"Quórum Teológico" es un blog abierto al desarrollo del pensamiento humano y desea ser un medio que contribuya al diálogo y la discusión de los temas expuestos por los diferentes contribuyentes a la misma. "Quórum Teológico", no se hace responsable del contenido de los artículos expuesto y solo es responsabilidad de sus autores.

Ya puedes traducir esta página a cualquier idioma

Déjanos tu mensaje en este Chat

WILLIAM MILLER, ENTRE LA ESPERANZA Y EL DESENCANTO: EL MILERISMO Y LA CONFIGURACIÓN DEL ADVENTISMO

 


Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com    
Orcid: www.orcid.org/0000-0003-2740-5748    
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ  

Resumen

Este ensayo ofrece un análisis historiográfico y teológico de William Miller (1782–1849), líder laico del Segundo Gran Despertar en Estados Unidos y catalizador del movimiento milerita, del cual emergieron varias denominaciones adventistas, incluida la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD). Se examinan su biografía, su formación intelectual y religiosa, los detonantes de su postura escatológica, los ejes doctrinales de su influencia en el adventismo y su impronta en el protestantismo moderno. El estudio muestra que Miller articuló una hermenéutica historicista de las profecías de Daniel y Apocalipsis, apoyado en el principio díaaño y una lectura literalpremilenial de la parusía, y que su proyecto evangelizador—mediante predicación itinerante y redes editoriales—condujo a una movilización masiva que culminó en el “Gran Chasco” de 1844. A pesar del error cronológico, su legado configuró la cultura teológica, misionera y organizativa de un amplio sector del protestantismo, generando innovaciones institucionales, sanitarias y educativas, y un ethos de esperanza escatológica prudente. Se argumenta que, para la Iglesia del siglo XXI, la recepción crítica del milerismo aconseja humildad hermenéutica, responsabilidad social y discipulado orientado por la esperanza, sin recurrir al fechamiento de eventos finales.

Palabras claves: William Miller; Milerismo; Adventismo; Escatología historicista; Segundo Gran Despertar; Protestantismo estadounidense.

Abstract

This essay offers a historiographical and theological analysis of William Miller (1782–1849), a lay leader of the Second Great Awakening in the United States and the catalyst of the Millerite movement, from which several Adventist denominations—including the Seventh-day Adventist Church—emerged. It examines his biography, intellectual and religious formation, the triggers of his eschatological stance, the core doctrinal elements that influenced Adventism, and his broader impact on Protestantism. The study argues that Miller articulated a historicist hermeneutic of Daniel and Revelation based on the dayyear principle and a literal premillennial reading of the Parousia, disseminated through itinerant preaching and print networks, leading to mass mobilization and the “Great Disappointment” of 1844. Despite chronological error, his legacy shaped theological, missionary, and organizational cultures across Protestantism, fostering institutional, health, and educational innovations and a hopecentered ethos. For the twentyfirstcentury Church, a critical reception of Millerism recommends hermeneutical humility, social responsibility, and discipleship guided by hope, without datesetting.

Keywords: William Miller; Millerism; Adventism; Historicist eschatology; Second Great Awakening; American Protestantism.

Metodología

Se realizó una revisión historiográfica crítica de monografías y artículos científicos indexados en Google Scholar y editoriales académicas, con especial atención a fuentes primarias mileritas y sus editores contemporáneos.  Además, se realizó un análisis documental comparado entre fuentes primarias (sermones y tratados de Miller) y secundarias (síntesis históricas y teológicas).  También se aplicó una Hermenéutica teológica a textos apocalípticos (Daniel y Apocalipsis) tal como fueron interpretados por Miller y sus continuadores/disidentes.  Hemos realizado una contextualización socioreligiosa del Segundo Gran Despertar y su cultura de imprenta, redes y reforma.

Objetivo general

Analizar la figura de William Miller en sus dimensiones biográfica, hermenéutica y eclesial, y evaluar su impacto doctrinal en el adventismo y su influencia en el protestantismo contemporáneo.

Objetivos específicos

1.    Describir la trayectoria vital, formación y redes de influencia de William Miller.

2.    Identificar los detonantes intelectuales y existenciales de su postura escatológica.

3.    Exponer los elementos doctrinales más significativos asumidos o reelaborados por la IASD.

4.    Valorar críticamente el “Gran Chasco” y sus efectos en la praxis eclesial y la epistemología teológica.

5.    Derivar orientaciones prácticas para la misión eclesial en el siglo XXI.

CONTENIDO

1.QUIÉN ERA WILLIAM MILLER: PERFIL BIOGRÁFICO

William Miller nació en 1782 en Pittsfield, Massachusetts, y se crió en Low Hampton, Nueva York. Fue un agricultor y funcionario local, sirvió en la milicia durante la Guerra de 1812 (batalla de Plattsburgh), experiencia que erosionó su deísmo juvenil y abrió paso a su conversión bautista (1816).

