. (Mellor, 2000, pp. 63–70).7
Objeciones y réplicas
Sobre la exigencia supererogatoria: su benevolencia imparcial parece exigir
sacrificios extremos.
Respuesta: Godwin confía en la educación para
armonizar motivos y restringe el recurso a la coacción incluso para fines
buenos.
Sobre la subestimación del valor de
instituciones: las
instituciones también protegen a vulnerables.
Réplica Godwiniana: en el largo plazo, consolidan
privilegios; la alternativa es subsidiariedad y acuerdos revocables.
Sobre el Cálculo de consecuencias: el acto-cálculo es epistémicamente
frágil.
Réplica: la publicidad de razones y la crítica
mutua mejoran el juicio colectivo (Godwin, 1798/1793, pp. 300–312).6
Propuestas prácticas para comunidades en
general del siglo XXI
1. Que se fomente la deliberación
abierta:
institucionalizar foros de discernimiento donde los laicos, incluidos los más
jóvenes y las mujeres, ejerciten juicio moral informado sin temor a sanción,
bajo el principio de publicidad de razones.
2. Que se promueva la subsidiariedad
efectiva: resolver en
el nivel más cercano posible; las instancias superiores actúan solo en apoyo y
temporalmente.
3. Exigir la transparencia y la rendición
de cuentas: rotación de
encargos, limitación de poder y registros públicos de decisiones.
4. Promover y Fomentar la educación
moral y la libertad de conciencia:
programas formativos que cultiven la imparcialidad, la benevolencia y la
crítica a sesgos de autoridad; defensa explícita de la objeción de conciencia
contra prácticas injustas.
5. No permitir la No-coacción pastoral: preferir persuasión y acompañamiento a
sanciones; corregir mediante razones compartidas y prudencia.
6. Promover la economía de la necesidad: orientar recursos comunitarios según
necesidad y utilidad social, revisados públicamente y con prioridad por los
vulnerables (Godwin, 1793, pp. 230–240).1; Cf. (Vaticano II,
Gaudium et Spes, 1965, n. 26–31).8
Conclusiones
William Godwin configura una ética de la
benevolencia imparcial y una política de la no-coacción que, aun utópicas en
sus expectativas sobre la perfectibilidad humana, ofrecen un correctivo potente
frente a la naturalización de jerarquías y la sacralización de instituciones.
Su utilitarismo consecuencialista,
centrado en el juicio individual y la publicidad de razones, desafía tanto el
decisionismo autoritario como el conformismo reglamentarista.
Para la vida eclesial contemporánea, su
legado sugiere prácticas concretas: deliberación abierta, subsidiariedad,
transparencia, educación en autonomía moral y prioridad por la necesidad.
Adoptadas prudentemente, estas pautas
fortalecen comunidades más justas, responsables y evangélicamente coherentes
con el primado de la conciencia y la caridad (Philp, 1986, pp. 190–192).2
Referencias
bibliográficas
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on General Virtue and Happiness. London: G.G.J. and J. Robinson. pp. 1–5,
73–90, 90–110, 97–110, 136–142, 158–180, 230–250, 487–506, 761–770.
[2]
Philp, M. (1986). Godwin’s Political Justice. Ithaca, NY: Cornell University
Press. pp. 3–7, 9–14, 17–26, 60–68, 180–192.
[3]
Clark, J. P. (1977). The Philosophical Anarchism of William Godwin. Princeton,
NJ: Princeton University Press. pp. 12–16, 41–55, 102–110, 115–121.
[4]
Kramnick, I. (1977). Republicanism and Bourgeois Radicalism: Political Ideology
in Late Eighteenth-Century England and America. Ithaca, NY: Cornell University
Press. pp. 21–24, 85–96.
[5]
Woodcock, G. (1980). Anarchism: A History of Libertarian Ideas and Movements
(rev. ed.). Harmondsworth: Penguin. pp. 65–70, 72–83.
[6]
Godwin, W. (1798). Enquiry Concerning Political Justice (2nd ed.). London: G.G.
and J. Robinson. pp. 270–279, 300–312.
[7]
Mellor, A. K. (2000). Mothers of the Nation: Women’s Political Writing in
England, 1780–1830. Bloomington:
Indiana University Press. pp. 34–42, 63–70.
[8] Concilio Vaticano II. (1965). Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual. Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana. nn. 26–31.
