Juan José Tamayo
www.religiondigital.com/111216
En la toma de posesión como Presidente del Gobierno en la Zarzuela, Mariano Rajoy juró el cargo colocando la mano izquierda sobre la Biblia y la derecha sobre la Constitución Española, teniendo como testigo mudo del acto el Crucifijo. Lo mismo hicieron once de los treces ministros de su Gabinete unos días después. Han seguido el mismo ritual que cuando tomaron posesión del cargo por primera vez en 2012.
La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal,
que no puso la mano sobre la Biblia, expresó posteriormente su deseo de cumplir
con las obligaciones de su ministerio con la ayuda de Dios. Eso se llama teísmo
político, más propio de regímenes medievales que de democracias modernas. Sí
puso su mano izquierda sobre un anacrónico y sexista texto bíblico, como ahora
explicaré, Dolors Montserrat, Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e
Igualdad, que espero no lo aplique políticamente en el ejercicio de su cargo.
La Biblia estaba abierta, según me cuentan, por el
capítulo 30 del libro de los Números, que regula lo referente a los votos o
juramentos y contiene las normas relativas a los votos de las mujeres y que son
fiel reflejo de una sociedad en la que las mujeres ocupaban una posición
subalterna. El texto establece que un voto hecho por una mujer está siempre
sujeto a la autoridad del varón, salvo en el caso de que sea viuda o haya sido
repudiada, es decir, cuando no haya ningún varón que se hiciere responsable de
ella. Si la mujer es soltera y el padre desaprueba el voto o juramento, no
puede cumplirlo. Solo si el padre da su pláceme, tiene que llevarlo a la
práctica. Si una mujer está casada y hace un voto, está obligada a cumplirlo si
el marido no lo objeta; si este no lo autoriza, tampoco debe cumplirlo. Me
gustaría hacer algunas reflexiones sobre el juramento y las condiciones en que
se produjo:
La promesa o el juramento de los cargos
presidenciales o ministeriales en la Zarzuela ante la Biblia y el Crucifijo me
parecen un resto de nacionalcatolicismo que no resulta fácil de entender en un
Estado no confesional, como declara la Constitución de 1978: “Ninguna confesión
tendrá carácter estatal” (art. 16,3a). Con ello se demuestra que, más de
cuarenta años después de la muerte del dictador, en España todavía no se ha
producido la transición religiosa.
Llama la atención que se comience transgrediendo la
Ley de leyes en un acto de tanta trascendencia para la vida política como la
toma de posesión del Gobierno de España. Esto viene sucediendo
ininterrumpidamente desde el primer Gobierno constitucional, con gabinetes de
todos los colores: de derechas, de izquierdas y de centro. Dos preguntas me
queman en los labios ante un comportamiento político-religioso tan anacrónico:
– ¿Nadie había reparado en un texto de tamaño
carácter patriarcal? Bueno, al menos en este caso alguna utilidad tiene el
trabajo de detective de un teólogo varón que hace hermenéutica feminista de la
Biblia. Espero que, alertada la Zarzuela, si es que lee este artículo, no
vuelva a repetirse tan anacrónica ceremonia. Y si los inquilinos reales
persisten en el empeño, confío en que los miembros de futuros gobiernos tomen
buena nota y se nieguen de jurar o prometer ante un texto así.
– A estas alturas, ¿necesita la voluntad popular
ser legitimada por la Biblia y el Crucifijo? Hace tiempo que en Europa pasamos
de la teo-cracia a la demo-cracia, pero parece que en el terreno político ese
cambio no ha logrado pasar los Pirineos. El reloj de la historia política y
religiosa de España quizá se detuviera hace dos siglos y no ha habido quien le
pusiera en la hora europea. En esto ¡también España es diferente! Bueno España
no, sino algunos de sus gobernantes, porque la sociedad ha logrado un ejemplar
grado de secularización. Aunque con un largo retraso, todavía estamos a tiempo
de acompasar el ritmo secularizador y laico de Europa.
Tampoco es fácil de justificar tal anacrónica y
nacional-católica escena, aun cuando fuere por deseo expreso de los reyes
conforme a sus creencias católicas –que no parece fue el caso–. Porque dichas
creencias deben permanecer en la esfera privada, nunca explicitarse en el
espacio público. No se olvide que el Monarca del Estado Español no es constitucionalmente
rey católico, como lo fueron sus antepasados.
Poner a Dios por testigo en el juramento de cargos
políticos constituye un acto de teísmo político que termina
por convertirse en una crasa manipulación de Dios. Hacerlo sobre la Biblia
viene a ser una sacralización de la actividad política, que va en contra de la
secularización de la vida pública, seña de identidad de la Modernidad. Jurar
delante del Crucifijo significa convertir a Jesús de Nazaret, condenado por
blasfemo religioso y subversivo político, en legitimador de un presidente de
Gobierno cuyo partido está inmerso en un presunto delito de corrupción.
Me parece un gravísimo error, en fin, seguir
proclamando, en actos de tal significación política, textos claramente
discriminatorios por razones de género como el del libro bíblico de los
Números, en abierta contradicción con las leyes españolas que defienden la
igualdad de género, condenan la violencia de género y son contrarias a la
discriminación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida: personal,
familiar, laboral, cívico-social, político, educativo, cultural, moral, etc.
Termino con una pregunta: ¿al colocar su mano
izquierda en la Biblia sobre un texto de ideología patriarcal, ¿no estarían
Rajoy y sus ministros, sin quererlo, manifestando su voluntad de aplicar a la
baja las leyes de igualdad de género? En esta como en otras materias tenemos
que estar ojo avizor. Porque esa fue la tónica de la legislatura anterior. No
hay más que consultar la hemeroteca para comprobar los recortes en materia de
género.
Que tome buena nota la oposición y sepa qué es lo
innegociable y lo que debe defender: la igualdad y la paridad de género, los
derechos sexuales y reproductivos, la educación no sexista, salarios iguales
por igual trabajo, lucha contra la violencia patriarcal, contra la
prostitución, contra la LGTBIfobia. Lo dejo abierto para que cada lector de
este artículo añada las causas de género que crea deben defenderse.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las
Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Invitación a
la Utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid).