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SOLEDAD en el Festival Patagonia 2016
Un recuerdo de SOLEDAD en su presentaciónr en el XXXVI Festival en la Patagonia realizado los dias 25-26-27 Agosto 2016 en la ciudad de Punta Arenas - CHILE
El mentiroso
www.rebelion.org / 071219
Mario Vargas Llosa una vez definió el
oficio del escritor como el de alguien que escribe mentiras que parecen
verdades. Tal es el empecinamiento con que el novelista ha cultivado esta
práctica que se le ha vuelto costumbre cada vez que se interna en la crónica o
el ensayo político. El más reciente ejemplo de esta malsana actitud lo ofrece
su nota “El fin de Evo Morales”, publicada en El País de Madrid el 1º de
Diciembre y en donde da rienda suelta a su odio visceral contra el depuesto
presidente boliviano [1].
Enumerar y refutar cada una de las
mentiras volcadas en ese artículo me obligaría a escribir otro libro, y la
verdad es que con uno ha sido suficiente. Es una figura cada vez más devaluada
porque sus silencios ante las masacres perpetradas por sus amigos Piñera y
Duque y, ahora, el brulote lanzado en contra de Evo Morales ha tenido la virtud
de mostrar que tras la máscara amable de un liberal “aggiornado” se encuentra
un energúmeno reaccionario, racista y ganado por el odio. Por eso seré breve en
la enumeración de sus mentiras.
Primera, cuando dice que “los
bolivianos se han librado de él no porque sea “indio” (que no lo es, nos dice)”
y, además tampoco “es el primer presidente indígena en la historia de Bolivia...
y que Bolivia ha tenido varios presidentes indígenas (algunos dictadores), como
Perú, México, Ecuador y Guatemala”. Dado que la antropología y en general las
ciencias sociales no son precisamente su fuerte, el escritor cree que cualquier
gobernante de tez morena es un indio, con lo cual la galería de presidentes
indígenas de Latinoamérica y el Caribe sería interminable. Pero lo cierto es
que hubo un solo caso anterior al de Evo: Benito Juárez, indígena zapoteca que
llegó a ser presidente de México. Pero nadie más. No sólo en ese país sino en
Meso y Sudamérica.
Por otra parte, sólo una mente ofuscada
por el odio amalgamado con una maligna conveniencia política puede negarle a
Evo su condición de indígena. Es que para un señorito de la decadente e
hipercolonizada aristocracia arequipeña un indio es un homínido que corre
semidesnudo por las sierras cazando conejos. Si habla, razona, persuade y se
convierte en un referente político nacional e internacional no puede ser un
indio, tiene que ser otra cosa. Según sus palabras: “un mestizo cultural como
lo somos buena parte de los latinoamericanos, en muy buena hora.” O sea, Vargas
Llosa y Evo Morales están milagrosamente hermanados gracias a la magia del
mestizaje cultural.
Segunda mentira, Evo fue
destituido por una enorme rebelión popular provocada “porque mediante amaños
múltiples se las arregló para permanecer 14 años en el poder, en contra de la
Constitución boliviana” y porque se “disponía, mediante un fraude grotesco… a
quedarse indefinidamente en el Gobierno.” Al referirse a los amaños múltiples
el peruano debe estar pensando en las elecciones que ganó Evo en el 2005 (con
el 53.7% de los votos); 2009 (64.2%); 2014 (61.3%) y la última en 2019 (47.08%)
en donde le sacó 10.57%de ventaja a Carlos Mesa, un probo hombre de la
democracia y la república que, antes de las elecciones, había declarado que no
reconocería otro resultado que no fuese el que lo consagrara como triunfador.
Evo obtuvo una proporción de votos menor a
lo habitual, pero aun así se impuso con holgura y por más de los diez puntos
que establece la Constitución Política del Estado Plurinacional para designar
al ganador en primera vuelta. Una diferencia de 0.17% fue suficiente para
catapultar a John F. Kennedy a la Casa Blanca. En cambio, los 0.57% de Evo
fueron sólo el preludio de un golpe de estado que venía siendo cuidadosamente
preparado a lo largo de los últimos años.
En cuanto a las supuestas intenciones del
líder boliviano de eternizarse en el poder es llamativo que Vargas Llosa jamás
haya manifestado la menor preocupación durante los catorce años de gobierno de
su amigo Felipe González; o los también catorce de Ángela Merkel para no hablar
de Helmut Kohl, quien tuvo que renunciar por un escándalo de corrupción después
de permanecer algo más de 16 años en el gobierno de Alemania; o por el
desaforado afán por “perpetuarse en el poder” del neoliberal Jaime Nebot que
permaneció 19 años en la intendencia de Guayaquil, dato despreciado por Vargas
Llosa más impaciente por hostilizar a Rafael Correa que por tomar nota de
nimiedades como las de Nebot. Claro que ninguno de estos es indígena y en
cambio son todos neoliberales. Lo que es virtud en algunos se convierte en
vicio en el caso de Evo. La inmoralidad y la chapucería de este doble rasero es
evidente y exime de mayores comentarios.
