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PIOTR ALEXÉIEVICH KROPOTKIN: CIENCIA, MORAL Y ANARQUÍA, LA ACTUALIDAD DE SU PENSAMIENTO PARA EL SIGLO XXI.

 


Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com     
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748           
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ

Resumen

En este ensayo examino los aportes cardinales de Piotr Alexéievich Kropotkin al pensamiento moral y político moderno, con atención a su biografía intelectual, su formación científica y filosófica, y sus tesis centrales: el apoyo mutuo como factor evolutivo, el comunismo libertario, la crítica anarquista del Estado y de la economía política, y su ética naturalista. Se argumenta que Kropotkin ofrece una síntesis pionera entre ciencia natural y filosofía moral que anticipa debates contemporáneos sobre cooperación, justicia distributiva, virtud cívica y ética secular. Asimismo, se evalúa su impacto en la ética laica moderna, la filosofía moral contemporánea y la teoría política radical, destacando su vigencia para sociedades complejas del siglo XXI. Las conclusiones que presento sugieren aplicaciones prácticas en diseño institucional cooperativo, políticas de bienestar basadas en confianza y reciprocidad, y pedagogías morales orientadas a la solidaridad.

Palabras claves: apoyo mutuo; anarquismo; ética secular; comunismo libertario; cooperación; evolución; filosofía moral; justicia social.

Abstract

In this essay, I examine the pivotal contributions of Pyotr Alexeyevich Kropotkin to modern moral and political thought, paying attention to his intellectual biography, his scientific and philosophical training, and his central theses: mutual aid as an evolutionary factor, libertarian communism, the anarchist critique of the state and political economy, and his naturalist ethics. I argue that Kropotkin offers a pioneering synthesis of natural science and moral philosophy that anticipates contemporary debates on cooperation, distributive justice, civic virtue, and secular ethics. I also assess his impact on modern secular ethics, contemporary moral philosophy, and radical political theory, highlighting its relevance to complex 21st-century societies. The conclusions I present suggest practical applications in cooperative institutional design, welfare policies based on trust and reciprocity, and moral pedagogies oriented toward solidarity.

Keywords: mutual aid; anarchism; secular ethics; libertarian communism; cooperation; evolution; moral philosophy; social justice.

Metodología

En este ensayo aplicamos una revisión bibliográfica selectiva y analítico-crítica de obras primarias de Kropotkin y debates académicos secundarios indexados en diferentes revistas indexadas.

Aplicamos un enfoque hermenéutico para contextualizar conceptos clave en su horizonte histórico-científico.

Realizamos una contrastación teórica con corrientes contemporáneas (evolución de la cooperación, ética de la virtud, teorías de justicia) para evaluar vigencia e impacto.

Aplicamos criterios como pertinencia conceptual, rigor argumentativo, trazabilidad de fuentes y diversidad disciplinaria.

Objetivo general

Analizar de manera crítica los aportes filosóficos, científicos y éticos de Piotr A. Kropotkin, evaluar sus hipótesis sobre el apoyo mutuo y su comunismo libertario, y valorar su influencia en la ética secular y la filosofía moral contemporánea.

Objetivos específicos

1.    Describir la formación académica y científica de Kropotkin y su relación con su proyecto filosófico.

2.    Exponer sus posturas filosóficas fundamentales y su arquitectura ética.

3.    Evaluar sus hallazgos e hipótesis a la luz de investigaciones contemporáneas sobre cooperación y moralidad.

4.    Estimar su impacto en la ética secular y en corrientes contemporáneas de filosofía política.

5.    Proponer implicaciones prácticas para sociedades del siglo XXI.

Contenido

¿Quién fue Piotr Alexéievich Kropotkin?

Kropotkin (1842–1921), fue un geógrafo, naturalista y teórico anarquista ruso, abandonó una carrera prometedora en la élite imperial para dedicarse a la investigación científica y a la política radical.

Su experiencia en expediciones geográficas en Siberia modeló una sensibilidad empírica y ecológica que irrigó su teoría social.

Fue un perseguido por sus ideas, pasó por prisiones zaristas y el exilio europeo, articulando desde allí una obra que une investigación naturalista y crítica social.

Su figura condensa el tránsito del positivismo decimonónico a una ética naturalista de la cooperación que desafía el darwinismo social y el autoritarismo estatal (Kropotkin, 1899/2009).1

Su formación académica, filosófica y científica

Educado en el Cuerpo de Pajes y formado en matemáticas, geografía física y ciencias naturales, Kropotkin integró observación de campo, cartografía y glaciología con una lectura crítica de Charles Robert Darwin, Thomas Henry Huxley y Herbert Spencer.

