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Cinco
caras de una migración feminizada
www.publico.es / 7 08 18
1+ “Hui de mi país porque mi marido me
pegaba. Me golpeaba porque no podía tener hijos”, cuenta Josefa, la superviviente
camerunesa rescatada por Open Arms en el Mediterráneo. Le acompañaban en el
bote destrozado por los guardacostas libios los cuerpos sin vida de una
compañera y un niño pequeño. Ella añade un nuevo factor al principal motivo de
la emigración de África, que es el saqueo militarizado de sus recursos por las
potencias mundiales: la decisión de las mujeres maltratadas en liberarse,
poniendo tierra de por medio.
A lo largo de la historia, los seres
humanos han dejado sus hogares por la falta de oportunidades económicas, las
guerras, los desastres naturales, y las persecuciones de todo tipo. Que una
mujer, sin que le acompañe un hombre se lance a una hazaña tan arriesgada
recorriendo tanta distancia con el fin de reconstruir una vida mejor, es sin duda
un nuevo fenómeno sociológico, y es una tendencia, aunque esta movilidad está
condicionada por circunstancias socioculturales de la mujer.
Las mujeres maltratadas paquistaníes, por
ejemplo, educadas en sumisión absoluta al hombre, cuando no pueden más se
quitan la vida o solicitan su propio ingreso en las “cárceles de piedad” para
no ser asesinadas por los varones de la familia. Hay quienes llevan diez años
en la prisión. Allí tampoco están a salvo: muchas son abusadas por los
carceleros. Algunas que pensaron haber sido “perdonadas” por la familia, tras
ser liberadas han sido asesinadas en la misma puerta de la cárcel, ya que la
policía no libera a las mujeres presas si no son recogidas por un familiar
varón.
En ambos casos, ellas intentan acabar con
la cadena perpetua que supone “hasta que la muerte nos separe”, y las leyes
medievales preservadas por sus gobiernos que mantienen el sistema integral de
opresión de unas personas y unas clases sobre otras. La mayoría de los países
del mundo no consideran el maltrato a la esposa como violencia castigable,
otorgando el derecho legal al marido a “corregir” a la mujer y exigirle sus
“derechos maritales”, que incluye la violación. Y en Europa, sólo algunos han
incluido la violencia de género entre sus motivos de conceder el asilo.
Según la ONU, esta violencia es la
principal causa de muerte en mujeres de entre 15 y 44 años.
Desde el 2015, cerca de la mitad de las
personas migrantes internacionales han sido mujeres, algo sin precedente en la
historia humana.
2+ Doaa Al Zamel,
de 19 años, había conseguido en 2012 llegar a Egipto huyendo de la guerra
emprendida por una docena de países del mundo contra su tierra: Siria. En el
Cairo se enamoró de Bassem, un refugiado compatriota, quien le animó ir juntos
a Europa y empezar una vida nueva. Sería la segunda vez que sin saber nadar se
lanzaría al mar. Tras pagar todos sus ahorros, la pareja subió a un pequeño
bote oxidado junto con otras diez personas.
Pasaron dos días, pero no veían la orilla.
El cuarto día, su barco se hundió y empezaron a morir ahogados. “Por favor,
coge al bebé”, fue lo último que le dijo un migrante palestino, que había
soñado con un futuro libre de horror para su nieta de nueve meses, Malek.
Luego, fue Baseem, que antes de morir le pidió perdón ¿Por querer darle a su
amada paz y seguridad? Sin tener tiempo de hacer el duelo, una madre, antes de
ahogarse, le suplicó: “¡Sálvale”! Se trataba de otra bebé, Masa de 18 meses.
Solo Doaa sabe de dónde sacó tanta fuerza para mantener tranquilas a las dos pequeñas,
hambrientas y asustadas hasta que la cuarta noche vio un barco mercante y gritó
tanto hasta que conseguir llamar su atención. Malek murió en el barco, pero
Masa sobrevivió. Doaa recibió de la Academia de Atenas el premio de la
valentía, aunque el mejor premio que ella y otros miles de mujeres y hombres
migrantes es que la gente sienta empatía con ellos: que se ponga en su piel.
Sólo en Oriente Próximo y norte de África
las guerras han expulsado a cerca de 100 millones de personas de sus hogares desde
1990. Han sido los países vecinos, que no occidente, quienes acogieron al 85%
de los refugiados de las hazañas bélicas de EEUU, Europa y sus aliados.
3+ Joanna Demafelis, de 29 años, era una
de decenas de miles de mujeres filipinas que trabajan empleada de hogar en el extranjero.
Consciente de los peligros que suponía
este trabajo para una mujer encerrada en casa de unos desconocidos, y en el extranjero,
contactó con unos reclutadores para que le buscaran un “patrocinador” en los
países árabes del Golfo Pérsico. En mayo de 2014 consiguió un trabajo en
Kuwait, país que acoge a 250,000 empleadas de hogar filipinas. En febrero
pasado, su cuerpo fue hallado en el congelador de un apartamento, abandonado
por la pareja que le contrató. Llevaba un año muerta.
Cerca de 2 millones de filipinos trabajan
fuera. Lo cual muestra que las mujeres han dejado de ser acompañante de hombres
migrantes para hacerlo de forma independiente. A pesar de que el presidente
Duterte se emocionó con su tragedia, declaró prohibido el trabajo de los
ciudadanos en el golfo Pérsico y prometió proporcionarles una “vida cómoda” en
la propia patria, no tardó en firmar un acuerdo con Kuwait para enviar a otras
10.000 mujeres. Meses antes, la prensa denunciaba el caso de otra trabajadora,
Thelma Oyassan, que perdió 20 kilos de su peso de 44 al regresar de Singapur:
durante 15 meses sólo le habían dado pan y fideo, y los “patrones” le tenían
secuestrada, confiscando su pasaporte y teléfono.
Las trabajadoras de hogar internas son
abusadas por casi todos los miembros de la familia.