Volviendo al tema del supuesto fraude es
preciso reconocer que efectivamente hubo algunas irregularidades en la
transmisión rápida de los datos, pero éstas nunca alcanzaron una magnitud capaz
de volcar el resultado de la elección o hundir la diferencia que obtuvo Evo por
debajo del diez por ciento. En el Informe de 95 páginas de la OEA sobre las
elecciones bolivianas del 2019 la expresión “fraude” o “fraudulento” que con
tanta ligereza emplea el hechicero de la tribu (en seis ocasiones en su libelo)
no aparece ni una sola vez [2]. Sería bueno que, para conservar algo de la poca
credibilidad que le queda, don Mario se informe bien antes de escribir
tonterías. Ya antes del demorado Informe de la OEA el prestigioso Center for
Economic and Policy Research (CEPR) de Washington produjo un informe en donde
“no se encuentra evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten el
resultado oficial que le dio al presidente Evo Morales una victoria en primera
vuelta”.[3] El departamento de Ciencia Política de la Universidad de Michigan,
el más renombrado en el estudio del comportamiento electoral, publicó un largo
estudio en donde demuestra que Evo ganó en buena ley. [4] El profesor Walter R.
Mebane Jr., una autoridad en el análisis de los fraudes electorales, comprobó
la existencia de “irregularidades estadísticas que podrían indicar fraude sólo
en 274 de las 34.551 mesas de votación y que (esto) no se diferencia mucho de
patrones vistos en otros comicios en Honduras, Turquía, Rusia, Austria y
Wisconsin. Incluso si se excluyen los votos fraudulentos, el MAS tiene una
ventaja superior al diez por ciento”, sentenció al final de su extenso trabajo.
Tercera mentira: decir que “Bolivia
está en calma”. Los 23 muertos son una macabra refutación de sus dichos. Por
empezar ya suman 31. Las hordas fascistas incitadas y protegidas por los
compinches de Vargas Llosa –los Mesa, Camacho, Ortiz, Murillo, Añez y otros de
esa ralea, a los que se unieron los militares y policías corruptos- asolaron y
aterrorizaron las principales ciudades del país; incendiaron y saquearon
hogares de ministros, funcionarios y parlamentarios del MAS y tomaron de
rehenes a sus parientes (en algunos casos adolescentes o ancianos) que bajo
amenaza de muerte, suplicaban a sus mayores que renunciasen a sus cargos o
traicionaran al líder depuesto; apresaron y apalearon a periodistas y dando
muestras de su coraje y espíritu democrático humillaron a las “señoras de pollera”.
Esta valiente turba de exaltados
“vargasllosistas” –¿serán estos a los que alude en La Llamada de la Tribu?-
descargó su odio sobre Patricia Arce, la alcaldesa de Vinto, una pequeña ciudad
del departamento de Cochabamba. La pobre mujer fue arrastrada por las calles
descalza, le cortaron su pelo a tijeretazos y cuchillazos, la embadurnaron con
pintura roja, le destrozaron su ropa y la exhibieron por horas postrada en el
suelo como se hacía en los tiempos de la colonia con los indígenas rebeldes o insumisos.
O como hasta hace poco hacían los criminales del Estado Islámico en Oriente
Medio, fotografiando y filmando a las víctimas de sus ejecuciones. La infame
policía que se amotinó contra Evo se limitó a observar, inmutable, toda esa
barbarie. Demoró cuatro horas en aparecer en escena y “restaurar el orden”, o
la supuesta “calma” de la que habla el novelista.
Estos rufianes son los protagonistas de la
recuperación democrática de Bolivia que con sus venenosas palabras enaltece
Vargas Llosa desde Madrid mientras recibe un guiño aprobatorio de la derecha
mundial. Una “calma” obtenida luego de que la policía y las fuerzas armadas
garantizaran “zonas liberadas” para que las pandillas de la restauración
neoliberal creasen el caos requerido para que los jefes policiales y militares
le comunicasen a Evo que debía renunciar. Fuerzas de represión cobardes y
corruptas cuyos jefes no tardaron sino un par de días en huir con las generosas
pagas desembolsadas por “la embajada” buscando refugio, como tantos otros maleantes
(Gonzalo Sánchez de Lozada, responsable junto a Carlos Mesa de la masacre de al
menos 70 personas en la guerra del gas en octubre de 2003) en Estados Unidos.
Huyeron después de destruir la economía
más próspera de Latinoamérica en los últimos diez años, de asesinar a 31
bolivianos, dejar centenares de heridos, decenas de desaparecidos muchos de
ellos secuestrados ante los ojos de sus familiares, de haber encarcelado a más
de mil personas, de haber gaseado a procesiones de dolientes que iban a enterrar
a sus muertos, de haber reprimido con saña a gentes que salieron a defender una
institucionalidad pisoteada por una derecha que jamás creyó, ni creerá, en la
democracia. Que, para ese sector social, producto de la descomposición del
orden colonial, aquélla sólo es admisible siempre y cuando sus privilegios e
intereses se encuentren salvaguardados y el incondicional sometimiento de
Bolivia a las directivas del imperio no sean puestas en cuestión.
Tres mentiras graves de un mentiroso incorregible.
Un escritor desgraciadamente ganado por la furia y el fanatismo propio de los
conversos. En este caso su desgraciado periplo desde el marxismo sartreano al
liberalismo que justifica y exalta a la sociedad más injusta de la historia de
la humanidad y en la que el 1 por ciento de la población mundial detenta más
riqueza que el 99 por ciento restante.
Cólera del converso que se potencia con el
resentimiento elitista que le produjo la bochornosa derrota sufrida a manos de
un desconocido, el “chinito” Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales
peruanas de 1990. En el balotaje de esa elección el novelista apenas si obtuvo
el 37 por ciento de los votos de la ciudadanía. O sea, fue repudiado por dos de
cada tres peruanos, una afrenta de la que no se recobrará jamás y que
alimentará el fuego eterno de su odio a todo lo que huela a plebeyo. No pudo
ser presidente del Perú como su arrollador egocentrismo lo llevó a anhelar
durante tanto tiempo, mientras que Evo, el humilde indígena Aymara, sí lo fue.
