JOHN
LOCKE: SU PENSAMIENTO, IMPACTO Y LEGADO
Por: Rev. Pbro. Manning
Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ
Resumen
Este
informe de investigación presenta un análisis exhaustivo de la figura y la obra
de John Locke (1632-1704), considerado el "padre del liberalismo clásico".
El estudio abarca su biografía, la evolución de su pensamiento filosófico desde
el empirismo, y la articulación de su doctrina jurídico-política, plasmada
principalmente en sus Dos Tratados sobre el Gobierno Civil y su Carta sobre la
Tolerancia. El análisis se enfoca en la interconexión de sus postulados clave:
los derechos naturales, el gobierno limitado por el consentimiento, la
tolerancia religiosa y la primacía de la experiencia en el conocimiento. Una
evaluación crítica final examina su complejo legado, destacando su papel
fundacional en el derecho constitucional y la ética contemporánea, al tiempo
que se abordan las tensiones y contradicciones inherentes a su obra,
particularmente su "doble discurso" sobre la propiedad, la
desigualdad y la exclusión, así como su compleja relación con el pensamiento de
la Iglesia del siglo XXI.
Palabras
Claves: John Locke,
Liberalismo Clásico, Derechos Naturales, Gobierno Limitado, Contrato Social,
Empirismo, Tolerancia Religiosa, Tabula Rasa, Revolución Gloriosa, Filosofía
Política, Ley Natural, Ética Contemporánea, Teología.
Abstract
This research
report provides an exhaustive analysis of the figure and work of John Locke
(1632-1704), widely considered the "father of classical liberalism."
The study covers his biography, the evolution of his philosophical thought from
empiricism, and the articulation of his legal and political doctrine, primarily
set forth in his Two Treatises of Government and his Letter Concerning
Toleration. The analysis focuses on the interconnectedness of his key tenets:
natural rights, limited government based on consent, religious toleration, and
the primacy of experience in knowledge. A final critical evaluation examines
his complex legacy, highlighting his foundational role in constitutional law
and contemporary ethics while addressing the inherent tensions and
contradictions within his work, particularly his "double discourse"
on property, inequality, and exclusion, as well as his intricate relationship
with the thought of the 21st-century Church. The central thesis is that Locke's
ideas, while foundational for modern politics and constitutionalism, contain an
inherent tension between universal principles and pragmatic concessions, which
has shaped the trajectory of modern political thought.
Introducción:
John Locke y la Fundación del Pensamiento Liberal Moderno
John
Locke, una de las mentes más influyentes del siglo XVII, emerge en la historia
del pensamiento como una figura de transición crucial, sirviendo de puente
entre la tradición escolástica y el surgimiento de la modernidad.
Su
obra no se limita a un campo único, sino que abarca la epistemología, la política,
el derecho y la teología, estableciendo las bases conceptuales para la
Ilustración y el liberalismo.
Este
informe se adentra en la esencia de su pensamiento, partiendo de la premisa de
que su legado, aunque monumental en su defensa de los derechos individuales y
el gobierno limitado, es también un marco teórico complejo que justifica
concesiones pragmáticas que han marcado el devenir del liberalismo.
La
pregunta central que guía este estudio es: ¿Cómo sus postulados filosóficos y
políticos, si bien fundacionales para el Estado de derecho moderno, contienen
ambigüedades que se han perpetuado en la ética y la política contemporáneas?
Metodología
y Objetivos de la Investigación
El
presente estudio se ha desarrollado bajo un enfoque metodológico de investigación
documental y análisis crítico.
Se
ha realizado una revisión exhaustiva de la literatura académica sobre John
Locke, consultando bases de datos especializadas como Dialnet y PhilPeople, así
como fuentes primarias y ediciones críticas de sus obras.
La
investigación se centra en interrelacionar las distintas facetas del
pensamiento de Locke, estableciendo conexiones causales entre su teoría del
conocimiento y sus postulados sociopolíticos.
El
método hermenéutico ha sido fundamental para interpretar las motivaciones y el
contexto en el que se gestaron sus escritos, en especial su crítica al
absolutismo y su defensa de la tolerancia.