La lectura sistemática de la Biblia de la traducción King James y el uso de concordancias alimentaron su vocación exegética autodidacta. A partir de 1831 inició una intensa agenda de predicación itinerante; la alianza con el editor Joshua V. Himes multiplicó su influencia mediante periódicos, folletos y conferencias, configurando el movimiento milerita que fue un avivamiento protestante del siglo XIX en Estados Unidos, liderado por el predicador bautista laico William Miller, quien mediante una interpretación historicista de las profecías de Daniel y Apocalipsis anunció la inminente Segunda Venida de Cristo para 1843–1844.

Sus campañas, publicaciones y reuniones campestres movilizaron a decenas de miles en el contexto del “Segundo Gran Despertar”. La no ocurrencia del evento el 22 de octubre de 1844, fecha final adoptada por muchos, se conoció como el “Gran Chasco”, causando desilusión, abandonos y reconfiguraciones doctrinales. De sus remanentes surgieron corrientes adventistas, entre ellas la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la Advent Christian Church.

El “Gran Chasco” fue esa profunda desilusión experimentada por los mileritas cuando en esa fecha propuesta por Samuel S. Snow como el verdadero “Día de Expiación” bíblico de ese año, dentro del marco de los cálculos proféticos de William Miller—no ocurrió la esperada Segunda Venida de Cristo.

Decenas de miles que habían difundido el “mensaje del séptimo mes” quedaron abatidos y objeto de burla pública; aunque hubo ventas de bienes y ajustes de vida, el mito de “batas de ascensión” es en gran medida una caricatura posterior.

Tras el fracaso, algunos abandonaron la fe adventista, otros recalcularon fechas, y un núcleo reinterpretó el evento espiritualmente: Hiram Edson y colaboradores concluyeron que Cristo pasó ese día del Lugar Santo al Santísimo del “santuario celestial”, iniciando un juicio previo a la Parusía (base de la doctrina del juicio investigador).

De esas corrientes surgieron, entre otros, la Iglesia Adventista del Séptimo Día (con énfasis en el sábado, el santuario y la autoridad profética de Ellen G. White) y la Advent Christian Church (con inmortalidad condicional).

El episodio marcó al protestantismo estadounidense, agudizó la cautela frente al fijar fechas proféticas y redefinió el adventismo como movimiento diverso y duradero.

William Miller, falleció en 1849, permaneciendo en la comunión bautista y sin incorporarse a las nuevas denominaciones que brotaron del milerismo. (Bliss, 1853).3; Cf. (Rowe, 2008).1; (Numbers & Butler, 1993).2

2. SU FORMACIÓN ACADÉMICA Y RELIGIOSA

Miller careció de educación teológica formal; su formación fue esencialmente autodidacta, con sólidos hábitos de lectura, sensibilidad ilustrada y una progresiva reorientación hacia la piedad evangélica baptista.

Su método consistía en la lectura “texto a texto” con apoyo de concordancias (p. ej., Cruden), la comparación interna de pasajes y una desconfianza hacia sistemas teológicos prefabricados, priorizando la suficiencia de la Escritura.

Miller, practicaba una exégesis “texto a texto” o “Escritura con Escritura” que, sin acudir a lenguas bíblicas ni a muchos comentarios, buscaba que la Biblia se explicara a sí misma: leía de forma continua, y cuando un término, símbolo o número le planteaba dudas, usaba una concordancia (sobre todo la de Cruden, basada en la versión KJV) para rastrear todas las ocurrencias de la palabra en la Biblia, comparar contextos y extraer una definición interna; privilegiaba el sentido literal salvo que el propio texto indicara que era simbólico, y entonces procuraba que el símbolo se interpretara con pasajes paralelos (p. ej., “bestias” como reinos, “días” como “años”, “cuernos” como poderes).

Con ese método encadenaba “pruebas” y fechas en un marco historicista continuo, identificando cumplimientos en la historia y anclando cronologías proféticas (70 semanas, 2300 “tardes y mañanas”, etc.) en hitos datables como el decreto de 457 a. C.; de ahí surgieron sus cálculos para 1843–1844.