Y para colmo, para ahondar su herida
narcisista, éste fue el mejor presidente de la historia de Bolivia y Vargas
Llosa quedó para siempre convertido en un animador cultural de las tertulias de
los ricachones de España y de los cortesanos del rey Juan Carlos, que premió
sus servicios ungiéndolo como marqués. Devenido también en un embaucador
profesional al servicio del imperio, encargado de apelar al hechizo de sus
palabras para ofuscar, deformar y adormecer las conciencias de las víctimas del
imperialismo. De ahí el odio que enceguece su inteligencia y que lo lleva a
escribir piezas tan vergonzosas como las que estamos comentando y de las cuáles
debería retractarse lo antes posible para rescatar parte de la honorabilidad
perdida a causa de sus escritos políticos.
Releo estas notas y me vienen a la memoria
unas lóbregas palabras de otro converso, aunque no tan reaccionario como Vargas
Llosa. En su novela distópica 1984, George Orwell hace decir a O’Brien, uno de
sus malignos protagonistas, que “las viejas civilizaciones afirmaban que se
basaban en el amor o en la justicia. La nuestra se basa en el odio. En nuestro
mundo no habrá otras emociones que no sean el miedo, la ira, el triunfo y la
humillación. Destruiremos todo lo demás, absolutamente todo” [5]. Eso es lo que
el capitalismo está haciendo en nuestro tiempo; es lo que acaba de hacer en
Bolivia, contando con la complacencia, o complicidad, de intelectuales como
Mario Vargas Llosa. La humanidad deberá reaccionar antes de que sea demasiado
tarde.
Notas:
[1]
La nota puede leerse en https://elpais.com/elpais/2019/11/28/opinion/1574952319_840849.html?prod=REGCRART&o=cerrado#
[2] El
Informe puede consultarse en http://www.oas.org/es/sap/deco/Informe-Bolivia-2019/0.1%20Informe%20Final%20-%20Analisis%20de%20Integridad%20Electoral%20Bolivia%202019%20(OSG).pdf
[4] “Evidence Against
Fraudulent Votes Being Decisive in the Bolivia 2019 Election”, disponible
en http://www-personal.umich.edu/~wmebane/Bolivia2019.pdf
[5] 1984,
edición electrónica disponible en: www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad
ARCIS, p. 217.
Sodano: el hombre de Pinochet en el Vaticano
Juan José Tamayo
www.religiondigital.org / 21.12.2019
El cardenal Ángelo Sodano, de 92 años, acaba
de cesar como decano del Cuerpo Cardenalicio, cargo que ha ocupado durante tres
lustros. ¡Ya era hora! Antes había sido nuncio apostólico del Papa en Chile,
durante la dictadura de Pinochet, que legitimó.
Posteriormente fue secretario de Estado
durante buena parte del pontificado de Juan Pablo II, encubriendo –y
legitimando con su pasividad- los numerosos casos de cardenales, arzobispos,
obispos, sacerdotes y religiosos pederastas en las iglesias de todo el mundo,
así como las agresiones sexuales de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios
de Cristo durante décadas.
Hace veinte años, en marzo de 1999 escribí
en EL PAÍS un artículo titulado “Los hombres de Pinochet en el Vaticano”, entre
los que citaba en primer lugar al cardenal Sodano. Tras conocer la noticia de
su cese, me ha parecido muy oportuno recuperar dicho artículo que permitirá
entender mejor los fenómenos de la involución, el neoconservadurismo, el
integrismo y la corrupción, instalados en los pontificados de Juan Pablo II y
de Benedicto XVI, de los que el cardenal Sodano fue su principal valedor
institucional y su más eficaz brazo ejecutor.
Los
hombres de Pinochet en el Vaticano
Desde su toma de poder en Chile, tras el
golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, el general Pinochet
buscó denodadamente el apoyo del Vaticano a su dictadura militar alegando como
credenciales su fe católica y su cruzada contra el marxismo, llevada a cabo en
plena sintonía con Juan Pablo II, antimarxista como él.
Mientras el arzobispo de Santiago de
Chile, cardenal Silva Enríquez, denunciaba los atentados de Pinochet contra los
derechos humanos -incluido el derecho a la vida- a través de la Vicaría de
Solidaridad, el Vaticano legitimaba las actuaciones del dictador, sobre todo a
través de la nunciatura.
Tras los resultados adversos del
plebiscito de octubre de 1988, que le obligaron a abandonar el poder, Pinochet
redobló sus esfuerzos por asegurarse el aval del Vaticano, confiando en que
saliera en su defensa en caso de que fuera procesado. Y la larga sombra del
general se extendió hasta la curia romana, donde hoy ocupan puestos de
responsabilidad de primera línea personalidades eclesiásticas afines a él.
Hay que citar, en primer lugar, al
cardenal piamontés Angello Sodano, nuncio en Chile durante la dictadura de
Pinochet, con quien mantenía estrechas relaciones de amistad, fundadas en la
sintonía política. Él fue quien preparó la visita de Juan Pablo II a Chile en
1987 y cada uno de los gestos de legitimación del pontífice hacia el dictador.
