Mónica Baltodano,
comandante guerrillera, ex-miembro de la Dirección Nacional del FSLN,
ex-diputada del FSLN y fundadora del Movimiento por el Rescate del Sandinismo,
reflexionó sobre varias de las mutaciones experimentadas por el Sandinismo del
FSLN originario hasta llegar a lo que llamó Chayo-Orteguismo, en una charla con
Envío que transcribimos.
Mónica
Baltodano
¿Cuáles
son los trazos esenciales, los más distintivos, del régimen de Daniel Ortega?
¿Qué rupturas, qué involuciones, qué mutaciones observamos en esos trazos y qué
significan respecto de los propósitos programáticos del FSLN y del proyecto de
la Revolución Sandinista? Veamos varios de esos trazos, para analizar después
algunas de las mutaciones.
Primer rasgo. No estamos en ninguna segunda etapa de la Revolución, no se están
realizando transformaciones que nos coloquen en el camino de un sistema de
justicia social. Todo lo contrario: se ha fortalecido, como nunca antes, un
régimen económico-social en el que los pobres están condenados a rebuscarse la
vida en trabajos informales, precarios, por cuenta propia o a trabajar por salarios
miserables y en largas jornadas, condenados a emigrar a otros países en busca
de trabajo, condenados a pensiones de jubilación precarias. Se trata de un
régimen de inequidad social con un creciente proceso de concentración de la
riqueza en grupos minoritarios.
Segundo rasgo. Se ha profundizado la subordinación del país a la lógica global
del capital. Nuestro país, casi sin darnos cuenta, se ha ido entregando a las
grandes transnacionales y a los capitales extranjeros, que llegan a explotar
nuestras riquezas naturales o a aprovecharse de nuestra mano de obra barata,
como sucede en las zonas francas. El caso más patético de esta lógica
entreguista del país y de sus recursos es la concesión para la construcción del
Canal Interoceánico, pero ha habido previamente muchas otras concesiones
mineras, forestales, pesqueras, en la generación de energía, que han ido
ocupando todo el país.
Tercer rasgo. El actual sistema económico-social necesita acabar con las
resistencias sociales y el régimen de Ortega lo logra ejerciendo un severo
control social. Controla las organizaciones sindicales, gremiales y populares y
eso facilita la enajenación de estos sectores, que son los que estarían
llamados a la resistencia, pero que imaginan que estamos en un gobierno de
izquierda y revolucionario
Cuarto rasgo. Se ha desarrollado un desmedido proceso de concentración de poder
en la camarilla Ortega-Murillo. Es un proceso en expansión y en crecimiento
que, a nuestro juicio, todavía no ha llegado a su nivel más alto. Amenaza con destruir
todo vestigio de institucionalidad democrática, al tiempo que a lo inmediato no
existe ninguna fuerza capaz de frenarlo o de ponerle fin.
Creo que éstos son cuatro rasgos esenciales, los factores que pesan más en la
realidad. No pueden explicarse las mutaciones experimentadas por el FSLN
tomando alguno de estos factores aisladamente. Hay que analizarlos
interactuando, también interrelacionados. Y hay que tener en cuenta que han
tenido distintos procesos de desarrollo, unos están más maduros que otros, unos
iniciaron antes que otros. La privatización del Frente Sandinista, por ejemplo,
se desarrolló antes que la creación de la oligarquía económico-financiera del
Frente. Es la suma, la mezcla, el entrelazamiento de todos los factores lo que
ha desembocado en una realidad innegable: la concentración ilimitada de poder.
¿Cómo
llamar a lo que hoy tenemos? ¿Ortega-murillismo? ¿El clan Ortega-Murillo? Yo lo
he llamado “Chayo-Orteguismo”. Y lo defino como el sistema de prácticas,
valores, concepciones y comportamientos políticos de un colectivo importante
dentro de la sociedad nicaragüense, que teniendo control absoluto de las
principales instituciones del país, usa ese poder concentrado para
reproducirse, afianzarse e instalarse en la cúspide del Estado por años. Para
lograrlo, le resulta fundamental influir en las mentes de los nicaragüenses y
en sus creencias, en particular en las de los jóvenes.
El Chayo-Orteguismo es una ruptura profunda con lo mejor de la herencia
ideológica del sandinismo. En algunos aspectos es el retorno a un oscurantismo
medieval y, sin duda, es la más escabrosa perversión del Sandinismo. Este
fenómeno político ha emergido del cadáver del Frente Sandinista de Liberación
Nacional y del de una Revolución que, aunque realizó importantes
transformaciones, fue interrumpida y frustrada por años de guerra.
Tanto
la Revolución como el Frente Sandinista de Carlos Fonseca no existen más.
Algunos comparan esta involución con lo que ocurrió con el PRI y el priísmo, un
engendro surgido de la Revolución mexicana. Pero, en algunos aspectos, lo de
Nicaragua es peor, porque al menos el PRI estableció tempranamente la
alternabilidad y en Nicaragua lo que tenemos es un poder unipersonal y
familiar.
Para llegar a esto hubo antecedentes. El caudillismo de Daniel Ortega inició
antes de las elecciones de 1990, con la decisión de su candidatura presidencial
y con la decisión de hacer una campaña electoral centrada en él como “el gallo
ennavajado”, sin ninguna propuesta programática. Su caudillismo se fue
fortaleciendo cada vez más en los años siguientes. La disputa que se dio al
interior del Frente Sandinista entre 1993-1995 persuadió a Ortega y a su
círculo de hierro de la importancia de controlar el aparato partidario.
Y
eso se concretó más precisamente en el Congreso del Frente de 1998, en donde se
comenzó a diluir totalmente lo que eran los restos de la Dirección Nacional, lo
que eran la Asamblea Sandinista y el Congreso del Frente, sustituyéndolos por
una asamblea en la que participaban principalmente los líderes de las
organizaciones populares fieles a Ortega. Poco a poco, incluso esa asamblea
dejó de reunirse. En aquel momento se dio una importante ruptura. Para
entonces, ya era evidente que Ortega se alejaba cada vez más de las posiciones
de izquierda y centraba su estrategia en cómo ampliar su poder. Su énfasis era
el poder por el poder.
A partir de entonces, y para acrecentar su poder inició sucesivos procesos de
alianzas. La primera fue con el Presidente Arnoldo Alemán que produjo las
reformas constitucionales de 1999-2000. El propósito central de la alianza con
Alemán fue reducir a 35% el porcentaje necesario para ganar las elecciones,
repartirse entre ambos partidos los cargos en todas las instituciones del
Estado y garantizar seguridad a propiedades y negocios personales de dirigentes
del FSLN.