Los
objetivos específicos del informe son:
Contextualizar
la vida y obra de Locke dentro de las turbulentas dinámicas políticas y
religiosas de la Inglaterra del siglo XVII.
Analizar
en profundidad los principios de su empirismo y su impacto en su teoría del
conocimiento.
Exponer
la arquitectura de su doctrina jurídico-política, desglosando el concepto de
ley natural, derechos de propiedad, contrato social y gobierno limitado.
Examinar
su teoría de la tolerancia religiosa, destacando sus argumentos y sus
controvertidas limitaciones.
Evaluar
críticamente el legado de Locke en la ética contemporánea y en el pensamiento
de la Iglesia, identificando puntos de influencia y disenso.
Capítulo
I: El Contexto y la Formación de un Intelectual Revolucionario
1.1.
Biografía y Acontecimientos Clave
John
Locke nació el 29 de agosto de 1632 en Wrington, una localidad cercana a
Bristol, en el seno de una familia de pequeños nobles rurales.
Su
educación, de la más prestigiosa de su tiempo, comenzó en la Westminster School
de Londres para luego continuar en el Christ Church College de la Universidad
de Oxford, donde se graduó de maestro en artes en 1658.
Aunque
su formación incluyó estudios de medicina, lo que le permitió entablar
relaciones con prominentes científicos como Robert Boyle e Isaac Newton, su
vida dio un giro decisivo hacia la política.
El
punto de inflexión fue su encuentro en Oxford con el noble Lord Ashley (futuro
conde de Shaftesbury), quien, impresionado por Locke, lo convenció de unirse a
su séquito como médico personal y consejero.
Esta
relación lo vinculó directamente al movimiento Whig, precursor del partido
liberal británico, y lo sumergió en las turbulentas décadas de la política
inglesa. Su activa participación lo llevó a ser sospechoso de implicación en la
conjura de Rhye House para asesinar al rey Jacobo II, lo que lo obligó a
exiliarse en los Países Bajos en 1683.
Permaneció
en el exilio durante muchos años, un período que fue crucial para la maduración
de su pensamiento. Regresó a Inglaterra en 1689, el año de la Revolución
Gloriosa, un evento que lo consolidó como el principal teórico del nuevo régimen
liberal.
1.2.
Influencias Intelectuales y Políticas
El
pensamiento de Locke, que inicialmente era de naturaleza conservadora, se
transformó progresivamente hacia la defensa de las reformas y la supremacía del
parlamento. Esta evolución fue catalizada por su inmersión en la efervescencia
política del movimiento Whig y su estrecha colaboración con Lord Ashley. A
diferencia de la percepción común de que sus obras cumbre,
Ensayo
sobre el entendimiento humano y Dos Tratados sobre el Gobierno Civil, fueron
escritas para justificar la Revolución Gloriosa, un análisis de su cronología
sugiere un propósito diferente.
Estas
obras fueron redactadas en gran medida antes de 1688, lo que indica que no eran
una racionalización a posteriori, sino un programa teórico y una demanda para
la revolución misma, formulando los principios que debían guiar la reforma política.
La
causalidad entre su contexto político y su obra filosófica es innegable. Su
exilio forzado no fue un simple revés, sino un catalizador para la
sistematización de sus ideas.
La
distancia de la acción política directa le proporcionó el tiempo y la
perspectiva necesarios para reflexionar sobre los fundamentos del poder y la
legitimidad.
Al
regresar a Inglaterra en el contexto de la Revolución, encontró el escenario
perfecto para publicar y aplicar su doctrina. Así, su experiencia personal no
solo influyó en su pensamiento, sino que fue la causa directa de la formulación
y publicación de su ideario como una respuesta teórica a la crisis política de
su tiempo.
Capítulo
II: La Filosofía del Conocimiento: El Empirismo de Locke
2.1.
La Mente como Tabula Rasa
La
piedra angular de la filosofía de Locke es su empirismo, un movimiento que
surgió en las Islas Británicas durante la segunda mitad del siglo XVII y el
siglo XVIII, en clara oposición al racionalismo continental, especialmente al
innatismo cartesiano.