Sodano sustituyó al cardenal Casaroli al frente de la secretaría de Estado del
Vaticano, puesto que ocupa actualmente. Aunque en la jerarquía vaticana ocupa
el número dos, en la práctica actúa como número uno. Con motivo de la
celebración de las bodas de oro de Pinochet, dirigió al matrimonio una carta
personal de felicitación llena de elogios.
Tras entrevistarse con el viceministro
chileno de Asuntos Exteriores en Castelgandolfo, en noviembre de 1998, Sodano
dirigió una carta al gobierno británico pidiendo clemencia para su amigo el
general Pinochet apelando razones humanitarias, a la reconciliación entre los
chilenos y, en definitiva, a la soberanía del Estado de Chile.
Al frente de la Congregación romana para
el Culto Divino y los Sacramentos se encuentra otro admirador de Pinochet: el
cardenal chileno Jorge Medina, que fue arzobispo de Valparaíso (Chile), donde
nació Salvador Allende. Es un enemigo acérrimo y declarado de la teología de la
liberación, a la que ha perseguido con especial dureza. No ha tenido reparos en
confesar públicamente que el Vaticano estaba trabajando para evitar el
procesamiento del general Pinochet y para su pronto retorno a Chile. Buena
prueba de su nulo respeto por la democracia y de su legitimación religiosa -al
menos indirecta- de la dictadura es su testimonio del 3 de agosto de 1990:
"La democracia no significa automáticamente que Dios quiera que sea puesta
en práctica". Desde su actual responsabilidad al frente de la Congregación
para los Sacramentos puede ejercer una función muy peligrosa: poner el rico
mundo de los símbolos cristianos al servicio de causas contrarias a la
libertad.
Otro hombre fuerte en el Vaticano es el
cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, secretario y presidente,
sucesivamente, de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) en las
décadas setenta y ochenta, enemigo encarnizado, como Medina, de la teología de
la liberación y perseguidor de sus principales cultivadores. Permítaseme una
referencia personal al respecto. Siendo López Trujillo arzobispo de Medellín,
llegó a prohibir la difusión y venta de mi libro Para comprender la teología de la liberación en todas las librerías
católicas de la archidiócesis. Su presidencia del CELAM, que coincidió con el
avance de las dictaduras militares en América Latina, no se caracterizó
precisamente por la denuncia profética contra ellas. Durante los periodos
especialmente conflictivos se mostró cercano a la CIA en su empeño por acallar
las reivindicaciones populares y el espíritu revolucionario de los movimientos
de la liberación. Actualmente preside en el Vaticano el Consejo Pontificio para
la Familia, que se caracteriza por una concepción anticonciliar en materias
como la anticoncepción y la paternidad-maternidad responsables.
En este quién es quién del Vaticano no
conviene perder de vista a otro personaje clave en la legitimación religiosa de
las dictaduras: el cardenal italiano Pio Laghi, comprometido hasta el cuello
con la dictadura militar argentina cuando estaba al frente de la nunciatura
apostólica en Buenos Aires. Ni él ni la mayoría de los obispos argentinos
levantaron la voz en defensa de las personas asesinadas y desaparecidas, ni
denunciaron los horrendos crímenes contra los niños, a quienes se les arrancaba
materialmente de sus padres. La Iglesia argentina colaboró activamente en la
represión a través de los capellanes castrenses. Mientras tanto, era asesinado
un obispo defensor de los derechos humanos, monseñor Angelelli, sin que sus
hermanos en el episcopado expresaran su condena ante las autoridades.
Las Madres de la Plaza de Mayo han
denunciado al cardenal Laghi ante la justicia italiana como cómplice de la
dictadura militar. Pero la denuncia no puede prosperar porque dicho cardenal es
actualmente presidente de la Sagrada Congregación para la Educación Católica y
goza de inmunidad en aplicación de los Acuerdos de Letrán. En España ha sido
monseñor Asenjo, secretario general de la Conferencia Episcopal, quien se ha
sumado al sentir de sus jefes del Vaticano, aseverando, contra toda lógica, que
el procesamiento de Pinochet dificultaría la reconciliación entre los chilenos.
No es de extrañar que estas declaraciones le ayuden a subir un peldaño más en
la escalera del poder eclesiástico.
Es posible que estos consejeros áulicos
hayan convencido al Papa de que Pinochet es un cristiano ejemplar; su familia,
modelo de "familia sagrada"; su cruzada contra el comunismo, un acto
de servicio a la Iglesia católica, y su golpe de Estado, una acción querida por
Dios para restablecer el "orden social cristiano" alterado por el
marxista Salvador Allende. O acaso, ni siquiera ha sido necesario convencerle
de los méritos del dictador, porque el Papa era buen conocedor de ellos, como
demostró durante su visita a Chile a través de gestos inequívocos de aprecio
por el general golpista. Uno fue darle personalmente la comunión como expresión
de reconocimiento de su plena eclesialidad. Otro, salir al balcón del palacio
de la Moneda acompañado del
general para saludar a una gran muchedumbre de personas que mezclaban los
"vivas" al Papa con los gritos de aclamación al dictador.
La estrategia seguida por el Vaticano en
el caso de Pinochet me parece ética y evangélicamente injustificable. Primero
se convierte a un verdugo en víctima. Con esa artera operación, las víctimas
vuelven a ser sacrificadas de nuevo en la memoria del pueblo. El segundo, se
defiende la inmunidad apelando a que en el tiempo de los crímenes ocupaba la
alta jefatura del Estado. Con ello se legitiman sus más horrendos atentados
contra la humanidad. Tercero, se pide clemencia por motivos humanitarios,
olvidando el comportamiento inhumano del dictador para con su pueblo. Al final,
el verdugo queda libre sin ni siquiera ser sometido a juicio y se enseñorea
sobre sus víctimas. Y todo con la ayuda divina, bajo la mediación del Vaticano.
