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El
sínodo “de los jóvenes”
José Arregi
www.religiondigital.com / 121118
Se llamaba más bien "Sínodo sobre los
jóvenes", cosa muy distinta. Y así ha sido en realidad. Los jóvenes no han sido sujeto, sino más
bien objeto. ¿Para qué entonces un Sínodo?
El término proviene del griego syn (con) y
hodos (camino o viaje), de modo que significa "camino o viaje
conjunto". Pero el Derecho Canónico lo define como "asamblea de
obispos escogidos... que se reúnen... para fomentar la unión estrecha entre el
Romano Pontífice y los Obispos". No es un viaje, sino una reunión. Y el
sujeto son los obispos con el papa al frente. ¿Merecía la pena?
Viajaron a Roma y allí se quedaron, del 3 al 28 de
octubre (25 días con todo pagado), 267 obispos, más 20 sacerdotes y religiosos
y 23 expertos; y luego el resto: 49 oyentes, entre los cuales 34 jóvenes (bien elegidos entre los más
afines y sumisos, lejos del perfil medio de la juventud actual), todos ellos
con voz restringida y sin voto.
Una foto lo dice todo: en la tribuna
presidencial el papa Francisco, y el amplio hemiciclo cubierto de sotanas
negras, obispos con fajines y solideos fucsia, y cardenales con fajines y
solideos rojos en las primeras filas del centro. Majestuoso.
Allá al fondo, donde mis ojos ya no
distinguen, debieron de estar los oyentes sin voto, unos pocos jóvenes entre
ellos. Seguro que en algún lugar estuvieron también los colores del mundo de
hoy y las bienaventuranzas de Jesús, pero en la foto no alcanzo ni a divisarlo.
Es
la imagen real de la Iglesia institucional: masculina, célibe, clerical y
jerárquica.
Una Iglesia que Jesús nunca imaginó:
ni eligió a los 12 apóstoles como dirigentes de su grupo de seguidores con
Pedro al frente, ni se le pasó por la cabeza que fueran a tener sucesores en
una Iglesia futura en la que ni siquiera pensó. Y aun cuando la hubiera
organizado y proyectado exactamente así hace 2000 años, aun en ese caso irreal
podría la Iglesia seguir manteniendo ese modelo. Sería tan anacrónico como que
tuviéramos que seguir hablando arameo como Jesús, o vistiendo como él túnica y
sandalias o lo que fuera. Jesús fue un profeta reformador, que dijo: "El
espíritu sopla donde quiere", "Está escrito, pero yo os digo", y
"A vino nuevo odres nuevos".
La institución eclesiástica lo olvidó muy
pronto y sigue repitiendo lenguajes, dogmas y formas del pasado. No es, pues,
extraño que nada nuevo se contenga en el documento final del Sínodo episcopal
sobre los jóvenes, un texto largo, frío y plano. Se menciona a menudo el
"viaje", pero no se avanza en nada. Afirma que los jóvenes son
"lugar teológico" (n. 64), pero ignora la voz y el voto de la inmensa
mayoría de la juventud, a la que se recuerda que deben "reconocer el papel
de los pastores y no avanzar por sí mismos" (n. 66).
Nada nuevo en cuestiones relativas a la
sexualidad, a la orientación sexual y al género. Invita a los jóvenes a
redescubrir la castidad. Y solo menciona a los homosexuales para decir que han
de ser "acompañados" (n. 150), como quien tiene algún problema. A
transexuales, bisexuales o intersexuales, ni siquiera los menciona. No existen.
"Hombre y mujer los creó", y punto.
¿Y sobre la mujer? Reclama, sí, su
presencia "en los cuerpos eclesiales en todos los niveles", pero
"respetando el papel del ministerio ordenado" (n. 148), es decir, sin
tocar la supremacía clerical masculina. Todo
queda como estaba: ¿dónde está el "viaje"? O ¿para qué tanto viaje?
Lo más audaz es seguramente el párrafo
sobre la formación de los seminaristas, donde se dice: "demasiados jóvenes
que se presentan en seminarios o casas de formación son bienvenidos sin un
conocimiento adecuado de su historia" (n. 163). Asunto crucial. En efecto,
los seminarios se nutren en general de jóvenes de otro mundo que ansían ponerse
el alzacuellos y la casulla, y aspiran a la mitra y al báculo. Y puesto que de
los seminaristas de hoy saldrán los curas, obispos y cardenales de mañana,
¿cómo podremos esperar de ellos el fin del clericalismo (sínodo, episcopado y
papado incluidos)?
Todo
indica que el viejo aparato de la Iglesia Católica tendrá que derrumbarse por
entero para que algo nuevo surja en su lugar. Y esto no es pesimismo, sino esperanza en el movimiento que Jesús el
itinerante inauguró. El Espíritu es joven y vibra en el corazón de todos los
seres, transformando la vida y sus formas.
Brasil. La derrota cultural y electoral ¿llevará a la reconstrucción del campo popular?
Aram Aharonian
Clae *
Resumen Latinoamericano / 28 10 18
El ultraderechista Jair Bolsonaro fue
electo presidente de Brasil para los próximos cuatro años, un resultado que
consolida la ofensiva de las fuerzas conservadores en la región, y pone en
jaque a las fuerzas progresistas del país, que de ahora en más deberán
centrarse en la resistencia y en la reconstrucción de partidos y movimientos
sociales.
No hubo milagros y prácticamente se
repitieron los guarismos de la primera vuelta: la imposición del imaginario
colectivo desde los sectores de la derecha fue contundente antes de la primera
vuelta presidencial, y cuando el progresismo reaccionó, se encontró desvalido
en medio de una guerra para la que no estaba preparado.
No se trata de una derrota electoral: eso
no sería tan grave, sino de una derrota cultural que comenzó a salir a la
superficie desde el inicio del segundo mandato de Dilma Rousseff. Y,
aprovechando esa derrota e impedir que Luiz Inácio Lula da Silva fuera
presidente de Brasil por tercera vez, la derecha brasileña y el poder fáctico
optaron por destruir al país, sin importarle las consecuencias, con el apoyo
militante, mediático (y financiero) de las iglesias evangélicas, en especial
las pentecostales.
Las evangélicas se convirtieron (ante el
repliegue de la Iglesia Católica y de su opción por los pobres) en un aparato
político -no solo en Brasil sino en varios países de Latinoamérica y el
Caribe-, eficaz no solo por la acción cotidiana y persistente de sus
pastores-agitadores y la difusión mediática de sus mensajes (son propietarios
de la segunda red de televisión del país, la Record) sino por su incidencia en
el sector más conservador brasileño.