Su ingreso a sociedades científicas y su trabajo en la Sociedad Geográfica Rusa consolidaron una epistemología empirista y comparativa. Paralelamente, su diálogo con tradiciones anarquistas (Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, Pierre-Joseph Proudhon) y con economistas clásicos y socialistas nutrió su crítica de la propiedad privada y del Estado, sin abandonar la metodología científica como basamento de sus afirmaciones morales y políticas (Kropotkin, 1895/1995).3; Cf. (Miller, 1976).5

Sus posturas filosóficas más importantes

Aquí resumiremos las más importantes de su desarrollo filosófico como:

El Apoyo mutuo como ley evolutiva y social: contra la lectura competitivista de Darwin, sostiene que la cooperación es un factor decisivo de supervivencia y progreso moral, observable en animales, comunidades humanas y prácticas comunales históricas (Kropotkin, 1902/2006).4

Kropotkin fundamenta el apoyo mutuo como ley evolutiva y social a partir de una doble evidencia: etológica e histórico-comparada. En Mutual Aid documenta de forma sistemática que, en entornos ecológicos duros, especies tan diversas como insectos sociales, aves y mamíferos incrementan su fitness mediante conductas cooperativas—vigilancia compartida, cría cooperativa, defensa colectiva—que reducen costes individuales y estabilizan grupos, desmintiendo la extrapolación “darwinista social” de la lucha de todos contra todos (Kropotkin, 1902/2006).4

En paralelo, muestra cómo, a lo largo de la historia, las formas comunales (mir rusas, gremios medievales, sociedades de socorro mutuo) sostuvieron bienestar, aprendizaje y resiliencia frente a shocks, constituyendo matrices morales donde la reciprocidad y la solidaridad se institucionalizan en reglas y prácticas.

Esta convergencia entre cooperación biológica y cooperación social justifica su tesis: la sociabilidad no es mera excepción moral, sino recurso adaptativo que produce progreso ético—desarrollo de virtudes como la simpatía y la justicia—y material—reducción de riesgos y aumento de la productividad conjunta—, por lo que las teorías políticas y las instituciones modernas deben dejar de privilegiar la coerción y la competencia como motores exclusivos y, en cambio, diseñar entornos que reconozcan, protejan y amplifiquen la propensión cooperativa.

El Comunismo libertario: propone una sociedad descentralizada basada en federaciones de comunas libres, propiedad común de medios de vida y producción, y distribución según necesidades, coordinada por acuerdos voluntarios y ayuda mutua [Kropotkin, 1892/1995).5

El comunismo libertario de Kropotkin es una propuesta normativa y organizativa que busca reconciliar igualdad sustantiva y libertad efectiva mediante la descentralización política y la socialización de los medios de vida. A diferencia del socialismo estatal, rechaza la planificación central y la jerarquía burocrática por considerarlas generadoras de dominación y de ineficiencia informacional; en su lugar, propone federaciones de comunas y sindicatos libres que coordinan producción y distribución a través de acuerdos voluntarios, mandato revocable y cooperación intercomunal.

La propiedad común no significa uniformidad ni negación de la iniciativa, sino garantía de acceso universal a lo necesario, liberando a las personas del chantaje del salario y del mercado como coacción estructural. La distribución según necesidades se sostiene en inventarios públicos, tecnologías abiertas y una ética cívica de corresponsabilidad, donde el trabajo se orienta por utilidad social y afinidad, y se regula por pactos locales y redes policéntricas, no por coerción estatal.

Kropotkin justifica esta arquitectura mostrando, por un lado, la abundancia potencial derivada de la ciencia y la cooperación y, por otro, la genealogía histórica de formas comunales eficientes y solidarias; así, su comunismo libertario se presenta como un horizonte realista de abundancia frugal, autonomía personal y solidaridad organizada, capaz de alinear incentivos materiales y virtudes morales sin sacrificar la libertad.

La ética naturalista: la moral brota de tendencias sociales y afectivas (simpatía, apoyo mutuo) moldeadas por la evolución y la experiencia histórica; por ello, la ética es inmanente y secular, no dependiente de mandatos trascendentes (Kropotkin, 1924/2005).6

La ética naturalista de Kropotkin sostiene que las normas y juicios morales emergen de disposiciones socioafectivas—simpatía, compasión, sentido de equidad—que han sido seleccionadas y refinadas en la evolución por su valor adaptativo para la vida en común, y que luego se sedimentan históricamente en costumbres, instituciones y lenguajes normativos. Lejos de requerir una fuente trascendente, la obligatoriedad moral se explica por la interdependencia humana: cooperar, cuidar y sancionar la explotación preserva bienes comunes, reduce riesgos y posibilita vidas florecientes; por eso, las comunidades que cultivan apoyo mutuo tienden a prosperar material y moralmente.