En definitiva, una dictadura apoya y
legitima a otra dictadura. Y eso, en el caso de la Iglesia católica, me parece
antidemocrático y antievangélico, antihumano y antidivino.
Carta abierta de Maquiavelo a los gobernantes de Nicaragua
www.confidencial.com.ni / 211219
Magníficos señores:
Con mal disimulada satisfacción he
comprobado una y otra vez que sus ilustrísimas han puesto en práctica algunos
de mis más caros preceptos. Aquello de “que a los hombres se les ha de mimar o
de aplastar”, lo han venido aplicando desde hace más de una década, tendiendo
una mano dadivosa hacia los adeptos y golpeando con puño de hierro a los
adversarios. Como toda máxima, su pertinencia no es universal, sino según las
gentes y la fortuna, esa elusiva dama tan avara en sonrisas.
Con el revés que les ha dado desde hace
dos abriles, las dádivas vienen menguando y el número de opositores sigue creciendo,
en igual o mayor proporción, como manda la ley sin excepciones que gobierna en
el populismo, de donde infiero que cada día habrá más y más adversarios que
enfrentar porque, como también dejé escrito en El Príncipe, “son enemigos tuyos
todos aquellos a quienes has lesionado al ocupar aquel principado, mientras no
puedes conservar como amigos a aquellos que te introdujeron en él por no
poderles dar satisfacción en la medida que se habían imaginado”. Grave
coyuntura es esta, considerando que entre los nicaragüenses la imaginación que
ama los regalos vuela como águila, mientras los caudales reptan, se tornan
enjutos y se concentran en pocas manos.
Puestos a navegar en tan adversa tesitura,
presumo que también aplicaron aquello que dijo un príncipe famoso y yo consigné
en mi Historia de Florencia: “Nos conviene por tanto, según mi parecer, si
queremos que se nos perdonen los anteriores desmanes, cometer otros nuevos,
redoblando los daños y multiplicando los incendios y los saqueos, y apañándonos
para tener muchos más cómplices, porque, cuando son muchos los que pecan, a
nadie se castiga; y a las faltas pequeñas se les impone una sanción, mientras
que a las grandes y graves se les da premios.”
Han obrado con impecable astucia al
involucrar a jueces, magistrados, comisionados, reclutas, políticos y una lista
inmensa en tipos de toda catadura y las ocupaciones más diversas. Estimo que al
emperador le será de todo punto imposible investigarlos y castigarlos a todos,
de modo que siempre dispondrán de relevos frescos y de aún no cuestionada
honorabilidad que puedan asumir las tareas para las que los sancionados
quedaron inhabilitados. Pienso que, sin embargo, deberían tener cuidado porque
los sustitutos irán descendiendo en nivel de confianza. Por eso surgen embajadores
que adoptan la nacionalidad de los países enemigos, íntimos que usan los medios
modernos para filtrar conciliábulos secretos y tránsfugas que revelan las
órdenes comprometedoras, evidenciando una cohesión erosionada.
Eso de que a nadie se castiga, habrán
visto que no se cumple. La lista de quienes enfrentan puniciones va creciendo y
así también lo hace el número de principados y reinos que les declaran la
guerra, aunque lo hagan de la forma suave y envuelta en pañales que ahora se
estila y no es de mi gusto. Noten que sus embajadores reciben un tratamiento de
apestados y leprosos, que no los convidan a banquetes y que, por consiguiente,
los nuevos desmanes que acumularon sobre los viejos han surtido el efecto
contrario al supuesto por aquel político florentino.
En el manejo de los asuntos de Estado no
conviene echar mano de mis enseñanzas sin ton ni son. Se precisa saber cómo,
cuándo, cuánto y con quiénes. Si su mal uso ha hecho estragos en los asuntos de
Nicaragua -república devenida en monarquía-, mayores consecuencias tiene el
abandono de otras máximas, cuya perezosa aplicación o completo olvido han hecho
que los yerros de sus señorías abulten más que sus aciertos. Olvidaron acaso
que “en los Estados hereditarios y acostumbrados al linaje de su príncipe, la
dificultad de conservarlos es bastante menor que en el caso de los nuevos”.
El intento de instituir un poder dinástico
fue fatal, no solo porque no se ven nacer nuevas monarquías en occidente, sino
también porque no se puede confiar en los vástagos. Incluso un hijo tan
talentoso como César Borgia no pudo alcanzar la cuota de poder de su padre, por
más que éste le sostuvo y alentó su carrera con nombramientos episcopales y
regalándole el capelo cardenalicio casi en su adolescencia. Las dinastías
sostenidas por las armas son opresivas. No olviden que “a quien está
acostumbrado a vivir libre, toda cadena le pesa y todo lazo lo oprime.” Los
nicaragüenses ya probaron las mieles de la libertad. No querrán ponerse otra
vez los grilletes de buen grado, por lo que habría que forzarlos. A este
respecto les recuerdo otro de mis apotegmas: “el único dominio duradero es el
que es aceptado.”
Y si se ha de usar la fuerza, debe hacerse
con mesura y conforme a ciertas reglas. Cuando andaba por este mundo, mi mayor
proyecto fue dotar a la república de Florencia de un ejército profesional.