Cerca del 80% de los migrantes de
Filipinas, Sri Lanka e Indonesia son mujeres. Para las élites gobernantes ellas
son más rentables que los migrantes varones, ya que envían a casa un porcentaje
mayor de sus ingresos, a pesar de que ganan menos. En vez de invertir en la
formación y la contratación de estas mujeres en los propios servicios públicos
de dichos países, sus gobiernos irresponsables organizan cursos de preparación
de cuidadoras y enfermeras que “exportarlas”. Ni siquiera se han dignado de
formular leyes que protejan sus derechos en extranjero. Se estima que, cerca de
9 millones de niños filipinos tienen a uno o ambos progenitores emigrados. Sus
madres, son mujeres que dejan sus propios hijos para cuidar a los hijos de
otras mujeres.
Muchas de estas mujeres terminan en
burdeles públicos y clandestinos, incluso en bases militares de todo el mundo.
Los estados ineptos, que deberían cumplir
con su función de proveer recursos para la ciudadanía, han encontrado en la
migración organizada una solución privada a un problema público.
4+ Sharbat Gula,
la niña afgana de penetrantes ojos verdes portada de National Geographic,
volvió a ser noticia en 2016: fue detenida por llevar la documentación falsa.
Su fotografía era de cuando tenía 12 años y vivía con sus padres en un campo de
refugiados en Pakistán. Formaba parte de los seis millones de afganos que
huyeron del Ggan juego entre las potencias y un inepto yihadismo, que ha
destrozado la vida de sus gentes. Pakistán entregó papeles de residencia
provisional sólo a 2.5 millones de afganos, ignorando al 1.5 restante, entre
ellos a la familia de Sharbat Gula, quien fue casada a los 13 años y hoy es una
viuda con cuatro hijos (una muerta). No quería regresar a su país que sigue
ardiendo en el infierno creado por la OTAN y los fundamentalistas.
¿Deberían también condenar a Oskar
Schindler por falsificar documentación y salvar a la gente de una muerte segura
y terrible? Las personas deben tener el
derecho de vivir donde quieran, porque esta Tierra que no es propiedad de nadie.
Fue noticia reciente el asesinato de una “esposa” afgana de 9 años por su
“marido”, quien le había desposado dos años antes a cambio de la deuda contraída
por el padre de la niña, en un país gobernado por una mafia instalada por las
fuerzas de ocupación, que ignora a los ciudadanos.
Otros 3 millones de afganos encontraron
refugio en Irán, que también acogía a otros 2,5 millones de iraquíes,
refugiados de guerra del 1991 y la del 2003. A pesar de su dura vida en Irán
(donde a los afganos no se le permite desplazarse libremente por el país, ni
tener propiedades, ni hasta el 2015 se les dejaba escolarizar a sus hijos si no
tienen el permiso de residencia), este año tres de sus hijos, dos hombres y una
mujer, obtuvieron la máxima nota en los exámenes de máster, entre 100.000
participantes. Otra afgana refugiada Forouzan Faghiri, de 29 años, que llegó a
Irán a los 3 y hoy es doctora en física, ha sido galardonada por diseñar un
nuevo dispositivo para monitorear la contaminación ambiental.
La canciller Merkel que recomienda a sus
ciudadanos no viajar a Afganistán por peligroso, está expulsando a los
refugiados de este país “porque ya hay paz y democracia” en Afganistán. El 4 de
julio, Alemania deportó a 63 afganos. Uno de ellos, de 23 años, se suicidó nada
más llegar. También se quitan la vida, las adolescentes afganas deportadas
desde Irán: de repente su proyecto de vida, de estudiar o de casarse con amor
se desvanecen, viéndose obligadas a no sólo contraer un matrimonio concertado
sino también vivir unas tradiciones y costumbres desconocidas, y encima en una
zona de guerra.
Desde el 2007, Irán ha dejado conceder
tarjetas de residencia a los nuevos solicitantes afganos y ha expulsado a cerca
de un millón. Pero, las propias iraníes también buscan refugio fuera: no sólo
por razones políticas, sino también por el sistema de apartheid que les
considera subgénero: casi la mitad de los 165.000 especialistas iraníes que
cada año abandonan el país en la “fuga de cerebros”, son mujeres. A causa de
discriminaciones de todo tipo en el país de acogida, una ingeniera iraní de
informática sobrevive haciendo de canguro, dando lugar a fenómeno llamado
“desperdicio de cerebro”.
5+ Naira Mustafá, mujer egipcia
divorciada, tuvo que emigrar de su pueblo a la aldea el-Samaha, cerca de Asuan,
un oasis en medio del desierto. Sin ingreso con el que sobrevivir y huyendo de
estigmas y prejuicios por ser repudiada, encontró en este pueblo un refugio.
Fundada en 1998 por el gobierno egipcio y
el programa mundial de alimentos de la ONU exclusivamente para las mujeres
divorciadas y viudas (el sector de mujeres más pobres del país), el-Samaha
acoge a 300 mujeres y sus hijos. Al llegar se les da una casa, una parcela, una
cabra y unas gallinas, y el resto -el entusiasmo y ganas-, lo ponen ellas para
salir adelante en una sociedad ultrapatriarcal. Su situación no es
comparable con la de mujeres migrantes que viajan a través de Méjico: entre
el 60 y el 80% son violadas en el camino. Antes de emprender el viaje, toman
anticonceptivos para evitar el embarazo en caso de violación.
Por
una migración segura, por el derecho a una vida digna, ¡Mujeres de todo el
mundo, uníos!
El alma de la reconciliación
Entrevista a
Francisco de Roux
por Melba
Escobar-Revista Bocas
www.cpalsocial.org / 300818
Se levanta antes de las cinco de la mañana. Corre cinco kilómetros,
luego medita, ora, celebra misa, y lee la prensa, todo esto antes de dirigirse
a la oficina que ocupa desde hace tres meses en calidad de presidente de la
Comisión de la Verdad. Aunque ha sido víctima de amenazas, y ha escapado a
atentados, a sus 75 años, Francisco de Roux sigue igual de activo que hace
medio siglo, cuando empezó su peregrinaje por la reconciliación de Colombia.
Tiene el mismo nombre del papa y de san Francisco de Asís.