Locke
refutó la idea de que la mente humana posee "principios innatos, algunas
nociones primarias, (...) caracteres como impresos". Para él, la mente es
al nacer una tabula rasa, un "papel en blanco" o "cera" que
se va moldeando únicamente a través de la experiencia.
No
existe conocimiento que sea independiente de los datos sensibles; sin ellos, el
entendimiento carecería de cualquier material para pensar.
2.2.
El Origen y Clasificación de las Ideas
El
conocimiento humano se origina en dos fuentes de experiencia que proveen al
entendimiento de todos los materiales para el pensamiento.
La
primera es la sensación, la experiencia externa que se adquiere a través de los
sentidos (vista, tacto, olfato, etc.).
La
segunda es la reflexión, la experiencia interna que la mente obtiene al
observar sus propias operaciones, como el pensamiento o la voluntad.
A
partir de estas fuentes, la mente recibe ideas simples, que son los
"elementos básicos de conocimiento".
Locke
distingue entre cualidades primarias (inherentes a los objetos mismos, como la
solidez, la extensión, la forma y el movimiento) y cualidades secundarias
(subjetivas, producto de la interacción entre los objetos y nuestros sentidos,
como los colores, sabores y olores).
Estas
ideas simples son el material con el que la mente trabaja, combinándolas,
comparándolas o abstrayéndolas para formar ideas complejas.
2.3.
Del Empirismo a la Ética
Locke
no concebía su epistemología como un fin en sí mismo, sino como un medio para
obtener "verdades prácticas aplicables en campos como la ética, la religión
y la política". Esta perspectiva lo diferencia de otros empiristas.
Para
él, el conocimiento de la ley natural, que constituye el fundamento de la ética,
no se deriva de principios innatos, sino de lo que se percibe a través de los
sentidos.
La
metodología empirista sirve, por lo tanto, como un principio de contención
filosófica. Al afirmar que la conciencia humana se halla encerrada en los
confines de la experiencia, Locke impone una "saludable moderación a las
pretensiones de la razón humana" que buscan trascender la realidad
concreta.
El
conocimiento se limita a los fenómenos de la conciencia, lo que lleva a
rechazar como ilegítimos los contenidos metafísicos que no tienen un correlato
en la experiencia.
Esta
postura establece un vínculo directo y causal: si la moralidad no puede basarse
en ideas innatas o en especulaciones abstractas, debe fundamentarse en la
observación de la naturaleza humana y en la utilidad que proporciona la
conducta.
La
ética, así, se convierte en una disciplina que puede ser entendida con la misma
certeza que las matemáticas, a través de la "demostración" y la
"intuición," aunque el conocimiento de las verdades morales, al igual
que el de las físicas, tiene límites y se obtiene por grados.
Capítulo
III: La Doctrina Jurídico-Política: La Arquitectura del Gobierno Civil
3.1.
El Estado de Naturaleza y la Ley Natural
En
su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Locke se opone directamente a la
visión pesimista de Thomas Hobbes, quien consideraba el estado de naturaleza
como una "guerra de todos contra todos".
Para
Locke, el estado de naturaleza es un "estado de perfecta libertad" e
"igualdad". Sin embargo, esta libertad no es un
"libertinaje" , ya que está gobernada por la ley natural.
Esta
ley, que es la razón misma, enseña a los hombres que, al ser todos iguales e
independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o
posesiones.
La
ley natural, establecida por Dios, tiene como fin la preservación y el
beneficio de la humanidad en general.
3.2.
La Teoría de los Derechos Naturales y la Propiedad
La
doctrina de Locke sostiene que los individuos tienen derechos naturales
inherentes que preexisten a la creación de cualquier gobierno. Estos derechos,
a la vida, la libertad y la propiedad, son inalienables.
El
derecho de propiedad es de particular importancia para Locke, pues lo considera
no como un privilegio estatal, sino como algo que surge de forma natural.
La
propiedad se adquiere a través del trabajo individual, al "mezclar su
trabajo" con un objeto de la naturaleza, justificando así la apropiación.
Locke
incluso considera la vida y la libertad como formas de propiedad sobre el
propio cuerpo y la propia persona.