La fortaleza del enfoque era su coherencia interna y su accesibilidad para laicos; su límite, señalado por críticos, fue la tendencia al “proof-texting” que puede descontextualizar y depender en exceso de traducciones y supuestos previos.

Este perfil híbrido—racionalidad ilustrada y piedad revivalista—favoreció una hermenéutica literalhistoricista de las profecías, en continuidad con corrientes protestantes previas (p. ej., Joseph Mede) pero aplicada con novedosa intensidad cronológica. (Miller, 1836).4; Cf. (Froom, 1954).8; (Rowe, 2008).1

3. ¿CUÁLES FUERON LOS DETONANTES DE SU POSTURA TEOLÓGICA?

TRES FACTORES CONFLUYERON:

1. LOS EXISTENCIALES: la experiencia bélica y el problema del mal minaron su deísmo y le impulsaron a buscar una teleología providencial en la historia.

2. LOS INTELECTUALES: la convicción de la unidad de la Escritura y del principio díaaño (Nm 14:34; Ez 4:6) como clave de cronometría profética; y la asunción historicista de Daniel/Apocalipsis.

3. LOS CONTEXTUALES: la cultura del Segundo Gran Despertar (camp meetings, democratización religiosa, imprenta barata) creó una atmósfera propicia para el anuncio apocalíptico.

Miller concluyó que los “2300 días” de Daniel (8:14), terminaban alrededor de 1843/1844, identificando la “purificación del santuario” con la conflagración de la tierra a la venida de Cristo. (Miller, 1836).4; Cf. (Hatch, 1989).11; (Rowe, 2008).1

4. NÚCLEOS DE SU DOCTRINA Y SU RECEPCIÓN EN LA IGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA

Conviene distinguir entre los énfasis de Miller y la posterior doctrina adventista:

a. AUTORIDAD DE LA ESCRITURA Y HERMENÉUTICA HISTORICISTA: continuidad básica entre mileritas y adventistas sobre el valor profético de Daniel/Apocalipsis. (Froom, 1954).8; Cf. (Knight, 2000).10

b. PREMILENIALISMO LITERAL: la parusía es visible, audible y transforma la historia; rechazo del posmilenialismo dominante en sectores protestantes. (Rowe, 2008).1; Cf. (Knight, 1993).5

c. URGENCIA MISIONERA Y REFORMA: temperancia, disciplina, vida piadosa y redes de publicaciones; herencia que la IASD institucionalizó globalmente. (Numbers & Butler, 1993).2; Cf. (Land, 2005).9

d. CRONOMETRÍA PROFÉTICA: Miller sostuvo fechas (1843/1844) a partir de una cronología que la IASD posteriormente reinterpretó; tras 1844, los sabatarios redefinieron la “purificación del santuario” como ministerio de Cristo en el santuario celestial (juicio investigador) sin repetir el fechamiento para la parusía.

Esto implica continuidad del marco apocalíptico, pero ruptura con la datación milerita. (Knight, 2000).10; Cf. (Bull & Lockhart, 2007).7; (Froom, 1954).8

e. SABATISMO Y ESTADO DE LOS MUERTOS: no fueron enseñanzas de Miller; emergieron entre adventistas sabatarios (influjo de Bates, White, Andrews) y se consolidaron en la IASD. (Knight, 2000).10; Cf. (Land, 2005).9

Ambos enseñanzas surgieron y maduraron tras el Gran Chasco en el ala sabatariana del movimiento, donde convergieron influencias laicas y pastorales: el sábado del séptimo día pasó de los Bautistas del Séptimo Día a milleritas por medio de Rachel Oakes (que persuadió a F. Wheeler) y del folleto de T. M. Preble (1845), que convenció a Joseph Bates, cuyo tratado The Seventh Day Sabbath, a Perpetual Sign (1846) y su labor itinerante persuadieron a James y Ellen G. White; esta última ofreció en 1847 una confirmación visionaria que vinculó el sábado con el santuario y los “tres mensajes angélicos” como “sello de Dios”, noción que J. N. Andrews sistematizó en The History of the Sabbath and the First Day of the Week (1873) y que se afianzó en las Conferencias de Sábado y Santuario (1848–1850) y en la organización de 1863; en paralelo, el “estado de los muertos” (inmortalidad condicional, inconsciencia entre muerte y resurrección y aniquilación final de los impíos) entró por la predicación de George Storrs entre milleritas, fue adoptado tempranamente por sabatarios y articulado por figuras como James White, J. N. Andrews y Uriah Smith en polémica con el espiritualismo y la noción del alma naturalmente inmortal, encajando con el esquema del santuario/juicio investigador y reforzando la esperanza corporal de la resurrección; ambas doctrinas quedaron integradas en los “Principios Fundamentales” de 1872 y, más tarde, en las declaraciones de fe de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, donde se consolidaron como rasgos identitarios distintivos frente a otras corrientes postmileritas como los Advent Christians, que aceptaron la mortalidad del alma pero no el sábado.

