Cuarta entrega del Café con La Prensa. Invitada: Gina Montiel, representante del BID. Montiel expuso el tema: Panamá en el podio del crecimiento.
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Cuarta entrega del Café con La Prensa.
Cuarta entrega del Café con La Prensa. Invitada: Gina Montiel, representante del BID. Montiel expuso el tema: Panamá en el podio del crecimiento.
Balance y perspectivas de Donald Trump
Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 051217
Es
un grave error juzgar al presidente Trump según los criterios de la clase
dirigente de Washington y sin tener en cuenta la Historia y la cultura de
Estados Unidos. También lo es interpretar sus actos según las normas del
pensamiento europeo. Su defensa de la posesión de armas o de los manifestantes
racistas de Charlostteville no tiene nada que ver con un apoyo a los extremismos
sino sólo con la promoción de la Bill of Rights.
Thierry
Meyssan explica la corriente de pensamiento que Donald Trump representa y
hace un balance de sus importantes realizaciones económicas, políticas y
militares. El autor plantea también la cuestión de los límites del
pensamiento político estadounidense y de los riesgos que implica el
desmantelamiento del «Imperio americano».
Durante la campaña previa a la elección
presidencial estadounidense de 2016, Donald Trump se comprometió a respetar las
reglas del Partido Republicano. Nadie creía entonces en su capacidad para
lograr la victoria. Pero Trump basó su campaña en los fundamentos históricos de
ese partido, olvidados desde hace tiempo por sus políticos, y eliminó así a
todos sus rivales. Hasta el momento mismo del anuncio de su victoria, los sondeos
lo daban como perdedor. De la misma manera, ahora afirman que no podría lograr
la reelección.
Ya hace casi un año que el presidente
Trump llegó a la Casa Blanca. Se hace ahora posible discernir sus ambiciones
políticas, a pesar del destructivo enfrentamiento que se desarrolla en Estados Unidos
entre sus partidarios y sus adversarios, en detrimento de todos.
Comprobar los hechos resulta muy difícil,
tanto más cuanto que el mismo Trump se encarga de disimular sus principales
realizaciones tras un cúmulo de declaraciones y tweets contradictorios y porque
su oposición, a través de sus propios medios de difusión, lo presenta como un loco.
Ante todo, desde los tiempos de la Guerra
de Secesión, Estados Unidos nunca había estado tan dividido como ahora. Ambos
bandos se muestran muy violentos y algunos de los protagonistas dan prueba de
una tremenda mala fe. Para entender lo que sucede tenemos primero que hacer
abstracción de los intercambios más rudos y determinar lo que representa cada uno
de esos protagonistas.
Estados Unidos es un país creado a la vez
por los «Padres Peregrinos» («Pilgrim fathers»), o sea los puritanos que
llegaron a América a bordo del Mayflower, cuya llegada se festeja con el
«Thanksgiving» o «Día de Acción de Gracias», y por una multitud de migrantes
provenientes del norte de Europa.
Los «Padres Peregrinos» eran sólo un
grupúsculo pero tenían un proyecto religioso y político: crear una «Nueva
Jerusalén», organizada según la Ley de Moisés, y alcanzar la pureza. Al mismo tiempo,
pretendían continuar en América el enfrentamiento entre el Imperio Británico y
el Imperio Español. Los inmigrantes, por su parte, querían hacer fortuna en un
país que creían vacío, sin habitantes, sin trabas, sin gobierno, exceptuando
las autoridades locales. Ambos grupos forman un conjunto que los sociólogos
designan con las siglas WASP por White Anglo-Saxon Protestant, o sea “Blancos
Anglosajones Protestantes”.
Al redactarse la Constitución
estadounidense, los «Padres Fundadores» representaban mayoritariamente a los
puritanos. Bajo el impulso de Alexander Hamilton, concibieron un texto
antidemocrático, que reproducía el funcionamiento de la monarquía británica
pero transfiriendo el poder de la gentry
a las élites locales, representadas por los gobernadores. Aquel texto provocó
la cólera de los inmigrantes llegados del norte de Europa, que habían luchado y
derramado su sangre durante la Guerra de Independencia.
Pero en lugar de reescribir la Constitución
y reconocer la soberanía popular, se le agregó –por iniciativa de James
Madison– la decena de Enmiendas que conforman la «Bill of Rights» o «Carta de
Derechos». Agregado a la Constitución, este documento garantizaba a los ciudadanos
la posibilidad de defenderse de la «Razón de Estado» recurriendo a los
tribunales. El conjunto conformado por ambos textos estuvo en vigor durante dos
siglos, satisfaciendo a ambos grupos.
El 13 de septiembre de 2011, el Congreso
de Estados Unidos adoptó precipitadamente la USA Patriot Act, conocida en
español como «Ley Patriótica» o «Acta Patriótica», un código antiterrorista muy
voluminoso. Este documento, que había sido preparado en secreto en años
anteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001, suspende la Bill of Rights
ante toda circunstancia vinculada al terrorismo. Desde entonces, los Estados Unidos
del presidente republicano George Bush Jr. –descendiente directo de uno de los
puritanos del Mayflower– y de su sucesor demócrata Barack Obama han sido
gobernados única y exclusivamente según los principios puritanos modernos –que
ahora incluyen el multiculturalismo, derechos diferentes para cada comunidad y
una jerarquía implícita entre esas comunidades.
Donald Trump se presentó a la elección
presidencial como candidato de los inmigrantes llegados del norte de Europa, o sea
de los WASP no puritanos. Basó su campaña electoral en la promesa de
devolverles el país confiscado por los puritanos e invadido por hispanos que rechazan
integrarse a su cultura. Su divisa «America First» debe interpretarse como la
restauración del «American Dream», el sueño estadounidense de hacer fortuna,
frente al proyecto imperialista puritano y la ilusión del multiculturalismo.
La defensa de la Bill of Rights comprende
el derecho a manifestar, incluso para los grupos extremistas, estipulado en la
1ª Enmienda, y el derecho de los ciudadanos a portar armas para resistir a los
posibles excesos del Estado federal, derecho estipulado en la 2ª Enmienda. Es
por tanto perfectamente legítimo que el presidente Trump haya respaldado el
derecho de los grupos racistas de Charlottesville a manifestar y que haya
expresado apoyo a la National Rifle Association (NRA), defensora de la posesión
de armas. Esta filosofía política puede parecer absurda a los no estadounidenses,
pero corresponde a la Historia y la cultura de Estados Unidos.
Los dos poderes más importantes de un
presidente estadounidense son:
el poder de nombrar a miles de altos funcionarios,
la posibilidad de determinar objetivos militares.
Pero resulta que Donald Trump dispone sólo
de algunas decenas de seguidores fieles para cubrir miles de plazas de
funcionarios y que el Pentágono ya cuenta con su propia doctrina estratégica. Trump
está por tanto obligado a determinar cuáles son las decisiones capaces de
modificar el sistema y reservarse para ellas.
Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump
ha venido actuando efectivamente para:
desarrollar la economía y limitar el control que ejerce sobre ella el mundo de la finanza;
desmantelar el «Imperio Americano» y restaurar
la República, o sea el Interés General;
defender
la identidad WASP y expulsar a aquellos que, entre los hispanos, se niegan a
integrarse a la cultura estadounidense.
Trump acaba de poner a Jerome Powell a la
cabeza de la Reserva Federal. Es la primera vez que esa institución tiene un presidente
que no es economista sino jurista. Su misión será poner fin a la política
monetarista y a las reglas en vigor desde la derrota de Estados Unidos en Vietnam
y el fin de la convertibilidad del dólar en oro. Jerome Powel tendrá que
concebir nuevos reglamentos que pongan el capital al servicio de la producción
y no de la especulación, como hasta ahora sucede.
La reforma fiscal de Donald Trump debería
suprimir todo tipo de exoneraciones y reducir las tasas sobre las empresas de
35 a 22%, o incluso a 20%. Los expertos están divididos en cuanto a saber qué
clases sociales van a beneficiarse con esas medidas. Lo único seguro es que,
vinculada con la reforma aduanera, hará menos rentables los numerosos puestos
de trabajo que las transnacionales han transferido al extranjero y llevará a
que diversas industrias regresen a suelo estadounidense.
En el plano internacional, Trump ha puesto
fin al reclutamiento de nuevos yihadistas y al apoyo que ciertos Estados
aportaban a esos elementos, exceptuando el respaldo del Reino Unido, Qatar y Malasia,
que siguen aplicando esa política. Sin embargo, no ha detenido la implicación
de empresas transnacionales y de altos funcionarios internacionales en la
organización y financiamiento del yihadismo.
En vez de disolver la OTAN, como había
pensado hacerlo inicialmente, la transformó obligándola a abandonar el uso del
terrorismo como método de guerra y la ha llevado a convertirse en una alianza
antiterrorista.
Trump sacó además a Estados Unidos del
Tratado Transpacífico de Cooperación Económica, concebido contra China. En agradecimiento,
Pekín redujo considerablemente sus derechos de aduana, demostrando así que es posible
instaurar la cooperación entre Estados en lugar de la anterior situación de
enfrentamiento.
En el plano interno, el presidente Trump
puso al juez Neil Gorsuch en la plaza que estaba vacante en la Corte Suprema,
instancia encargada de hacer evolucionar la interpretación de la Constitución,
lo cual incluye la Bill of Rights. El juez Gorsuch es un magistrado célebre por
sus estudios sobre el sentido original de esos textos y parece, por tanto,
capaz de restablecer el compromiso básico de la creación de Estados Unidos.
En 1998, Igor
Panarin –por entonces uno de los directores de los servicios secretos rusos–
pronosticaba una guerra civil y la división de Estados Unidos en 6 Estados
diferentes para una época próxima a los años 2010. Pero el golpe de Estado que
tuvo lugar en Washington el 11 de septiembre de 2001 retrasó ese proceso. El periodista
Colin Woodard reactualizó en 2012 los datos de Panarin y comprobó que
la movilidad de los estadounidenses los ha llevado a reagruparse en 11 grupos
comunitarios culturales separados y coexistentes, sin que los negros lleguen a
formar una comunidad por hallarse simultáneamente integrados y discriminados en
2 de esas 11 comunidades.
Aunque ese balance resulta muy
satisfactorio para los electores del presidente Trump, es aún demasiado pronto
para saber si facilitará la integración de los no WASP o si provocará, por el contrario,
que sean expulsados de la comunidad nacional. Según el especialista en
geopolítica mexicano Alfredo Jalife, dos terceras partes de los hispanos que no
hablan inglés en Estados Unidos viven en California, territorio robado a México.
Donald Trump pudiera verse tentado a
resolver el problema cultural y demográfico de Estados Unidos favoreciendo la
secesión de ese Estado, o sea el llamado «Calexit», expresión inspirada en el
ya célebre «Brexit». En ese caso, la Casa Blanca tendría que enfrentar los
problemas que plantearía la pérdida de la industria del espectáculo con sede en
Hollywood, de la industria del software asentada en Silicon Valley y, sobre todo,
perder la base militar de San Diego. La operación que la Casa Blanca y sus
enlaces han iniciado en Hollywood, al calor del caso Weinstein, parece indicar
que ese proceso ya está en marcha.
La secesión de California podría iniciar
un desmantelamiento étnico de Estados Unidos hasta reducir ese país al
territorio inicial de los 13 Estados que adoptaron la Constitución, incluyendo
la Bill of Rights. Esa es, en todo caso, la hipótesis formulada hace tiempo por
el especialista ruso en geopolítica Igor Panarin.
42 años de traición al pueblo saharaui
www.rebelion.org / 301117
El mes de noviembre marca para los pueblos
árabes un mes infausto. Un mes marcado de fechas trágicas, que nos obliga a
mirar la historia, aprender de ella y recordar como una obligación política y
moral.
Efectivamente, en el mes de noviembre del
año 1917 se estableció la Declaración Balfour que marcaría la complicidad de
occidente con la creación de un “hogar nacional judío” en tierras palestinas.
También en el mes de noviembre, pero del año 1947 la organización de las
naciones unidas sancionaría la Resolución N° 181 sobre la partición de
Palestina, que sentaría un precedente nefasto en orden a expoliar y fragmentar
el territorio palestino otorgando el 54% de sus tierras a colonos sionistas
afincados en palestina.
Una
marcha colonialista
Igualmente, el mes de noviembre pero en este
caso del año 1975 representa una fecha infausta para el pueblo saharaui, que
rememora su propia Nakba a manos de Marruecos tras la llamada Marcha Verde. Año
tras año desde el 6 de noviembre, desde 1975, al conmemorarse la denominada
Marcha Verde –que dio inició a la ocupación de Marruecos del territorio
saharaui– esta fecha me hace reiterar la afirmación y ampliar mis convicciones,
respecto a que al pueblo saharaui se le ha robado su territorio y su desarrollo
como nación, pero no su valentía y dignidad.
Marcha que marcó, igualmente, el inicio de
la guerra entre Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática –RASD– en
un conflicto armado que se prolongó 16 años. El día 6 de septiembre del año
1991 las fuerzas saharauis y de Marruecos cesaron el fuego que inundó esa zona
del Magreb. No se declaró el fin de las hostilidades entre las fuerzas del
Frente Polisario y Marruecos, sino que un simple armisticio. En dicha fecha el
pueblo saharaui, a través de su organización política y armada decidió asumir el
proceso de paz siempre y cuando la monarquía marroquí, respetara la decisión
del referéndum, que debía ser conducido e implementado por la Organización de
Naciones Unidas –ONU– a través de la Misión de las Naciones Unidas Para el
Referéndum en el Sahara Occidental –MINURSO– Los saharauis han cumplido, han
cedido, han esperado. Marruecos, España, Francia y la ONU han traicionado los
compromisos asumidos.
Una declaración de alto al fuego surgida
en un marco poco estable, que poco a poco comenzó a mostrar esa fragilidad,
consolidando el temor respecto a que el proceso de referéndum nació malherido,
sobre todo por las presiones de la Casa Real Marroquí que, avalada por sus
alianzas con España, Francia y Estados Unidos, desconoció el censo efectuado
por España el año 1974 y los requisitos necesarios para identificar los
votantes autorizados. Elemento crucial, pues de esa manera, Marruecos aumentó
artificialmente el número de votantes, sumando a miles de colonos traídos a los
territorios ocupados, modificando la naturaleza de dicho referéndum.
Situación que comienza a tener su
explosión bélica, con la entrada en territorio saharaui de la Marcha Verde.
Proceso político destinado a presionar a las Naciones Unidas, a España y
preparar el escenario de la invasión al Sáhara occidental. Iniciada a mediados
del mes de octubre del año 1975 y que cruza la frontera con el territorio
saharaui el día 6 de noviembre. Se marca así el inicio de la ocupación y
proceso colonizador de Marruecos del Sáhara occidental, consolidando la
conducta indigna de la potencia ocupante –España– que abandona el territorio,
traicionando los anhelos del pueblo saharaui e incumpliendo sus obligaciones
como potencia colonial desde el año 1885 en la zona, permitiendo la irrupción –por
felonía y acuerdos firmados a espaldas del pueblo saharaui– de las fuerzas de
Marruecos y Mauritania, impidiendo, de esa forma, la organización de un
referéndum por la independencia bajo el mandato de las Naciones Unidas.
La invasión del Sahara generó la
resistencia del pueblo saharaui, agrupado en torno al Frente Popular de
Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro –Frente Polisario– fundado el año
1973, que ha desafiado a Marruecos y su política de anexión del territorio
saharaui.
Mauritania en esta historia fue derrotado
contundentemente por las fuerzas saharauis y obligado a firmar la paz el año
1977, continuando la contienda entre las precarias, pero heroicas fuerzas del
Polisario contra el bien equipado ejército marroquí. Entre el año 1975 y 1991
se enfrentaron las fuerzas saharauis apoyadas por Argelia, principalmente,
contra el Reino Alauita de Marruecos, asistido éste por Occidente: Francia y
Estados Unidos al que se unieron en materia de apoyo financiero, tecnológico y
labores de inteligencia, tanto Arabia Saudita como Israel.
