Desde
1978, y tal vez hasta hoy, no hubo figura de la Revolución Sandinista con mayor
proyección internacional que Edén Pastora. La noticia de su muerte, víctima de
la pandemia del coronavirus, demostró la vigencia de este cuestionable mito. Pastora
siempre fue un hombre de guerra, de armas, un firme creyente en el recurso a la
violencia física y verbal. Mónica Baltodano tiene merecida autoridad para
describir la biografía que merece este personaje.
Por: Mónica Baltodano
envio.org.ni / julio 2020
El 16 de junio, mientras la dictadura de Ortega
y Murillo ocultaba las más de 1.398 muertes por la pandemia en nuestro pequeño
país de 6 millones de habitantes, y no tomaba medidas ante la pandemia, la
muerte por Covid-19 del comandante guerrillero Edén Pastora Gómez, conocido
como comandante Cero, atrajo la atención de medios nacionales e
internacionales.
¿QUÉ DIRÁ DE ÉL LA HISTORIA?
La figura de Edén es una de las más conocidas de la Revolución Popular
Sandinista de 1979. Dos años antes del triunfo de esa revolución, este hombre
de ideas conservadoras se incorporó a la denominada tendencia tercerista del
FSLN. (Antes de su unificación en 1978 eran tres las tendencias: proletaria,
tercerista y guerra popular prolongada).
En agosto de 1978 Edén estuvo al frente de una operación de gran audacia y
resonancia: la toma del Palacio Nacional, mientras el parlamento sesionaba allí
con todos sus diputados dentro. Esta intrépida acción consiguió la libertad de
los presos políticos sandinistas detenidos por la dictadura de Somoza y supuso
un golpe de efecto mediático para la lucha revolucionaria.
Posteriormente, Pastora estuvo a cargo del más
publicitado de los frentes de lucha insurreccional, el Frente Sur, que operaba
desde la vecina Costa Rica.
En junio de 1979 el Frente Sur consiguió empantanar a una parte de las fuerzas
de élite de la Guardia Nacional somocista, mientras los guerrilleros del FSLN
de los demás frentes de lucha lográbamos tomar las más importantes ciudades del
país, hasta lograr finalmente avanzar hacia Managua, en julio de 1979.
Más allá de los episodios más publicitados de su vida, ¿cuál fue la verdadera
trayectoria de Pastora? ¿Cuál fue realmente el final del Comandante Cero? ¿Qué
es lo que la historia recogerá de él? ¿Sus acciones antisomocistas, la acción
espectacular del Palacio, los intereses a los que sirvió, o su final como
paramilitar orteguista y violador de derechos humanos?
UN LUCHADOR DE HISTORIA FRAGMENTADA
Sin duda, Pastora fue un luchador antisomocista. De historia fragmentada, es
cierto. A la edad de 23 años, entre 1959 y 1960, fue parte del Frente
Revolucionario Sandino (FRS). En 1962 apareció fugazmente en la unificación
entre el naciente Frente de Liberación Nacional (FLN) y el FRS, pero no quiso
participar en la organización que después se llamaría FSLN porque consideró a
sus primeros integrantes como muy comunistas.
Acogido a la amnistía de 1963, se involucró después en la campaña presidencial
de Fernando Agüero, candidato del Partido Conservador. En 1967 participó en la
búsqueda de armas, cuando un sector de la dirigencia conservadora pensaba
podría conseguir una fractura en el ejército y hacer renunciar a Somoza de sus
aspiraciones presidenciales. Fue capturado en esa misión un día antes de que la
Guardia somocista asesinara en Managua a 300 opositores que se manifestaban a
favor de Agüero.
Liberado en marzo mediante otra amnistía, fue contactado nuevamente por el
FSLN. Durante varios meses prestó su finca ‘El Pilón’ para entrenar a jóvenes
reclutas. Descubiertos por la Guardia Nacional, Edén logró escaparse y asilarse
en la embajada de Venezuela. Estuvo un tiempo en Suiza, y de allí partió hacia
Guadalajara, México, donde había iniciado estudios de Medicina antes de 1959.