Este sector (se calcula en un 30% de la
población), está arraigado en los sectores más atrasados incluso del sector
popular y ha mostrado, a la largo de las últimas dos décadas, preferencias
políticas inestables, ya que desde principios de siglo apoyaron al PT (y se
mantuvieron allí gracias a las políticas sociales de sus gobiernos), y ahora
cortaron sus amarras y respalda a Bolsonaro, gracias en parte a la campaña de
la prensa hegemónica que atribuyó la enorme corrupción del país solo a los
trabalhistas.
Un estudio sobre consumo y política entre
jóvenes de las periferias de las grandes ciudades, de las investigadoras Rosana
Pinheiro-Machado y Lucia Mury Scalco (Universidad Federal de Río Grande do Sul)
señala que “se puede inferir que la adhesión bolsonarista tiene alguna de sus
raíces en el propio modelo de desarrollo lulista enfocado en la agencia
individual y en el consumo –y no en el cambio estructural de los bienes
públicos vinculado a un proceso de movilización colectiva”.
Este argumento es legítimo, aunque
incompleto, añaden, ya que las políticas liberales tenían potencia política,
además de que el ideal de la felicidad era algo finalmente avistado en el
horizonte de los ciudadanos de baja renta. Esperanza y odio son categorías
excluyentes, pero cohabitan ganando mayor o menor espacio según el contexto, y
por eso no se puede hablar exclusivamente de un viraje conservador.
También puede inferirse que el crecimiento
del bolsonarismo en las periferias es fruto del golpe de 2016. El lulismo fue
incapaz de promover cambios estructurales y la agenda de austeridad del
gobierno de facto de Temer profundizó la exclusión. La violencia estructural
–el racismo, la discriminación de clase, el patriarcado anclado en la figura
del supermacho- y la presencia de la iglesia, del narcotráfico y de la policía
siempre fueron los modelos preponderantes junto –claro está- con las prácticas
cotidianas de resistencia, creatividad, amor y reciprocidad, señalan las
investigadoras.
Lo que puede ocurrir en el Brasil de 2019
es algo peor que la dictadura de 1964, porque esa fue resultado de un golpe
castrense que derrocó a un presidente constitucional, nacionalista y popular,
Joao Goulart. Ahora, los herederos de la dictadura llegan a través de las urnas
al poder, obviamente tras el sacudón del golpe policial-judicial-parlamentarrio
con apoyo militar de 2016.
Jair Messias Bolsonaro dice que
el error de la dictadura fue no haber matado y desaparecido tanta gente como lo
hizo Augusto Pinochet en Chile. Adriano Diodo, ex presidente de la Comisión de la
Verdad, señala que el surgimiento de Bolsonaro muestra que la dictadura
venció la batalla ideológica gracias a la amnesia dictada por los medios y la
impunidad dada por la ley de Amnistía decretada en 1979 por el general dictador
(y exjefe del servicio secreto) Joao Baptista Figueiredo, que sigue en vigor.
Según Temer, “la transición comenzará el
lunes o el martes” y los integrantes de su Gobierno pondrán a disposición del
presidente electo “toda la información necesaria”.
Pese a la tardía remontada del candidato
del PT Fernando Haddad en la última semana, su comando de campaña sabía que el
“milagro” era difícil de construir en tan poco tiempo, después que su partido
perdió mucho tiempo confiando en que el gobierno de facto permitiría a Lula
participar en la contienda electoral.
Las palabras de Bolsonaro no dejan margen
a ninguna duda, transparentan sus intenciones y su personalidad homofóbica,
misógina, xenófoba, de odio a los negros, a los pobres, a los campesinos
sin tierra, a los pobladores sin techo. A pesar de todo eso, muchos de ellos
votaron por él.
La izquierda
¿Quién nos salva de los salvadores de la
Patria? Se pregunta el catedrático y periodista Gilberto Maringoni, quien
señala que cada 30 años aparece uno, abrazado por los medios hegemónicos, en
medio de la crisis. En 1960 fue la tragedia con Janio Quadros, en 1990 la farsa
de Collor de Mello, y en 2018 Bolsonaro, tragedia y engaño al mismo tiempo y
mezclados.
Son aventureros irresponsables y rabiosos,
con un discurso monocorde: barrer la corrupción, terminar con los robos. Todos
presentan soluciones simples para problemas complejos, todos seducen a los
incautos, todos tienen seguidores casi fanáticos, que no oyen voces diferentes.
Los dos primeros llevaron al país al borde del abismo. El tercero dará un paso
al frente, agrega.
El PT apostó a que el candidato sería
Lula, que según las encuestas tenía más del 45% en la intención de votos a
mediados de agosto, en la ingenua creencia que el aparato institucional del
gobierno de facto (además del determinante poder fáctico) lo iban a permitir.
Desde la caída de Dilma Rousseff no se vio intento alguno de rearmar una fuerza
progresista, antifascista… hasta las últimas dos semanas de la campaña.
Los movimientos sociales que
llevaron a Lula y al PT al poder, habían sido desarmados: cooptados por el
Estado en parte, sin mayor participación real en el tipo de democracia impuesta
por el PT. Los antes poderosas centrales sindicales, el Movimiento de los
Trabajadores Sin Tierra, el de los Sin Techo, entre muchos otros, habían
abandonado las calles. No se trabajó en construir un movimiento, una fuerza
progresista; no surgieron nuevos cuadros (políticos, administrativos,
gerenciales). Todo quedó cobijado bajo la figura del caudillo.
Entonces, no sorprende que la izquierda
brasileña no se dio por enterada de que en el mundo se imponía un nuevo
tipo de guerra y redujo su accionar a la denuncia permanente, generalmente
desoída e invisibilizada. Este tipo de campañas, habituales en las democracias
formales, junto al uso de los perfiles de los usuarios de redes sociales para
manipular la opinión pública, ya había sido usada en la campaña de Barack Obama
antes que en la de Donald Trump.
Uno de los problemas mayores de la
izquierda (no solo la brasileña, claro) es su endogamia: sus mensajes van
dirigidos a los ya convencidos. Incluso se busca solidaridad internacional,
como si lo que escribiera un notable intelectual del exterior pudiera influir
en el imaginario colectivo y sustituir toda la basura informativa lanzada por
los medios hegemónicos y las llamadas redes sociales.
Comunicacionalmente, es reactiva y no
proactiva. Está siempre denunciando al enemigo y a la vez adoptando la agenda
de este (incluso cuando está en poder), en lugar de difundir las informaciones
propias, emanadas de una agenda propia.