La
teoría de la propiedad de Locke es un pilar fundamental de su filosofía, pero
también es una fuente de contradicción.
Por
un lado, argumenta que nadie debe tomar más de lo que puede trabajar y usar,
dejando suficiente para los demás. Sin embargo, introduce una excepción
crucial: la acumulación ilimitada de oro y plata es aceptable porque estos
bienes no se deterioran.
Esto,
en la práctica, legitima la desigualdad de la riqueza y la acumulación de
capital, reflejando y justificando la situación social de la Inglaterra de su época.
Un
análisis más profundo revela que Locke no considera a los no-propietarios como
ciudadanos plenos, ya que los derechos políticos no eran conferidos a quienes
carecían de propiedad.
Esto
constituye un "doble discurso" que, si bien establece los derechos
naturales, legitima la desigualdad social y la exclusión de quienes no encajan
en el esquema de la propiedad burguesa.
3.3.
El Contrato Social y el Origen de la Sociedad Civil
La
sociedad civil surge como un remedio a los "inconvenientes del estado de
naturaleza," principalmente la falta de un juez imparcial y de leyes
claras y conocidas.
El
único fundamento legítimo para el poder político es el "consentimiento del
pueblo". Mediante un "pacto originario," los hombres libres
consienten en formar una comunidad para proteger su vida, libertad y, sobre
todo, su propiedad.
El
consentimiento puede ser expreso (una declaración explícita) o tácito (cuando
un individuo disfruta de los beneficios de la sociedad, como el uso de sus
carreteras o la protección de sus leyes).
3.4.
El Gobierno Limitado y la Separación de Poderes
El
Estado, en la doctrina lockeana, no tiene un poder ilimitado. Su fin principal
es proteger los intereses civiles de los ciudadanos. Locke propone una división
de poderes, anticipándose a Montesquieu.
Se
inclina por otorgar el poder supremo al legislativo, pero el pueblo siempre
conserva el poder de cambiar a sus legisladores si estos actúan en contra de la
confianza depositada en ellos.
Este
derecho a la rebelión es una justificación fundamental para el derrocamiento de
un gobierno que se vuelve despótico y que viola los derechos de los ciudadanos.
Característica |
John
Locke |
Thomas
Hobbes |
Estado de Naturaleza |
Estado de "perfecta
libertad" y "igualdad", regido por la razón y la ley natural.
No es un estado de guerra. |
Estado de "guerra de todos contra
todos," caracterizado por la violencia y la falta de seguridad. |
Naturaleza Humana |
Racional, capaz de vivir en libertad,
con derechos inherentes (vida, libertad, propiedad). |
Intrínsecamente egoísta y agresiva. El
hombre es "un lobo para el hombre." |
Propósito del Contrato |
Preservar y proteger los derechos
naturales, especialmente la propiedad. Remediar los
"inconvenientes." |
Garantizar la autoconservación y la
seguridad individual. Escapar del miedo constante. |
Fin del Estado |
Protección de la propiedad, paz y
bienestar. El poder es limitado. |
Monopolio del poder y la violencia
para imponer orden. El poder es absoluto. |
Legitimación del Poder |
Basada en el consentimiento del
pueblo. El gobierno actúa como un fideicomiso. |
Basada en el miedo y la necesidad de
seguridad. El Leviatán no es un contrato, sino una rendición de derechos. |
Derecho a la Rebelión |
Legítimo si el gobierno viola la
confianza del pueblo y actúa despóticamente. |
No existe. La rebelión es la peor
calamidad posible y devuelve a los hombres al estado de naturaleza. |
(Autoría
Propia).
Capítulo
IV: La Tolerancia como Fundamento Político y Espiritual
4.1.
El Argumento Lockean para la Tolerancia Religiosa
En
su obra Carta sobre la Tolerancia, Locke defiende que la tolerancia es la
"característica principal de la verdadera Iglesia". Su argumento se
basa en la naturaleza de la fe: la fuerza de la religión no reside en la coacción,
sino en la "persuasión interior y completa de la mente".
La
fe no puede ser forzada por la violencia o el castigo, ya que estos medios son
inútiles para la salvación del alma. Locke sostiene que la intolerancia, la
"negativa a tolerar a aquellos que son de opinión diferente," ha sido
la causa de "todos los conflictos y guerras" en el mundo cristiano.