En Ética: origen y desarrollo, Kropotkin rastrea esta génesis desde prácticas comunales y códigos consuetudinarios hasta principios más abstractos, mostrando que el “deber” es una cristalización de experiencias compartidas de cooperación exitosa, y que la razón no inventa la moral ex nihilo, sino que organiza y universaliza impulsos pro-sociales ya presentes.

La consecuencia es una ética inmanente y laica: sus criterios de validez son la ampliación de la sociabilidad, la reducción del sufrimiento y la potenciación de capacidades, evaluables empírica y deliberativamente, lo que permite corregir errores, combatir moralismos autoritarios y anclar la normatividad en prácticas verificables de cuidado y justicia.

La Crítica del Estado y de la economía política: el Estado concentra y reproduce formas de dominación que asfixian la creatividad social; el capitalismo genera miseria y derroche; la alternativa es una economía de comunas cooperantes, tecnologías apropiadas y ciencia al servicio de la vida (Kropotkin, 1899/2009).7

La crítica kropotkiniana del Estado y de la economía política parte de un diagnóstico funcional: las estructuras estatales centralizadas monopolizan la coerción y la información, creando dependencias jerárquicas que sofocan la iniciativa local, ralentizan el aprendizaje social y producen ineficiencias sistémicas; al mismo tiempo, el capitalismo mercantiliza las necesidades básicas, subordina la producción a la ganancia y no al uso, y genera miseria en la abundancia mediante ciclos de despilfarro, desempleo y sobreexplotación.

En Campos, fábricas y talleres, Kropotkin ilustra cómo la especialización extrema y la concentración industrial desarraigan comunidades y esterilizan la creatividad técnica, mientras que experiencias de producción descentralizada, agricultura intensiva y cooperación artesanal-democrática alcanzan altos niveles de productividad y bienestar con menor derroche material y humano (Kropotkin, 1899/2009).7.

De ahí su propuesta: reconfigurar la economía como una red de comunas y sindicatos federados, apoyados en tecnologías apropiadas—modulares, abiertas, reparables—y en una ciencia orientada al bien común, donde la coordinación surja de acuerdos voluntarios, inventarios transparentes y responsabilidad compartida.

Esta arquitectura policéntrica aprovecha el conocimiento situado, distribuye poder, alinea la producción con necesidades reales y restituye a la cooperación su lugar como motor de la vida social, reduciendo tanto la dominación estatal como las irracionalidades del mercado.

La Educación integral y ciencia emancipadora: la escuela debe cultivar la autonomía moral, la cooperación y la competencia técnica para una ciudadanía libre y solidaria (Kropotkin, 1913/1970).8

Para Kropotkin, una educación integral es el cimiento práctico de la emancipación: debe articular formación moral, cooperación social y dominio técnico de modo que cada persona pueda autodirigir su vida y contribuir al bien común sin tutela jerárquica.

En La ciencia moderna y la anarquía insiste en superar la escisión entre “trabajo manual” e “intelectual”, proponiendo currículos que integren ciencia experimental, artes del hacer y deliberación ética, porque la autonomía no florece sin competencias materiales que permitan producir, reparar y decidir colectivamente (Kropotkin, 1913/1970, 8).

La escuela, entendida como comunidad de investigación y apoyo mutuo, ejercita desde temprano la corresponsabilidad y la autogestión—mediante proyectos cooperativos, evaluación entre pares y vínculos con el entorno—, a la vez que democratiza el acceso al saber científico como herramienta de diagnóstico y transformación social.

Así, la “ciencia emancipadora” no es un tecnocratismo, sino una práctica crítica y abierta que, al servicio de necesidades reales, rompe dependencias, descentraliza el conocimiento y fortalece virtudes cívicas: prudencia, solidaridad y sentido de justicia.

Sus Hallazgos e hipótesis: alcance y límites

El aporte más influyente es su hipótesis del apoyo mutuo. Kropotkin documentó etología cooperativa, sistemas comunales campesinos, gremios y sociedades de socorro, para mostrar que la cooperación no es epifenómeno sino condición de adaptabilidad.