El pensamiento crítico no aparece por arte
de magia: precisa lectura, reflexión, debate…hay que cultivarlo. Y hay que
reinventar las formas de intervención, sin olvidar que aún en estas guerras
cibernéticas, la confianza personal, el trabajo de base, de alfabetización
política, determina la posibilidad de sumar El zig-zag del fake-candidato
Disminuir la diferencia alcanzada por
Bolsonaro en la primera vuelta sería un logro importante, ya que el adversario,
aunque ganase la disputa electoral, estaría bajo fuerte presión al asumir el 1º
de enero, analizó el último jueves el comando de campaña petista. Algo similar
dijo el viernes último Lula desde su celda, al cumplir 73 años: es importante,
como mínimo, que de las urnas salga una oposición fortalecida.
En las últimas semanas Bolsonaro tuvo un
recorrido sinuoso y un significativo vuelco, sobre todo luego de conocerse las
declaraciones de uno de sus hijos, quien recordó que para cerrar la Corte
Suprema del país no se requería más que un soldado y un cabo, luego de asegurar
que mandará a los “rojos” (del PT y sus aliados) a la cárcel o al exilio y
decretará que movimientos sociales sean considerados grupos terroristas.
El candidato de la ultraderecha comenzó
por imponer silencio absoluto a sus asesores, tratando de divulgar en las redes
sociales declaraciones para construir una imagen de tranquilidad y pacificación
nacional, todo lo contrario a los dichos en los últimos meses. Incluso, habló
de su respeto absoluto a la Constitución, hizo un llamado para unir a todos los
brasileños y garantizó que sabrá respetar opiniones divergentes.
Las declaraciones de Paulo Guedes, su
“futuro” ministro de Economía, habían encendido luces de alarma, incluso en el
establishment, sumándose a sus propias idas y venidas en sus proyectos
económicos, lo que demostraba que no había proyecto de país. Pero eso no era
importante para él, a sabiendas que el modelo se lo iban a imponer desde
afuera.
Brasil se llenó en los últimos dos meses
de fábricas de mentiras, que utilizaron la data y los perfiles, que los mismos
usuarios proporcionaron a las megaempresas y son vendidos –por ejemplo por
Facebook- para que empresas nada éticas como Cambridge Analytica los usen para
las campañas de whatsapp, tuit, y otras redes sociales.
Estos servicios, develó la misma prensa
hegemónica, eran pagados por el llamado poder fáctico, los empresarios que se
beneficiarán con las mentiras propagadas y prepagadas. Hoy las guerras se
producen tras la propagación de mentiras, como sucedió en Libia y Túnez, en Irak,
Afganistián, Egipto y Siria, ahora en Yemen y Venezuela. Construyen la “verdad”
requerida por Estados Unidos y sus socios transnacionales y locales.
En el caso de Brasil, la siembra del odio
al PT, comenzó en el segundo mandato de Lula, y creció exponencialmente a
partir del gobierno de Dilma Roussef. Anclados en medias verdades, como los
casos de corrupción, los grupos de poder fueron fertilizando mentes y
preparando el terreno para las elecciones de este año, señala la analista
Elaine Tavares de la Universidad de Santa Catarina.
Lo que no esperaban, quizá, es que un
candidato, fuera del circuito tradicional de los partidos y de los grupos de
poder, sintetizara de manera tan acabada toda la carga de prejuicio, moralismo,
miedo y odio que la clase dominante, que tras el susto inicial, ya se va
acercando al candidato fascista, porque reconoce que él hoy comanda a las masas
y eso es todo lo que interesa. Bolsonaro es el mascarón de proa de las élites
económicas.
Rematar la Amazonia
El frente más poderoso del Congreso –la
bancada del ganado-, que reúne a latifundistas, grileiros (criminales que se
apropian de tierras públicas a través de sicarios), representantes del
agronegocio y parlamentarios conservadores ha tenido con el gobierno de facto
de Michel Temer un papel muy activo en el avance sobre las áreas protegidas de
la Amazonia.
La intención de Bolsonaro, amparado en la
bancada mayoría es la de transformar las tierras indígenas y las áreas de
conservación, hoy las principales barreras contra la devastación y deforestación
de la selva, en pastizales para ganados, plantaciones de soja y extracción
mineral. Obviamente apoyan a Bolsonaro, que sumará 52 diputados a la bancada, y
ya anunció la fusión del ministerio del Ambiente con el de Agricultura, en
menos de un representante de la bancada del ganado.
El ultraderechista habló de limitar las
multas ambientales, que terminará con el “actiovismo chiíta ambiental”, anunció
que no habrá más tierras para indígenas y que éstas se podrán vender. Su
concepto de democracia es original: “las minorías tienen que inclinarse ante la
mayoría” o “simplemente desaparecer”.
Poder copado
El Ejecutivo está en manos de usurpadores
y el poder Judicial está copado por magistrados ultraderechistas (muchos
de ellos propuestos por el PT), que promovieron la censura previa, prohibieron
el libre debate y suspendieron incluso, en los dos últimos días de la campaña,
la libertad de reunión y de opinión en varias universidades, el secuestro de
material y suspensión de sus actividades académicas con las comunidades. Y a
ellos se suman los militares, en actividad o retirados (ahora hasta
parlamentarios).
El Tribunal Supremo Electoral, convertido
en cuartel general del bolsonarismo, fabricó órdenes para favorecer al
candidato ultraderechista mientras ordenaba mantener la propaganda calumniosa
contra Fernando Haddad, donde lo califican de pedófilo. Una forma de
ajusticiamiento que quizá usen las milicias verdes bolsonaristas de ganar las
elecciones, para dejar fuera de combate a las personas que piensan diferente.
Hoy, los dos meses que separan de la
asunción del nuevo presidente marcarán el paso de la política y el futuro del
Brasil. Y da la oportunidad de que el movimiento antifascista, progresista, de
izquierda, que comenzó a diseñarse desde las bases sirva para la reconstrucción
del espacio popular, de la mano de los movimientos sociales. La construcción
siempre se hace desde abajo: lo único que se construye desde arriba es un pozo.
Este pozo.
* Periodista y comunicólogo uruguayo.
Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la
Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE)
Caso Khashoggi: El periodista y Jack el destripador
Nazanin Armanian
www.publico.es / 23 10 18
El 7 de diciembre del 1977, el escritor
secular y progresista de Arabia Saudí, Nasir As-Said, es secuestrado en plena
calle de Beirut y trasladado a la embajada de este país, desde donde desaparece
para siempre. Había huido de Arabia en 1956 por defender el nacionalismo árabe
y colocar el lema de “un parlamento libre y democrático para Arabia saudí”, en
el centro de sus demandas. Su asesinato fue organizado por la casa Saud y la
CIA. Jamal Khashoggi ni de lejos se parecía a As-Said, aunque su trágico final se
parece más al guion de una película hollywoodiense de gánsteres, con morbo,
intriga e incluso una historia de amor.
