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"La Iglesia que queremos"
Carta abierta al Papa y a los obispos chilenos
Esta carta nace de la desolación por la
crisis actual que atraviesa nuestra Iglesia y especialmente porque Cristo y
su evangelio no están llegando y convocando a las nuevas generaciones.
Concordamos con el Papa Francisco en no quedarnos rumiando en la desolación,
sino ir más allá de la queja y hacer algunas sugerencias constructivas de por
dónde ir. Esta carta es también una respuesta a su invitación a tener el coraje
de decirle: "este camino es el que hay que hacer, este no". Esperamos
que ella contribuya a la necesaria reorientación del rumbo de la Iglesia.
Preámbulo: una confesión de fe
Tal como nos enorgullecemos de Francisco de
Asís, Tomás Moro, Madre Teresa y del Padre Hurtado, sentimos vergüenza
propia por Maciel, Karadima y tantos otros sacerdotes y religiosos pedófilos;
y ¿qué decir de los obispos encubridores? Nos abruma que, a consecuencia de
estos condenables comportamientos, millones de personas se están distanciando
de la fe. Desgraciadamente, la historia muestra que la Iglesia tiene, como cada
uno de nosotros, un lado oscuro. Junto a lo santo y sagrado, conviven el abuso
de poder, la arrogancia, la hipocresía, el dogmatismo - tanto más grave cuando
van revestidos de virtud.
Con todo, amamos
a la Iglesia y reconocemos lo mucho que hemos recibido de ella:
Conocer a Cristo
y su mensaje;
Infundirnos elevados ideales, centrados en el amor;
Despertar una inquietud por lo sagrado y lo trascendente;
Inculcarnos que somos parte de una comunidad, los unos para los otros;
Alentarnos a construir el Reino, lo que da sentido a nuestra vida.
Infundirnos elevados ideales, centrados en el amor;
Despertar una inquietud por lo sagrado y lo trascendente;
Inculcarnos que somos parte de una comunidad, los unos para los otros;
Alentarnos a construir el Reino, lo que da sentido a nuestra vida.
Por eso - pese a las caídas e insuficiencias de
Pedro y sus sucesores - Cristo fundó la Iglesia con el mandato de evangelizar
al mundo. En efecto, sin la Iglesia institucional, con todos sus claroscuros,
no se habría podido transmitir esa fe de generación en generación.
Sin embargo, por importante que sea la
Iglesia, Jesucristo es el fin. La Iglesia sólo es eficaz en la medida que
nos orienta hacia Él, su testimonio y su palabra. Por eso esta crisis es
doblemente grave, sobre todo para quienes inadvertidamente pusieron su fe en la
Iglesia y sus autoridades, en vez de en la persona de Cristo.
No obstante, confiamos en que esta necesaria
renovación purificará nuestra fe. Y hay que reconocer que junto con lo
negativo también hay muchos signos de esperanza, como la existencia de
comunidades de base en torno a las parroquias donde las personas muestran su
deseo de profundizar su fe más allá de la misa dominical. Otro es el aporte de
numerosos movimientos (Carismáticos, Catecúmenos, Comunión y Liberación, CVX,
Familia Espiritual Charles de Foucauld, Focolares, Opus Dei, Schoenstatt,
Apostólico Manquehue...) por medio de los cuales los laicos pueden vivir más
intensamente su fe, cada uno según su carisma.
Con todo, el signo más importante está en la
evolución del pensamiento de la Iglesia sobre lo temporal y lo sobrenatural.
Durante siglos prevaleció en ella la idea de que la vida religiosa era el
estado más perfecto, puesto que se centraba en lo importante y trascendente, la
unión con Dios; mientras que los laicos se dedicaban a lo secundario y
transitorio: las cosas de este mundo.
Sin embargo, la reflexión de la Iglesia sobre el
mensaje de Jesucristo ha ido madurando, llegando a concluir que el Reino de Dios
no es del más allá, si no que comienza con Jesús en el más acá. A la
construcción del Reino estamos llamados sus seguidores, todos, no sólo unos
cuantos. Seremos juzgados según hayamos contribuido a la construcción de
una civilización basada en la fraternidad y el amor, tarea principal de los
laicos.
Los hermanos protestantes fueron quienes primero
desarrollaron esta idea -500 años atrás. En esa misma época se encuentran otros
exponentes de esta vocación de servicio de los laicos, como lo predicaba San
Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales. En el siglo XX, esta vocación
pasa a ser carisma central de numerosos movimientos laicos. Y el Concilio
Vaticano II lo explicita en su plenitud para la Iglesia universal.
