Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ
RESUMEN
Este
ensayo presenta una lectura integrada de Adam Smith como filósofo moral y
economista político, evitando la fractura interpretativa entre La teoría de los
sentimientos morales y La riqueza de las naciones. Se reconstruyen su biografía
intelectual, su formación académica y política, y sus posturas filosóficas
centrales —simpatía, espectador imparcial, virtud de la prudencia, justicia
conminatoria y beneficencia—, así como su concepción económica de la libertad
comercial y la división del trabajo. Se evalúa críticamente su tesis sobre la
vinculación entre bien/placer y mal/dolor dentro de una teoría sentimentalista
matizada por criterios de imparcialidad, y se delimita su impacto en la ética y
la política contemporáneas, con aplicaciones prácticas para comunidades
eclesiales del siglo XXI en materia de justicia social, economía solidaria y
discernimiento moral prudencial. La metodología es hermenéutica–crítica, con
análisis textual de fuentes primarias y diálogo con la mejor bibliografía
académica reciente. Se concluye que Smith ofrece un marco robusto para
articular virtud, instituciones y mercados al servicio del bien común, si se
leen sus obras en unidad y con correcciones teológicas sobre el amor, la
misericordia y la dignidad humana
PALABRAS
CLAVES: Adam Smith;
teoría de los sentimientos morales; espectador imparcial; simpatía; justicia;
economía política; libertad comercial; virtud; ética cristiana; bien común
ABSTRACT
This essay
presents an integrated reading of Adam Smith as a moral philosopher and
political economist, bridging The Theory of Moral Sentiments and The Wealth of
Nations. It reconstructs his intellectual biography, academic and political
formation, and central philosophical positions—sympathy, the impartial
spectator, prudence, commutative justice, and beneficence—alongside his
economic views on free trade and the division of labor. It critically evaluates
his link between good/pleasure and evil/pain within a refined sentimentalist
framework guided by impartiality, and assesses his impact on contemporary
ethics and politics, with practical applications for twenty-first-century
church communities on social justice, solidarity economy, and prudential moral
discernment. The methodology is hermeneutic–critical, combining textual
analysis of primary sources with dialogue with current scholarship. Smith’s
framework coherently connects virtue, institutions, and markets to the common
good when his works are read together and complemented by theological insights
on charity and human dignity
KEYWORDS: Adam
Smith; moral sentiments; impartial spectator; sympathy; justice; political
economy; free trade; virtue; Christian ethics; common good
METODOLOGÍA
Se
aplica un enfoque hermenéutico–crítico con análisis textual de fuentes
primarias (TMS, WN) y cotejo de ediciones académicas.
Se
realiza una revisión sistemática de literatura indexada (Scopus, Google
Scholar, Dialnet, Latindex) y de estudios de filosofía moral y economía
política.
Se
desarrolla una evaluación conceptual comparada entre categorías smithianas y
categorías clásicas de ética cristiana (virtudes, bien común, justicia), con
criterio de coherencia interna y pertinencia práctica
OBJETIVO
GENERAL
Articular
una interpretación integral de Adam Smith que muestre la unidad entre su
filosofía moral y su economía política, valorando su relevancia normativa para
la ética y la política contemporáneas y para la praxis eclesial
OBJETIVOS
ESPECÍFICOS
1.
Describir
su formación académica y política y su contexto ilustrado escocés.
2.
Exponer
sus tesis centrales: simpatía, espectador imparcial, virtudes, justicia y
beneficencia; división del trabajo, libertad comercial, rol del Estado.
3.
Analizar
la tesis bien/placer y mal/dolor en su arquitectura sentimentalista.
4.
Valorar
su recepción e impacto en ética y política contemporáneas.
5.
Proponer
aplicaciones prácticas para comunidades eclesiales en el siglo XXI
CONTENIDO
¿QUIÉN
FUE ADAM SMITH?
Adam
Smith (1723–1790), filósofo moral escocesa de la Ilustración, fue profesor en
la Universidad de Glasgow y comisario de aduanas en Edimburgo. Es
célebre por dos obras mayores: The Theory of Moral Sentiments (1759, con
ediciones ampliadas hasta 1790) y An Inquiry into the Nature and Causes of the
Wealth of Nations (1776).
Su
influencia fundacional en la economía moderna coexiste con su pertenencia a la
tradición de filosofía moral británica del sentimiento, junto a Hutcheson y
Hume.