En el asesinato del periodista árabe
existen tres niveles de “intereses”: nacionales, regionales e internacionales,
y justamente la presencia de demasiados actores en el escenario está
dificultando la ocultación de lo sucedido y poder zanjarlo con un “pacto entre
los varones de la mafia” involucrados, impidiendo que ruede la propia cabeza
del principal autor intelectual del crimen el príncipe heredero Mohammad Bin
Salman (MBS).
Según The
Washington Post, la inteligencia estadounidense había interceptado la
conversación de los funcionarios saudíes que discutían el plan para atrapar al
periodista, y aunque el diario no revela los detalles, levanta la sospecha
sobre la inacción de la CIA y el hecho de que no le avisaran a la víctima,
ni mucho menos prestarle protección.
Al contrario de Bin Laden (el agente de la
CIA, cuya supuesta
muerte peliculera fue anunciada por Barak Obama sin presentar
pruebas de su asesinato. ¡No hubo ni cuerpo!), en la muerte de Jamal Khashoggi,
Donald Trump -que hace de portavoz de la casa Saud-, se ha visto obligado a
confirmar la muerte trágico del hombre, bajo las presiones de Turquía, aun sin
tener su cadáver.
Se trata de un asesinato premeditado: en
septiembre, el periodista, residente en EEUU, acudía a la embajada de su país
en Washington para arreglar sus papeles y poder contraer matrimonio con la
estudiante universitaria turca Hatice Cengizel. Pero, los funcionarios le
recomiendan, “incomprensiblemente”, que fuera a Turquía a gestionarlo, lo cual
muestra la complicidad de la embajada, que está bajo el mando de nada menos que
el príncipe Khaled, el hermano de MBS. Y es lo que hace el novio. El 31 de
septiembre, acude al consulado de Arabia en Estambul y aquí le citan para que
regrese el día 2 de octubre y recoger sus documentos, tiempo suficiente para la
llegada del escuadrón de la muerte desde Arabia Saudí.
¿Quién
le traicionó?
Ya temía por su vida, cuando en 2017
Khashoggi rechazó la invitación de los Saud para volver al país y trabajar como
asesor de los medios de comunicación de la corte real. Sin embargo, bajó la
guardia, posiblemente porque, tanto sus contactos en Riad como (un sector de)
los servicios de inteligencia estadounidenses y turco le habían asegurado que
estaría a salvo en Turquía. Y los tres le traicionaron o le fallaron. Cabe
recordar que años atrás, concretamente en 1968, la misma CIA iba a secuestrar
al periodista griego Elias Demetracopoulos, refugiado en EEUU, por órdenes de
Richard Nixon y Henry Kissinger ya que había descubierto unos documentos que
revelaban la ayuda de 549.000 dólares de la dictadura militar griega a la
campaña electoral de Nixon. El plan era conducirle hasta la embajada griega en
Washington para matarlo.
¿Quién
era Khashoggi?
Empezó su carrera periodística sobre 1980,
cooperando con la CIA y la casa Saud en promocionar en la prensa la
“Yihad” anticomunista dirigido por su compatriota Bin Laden en
Afganistán y la región, para después resaltar los crímenes de Al Qaeda con dos
objetivos: justificar
la farsa de EEUU en su “Guerra contra el terror”, y quitar la
etiqueta de “fundamentalista y bárbaro” al régimen saudí presentándole
“moderado”. Así, se convirtió en el asesor de prensa del jefe de Mukhabarat (Servicios
de Inteligencia de Arabia), el príncipe Turki al Faisal, primo de MBS, e hijo
de Faisal quien fue rey de Arabia hasta su asesinato en 1975 por un sobrino
(¡lo cual muestra las amenazas que acechan al propio MBS, desde dentro!).
Su colaboración fue premiada por el príncipe
Kalid Al Faisal, el dueño del diario de Al-Watan (La Patria), y hermano de
Turki Al-Faysal, quienes le dieron el puesto del director en el rotativo. Su
paso por los medios de propaganda del régimen fue breve, y eso a pesar de que
seguía encubriendo los crímenes de la mafia gobernante. Los Saud, que siguen el
lema de “O estás conmigo o contra mí”, son incapaces de soportar ni consejos
amistosos de los periodistas de estas publicaciones. Khashoggi nunca dejó de
ser leal a Washington y a las dictaduras de la región apoyando las agresiones
militares de EEUU y sus socios europeos, turco y árabes a las repúblicas semi
seculares de Irak, Libia y Siria, que han causado la muerte y dolor a decenas
de millones de personas.
Khashoggi nunca escribió sobre la
situación de los trabajadores, mujeres o de los presos políticos que reciben
decenas de latigazos en su cuerpo hasta que su piel sea arrancada (como ha
sucedido al joven Ali al-Nimr, condenado a muerte en 2014 por su participación
en las protestas de la primavera árabe de 2012), ni mencionó nunca los
gravísimos abusos, incluidos físicos y sexuales, que sufren muchos de los 9
millones de personas migrantes en el país. En 2017, al menos 146 personas
fueron ejecutadas en Arabia Saudí, y la mayoría decapitadas, al puro estilo del
“Estado Islámico”, por acusaciones como el ateísmo, blasfemia, homosexualidad,
brujería o criticar al poder.
¿Por
qué MBS va por él?
Khashoggi se hace “desertor” (que nunca
opositor, ni siquiera crítico) cuando el rey Salman bin Abdulaziz organiza un
golpe de estado para nombrar heredero a su hijo, al joven Mohammad,
destituyendo al verdadero heredero, Mohamed bin Nayefel de 59 años. A pesar de
que el periodista no deja de respaldar al que iba ser el futuro rey ilegítimo
de Arabia y sus falsos intentos de reforma, MBS planea eliminarlo, por:
1+ Cuestionar, aunque nunca de forma
directa, la legitimidad del príncipe heredero.
2+ Simpatizar con la poderosa organización
rival del wahabismo la Hermandad Musulmana (HM) que gobierna en Qatar y
Turquía. Lo que agrava este “pecado” es que la HM no es la enemiga apóstata
chii, sino una alternativa sunnita viable a la versión más intransigente del
Islam impuesta en Arabia. El periódico saudí de Okaz (nombre de un zoco en la
antigua Arabia), semanas antes del asesinato, desveló su encuentro con el Emir
de Qatar, Tamim Bin Hamad, en el Hotel Four Seasons en Nueva York.
3+ Poseer información privilegiada de lo
que sucedía en el hermético seno del poder, además de conocer al detalle los
trapos sucios de la monarquía.
4+ Ser Khashoggi un saudí “patriota”: no
le podían acusar de ser “agente del occidente”.
5+ Perjudicar a la casa real desde EEUU,
el centro del imperio, y donde MBS había invertido miles de millones de dólares
para comprarse prestigio.
6+ Distanciarse de la postura proisraelí
de la casa real sobre Palestina en general y su renuncia a Jerusalén oriental
como futura capital del estado palestino, en particular. El asesinato del
periodista también hace feliz a Israel.