Propuestas constructivas.
Queremos una iglesia:
Centrada en Jesús y su proyecto de vida;
que vive y simboliza lo que predica;
evangélica y misionera;
cuyo magisterio esté centrado en lo esencial;
que distinga entre los ideales y las normas morales básicas, y
cuya institucionalidad esté acorde a Su mensaje.
Por cierto, la Iglesia nunca alcanzará la perfección, pues está compuesta de personas como nosotros, débiles y pecadoras.
que vive y simboliza lo que predica;
evangélica y misionera;
cuyo magisterio esté centrado en lo esencial;
que distinga entre los ideales y las normas morales básicas, y
cuya institucionalidad esté acorde a Su mensaje.
Por cierto, la Iglesia nunca alcanzará la perfección, pues está compuesta de personas como nosotros, débiles y pecadoras.
Una iglesia centrada en Jesús y su proyecto de
vida
En tiempos pretéritos la fe era impuesta por la autoridad
de la época. Si el monarca era cristiano, se generaba una cultura e
instituciones favorables a la difusión del cristianismo. Esta cultura masificó
la fe, pero a expensas de su profundización
Hoy ya no hay una cultura dominante. Coexisten
múltiples sub-culturas y creencias. De ahí que la fe es cada vez más una opción
de convicción, fruto de un encuentro personal con Jesús, e incentivada por el
testimonio de cercanos.
Para inducir tal encuentro, nuestra
evangelización debe aterrizar el mensaje de Jesús a las necesidades del hombre
y de la mujer de hoy. No obstante, el progreso alcanzado por la sociedad,
siguen vigentes las preguntas de siempre. ¿En qué consiste una vida plena? El
sentido de mi existencia ¿se reduce a maximizar el placer del momento? ¿En qué
ideales y valores voy a construir mi vida?
El mensaje de Jesús para la humanidad viene a
responder tales inquietudes. Por cierto, el cristianismo no es la única
cosmovisión presente, pero dudamos que haya alguna con un mensaje tan poderoso
para mover al ser humano como el Sermón de la Montaña, ni un proyecto que
dé más sentido a las personas que el de amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a sí mismo. Además, qué mejor fuente de seguridad y felicidad
puede haber que la de arrimarse a un Padre Bueno y Misericordioso. Y lo que
hace aún más atrayente y creíble el mensaje y propuesta de vida de Jesús, es
que lo que predicó lo vivió hasta la muerte. Esta consecuencia, atrae, sobre
todo en una era, como la nuestra, sospechosa de las instituciones pero sedienta
de testimonios.
Una iglesia que vive y simboliza lo que predica
Toda época rechaza la incoherencia entre lo que
se predica y lo que se practica. Fue el mismo Jesús quien nos aconsejó que
siguiéramos lo que enseñaban los doctores de la ley, pero no lo que
practicaban. Nuestra época es particularmente sensible a esta incoherencia e
hipocresía.
Pensamos que parte importante de la
popularidad que despierta el Papa Francisco se debe a su sensibilidad por los
símbolos. En lugar de residir en los amplios y suntuosos departamentos del
Vaticano, opta por vivir en el pensionado para sacerdotes. En vez de
movilizarse en un vehículo de lujo, usa un auto pequeño. Él se declara Obispo
de Roma y visita periódicamente a sus habitantes. No sólo bendice a las
personas si no que pide sus oraciones. Este actuar suyo, consonante con la
sencillez de Jesús y del Evangelio, le da credibilidad a sus palabras, lo que
atrae tanto a creyentes como no creyentes.
Desafortunadamente el ejemplo del Papa
Francisco es más la excepción que la regla. Demasiados símbolos
tradicionales de la Iglesia alejan en lugar de atraer. Jesucristo predicó que
el que quiere ser primero sea último en honor y primero en servicio. ¿Es
congruente este mensaje con los títulos que emplea la jerarquía: reverendísimo,
excelentísimo? ¿No son anacrónicos tales títulos? Tal vez en la era monárquica
pudo haber tenido algún sentido llamarse "Príncipe de la Iglesia",
como se titulan los cardenales, pero ¿puede serlo hoy? ¡El único príncipe que
se menciona en el evangelio es Satanás! Y ¿cómo es posible que las oficinas del
arzobispo de Santiago se sigan llamando el "palacio" arzobispal?
Sabemos que ahí se trabaja y se sirve al Pueblo de Dios, pero su nombre evoca
el poder y no el servicio, que es el valor esencial en la Iglesia de
Jesucristo.