La Marcha Verde comenzó a la par de la
decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya quien hizo público un
dictamen, para responder la interrogante respecto a que si Sáhara occidental
era, al momento de la colonización por España un territorio sin dueño –¿Era el
Sáhara Terra Nullius?– y si la respuesta a la primera pregunta fuera negativa,
conocer entonces cuáles eran los vínculos jurídicos entre este territorio y el
Reino de Marruecos y la entidad mauritana. La CIJLH hizo público su dictamen,
ante las alegaciones marroquíes el 16 de octubre de 1975, estableciendo que no
existía vínculos de soberanía territorial entre el Sahara Occidental y el Reino
de Marruecos o el conjunto Mauritano, como lo afirmaba Rabat, quien alegaba que
era necesario respetar el derecho de la integridad territorial.
Los vínculos jurídicos establecidos en
dicha sentencia establecieron la falsedad de dicha afirmación, pues la Corte
declaró que no existían derechos que supusieran reponer una supuesta integridad
territorial inexistente. La tesis sostenida por Marruecos no tuvo éxito, pero
ello no impidió que este país, el mismo día de conocerse la opinión de la Corte
de La Haya, diera continuidad a la denominada Marcha Verde convocada por Hassan
II, y en la que se movilizó 350.000 personas, que se lanzaron a través del
desierto para reivindicar el territorio del Sahara, enmarcados en el color
verde que representa el color del Islam, queriendo de ese modo darle una
legitimidad histórica y religiosa a un acto de despojo, ocupación y violación
del derecho internacional. Unidos a esos civiles, 25 mil soldados entraron a
territorio saharaui violando desde entonces los derechos del pueblo saharaui.
La monarquía marroquí instituyó como
fiesta nacional el día 6 de noviembre de 1975, que celebra el despojo de la
patria saharaui y la violación del derecho internacional. Cada nueva
conmemoración de la Marcha Verde nos lleva a recordar un viejo aforismo que
sostiene “la historia no se repite, pero... cómo no recordar con este hecho
violatorio las numerosas transgresiones a la resolución número 242 de las
Naciones Unidas, que ordenaba a Israel retirarse de los territorios ocupados
luego de la Guerra de los Seis Días, en el año 1967 y en lugar de ello, hasta
el día de hoy dicho país sigue colonizando territorios que legítimamente
pertenecen al pueblo palestino.
Cada 6 de noviembre, nos recuerda la
analista Salka Embarek, la monarquía marroquí celebra el inicio de
la ocupación de la patria saharaui, acontecimiento que dio inicio al genocidio
de su población, la vulneración de todos su derechos y el robo de sus riquezas
“cuestión que año tras año vuelve a poner sobre la mesa la responsabilidad de
España, el abandono de la que fuera una más de sus provincias, junto a su
población, el inconcluso proceso de descolonización, las resoluciones de la ONU
a favor de los derechos del pueblo saharaui, la necesidad de hacer cumplir a
Marruecos con la legalidad internacional y la imposición de la justicia para el
pueblo saharaui como su derecho a ser soberano”.
La Marcha verde no sólo significó la
presencia como potencia ocupante de Marruecos en suelo saharaui sino el inicio
del destierro de su población. La población saharaui, que logró huir de la
invasión, por parte de las fuerzas militares marroquíes el año 1975, atravesó
cientos de kilómetros de calcinante desierto bajo el bombardeo de la aviación
de Marruecos que lanzaba napalm y fósforo blanco. Esa población que logró
sobrevivir a la sed, las inclemencias de la hamada, las enfermedades, terminó
estableciéndose en una zona del sur de Argelia denominada Tinduf. Una región
donde el vivir se dificulta en extremo. Allí donde las temperaturas alcanzan
los 50 grados, también se viven catastróficas inundaciones de un barro que
destruye todo, como fue en noviembre del 2015.