Gracias al
Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, PDPMM, que lideró, nueve mil
hectáreas de palma campesina y otras tantas de cacao, fríjol, aguacate y
búfalos en fincas campesinas derrotaron a las plantaciones de coca. Como dice
su colega en el PDPMM Miriam Villegas, “Logró que los campesinos sacaran la
coca de sus corazones. Los convenció de abandonar la vida en la ilegalidad por
ir al banco a pedir créditos con su cédula”. En palabras del líder campesino
Ómar Tavera: “Antes de Pacho aquí solo había masacres, paramilitares y
guerrilla. Ahora hay un pueblo empoderado donde entendimos que unidos en la
resiliencia podemos detener a los violentos”.
Este sacerdote
sin sotana, cree que el misterio de la creación no tiene por qué reñir con el
pensamiento científico. En su libro La
audacia de la paz imperfecta, de Roux escribe un relato tan sentido como
riguroso, en el cual es imposible no reconocerse como colombiano. El abordaje
compasivo que le da al sufrimiento rompe con el antagonismo que tiene dividido
al país.
Como lo explica
su sobrina Ana Isabel de Roux: “Mi tío Pacho es un hombre que pudiendo haber
vivido en el seno de una familia próspera, eligió vivir como un hombre pobre”.
La educación en su casa, sumada a los estudios en el colegio Berchmans de Cali,
y a la tradición familiar (cinco tías monjas y dos tíos jesuitas) lo llevaron a
decidir desde muy niño que quería ser sacerdote. Su hermana, Lía, recuerda que
cuando hizo la primera comunión, su mamá mandó a hacer recordatorios con las
figuras de mitras episcopales. El aspirante a presbítero no se convirtió en obispo,
se convirtió en algo acaso mucho mejor, apóstol de la paz en un país que olvidó
cómo es vivir sin guerra.
De Roux cursó
estudios de filosofía y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Tiene
un master en Economía de la Universidad de los Andes. En los años setenta se
vinculó al CINEP adelantando proyectos de empresas comunitarias, antes de pasar
dos años en la London School of Economics, de donde continuó a la Sorbona de París,
para terminar su doctorado en Economía. A su regreso a Colombia, volvió a
trabajar en el CINEP mientras vivía en un barrio humilde. Corrían los años
ochenta cuando tuvo lugar un accidente en la moto en que se movilizaba, que le
deja una contusión cerebral. Para Miriam Villegas, su autoridad surge
precisamente de la coherencia entre sus actos y su palabra: “En el Magdalena medio
se reunía con paramilitares, guerrilleros, ejército, líderes comunitarios,
todos lo recibían porque sabían que era un hombre sin intereses ocultos, sin
agenda propia, con la única motivación de facilitar la convivencia pacífica”.
El hombre que
está sentado enfrente de mí ha sido blanco tanto de la guerrilla como de los
paramilitares por no tener dogmas, aliados ni intereses. Fue muy importante,
junto con monseñor Luis Augusto Castro y el padre Darío Echeverry, las Naciones
Unidas y la Universidad Nacional, en afianzar la presencia de las víctimas en
La Habana. Una hora más tarde, habré concluido que Francisco es el alma de la reconciliación
en Colombia, un título que se ganó a pulso luego de haber pasado años de su
vida entre “raspachines” entendiendo la cadena productiva del narcotráfico, los
efectos del glifosato, las cicatrices que van dejando las retroexcavadoras, y
el impacto del mercurio en los ríos. Unas palabras de esta entrevista me
quedaron grabadas en la memoria: “La paz es un derecho, y en esa medida convoca
a todos los seres humanos por igual”.
¿Recuerda cómo decidió seguir una vocación
espiritual?
Sí, estaba en la finca de mis abuelos, un atardecer muy bello, cuando se ocultaba el sol detrás de los Farallones, experimenté profundamente que todo era expresión de un amor sin límites que se manifestaba a través de la naturaleza, los caballos, los árboles, mi familia, entonces supe que dedicaría mi vida a tratar de entender y anunciar ese misterio.
¿Y entonces se fue de ese oasis que fue su hogar?
Sí. En esa búsqueda, me fui a La Ceja, Antioquia, al noviciado de los jesuitas. Tenía 16 años.
¿Lo golpeó saber que tendría que renunciar a una
familia?
Soy un hombre muy familiar, cercano a mis hermanos, sobrinos, sobrinos nietos. Sin embargo, haber recibido el llamado me hizo entender que mi vida estaría dedicada al amor por los demás y a la causa de la dignidad humana en un sentido mucho más universal.
¿Un jesuita que admire?
El papa Francisco.
¿Creer en Dios es incompatible con el pensamiento
científico?
Es posible creer en el misterio de Dios y al mismo tiempo el conocimiento científico, en matemáticas, economía, ciencias sociales, antropología, y ética. Y mantener un diálogo entre la filosofía, la teología, el destino humano y la ciencia.
¿Cómo fue estar a la cabeza de la comunidad jesuita
en Colombia?
Como todas las
cosas humanas, los jesuitas tenemos defectos, límites, y hemos cometido errores
en la historia. Pero los jesuitas son una de las realidades más bellas de la
Iglesia católica, de Occidente y del mundo, pues tenemos presencia en todos los
países. Mi experiencia como superior de los jesuitas de Colombia fue
encontrarme con la dimensión humana y espiritual de un grupo de 300 hombres de
extraordinarias cualidades. Formados para ver la presencia de Dios en todas las
cosas, y particularmente en el ser humano, en la historia y en la naturaleza.
¿Qué representa el Papa Francisco para los
jesuitas?
Francisco es un hombre amplio, de discernimiento, capaz de ver más allá de la Iglesia y entender la complejidad de la vida de creyentes o no creyentes, tratando de construir una comunidad universal en las diferencias, en el respeto a la pluralidad de culturas, género, etnias. En la convicción de que somos una sola especie humana y tenemos un futuro juntos.
¿Y cuál es el mejor papa?
Francisco.
¿Por jesuita?
Veo en él la espiritualidad de los jesuitas en el corazón de la Iglesia.