Asimismo, muchas de las ceremonias litúrgicas
son pomposas, llenas de incienso y vestimenta arcaica, que tuvieron sentido en
una época, pero que resultan ajenos a la cultura actual. ¿Se sentiría cómodo
Jesús con tales ritos? Sin duda vería la buena intención, pero ciertamente
es un estilo antagónico con su forma de vida. ¿No sería más atrayente hoy optar
por símbolos eclesiales más acorde con la sencillez y pureza interior predicada
por Jesús y sus discípulos, pescadores de Galilea?
Una iglesia evangélica y misionera
Reconocemos que servir al Pueblo de Dios es
un desafío grande, pero dicha tarea no es suficiente. Esta todo el mundo de
los no creyentes. Por eso el Papa Francisco nos invita a "salir de la
capilla" y de nuestra zona de confort y predicar en la plaza pública. Una
iglesia que no evangeliza no es iglesia. Si no estamos profundamente
convencidos que los no creyentes se están perdiendo la riqueza de conocer y
seguir a Jesús, entonces debemos dudar de nuestra propia fe.
Ahora que la fe no llega por la cultura ¿cómo
interesar a las personas de buena voluntad, en búsqueda de la trascendencia y
sedientos de descubrir el camino hacia una vida plena? Un lugar privilegiado,
es a través del sistema educacional y las clases de religión. En efecto, es en
la adolescencia cuando la mayoría de las personas decide qué quiere hacer con
su vida y qué valores van a sustentarle en su camino. Desgraciadamente, con
contadas excepciones, la clase de religión es pobre, más apta para niños que para
jóvenes. Su contenido a veces deslinda con la superstición, induciendo a dejar
de lado la razón en lugar de usarla. No en balde muchos jóvenes abandonan la
fe por considerarla puro mito, tal como dejan de creer en el viejito
pascuero.
Por eso, consideramos imperativo que se convoque
a nuestros mejores teólogos y pedagogos a diseñar programas modernos de
religión para la juventud, a la altura de sus inquietudes, aspiraciones e
intelectos; que los entusiasmen con los ideales de Jesús, su propuesta de vida
y su ejemplo. Ello requerirá mejorar drásticamente la preparación de profesores
de religión, incluyendo el entrenamiento de laicos voluntarios de otras
profesiones.
Evidentemente, ofrecer tales programas no
garantiza que todos los jóvenes tomarán la opción creyente - no hay nada que lo
garantice. Pero al menos habrán estado expuestos e instruidos en una fe adulta
y atrayente, para que la semilla plantada germine más adelante.
Una iglesia cuyo magisterio está centrado en lo
esencial
Mateo 25 nos indica que en el Juicio Final
entrarán al Reino los que "dieron de comer al hambriento y de beber al
sediento, los que recibieron al forastero, vistieron a los sin ropa, visitaron
a los enfermos y a los encarcelados". Esto muestra que para Jesús lo
esencial para la salvación es la ortopraxis, no la ortodoxia. Ello implica
revertir los actuales énfasis desde la pureza doctrinaria a la pureza (nunca
plenamente alcanzable) de la praxis.
La doctrina es importante sólo en la medida que
nos lleva a la ortopraxis. Cuáles son esas doctrinas que llevan a la ortopraxis
es materia de reflexión y discusión. Pero nos parece ser un conjunto de dogmas
mucho más reducido de los que pueblan el catecismo actual. El Credo puede
ser un buen punto de partida (y tal vez de llegada).
Además es necesario distinguir entre las
doctrinas de fundamental importancia, y doctrinas de segundo o tercer nivel de
relevancia. Las doctrinas de "primera importancia" serán aquellas que
se han mostrado históricamente como las que más acercan a Jesús y a su mensaje,
por lo que pueden considerarse condicionantes para profesar la fe católica. Las
doctrinas de "segunda" o "tercera", deberían ser las que
complementan las de "primera" o ayudan a algunos a acercarse a Jesús.
¿Serán doctrinas de la misma importancia para la
fe: el pecado original, la teoría de la expiación, el purgatorio, las
indulgencias, los pecados capitales, la marianología, los mandamientos de la
Iglesia; como lo son la Divinidad de Jesús y la Santísima Trinidad, el amor
a Dios y al prójimo, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el perdón de
los pecados y la vida eterna? En suma, deberían ser considerados de primera
importancia todos aquellos conceptos contenidos en los evangelios y la iglesia
primitiva. De no hacerse esta distinción, se corre el riesgo de confundir lo
que es fundamental para una vida cristiana, de lo que no lo es y, por ende, de
crear problemas y dudas innecesarias en asuntos no esenciales para lograrla.
Esta distinción de una fe basada más en lo
esencial y menos en lo accesorio, ¿no nos conduciría además hacia un
acercamiento con nuestros hermanos ortodoxos y protestantes?
Una iglesia que distinga los comportamientos
ideales de las normas morales básicas que deben cumplir sus fieles.
Jesús no fue nunca "manga ancha" con
la ley. Fue exigente,
mucho más allá de esta. Para Él no basta el cumplimiento externo de la ley si
no el deseo e intención de corazón. Por eso, por ejemplo, el destruir la
reputación del otro es una manera de matarlo; así como mirar con lujuria a una mujer
es una forma de adulterio. Sin embargo, no sólo fue exigente, si no compasivo
con el caído. Es lo que nos indica en la parábola del hijo pródigo. Es lo que
hizo al perdonar a la mujer adúltera. Nos llama a ir más allá de los mínimos- a
superar al fariseo que se jacta de su virtud en cumplir la ley; pero es
compasivo con el que se reconoce necesitado del perdón, como el publicano que
se golpeaba el pecho por sus pecados.
La Iglesia no debe dejar de motivarnos hacia el
ideal que nos propone Jesús. Sin embargo, tiene que reconocer que hay una diferencia
entre el ideal a que Jesús nos llama - aspirar a lo máximo - y lo mínimo que se
le debe exigir a un feligrés, simplemente por ser persona. La Iglesia ha
desarrollado este distingo en muchos temas, por ejemplo, en el manejo de
nuestros bienes materiales. Jesús dijo que es más fácil que un camello pase por
el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos. Además, le
propuso al joven rico que si quería ser perfecto vendiera todos sus bienes y se
los regalara a los pobres y luego lo siguiera a Él. La Iglesia ha interpretado
esta pobreza "evangélica" propuesta por Jesús, como un ideal al que
todo cristiano debería aspirar; pero no considera su incumplimiento un pecado
mortal. La persona que le paga un salario justo a sus trabajadores y gana una
remuneración limpiamente por su esfuerzo es honrada; cumple con el mínimo (de
la ley natural), aunque diste del ideal cristiano de compartir todos sus bienes
con los más necesitados.
Asimismo, el ideal de amor al prójimo sería
"poner la otra mejilla" si uno es atacado. Sin embargo, el mínimo
es frenar nuestro instinto de venganza y cumplir con la justicia. En otros
casos hemos elevado lo que es un ideal a lo mínimo exigido por la moral. Un
ejemplo de ello es el ideal del matrimonio: que sea un amor de por vida. Es lo
que cree y desea toda pareja al casarse; es lo que se refleja en la poesía y
los juramentos espontáneos de fidelidad eterna de los enamorados de todos los
tiempos; es lo que nos dice Jesús que fue la intención de Dios, cuando le
preguntan sobre el divorcio permitido por Moisés. Pero ¿es la indisolubilidad
matrimonial el mínimo exigible a toda persona, por lo que sería pecado mortal
divorciarse y volver a casarse? o ¿no será este un ideal al que debemos aspirar
pero no el mínimo exigible? Ese distingo entre el ideal matrimonial y el mínimo
exigible es lo que hace que nuestros hermanos ortodoxos así como protestantes
permitan que personas cuyos matrimonios fracasaron - después de un auténtico
intento de reencuentro - se divorcien y puedan volver a casarse, siguiendo en
comunión con la Iglesia.
Algo similar podría decirse de las relaciones
sexuales. El ideal es que sean signos de amor en una relación estable y
permanente (matrimonio). Y sin duda es necesario seguir insistiendo en el ideal
de relacionar sexo con amor, sobre todo en una sociedad como la actual donde se
llega a banalizar el acto sexual reduciéndolo a un puro placer narcisista. Pero
¿no habríamos de distinguir entre relaciones sexuales promiscuas, sin amor, de
relaciones pre-maritales donde el acto de amor es eso: una expresión de amor
entre los dos, aun no siendo matrimonio?
Como en todos los temas morales la última
palabra la tiene la voz de la conciencia abierta e instruida, predispuesta a dudar
del impulso del deseo y a contrarrestarlo. Con todo consideramos que la moral
católica se beneficiaría de una revisión sistemática de sus posturas
tradicionales bajo la lupa del distingo entre lo que es ideal y lo que es el
mínimo exigible a cada persona.
Carismas en la Iglesia
Una Iglesia cuya institucionalidad esté acorde a
Su mensaje
Hay distintos carismas en la Iglesia, todos
necesarios: el de los
laicos, construir el Reino; el del clero, predicar, administrar los sacramentos
y animar a los laicos; el de los obispos, orientar y organizar la
evangelización y mantener la unidad del pueblo de Dios; el del Papa como
"primus inter pares", de mantener la unidad de la Iglesia.