A pesar que nada parece sobrevivir en la
Hamada, los saharauis la han colmado de su esperanza, de su vida. El orgullo y
la dignidad de este pueblo tienen mucho que decirnos, en base a su convicción
política y el derecho a recuperar de pleno derecho su tierra. El vivir en una
serie de campamentos que reciben el nombre de sus provincias ocupadas: Dajla,
Aussert, Smara, El Aaiun, Boujdour y su capital administrativa Rabouni, la
organización del gobierno saharaui y la vocación pacífica, laboriosa y
esperanzadora de su pueblo destaca por la disciplina, el vigor y el orgullo de
ser saharaui. La sensación y luego la certeza que se tiene al visitar estos
territorios, es que existe y tenemos una deuda con esos hombres y mujeres, que
se palpa en cada Wilaya, en cada Daira, en cada Jaima, donde miles de seres
humanos sueñan con recuperar lo que les ha sido arrebatado a sangre y fuego.
A inicios del cuarto lustro del siglo XXI,
junto al valor de los pueblos de palestina, Siria, Bahrein, Yemen, entre otros,
agredidos por el apetito insaciable de la triada entre imperialismo, sionismo y
wahabismo. Cuando todo ello aún sigue presente, hay que resaltar al pueblo
saharaui. Un pueblo, que sufre una criminal ocupación, que ha cercenado su vida
como sociedad, con parte de su población sometida a la política colonial de la
monarquía marroquí y la otra parte de ella, situada en los campamentos de
Tinduf, en territorio argelino, viviendo en la dignidad con que sólo un pueblo
digno, a pesar de lo brutal del entorno, podría vivir.
El pueblo saharaui, con su respeto a las
leyes internacionales, ante su vocación de sociedad pacífica no ha recibido más
que bofetadas a su anhelo de autodeterminación. Un pueblo que ha recibido
engaños, traición, complicidad con el criminal y la conducta colonizadora y
criminal de la monarquía marroquí que tiene múltiples cuentas que rendir ante
la sociedad saharaui, el mundo y sus organismos internacionales.
Un pueblo saharaui, que más temprano que
tarde verá bañar sus sueños en las costas atlánticas y verá consolidar sus
objetivos de alcanzar la libertad. Un pueblo que desde el año 1975, abandonado
traicioneramente por España e invadido vilmente por Marruecos, comenzó su
propia y personal catástrofe colectiva. Los saharauis han vivido su propia
Nakba –su propia catástrofe– concepto con que definen los palestinos los
sucesos del año 1948 cuando debieron abandonar sus tierras en el marco de la
ocupación sionista de Palestina. Los saharauis viven una situación similar.
Así, después de 42 años, la Nakba saharaui
sigue siendo un continuo de la política colonizadora de la monarquía marroquí,
el robo permanente de las riquezas, de la tierra, del agua, de los yacimientos
de fosfatos de los caladeros atlánticos, de la segregación del pueblo saharaui
en los territorios ocupados y del impedimento de volver de aquellos que pueblan
los campamentos en Tinduf. Cada 14 de noviembre el pueblo saharaui recuerda su
Nakba, cada 14 de noviembre debe ser un golpe a nuestra conciencia, un re-corderis
(un volver a pasar por el corazón) respecto a que la autodeterminación y el
retorno son los objetivos prioritarios del pueblo saharaui. No hay otro camino,
no hay otra solución, incluso si ello implica retomar las armas y lanzarse al
asalto por concretar sus sueños de autodeterminación.
Parafraseando a Blaise Pascal, es posible
dar cuenta que la dignidad tiene razones que los inmorales desconocen y que el
recordar la lucha del pueblo saharaui permite entender que la dignidad de los
hombres y mujeres de esta parte del mundo, los eleva a la categoría más alta
del ser humano, aquella que habla de una sociedad digna, valiente, clara en sus
objetivos, paciente, astuta, valerosa, entusiasta y que a pesar de décadas de
despojo, abandono y represión, no flaquea en sus anhelo de una patria que vaya
desde Saguia El Hamra hasta el Río de Oro. Desde la Hamada Argelina hasta la
costa atlántica. Y eso, los indignos, los viles, los que lucran con los derechos
de los pueblos, los que envilecen la condición humana, no entenderán jamás, que
la dignidad tiene nombre de Sáhara.
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