Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ
Resumen
En
este ensayo examino los aportes cardinales de Piotr Alexéievich Kropotkin al
pensamiento moral y político moderno, con atención a su biografía intelectual,
su formación científica y filosófica, y sus tesis centrales: el apoyo mutuo
como factor evolutivo, el comunismo libertario, la crítica anarquista del
Estado y de la economía política, y su ética naturalista. Se argumenta que
Kropotkin ofrece una síntesis pionera entre ciencia natural y filosofía moral
que anticipa debates contemporáneos sobre cooperación, justicia distributiva,
virtud cívica y ética secular. Asimismo, se evalúa su impacto en la ética laica
moderna, la filosofía moral contemporánea y la teoría política radical,
destacando su vigencia para sociedades complejas del siglo XXI. Las
conclusiones que presento sugieren aplicaciones prácticas en diseño
institucional cooperativo, políticas de bienestar basadas en confianza y
reciprocidad, y pedagogías morales orientadas a la solidaridad.
Palabras
claves: apoyo mutuo;
anarquismo; ética secular; comunismo libertario; cooperación; evolución;
filosofía moral; justicia social.
Abstract
In this essay, I
examine the pivotal contributions of Pyotr Alexeyevich Kropotkin to modern
moral and political thought, paying attention to his intellectual biography,
his scientific and philosophical training, and his central theses: mutual aid
as an evolutionary factor, libertarian communism, the anarchist critique of the
state and political economy, and his naturalist ethics. I argue that Kropotkin
offers a pioneering synthesis of natural science and moral philosophy that
anticipates contemporary debates on cooperation, distributive justice, civic
virtue, and secular ethics. I also assess his impact on modern secular ethics,
contemporary moral philosophy, and radical political theory, highlighting its
relevance to complex 21st-century societies. The conclusions I present suggest
practical applications in cooperative institutional design, welfare policies
based on trust and reciprocity, and moral pedagogies oriented toward
solidarity.
Keywords: mutual aid; anarchism; secular ethics; libertarian communism; cooperation; evolution; moral philosophy; social justice.
Metodología
En
este ensayo aplicamos una revisión bibliográfica selectiva y analítico-crítica
de obras primarias de Kropotkin y debates académicos secundarios indexados en diferentes
revistas indexadas.
Aplicamos
un enfoque hermenéutico para contextualizar conceptos clave en su horizonte
histórico-científico.
Realizamos
una contrastación teórica con corrientes contemporáneas (evolución de la
cooperación, ética de la virtud, teorías de justicia) para evaluar vigencia e
impacto.
Aplicamos
criterios como pertinencia conceptual, rigor argumentativo, trazabilidad de
fuentes y diversidad disciplinaria.
Objetivo
general
Analizar
de manera crítica los aportes filosóficos, científicos y éticos de Piotr A.
Kropotkin, evaluar sus hipótesis sobre el apoyo mutuo y su comunismo
libertario, y valorar su influencia en la ética secular y la filosofía moral
contemporánea.
Objetivos
específicos
1.
Describir
la formación académica y científica de Kropotkin y su relación con su proyecto
filosófico.
2.
Exponer
sus posturas filosóficas fundamentales y su arquitectura ética.
3.
Evaluar
sus hallazgos e hipótesis a la luz de investigaciones contemporáneas sobre
cooperación y moralidad.
4.
Estimar
su impacto en la ética secular y en corrientes contemporáneas de filosofía política.
5.
Proponer
implicaciones prácticas para sociedades del siglo XXI.
Contenido
¿Quién
fue Piotr Alexéievich Kropotkin?
Kropotkin
(1842–1921), fue un geógrafo, naturalista y teórico anarquista ruso, abandonó
una carrera prometedora en la élite imperial para dedicarse a la investigación
científica y a la política radical.
Su
experiencia en expediciones geográficas en Siberia modeló una sensibilidad empírica
y ecológica que irrigó su teoría social.
Fue
un perseguido por sus ideas, pasó por prisiones zaristas y el exilio europeo,
articulando desde allí una obra que une investigación naturalista y crítica
social.