Pedagogía
del terror
Los detalles de su terrible muerte
(filtrados en capítulos por el régimen de Erdogan, para su propio beneficio),
han sido un aleccionamiento: podrían haberle puesto una bomba en su coche y
pegarle un tiro (cosas que la prensa “amiga” podría tachar de “ajuste de
cuentas” por droga, amor o lo que fuese, y los gobiernos amigos se lo hubieran
agradecido). Nadie se ha escandalizado con el asesinato de la periodista
maltesa Daphne Caruana Galizia, o al esloveno Jan Kuciak. Pero, descuartizar
viva a una persona y encima, en un consulado, y para más inri en un país no
amigo como Turquía, ha sido la obra de un carnicero estúpido, imposible de
soportar para el mundo incluso con los acostumbrados con los estándares
saudíes.
MBS, así echa a perder la ingente
inversión en los medios de comunicación occidentales que hizo para que le
presentaran como reformador y el hombre que iba a curar la incurable esclerosis
de una teocracia que siempre es medieval: consiguió que la prensa en vez de
hablar de sus crímenes en Yemen hablara del levantamiento de la prohibición de
conducir a las mujeres, mientras que por la puerta atrás
seguía deteniendo a las activistas feministas.
Ahora, no sólo ha asestado un duro golpe a
sus aliados que pusieron la alfombra roja al “reformador MBS”, sino que acaba
con el espejismo de la capacidad de reformar una teocracia sanguinaria.
Matar al periodista ha sido el suicidio de
un arrogante y desesperado heredero, y la consecuencia de la impunidad que le
han regalado las potencias mundiales a este país y a Israel: ¡Arabia sigue
siendo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Comité para el
Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género!
El año pasado los
Saud organizaron su particular “noche de cristales rotos”, cuando el
rey Salman citó a 11 príncipes y 38 ex ministros en el hotel Ritz-Carlton de
Riad, para allí encerrarlos, torturarlos, y no soltarlos antes de desvalijar
sus cuentas billonarias. El príncipe
de las tinieblas saudí, también secuestró al primer ministro
libanés, Saad Hariri, y ni la ONU le reprochó. Nadie ha querido a los saudíes
lo suficiente para salvarlos de sí mismos.
Sin apoyo en el interior de la casa real,
y ahora tampoco en exterior, MBS puede marcharse, sumiendo en una mayor
incertidumbre a su país y a la región. Lo único seguro es que esta crisis no
terminará en una república ni siquiera en una “república “islámica para Arabia.
Entre las pocas alternativas que le quedan
a la casa saud están:
1) Apartar al heredero, y cerrar la crisis.
Salman ha confundido la importancia estratégica de Arabia para EEUU con la
importancia de un MBS que es absolutamente prescindible. La soga ya está
en el cuello del “Trump saudí”. Es más, si no se va por las buenas, la CIA
tiene medios y suficiente experiencia para hacerlo por las malas.
2) Provocar algún incidente grave a nivel
internacional para que los titulares de la prensa se desviasen del “caso de
MBS”.
Empieza, de todas formas, una nueva ronda
de juego árabe de tronos.
Y, por último, a pesar de las afirmaciones
de los líderes occidentales, Arabia Saudí carece del poder real para chantajear
al mundo: es una simple y llana colonia de EEUU.
En 1818, el sultán otomano Mahmud II colgó
la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de
Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a sultán otomano, Tayyeb
Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia
Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su
cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del
magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.
El presidente turco, ha adoptado la
estrategia de Sherezade, la cuenta cuentos persa de Mil y Una noches: narra,
noche tras noche, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un
asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.
Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı
(MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca, empezaron a filtrar los
macabros detalles del asesinato del periodista
islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre,
ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo
provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia
saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al
mundo contar la verdad “en toda su desnudez” sobre el asesinato,
suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de
audio de 11 minutos sobre el crimen.
Es más que probable que Ankara tuviera
conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera
dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la
reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están
llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el rey
Salman como representante de los saudíes.
Se desconoce si dicha información procedía
de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de
uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y
fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que
otorga al sultán Erdogan imponerse a su alteza Bin Salman: justo cuando éste se
desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se
encontraba el asesor personal de MBS.
La estrategia turca de “presión y
paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier
conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía
por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados
omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la
conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la
CIA.
Esta “coincidencia” huele a un pacto entre
EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana
ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También
llaman la atención que hasta hoy, Ankara no haya expulsado a los diplomáticos
saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no
entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción
sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar
coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al
rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.
Puede que el malabarista turco, que con
este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera
deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes
inversiones en Turquía (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita
de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de
influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los
yihadistas: Hay que negociar el reparto del botín sobre las cenizas de
aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita
atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la
“sinceridad” del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.
El presidente de Turquía tenía cierta
amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi,
implicado en el
escándalo Irán-Contras”, y primo de Dodi al Fayet), que era
de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana
(HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y
cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros
estados “sunnitas”.
Razones de una profunda brecha
Desde la toma del poder por el partido
derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del
portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta
aumentar su influencia en los territorios “musulmanes” del imperio otomano,
desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han
pasado por las siguientes fases:
1+ En 2003, y tras la invasión liderada
por EEUU a Irak en 2003, Bush desmantela el gobierno árabe-sunnita de Irak y lo
reemplaza por otro árabe-chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo
estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara
(¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.
2+ El 2011 es el año del fin de la luna de
miel entre la pareja, por las “Primaveras” de Egipto y Túnez. Riad no escatima
dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e
incluso patrocina,
junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto
contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha
autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en
el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.
3+ En 2017, las amenazas de un ataque
militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de
Ankara, por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que
decide instalar
una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso
en las aguas del Golfo Pérsico.
4+ El
distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es
aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU, por miles de
millones de dólares.
5+ Además, Turquía se opone a las
políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén
Oriental como la capital de Palestina.
“No es posible que guardemos silencio
sobre lo ocurrido”, advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no
buscasen a un “salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa
Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.
Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia
Lo que Turquía puede obtener de este drama
es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener
conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera. La
decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de
Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que
Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita.
Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones
a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):
a) Dejar de apoyar
y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya
conseguido algún compromiso al respecto: días después del asesinato de Khashoggi,
Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció
una mayor coordinación con las fuerzas de EEUU en Siria.
b) Levantar las sanciones impuestas por
EEUU a Turquía.
c) Levantar las sanciones económicas a
Qatar por Arabia y EAU.
d) Celebrar el juicio de los criminales en
Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del
desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los
implicados pierdan la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió
en un “accidente” de tráfico, dos días después de regresar a su país (¡a ver,
no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)
Entre estas demandas está ausente poner
fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.