Esta tesis, audaz en su tiempo, prefiguró programas de investigación en biología evolutiva (selección de grupo, altruismo recíproco, teoría de juegos evolutiva) y en ciencias sociales (capital social, bienes comunes).

Sin embargo, su evidencia, aunque extensa, fue en parte anecdótica y carecía de formalización matemática; su optimismo antropológico ocasionalmente subestimó dinámicas de conflicto y dominación.

La discusión contemporánea ha revisado sus intuiciones, precisando mecanismos (kin selection, reciprocidad indirecta, cooperación multijugador) y condiciones institucionales para la cooperación estable (Nowak & Highfield, 2011).17; Cf. (Ostrom, 1990),19

Su Impacto en ética secular y filosofía moral contemporánea

Citaremos cinco impactos como:

1. La Ética evolutiva y sentimentalismo naturalista: Kropotkin contribuyó a estabilizar una lectura sentimental y naturalista de la moral, cercana a tradiciones de Hume y Darwin, que hoy dialoga con psicología moral (empatía, cooperación), neurociencia social y filosofía de las virtudes (de Waal, 1996).21

La contribución de Kropotkin al sentimentalismo naturalista consiste en ofrecer un puente sólido entre observación empírica y normatividad moral: al mostrar que la simpatía, la empatía y el apoyo mutuo son disposiciones seleccionadas por su valor adaptativo para la vida social, legitima una ética secular que toma como punto de partida las capacidades afectivas y cooperativas de los agentes, no mandatos trascendentes ni construcciones puramente racionalistas.

Este enfoque converge con la psicología moral contemporánea y la neurociencia social que documentan bases bioconductuales de la empatía, la aversión a la injusticia y la cooperación, y enlaza con la ética de las virtudes al concebir la moralidad como cultivo y ampliación de disposiciones prosociales en prácticas y comunidades.

Siguiendo esta línea, autores como Frans de Waal han reforzado la tesis de una “moralidad embrionaria” en primates y humanos, lo que respalda la intuición kropotkiniana: la razón clarifica y universaliza, pero la raíz de la moral está en la sociabilidad afectiva; por tanto, la evaluación moral puede hacerse en clave empírica—qué instituciones potencian empatía, cooperación y equidad—sin caer en reduccionismos ni relativismos, sino articulando hechos sobre nuestra naturaleza social con fines deliberativamente adoptados de cuidado y justicia (de Waal, 1996,).21

2. La Justicia y bienes comunes: su énfasis en prácticas comunales inspira teorías contemporáneas de bienes comunes, gobernanza policéntrica y virtudes cooperativas, relevantes para transiciones ecológicas y economías solidarias (Ostrom, 1990).19

El énfasis kropotkiniano en formas comunales de cooperación—mir campesinas, gremios, cofradías de socorro—anticipa principios que la teoría contemporánea de los comunes ha formalizado: reglas locales, monitoreo entre pares, sanciones graduadas, resolución de conflictos en instancias próximas y federación policéntrica para problemas de mayor escala. En este marco, “justicia” no se reduce a distribución estatal o a mercado, sino que incluye la capacidad colectiva de autogobernar recursos compartidos con equidad y sostenibilidad, cultivando virtudes cooperativas como la confiabilidad, la reciprocidad y el compromiso con normas endógenas.

La evidencia empírica sistematizada por Elinor Ostrom muestra que comunidades diversas pueden evitar la “tragedia” cuando diseñan instituciones acordes con su ecología y cultura, lo que da respaldo analítico al diagnóstico de Kropotkin: la cooperación organizada desde abajo no solo es moralmente valiosa, sino institucionalmente eficaz para transiciones ecológicas—gestión de cuencas, bosques, pesquerías—y para economías solidarias que prioricen uso y cuidado sobre lucro, integrando nodos autónomos en redes policéntricas capaces de coordinarse sin jerarquías rígidas (Ostrom, 1990).19

3. La Crítica a la coerción y legitimidad: su sospecha frente a órdenes jerárquicos alimenta debates sobre minimalismo penal, democracia radical, y desobediencia civil, en diálogo con teorías críticas del poder (Graeber, 2004).25

La crítica de Kropotkin a la coerción y a la legitimidad del poder se funda en su convicción de que toda forma de autoridad jerárquica tiende a minar la autonomía moral y la creatividad social, sustituyendo la cooperación libre por obediencia impuesta. 