Por
lo tanto, el Estado no debe interferir con las creencias individuales de sus
ciudadanos.
4.2.
La Separación entre la Iglesia y el Estado
Locke
propone una estricta separación entre los dominios del Estado y la Iglesia,
cuyas "fronteras son fijas e inamovibles". Para él, el Estado es una
sociedad cuyo fin es la protección de los intereses civiles —la vida, la
libertad y los bienes materiales—, y su único poder legítimo es el coactivo.
En
contraste, la Iglesia es una "sociedad voluntaria de hombres" unidos
para el culto a Dios. El magistrado civil no tiene jurisdicción en asuntos de
salvación, y la autoridad eclesiástica no puede, de ninguna manera, extenderse
a los negocios civiles.
4.3.
Las Excepciones a la Tolerancia: Ateos y Católicos
A
pesar de su elocuente defensa de la tolerancia, Locke estableció límites
controvertidos, excluyendo explícitamente a los ateos y, de forma implícita, a
los católicos. La exclusión de los ateos se fundamenta en la premisa de que su
falta de creencia en Dios disuelve los lazos de la sociedad humana, como las
promesas, los convenios y los juramentos, que, para un ateo, no pueden tener
validez.
Por
su parte, los católicos (o "papistas") son excluidos no por sus
creencias, sino por su lealtad política a un "príncipe extranjero,"
el Papa de Roma. Locke argumenta que tolerar a la Iglesia Católica sería
permitir el establecimiento de una "jurisdicción extranjera" que
amenaza la soberanía y la paz pública.
La
defensa de la tolerancia por parte de Locke, aunque utiliza un lenguaje
universal, es fundamentalmente pragmática y política. Las excepciones que
establece no son meros errores, sino que revelan los límites de su liberalismo.
La
exclusión de los ateos se basa en la necesidad de un fundamento religioso para
la moral pública y la confianza social. La exclusión de los católicos es
puramente política, justificada por la percepción de una amenaza a la
estabilidad del Estado.
Esto
demuestra que la tolerancia de Locke no se basaba en un principio de pluralismo
incondicional, sino en la conveniencia política y la seguridad del orden
establecido.
Se
trata de un principio de tolerancia que, paradójicamente, se utiliza para
reprimir a aquellos que se consideran intolerantes o una amenaza al sistema.
Argumentos
a favor de la Tolerancia
Religiosa |
Argumentos
en contra de la Tolerancia Religiosa |
La fe es una cuestión de
persuasión interior y no puede ser forzada. |
Los ateos no deben ser
tolerados porque su falta de creencia disuelve los lazos sociales y los
juramentos. |
La coacción para la
salvación del alma es ineficaz y moralmente incorrecta. |
La lealtad de los católicos
al Papa es una amenaza a la soberanía del Estado. |
La intolerancia es la
causa de conflictos y guerras civiles. |
El Estado debe
protegerse de la influencia de "príncipes extranjeros." |
La Iglesia es una
sociedad voluntaria, y el magistrado no tiene jurisdicción sobre ella. |
Se justifica la represión
de quienes, en nombre de su religión, buscan imponer una "jurisdicción
extranjera." |
El Estado solo tiene
autoridad sobre los intereses civiles, no sobre la salvación. |
El principio de
tolerancia no se aplica a quienes se considera que representan un riesgo para
el orden público. |
Tabla No. 2 Argumentos a favor de la Tolerancia
Religiosa y Argumentos en contra de la Tolerancia Religiosa.
(Autoría Propia)
Capítulo
V: El Legado de Locke en el Siglo XXI
5.1.
Impacto en la Ética Contemporánea y el Derecho Constitucional
John
Locke es una figura central en la formación del "sentido moral
moderno," cuyas ideas han servido de base para el constitucionalismo
democrático y la noción de derechos humanos inalienables.
Su
doctrina de que el poder político deriva del consentimiento de los gobernados y
que su propósito fundamental es proteger la vida, la libertad y la propiedad,
ha influido profundamente en la redacción de las grandes declaraciones de
derechos del siglo XVIII.