El viaje de la directora de la CIA, Gina
Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan
tiene como objetivo examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una
coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.
El culebrón turco sobre los gánsteres
saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante
Oriente Próximo.Nazanin Armanian
www.publico.es / 23 10 18
El 7 de diciembre del 1977, el escritor
secular y progresista de Arabia Saudí, Nasir As-Said, es secuestrado en plena
calle de Beirut y trasladado a la embajada de este país, desde donde desaparece
para siempre. Había huido de Arabia en 1956 por defender el nacionalismo árabe
y colocar el lema de “un parlamento libre y democrático para Arabia saudí”, en
el centro de sus demandas. Su asesinato fue organizado por la casa Saud y la
CIA. Jamal Khashoggi ni de lejos se parecía a As-Said, aunque su trágico final se
parece más al guion de una película hollywoodiense de gánsteres, con morbo,
intriga e incluso una historia de amor.
En el asesinato del periodista árabe
existen tres niveles de “intereses”: nacionales, regionales e internacionales,
y justamente la presencia de demasiados actores en el escenario está
dificultando la ocultación de lo sucedido y poder zanjarlo con un “pacto entre
los varones de la mafia” involucrados, impidiendo que ruede la propia cabeza
del principal autor intelectual del crimen el príncipe heredero Mohammad Bin
Salman (MBS).
Según The
Washington Post, la inteligencia estadounidense había interceptado la
conversación de los funcionarios saudíes que discutían el plan para atrapar al
periodista, y aunque el diario no revela los detalles, levanta la sospecha
sobre la inacción de la CIA y el hecho de que no le avisaran a la víctima,
ni mucho menos prestarle protección.
Al contrario de Bin Laden (el agente de la
CIA, cuya supuesta
muerte peliculera fue anunciada por Barak Obama sin presentar
pruebas de su asesinato. ¡No hubo ni cuerpo!), en la muerte de Jamal Khashoggi,
Donald Trump -que hace de portavoz de la casa Saud-, se ha visto obligado a
confirmar la muerte trágico del hombre, bajo las presiones de Turquía, aun sin
tener su cadáver.
Se trata de un asesinato premeditado: en
septiembre, el periodista, residente en EEUU, acudía a la embajada de su país
en Washington para arreglar sus papeles y poder contraer matrimonio con la
estudiante universitaria turca Hatice Cengizel. Pero, los funcionarios le
recomiendan, “incomprensiblemente”, que fuera a Turquía a gestionarlo, lo cual
muestra la complicidad de la embajada, que está bajo el mando de nada menos que
el príncipe Khaled, el hermano de MBS. Y es lo que hace el novio. El 31 de
septiembre, acude al consulado de Arabia en Estambul y aquí le citan para que
regrese el día 2 de octubre y recoger sus documentos, tiempo suficiente para la
llegada del escuadrón de la muerte desde Arabia Saudí.
¿Quién
le traicionó?
Ya temía por su vida, cuando en 2017
Khashoggi rechazó la invitación de los Saud para volver al país y trabajar como
asesor de los medios de comunicación de la corte real. Sin embargo, bajó la
guardia, posiblemente porque, tanto sus contactos en Riad como (un sector de)
los servicios de inteligencia estadounidenses y turco le habían asegurado que
estaría a salvo en Turquía. Y los tres le traicionaron o le fallaron. Cabe
recordar que años atrás, concretamente en 1968, la misma CIA iba a secuestrar
al periodista griego Elias Demetracopoulos, refugiado en EEUU, por órdenes de
Richard Nixon y Henry Kissinger ya que había descubierto unos documentos que
revelaban la ayuda de 549.000 dólares de la dictadura militar griega a la
campaña electoral de Nixon. El plan era conducirle hasta la embajada griega en
Washington para matarlo.
¿Quién
era Khashoggi?
Empezó su carrera periodística sobre 1980,
cooperando con la CIA y la casa Saud en promocionar en la prensa la
“Yihad” anticomunista dirigido por su compatriota Bin Laden en
Afganistán y la región, para después resaltar los crímenes de Al Qaeda con dos
objetivos: justificar
la farsa de EEUU en su “Guerra contra el terror”, y quitar la
etiqueta de “fundamentalista y bárbaro” al régimen saudí presentándole
“moderado”. Así, se convirtió en el asesor de prensa del jefe de Mukhabarat (Servicios
de Inteligencia de Arabia), el príncipe Turki al Faisal, primo de MBS, e hijo
de Faisal quien fue rey de Arabia hasta su asesinato en 1975 por un sobrino
(¡lo cual muestra las amenazas que acechan al propio MBS, desde dentro!).
Su colaboración fue premiada por el príncipe
Kalid Al Faisal, el dueño del diario de Al-Watan (La Patria), y hermano de
Turki Al-Faysal, quienes le dieron el puesto del director en el rotativo. Su
paso por los medios de propaganda del régimen fue breve, y eso a pesar de que
seguía encubriendo los crímenes de la mafia gobernante. Los Saud, que siguen el
lema de “O estás conmigo o contra mí”, son incapaces de soportar ni consejos
amistosos de los periodistas de estas publicaciones. Khashoggi nunca dejó de
ser leal a Washington y a las dictaduras de la región apoyando las agresiones
militares de EEUU y sus socios europeos, turco y árabes a las repúblicas semi
seculares de Irak, Libia y Siria, que han causado la muerte y dolor a decenas
de millones de personas.
Khashoggi nunca escribió sobre la
situación de los trabajadores, mujeres o de los presos políticos que reciben
decenas de latigazos en su cuerpo hasta que su piel sea arrancada (como ha
sucedido al joven Ali al-Nimr, condenado a muerte en 2014 por su participación
en las protestas de la primavera árabe de 2012), ni mencionó nunca los
gravísimos abusos, incluidos físicos y sexuales, que sufren muchos de los 9
millones de personas migrantes en el país. En 2017, al menos 146 personas
fueron ejecutadas en Arabia Saudí, y la mayoría decapitadas, al puro estilo del
“Estado Islámico”, por acusaciones como el ateísmo, blasfemia, homosexualidad,
brujería o criticar al poder.
¿Por
qué MBS va por él?
Khashoggi se hace “desertor” (que nunca
opositor, ni siquiera crítico) cuando el rey Salman bin Abdulaziz organiza un
golpe de estado para nombrar heredero a su hijo, al joven Mohammad,
destituyendo al verdadero heredero, Mohamed bin Nayefel de 59 años. A pesar de
que el periodista no deja de respaldar al que iba ser el futuro rey ilegítimo
de Arabia y sus falsos intentos de reforma, MBS planea eliminarlo, por:
1+ Cuestionar, aunque nunca de forma
directa, la legitimidad del príncipe heredero.