Sin embargo, con los siglos se han privilegiado
algunos de esos carismas y atrofiado otros. De tal modo que la Iglesia se
asemeja hoy mucho más a la estructura de un "ejercito prusiano" que a
una comunidad de fieles, con una cúspide sobre empoderada y una base pasiva y
obediente. El Papa ha llegado a ser "la" autoridad, casi todopoderosa,
en doctrina, en moral y en el gobierno de la Iglesia; apoyado por la Curia, una
"élite" poco transparente, hermética, autocomplaciente y alejada de
la grey. Una cosa es escuchar con apertura y debido respeto las palabras y
enseñanzas del Papa y otra es pretender que todos sus dichos son dogmas. De
hecho, apenas dos de las enseñanzas posteriores a la declaración de
infalibilidad papal en el Concilio Vaticano I son consideradas dogmas por los
teólogos: la Inmaculada Concepción y la Asunción de la Virgen (y en ambos casos
se dijo que simplemente se estaba ratificando la creencia y práctica del Pueblo
de Dios por siglos).
Los teólogos distinguen entre el magisterio
extraordinario (infalible) y el magisterio ordinario. El magisterio ordinario
es el del día a día, partiendo del catecismo, las prédicas dominicales en la
parroquia, las cartas del Obispo o del Papa, las declaraciones de la
Conferencia Episcopal, e inclusive Concilios universales orientadores (como el
Vaticano II, que no intentó "definir dogmas"). Ahí sin duda se
encuentra la sabiduría acumulada de la Iglesia por siglos, pero ahí también
hay cizaña: teologías equivocadas, prejuicios culturales, enfoques parciales y
aseveraciones francamente erradas. En su conjunto es muy relevante y
beneficioso, pero no hay que sacralizarlo todo. El magisterio infalible es ese
conjunto de doctrinas importantes y relevantes para la salvación (aunque, como
dijimos arriba, ninguna es esencial salvo la ortopraxis de Mateo 25), que
distingue primordialmente a los cristianos de los no cristianos y no creyentes
y, secundariamente, los católicos de los cristianos no católicos. El magisterio
ordinario es amplísimo. El magisterio infalible, referente a declaraciones
excepcionales de Concilios y del Papa, es muy reducido, cuyos límites sigue
siendo aún materia de discusión entre los teólogos.
Sabemos que Jesús prometió estar con su Iglesia
hasta el fin del tiempo "para que las puertas del infierno no
prevalecieran sobre ella". Más nos parece tarea urgente de los teólogos
precisar hasta donde se extiende esta promesa de Jesús de proteger su Iglesia
de errores fundamentales irremediables. Ello requiere delimitar ese
magisterio infalible a lo esencial del mensaje de Jesús. Como un paso en la
dirección de aclarar los límites del magisterio extraordinario, consideramos
prometedor la distinción anterior entre doctrinas de primer orden para ayudar a
la salvación, y otras que son secundarias.
Por otra parte, por mucho respeto que nos
merezca el Papa y su magisterio, no todo lo que él o sus antecesores dicen y
hacen, es necesariamente bueno y correcto. También pueden equivocarse
gravemente en sus nombramientos, sobre todo si no escuchan al episcopado y al
laicado. Hay signos esperanzadores: la corrección fraterna al Papa Francisco
por el obispo de Boston cuando Francisco trató de calumnias las acusaciones al Obispo
Barros; también es admirable la constancia de la comunidad de Osorno que
insistió en no aceptar al Obispo, pese a que este contaba hasta hace poco con
la confianza del Papa. La "corrección fraterna" va en ambas
direcciones, no sólo de arriba hacia abajo (lo típico hoy en día), sino también
desde ésta hacia la autoridad (dónde aún falta mucho).
Si en la práctica, el papado está
sobredimensionado en su papel y autoridad, los obispos están demasiado
reducidos en lo suyo. Esto implica reconocer institucionalmente la colegialidad
de los obispos tanto en el ámbito nacional como universal. Ellos trazan su
autoridad directamente desde los apóstoles. Son tan obispos como el Obispo de Roma.
Grandes decisiones en materia de doctrina, moral o rito deberían ser fruto de
una reflexión colegiada de los obispos en un Concilio universal, convocados por
el Papa, sucesor de Pedro y Obispo de Roma.