Su
figura condensa el tránsito del positivismo decimonónico a una ética
naturalista de la cooperación que desafía el darwinismo social y el
autoritarismo estatal (Kropotkin, 1899/2009).1
Su
formación académica, filosófica y científica
Educado
en el Cuerpo de Pajes y formado en matemáticas, geografía física y ciencias
naturales, Kropotkin integró observación de campo, cartografía y glaciología
con una lectura crítica de Charles Robert Darwin, Thomas Henry Huxley y Herbert
Spencer.
Su
ingreso a sociedades científicas y su trabajo en la Sociedad Geográfica Rusa
consolidaron una epistemología empirista y comparativa. Paralelamente, su diálogo
con tradiciones anarquistas (Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, Pierre-Joseph Proudhon)
y con economistas clásicos y socialistas nutrió su crítica de la propiedad
privada y del Estado, sin abandonar la metodología científica como basamento de
sus afirmaciones morales y políticas (Kropotkin, 1895/1995).3;
Cf. (Miller, 1976).5
Sus
posturas filosóficas más importantes
Aquí
resumiremos las más importantes de su desarrollo filosófico como:
El
Apoyo mutuo como ley evolutiva y social: contra la lectura competitivista de Darwin, sostiene que
la cooperación es un factor decisivo de supervivencia y progreso moral,
observable en animales, comunidades humanas y prácticas comunales históricas (Kropotkin,
1902/2006).4
Kropotkin
fundamenta el apoyo mutuo como ley evolutiva y social a partir de una doble
evidencia: etológica e histórico-comparada. En Mutual Aid documenta de forma
sistemática que, en entornos ecológicos duros, especies tan diversas como
insectos sociales, aves y mamíferos incrementan su fitness mediante conductas
cooperativas—vigilancia compartida, cría cooperativa, defensa colectiva—que
reducen costes individuales y estabilizan grupos, desmintiendo la extrapolación
“darwinista social” de la lucha de todos contra todos (Kropotkin, 1902/2006).4
En
paralelo, muestra cómo, a lo largo de la historia, las formas comunales (mir
rusas, gremios medievales, sociedades de socorro mutuo) sostuvieron bienestar,
aprendizaje y resiliencia frente a shocks, constituyendo matrices morales donde
la reciprocidad y la solidaridad se institucionalizan en reglas y prácticas.
Esta
convergencia entre cooperación biológica y cooperación social justifica su
tesis: la sociabilidad no es mera excepción moral, sino recurso adaptativo que
produce progreso ético—desarrollo de virtudes como la simpatía y la justicia—y
material—reducción de riesgos y aumento de la productividad conjunta—, por lo
que las teorías políticas y las instituciones modernas deben dejar de
privilegiar la coerción y la competencia como motores exclusivos y, en cambio,
diseñar entornos que reconozcan, protejan y amplifiquen la propensión
cooperativa.
El
Comunismo libertario:
propone una sociedad descentralizada basada en federaciones de comunas libres,
propiedad común de medios de vida y producción, y distribución según
necesidades, coordinada por acuerdos voluntarios y ayuda mutua [Kropotkin,
1892/1995).5
El
comunismo libertario de Kropotkin es una propuesta normativa y organizativa que
busca reconciliar igualdad sustantiva y libertad efectiva mediante la
descentralización política y la socialización de los medios de vida. A
diferencia del socialismo estatal, rechaza la planificación central y la
jerarquía burocrática por considerarlas generadoras de dominación y de
ineficiencia informacional; en su lugar, propone federaciones de comunas y
sindicatos libres que coordinan producción y distribución a través de acuerdos
voluntarios, mandato revocable y cooperación intercomunal.
La
propiedad común no significa uniformidad ni negación de la iniciativa, sino
garantía de acceso universal a lo necesario, liberando a las personas del
chantaje del salario y del mercado como coacción estructural. La distribución
según necesidades se sostiene en inventarios públicos, tecnologías abiertas y
una ética cívica de corresponsabilidad, donde el trabajo se orienta por
utilidad social y afinidad, y se regula por pactos locales y redes
policéntricas, no por coerción estatal.
Kropotkin
justifica esta arquitectura mostrando, por un lado, la abundancia potencial
derivada de la ciencia y la cooperación y, por otro, la genealogía histórica de
formas comunales eficientes y solidarias; así, su comunismo libertario se
presenta como un horizonte realista de abundancia frugal, autonomía personal y
solidaridad organizada, capaz de alinear incentivos materiales y virtudes
morales sin sacrificar la libertad.