2+ Simpatizar con la poderosa organización
rival del wahabismo la Hermandad Musulmana (HM) que gobierna en Qatar y
Turquía. Lo que agrava este “pecado” es que la HM no es la enemiga apóstata
chii, sino una alternativa sunnita viable a la versión más intransigente del
Islam impuesta en Arabia. El periódico saudí de Okaz (nombre de un zoco en la
antigua Arabia), semanas antes del asesinato, desveló su encuentro con el Emir
de Qatar, Tamim Bin Hamad, en el Hotel Four Seasons en Nueva York.
3+ Poseer información privilegiada de lo
que sucedía en el hermético seno del poder, además de conocer al detalle los
trapos sucios de la monarquía.
4+ Ser Khashoggi un saudí “patriota”: no
le podían acusar de ser “agente del occidente”.
5+ Perjudicar a la casa real desde EEUU,
el centro del imperio, y donde MBS había invertido miles de millones de dólares
para comprarse prestigio.
6+ Distanciarse de la postura proisraelí
de la casa real sobre Palestina en general y su renuncia a Jerusalén oriental
como futura capital del estado palestino, en particular. El asesinato del
periodista también hace feliz a Israel.
Pedagogía
del terror
Los detalles de su terrible muerte
(filtrados en capítulos por el régimen de Erdogan, para su propio beneficio),
han sido un aleccionamiento: podrían haberle puesto una bomba en su coche y
pegarle un tiro (cosas que la prensa “amiga” podría tachar de “ajuste de
cuentas” por droga, amor o lo que fuese, y los gobiernos amigos se lo hubieran
agradecido). Nadie se ha escandalizado con el asesinato de la periodista
maltesa Daphne Caruana Galizia, o al esloveno Jan Kuciak. Pero, descuartizar
viva a una persona y encima, en un consulado, y para más inri en un país no
amigo como Turquía, ha sido la obra de un carnicero estúpido, imposible de
soportar para el mundo incluso con los acostumbrados con los estándares
saudíes.
MBS, así echa a perder la ingente
inversión en los medios de comunicación occidentales que hizo para que le
presentaran como reformador y el hombre que iba a curar la incurable esclerosis
de una teocracia que siempre es medieval: consiguió que la prensa en vez de
hablar de sus crímenes en Yemen hablara del levantamiento de la prohibición de
conducir a las mujeres, mientras que por la puerta atrás
seguía deteniendo a las activistas feministas.
Ahora, no sólo ha asestado un duro golpe a
sus aliados que pusieron la alfombra roja al “reformador MBS”, sino que acaba
con el espejismo de la capacidad de reformar una teocracia sanguinaria.
Matar al periodista ha sido el suicidio de
un arrogante y desesperado heredero, y la consecuencia de la impunidad que le
han regalado las potencias mundiales a este país y a Israel: ¡Arabia sigue
siendo miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Comité para el
Empoderamiento de las Mujeres y la Igualdad de Género!
El año pasado los
Saud organizaron su particular “noche de cristales rotos”, cuando el
rey Salman citó a 11 príncipes y 38 ex ministros en el hotel Ritz-Carlton de
Riad, para allí encerrarlos, torturarlos, y no soltarlos antes de desvalijar
sus cuentas billonarias. El príncipe
de las tinieblas saudí, también secuestró al primer ministro
libanés, Saad Hariri, y ni la ONU le reprochó. Nadie ha querido a los saudíes
lo suficiente para salvarlos de sí mismos.
Sin apoyo en el interior de la casa real,
y ahora tampoco en exterior, MBS puede marcharse, sumiendo en una mayor
incertidumbre a su país y a la región. Lo único seguro es que esta crisis no
terminará en una república ni siquiera en una “república “islámica para Arabia.
Entre las pocas alternativas que le quedan
a la casa saud están:
1) Apartar al heredero, y cerrar la crisis.
Salman ha confundido la importancia estratégica de Arabia para EEUU con la
importancia de un MBS que es absolutamente prescindible. La soga ya está
en el cuello del “Trump saudí”. Es más, si no se va por las buenas, la CIA
tiene medios y suficiente experiencia para hacerlo por las malas.
2) Provocar algún incidente grave a nivel
internacional para que los titulares de la prensa se desviasen del “caso de
MBS”.
Empieza, de todas formas, una nueva ronda
de juego árabe de tronos.
Y, por último, a pesar de las afirmaciones
de los líderes occidentales, Arabia Saudí carece del poder real para chantajear
al mundo: es una simple y llana colonia de EEUU.
En 1818, el sultán otomano Mahmud II colgó
la cabeza del rey del primer estado saudí Abdullah bin Saud en la puerta de
Constantinopla. Hoy, 200 años después, el aspirante a sultán otomano, Tayyeb
Erdogan está sujetando en una mano la cabeza del príncipe heredero de Arabia
Saudí Mohammed Bin Salman (MBS), y con la otra mantiene una daga debajo de su
cuello. Pero, ¡Tranquilos! No le matará: hoy, el autor intelectual del
magnicidio de Estambul vale más vivo que muerto.
El presidente turco, ha adoptado la
estrategia de Sherezade, la cuenta cuentos persa de Mil y Una noches: narra,
noche tras noche, sus relatos previamente recortados, para sacar ventajas a un
asesino, mientras guarda algún (o varios) as debajo de la manga.
Erdogan y Milli İstihbarat Teşkilatı
(MIT), la Organización Nacional de Inteligencia turca, empezaron a filtrar los
macabros detalles del asesinato del periodista
islamista Jamal Khashoggi, a partir del día 4 de octubre,
ignorando el dolor de la familia, con el único objetivo de sacar el máximo
provecho de la situación, mientras negociaba en secreto con EEUU y Arabia
saudí. Por lo que, en la noche número 999, y a pesar de haber prometido al
mundo contar la verdad “en toda su desnudez” sobre el asesinato,
suspendió la siguiente entrega que iba a ser la publicación de una cinta de
audio de 11 minutos sobre el crimen.
Es más que probable que Ankara tuviera
conocimiento sobre el trágico fin de Khashoggi desde el minuto uno, y decidiera
dosificar la información, y pasar a la siguiente entrega dependiendo de la
reacción oficial de Riad y de los resultados de negociaciones que están
llevando a cabo con Khalid Al Faisal, el emir de la Meca designado por el rey
Salman como representante de los saudíes.
Se desconoce si dicha información procedía
de algún espía turco en el consulado, de la captación de las conversaciones de
uno de los asesinos por su móvil pinchado, o los micrófonos instalados dentro y
fuera del consulado. A partir de allí, empieza una ingeniería informativa que
otorga al sultán Erdogan imponerse a su alteza Bin Salman: justo cuando éste se
desmarcaba del crimen, publicó el video de los sicarios, entre los que se
encontraba el asesor personal de MBS.