A
cambio, Ortega le garantizó a Alemán “gobernabilidad”: se acabaron las huelgas
y las luchas reivindicativas. El Frente Sandinista dejó de oponerse a las
políticas neoliberales. Las organizaciones cuyos principales dirigentes pasaron
a ser diputados en los años siguientes o se integraron a las estructuras del
círculo de poder de Ortega dejaron de resistir y de luchar.
En aquellos años también se dio el “amarre” -yo no le llamaría alianza- con el
jefe de la jerarquía católica, el cardenal Obando. Este amarre tenía como
propósito principal el control del Poder Electoral, a través de la relación
personal, íntima, que tiene Obando con quien presidía desde el año 2000 el
Poder Electoral, Roberto Rivas. Con este amarre Ortega consiguió también
control e influencia en la jerarquía católica y también entre la feligresía
católica.
A partir de 1998, el orteguismo empieza a “amurillarse”, que empieza a hacerse
más patente el ascendiente de Rosario Murillo. Después de que su hija
Zoilamérica denunció a su padrastro, Daniel Ortega, Murillo empieza a aparecer
en las tarimas y a hacerse evidente su influencia dentro del Frente Sandinista.
Este poder continuó creciendo de una manera extraña. En las elecciones de 2001
y 2006 ella fue la jefa de la campaña electoral de Ortega. La victoria de
Ortega en 2006, aunque fuera con sólo un 38%, terminó de afianzar su influencia
y su poder. Se termina de conformar entonces dentro del clan la camarilla
Ortega-Murillo.
Conviene recordar que la campaña de Ortega como candidato en las elecciones de
2006, dirigida por Rosario Murillo, fue una campaña totalmente vaciada de
compromisos con hacer cambios serios en las políticas económicas neoliberales.
Si uno lee el folleto rosado chicha que elaboró ella para aquella campaña no
encontrará ningún contenido programático progresista. Allí sólo se habla de
“perdón” y sólo se reitera una petición: “Dénnos una oportunidad”. Fue hasta
que Hugo Chávez vino a la toma de posesión de Daniel Ortega en enero de 2007,
que le escuchamos a Ortega un contenido de izquierda, pero era sólo retórica.
Cuando
Hugo Chávez llegó al gobierno en 1998, Ortega estaba en otra cosa, armando su
alianza con Alemán. Recuerdo que Tomás Borge ya había calificado a Chávez de
“golpista” y había dicho que el Frente Sandinista no establecería relaciones
con él. A mi juicio, la relación de Ortega con Chávez durante todos estos años
fue interesada, para aprovecharse del petróleo venezolano y del apoyo político
del grupo ALBA. Recuerdo que antes de llegar Ortega al gobierno, en aquellos
largos años, cuando los sandinistas se preguntaban: ¿A dónde vamos?, les
decían: “Es que hay que poner el “pide vía” a la izquierda, pero doblar a la
derecha”. Eso es lo que hizo Ortega, lo que aún hace: habla de izquierda, pero
va a la derecha. Y eso fue lo que hizo con Chávez.
En 2007, con la llegada de Ortega a la Presidencia, se manifiesta de manera
patente una tendencia que ya venía haciéndose cada vez más clara. El
pragmatismo económico mostrado por el Frente en relación a las privatizaciones
y a las políticas neoliberales se despliega plenamente. Se inicia entonces una
nueva fase en la que Ortega entra en un proceso de acercamiento con el otro
pilar del poder nacional: los grandes empresarios agrupados en el COSEP. Se
produce entonces la simbiosis de Ortega con el gran capital nacional. No le
llamo alianza a eso, es una simbiosis porque lo que define la naturaleza del
actual régimen es que su misión principal es fortalecer y crear condiciones a
la economía de mercado, fortalecer al gran capital, mientras reparte migajas a
los pobres para que estén tranquilos.
Los continuos encuentros de Ortega y su gobierno con los empresarios
nicaragüenses durante todos estos años hablan de una fusión de intereses que
tiene pretensiones de larga durabilidad. No se trata solamente de arreglos
bilaterales con algunos de los grandes capitales nacionales. Es ya una
simbiosis de intereses. Y esto viene de años anteriores, porque en el
transcurso de los años precedentes se venía creando una “burguesía rojinegra”.
Y como me duele en el alma llamarla “rojinegra”, prefiero llamarla “burguesía
rosado chicha”.
Ese
grupo de poder económico tiene una comunidad de intereses con el gran capital
nacional. No se trata, pues, de una alianza con ellos por razones tácticas,
como a veces creen algunos que les advierten a los grandes empresarios: Cuidado,
éstos les van a meter el cuchillo… No, no, lo que hay es una simbiosis de
intereses. Ortega y su grupo no están con el gran capital por conveniencia
táctica. Están con el gran capital porque ahora ellos son un grupo capitalista
importante y el gobierno representa esa comunidad de intereses que tiene hoy la
nueva oligarquía ‘sandinista’ junto con la oligarquía tradicional y el gran
capital transnacional.
Tampoco se trata de que Ortega quiera promover al empresariado nicaragüense
para fortalecer una burguesía nacional capaz de desarrollar el país a partir de
nuestras propias posibilidades, fomentando un capitalismo nacionalista, un
objetivo que nunca terminó de construirse en Nicaragua. No, no es por eso. Se
trata de una simbiosis al servicio de la lógica del gran capital transnacional.
Y por eso, los principales protagonistas en esta simbiosis son las cabezas de
los grandes capitales financieros del país -Pellas, Ortiz Gurdián, Fernández
Hollman y Zamora Llanes- y no son capitalistas de otras áreas productivas.
Porque es el capital financiero especulativo quien rectorea hoy la lógica del
capitalismo del siglo 21, que promueve el desarrollismo extractivista, la
entrega de las riquezas naturales y la explotación de la mano de obra barata
con la desregulación del mercado.
Tan profundos niveles de subordinación a la lógica del capital no los
encontramos en el gobierno de Violeta Barrios ni en el de Arnoldo Aleman ni
siquiera en el más cercano al empresariado, el gobierno de Enrique Bolaños. Tal
vez se explica porque en estos gobiernos había fuerzas sindicales y gremiales
que servían de contrapeso a estos gobiernos. Había un sandinismo de base que
resistía. Puede ser… La realidad es que hoy el gobierno de Ortega ha puesto fin
a esa resistencia y ha anulado todo contrapeso.
La realidad es que Nicaragua vendió a precio “de guate mojado” la distribución
de la energía, las telecomunicaciones, la atención de la salud de los
asegurados a través de las clínicas previsionales, facilitó la privatización de
la educación superior con el surgimiento de decenas de universidades “de
garaje”, reprivatizó la actividad financiera haciendo desaparecer la banca
estatal de fomento, revirtió la nacionalización de las minas iniciando la época
de las concesiones… y todo esto se hizo con la complacencia de Ortega y su
grupo cuando estaba en la oposición a estos tres gobiernos.
El
Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos fue posible por los votos de los
diputados del Frente Sandinista en la Asamblea Nacional. Hoy, con este gobierno
que se hace llamar “cristiano, socialista y solidario” esas tendencias y ese
modelo privatizador se ha consolidado y profundizado. Veamos algunos ejemplos.
Veamos, por ejemplo, la relación de Nicaragua con la transnacional española
Unión Fenosa. Es un caso que me dediqué a estudiar y hasta participé en un
evento del Observatorio de las Transnacionales en el País Vasco. Las relaciones
del gobierno de Enrique Bolaños con Unión Fenosa fueron tensas. En 2006, cuando
llegó al gobierno Daniel Ortega, Bolaños tenía demandas contra Unión Fenosa y
había doce juicios, reclamos estatales y multas incoados en los tribunales
contra la transnacional. Todo esto quedó resuelto con el gobierno de Ortega.
Y
en noviembre de 2007, mientras Daniel Ortega se lanzaba un discurso virulento
contra las transnacionales en la Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile,
Bayardo Arce estaba reunido en Madrid, en el Palacio de la Moncloa con la
gerencia de Unión Fenosa. A partir del “Protocolo de Entendimiento entre el
Gobierno de Nicaragua y Unión Fenosa” al que se le dio rango de ley en la
Asamblea Nacional el 12 de febrero del 2009, una legislación que incluyó
garantías de todo tipo para la empresa, todo el pasado conflictivo quedó
borrado de un plumazo.
Borrados
todos los juicios, todas las demandas y multas pendientes. Después, vinieron
otras leyes siempre en beneficio de la transnacional. Nunca las relaciones con
la transnacional española que distribuye la energía fueron tan fluidas como con
este gobierno. ¿Y qué pasa con la generación de energía alternativa? Que está
crecientemente en manos privadas, aun cuando la base de la generación sean
recursos naturales del país, como el viento, el agua, los volcanes… Todos los
nuevos proyectos de energía eólica, hidroeléctrica o geotérmica han sido
concesionados a las empresas transnacionales, en las que Ortega y su grupo
tienen participación accionaria.
Otro ejemplo de la entrega del país al capital transnacional lo tenemos en las
relaciones de este gobierno con la transnacional canadiense B2Gold, dueña hoy
de las principales explotaciones mineras del país, que ha recibido del gobierno
todo tipo de respaldos. Un estudio del Centro Humboldt informa que por el
intenso fomento de la minería extractiva que ha hecho el gobierno de Ortega el
país recibe sólo el 3% en regalías y la minería sólo aporta el 1.8% al producto
interno bruto nacional. A cambio, los resultados son dramáticos: contaminación
de los ríos, daños a la salud de las comunidades, afectaciones al trabajo
tradicional de los güiriseros, que vivían de la explotación artesanal del oro.
Otro ejemplo lo tenemos en las concesiones forestales. El caso más publicitado
es el de la deforestación que está acabando con la Reserva de Bosawas. Las
mafias madereras otorgan títulos de propiedad en el territorio de esa reserva a
supuestos colonos para después quedarse con la tierra y con los árboles. Y
sabemos que en esas mafias participan militares y funcionarios del gobierno que
hacen lucrativos negocios con la madera que sacan de la Reserva.
Para tener una información adecuada sobre el problema de la deforestación en
Nicaragua, el gobierno de Enrique Bolaños invitó al país a una entidad
independiente, “Global Witness”, que vigila y valora la explotación de los
recursos naturales en el mundo y que ha jugado, por ejemplo, un papel clave en
la denuncia de las mafias que controlan la minería del diamante y en la
denuncia del trabajo esclavo con el que funcionan las transnacionales
extractivistas. El último informe de esta entidad es de 2008. Después, el
gobierno de Ortega no los ha dejado entrar. Podemos preguntarnos por qué…
Otro ejemplo, menos conocido, es el de la explotación pesquera, en manos de la
transnacional española Pescanova. La investigadora española María Mestre
publicó en “Diagonal” en diciembre de 2010 un informe sobre cómo actúa
Pescanova en Nicaragua. Pescanova llegó a Nicaragua en 2002, cuando adquirió la
empresa Ultracongelados Antártida, S.A., la mayor planta española de cocción de
marisco, que poseía un tercio de una empresa nicaragüense de producción de
camarón que operaba en Chinandega. A partir de ahí Pescanova se fue
expandiendo, no limitándose a procesar el camarón y a la producción de larvas
de camarón de laboratorio, sino comprando cada vez más superficie en concesión.
Si
en 2006 Pescanova disponía de 2 mil 500 hectáreas en concesión, en 2008 -con el
gobierno de Ortega- ya había duplicado esa extensión, controlando el 58% del
total de superficie en concesión. Entre enero y abril de 2009, Pescanova ya
tenía el 82% de la superficie dada en concesión pesquera. ¿Cómo llegó a
expandirse tanto? Explica María Mestre: “Pescanova se ha ido apropiando de las
granjas de las cooperativas mediante inversiones con altos intereses. En la
mayoría de los casos las deudas han ahogado a los propietarios de las
cooperativas, hasta que han cedido su granja a la empresa”.
“La gran expansión de la empresa -dice- no debe atribuirse sólo a méritos
propios, ya que Pescanova goza de condiciones de privilegio por parte del
gobierno nicaragüense, entre las que destaca la asignación a la empresa del
“régimen de zona franca”, por el que está exenta de la mayoría de impuestos”.
Se trata de una acuicultura orientada a la exportación, que afirma que reduce
la pobreza y mejora la seguridad alimentaria, pero estos objetivos no sólo no
se cumplen sino que se producen efectos contrarios.