Sin embargo, en el mundo se ha instrumentalizado la
religión con fines políticos…
Así ocurrió, por ejemplo, en Estados Unidos, donde el mensaje de campaña fue “Vote contra el aborto. Vote Trump”. Un eslogan que arrastró masivamente el voto religioso ingenuo que puede hacer mucho daño. El 75% de los cristianos evangélicos y el 52% de los católicos votaron Trump. Igual ocurrió en Alemania antes de la II Guerra Mundial con el mensaje de Hitler, “Vote contra el comunismo. Vote Nacional Socialismo”.
Y también aquí ocurrió algo parecido con la campaña
a favor del “No” en el plebiscito…
No hay cosa más
fácil que confundir a la sociedad con la práctica religiosa ingenua. La
autoridad de líderes religiosos que no están preparados para discernir lo que
Dios nos pide en la historia puede usarse para confundir al pueblo y llevarlo a
errores sociales y políticos.
Es lo que pasó con la campaña del plebiscito…
En esa campaña
a favor del “No” se difundió por los medios que los acuerdos de paz de La Habana
fomentaban el matrimonio gay y la destrucción de las familias. Esta afirmación
falsa arrastró los votos de los cristianos evangélicos y de muchos católicos.
¿Y eso cómo se puede corregir?
Formando bien a los líderes religiosos en análisis de la realidad social y en el diálogo de la teología con la política.
¿Cuándo empezó a trabajar por la paz?
Cuando regresé al CINEP, a finales de 1982, y comenzaba el gobierno de Belisario Betancur. Me impactó mucho la visita a Remolinos del Caguán, ya para esa época las Farc tenían un fuerte desarrollo de la coca en ese territorio, y empezaban las conversaciones que dieron lugar a la Unión Patriótica. Fueron años en que creció la gran ilusión de que por fin, el uso del narcotráfico para financiar la rebelión iba acabar, y que por fin la paz iba a ser una realidad.
¿Qué desencadenó la ruptura de ese sueño?
La tragedia del Palacio de Justicia por el asalto del M-19 y la retoma por parte del ejército, y el inicio de los asesinatos de los militantes de la Unión Patriótica llevaron a que colapsara ese primer intento de paz, con un dolor de país muy grande. Ahí termina esa ilusión que fue el gobierno de Belisario y que nos hizo soñar que la paz iba a ser posible.
¿Su trabajo como director del CINEP fue la semilla
del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio?
Sí. Todo empezó desde el CINEP [conocido como el centro del pensamiento social de los jesuitas]. En el año 1994 comenzamos a pensar en ese territorio como región. Y en octubre de ese año, empezamos el programa. Al principio era una alianza con la Sociedad Económica de Amigos del País, creada por Lleras Restrepo, y el CINEP. Posteriormente pusimos la sede en Barrancabermeja y la unión fue con la diócesis de allá, al lado de un obispo extraordinario, Jaime Prieto Amaya, que hasta el último día de su vida luchó por los derechos de su pueblo.
¿Se llamó así desde un comienzo?
Todavía no tenía el nombre de Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Vale recordar que ese proceso se origina en una convención colectiva entre la USO y Ecopetrol con la intención de resolver el conflicto social y armado en torno a la producción petrolera en la Barrancabermeja de la época. A mí me nombran director y lo que hago es irme a Barrancabermeja y vincularme con jóvenes adultos que habían sido formados por los sacerdotes de Pastoral Social, sacerdotes muy bien preparados, uno de ellos monseñor Nel Beltrán, por ejemplo. Otro de ellos, el actual obispo de Granada, Pepe Figueroa. Para iniciar nos reunimos con cerca de cien líderes en la ciudad petrolera para preguntarles por qué había tanta pobreza y tanta violencia en una región tan rica que amaba tanto la vida. Surgieron respuestas, pero finalmente dijeron, “esto no lo podrán entender si no van a los pueblos vecinos”, y nos mandaron a hacer la misma pregunta en Yondó.
¿Y qué pasó en Yondó?
De Yondó nos mandaron a Cantagallo, y de Cantagallo a Santa Rosa y de Santa Rosa a Arenal y de Arenal a Morales, y de Morales a Aguachica, y de Aguachica a Sabana de Torres, y de Sabana de Torres a San Vicente, de San Vicente a Landázuri, de Landázuri a Puerto Berrío… y así hasta que se conformó una totalidad de 30 municipios que daban una explicación de cómo había surgido la guerra en ese territorio, cuál había sido el papel del petróleo, cómo había entrado a actuar el paramilitarismo, cuál era el efecto de los macroproyectos, cuál era el objetivo de la lucha campesina, y entonces despertó una verdadera pasión que fue creando un imaginario de región emergiendo desde iniciativas de la gente por crear una alternativa distinta.
¿Se refiere a emprendimientos rurales?
Me refiero por ejemplo a la Organización Femenina Popular, la mesa de conversaciones del sur de Bolívar, los mineros del sur de Bolívar, la Asociación de Cimitarra, la Asociación de Trabajadores del Carare, las organizaciones de artistas, las fincas campesinas de seguridad alimentaria y productos tropicales permanentes.
¿Cuál fue el resultado en Santander, Antioquia, sur
de Bolívar y Sur del Cesar con el proceso del Programa de Desarrollo y Paz del
Magdalena Medio?
Cuando líderes de mucho coraje, sobre todo las mujeres, aprendieron a plantárseles a los actores armados, a la guerrilla, al paramilitarismo, a decirles “ustedes actúan al margen de la ley, nosotros no aceptamos la autoridad que nos imponen, ustedes tienen poder porque tienen armas, pero no tienen autoridad”, la dignidad y resiliencia del pueblo del Magdalena Medio los llevó a arrinconar a los actores violentos sin recurrir a las armas. Fue duro. Veinticinco de los compañeros nuestros fueron asesinados.
¿Cómo descansa?
Me gustan las novelas históricas y el cine histórico y dramático. Pero tengo poco tiempo para ambas. A veces veo alguna película en el computador. También disfruto de muy buenos amigos y amigas.
Se dice que tenía mucho éxito entre las mujeres en
los ochenta y los noventa. ¿Alguna vez se enamoró?