La
ética naturalista: la
moral brota de tendencias sociales y afectivas (simpatía, apoyo mutuo)
moldeadas por la evolución y la experiencia histórica; por ello, la ética es
inmanente y secular, no dependiente de mandatos trascendentes (Kropotkin,
1924/2005).6
La
ética naturalista de Kropotkin sostiene que las normas y juicios morales
emergen de disposiciones socioafectivas—simpatía, compasión, sentido de
equidad—que han sido seleccionadas y refinadas en la evolución por su valor
adaptativo para la vida en común, y que luego se sedimentan históricamente en
costumbres, instituciones y lenguajes normativos. Lejos de requerir una fuente
trascendente, la obligatoriedad moral se explica por la interdependencia
humana: cooperar, cuidar y sancionar la explotación preserva bienes comunes,
reduce riesgos y posibilita vidas florecientes; por eso, las comunidades que
cultivan apoyo mutuo tienden a prosperar material y moralmente.
En
Ética: origen y desarrollo, Kropotkin rastrea esta génesis desde prácticas
comunales y códigos consuetudinarios hasta principios más abstractos, mostrando
que el “deber” es una cristalización de experiencias compartidas de cooperación
exitosa, y que la razón no inventa la moral ex nihilo, sino que organiza y
universaliza impulsos pro-sociales ya presentes.
La
consecuencia es una ética inmanente y laica: sus criterios de validez son la
ampliación de la sociabilidad, la reducción del sufrimiento y la potenciación
de capacidades, evaluables empírica y deliberativamente, lo que permite
corregir errores, combatir moralismos autoritarios y anclar la normatividad en
prácticas verificables de cuidado y justicia.
La
Crítica del Estado y de la economía política: el Estado concentra y reproduce formas de dominación que
asfixian la creatividad social; el capitalismo genera miseria y derroche; la
alternativa es una economía de comunas cooperantes, tecnologías apropiadas y
ciencia al servicio de la vida (Kropotkin, 1899/2009).7
La
crítica kropotkiniana del Estado y de la economía política parte de un
diagnóstico funcional: las estructuras estatales centralizadas monopolizan la
coerción y la información, creando dependencias jerárquicas que sofocan la
iniciativa local, ralentizan el aprendizaje social y producen ineficiencias
sistémicas; al mismo tiempo, el capitalismo mercantiliza las necesidades
básicas, subordina la producción a la ganancia y no al uso, y genera miseria en
la abundancia mediante ciclos de despilfarro, desempleo y sobreexplotación.
En
Campos, fábricas y talleres, Kropotkin ilustra cómo la especialización extrema
y la concentración industrial desarraigan comunidades y esterilizan la
creatividad técnica, mientras que experiencias de producción descentralizada,
agricultura intensiva y cooperación artesanal-democrática alcanzan altos
niveles de productividad y bienestar con menor derroche material y humano (Kropotkin,
1899/2009).7.
De
ahí su propuesta: reconfigurar la economía como una red de comunas y sindicatos
federados, apoyados en tecnologías apropiadas—modulares, abiertas, reparables—y
en una ciencia orientada al bien común, donde la coordinación surja de acuerdos
voluntarios, inventarios transparentes y responsabilidad compartida.
Esta
arquitectura policéntrica aprovecha el conocimiento situado, distribuye poder,
alinea la producción con necesidades reales y restituye a la cooperación su
lugar como motor de la vida social, reduciendo tanto la dominación estatal como
las irracionalidades del mercado.
La
Educación integral y ciencia emancipadora: la escuela debe cultivar la autonomía moral, la cooperación
y la competencia técnica para una ciudadanía libre y solidaria (Kropotkin,
1913/1970).8
Para
Kropotkin, una educación integral es el cimiento práctico de la emancipación:
debe articular formación moral, cooperación social y dominio técnico de modo
que cada persona pueda autodirigir su vida y contribuir al bien común sin
tutela jerárquica.