María
Mestre señala lo que ocurre: “Desaparición de las cooperativas como pequeñas
expresiones comunitarias de comercio, creación de puestos de trabajo precarios,
consecuencias perjudiciales para los medios de subsistencia de las poblaciones
locales y del medio ambiente, jornadas de doce horas sin descanso, no
remuneración de horas extras o vacaciones, alta accidentabilidad, falta de
protección adecuada para el personal que trabaja en las camaroneras,
obstaculización de las inspecciones de trabajo, contratación irregular de
adolescentes, contaminación del Estero Real, contaminación de aguas por los
vertidos de las aguas residuales procedentes del laboratorio, tala
indiscriminada del mangle, obstaculización de la labor de los pescadores
artesanales…
Lo que está provocando en esa zona Pescanova se puede ver a simple vista. Hace
dos años fui a un hostal en Jiquilillo y vi cómo vive la gente que le trabaja a
Pescanova. Viven en verdaderos tugurios, en casitas hechas totalmente de palma.
Una miseria espantosa. De esos ranchos miserables salen los pescadores al mar en
sus pangas y entregan la pesca a los frigoríficos de Pescanova. Un día quisimos
comprarles algún pescado, pero ni pagándoles cuatro veces más de lo que les
paga la empresa nos lo vendieron. Lo tienen prohibido. Están comprometidos a
entregar todo sólo a la empresa. Están literalmente cautivos de Pescanova.
Otro ejemplo son los agronegocios, que se han expandido con el gobierno de
Ortega. Si uno sube al volcán Casita mirará desde arriba el territorio del
entorno totalmente sembrado de caña de azúcar. El capital Pellas está en un
proceso de expansión enorme de la siembra de caña, no para la producción de
azúcar, sino para producir etanol, una producción incrementada continuamente en
estos años.
Frente a esta voracidad del mercado y del capital transnacional aliado del gran
capital nacional, las instituciones del Estado aparecen cada vez más cómplices.
Y los trabajadores, las cooperativas, los ciudadanos, cada vez más
desprotegidos ante las transnacionales. Estamos totalmente “manos arriba” ante
estas grandes empresas. Esto demuestra que no estamos ante un proceso de
alianzas entre el gobierno de Ortega con los empresarios nicaragüenses, sino de
una simbiosis entre ambos grupos basada en los intereses de ese libre mercado,
que no admite o desprecia o rechaza o combate cualquier regulación. Esto demuestra que el Chayo-Orteguismo es
capitalista y del capitalismo más salvaje.
Teniendo en cuenta este contexto vamos a referirnos a las mutaciones que han
convertido al Sandinismo en Chayo-Orteguismo.
Veamos
una primera mutación en el modelo económico.
La
Revolución fue un proyecto para transformar Nicaragua. Esa transformación
incluía la nacionalización de los recursos naturales, del sistema financiero,
la reforma agraria… En el programa de unidad nacional de la Revolución teníamos
tres pilares: economía mixta, pluralismo político y no alineamiento.
La economía mixta significaba que el gobierno iba a promover un sector
socializado de la economía, representado por las empresas del Área Propiedad
del Pueblo y las cooperativas. Se respetaba la propiedad privada y los medios
privados de producción, pero se promovería la propiedad social y la regulación
de la economía desde el Estado. Las políticas económicas del país estarían
subordinadas al predominio del sector público.
¿Y
qué tenemos hoy? Un 96% del producto interno bruto de Nicaragua se genera en el
sector privado y el Estado nacional tiene instituciones incapaces de promover
una visión socializada de la economía. Totalmente
al revés de lo que era el proyecto de la Revolución sandinista, que tenía
al sector público como sector hegemónico. El proceso de simbiosis del gobierno
de Ortega con el gran capital ha logrado lo que Julio López llamó “el nacatamal
mejor amarrado de la historia política de Nicaragua”. Y parece amarrado de tal
manera que tiene visos de permanecer así por mucho tiempo.
Los propios líderes de los grandes empresarios agrupados en el COSEP lo
afirman. Se felicitan porque en estos siete años de gobierno de Ortega han
conseguido cinco años de acuerdos salariales que los benefician, 68 leyes de
consenso y 39 modelos de alianzas público-privadas en ejecución. No dicen que
en todos estos logros no han estado presentes los intereses de los obreros, de
los campesinos, de la pequeña y mediana empresa, de las clases medias. Así, el
“estado burgués” se ha consolidado y las instituciones del Estado obedecen a la
lógica del capital. Qué distinta la situación de ahora a la de los años de la
lucha contra Somoza, cuando decíamos que “sobre las ruinas del Estado burgués
se levantaría el Estado revolucionario”.
Naturalmente, la simbiosis del gobierno con el gran capital no sólo se explica
por los intereses de la nueva “oligarquía rosado chicha”, que ha optado por el
modelo capitalista extractivista subordinado a los organismos financieros
internacionales. También se explica por la lógica del gran capital nacional,
que a lo largo de su historia siempre ha priorizado el lucro y la ganancia, sin
dar importancia a los valores éticos y políticos. Por más que hablen cada vez
más de “responsabilidad social empresarial”, el modelo que tenemos responde a
la filosofía tradicional de nuestros grandes empresarios.
Una segunda mutación a analizar es la que ha llevado al Frente Sandinista del
racionalismo al fundamentalismo religioso.
El
programa de la Revolución reivindicaba el respeto a las creencias religiosas y
promovía el laicismo. La Constitución de 1987 estableció que el Estado no tiene
religión oficial y que la educación pública es laica.
¿Y
qué tenemos ahora? El uso y abuso de la religiosidad popular y su continua
manipulación en función de fortalecer el proyecto de poder. Las instituciones
estatales están operando como reproductoras de las creencias religiosas para
enfatizar que todo cuanto sucede en el país es producto de “la voluntad de
Dios”, estableciendo así que la autoridad chayo-orteguista proviene de la
voluntad divina, al igual que en el absolutismo monárquico el poder de los
reyes venía directamente de Dios. Y este vínculo divino, según el discurso
oficial, hace que Nicaragua viva “bendecida y prosperada”. Como resultado de
este modelo las jerarquías religiosas legislan, las iglesias determinan, las
autoridades civiles promueven creencias religiosas y todas las instituciones
estatales y municipales están llenas de imágenes, símbolos y mensajes
religiosos
El pensamiento crítico, el marxismo -que fue “la espada intelectual” del
Sandinismo, evocando el dicho de Rosa Luxemburgo- ha sido sustituido por las
más corroídas ideas religiosas, por el espiritismo, por el esoterismo, por el
sotanismo -también podríamos decir por el satanismo-, que sustituyen hoy la
ideología y la teoría revolucionaria.
Una tercera mutación ha llevado al Frente Sandinista de la dirección colectiva
al poder autocrático y absolutista.
En
la Revolución entendíamos el ejercicio del poder desde una dimensión colectiva.
No concebíamos las transformaciones desde el culto a la personalidad, desde el
endiosamiento de nadie.