La estrategia turca de “presión y
paciencia” funcionó: Los saudíes, después de dos semanas de negar cualquier
conexión con la desaparición de Khashoggi e incluso culpar a la propia Turquía
por su desaparición, admitieron el crimen por sus agentes, mientras ambos lados
omitían la implicación de MBS, a pesar de las innegables evidencias, como la
conversación interceptada de Mohammed con la inteligencia saudí en EEUU por la
CIA.
Esta “coincidencia” huele a un pacto entre
EEUU, Turquía y Arabia Saudí, que dejaría escaparse a Mohammed por la ventana
ahora que Ankara, hábilmente, le había cerrado todas las puertas. También
llaman la atención que hasta hoy, Ankara no haya expulsado a los diplomáticos
saudíes, ni siquiera les haya levantado la inmunidad, o que la policía turca no
entrase en el consulado los primeros días, a pesar de tener plena jurisdicción
sobre la sede, regalándoles a los saudíes 15 valiosos días, para elaborar
coartadas. Inspeccionaron la sede diplomática después de que Erdogan llamase al
rey Salman y le pidiera cortésmente la autorización.
Puede que el malabarista turco, que con
este asunto está viviendo los mejores días de su mandato, 1) No quiera
deteriorar sus relaciones con Arabia y los aliados de éste, por sus grandes
inversiones en Turquía (sobre todo en el sector del “ladrillo”), y 2) necesita
de Riad para alcanzar un acuerdo sobre Siria y el reparto de las zonas de
influencia en este país, al que agredieron juntos en 2015 utilizando a los
yihadistas: Hay que negociar el reparto del botín sobre las cenizas de
aquella nación. Además, con la lira por el suelo, la economía turca necesita
atraer inversiones de los países árabes de la región. De allí Erdogan alabe la
“sinceridad” del rey Salman en “llegar al fondo de la muerte de Khashoggi”.
El presidente de Turquía tenía cierta
amistad con Jamal Khashoggi (sobrino del traficante de armas Adnan Al Khashoggi,
implicado en el
escándalo Irán-Contras”, y primo de Dodi al Fayet), que era
de origen turco, y con el que compartía la ideología de la Hermandad Musulmana
(HM), poderosa organización sunnita que ya gobierna en Turquía y Qatar, y
cuenta con decenas de millones de simpatizantes en Egipto, Túnez, Líbano, y otros
estados “sunnitas”.
Razones de una profunda brecha
Desde la toma del poder por el partido
derechista-islamista de Justicia y Desarrollo, y sobre todo a partir del
portazo recibido por la Unión Europa, la Turquía imperialista intenta
aumentar su influencia en los territorios “musulmanes” del imperio otomano,
desafiando a Arabia Saudí. De modo que las relaciones entre ambos estados han
pasado por las siguientes fases:
1+ En 2003, y tras la invasión liderada
por EEUU a Irak en 2003, Bush desmantela el gobierno árabe-sunnita de Irak y lo
reemplaza por otro árabe-chiita e incluye una autonomía kurda en el nuevo
estado, cambiando el equilibrio de la región en favor de Irán. Riad y Ankara
(¡y Tel Aviv!) deciden unir sus fuerzas para contener a los iraníes.
2+ El 2011 es el año del fin de la luna de
miel entre la pareja, por las “Primaveras” de Egipto y Túnez. Riad no escatima
dinero para derrotar a las fuerzas de la HM (respaldadas por Barak Obama), e
incluso patrocina,
junto con Emiratos Árabes Unidos (EAU), un golpe un estado militar en Egipto
contra el presidente Mohammed Mursi perteneciente a HM. De hecho, Erdogan ha
autorizado las actividades de los disidentes “hermano-musulmanes” egipcios en
el suelo de Turquía donde disponen hasta de estaciones de televisión.
3+ En 2017, las amenazas de un ataque
militar de Arabia Saudí y EUA a Qatar y el embargo del pequeño país aliado de
Ankara, por mar, tierra y aire por dichos países, enfurece tanto a Erdogan que
decide instalar
una base militar en Doha, desafiado la hegemonía saudí incluso
en las aguas del Golfo Pérsico.
4+ El
distanciamiento entre Turquía y el gobierno de Trump es
aprovechado por Riad, quien “compra” al presidente de EEUU, por miles de
millones de dólares.
5+ Además, Turquía se opone a las
políticas saudíes en aislar a Irán y también a su renuncia a Jerusalén
Oriental como la capital de Palestina.
“No es posible que guardemos silencio
sobre lo ocurrido”, advirtió Erdogan a los Saud, insinuándoles que no
buscasen a un “salvador” en la Casa Blanca de Washington: él estará en la Casa
Blanca (Ak Sarayı) de Ankara.
Las demandas de Erdogan a EEUU y Arabia
Lo que Turquía puede obtener de este drama
es de tal magnitud que no se debe descartar que la propia MIT, a pesar de tener
conocimiento previo sobre los planes de MBS, dejara que sucediera. La
decadencia de Egipto, el peso pesado del mundo árabe-musulmán, y la caída de
Arabia Saudí al fondo de los infiernos, es una gran oportunidad para que
Turquía se presentarse como líder mesurado y moderado del mundo islámico-sunnita.
Además, con una “cinta” en su caja fuerte, puede presentar las siguientes condiciones
a Washington y Riad para rescatar a la Casa Saud (que no al heredero):
a) Dejar de apoyar
y armar a los kurdos de Siria. Es posible que Erdogan haya
conseguido algún compromiso al respecto: días después del asesinato de Khashoggi,
Turquía liberó al pastor estadounidense Brunson, encarcelado en 2016, y anunció
una mayor coordinación con las fuerzas de EEUU en Siria.
b) Levantar las sanciones impuestas por
EEUU a Turquía.
c) Levantar las sanciones económicas a
Qatar por Arabia y EAU.
d) Celebrar el juicio de los criminales en
Turquía, el lugar del crimen, para así seguir sacando provecho del cadáver del
desgraciado Khashoggi. ¡Tendrá que darse prisa, antes de que todos los
implicados pierdan la vida, como el teniente Meshal Saad al-Bostani, que murió
en un “accidente” de tráfico, dos días después de regresar a su país (¡a ver,
no iba a tener este “accidente” en el consulado en Berlín!)
Entre estas demandas está ausente poner
fin a la guerra que ha desgarrado a Yemen.
El viaje de la directora de la CIA, Gina
Haspel a Ankara para verse con el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan
tiene como objetivo examinar las pruebas de Turquía y también fabricar una
coartada común para impedir la desestabilización de Arabia.
El culebrón turco sobre los gánsteres
saudíes seguirá emitiéndose, haciendo temblar los cimientos del tambaleante
Oriente Próximo.
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