Su
proyecto intelectual buscó explicar cómo agentes ordinarios, movidos por
intereses propios y por sentimientos morales, coordinan acciones en mercados e
instituciones bajo reglas de justicia y virtudes de prudencia y beneficencia
(Smith, 1759/1790, pp. 1–7).1; Cf. (Smith, 1776, I.ii).2
FORMACIÓN
ACADÉMICA Y POLÍTICA
Smith
estudió en Glasgow con Francis Hutcheson, absorbiendo el énfasis en el sentido
moral, y en Oxford, donde criticó la decadencia pedagógica.
Fue
catedrático de Lógica y luego de Filosofía Moral en Glasgow, dictando cursos
sobre jurisprudencia, política comercial y ética. Acompañó al duque de
Buccleuch por Francia y conoció a Quesnay y Turgot, incorporando ideas
fisiocráticas sobre el orden natural.
Políticamente,
defendió instituciones de libertad, división de poderes, justicia imparcial y
limitación de privilegios corporativos, aunque asignó al Estado funciones
claves: defensa, justicia, obras públicas, educación básica y regulación
prudente de monopolios y externalidades (Smith, 1759/1790, pp. 338–352).1;
Cf. (Smith, 1776, V.i.f).2; (Tribe, 2008, pp. 27–44).7
POSTURAS
FILOSÓFICAS Y POLÍTICAS MÁS IMPORTANTES
La
arquitectura moral de Smith se sostiene en la simpatía y en la figura
regulativa del “espectador imparcial”. La simpatía no es mera emoción
contagiosa: es una imaginación normativa que calibra la “propiedad” de las
pasiones en relación con su objeto y circunstancia; por eso, la aprobación
moral no depende de mi interés, sino de si un observador interno, descentrado y
ecuánime, consideraría proporcionada la emoción y la acción resultante.
Esta
mediación evita el relativismo (porque el juicio se disciplina por reglas y
hábitos compartidos) y también el racionalismo abstracto (porque el acceso al
bien se da a través de la experiencia afectiva encarnada). De ahí que el mérito
y la culpa se midan por intención, consecuencias y adecuación de la pasión,
bajo la mirada de ese tercero interior que interioriza prácticas sociales de
imparcialidad (Smith, 1759/1790, pp. 9–20; 110–120).1
En
coherencia, la constelación de virtudes en Smith articula autogobierno y orden
institucional: la prudencia gobierna el yo y armoniza aspiraciones; la
justicia, estricta y “conminatoria”, impone deberes negativos (no dañar,
reparar) sin depender de benevolencia; y la beneficencia, no exigible por
coerción, nutre el tejido social con gratuidad.
La
justicia funciona como andamiaje: sin reglas de no agresión, propiedad y
contrato, la beneficencia es frágil y el mercado se degrada en privilegio o
expolio.
Esta
estructura se refleja en su economía política: la división del trabajo
incrementa productividad y los precios transmiten información dispersa, pero
solo bajo límites que contengan monopolios, rentas y connivencias
mercantilistas.
Por
eso, la “mano invisible” no es teología civil del mercado, sino una descripción
contextual de coordinaciones que presuponen reglas justas y aplicación
imparcial de la ley (Smith, 1759/1790, pp. 269–279).1;
(Smith, 1776, I.i; IV.ii; V.i).2; cf. (Berry, 2018, pp.
88–104).5
Finalmente,
Smith inserta la cuestión social en el corazón de la libertad comercial:
salarios suficientes para “no avergonzarse de aparecer en público”, educación
popular como bien cuasi-público y políticas que mitiguen la “estrechez de
miras” producida por labores hiperespecializadas.
Reconoce
que el mismo mecanismo que eleva la riqueza puede empobrecer la vida moral si
no se acompaña de formación cívica y saber básico para todos; de ahí su defensa
de financiamiento mixto y de intervenciones selectivas del Estado en obras
públicas, escolarización elemental y regulación antimonopólica.
La
dignidad del trabajador, la ampliación de capacidades y la tutela de la
competencia no son añadidos filantrópicos, sino condiciones morales e
institucionales de mercados decentes y ciudadanos prudentes (Smith, 1776,
V.i.f.50–61).2; cf. (Hanley, 2009, pp. 143–165).6
BIEN/PLACER
Y MAL/DOLOR EN SMITH: ALCANCE Y LÍMITES
Si
bien Smith reconoce la estrecha conexión entre la satisfacción afectiva y la
aprobación moral, no reduce lo bueno a lo placentero. Para él, aprobamos la
pasión “apropiada” a su objeto e intensidad, medida por el espectador
imparcial; la “conveniencia” (propriety) y el “mérito” no se identifican con
hedonismo, sino con proporción, intención y efectos bajo reglas de justicia.
El
dolor puede ser moralmente valioso si se asocia a penitencia justa; el placer
puede ser reprobable si proviene de crueldad o lujo corruptor. La simpatía
informa, pero la justicia limita y la prudencia ordena los deseos.