Urgía eliminar la dependencia de los ejércitos mercenarios, conducidos por
venales y volubles capitales. Veo con alarma que ustedes, no pudiendo generar
lealtades entre policías y militares, las han comprado, y a un precio muy alto.
Comenzaron su gobierno con un ejército patriota y profesional, que poco a poco
fueron convirtiendo en una pandilla de condotieros, dispuestos a venderse al
mandamás de turno y quizás a poderes externos, como me temo que veremos en el
futuro. Si un día la fortuna les vuelve la espalda de una vez por todas, no
pongan sus esperanzas en lo que comisionados y generales les adeudan. Sobre
todo, entre villanos, la ingratitud está a la orden del día. Auguro que esos
hombres de armas serán los primeros en correr a delatarlos y eludir sus
responsabilidades aduciendo que no hacían más que obedecer órdenes con las que
estaban en acentuado desacuerdo. Noten que el emperador no los ha tocado ni con
el pétalo de una flor y que los grandes acaudalados y políticos, los
siguen cortejando.
La orden primigenia de la que todo este
caos emanó, la orden de “ir con todo”,
fue apresurada, pues “si la tardanza en obrar te hace perder la buena ocasión,
la precipitación te priva de la fuerza”, y esa arremetida careció de fuerza y
eficacia, fue el origen de los reveses de la fortuna y solo se explica como un
episodio más de las desmesuras del poder, típicas de los hombres, “que cuanto
más poder tienen, peor lo emplean y más insolentes se hacen.” Típicas de los
hombres y las mujeres, parece que hay que decir ahora, conforme a la nueva
usanza y con mucha pertinencia empleo esa fórmula para el caso que nos ocupa.
Les digo más: esta guerra que están
librando estaba perdida desde antes de empezar, porque sus mercenarios se
enfrentan a hombres y mujeres desarmados, y no hay coraje, honor ni gloria en
atacar con las armas a quienes los han enfrentado con palabras, como las
doncellas que ahora danzan y cantan en calles y plazas, o las que cumplieron
con la obligación cristiana de dar de beber a los sedientos. Semejante
disonancia solo prueba que han agotado los argumentos y la creatividad.
Ahora quiero recordarles otro de mis
hallazgos, aquello de que “comienzan las guerras cuando uno quiere, pero no
acaban cuando se quiere.” A punta de represión y prohibiciones no van a detener
la ofensiva de los desarmados. Deberían colocar en la picota las cabezas de
quienes les aconsejan dar soluciones militares a problemas políticos. No me
cabe la menor duda de que quieren la perdición de sus señorías sin remisión y
en el menor plazo posible.
Al respecto se me viene a la memoria lo
que dijo otro político florentino: “Si tuviéramos que decidir ahora sobre si
era o no era conveniente empuñar las armas, incendiar y saquear las casas de
nuestros conciudadanos, y despojar las iglesias, yo sería uno de los que
estimaría que había que pensarlo bien y que y quizás hasta aprobaría que se
prefiriera una tranquila pobreza a una peligrosa ganancia.” Sabias palabras,
pero pronunciadas a destiempo. Les deseo que no les ocurra lo mismo.
Si sus ilustrísimas siguen con sus
demasías, podrían ganar a dos o tres años más, a lo sumo ocho o nueve, si la
fortuna les es propicia, siempre gobernando en medio de una zozobra
desgastante. Pero tienen que pensar en que sus hijos y nietos tienen mucho más
que una década por delante, y que los mismos condotieros que hoy los sostienen,
no tendrán piedad en desplumarlos mañana. No conozco una sola excepción en la
historia de la humanidad a esta regla. No la encontré en la de los antiguos que
tanto estudié, no la vi en los eventos que protagonicé y tampoco en los que
vinieron después y observé desde ultratumba, sorprendido por lo repetitivos que
son los asuntos humanos, los principios que los rigen y los errores de los
poderosos. Hesíodo escribió que “La mitad es más que el todo” a propósito de
una herencia que disputó y que él conservó mejor que su hermano por ceñirse a
ese principio. No vayan ustedes a perder esa mitad que tienen asegurada por
empeñarse en retener ese todo que las sanciones les van arrebatando.
Termino repitiendo lo que en otro sitio
consigné como sabio consejo: “No queráis, cegados por un poco de ambición,
colocaros en una situación en la que, no pudiendo manteneros ni subir más alto,
os veáis precisados a caer con gran daño vuestro y nuestro.”
No sacudiré el polvo de los pies
Juan Quinto
Regazzoni
www.amerindiaenlared.org / 131219
El poder conocer y
compartir con el padre jesuita Bartomeu Meliá, el gran antropólogo y lingüista
de la cultura guaraní, fue para mí una dicha que superó la ya grande
apreciación y estima que tuve al leer sus numerosos libros y artículos. Este
venerable patriarca que no se envaneció de los numerosos reconocimientos
recibidos, había nacido en 1932 en Mallorca. A los 22 años se radicó en Paraguay,
donde inició sus estudios de la lengua y de la cultura guaraní.
En 1969, obtuvo un doctorado en la Universidad de Estrasburgo, con una tesis titulada: “La creación de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaraníes en el Paraguay”. Fue profesor universitario de etnología y de cultura guaraní, fue presidente del Centro de Estudios Antropológicos y Director de las revistas Suplemento Antropológico y de Estudios Paraguayos.