El rol de los laicos en la Iglesia está casi
totalmente atrofiado debido al clericalismo reinante de hace siglos, basado en una teología que caducó con el
Vaticano II. Ese Concilio insistió no sólo en que el Reino de Dios comienza en
este mundo si no que su construcción es de todo el Pueblo de Dios. Laicos y
religiosos somos igualmente responsables, cada uno con su propio carisma.
No obstante, el clericalismo perdura en la
práctica - tanto en el clero como entre los laicos. Por ejemplo, en estos
últimos acontecimientos de la Iglesia en Chile la voz de los laicos ha sido un
gran ausente. Los laicos hemos sido espectadores, cada uno preguntándose ¿Por
qué la "Iglesia" permite estos abusos? ¿Por qué los obispos y/o el
Papa no hacen algo? Pero salvo contadas excepciones, los laicos hemos tomado
palco. Por cierto, los laicos no fuimos consultados por la jerarquía cuando
estalló la crisis actual. Pero nada ni nadie nos impidió opinar libremente una
vez que se conoció. ¿Dónde está la opinión de los laicos? Más bien, ¿dónde
están esas opiniones?, pues seguramente habrá una gran diversidad de puntos de
vista. Si los laicos desean ser escuchados, ante todo deben expresarse. Y
deberá incorporarse esa voz de los laicos institucionalmente a la estructura de
la Iglesia. Cada parroquia tiene, en teoría, un consejo laical y nos
imaginamos, el obispo también tendrá el suyo. Pero al parecer funcionan al
arbitrio del párroco u obispo. ¿Ha de tener el consejo laical un rol puramente
asesor o debe tener un rol vinculante en algunos temas? ¿Podrá sugerir la
remoción de un párroco o un obispo? ¿No deberá ser al menos consultado
antes del nombramiento de unos y otros? ¿Qué rol institucional deben de tener
los movimientos laicos?
Además, hay que reconocer que los que más
trabajan pero menos participan en decisiones dentro de la Iglesia son las
mujeres. Tal vez, para algunos sea demasiado pronto la idea del sacerdocio
femenino. Sin embargo, todos concordarán que la mujer debería tener un
liderazgo en la Iglesia semejante al del hombre. Y esto debería reflejarse en
los distintos consejos laicales y en la conducción de la Iglesia,
despojándola del machismo que la ha caracterizado históricamente.
Laicos en la Iglesia
Finalmente, unas palabras sobre el clero.
Nuestros corazones están con esa mayoría de sacerdotes y monjas que trabajan
día a día en el apostolado sin mayor reconocimiento, y que hoy tienen que
cargar con la cruz de ser sospechosos de abusos y corrupción por la acción de
los menos. También sufrimos por ese gran número de curas de pueblo o único
cura de parroquia que viven vidas tan abnegadas y en gran soledad. Mas esta
última cruz no es necesaria. La vida sacerdotal es suficientemente exigente,
casi heroica, para exigir además la soledad afectiva del celibato. Nos parece
que es tiempo de volver a la práctica de antaño en Occidente y vigente hasta el
día de hoy en los ritos orientales de nuestra propia iglesia católica, que los
sacerdotes, al menos los diocesanos, puedan ser casados. El celibato sería
requisito sólo para la vida monacal y las órdenes religiosas cuya labor así lo
requiera.
Cierre
Sin duda nuestras aseveraciones son incompletas;
faltarán matices y habrá más de alguna errada. Y aunque fuera pertinente todo
lo que decimos, lo aquí propuesto no es "el" camino si no, a lo más,
unos pasos en la dirección que estimamos correcta. Sabemos que son muchos, con
otras ideas de cómo y por dónde ir. Bienvenidas sean esas propuestas. Los que
sientan que en lo grueso esta carta representa su sentir los invitamos a
adherir a ella. Pero igual de importante, los que no estén de acuerdo o sientan
que son otros los caminos, los invitamos a expresar públicamente su sentir.
Pero comencemos a andar, pues como Jesús mismo nos dijo, "la
cosecha es abundante pero los trabajadores pocos". La Iglesia no es sólo
asunto de los religiosos. Es hora que los laicos asumamos el rol que nos
corresponde en el Pueblo de Dios.
Santiago de
Chile, Junio 2018
“Fui extranjero y me acogieron"
José
M. Castillo S.
www.religiondigital.com
/ 12.06.18
El
recién estrenado Gobierno de España ha tomado la humanitaria decisión de
acoger, en nuestro país, a más de seiscientos inmigrantes, perdidos en el
Mediterráneo y a los que ningún otro país de la UE quería recibir.