Desde esta sospecha, su pensamiento ofrece un marco normativo que hoy nutre debates contemporáneos sobre el minimalismo penal —la reducción del castigo y la justicia retributiva a favor de mecanismos restaurativos y comunitarios—, la democracia radical, que busca redistribuir el poder político mediante la autogestión y la deliberación directa, y la desobediencia civil, entendida como un deber ético frente a órdenes institucionales injustos o ilegítimos.

En diálogo con las teorías críticas del poder —como las de David Graeber (2004)—, la obra kropotkiniana revela que la legitimidad no puede derivarse de la fuerza ni del monopolio de la ley, sino del consenso y la cooperación voluntaria.

Así, su ética de apoyo mutuo se convierte en una teoría política de legitimidad horizontal: solo son justas las normas que emergen de la reciprocidad, la deliberación libre y el reconocimiento mutuo entre iguales, no de la coacción ni del miedo.

4. La Tecnología y descentralización: anticipa preocupaciones sobre tecnologías apropiadas, resiliencia local y diseño distribuido, hoy centrales en ética de sistemas complejos y justicia climática (Bookchin, 1986).27

La intuición de Kropotkin sobre la tecnología y la descentralización se adelanta notablemente a dilemas contemporáneos sobre sostenibilidad, justicia climática y ética de sistemas complejos.

Para él, la tecnología solo es emancipadora cuando puede ser apropiada, reparable y gestionada localmente, evitando dependencias técnicas que concentran poder y vuelven vulnerables a las comunidades.

Su defensa de formas productivas modulares, de pequeña y mediana escala, capaces de integrarse en redes cooperativas, anticipa lo que hoy se denomina resiliencia local: la capacidad de sostener la vida y los bienes comunes aun en condiciones de crisis ecológica, energética o política.

Este enfoque coincide con las críticas ecosociales de Bookchin (1986), quien subraya que los sistemas tecnológicos centralizados—infraestructuras masivas, cadenas globales opacas, algoritmos de control—producen no solo daño ambiental, sino también jerarquías y desigualdades.

La propuesta kropotkiniana, en cambio, justifica un diseño distribuido de la tecnología: abierto, democrático y cooperativo, donde el conocimiento circula y las comunidades conservan agencia sobre sus medios de producción y de vida.

En este sentido, la descentralización técnica no es solo una preferencia organizativa, sino un principio ético orientado a reducir dominación, fortalecer la autonomía colectiva y hacer compatible la innovación con la justicia ecológica.

5. La Educación moral secular: Su propuesta pedagógica de cooperación y autonomía resuena con enfoques contemporáneos de aprendizaje cooperativo y educación cívica deliberativa (Freire, 1970).29

La propuesta de educación moral secular en Kropotkin se basa en la convicción de que la formación ética no depende de dogmas trascendentes, sino de la experiencia compartida de cooperación y responsabilidad mutua.

Su ideal pedagógico —centrado en la autonomía, la solidaridad y la integración entre saber técnico, científico y moral— anticipa enfoques actuales de aprendizaje cooperativo y educación cívica deliberativa, como los defendidos por Paulo Freire (1970).

Ambos autores coinciden en que el acto educativo es un proceso de emancipación: enseñar no es imponer contenidos, sino crear condiciones para que los sujetos piensen, decidan y actúen de forma crítica y corresponsable dentro de su comunidad.

En este sentido, Kropotkin justifica que la moral debe enseñarse en la práctica, mediante la participación en proyectos comunes, la ayuda mutua y el diálogo igualitario, desarrollando una ética de la cooperación en lugar de la obediencia.

Así, su visión pedagógica promueve una ciudadanía reflexiva y solidaria, donde la autonomía moral y el pensamiento crítico se cultivan como virtudes cívicas necesarias para sostener una democracia auténtica y una convivencia justa en sociedades plurales y laicas.

Su Discusión y su vigencia en el siglo XXI

La hipótesis del apoyo mutuo adquiere nueva fuerza en contextos de crisis climática, pandemias y plataformas digitales: la provisión de bienes públicos globales exige instituciones que incentiven cooperación más allá de fronteras y que cultiven virtudes cívicas.

La robustez de la cooperación requiere combinar moralidades prosociales con arquitecturas institucionales que reduzcan incentivos al oportunismo y distribuyan capacidades.

Aquí, Kropotkin se muestra útil como horizonte normativo y diagnóstico crítico: una ética secular fundada en sociabilidad y cuidado mutuo, y una política de descentralización solidaria.