5. EL “GRAN CHASCO” (22 DE OCTUBRE DE 1844) Y SUS EFECTOS

La predicación del “séptimo mes” (Samuel S. Snow) concentró expectativas en el 22 de octubre de 1844; el no cumplimiento generó crisis, disidencias y relecturas. Unos abandonaron la fe milerita; otros (adventistas evangélicos) retuvieron la inminencia sin interpretación del santuario; otro sector (adventistas sabatarios) reubicó el cumplimiento en el santuario celestial, sentando bases de la IASD. El episodio produjo una pedagogía eclesial contra el fechamiento, un examen crítico de reglas hermenéuticas y el afianzamiento de redes misioneras resilientes. (Numbers & Butler, 1993).2; Cf. (Knight, 1993).5; (Rowe, 2008).1

6. IMPACTO EN EL PROTESTANTISMO

a. MOVILIZACIÓN TRANSLOCAL: Millerismo mostró el poder de la imprenta religiosa, campañas itinerantes y conferencias proféticas en la formación de públicos creyentes modernos. (Gaustad, 1974).6; Cf. (Rowe, 2008).1

Es bueno señalar que El millerismo desplegó una movilización translocal al combinar tecnologías de impresión a vapor, periódicos de alta tirada y redes de distribución (correo, canales y ferrocarriles) con giras de conferencistas, reuniones campestres y grandes “tabernáculos” urbanos, creando públicos creyentes que se reconocían y actuaban coordinadamente más allá de parroquias y denominaciones; la oficina editorial de J. V. Himes articuló periódicos como Signs of the Times y The Midnight Cry, millares de folletos y hojas sueltas, listas de suscriptores y una red de agentes-colportores que estandarizaban el mensaje mediante recursos visuales como el “chart de 1843” de Fitch y Hale, mientras las conferencias proféticas fijaban calendarios, adoptaban resoluciones, repartían fondos y anunciaban campañas, generando efectos de simultaneidad (un mismo programa litúrgico, textos y cronogramas) entre Nueva Inglaterra, el Atlántico medio, el “Viejo Noroeste” y Canadá, con envíos incluso a las Islas Británicas; este ensamblaje mediático-organizativo profesionalizó la propaganda protestante, modeló prácticas que luego replicaron evangelistas y conferencias bíblicas (prensa propia, marketing de eventos, circuitos de oradores, cobertura casi en tiempo real) y mostró cómo la imprenta y la itinerancia podían fabricar una “opinión adventista” disciplinada sin estructura denominacional formal (Gaustad, 1974).6; cf. Rowe, 2008).1

b. RECONFIGURACIÓN ESCATOLÓGICA: revitalizó el premilenialismo norteamericano, en paralelo y contraste con el dispensacionalismo emergente (J. N. Darby), y consolidó el historicismo en sectores evangélicos. (Numbers & Butler, 1993).2; Cf. (Froom, 1954).8

El millerismo reactivó un premilenarismo popular de cuño historicista que hizo de la inminencia y visibilidad de la Parusía su eje, normalizando la lectura continua de Daniel y Apocalipsis con principio díaaño, cadenas cronológicas y la identificación de potencias históricas (p. ej., “cuerno pequeño”/papado), y ofreciendo así una alternativa norteamericana al futurismo dispensacional emergente: mientras Darby separaba Israel e Iglesia, colocaba la “semana 70” en el futuro y popularizaba el rapto pretribulacional, los adventistas milleritas y posmilleritas (SDA, Advent Christian) sostuvieron un premilenarismo postribulacional e histórico que institucionalizó el historicismo en prensa, manuales y gráficos proféticos; la controversia entre ambos modelos contribuyó a erosionar el optimismo postmilenial del protestantismo del XIX, alimentó conferencias y sociedades proféticas, y difundió un repertorio pedagógico (tablas cronológicas, “señales de los tiempos”) que luego sería estándar en el evangelicalismo; a la vez, la memoria del “Gran Chasco” actuó como vacuna contra el fechamiento explícito, moldeando un ethos premilenial que mantuvo la urgencia sin fijar días, rasgo que los dispensacionalistas enfatizaron incluso al diferir en marco hermenéutico; la huella millerita también se proyectó más allá del adventismo sabatario (p. ej., Advent Christian y, por mediación de los “Second Adventists”, los Estudiantes de la Biblia de C. T. Russell), de modo que, hacia fines del siglo XIX e inicios del XX, el campo premilenial quedó bifurcado pero consolidado frente al liberalismo postmilenial, con el historicismo preservado sobre todo en la familia adventista y sectores afines (Numbers & Butler, 1993).2 ; Cf. (Froom, 1954).8