¿Y
qué es lo que vemos ahora? Una centralización del poder que nunca habíamos
conocido, ni siquiera en el Somocismo. Ni una hoja se mueve, ni una decisión
prioritaria, tampoco una decisión secundaria, se toma, sin la voluntad de la
pareja. Es útil recordar aquí que Carlos Fonseca, en su escrito “Un
nicaragüense en Moscú”, al comentar el discurso de Nikita Kruschov sobre los
errores del estalinismo, reflexionaba que “el principal había sido haber
consentido que el Partido Comunista y el pueblo soviético le rindieran culto,
lo cual contribuyó a que en grandes sectores se atribuyera a Stalin éxitos
rusos en los campos de la economía, la política y la cultura”. Recordaba Carlos
la tesis marxista, que atribuye a las masas populares el principal papel en el
desarrollo de la sociedad. Y escribía: “Otro error estriba en que Stalin violó
la dirección colectiva del Partido, tomando muchas veces decisiones de
importancia nacional sin consultar la opinión de otros altos dirigentes…
Mientras Stalin estuvo vivo se hizo imposible criticarlo”.
Leyendo el escrito de Carlos, decimos, y no sin base, que el poder autocrático
chayo-orteguista se parece mucho en sus métodos y en sus formas al estalinismo:
el culto a la personalidad, el endiosamiento de sus dos figuras -porque ahora
no es sólo la figura de él, sino también la de ella-, la manipulación de las
masas, la supresión de la dirección colectiva, el uso de los tribunales de
justicia y del terrorismo fiscal como mecanismo de persecución para doblegar a
la oposición, en particular a los sandinistas críticos, y también a gente de
sus mismas filas. El régimen está todavía en una fase de represión subterránea.
Aplica técnicas estalinistas, pero subterráneas. Sin embargo, no tenemos
ninguna duda que va a aplicar formas de represión más dramáticas, como ya las
ha aplicado selectivamente y focalizadamente, porque así se construye este tipo
de regímenes.
El poder autocrático es la antípoda del pensamiento crítico, del uso de la
razón. Promueve una ciudadanía pasiva y también una militancia pasiva, que
deposita toda su soberanía en el autócrata. Esto es algo tan sutil que los
mismos subordinados no se dan cuenta de que han depositado todas las decisiones
en el autócrata, que promueve el vasallaje y la enajenación. De ser
revolucionarios “sujetos y dueños de su propio destino”, de ser “dueños de la
historia y arquitectos de su liberación”, han terminado en dóciles subordinados
dominados por el miedo.
Al autócrata no le interesa el debate, la diversidad de pensamientos, la
información alternativa y la formación política. Para mantener su poder, el
autócrata necesita de un conjunto compacto de cortesanos. No hay autocracia sin
corte y sin cortesanos que la sostengan. El autócrata necesita de la corte y de
sus cortesanos y los cortesanos necesitan del autócrata. Se necesitan
mutuamente. En la corte todo gira alrededor de lograr la mayor cercanía al
poder y siempre hay luchas por puestos de poder. Periódicamente, vemos que los
principales cuadros de la corte actual se trenzan en luchas intestinas para ser
incluidos en los cargos de elección.
Esta mutación ha sido posible por la privatización del Frente Sandinista, una
privatización que se inició ya en los años 90 y que ha terminado con la
liquidación del FSLN. Ya no hay más Frente Sandinista. Hay una bandera, ciertas
estructuras formales, pero el FSLN es sólo una franquicia electoral. Ya no
existe en Nicaragua una organización de revolucionarios con pensamiento crítico,
de izquierda. Ha sido muy profunda esta mutación: el autócrata sometió a los
líderes del pasado y del presente haciéndolos sumisos… y los sometió con
reales, con dinero. Como dijo Eduardo Galeano: Los sandinistas, “que fueron
capaces de arriesgar su vida son ahora incapaces de arriesgar sus cargos”. Así
liquidaron la filosofía y la ética de Carlos Fonseca, que había proclamado la
ética como una herencia legada por Sandino a los dirigentes del Frente
Sandinista.
Los cortesanos defienden el actual absolutismo con el argumento de la
legitimidad que les dan los resultados electorales, cuando ellos saben, como
todos sabemos, que las elecciones han sido fraudulentas. Pero, aun cuando
hubieran contado con un respaldo electoral mayoritario, los votos no legitiman
la naturaleza económica y política de un régimen cuando es injusta. Se puede
tener un respaldo masivo y no ser un gobierno justo, el que necesitamos en
Nicaragua. También contaron con respaldo masivo Hitler, Mussolini y Somoza
durante muchos años y tantos otros regímenes oprobiosos que ha habido en la
historia de la Humanidad.
El
respaldo de los votos no legitima la naturaleza injusta de un Estado. Hay que
recordar que el Somoza de los primeros diez años no fue el Somoza de los
últimos años, el que la gente recuerda. Los primeros crímenes, después del
asesinato de Sandino y la masacre cometida contra sus seguidores, los cometió
Somoza contra quienes se oponían a su reelección presidencial. Ahora no vemos
una represión como la de Somoza, pero sí vemos que ya hay muertos en todos los
sectores que luchan.
Este sistema, que trata de reducir la militancia a un vasallaje, genera
obviamente muchas contradicciones. Hay un cierto tipo de contradicciones, que
tal vez son las que más conocemos, que son los pleitos internos en el régimen
por tucos de poder, por reales, por cargos. Y cuando los pleitos son ésos no
generan resultados positivos. De ese tipo de contradicciones internas no
podemos esperar cambios. Las contradicciones que sí podrían tener efectos
positivos son las que nazcan de la indignación ética o ideológica, las que
nazcan de darse cuenta de que éste es un régimen de dominación capitalista y haya
la convicción de no querer contribuir a eso. Ésa sería una contradicción
positiva. Pero las contradicciones de los cortesanos, las que se dan en la
corte, esas intrigas que vemos en las películas, cuando el hijo del rey
conspira porque quiere ser el rey, ésas no son las que generan la
transformación que quisiéramos.
Veamos otra mutación. El pluralismo político, que estaba en el proyecto
revolucionario y en el proyecto de Carlos Fonseca, ya no existe, ha
desaparecido.
En
los últimos años hemos asistido al aniquilamiento de las organizaciones que no
se subordinan al régimen y a la proscripción de la izquierda. Y los liderazgos
de la derecha han sido reducidos por sus propios errores y limitaciones o por
la manipulación de los aparatos electorales y judiciales que controla Ortega.