No obstante, su modelo comunal debe dialogar con feminismos, decolonialidad y análisis de intersecciones de poder que afinan el problema de la dominación y el cuidado, ampliando la noción de apoyo mutuo hacia una justicia relacional más inclusiva (Federici, 2012).31

Conclusiones

La cooperación, entendida como apoyo mutuo, no es un idealismo ingenuo sino una condición evolutiva y social comprobable que puede orientar el diseño institucional y las políticas públicas.

Una ética secular anclada en disposiciones prosociales y evidencia empírica permite tejer consensos mínimos en sociedades plurales, mientras que estructuras descentralizadas —comunas, federaciones y arreglos policéntricos— fortalecen la resiliencia y la legitimidad democrática.

En este marco, la educación que promueve empatía, deliberación y cooperación se vuelve estratégica para expandir capacidades cívicas y sostener prácticas solidarias.

Al mismo tiempo, es imprescindible una tecnología con rostro humano: abierta, escalable y apropiable por las comunidades, para reducir dependencias jerárquicas y potenciar la autonomía colectiva.

Este horizonte debe acompañarse de prudencia crítica, integrando análisis de poder, género, raza y clase, así como dispositivos institucionales de rendición de cuentas y prevención de abusos. Así, el optimismo kropotkiniano se convierte en programa práctico y responsable para sociedades complejas del siglo XXI.

Referencias Bibliográficas

1.    Kropotkin, P. (2009). Campos, fábricas y talleres (ed. revisada). Madrid: LaMalatesta. (Obra original publicada en 1899). pp. 1–12, 151–220.

2.    Citado como: (Kropotkin, 1899/2009, 1; 7).

3.    Kropotkin, P. (1995). La conquista del pan. Madrid: Biblioteca de Bolsillo. (Obra original publicada en 1892). pp. 87–140.

4.    Citado como: (Kropotkin, 1892/1995, 5).

5.    Miller, M. A. (1976). Kropotkin. Chicago: University of Chicago Press. pp. 15–34.

6.    Citado como: (Miller, 1976, 3).

7.    Kropotkin, P. (2006). Mutual Aid: A Factor of Evolution. Mineola, NY: Dover. (Obra original publicada en 1902). pp. 61–120.

8.    Citado como: (Kropotkin, 1902/2006, 4).

9.    Kropotkin, P. (1995). Campos, fábricas y talleres del mañana. Madrid: Madre Tierra. (Versión y selección). pp. 87–140.

10. Citado como: (Kropotkin, 1892/1995, 5).

11. Kropotkin, P. (2005). Ética: origen y desarrollo. Madrid: Biblioteca Nueva. (Obra póstuma original 1924). pp. 3–56.

12. Citado como: (Kropotkin, 1924/2005, 6).

13. Kropotkin, P. (2009). Campos, fábricas y talleres (ed. revisada). Madrid: LaMalatesta. pp. 151–220.

14. Citado como: (Kropotkin, 1899/2009, 7).

15. Kropotkin, P. (1970). La ciencia moderna y la anarquía. Buenos Aires: Proyección. (Obra original 1913). pp. 45–78.

16. Citado como: (Kropotkin, 1913/1970, 8).

17. Nowak, M. A., & Highfield, R. (2011). SuperCooperators. New York: Free Press. pp. 29–82.

18. Citado como: (Nowak & Highfield, 2011, 9).

19. Ostrom, E. (1990). Governing the Commons. Cambridge: Cambridge University Press. pp. 1–90, 88–182.

20. Citado como: (Ostrom, 1990, 10; 12).

21. de Waal, F. (1996). Good Natured: The Origins of Right and Wrong in Humans and Other Animals. Cambridge, MA: Harvard University Press. pp. 197–244.

22. Citado como: (de Waal, 1996, 11).

23. Ostrom, E. (1990). Governing the Commons. Cambridge: Cambridge University Press. pp. 88–182.

24. Citado como: (Ostrom, 1990, 12).

25. Graeber, D. (2004). Fragments of an Anarchist Anthropology. Chicago: Prickly Paradigm Press. pp. 41–92.

26. Citado como: (Graeber, 2004, 13).

27. Bookchin, M. (1986). The Modern Crisis. Montreal: Black Rose Books. pp. 119–176.

28. Citado como: (Bookchin, 1986, 14).

29. Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI. pp. 65–110.

30. Citado como: (Freire, 1970, 15).

31. Federici, S. (2012). Revolution at Point Zero: Housework, Reproduction, and Feminist Struggle. Oakland: PM Press. pp. 135–178.

32. Citado como: (Federici, 2012, 16).