Siempre me han gustado las mujeres, y con tantos seres extraordinarios que uno se encuentra a lo largo de la vida, sería imposible no tener encuentros humanos muy importantes. Sin embargo, mi decisión fue dedicarle la vida al misterio de amor de Dios.
¿Cómo ve la situación actual de Colombia?
El discurso del presidente del Congreso, Ernesto Macías, es otra evidencia de que Colombia padece un trauma cultural y social muy profundo. El papa Francisco cuando viene aquí se pone por encima de ese trauma, nos hace ir adelante y nos hace fijarnos en las víctimas. Él nos muestra que la salida a nuestro trauma es fijarnos en el ser humano adolorido, golpeado, sometido a tanto sufrimiento.
Explíquenos a qué se refiere con trauma en este
caso.
El trauma lo vive un país cuando ha sido golpeado por un sufrimiento profundo, generalizado, violento, como es el caso de Colombia, que se cierne durante décadas sobre todas las capas de la sociedad, desde los campesinos, los indígenas y los afros, en las mujeres y los niños, hasta los empresarios secuestrados y extorsionados.
¿Y ese es el trauma?
No, el trauma no es solo el impacto de la violencia. Empieza cuando se produce lo que es natural en todas las sociedades, y es que aparecen interpretaciones de qué fue lo que nos pasó y cómo vamos a salir de esto. Y esas interpretaciones, como es natural, vienen en la forma de propuestas políticas y económicas. Pero si esas interpretaciones se oponen, son excluyentes, aquí no caben las dos cosas, solo una o la otra, y si ambas están cargadas de la rabia, la indignación, la sospecha y el rechazo al otro porque viven del dolor dejado por la violencia, y ambas son capaces de ocupar los medios masivos, el mundo simbólico, el trauma penetra la vida de todos desde las familias y quedamos atrapados en él.
Además del lenguaje, ¿qué transmitió Francisco con
su visita?
De cuatro días que pasa en Colombia dedica uno a las víctimas. Y les dice a los obispos en forma clara y dura: “No se detengan a discutir normas religiosas. Pongan sus manos en el cuerpo ensangrentado de su pueblo. Ayúdenlo a sanar, y así encontrarán el camino”.
¿Es decir, las víctimas son el camino a la verdad?
Las víctimas
son el camino a superar la más profunda de las rupturas, la ruptura del ser
humano, que es la ruptura espiritual. Perdimos el sentido del ser humano entre
nosotros. Yo espero que sepamos encontrarnos todos en igualdad de condiciones.
¿Gustavo Petro habría sido una opción más
favorable?
Prefiero no hablar sobre eso.
¿Qué necesitamos para construir una verdad
compartida como nación?
Quiero de entrada decir una cosa: yo no estoy en la política. No pertenezco a ningún partido, estoy a favor del ser humano y de la verdad histórica, que no es lo mismo que la verdad jurídica. El futuro político de Santos, de Petro, Uribe o Duque no está entre mis intereses. Son absolutamente legítimos sus procesos, pero en la lógica de la política. Honradamente lo que a mí me convoca es contribuir a que podamos respetar al ser humano en Colombia y así poder vivir en paz.
¿Cómo lee el escenario político actual?
Creo mucho del discurso de Gustavo Petro, y del discurso del Centro Democrático, son expresiones muy claras del trauma cultural y social en que está Colombia. Trauma es una enfermedad que contamina desproporcionadamente lo que debería ser un debate democrático entre posturas distintas que se respetan.
¿Podremos superarlo?
Eso es algo que solamente pueden hacer los jóvenes: mirar a las víctimas, buscar lo que nos congrega como seres humanos, recordar que todos somos iguales y estamos llamados a vivir en paz.
¿Cómo interpretar el creciente número de asesinatos
de líderes sociales en años recientes y cómo lo asume la Comisión de la Verdad?
Es sin lugar a dudas la realidad que más preocupa a la Comisión de la Verdad. Estamos supremamente inquietos sobre eso, preguntándonos qué podemos hacer.
Son asesinatos que ocurren después de la firma del
Acuerdo de La Habana…
Así es. Sin embargo, es un punto clave en nuestra tarea, y queremos encontrar un camino a su solución. Estamos convencidos de que, a pesar de la firma de los acuerdos, la profunda fractura que vivimos en nuestra sociedad sigue viva y la Comisión ha sido llamada a contribuir a buscar salidas a este drama. Uno de nuestros principales objetivos es contribuir a la no repetición.
¿Cómo romper el péndulo que nos sitúa en un extremo
de la verdad o su contrario, en un país tan polarizado?
Hay muchos factores: la siembra de la coca, la lucha por las tierras, los derechos sociales, sobre todo los de los indígenas y las comunidades negras, pero hay un elemento del que creo que no nos damos cuenta. Cuando un líder político en un coctel en Bogotá dice: “Vamos a volver trizas el proceso de paz”, eso que es simplemente una consigna de campaña, que puede ser muy atractiva en términos mediáticos, eso en los territorios donde está el paramilitar o el narcotraficante interesado en mantener sus intereses, se convierte en una licencia para decirles a los poderosos locales: “Yo les elimino a los que están haciendo campaña a favor de la paz, para que ustedes puedan ganar las elecciones, con la condición de que me ayuden con mi negocio”. Por eso es tan delicado el discurso violento en las campañas.
¿Qué cree que va a pasar con el ELN?
El ELN hace rato que ha debido hacer la paz.
¿Cuáles son los mayores retos en la negociación con
el ELN?
Está Venezuela, donde ellos encuentran apoyo real. Están las implicaciones que tienen en los negocios que les permiten justamente mantenerse en la guerra. Están las dudas que ellos mismos tienen a su interior y los cuestionamientos que se hacen, no pocos de ellos con una base real frente a la viabilidad del proceso de paz y sus posibilidades de terminar bien, por las fragilidades del proceso con las FARC.
¿Qué mensaje le daría al presidente Iván Duque?