El
día 8 de enero de 1454, el papa Nicolás V, mediante la bula “Romanus Pontifex”,
le regaló al rey de Portugal todos los reinos de África, añadiendo además la
facultad de hacer esclavos de dicho rey a todos los habitantes del continente
africano (“Bullarium … Romanorum Pontificum”, vol. V, 113).
Y
el 4 de mayo de 1493, el papa Alejandro VI, por la Bula “Inter caetera”, les
concedió a los reyes de España y Portugal la conquista, invasión y posesión de
todos los reinos, riquezas, oro, aromas y otras muchísimas cosas preciosas…,
que se acababan de descubrir en América (“Bullarium…”, vol. V, 362).
No hace falta
ponderar lo mucho que Europa ha robado en África y América. Se sabe mucho de
eso. Aunque no lo sabemos todo.
Pero,
con lo que sabemos, tenemos de sobra para que se nos caiga la cara de vergüenza
cuando ahora resulta un hecho ejemplar que el actual Gobierno de España tome la
decisión de acoger a poco más de seiscientos inmigrantes, que huyen del hambre
y de la muerte, por causa de guerras que se organizan y se hacen posibles
gracias a la venta de armas con las que España, sin ir más lejos, se embolsa
cantidades importantes de millones de euros cada año.
Nuestros
obispos ponen el grito en el cielo cuando el Gobierno permite el matrimonio
entre personas homosexuales, por ejemplo. Yo me pregunto por qué nuestros
obispos no ponen el grito en la tierra cuando el Gobierno toma una decisión,
que es un acto humanitario. Y que, además, cumple al pie de la letra lo que
dice el Evangelio: “Fui extranjero y me acogieron” (Mt 25:35).
El
Evangelio –que yo sepa– no dice ni palabra sobre la homosexualidad. De la
acogida a los perdidos y extraviados, Jesús habló muy claro. ¿Estaré yo
perdiendo la cabeza cuando me viene la idea de que nuestros gobernantes están
más cerca del Evangelio que algunos de nuestros obispos?
La única autoridad creíble
Alocución
del Papa Francisco
Roma,
280618
«Estaban
subiendo por el camino hacia Jerusalén y Jesús iba delante de ellos» (Mc 10:32).[1]
El comienzo de este paradigmático pasaje en Marcos siempre nos ayuda a ver cómo el Señor cuida de su pueblo con una pedagogía sin igual. De camino a Jerusalén, Jesús no deja de “primerear” a los suyos.
Jerusalén
es la hora de las grandes determinaciones y decisiones. Todos sabemos que los
momentos importantes y cruciales en la vida dejan hablar al corazón y muestran
las intenciones y las tensiones que nos habitan. Tales encrucijadas de la
existencia nos interpelan y logran sacar a la luz búsquedas y deseos no siempre
transparentes del corazón humano. Así lo revela, con toda simplicidad y
realismo, el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar. Frente al tercer y
más cruel anuncio de la pasión, el evangelista no teme desvelar ciertos
secretos del corazón de los discípulos: búsqueda de los primeros puestos,
celos, envidias, intrigas, arreglos y acomodos; una lógica que no solo carcome
y corroe desde dentro las relaciones entre ellos, sino que además los encierra
y enreda en discusiones inútiles y poco relevantes.
Pero
Jesús no se detiene en ello, sino que se adelanta, los “primerea” y
enfáticamente les dice: «No será así entre ustedes: el que quiera ser grande
entre ustedes, que sea su servidor» (Mc 10:43). Con esa actitud, el Señor busca
recentrar la mirada y el corazón de sus discípulos, no permitiendo que las
discusiones estériles y autorreferenciales ganen espacio en el seno de la
comunidad. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se está corroído por dentro? ¿De
qué sirve ganar el mundo entero si se vive atrapado en intrigas asfixiantes que
secan y vuelven estéril el corazón y la misión? En esta situación -como alguien
hacía notar- se podrían vislumbrar ya las intrigas palaciegas, también en las
curias eclesiásticas.
«No
será así entre ustedes», respuesta del Señor que, en primer lugar, es una
invitación y una apuesta a recuperar lo mejor que hay en los discípulos y así
no dejarse derrotar y encerrar por lógicas mundanas que desvían la mirada de lo
importante. «No será así entre ustedes» es la voz del Señor que salva a la
comunidad de mirarse demasiado a sí misma en lugar de poner la mirada, los
recursos, las expectativas y el corazón en lo importante: la misión.