Así,
la tesis bien/placer-mal/dolor en Smith debe leerse como descripción
psicológica de la experiencia moral, no como criterio último normativo.
La
medida normativa es la mirada del espectador imparcial cultivado por la virtud
y por instituciones que estabilizan expectativas (Smith, 1759/1790, pp. 12–16;
171–189; 270–279).1; (Griswold, 1999, pp. 114–138).3
En
términos teológico-cristianos, esta concepción es compatible con una ética de
las virtudes y del bien común, siempre que el amor (agapé) y la dignidad de
toda persona limiten tanto preferencias egoístas como complacencias colectivas
(Sen, 2011, pp. 75–99).4
IMPACTO
EN ÉTICA Y POLÍTICA CONTEMPORÁNEAS
Ética
económica: Smith inspira aproximaciones institucionalistas que ligan virtudes y
reglas, precursor de debates sobre “economía civil” y “capitalismo moral”,
influyendo en teorías de justicia de mercado y responsabilidad corporativa.
Su
idea de justicia conminatoria se refleja en enfoques que separan deberes
negativos estrictos (no dañar) de deberes positivos supererogatorios
(beneficencia) (Berry, 2018, pp. 120–139).5
Teoría
política: su crítica al mercantilismo y al privilegio corporativo informa
políticas de competencia, comercio y regulación antimonopolio. El rol del
Estado en educación y bienes públicos anticipa consensos contemporáneos sobre
capacidades y oportunidades, convergente con el enfoque de capacidades de
Amartya Sen y Martha Nussbaum (Sen, 2011, pp. 120–156).4
Filosofía
moral: la figura del espectador imparcial ha dialogado con contractualismo y
con psicología moral contemporánea (razón dual, empatía, normas sociales), y
con debates sobre el paternalismo libertario y arquitectura de elección
(Hanley, 2009, pp. 201–223).6; (Fleischacker, 2004, pp. 3–21).8
Desarrollo
y pobreza: Smith subraya la dignidad del trabajador, el salario justo y la
educación como bienes públicos, temas retomados por políticas de desarrollo
inclusivo y economía social (Smith, 1776, I.viii) [2]; (Berry, 2018, pp.
140–168).5.
APLICACIONES
PARA COMUNIDADES DEL SIGLO XXI
El
discernimiento prudencial, inspirado en el “espectador imparcial”, ofrece a las
comunidades sinodales un método concreto: identificar a los afectados,
reconstruir los hechos con máxima transparencia, y someter las propuestas a una
“prueba de desinterés” que mida proporcionalidad, intención y previsibles
efectos colaterales.
La
moderación de pasiones no busca neutralizar afectos, sino calibrarlos con
criterios de propiedad moral y justicia restaurativa: escuchar al ofendido,
invitar a la reparación del ofensor y graduar las sanciones según mérito y
circunstancias, evitando tanto el encubrimiento como el linchamiento moral.
De este modo, los procesos parroquiales adquieren estabilidad normativa y credibilidad pública, pues articulan compasión, verdad y reglas imparciales (Smith, 1759/1790, pp. 110–126).1
Sobre
el tema de la justicia y la caridad, la distinción smithiana entre deberes
estrictos y virtudes supererogatorias ayuda a ordenar la acción eclesial:
primero, garantizar lo no negociable —no dañar, prevenir abusos, reparar—
mediante protocolos, auditorías, canales de denuncia seguros y reparación
material y simbólica a las víctimas; después, organizar la beneficencia en
clave de desarrollo humano —caritas profesionalizada, economía solidaria,
microfinanzas parroquiales, fondos rotatorios— para ampliar capacidades sin
clientelismo.
Esta
secuencia protege el núcleo moral del testimonio cristiano: sin justicia
conminatoria no hay confianza; sin caridad institucionalizada no hay tejido
social que sane y eleve.
La
evaluación debe seguir métricas dobles: cumplimiento de deberes negativos y
adicionalidad social lograda por las obras de misericordia (Smith, 1759/1790,
pp. 269–279).1
En
economía con propósito, educación moral afectiva e incidencia pública, la
Iglesia local puede traducir principios en dispositivos concretos.
Económicamente:
incubadoras parroquiales con gobernanza mixta, compras públicas y solidarias,
cláusulas antimonopolio en convenios, y formación financiera–técnica como bien
público local para emprendedores vulnerables; éxito se mide por productividad y
por inclusión efectiva.
En
lo formativo: itinerarios de acompañamiento que articulen examen de conciencia,
alfabetización emocional y práctica del “espectador imparcial” teologal para
evitar rigorismos y permisivismos.