Respecto al ELN, que la conversación debe continuar. Ellos están diciendo “nosotros no haremos sino lo que la sociedad pida”, entonces el balón está a nuestro lado como sociedad, ellos están esperando que les digamos lo que los colombianos sentimos. Lo primero que les pedimos es que dejen las armas ya, para poder construir en la discusión democrática el país que nos merecemos, juntos. Pero si la sociedad no habla, ellos continuarán la guerra en el entendido de que una sociedad que calla les otorga la razón.
¿Y frente a los acuerdos de paz de La Habana?
Es muy simple: son acuerdos de Estado.
También hay que decirle a Duque que se lea su
libro… [Risas]
Un día que me
lo encontré me dijo que se lo estaba leyendo, ojalá lo termine.
¿En algún punto se puede considerar cerrada una
negociación?
Las negociaciones siempre son incompletas, y los acuerdos imperfectos. Creo, por supuesto, que a partir de esas negociaciones son muchas cosas las que en adelante se pueden ajustar y arreglar. Pero hay que partir de aceptar el punto de partida. Los pactos hay que cumplirlos.
¿Cuál ha sido su relación con Iván Duque?
Aprecio mucho que haya venido a visitar la Comisión de la Verdad. Aprecio su invitación a construir juntos en la diferencia. Me alegró que viniera a vernos con Marta Lucía, después que no pocos partidarios suyos nos han tachado de opositores. Y quiero decir que ninguno de los miembros de la comisión somos militantes de partidos de izquierda, somos un grupo de personas que quizá la cualidad grande que compartimos es que nos hemos andado este país con un morral al hombro.
En sus andadas por el país, ¿hay un ritual que
siempre repite?
Troto, rezo, medito y no rebajo un banano al desayuno.
¿Por salud?
¡Por gusto!
¿Alguna comida preferida?
Alguna que tenga arroz y plátano. Me gusta el sancocho vallecaucano y prefiero el pandeyuca al pandebono.
¿Qué piensa del acuerdo con las Farc?
La salida de la guerra con las Farc tiene una dimensión que el país no acaba de darse cuenta. El cese al fuego definitivo y bilateral entre el grupo guerrillero y el ejército colombiano significaron realmente un gran salto. Es este escenario el que va a arrastrar al país a la terminación de la coca, a la terminación del conflicto con el ELN, y al fin de las bacrim.
Pero las razones que llevaron a la guerra
prevalecen: la desigualdad, la injusticia… ¿Cómo llegar a la paz si
estructuralmente no hay un cambio?
En La Habana se hizo el fin de la guerra. La tarea ahora es construir la paz enfrentando esos problemas estructurales. Pero hay que tener en cuenta que cuando las víctimas llegaron a La Habana y la discusión se dio sobre esos problemas estructurales, ellas dijeron “esos problemas son reales, pero el problema estructural primero somos nosotros mismos que nos hemos odiado, excluido, estigmatizado. Superemos primero este problema”.
¿Es una crisis social?
Sí, porque no acabamos de aceptar que un indio del Chocó tiene la misma dignidad que un doctor de la Universidad de los Andes.
¿El problema somos todos?
Cada uno puede empezar por aceptar al otro dentro de las diferencias, respetarnos, saber que no nos vamos a matar por pensar diferente, que nos podemos sentar a hablar y enfrentar los problemas juntos: la corrupción, la desigualdad, los problemas del campo. Pero primero tenemos que confiar los unos en los otros.
Pero es como si el país no lo hubiera captado...
La gente que estuvo en La Habana vivió ese proceso. Hubo una reconciliación entre los que estuvieron allá. Lo triste es que la sociedad colombiana no ha reconciliado.
¿Cómo es un día de su vida?
Me levanto muy temprano. Tengo una rutina: no importa donde esté, no me ducho antes de correr en la calle.
¿Cuánto corre?
Cinco kilómetros diarios.
¿Bajo cualquier condición?
He corrido bajo la nieve, en verano, en cualquier parte. Celebro la misa diaria muy temprano.
¿Qué significado tiene la misa para usted?
Para mí es muy importante participar en esa experiencia del misterio de Jesús que se reúne con sus amigos porque sabe que lo van a matar, que lo que se viene es la crucifixión, entonces entrega simbólicamente su cuerpo y su sangre en el pan y el vino, entrega su vida. A mí eso me hace mucha falta, celebrar esa tradición que es la pasión de Dios por el ser humano. Creo que es lo más hondo de la espiritualidad simbolizada a través de nuestro vínculo con la naturaleza: el vino de uva y el pan de trigo.
¿Después de trotar y celebrar la misa qué hace?
Leo la prensa.
Inmediatamente después de eso me pongo a trabajar.
¿En qué consiste el trabajo de la Comisión de la
Verdad?
Es la búsqueda de un relato común donde todos nos veamos reflejados.
¿Hay antecedentes a su programa?
El Centro de Memoria Histórica ha hecho un trabajo extraordinario. La pregunta que nos hacemos es qué nos falta añadir a esa memoria, a esos relatos. Ahora nosotros esperamos poder dar una explicación a esas recopilaciones.
Debe ser duro recibir toda esa carga de dolor...
Es posible llevarlo si se tiene experiencia del silencio. Creo que cualquier persona necesita experimentar un rato diario en silencio, eso transmite la confianza de que más allá de uno hay un misterio que a uno lo acoge y lo recibe y lo ama. Eso da mucha fortaleza.
Es decir, meditar...
Creo que la meditación es lo profundo de cualquier religión. También creo que esa es la experiencia profunda de Jesús. Pero ahora no estamos hablando de teología.
¿Aún conserva la fe?
Sí, la fe para mí ha sido un camino en medio de las sombras. Si bien es tan profunda, es una búsqueda en medio de preguntas. Es una presencia en la ausencia, pero la fuerza de la presencia uno la siente cuando la pone en práctica en lo más íntimo.
¿Se entiende bien con los agnósticos?
No solo eso, muchos de mis amigos lo son. Y valoro a los agnósticos que entregan la vida por los demás, pues creo que en eso hay una espiritualidad grandísima. No importa que no llamen a eso el misterio o la fe. No me es fácil usar la palabra Dios porque ha sido muy manipulada.
¿Cree que Dios está vivo?