c. NACIMIENTO DE FAMILIAS DENOMINACIONALES: Advent Christian, Evangelical Adventist, y IASD, esta última con un impacto global en educación, salud y ayuda humanitaria. (Land, 2005).9; Cf. (Bull & Lockhart, 2007).7

Es relevante profundizar en el impacto global de esta última. Mientras que las dos primeras se mantuvieron más circunscritas a contextos geográficos y culturales específicos, la IASD experimentó un crecimiento exponencial, estableciendo una presencia global distintiva.

Esto se debe en gran parte a su enfoque misional que, más allá de la simple evangelización, se centró en el desarrollo de una vasta red de instituciones educativas, hospitales y clínicas, y agencias de ayuda humanitaria.

Esta estrategia, basada en la creencia de que la salud, la educación y el bienestar social son parte integral del mensaje del evangelio, permitió a la IASD dejar una huella tangible y duradera en comunidades de todo el mundo.

Su sistema educativo, que va desde escuelas primarias hasta universidades, y su red de salud, que incluye instituciones como los hospitales de la red adventista, han servido como plataformas para la difusión de sus valores y, simultáneamente, han brindado servicios vitales a millones de personas, independientemente de su fe.

Por lo tanto, el impacto de la IASD en el protestantismo y en la sociedad en general se distingue por su enfoque holístico y su compromiso con el servicio práctico.

d. ADVERTENCIA EPISTEMOLÓGICA: el fechamiento fallido se convirtió en caso de estudio sobre límites de la cronometría profética y la necesidad de humildad interpretativa. (Knight, 1993).5; Cf. (Rowe, 2008).1 el mismo se convirtió en un caso de estudio fundamental sobre los límites de la cronometría profética y la necesidad de humildad interpretativa.

Este evento demostró los peligros inherentes a la fijación de fechas para eventos escatológicos, llevando a los seguidores a un profundo desengaño. La crisis que siguió al 22 de octubre de 1844 obligó a los remanentes del movimiento a reexaminar su metodología exegética.

En lugar de descartar la profecía, reinterpretaron el evento como un cambio de ministerio de Cristo en el santuario celestial, y no como su regreso físico a la Tierra.

Este ajuste doctrinal no solo permitió que el movimiento sobreviviera y eventualmente formara la Iglesia Adventista del Séptimo Día, sino que también estableció una advertencia duradera en el protestantismo: las profecías de tiempo, si bien pueden tener un valor simbólico o histórico, no deben usarse para predecir con exactitud el futuro.

Este principio de cautela interpretativa se ha convertido en un pilar del adventismo, enfatizando que la fe debe centrarse en la preparación del corazón en lugar de la especulación de fechas.

7. EVALUACIÓN CRÍTICA DE SU HERMENÉUTICA

La fortaleza de Miller residió en su coherencia interna y su apelación democratizadora a la Escritura; su debilidad, en el énfasis cronológico que rigidizó supuestos discutibles (cómputos, sincronismos, identificación del santuario). La recepción adventista sabataria mantuvo el horizonte apocalíptico corrigiendo el locus de cumplimiento (santuario celestial) y renunciando al fechamiento de la parusía, integración que permitió una teología más estable sin abandonar la urgencia misionera. (Knight, 2000).10; Cf. (Froom, 1954).8; (Bull & Lockhart, 2007).7

Para entender la evaluación crítica de la hermenéutica de William Miller, es crucial analizar tanto sus puntos fuertes como sus debilidades. Su principal fortaleza fue su coherencia interna y su apelación democratizadora a la Escritura, lo que le permitió argumentar su posición de forma convincente y accesible a la gente común. Miller no se basó en la autoridad eclesiástica, sino que invitó a las personas a estudiar la Biblia por sí mismas, lo que resonó fuertemente en el clima de avivamiento del siglo XIX.