Como sea, ya no existen. En las últimas elecciones no se ha podido construir
ninguna fuerza alternativa. Lo que existe hoy en Nicaragua es un único partido,
el partido de la prebenda y del reparto, el partido del “comé y comamos”.
Y
ya no importa quién gana. No existe el pluralismo político y existe la voluntad
de proscribir la posibilidad de que surjan partidos de izquierda, partidos que
promuevan un proyecto alternativo. Por eso se le quitó la personería jurídica
al MRS y no dejan de realizarse esfuerzos para impedir que se concrete
cualquier otra alternativa que realmente le dispute el poder a Ortega. En
Nicaragua tenemos ya un partido único y se gastan millones en el ritual
electoral, pero todos sabemos que hay un partido único, un único partido.
Otra mutación ha llevado al Frente del espíritu revolucionario y la solidaridad
al pragmatismo y al acomodamiento.
El
pragmatismo y el acomodamiento se han constituido en una especie de ideología
nacional. Mientras durante muchos años la conciencia sandinista luchó por la
transformación, por el cambio, por profundizar el proyecto revolucionario,
ahora la filosofía es aceptar la realidad tal como es y acomodarse a ella
situándose lo mejor posible.
Es
un fenómeno que amerita un análisis sociopolítico. ¿Por qué la ciudadanía y la
militancia han adoptado este comportamiento? El pragmatismo reemplazó al
idealismo y a la utopía revolucionaria. Hoy no importa asociarse con ladrones,
corruptos y delincuentes, tal como Ortega hizo con Alemán o como hace con
Roberto Rivas, si con eso se preserva el poder, ganando las elecciones… o
robándoselas. Conservar el poder, tajadearse el poder, es la nueva “ética”.
Es
mucha la gente que ha renunciado a desempeñar su papel transformador en la
historia. He encontrado a muchos jóvenes del Frente que no le dan importancia a
que se hayan robado las elecciones, porque lo único que les importa es que el
poder siga en manos de Daniel Ortega. Y en Nicaragua murió mucha gente luchando
por elecciones libres, porque la gente pudiera movilizarse y elegir a quien
quisiera, porque hubiera un debate libre de ideas y en ese debate pudiéramos
convencer a otros que no pensaban como nosotros, de la justicia del proyecto
revolucionario.
Otra mutación ha sido pasar de la lucha por justicia social a la práctica de la
caridad sotanera.
En
el Sandinismo luchamos por darle a obreros y campesinos el control directo de
las riquezas para que las gestionaran, para que crecieran, se desarrollaran y
fueran sujetos de su propia transformación. Lo que tenemos ahora es un
socialismo compasivo, donde se hacen cosas para los pobres por caridad, con
regalos que vinculan la religiosidad popular al poder, como esas grandes colas
que hacen los más pobres ante los altares de la Purísima para que el gobierno
les regale algo de comida. La leve reducción de la pobreza que ha habido y de
la que informan algunos indicadores se ha logrado con programas que permiten a
los pobres recibir alguna cosa de manera inmediata: láminas de zinc, animales,
semillas, pero que no significan una transformación profunda de las condiciones
materiales en las que viven para que dejen de ser pobres.
Las
actuales políticas para el combate a la pobreza ni siquiera se acercan a las
políticas socialdemócratas, entre otras cosas porque en Nicaragua no se ha
reformado con justicia la política fiscal, que sigue siendo recesiva, basada en
los impuestos indirectos, que castiga fundamentalmente a las clases medias y
que privilegia a los más ricos con exoneraciones y exenciones. Tampoco el
presupuesto ha tenido en este gobierno avances significativos en el monto
destinado a la educación, que es un poco más del 3%. En comparación con el
resto de países centroamericanos, seguimos en el sótano.
El gobierno afirma que ha reducido la pobreza extrema y que hoy hay menos
pobres, pero no dice que hoy hay más ricos, que está en marcha un proceso de
concentración de la riqueza. Hoy, el 7-8% de la población nicaragüense se
apropia del 46% de las riquezas nacionales. Entre 2012 y 2013 los
multimillonarios en Nicaragua -gente con capital de 30 millones de dólares o
más- pasaron de ser 180 a ser 190. Son más en Nicaragua que en Costa Rica, un
país con niveles de desarrollo mucho mayores que los nuestros, donde hay 85,
son más que en Panamá donde hay 105 y que en El Salvador, donde hay 140.
Podemos afirmar que, aunque sí hay beneficios para los pobres, los mayores
beneficios de este modelo “cristiano, socialista y solidario” los están
obteniendo los más ricos.
No hay manera de explicar este enriquecimiento sino por la corrupción a partir
de la apropiación ilegal de recursos públicos. Desde hace años, con los
compañeros del MRS y con otras fuerzas, hemos sostenido que la principal
corrupción de este gobierno ha sido la privatización de la cooperación
venezolana, base material sobre la que se han ido construyendo los nuevos
capitales rosado chicha. Ése es un tema que sigue siendo clave y que debe de
seguir siendo objeto de interpelación, un tema que no podemos olvidar en el
momento en que las cosas cambien en nuestro país.
Tal vez es momento de una aclaración. Al hablar de las mutaciones
experimentadas por el Frente Sandinista hago referencia a las propuestas del
Sandinismo y de la Revolución contrastándolas con lo que hay hoy. Pero ni estoy
diciendo, ni quiero decir, que todo en la Revolución fue perfecto, que no hubo
entonces corrupción, que no hubo errores. Creo, por otra parte, que los
propósitos y los logros de la Revolución no pueden ser medidos adecuadamente si
no tomamos en cuenta el factor de la guerra, que lo distorsionó radicalmente
todo.
El
tercer pilar de nuestro programa, el no alineamiento, no se cumplió. Terminamos
alineados con la Unión Soviética y con el campo socialista. Pero ¿cuánto de ese
alineamiento tuvo que ver con la guerra que nos lanzó Reagan y para enfrentarla
nos eran vitales los abastecimientos de armas que nos llegaban de la URSS a
través de la RDA o de Cuba?
Lo
que se propuso hacer Estados Unidos contra Nicaragua fue monstruoso. El
respaldo de los Estados Unidos a la Contrarrevolución y los recursos inmensos
de que dispusieron para derrotar la Revolución fueron una realidad. Eso no
quita que hagamos crítica de nuestros errores de entonces. Y por eso, se afirma
que una de las razones por las que empezaron a darse tantas distorsiones en el
Frente Sandinista en los años 90 fue que nunca nos sentamos a hacer un análisis
crítico de lo que había ocurrido en los años 80.