Existe
una evidencia clara de la influencia de Locke en los padres fundadores de los
Estados Unidos, quienes adoptaron principios como los derechos inalienables y
el derecho a derrocar a un gobierno despótico.
Sin
embargo, su legado no está exento de tensiones. El "doble discurso"
de Locke, que se ha perpetuado en la ética liberal, es una de sus ambigüedades
más significativas.
El
mismo autor que elevó la propiedad a un derecho fundamental e inalienable,
también justificó la acumulación ilimitada de riqueza y legitimó la exclusión
social.
Su
teoría de la propiedad, que reduce todo derecho al derecho de propiedad, fue
utilizada para justificar la expansión del imperio y, en algunos casos, la
esclavitud, al considerar que quienes no trabajan la tierra según los estándares
europeos han perdido su derecho sobre ella.
Esta
tensión entre la afirmación de principios universales y la justificación de prácticas
de exclusión y desigualdad es un rasgo estructural de su pensamiento que ha
marcado el desarrollo teórico y práctico del liberalismo.
5.2.
Diálogo y Crítica desde la Iglesia del Siglo XXI
La
relación entre el pensamiento de Locke y la teología es compleja y ambivalente.
Desde el seno de la Iglesia Católica, se valora positivamente la defensa de los
derechos humanos y de la dignidad de la persona que se desprenden de su
doctrina.
Sin
embargo, un análisis teológico más profundo revela una "absoluta
incompatibilidad" entre su concepción de la ley natural y la tradición
tomista. Mientras que la doctrina católica considera la ley natural como una
"participación de la criatura racional en la ley eterna de Dios" y la
inteligencia como la guía de los actos humanos , Locke adopta una visión más
voluntarista, en la que la ley natural es un "mandato de la voluntad
superior" de Dios que debe ser obedecido.
Este
enfoque de Locke se critica por reducir la ley natural a un
"minimalismo" centrado en la autoconservación, en contraste con la
visión más amplia de la tradición escolástica que persigue el bien común.
5.3.
Locke y la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)
La
Doctrina Social de la Iglesia (DSI), si bien valora la libertad de conciencia y
la defensa de los derechos humanos, puntos que se consolidaron en la modernidad
en gran parte gracias a figuras como Locke, mantiene una distancia crítica con
su enfoque en la propiedad.
La
DSI, desde su origen, ha afirmado que la propiedad privada, si bien es un
derecho, no es absoluto y debe subordinarse al "destino universal de los
bienes".
La
visión lockeana, que llega a reducir la vida misma al derecho de propiedad
sobre el cuerpo, contrasta con la concepción de la Iglesia que prioriza la
dignidad de la persona y el bien común sobre la acumulación ilimitada de
riqueza.
Conclusiones
John
Locke se erige como una de las figuras más influyentes y formativas de la
filosofía y la política modernas. Sus contribuciones monumentales al
pensamiento liberal, al constitucionalismo, a la tolerancia religiosa y a la
epistemología sentaron las bases para una nueva era, rompiendo con el
absolutismo y el innatismo.
Su
defensa de la soberanía popular, los derechos inalienables y el gobierno
limitado ha sido y sigue siendo el pilar sobre el que se construyen las
democracias occidentales.
Sin
embargo, su legado no puede ser comprendido plenamente sin un análisis crítico
de las tensiones y contradicciones que alberga.
Su
"doble discurso" sobre la propiedad, que justifica la desigualdad y
la exclusión, y los límites pragmáticos que impone a su propia defensa de la
tolerancia religiosa, demuestran que su pensamiento no es una utopía perfecta,
sino un reflejo complejo de las dinámicas de su época.
La
relevancia de Locke en el siglo XXI no disminuye por estas críticas, sino que
se subraya. Los debates que él inició sobre la propiedad, la igualdad y los límites
de la libertad siguen siendo centrales para la ética y la política contemporáneas.
Su
figura nos obliga a reconocer que, incluso en los cimientos de nuestra
civilización, existen ambigüedades que nos invitan a una constante reflexión
sobre la aplicación de nuestros principios universales en un mundo de
realidades complejas.
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