CONSERVADOR, ANTICOMUNISTA Y DE FÁCIL PALABRA
En 1971 tomó contacto nuevamente con el FSLN y entró a Nicaragua para
incorporarse a la guerrilla en la montaña, que para entonces ya estaba a cargo
de Henry Ruiz, el comandante Modesto. Permaneció por corto período en la
montaña porque entró en conflictos con el mando. Por eso, se retiró totalmente
de la lucha antisomocista hasta que fue contactado nuevamente en 1977 por
Sergio Ramírez Mercado.
La pragmática tendencia tercerista del FSLN, surgida en 1976 y de cuya
dirección formaban parte los hermanos Humberto y Daniel Ortega, se propuso una
audaz política de alianzas abriendo de par en par las puertas del FSLN para la
incorporación de nuevos militantes. También consideraban era importante
“descolorar” la imagen del FSLN, hasta entonces vista como una organización
marxista, con la incorporación visible de figuras conservadoras, de
empresarios, de declarados anticomunistas, entre otros.
En este panorama, la figura de Edén Pastora era ideal para la agrupación, no
sólo por su reconocida historia conservadora y anticomunista, sino porque su
llamativa personalidad y su facilidad de manejo con la prensa favorecerían la
proyección que el FSLN necesitaba en el exterior, en momentos en que ya estaban
creadas al interior del país las condiciones insurreccionales.
EN CONTACTOS CON LA CIA
Después del triunfo de la Revolución en 1979, Pastora ocupó el cargo de viceministro
del Interior, después fue viceministro de Defensa y jefe nacional de las
Milicias Populares Sandinistas.
Dos años después, en julio de 1981, renunció a sus cargos y migró hacia Panamá,
expresando críticas a la conducción revolucionaria y afirmando que se iría a
luchar por la liberación de otros pueblos. En abril de 1982 se manifestó
abiertamente enemigo de la Revolución Popular Sandinista, e inició sus
contactos y relaciones con la CIA, que desde 1981 impulsaba movimientos armados
en contra de la Revolución.
Como parte de los planes reaccionarios de Ronald Reagan en toda la región, Edén
Pastora organizó la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), abriendo un
frente armado en el sur de Nicaragua. Todo esto se enmarcó en la contrarrevolución,
“la Contra”, como fue conocida.
El 6 de mayo del año 2000 entrevisté personalmente a Pastora para que hablara
del asalto al Palacio Nacional de 1978, en un programa radial de rescate de la
memoria histórica que dirigí varios años. Días después, madres de caídos
sandinistas me reclamaron por haberlo llevado a nuestro programa. Estas madres
no olvidaban las consecuencias de los ataques de ARDE, dirigidos por Pastora a
lo largo de río San Juan.
De esta forma reportaba en 1982 la revista “Envío” las operaciones de Pastora
en esa zona: “Pastora anunció que su lucha armada por la liberación de
Nicaragua se iniciaría con toda su fuerza el 1 de mayo de 1982. Ese día ARDE
secuestró y degolló a 10 campesinos -promotores de educación de adultos,
líderes de la UNAG, delegados de la Palabra-, emboscó y mató a otros 32 cuando
se dirigían a la celebración del día de los trabajadores y emboscó y mató a 2
miembros del ministerio del Interior en Río San Juan. La “guerra de liberación”
tan anunciada tuvo así un comienzo muy cuestionable”.
CANDIDATO DE VARIOS PARTIDOS
La CIA presionaba a ARDE para que se uniera con la Fuerza Democrática
Nicaragüense (FDN), la organización contra creada expresamente por los
norteamericanos. Ante la negativa de Pastora, que no aceptaba ser un
subordinado más de los exguardias somocistas, la CIA dejó de darle
financiamiento. Entonces, en 1986 anunció su retiro de ARDE y pidió asilo en
Costa Rica, donde se dedicó nuevamente a su pequeña empresa pesquera.
En mayo de 1987 Edén Pastora reconoció públicamente que la CIA le había
suministrado material de guerra y acusó al teniente coronel Oliver North,
directamente implicado en el escándalo Irán-Contras, de estar detrás del
atentado que sufrió en La Penca en 1984 y que dejó 7 muertos y 22 heridos. Esa
operación, ahora se sabe, fue orientada por Tomás Borge, miembro de la
dirigencia sandinista.