Siendo el papel de Estados Unidos tan clave en los conflictos que hemos vivido
en Nicaragua, ¿cuál es hoy el papel de Estados Unidos ante el régimen de
Ortega? Estados Unidos ha ido viendo con creciente interés y muy positivamente
la gestión de Daniel Ortega en el gobierno. A Robert Callahan, el embajador que
precedió a la embajadora actual, le preguntaron una vez su opinión sobre Ortega
y dijo: “A nosotros no nos preocupa lo que él dice, nos fijamos en lo que él
hace”. Y fijándose en lo que hace no están descontentos. Porque, aunque él
proclame que es “antiimperialista”, lo que hace es lo que cuenta: todas las
ventajas que le da al capitalismo global y al gran capital nacional.
Adicionalmente,
para Estados Unidos es prioritaria la subordinación de todas las policías del
mundo a lo que ellos llaman el combate a la narcoactividad. Esto también lo
cumple Ortega. Esto incluye presencia militar de Estados Unidos en las costas
de Nicaragua, donde militares estadounidenses hacen patrullajes, incluye
asesores de Estados Unidos que trabajan con el Ejército de Nicaragua y
oficiales del Ejército de Nicaragua que siguen yendo a escuelas militares de
Estados Unidos.
Quiero referirme finalmente a una muy peligrosa mutación. La Revolución sandinista
destruyó la Guardia Nacional como fuerza pretoriana al servicio de los
intereses de Somoza. Y a partir de ahí inició el proceso de construir fuerzas
armadas respetuosas con el pueblo y obedientes a las leyes. No es cierto que
fue hasta los años 90 que inició este proceso. Esto inició antes y fue un
objetivo de la Revolución que se terminó de institucionalizar en los años 90,
ya que en los años 80 se distorsionó por la guerra que nos tocó enfrentar.
¿Y
qué tenemos ahora? Un claro proceso de involución, con unas fuerzas armadas,
tanto en la Policía como en el Ejército, cada vez más dóciles a la lógica del
gobernante. Hay que recordar lo que dijo Mao: “El poder descansa en la punta
del fusil”. Eso lo sabemos bien quienes sufrimos la dictadura militar somocista
y tuvimos que enfrentarla con las armas. Y por eso es que advertimos de lo que
puede pasar en Nicaragua como producto de esta mutación.
La involución de la Policía es un hecho extremadamente delicado. Y ya llegó a
la agenda del régimen la involución del Ejército. El problema principal del
nuevo Código Militar no es que Daniel reelija al Jefe del Ejército o que haya
militares ministros o que se alimente el servilismo en las filas militares o
que se cree una “tandona” que impida que los militares de rango bajo puedan ir
ascendiendo.
El
problema es que con la Revolución concebimos las fuerzas armadas como un
instrumento nacional para garantizar la paz y para garantizar que los fusiles
dejaran de apuntar contra la gente. El Sandinismo le heredó a Nicaragua un
Ejército que no era propiedad de nadie, que terminó siendo un Ejército
nacional, una institución muy respetada. Lo que están haciendo ahora Ortega y
Murillo es aniquilando esa pre-condición para la paz.
Es ésta una regresión muy profunda. Al reconvertir ese Ejército, factor
decisivo para conservar la paz, en una institución subordinada a ellos lo están
acercando a aquella guardia pretoriana que destruimos. A mi juicio, esto es lo
más peligroso y lo más delicado de todo lo que ha ocurrido hasta ahora desde
que Ortega llegó al gobierno. El Ejército nacional es pre-condición de la paz y
la estabilidad nacional y un ejército orteguista es el inicio del potencial
retorno de la violencia.
A pesar de todo, creo que éste es un régimen que, tal como es hoy, no puede ser
aún catalogado como una dictadura. Mucho menos debemos catalogarlo como una
dictadura peor que el somocismo. Creo que cuando lo decimos así se debilita
nuestro discurso y nuestra crítica. Creo que éste es un régimen autoritario con
un propósito dictatorial y con acciones dictatoriales. Y creo que puede llegar
a ser una dictadura. Todos los pasos que
está dando el orteguismo van en la dirección de la instalación de un régimen
dictatorial. Y ya hemos visto cómo ha ido avanzando en el control “de la
punta del fusil”, en la sujeción de las fuerzas armadas. En la medida en que
esto se haga realidad entrará a jugar el factor militar a favor del continuismo
de este régimen, algo gravísimo.
¿Qué hacer ante este modelo, ante este
sistema, ante este régimen?
Lo
que hemos visto hasta ahora es la sostenida denuncia de los medios de
comunicación independientes y de algunos grupos de opinión, que no dejan de
hacer un aporte muy importante. También hemos visto muchas resistencias
reivindicativas, luchas sociales pequeñitas o silenciosas que no llegan a los
medios hasta que no hay presos y culateados. Hay que respaldar y acompañar
todos esos esfuerzos.
No existen hasta ahora fuerzas políticas organizadas que muestren base social
capaz de resistir de forma integral este proyecto. Se ha privilegiado la
denuncia de cómo se van construyendo las bases institucionales de una
dictadura, de cómo se violan los derechos políticos y las leyes, pero existe
una disociación entre la lucha y la denuncia de estos grandes temas políticos
-que parecen no interesarle a la gente, que no la movilizan- de los grandes
temas cotidianos que sí le interesan y que los hacen víctimas de este régimen.
El pragmatismo y el acomodamiento sólo pueden ser enfrentados retomando las
luchas por los problemas sociales, vinculando los problemas sociales a los
grandes temas políticos: la reforma a la Constitución, la concesión del Canal…
¿Quién representa a los pescadores artesanales cautivos de Pescanova? Es
necesario trabajar para que entiendan que los responsables de su miseria son
Pescanova y un gobierno que favorece a esa empresa.
Creo que en la representación y el acompañamiento de tantos grupos como el de
estos pescadores están las salidas para enfrentar los intentos de este régimen
por perpetuarse y para encontrar un camino progresista que cambie el curso del
modelo en el que estamos. Y al recorrer este camino no dudamos que se podrán
sumar incluso bases actualmente enajenadas, dóciles, subordinadas al
ortega-murillismo.
Este régimen, basado en concentrar las riquezas en tan pocas manos y en dar
ventajas a las transnacionales, genera muchas contradicciones. Y es sobre todas
estas contradicciones sobre las que hay que trabajar, revelándolas,
reflexionándolas. El arte es relevar las contradicciones y animar a la gente
para que sus frustraciones se expresen en lucha en los movimientos sociales. Hay
que construir conexiones entre los problemas sociales que preocupan a la gente
y los temas políticos.