En
La ciencia moderna y la anarquía insiste en superar la escisión entre “trabajo
manual” e “intelectual”, proponiendo currículos que integren ciencia
experimental, artes del hacer y deliberación ética, porque la autonomía no
florece sin competencias materiales que permitan producir, reparar y decidir
colectivamente (Kropotkin, 1913/1970, 8).
La
escuela, entendida como comunidad de investigación y apoyo mutuo, ejercita
desde temprano la corresponsabilidad y la autogestión—mediante proyectos
cooperativos, evaluación entre pares y vínculos con el entorno—, a la vez que
democratiza el acceso al saber científico como herramienta de diagnóstico y
transformación social.
Así,
la “ciencia emancipadora” no es un tecnocratismo, sino una práctica crítica y
abierta que, al servicio de necesidades reales, rompe dependencias,
descentraliza el conocimiento y fortalece virtudes cívicas: prudencia,
solidaridad y sentido de justicia.
Sus
Hallazgos e hipótesis: alcance y límites
El
aporte más influyente es su hipótesis del apoyo mutuo. Kropotkin documentó
etología cooperativa, sistemas comunales campesinos, gremios y sociedades de
socorro, para mostrar que la cooperación no es epifenómeno sino condición de
adaptabilidad.
Esta
tesis, audaz en su tiempo, prefiguró programas de investigación en biología
evolutiva (selección de grupo, altruismo recíproco, teoría de juegos evolutiva)
y en ciencias sociales (capital social, bienes comunes).
Sin
embargo, su evidencia, aunque extensa, fue en parte anecdótica y carecía de
formalización matemática; su optimismo antropológico ocasionalmente subestimó
dinámicas de conflicto y dominación.
La
discusión contemporánea ha revisado sus intuiciones, precisando mecanismos (kin
selection, reciprocidad indirecta, cooperación multijugador) y condiciones
institucionales para la cooperación estable (Nowak & Highfield, 2011).17;
Cf. (Ostrom, 1990),19
Su
Impacto en ética secular y filosofía moral contemporánea
Citaremos
cinco impactos como:
1.
La Ética evolutiva y sentimentalismo naturalista: Kropotkin contribuyó a estabilizar una
lectura sentimental y naturalista de la moral, cercana a tradiciones de Hume y
Darwin, que hoy dialoga con psicología moral (empatía, cooperación),
neurociencia social y filosofía de las virtudes (de Waal, 1996).21
La
contribución de Kropotkin al sentimentalismo naturalista consiste en ofrecer un
puente sólido entre observación empírica y normatividad moral: al mostrar que
la simpatía, la empatía y el apoyo mutuo son disposiciones seleccionadas por su
valor adaptativo para la vida social, legitima una ética secular que toma como
punto de partida las capacidades afectivas y cooperativas de los agentes, no
mandatos trascendentes ni construcciones puramente racionalistas.
Este
enfoque converge con la psicología moral contemporánea y la neurociencia social
que documentan bases bioconductuales de la empatía, la aversión a la injusticia
y la cooperación, y enlaza con la ética de las virtudes al concebir la
moralidad como cultivo y ampliación de disposiciones prosociales en prácticas y
comunidades.
Siguiendo
esta línea, autores como Frans de Waal han reforzado la tesis de una “moralidad
embrionaria” en primates y humanos, lo que respalda la intuición kropotkiniana:
la razón clarifica y universaliza, pero la raíz de la moral está en la
sociabilidad afectiva; por tanto, la evaluación moral puede hacerse en clave
empírica—qué instituciones potencian empatía, cooperación y equidad—sin caer en
reduccionismos ni relativismos, sino articulando hechos sobre nuestra
naturaleza social con fines deliberativamente adoptados de cuidado y justicia
(de Waal, 1996,).21
2.
La Justicia y bienes comunes:
su énfasis en prácticas comunales inspira teorías contemporáneas de bienes
comunes, gobernanza policéntrica y virtudes cooperativas, relevantes para
transiciones ecológicas y economías solidarias (Ostrom, 1990).19
El
énfasis kropotkiniano en formas comunales de cooperación—mir campesinas,
gremios, cofradías de socorro—anticipa principios que la teoría contemporánea
de los comunes ha formalizado: reglas locales, monitoreo entre pares, sanciones
graduadas, resolución de conflictos en instancias próximas y federación
policéntrica para problemas de mayor escala. En este marco, “justicia” no se
reduce a distribución estatal o a mercado, sino que incluye la capacidad
colectiva de autogobernar recursos compartidos con equidad y sostenibilidad,
cultivando virtudes cooperativas como la confiabilidad, la reciprocidad y el
compromiso con normas endógenas.