Recuerdo a comienzos de los setenta un artículo en la revista Time titulado “Dios ha muerto”. Un periodista va consultando sobre el tema y una de las personas a quienes interroga es al obispo Robinson, autor del libro Honest to god. El periodista le pregunta “¿Qué opina sobre la muerte de Dios?” y el obispo contesta: “Me sorprende que me digan que está muerto porque justo esta mañana estuve conversando con él” [risas].
La fiebre del cobalto en el Congo
www.rebelion.org / 240818
Históricamente, las industrias extractivas de los países occidentales han tenido un papel central en el pillaje de las materias primas no agrícolas de los países del Sur. Según un informe de la Comisión Económica para África, “La mayor parte de los capitales privados extranjeros invertidos en África, entre 1830 y 1935, fueron destinados a la industria extractiva y buena parte de las inversiones públicas coloniales iban destinadas a este sector.”
Un siglo después, esta explotación
continúa a un ritmo desenfrenado a pesar de su contribución al cambio climático
y de las indiscutibles consecuencias negativas que la explotación minera ha
tenido para el grueso de la población y su medio ambiente. De acuerdo con un
informe de la WWF publicado en 2015, un tercio del patrimonio natural mundial
se encuentra actualmente amenazado por la explotación petrolera, de gas o
minera. Un sector que se encuentra controlado por gigantes industriales como
Glencore –fundada por Marc Rich, un hombre de negocios con un pasado dudoso– y
sus 107 filiales offshore.
Un
boom del cobalto alimentado por la especulación
Junto al litio, el cobalto es parte
importante de las baterías de litio-ión de los teléfonos móviles de última
generación, los smartphones. Aproximadamente un cuarto de la producción mundial
de cobalto es utilizada en este tipo de teléfonos. Esas mismas baterías
deberían equipar nuestros vehículos eléctricos llamados también “vehículos
limpios”, pues se supone que liberarán a la humanidad de los hidrocarburos y
contribuirán a disminuir nuestras emisiones de gas de efecto invernadero.
La República Democrática del Congo, a
pesar de ser uno de los Estados más pobres del planeta, está repleta de
riquezas. No obstante, desde su colonización por parte del rey de los belgas
Leopoldo II, esas riquezas (recursos hidráulicos, oro, diamante, cobre, coltan,
uranio y cobalto) han sido explotadas sistemáticamente para el único beneficio
de los intereses occidentales. Este país, que es el mayor productor de cobre de África, posee la mitad de las reservas de
cobalto de todo el planeta y asegura más del 50% de su producción, o sea,
cerca de 66.000 toneladas de un total global aproximado de 123.000 toneladas en
2016. Los beneficios de esta producción se concentran mayoritariamente en las
manos del gigante suizo Glencore (en las minas de Kamoto Copper Company y de
Mutanda Mining) y de las firmas chinas China Molybdenum (TFM) y CDM. Para este
año 2018, Glencore proyecta producir aproximadamente el 35% de la producción
mundial de este metal precioso.
La producción mundial de cobalto está
concentrada en dos países: la República Democrática del Congo, sumida en un
profundo marasmo político, y China, que es el segundo productor mundial. Esto
implica riesgos importantes para empresas multinacionales que dependen
fuertemente del suministro de este recurso, tales como Apple, Samsung,
Volkswagen o Tesla. De hecho, recientemente, Volkswagen anunció su decisión de
instalarse en Ruanda para construir una fábrica ensambladora, con el propósito
de acercarse a los yacimientos de cobalto de la RDC.
Fiscalidad
reducida
Es de notar que el mismo Estado congoleño
se beneficia muy poco de los ingresos del cobalto, pues según Albert Yuma,
presidente de la Federación de Empresas del Congo (FEC) y de la empresa estatal
(Gecamines) que explota el cobre y el cobalto en la RDC, solamente 88 millones
de dólares (83 millones de euros) de un total de 2.600 millones de dólares de
ingresos producidos por las compañías privadas en 2016, fueron a parar a las
arcas de Gecamines. Incluso Martin Kwabelulu, ministro de minas de la RDC y
cercano al presidente de la República Joseph Kabila, afirmó su deseo de
aumentar la tasa de imposición fiscal y “en consecuencia, revisar el código
minero ya obsoleto”.
Este código minero que favorece
excesivamente a los capitales extranjeros, fue adoptado en 2002 bajo el dictado
del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. La tasa de imposición
fiscal inscrita en este código es de solamente del 2% para el cobre y el
cobalto. A manera de ejemplo, y según un informe publicado en 2015 por el mismo
FMI, la tasa de imposición del cobre en Indonesia es del 4%, en Zambia del 6% y
en Chile del 14%.
El boom de la explotación de cobre en la
RDC que pasó de una producción de 450.000 toneladas a un millón de toneladas
desde que finalizó la guerra en 2002, no benefició realmente ni al Estado –a
excepción de algunos intermediarios bien ubicados– ni mucho menos al pueblo
congoleño. Esta vez parecería que las autoridades de la RDC están interesadas
en beneficiarse más activamente del alza y de la expansión del mercado del
cobalto. Sin embargo, esto no implica garantías en cuanto a la transparencia y
a una mejor redistribución de los ingresos provenientes de esta renta.
Un
intenso lobby en torno al nuevo código minero
El primer anuncio de reforma del código
minero en 2016 generó fuertes reacciones. En enero de 2018, la Asamblea
Nacional y el Senado congoleño adoptaron el nuevo código minero, el cual
recibió luz verde por parte de Joseph Kabila… quien a pesar de que su mandato
expiró en diciembre de 2016, se mantiene aún en el poder. Este nuevo código
prevé un aumento de las regalías del 2% al 10% para aquellos minerales
considerados estratégicos, como el cobalto. No obstante, según el ministro de
minas, Martin Kabwelulu, los arreglos siempre son posibles en el reglamento que
va anexo a la ley. Incluso si este nuevo código intenta un nuevo equilibrio en
la repartición de las riquezas, no ataca la corrupción que ha gangrenado a todo
el sector.