Cuando uno está trabajando en los problemas concretos de la gente y con la
gente, uno se encuentra con bases del orteguismo, que también sienten esas
contradicciones. Si el vínculo que establecemos con la gente se basa en los
problemas sociales, después vendrán los problemas políticos. Los vínculos
originarios con los que trabajamos para que la gente se convenciera de que
había que luchar contra la dictadura somocista comenzaron siendo vínculos por
problemas sociales. Estábamos entre la gente, estábamos con la gente. Tenemos
que identificar qué medidas del gobierno decepcionan y frustran a la gente y
acompañar a la gente hasta que logre alguna victoria. Porque conseguir algún
logro reafirma la conciencia y la convicción de que organizados y unidos es
como conseguimos avances.
Hay que estar ahí, ahí, con la gente. La hermana brasileña Valeria Rezende, una
educadora popular, una pupila de Pablo Freire, que con él aprendió a hacer
trabajo popular, me contó un caso y una lección. Me contó que unas religiosas
llegaron a trabajar con una comunidad pobrísima, en donde la gente había
construido sus ranchos en una cantera y para llegar hasta allí había que cruzar
un cauce. Lo cruzaban haciendo equilibrios sobre un frágil tronco de cocotero.
Era difícil. Las monjas empezaron a decirles que tenían que ir a la alcaldía a
exigir un puente y la gente les decía que sí, pero no iban, no hacían caso. Y
así pasó un año y otro y otro y siempre que llovía la lluvia se llevaba el
tronco de coco, pero ellos cortaban otro tronco y todo seguía igual. Las monjas
insistían, pero… nada. Hasta que un año el dueño de la finca en donde cortaban
los cocos la cercó y no les permitió cortar ninguno más y fue entonces cuando
en la comunidad dijeron: ¡Vamos a la municipalidad! Se organizaron, se tomaron
la alcaldía y al fin les hicieron el puente. La hermana Rezende me decía: Hay
que estar con la gente, con sus problemas, aunque parezca que no les interesa
luchar, aunque parezca que no quieren cambiar, porque llega el momento en que
están dispuestos y se movilizan. Y es importante estar ahí para apoyar y para
conducir… Es una lección de una educadora popular, válida para este momento en
que vivimos... y para cuando llegue “el momento”.
Yo siempre apuesto, y además creo, que no hay ninguna posibilidad de una salida
progresista en Nicaragua sin tomar en cuenta a las bases sandinistas y sin las
banderas del ideario sandinista. No van a salir las transformaciones que el
país necesita ni de los sectores alemanistas ni de los sectores montealegristas.
Saldrán del sandinismo en su conjunto, de esa masa forjada en 25 años de lucha
contra la dictadura somocista, en diez años de Revolución, en todos estos años
de resistencia. Es ahí donde hay un potencial transformador, aun cuando mucha
de esta gente esté hoy trabajando con Ortega o sean empleados de su gobierno o
tengan que ir a “rotondear” para conservar el empleo. Ahí hay un potencial,
pero a ese potencial hay algunos mensajes que no les llegan. Tenemos que tener
la habilidad para encontrar los mensajes que les lleguen y les hagan
reflexionar. Hay que estar ahí, cerca de esa gente. Creo que dentro de las
bases del sandinismo van a aflorar las contradicciones.
Llegará el día en que ese hombre que ahorita se conforma con las diez láminas
de zinc que le dieron, se pregunte por qué a él le dan sólo eso, mientras los
jerarcas rosado chicha viven como millonarios. Tiene que llegar el día en que
se lo pregunte, como siempre en la Humanidad ha sucedido, que llega un momento
en que los oprimidos se preguntan si es justa la opresión que padecen. Yo creo
que no vamos a poder desarrollar un movimiento fuerte que rechace este modelo y
que proponga algo alternativo si no viene también de las bases del orteguismo
cuando sean capaces de desprenderse de ese vínculo. Y lo creo porque han sido
históricamente la gente más proclive a la organización y a la lucha.
Creo que, sobre todo por tacto comunicacional, debemos de tener cuidado de no
abusar de la comparación de este régimen con el somocismo. La gente no lo ve
así. No estamos en un momento como para que la gente lo vea así. Hay
persecución y represión subterránea, hay amenazas y chantajes, hay cosas
peores, pero no se ven. Y mientras no haya quienes lo denuncien, quienes
expliquen que están colaborando con el gobierno bajo chantaje o amenaza, la
gente común no verá la represión que ya existe.
El autoritarismo sí lo ve. Y hay que ayudar a la gente a que reflexione sobre
el autoritarismo con que operan en su barrio, en su comunidad, en el trabajo.
Teniendo en cuenta que no siempre operan así. Porque sería una gran injusticia
decir que toditos son igualitos, ése sería un mal mensaje. Conozco a gente de
los Gabinetes del Poder Ciudadano -no sé si son ahora Gabinetes de Familia- que
son gente buena. Otros son caudillitos, verdaderos opresores. Donde hay
caudillitos podremos poner más en evidencia el autoritarismo, pero donde el CPC
es bueno, hay que buscar cómo trabajarlo, cómo influirlo. No podemos atacar
uniformemente a todos los CPC. Algunos creen firmemente que están haciendo la
Revolución, algunos hacen cosas muy buenas para su comunidad.
No debemos de dejar de apostar a un proyecto alternativo con una estrategia de
mediano y largo plazo. Un proyecto así requiere de una fuerza con identidad y
claro perfil progresista, con claridad de objetivos, los que sean vitales para
Nicaragua, para su pueblo, para la democracia. Una fuerza que pretenda
convertirse en alternativa seria para los nicaragüenses no puede estar al
vaivén de intereses electoreros de corto plazo o sometida a alianzas
utilitarias.
Nosotros creemos en una fuerza que reniegue de las lógicas caudillistas y que
se empeñe en la educación del pueblo para convertir la conciencia popular en
fuerza material de cambio.
Quiero terminar leyendo este diálogo entre el monje y Galileo en una obra de
teatro de Bertold Brecht, un hombre que aportó tanto a la cultura política de
nuestro tiempo. Le dice el monje a Galileo: “¿Y usted no cree que la verdad si
es tal se impone también sin nosotros?”, como queriéndole decir que no luchara
más, que no insistiera… Y le responde Galileo: “No, no y no. Se impone tanta
verdad como nosotros la impongamos. La victoria de la razón solo puede ser la
victoria de quienes razonan”. Conclusión:
Sin luchas no hay victorias.