La
evidencia empírica sistematizada por Elinor Ostrom muestra que comunidades
diversas pueden evitar la “tragedia” cuando diseñan instituciones acordes con
su ecología y cultura, lo que da respaldo analítico al diagnóstico de
Kropotkin: la cooperación organizada desde abajo no solo es moralmente valiosa,
sino institucionalmente eficaz para transiciones ecológicas—gestión de cuencas,
bosques, pesquerías—y para economías solidarias que prioricen uso y cuidado
sobre lucro, integrando nodos autónomos en redes policéntricas capaces de
coordinarse sin jerarquías rígidas (Ostrom, 1990).19
3.
La Crítica a la coerción y legitimidad: su sospecha frente a órdenes jerárquicos alimenta debates
sobre minimalismo penal, democracia radical, y desobediencia civil, en diálogo
con teorías críticas del poder (Graeber, 2004).25
La crítica de Kropotkin a la coerción y a la legitimidad del poder se funda en su convicción de que toda forma de autoridad jerárquica tiende a minar la autonomía moral y la creatividad social, sustituyendo la cooperación libre por obediencia impuesta.
Desde esta sospecha, su pensamiento ofrece un marco
normativo que hoy nutre debates contemporáneos sobre el minimalismo penal —la
reducción del castigo y la justicia retributiva a favor de mecanismos
restaurativos y comunitarios—, la democracia radical, que busca redistribuir el
poder político mediante la autogestión y la deliberación directa, y la
desobediencia civil, entendida como un deber ético frente a órdenes
institucionales injustos o ilegítimos.
En
diálogo con las teorías críticas del poder —como las de David Graeber (2004)—,
la obra kropotkiniana revela que la legitimidad no puede derivarse de la fuerza
ni del monopolio de la ley, sino del consenso y la cooperación voluntaria.
Así,
su ética de apoyo mutuo se convierte en una teoría política de legitimidad
horizontal: solo son justas las normas que emergen de la reciprocidad, la
deliberación libre y el reconocimiento mutuo entre iguales, no de la coacción
ni del miedo.
4.
La Tecnología y descentralización:
anticipa preocupaciones sobre tecnologías apropiadas, resiliencia local y diseño
distribuido, hoy centrales en ética de sistemas complejos y justicia climática (Bookchin,
1986).27
La
intuición de Kropotkin sobre la tecnología y la descentralización se adelanta
notablemente a dilemas contemporáneos sobre sostenibilidad, justicia climática
y ética de sistemas complejos.
Para
él, la tecnología solo es emancipadora cuando puede ser apropiada, reparable y
gestionada localmente, evitando dependencias técnicas que concentran poder y
vuelven vulnerables a las comunidades.
Su
defensa de formas productivas modulares, de pequeña y mediana escala, capaces
de integrarse en redes cooperativas, anticipa lo que hoy se denomina
resiliencia local: la capacidad de sostener la vida y los bienes comunes aun en
condiciones de crisis ecológica, energética o política.
Este
enfoque coincide con las críticas ecosociales de Bookchin (1986), quien subraya
que los sistemas tecnológicos centralizados—infraestructuras masivas, cadenas
globales opacas, algoritmos de control—producen no solo daño ambiental, sino
también jerarquías y desigualdades.
La
propuesta kropotkiniana, en cambio, justifica un diseño distribuido de la
tecnología: abierto, democrático y cooperativo, donde el conocimiento circula y
las comunidades conservan agencia sobre sus medios de producción y de vida.
En
este sentido, la descentralización técnica no es solo una preferencia
organizativa, sino un principio ético orientado a reducir dominación,
fortalecer la autonomía colectiva y hacer compatible la innovación con la
justicia ecológica.
5.
La Educación moral secular:
Su propuesta pedagógica de cooperación y autonomía resuena con enfoques
contemporáneos de aprendizaje cooperativo y educación cívica deliberativa (Freire,
1970).29
La
propuesta de educación moral secular en Kropotkin se basa en la convicción de
que la formación ética no depende de dogmas trascendentes, sino de la
experiencia compartida de cooperación y responsabilidad mutua.