Así, el Instituto de Gobernanza de los
Recursos Naturales (NRGI) nota que “una de las medidas contenidas en el
proyecto del nuevo código minero prevé reservar un 10% de las acciones de las
empresas operadoras en el sector privado congoleño, pero nada impide que estos
sean miembros del gobierno, funcionarios públicos o personas cercanas al
poder”, pudiendo acarrear nuevos conflictos de intereses. Finalmente, estas
negociaciones parecen haber puesto frente a frente los dos grupos de predadores
que se disputan el botín del Congo, extraído por decenas de miles de
congoleños, en condiciones cercanas a la esclavitud.
El
trabajo infantil y la esclavitud moderna en las minas
De acuerdo con UNICEF, más de 40.000 niños
de entre 3 y 7 años trabajan en las minas del sur del país. Un reportaje de Sky
News, difundido en febrero de 2017, muestra como niños de poca edad trabajan
bajo condiciones infrahumanas en las minas congoleñas de cobalto, al mismo
tiempo que Amnistía Internacional denunciaba, en un informe publicado en
noviembre de ese mismo año, las deplorables condiciones del trabajo infantil.
Según Lauren Amistead “aproximadamente el 20% de la producción total de cobalto
de la RDC se realiza a mano, los niños lo extraen usando herramientas
rudimentarias y sin ningún tipo de protección”.
Entre 110 y 150 mil “excavadores” o
mineros artesanales venden el mineral bruto en los puestos de compra
–controlados en su mayoría por los chinos, como por ejemplo el “depósito de
Apple” situado cerca de la ciudad minera de Kolwezi en el sureste del país– a un
precio aproximado de 7.000 dólares la tonelada. Los compradores son los que
fijan el precio siguiendo teóricamente el curso de la bolsa de Londres,
mientras los “excavadores”, quienes, por supuesto ignoran las derivas de esta
bolsa, sobreviven con ingresos miserables.
En las minas industriales administradas
por las multinacionales, las condiciones no son necesariamente mejores, pues
según los resultados de una misión de investigación de la Federación Sindical
Internacional Industrial realizada en las minas de cobre y de cobalto de
Glencore, los empleados en la mina de Kolwezi describieron sus condiciones de
trabajo como “de nada menos que esclavitud”. Al no disponer de lavaderos ni de
duchas en sus lugares de trabajo, estos deben llevarse la ropa sucia a sus
casas, exponiendo a sus familiares a las enfermedades provocadas por el polvo
de los minerales. Uno de los trabajadores afirma: “Al volver del trabajo
estamos tan sucios, que no podemos ni siquiera abrazar a nuestros hijos”.
Por su lado, dos ONG defensoras de los
derechos humanos: el Observatorio Africano de Recursos Naturales (AFREWATCH)
junto a la Asociación para el desarrollo de las comunidades del lago Kando
(ADCLK), ya han alertado a la opinión pública sobre la contaminación de las
aguas y la destrucción de los campos como resultado del derrame de sustancias
ácidas y tóxicas provenientes de las tuberías de la empresa minera Mutanda
Mining (MUM), controlada por Glencore, Durante la noche del 16 al 17 de abril
de 2017, este líquido tóxico se expandió por los campos agrícolas de los
habitantes de la zona hasta llegar al rio Luakusha, que a su vez desemboca en
el lago Kando.
¿Quién
se beneficia con la explotación del subsuelo congoleño?
Al igual que el petróleo de Nigeria, en el
Congo la materia prima es extraída por las grandes multinacionales para luego
ser exportadas a lugares en donde se efectúa su transformación y, por lo tanto,
se genera allí la plusvalía. El economista y activista Florent Musha asevera
que “la RDC no exporta productos acabados y listos para ser utilizados por
Apple, Samsung u otro gran utilizador de baterías en el mundo. La RDC exporta
un producto minero para ser procesado”.
Del procesamiento del cobalto se beneficia
principalmente China, que es la principal comercializadora de cobalto refinado
en el mundo. Así, 80% de la producción de la RDC sale rumbo a China desde los
puertos de Dar es Salaam o desde Ciudad del Cabo en Sudáfrica. Al llegar a
China una decena de refinerías se encargan de la transformación final del
mineral. Alexis Muhima, del Observatorio de la sociedad civil por los minerales
de Paz, situado en Goma, al este de la RDC, se queja de que “la explotación de
recursos naturales no beneficia para nada a la población congoleña, sino solo a
un puñado de personas”.
Como lo explica el analista económico Al
Kitenge, “uno se percata que la mayoría de los operadores internacionales son
sociedades offshore en las que ni siquiera se sabe quiénes son sus verdaderos
accionistas. Desafortunadamente, esto permite que algunos operadores políticos
sean a su vez actores económicos. Esto representa, desde luego, un conflicto de
intereses absolutamente inaceptable que nos ha llevado a la lamentable
situación en la que nos encontramos actualmente”.
El
monopolio de las ganancias
En el marco de la celebración de la 30ª
Cumbre de la Unión Africana, celebrada en Addis-Abeba, el comisario de comercio
y de industria Albert Muchanga, asevera que “África pierde anualmente 80.000
millones de dólares en flujos financieros ilícitos, de los cuales un 70%
proviene de las industrias extractivas, y particularmente de los recursos
minerales. Estas pérdidas son el resultado de una variada gama de métodos
contables particularmente creativos practicados por las corporaciones
multinacionales”. Tales métodos, que incluyen la evasión fiscal y la
sobrefacturación, son usuales a la hora de repatriar las ganancias.
La multinacional Glencore, regularmente
involucrada en casos de contaminación ambiental y ampliamente citada en los
“Paradise Papers”, emplea 115.000 personas en 50 países alrededor del mundo, en
cifras de 2016, y registró en 2017 un aumento de sus ganancias netas del 319%
para colocarse en 5.780 millones de dólares. “Nuestros resultados de 2017 son
los más altos de nuestra historia” indica, satisfecho, Ivan Glasenberg, para
quien esos resultados no están nada mal, ya que recibió una remuneración
estable de 1,5 millones de dólares en 2012, sin contar los 242,4 millones de
dólares de dividendos basados en su parte de 8,40% de derechos de voto de la
empresa.
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