Sin embargo, su principal debilidad fue el énfasis cronológico que puso en la profecía, lo que lo llevó a rigidizar supuestos que eran discutibles. Estos supuestos incluían sus cómputos matemáticos, los sincronismos históricos que estableció, y su interpretación del "santuario" como la Tierra. Esta rigidez culminó en la fijación de una fecha para la segunda venida de Cristo, lo que llevó al "Gran Chasco" de 1844.

La posterior recepción adventista sabataria (la que derivaría en la Iglesia Adventista del Séptimo Día) adoptó una postura más madura. Mantuvieron el horizonte apocalíptico y la urgencia misional, pero corrigieron el locus de cumplimiento, interpretando que el santuario no era la Tierra, sino el santuario celestial.

Lo más importante es que renunciaron al fechamiento de la Parusía, la segunda venida de Cristo. Esta integración teológica les permitió construir una teología más estable y duradera, que evitó el desengaño de una profecía fallida, al mismo tiempo que mantuvo el sentido de urgencia por preparar al mundo para el inminente regreso de Jesús.

8. RELEVANCIA PARA LA IGLESIA DEL SIGLO XXI

En un ecosistema de crisis ecológicas, tecnológicas y geopolíticas, el milerismo recuerda el valor de la esperanza escatológica como motor ético, siempre subordinada a una hermenéutica responsable y una praxis de servicio integral.

Ello exige comunidades alfabetizadas bíblicamente, transparentes con la incertidumbre, activas en justicia y salud, y prudentes ante discursos apocalípticos sensacionalistas. (Hatch, 1989).11; Cf. (Land, 2005).9

CONCLUSIONES

El devenir histórico nos sugiere ser más humilde en nuestra hermenéutica. La experiencia milerita desaconseja el fechamiento de la parusía y recomienda distinguir entre certeza de la esperanza y prudencia sobre su cronología. (Knight, 1993).5

Es importante señalar que la fe cristiana original entendía mejor la centralidad de Cristo y del discipulado. Así, la escatología debe conducir a vida santa, compasiva y misionera, no a retraimiento ni a alarmismo. (Rowe, 2008).1

Reforma integral: El legado organizativo adventista muestra que una esperanza bien orientada potencia educación, salud y servicio social como anticipos del Reino. (Land, 2005).9; Cf. (Bull & Lockhart, 2007).7

Alfabetización bíblica y comunitaria: La lectura paciente y comunitaria de la Escritura, con control cruzado de fuentes y apertura al diálogo académico, previene sesgos interpretativos. (Froom, 1954).8; Cf. (Gaustad, 1974).6

Ética de la esperanza: La expectativa del retorno de Cristo, libre de cronografías especulativas, sostiene resiliencia, solidaridad y misión en contextos de incertidumbre. (Numbers & Butler, 1993).2

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

[1] Rowe, D. L. (2008). God’s Strange Work: William Miller and the End of the World. Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans.

[2] Numbers, R. L., & Butler, J. M. (Eds.). (1993). The Disappointed: Millerism and Millenarianism in the Nineteenth Century (2nd ed.). Knoxville, TN: University of Tennessee Press.

[3] Bliss, S. (1853). Memoirs of William Miller. Boston, MA: Joshua V. Himes.

[4] Miller, W. (1836). Evidence from Scripture and History of the Second Coming of Christ, about the Year 1843. Troy, NY: Kemble & Hooper.

[5] Knight, G. R. (1993). Millennial Fever and the End of the World: A Study of Millerite Adventism. Nampa, ID: Pacific Press.

[6] Gaustad, E. S. (Ed.). (1974). The Rise of Adventism: Religion and Society in Mid-Nineteenth-Century America. New York, NY: Harper & Row.

[7] Bull, M., & Lockhart, K. (2007). Seeking a Sanctuary: Seventh-day Adventism and the American Dream (2nd ed.). Bloomington, IN: Indiana University Press.

[8] Froom, L. E. (1954). The Prophetic Faith of Our Fathers (Vol. 4). Washington, DC: Review and Herald.

[9] Land, G. (2005). Historical Dictionary of Seventh-day Adventists. Lanham, MD: Scarecrow Press.

[10] Knight, G. R. (2000). A Search for Identity: The Development of Seventh-day Adventist Beliefs. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.

[11] Hatch, N. O. (1989). The Democratization of American Christianity. New Haven, CT: Yale University Press.

[12] Schwarz, R. W., & Greenleaf, F. (2000). Light Bearers: A History of the Seventh-day Adventist Church (rev. ed.). Nampa, ID: Pacific Press.