Su
ideal pedagógico —centrado en la autonomía, la solidaridad y la integración
entre saber técnico, científico y moral— anticipa enfoques actuales de
aprendizaje cooperativo y educación cívica deliberativa, como los defendidos
por Paulo Freire (1970).
Ambos
autores coinciden en que el acto educativo es un proceso de emancipación:
enseñar no es imponer contenidos, sino crear condiciones para que los sujetos
piensen, decidan y actúen de forma crítica y corresponsable dentro de su
comunidad.
En
este sentido, Kropotkin justifica que la moral debe enseñarse en la práctica,
mediante la participación en proyectos comunes, la ayuda mutua y el diálogo
igualitario, desarrollando una ética de la cooperación en lugar de la
obediencia.
Así,
su visión pedagógica promueve una ciudadanía reflexiva y solidaria, donde la
autonomía moral y el pensamiento crítico se cultivan como virtudes cívicas
necesarias para sostener una democracia auténtica y una convivencia justa en
sociedades plurales y laicas.
Su
Discusión y su vigencia en el siglo XXI
La
hipótesis del apoyo mutuo adquiere nueva fuerza en contextos de crisis climática,
pandemias y plataformas digitales: la provisión de bienes públicos globales
exige instituciones que incentiven cooperación más allá de fronteras y que
cultiven virtudes cívicas.
La
robustez de la cooperación requiere combinar moralidades prosociales con
arquitecturas institucionales que reduzcan incentivos al oportunismo y
distribuyan capacidades.
Aquí,
Kropotkin se muestra útil como horizonte normativo y diagnóstico crítico: una ética
secular fundada en sociabilidad y cuidado mutuo, y una política de
descentralización solidaria.
No
obstante, su modelo comunal debe dialogar con feminismos, decolonialidad y análisis
de intersecciones de poder que afinan el problema de la dominación y el
cuidado, ampliando la noción de apoyo mutuo hacia una justicia relacional más
inclusiva (Federici, 2012).31
Conclusiones
La
cooperación, entendida como apoyo mutuo, no es un idealismo ingenuo sino una
condición evolutiva y social comprobable que puede orientar el diseño
institucional y las políticas públicas.
Una
ética secular anclada en disposiciones prosociales y evidencia empírica permite
tejer consensos mínimos en sociedades plurales, mientras que estructuras
descentralizadas —comunas, federaciones y arreglos policéntricos— fortalecen la
resiliencia y la legitimidad democrática.
En
este marco, la educación que promueve empatía, deliberación y cooperación se
vuelve estratégica para expandir capacidades cívicas y sostener prácticas
solidarias.
Al
mismo tiempo, es imprescindible una tecnología con rostro humano: abierta,
escalable y apropiable por las comunidades, para reducir dependencias
jerárquicas y potenciar la autonomía colectiva.
Este
horizonte debe acompañarse de prudencia crítica, integrando análisis de poder,
género, raza y clase, así como dispositivos institucionales de rendición de
cuentas y prevención de abusos. Así, el optimismo kropotkiniano se convierte en
programa práctico y responsable para sociedades complejas del siglo XXI.
Referencias
Bibliográficas
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2.
Citado
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12. Citado como: (Kropotkin, 1924/2005, 6).
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16. Citado
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18. Citado
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20. Citado como: (Ostrom, 1990, 10; 12).
21. de Waal, F. (1996). Good
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22. Citado
como: (de Waal, 1996, 11).
23. Ostrom,
E. (1990). Governing the Commons. Cambridge: Cambridge University Press. pp. 88–182.
24. Citado como: (Ostrom, 1990, 12).
25. Graeber, D. (2004). Fragments
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26. Citado como: (Graeber, 2004, 13).
27. Bookchin, M. (1986). The
Modern Crisis. Montreal: Black Rose Books. pp. 119–176.
28. Citado como: (Bookchin, 1986, 14).
29. Freire, P. (1970). Pedagogía del
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30. Citado como: (Freire, 1970, 15).
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32. Citado como: (Federici, 2012, 16).