En 1969, obtuvo un doctorado en la Universidad de Estrasburgo, con una tesis titulada: “La creación de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaraníes en el Paraguay”. Fue profesor universitario de etnología y de cultura guaraní, fue presidente del Centro de Estudios Antropológicos y Director de las revistas Suplemento Antropológico y de Estudios Paraguayos.
Su labor entre los
indígenas no era una simple ocupación profesional, era parte de su corazón, era
y fue siempre toda su vida. Por eso, cuando en 1976 sufrió el exilio durante la
dictadura stronista, por haber denunciado la sistemática masacre de los Ache-guayaki,
retomó su entrega con los indígenas de Mato Groso en Brasil. Al salir del país
“no sacudió el polvo de su sandalia”, porque estaba decidido a no dejar su
causa. En un poema escribió:
“No sacudí el polvo de los pies,.
no sacudiré ni un solo átomo de ese polvo,
cuando salga de esa ciudad, de ese mi pueblo.
Sacudir de mi entraña no podría, aunque quisiera,
tanto camino andado, tanto suelo consagrado por la danza y el canto.
De la tierra, expulsado, perdí la tierra de mis pies,
pero me llevo ese poco de polvo atesorado.
no sacudiré ni un solo átomo de ese polvo,
cuando salga de esa ciudad, de ese mi pueblo.
Sacudir de mi entraña no podría, aunque quisiera,
tanto camino andado, tanto suelo consagrado por la danza y el canto.
De la tierra, expulsado, perdí la tierra de mis pies,
pero me llevo ese poco de polvo atesorado.
Su sabiduría se ha
condensado en varias decenas de obras, pero sobre todo su cercanía a los
pueblos originarios del Cono sur, lo habían enriquecido de todas aquellas
virtudes que él había descubierto en su “teko”
(el “estilo de vida” de los guaraníes). Fue un “Verdadero Señor Padre” (Karai Ru
ete) que, con firmeza y paciencia, en sus escritos y en sus palabras, insistía
en el rescate de esta rica cultura con profundos anhelos espirituales, Desde
hace años venía insistiendo sobre este aspecto que hoy apreciamos como un
avance fundamental en lo que llamamos diálogo intercultural.
Decía Meliá: “El
modo de ser de los guaraníes, que ellos llaman ñande reko, es sobre todo ‘un modo de ser religioso’: ñande reko marangatu. Esto quiere decir
que la experiencia religiosa no sólo constituye para ellos un aspecto
fundamental de su cultura, sino una forma esencial de su identidad y de la
conciencia de su destino. En otros términos, los guaraní de hoy no pueden ser
entendidos, ni ellos mismos se entienden, si se prescinde de su experiencia
religiosa”. (Meliá, 1991,9). Con esta afirmación el antropólogo se trasformaba
en humilde misionero, no para imponer su doctrina o su cultura, sino para
escuchar y valorar su sabiduría y reconocer esas “semillas de Verbo”, presentes
en los pueblos originarios, demasiadas veces ignoradas o hasta despreciadas.
El pa’i Tomeu anticipó proféticamente la
conversión que el reciente Sínodo de Amazonía nos pide a todos: la conversión
integral a ese Buen Vivir (el Teko porã
de los guaraníes). Esa vida en abundancia, proclamada en las Bienaventuranzas
de Jesús se puede concretar en un estilo de vida nueva. “Se trata –dice el
Sínodo al n.9- de vivir en armonía
consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo,
ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes
ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos. …El ‘buen
vivir’ es comprender la centralidad del carácter relacional trascendente de los
seres humanos y de la creación, y supone un ‘buen hacer’”
Falleció en la madrugada
del 6-12-2019; un mes antes había sufrido una caída que terminó con una
fractura de cadera. Pocos días antes había recibido una distinción de la Cámara
de Senadores por “su invalorable aporte a la sociedad paraguaya y
latinoamericana, a la defensa de los derechos lingüísticos y culturales, a la
democracia, a la justicia y a la promoción del pensamiento crítico”.
Se fue “sin
sacudir el polvo de sus pies” porque sique caminando (ese oguata típico del teko
guaraní) hasta que nos encontremos con nuestro “polvo atesorado” en la gran
casa del Padre Dios.
La agonía de las estadísticas sociales y la crisis de la modernidad
En Panamá encuentra expresión uno de los síntomas más claros de la
crisis de la modernidad o de la cultura moderna: la agonía de las estadísticas
sociales. Las estadísticas sociales panameñas parecen heridas de muerte y son
víctimas de un ataque sistemático de gobiernos al servicio de dos amos: una oligarquía
financiera saqueadora de los bienes públicos y un capitalismo neoliberal
decadente impuesto desde el exterior, por el Fondo Monetario Internacional y
otros monstruos semejantes.
Hace muchos años que las estadísticas sociales son deformadas
amputándoles su veracidad y honestidad para complacencia de políticos de turno
y de organismos internacionales. A veces el ataque es solapado y sutil, como
cuando se cambian los criterios metodológicos para dar la apariencia de que la
vida de la ciudadanía mejora sin cesar y que la pobreza disminuye por doquier
para felicidad de todos. Otras veces se actúa de manera burda, como cuando, al
final del gobierno de Martín Torrijos, se negaron a publicar los resultados de
una encuesta sobre trabajo infantil para no causar mala impresión política en
momento electoral.
Pero el colmo de lo inaudito es que los Censos Nacionales de
Población y Vivienda, que se realizan cada 10 años, y que eran un instrumento
bastante seguro y veraz para la orientación de las políticas públicas, están a
punto de no realizarse en la fecha estipulada desde hace casi un siglo.