En
la esfera pública: abogar por marcos regulatorios procompetencia, salarios
dignos y acceso universal a educación y salud, convergiendo con la doctrina
social cristiana y el enfoque de capacidades, para que el crecimiento se
traduzca en libertad sustantiva de los pobres (Smith, 1776, V.i.f).2;
(Griswold, 1999, pp. 302–317).3; (Sen, 2011, pp. 156–188).4
CONCLUSIONES
La
obra de Adam Smith constituye un proyecto unitario que integra antropología
moral e institucionalidad económica: los sentimientos morales —estructurados
por la simpatía y la mirada del espectador imparcial— solo fructifican en el
bien común cuando se encarnan en reglas de justicia y virtudes cívicas; a su
vez, los mercados solo coordinan de modo socialmente valioso cuando reposan
sobre ese humus ético-jurídico.
Esta
lectura integrada disipa el falso dilema entre economicismo y sentimentalismo:
ni basta la eficiencia agregada sin virtud y legalidad, ni alcanza la buena
intención afectiva si es ciega a incentivos, información y límites del poder.
En
esta clave, TMS y WN se iluminan mutuamente: la primera aporta la normatividad
de la virtud y la justicia; la segunda, la arquitectura institucional que hace
operativa esa normatividad en contextos de cooperación ampliada (Smith,
1759/1790, pp. 316–341).1; Cf. (Smith, 1776, IV.ii).2
En
el plano normativo, placer y dolor funcionan como indicadores fenomenológicos,
no como criterios últimos del bien. El juicio moral exige la aprobación de un
espectador imparcial cultivado por hábitos de virtud y sostenido por
instituciones justas; así, deseos y aversiones se ordenan según la propiedad de
las pasiones, la intención y los efectos bajo reglas de justicia.
Esta
métrica es convergente con una ética cristiana que armoniza caridad y justicia:
la primera como forma del amor que excede lo exigible; la segunda como dique
que protege a los vulnerables y posibilita la vida virtuosa en común.
De
ahí que el discernimiento moral requiera tanto formación del carácter como
diseño institucional, evitando hedonismos morales y perfeccionismos
desencarnados (Griswold, 1999, pp. 114–138).3
En
términos de política prudente, la libertad económica debe acompañarse de reglas
antimonopólicas, tutela efectiva de la competencia, provisión de bienes
públicos y una justicia conminatoria que sancione el daño y repare a las
víctimas; esta combinación orienta agendas contemporáneas pro-competencia y
pro-inclusión, donde el éxito se mide por productividad y ampliación de
capacidades, no solo por renta agregada.
El
horizonte que se perfila es tripartito: virtudes personales, reglas
impersonales y fines trascendentes. Smith ayuda a articular los dos primeros,
mientras que la tradición cristiana ofrece el telos que integra y corrige los
medios. Juntos, conforman un marco fecundo para el siglo XXI: economías
decentes, instituciones fiables y comunidades capaces de discernir, amar y
hacer justicia en un mundo plural y vulnerable (Berry, 2018, pp. 120–168).5;
Cf. (Hanley, 2009, pp. 221–235).6
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
[1] Smith, A.
(1790). The Theory of Moral Sentiments (6th ed.). Ed. D. D. Raphael & A. L.
Macfie, Glasgow Edition. Oxford: Clarendon Press. pp. 1–352.
[2] Smith, A.
(1776). An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Ed. R.
H. Campbell & A. S. Skinner, Glasgow Edition. Oxford: Clarendon Press.
Books I–V, esp. I.i–ii; I.viii; IV.ii; V.i.f.
[3] Griswold, C.
L. (1999). Adam Smith and the Virtues of Enlightenment. Cambridge: Cambridge
University Press. pp. 7–25; 114–138; 302–317.
[4] Sen, A.
(2011). The Idea of Justice. Cambridge, MA: Harvard University Press. pp.
35–66; 75–99; 120–188.
[5] Berry, C.
(2018). Adam Smith: A Very Short Introduction. Oxford: Oxford University Press.
pp. 1–5; 88–168.
[6] Hanley, R.
P. (2009). Adam Smith and the Character of Virtue. Cambridge: Cambridge
University Press. pp. 1–9; 143–165; 201–235.
[7] Tribe, K.
(2008). Adam Smith: Critical Theorist? Journal of Classical Sociology, 8(2),
147–162. doi:10.1177/1468795X08088645. pp. 27–44.
[8]
Fleischacker, S. (2004). On Adam Smith’s Wealth of Nations: A Philosophical
Companion. Princeton:
Princeton University Press. pp. 3–21.