En 1989 Pastora regresó a Nicaragua para apoyar al Partido Social Cristiano
(PSC) en la campaña electoral de 1990. En 1996 se postuló como candidato presidencial
del Movimiento de Acción Democrática, aunque fue inhabilitado por el Consejo
Supremo Electoral. En el año 2000 fue candidato a la alcaldía de Managua y en
2006 se postuló nuevamente a la presidencia por la organización Alternativa por
el Cambio (AC), dirigida por grupos evangélicos. Obtuvo un 0.27% por ciento de
los votos y ningún diputado.
FUNCIONARIO DE DANIEL ORTEGA
En las elecciones de 2006 Daniel Ortega regresó a la presidencia de la
República habiendo obtenido tan sólo el 37.8% de los votos. A raíz de eso,
Pastora se puso de nuevo al servicio de Ortega. Asumió el cargo de delegado de
la Presidencia para el dragado del río San Juan, tarea que según decía
incrementaría el caudal de ese importante río limítrofe con Costa Rica. En 2010
dragó un caño en la zona de Harbour Head, provocando un conflicto con el
gobierno vecino, quien demandó a Nicaragua ante la Corte Internacional de
Justicia de La Haya. El tribunal dio la razón a Costa Rica y obligó a Nicaragua
a pagar una millonaria indemnización por los daños causados.
Durante sus años de servicios a la dictadura de Ortega, Pastora se caracterizó
por hacer de punta de lanza para atacar virulentamente, mentir descaradamente y
desacreditar a los disidentes sandinistas, catalogándolos de traidores, vendidos
al imperio, etc. Inescrupulosamente tergiversaba la historia, atribuyéndole a
Daniel Ortega un protagonismo excepcional en la lucha contra la dictadura
somocista. El dictador respondió a estos favores no sólo con cargos públicos y
prebendas, sino otorgándole a Pastora en 2008 la orden Augusto C. Sandino,
máxima condecoración en Nicaragua. Al mismo tiempo, Ortega reescribía la
historia personal de Pastora, obviando sus servicios a la CIA, a la Contra, y
su responsabilidad en los asesinatos de jóvenes reservistas en Río San Juan.
El regreso de Pastora al FSLN y su subordinación al caudillo no resultó extraña
ni sorpresiva. Al llegar al poder, la esencia del orteguismo era, y sigue
siendo, mantenerlo a cualquier precio. Esto implicó en su momento el abandono
absoluto de los principios, valores y proyecto que había encarnado la
Revolución de 1979, aun con sus grandes errores y desaciertos. La mutación del
FSLN, de fuerza revolucionaria, emancipadora y transformadora, en un aparato
represivo¬ y de poder al servicio de Ortega y su círculo íntimo, se inició en
los años 90 y se consolidó al llegar al gobierno en 2007.
Al regresar al Ejecutivo, el orteguismo se entendió rápidamente con el gran
capital, con las transnacionales, con las políticas del Consenso de Washington,
con sectores reaccionarios de la iglesia católica, en una política de
intercambios de cuotas de poder que le permitió que diversos sectores cerraran
los ojos, los oídos y la boca frente a la desenfrenada carrera por el control
absoluto de todas las instituciones del Estado, las prácticas de corrupción,
los fraudes electorales y la represión.
Para poner un solo ejemplo de esta política de alianzas, basta recordar que el vicepresidente
de Ortega en la elección de 2006 fue Jaime Morales Carazo, quien había sido del
directorio de la Contra y contacto privilegiado con la CIA. En 1995-96, Carazo
había sido también jefe de campaña del partido hegemónico de la derecha
nicaragüense, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y amigo personal del
que sería un reconocido presidente corrupto, Arnoldo Alemán. Ortega y Alemán se
entendieron rápidamente en el tristemente célebre pacto de 1999, por el que se
repartieron los poderes del Estado.