¿Incapacidad? Pero si el contralor a cargo en los últimos 5 años,
y responsable en última instancia de este desastre, es uno de los empresarios
más “exitosos” del país, hace parte de la junta directiva del principal grupo
financiero, el Banco General, y es miembro de una de las familias más
prominentes de la oligarquía panameña, el señor Federico Humbert Arias.
Al menos en sus negocios familiares, el señor Humbert Arias, se
muestra muy capaz, pero con la “cosa pública” no lo ha demostrado, porque
también se le puede endilgar corresponsabilidad en algunos escándalos como el
manejo de las partidas especiales de la Asamblea Nacional. Tal vez esta actitud
se comprenda a la luz de la historia de la aristocracia panameña que ha
alimentado su riqueza de los pechos no muy abundantes del estado.
El caso es que malos manejos y disputas judiciales por una
licitación de una empresa contratada para la realización de un aspecto del
censo está a punto de impedir que éste se realice en la fecha prevista del mes
de mayo. Ahora resulta que no solo las carreteras, la construcción de
hospitales, el suministro de medicinas, o la reparación de las escuelas
dependen de empresas privadas, gracias a los criterios neoliberales de
privatizar y saquear para beneficio de unos pocos el erario público.
No hace mucho, los que pertenecemos a las generaciones que
preceden a los “milenials” pueden recordarlo, las estadísticas sociales, censos
y encuestas, eran efectuadas por funcionarios públicos, al igual que había
cuadrillas de funcionarios para reparar calles, hospitales y escuelas. Y se
hacía con calidad la tarea. Pero todo eso se lo ha llevado la crisis crónica
capitalista iniciada en los años 70y 80, junto con su derivado: el
neoliberalismo.
La situación es todavía más grave si se toma en cuenta el fracaso
del censo anterior, del año 2010, el cual sufrió un ataque semejante por el
gobierno más empresarial y corrupto de la historia panameña, presidido por Ricardo
Martinelli. La imposición de una contralora cuyo principal mérito era haber
trabajado como auditora del grupo Ricamar, cuyo dueño era el propio presidente,
lo que puso en duda su capacidad de controlar a su exjefe. La renuncia de
algunos tecnócratas, los movimientos de personal y la incapacidad
administrativa, llevaron a resultados desastrosos del censo y tener que hacer
una encuesta posterior para cuadrar y verificar algunas cifras.
El problema de la eficacia de los censos y la certeza de las
estadísticas sociales es de una importancia cardinal para la sociedad. El mundo
moderno, el estado contemporáneo, la democracia burguesa y el sistema
capitalista han crecido y se han sostenido, entre otras cosas, sobre
estadísticas de todo tipo, que son las que fundamentan la toma de decisiones
racionales. Las estadísticas y los registros son el alma de epistemología
positivista que ha sido la cabeza del funcionamiento de todo el sistema.
Por supuesto que esos “datos” recabados por las estadísticas
sociales y económicas han estado y están al servicio de un modo de producción
basado en la explotación del trabajo asalariado, de la pauperización de la
mayor parte de la humanidad, del saqueo de los recursos naturales y el expolio
de la naturaleza.
Que tenemos que aplicar la crítica racional de clase a las
estadísticas y al uso que le dan los gobiernos y el sistema capitalista, no
demerita que la propia crítica necesita de estadísticas veraces para tener un
fundamento racional y científico.
Los primeros estudios críticos del sistema capitalista, como “La
situación de la clase obrera en Inglaterra”, de Federico Engels, o “El Capital”
de Carlos Marx, no hubieran podido sustentarse sin las rigurosas estadísticas
inglesas. En eso consiste la diferencia entre “socialismo utópico” y
“socialismo científico”, en que el análisis no depende de razonamientos
arbitrarios y voluntaristas, sino en el análisis objetivo de la realidad, una
de cuyas fuentes son las estadísticas sociales.
Contrario a lo que pretenden los mentecatos postmodernos de todos
los matices, que critican a la modernidad en abstracto, para no hacer análisis
de clases, y que cantan loas al irracionalismo y los “misterios” del mundo,
constituyen una conquista de la humanidad las estadísticas sociales cuando se
basan en métodos científicos y veraces. Son una conquista tan importante de la
modernidad como lo son los derechos humanos y civiles, como lo es la medicina y
la ingeniería.
La razón de fondo del ataque a las estadísticas sociales estriba
en la propia crisis del sistema capitalista. Cuando el sistema iba en ascenso,
durante el siglo XIX, y la parte keynesiana del siglo XX, se podían permitir el
optimismo basado en los resultados de estadísticas que mostraban algún
“progreso”.
En un mundo como el actual, en que las estadísticas sociales
científicas y honestas pondrían al desnudo el fracaso del sistema capitalista
en proveer una vida elementalmente digna a la mayor parte de la humanidad, en que
los políticos y sus financieros solo quieren saquear las instituciones, en que
el “mercado” busca maximizar las ganancias a costa de la miseria de la clase
trabajadora, en que la democracia es instrumentalizada por políticos que
mienten descaradamente y que, aún a sabiendas que lo hacen, buena parte de la
ciudadanía les elige, en un mundo así las verdades estadísticas son
subversivas.
Usando la hermosa metáfora de Zygmunt Bauman, las estadísticas
sociales, antes sólidas como una roca, se licuan.
Panamá, 2 de febrero de 2020.
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