Como puede verse, los postulados, alianzas, y en general el proyecto de poder
de Ortega en esta fase, no contradecían las concepciones de Pastora, quién se
fue a la Contra en 1982 precisamente porque no le gustaba la Revolución de los
años 80 y los valores que promulgaba.
AL SERVICIO DE LOS PARAMILITARES ORTEGUISTAS
El 18 de abril de 2018 estalló una sublevación cívica en Nicaragua. Después de
once años de régimen orteguista, la población se alzó en las calles después que
fuerzas de choque del régimen reprimieran con lujo de violencia, y en
complicidad con la Policía, pequeñas manifestaciones en contra de una reforma
al seguro social que afectaba especialmente a los adultos mayores.
Esa insurrección popular, esencialmente pacífica y autoconvocada, sorprendió al
régimen de Ortega y fue respondida con asesinatos cometidos por fuerzas de
choque, paramilitares y francotiradores. El 30 de mayo ya se contabilizaban 109
muertos, 1,400 heridos y 190 apresados, según el informe del Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes que trabajó varios meses en
Managua en 2018.
Frente a los asesinatos, y como medida de presión demandando la renuncia de
Ortega, la población levantó barricadas y tranques en distintos puntos de la
geografía nacional. Ortega ganó tiempo llamando a un diálogo nacional
organizado por los obispos de la conferencia episcopal católica. Mientras
tanto, entre junio y julio, el régimen llevó a cabo brutales “operaciones
limpieza” para desmontar, a toda costa, las barricadas y tranques que los
pobladores habían levantado en barrios y ciudades.
Esta infame labor fue realizada, ante la complacencia del Ejército, por fuerzas
combinadas de la Policía y grupos paraestatales abastecidos de armas de todo
calibre. Esto incrementó el número de muertos a 328, entre ellos 24 niños y
adolescentes, miles de heridos y más de 76 mil exiliados, según informe de 2019
de la Misión Especial para Nicaragua que conformó la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos.
Edén Pastora se ufanó públicamente de haber sido uno de los organizadores y
animadores de estos grupos paramilitares. Como él mismo confesó en varias
entrevistas y programas de televisión de medios oficialistas, apoyó a Ortega
para articular y movilizar a combatientes históricos para que atacaran a los
pobladores desarmados en los tranques.
Sin la menor vergüenza, Pastora afirmó que
debieron esperar 55 días para que Ortega les diera la ‘seña’ para atacar
abiertamente a los ciudadanos, con armamento de guerra. “¡Vuelen pija y
candela!”, fueron las órdenes de Ortega, según Pastora.
En esta misma línea, Pastora se convirtió en uno de los predilectos de los
canales oficialistas para atacar la lucha del pueblo nicaragüense, calificando
a todo el que protestaba como “golpista”. Su rol era importante para el aparato
de comunicación del orteguismo, pues la gran mayoría de las figuras históricas
de la Revolución sandinista había roto con Ortega desde muchos años antes.
Entre las amenazas más recordadas de las muchas vertidas por Pastora se
encuentra la que dirigió, en entrevista a la CNN en español y al Canal 10
nacional, a los obispos que apoyaban la insurrección de abril. Entre otras
cosas les dijo: “Las balas atraviesan las sotanas”.
LA HISTORIA NO SE LO PERDONARÁ
Sirviendo a los intereses del orteguismo, Pastora escogió nuevamente, y hasta
sus últimos días, el camino de las armas. Sin embargo, a diferencia de los años
70 y 80, cuando existía un escenario de lucha revolucionaria contra una
dictadura primero, y una guerra entre dos bandos armados después, en esta
ocasión su elección fue por apoyar y promover abiertamente la cruda represión
armada de un gobierno contra una ciudadanía desarmada que demandaba -y sigue
demandando- el fin de un régimen autoritario y cambios profundos en Nicaragua.
Sin lugar a dudas, esto será lo que la gran mayoría del pueblo nicaragüense recordará
de Edén Pastora y lo que seguramente la historia no le perdonará.
COMANDANTE GUERRILLERA DE LA REVOLUCIÓN E HISTORIADORA. AUTORA DE “MEMORIAS DE
LA LUCHA SANDINISTA” EN 4 VOLÚMENES.