Y así Jesús nos enseña que la conversión, la transformación del corazón y la reforma de la Iglesia siempre es y será en clave misionera, pues supone dejar de ver y velar por los propios intereses para mirar y velar por los intereses del Padre. La conversión de nuestros pecados, de nuestros egoísmos no es ni será nunca un fin en sí misma, sino que apunta principalmente a crecer en fidelidad y disponibilidad para abrazar la misión. Y esto de modo que, a la hora de la verdad, especialmente en los momentos difíciles de nuestros hermanos, estemos bien dispuestos y disponibles para acompañar y recibir a todos y a cada uno, y no nos vayamos convirtiendo en exquisitos expulsivos o por cuestiones de estrechez de miradas [2] o, lo que sería peor, por estar discutiendo y pensando entre nosotros quién será el más importante.
Cuando
nos olvidamos de la misión, cuando perdemos de vista el rostro concreto de
nuestros hermanos, nuestra vida se clausura en la búsqueda de los propios
intereses y seguridades. Así comienza a crecer el resentimiento, la tristeza y
la desazón. Poco a poco queda menos espacio para los demás, para la comunidad
eclesial, para los pobres, para escuchar la voz del Señor. Así se pierde la
alegría, y se termina secando el corazón (cf. Exhort. Ap. Evangelii Gaudium,
2).
«No
será así entre ustedes -nos dice el Señor-, [...] el que quiera ser primero,
sea esclavo de todos» (Mc 10:43-44). Es la bienaventuranza y el magníficat que
cada día estamos invitados a entonar. Es la invitación que el Señor nos hace
para no olvidarnos que la autoridad en la Iglesia crece en esa capacidad de
dignificar, de ungir al otro, para sanar sus heridas y su esperanza tantas
veces dañada. Es recordar que estamos aquí porque hemos sido enviados a
«evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de
gracia del Señor» (Lc 4:18-19).
Queridos hermanos Cardenales y neo-Cardenales: Mientras vamos de camino a Jerusalén, el Señor se nos adelanta para recordarnos una y otra vez que la única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo. Es la que surge de no olvidarse que Jesús, antes de inclinar su cabeza en la cruz, no tuvo miedo ni reparo de inclinarse ante sus discípulos y lavarles los pies. Esa es la mayor condecoración que podemos obtener, la mayor promoción que se nos puede otorgar: servir a Cristo en el pueblo fiel de Dios, en el hambriento, en el olvidado, en el encarcelado, en el enfermo, en el tóxico-dependiente, en el abandonado, en personas concretas con sus historias y esperanzas, con sus ilusiones y desilusiones, sus dolores y heridas. Solo así, la autoridad del pastor tendrá sabor a Evangelio, y no será como «un metal que resuena o un címbalo que aturde» (1 Co 13:1).
Ninguno
de nosotros debe sentirse "superior" a nadie. Ningunos de nosotros
debe mirar a los demás por sobre el hombro, desde arriba. Únicamente nos es
lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo, cuando la ayudamos a
levantarse.
Quisiera recordar con ustedes parte del testamento espiritual de san Juan XXIII que adelantándose en el camino pudo decir: «Nacido pobre, pero de honrada y humilde familia, estoy particularmente contento de morir pobre, habiendo distribuido según las diversas exigencias de mi vida sencilla y modesta, al servicio de los pobres y de la santa Iglesia que me ha alimentado, cuanto he tenido entre las manos -poca cosa por otra parte- durante los años de mi sacerdocio y de mi episcopado. Aparentes opulencias ocultaron con frecuencia espinas escondidas de dolorosa pobreza y me impidieron dar siempre con largueza lo que hubiera deseado. Doy gracias a Dios por esta gracia de la pobreza de la que hice voto en mi juventud, como sacerdote del Sagrado Corazón, pobreza de espíritu y pobreza real; que me ayudó a no pedir nunca nada, ni puestos, ni dinero, ni favores, nunca, ni para mí ni para mis parientes o amigos» (29 junio 1954).
_________________________
[1] El verbo proago es el mismo con el que Cristo resucitado anuncia a sus discípulos que los "precederá" en Galilea (cf. Mc 16,7).
[2] Cf. Jorge Mario Bergoglio, Ejercicios Espirituales a los obispos españoles, 2006.
Cuatro palabras que cambiaron el curso de la historia
www.rebelion.org / 230618
-¿También bebés?
-También bebés.
Estas
cuatro palabras, emitidas por la cadena de noticias CBS en 1969, tuvieron un
profundo impacto en la opinión pública estadounidense, en la presidencia de
Nixon y en el curso de la Guerra de Vietnam. Esta semana, la pregunta sobre los
bebés volvió a escucharse en la Casa Blanca, esta vez en torno a los miles de
niños inmigrantes, algunos de apenas unos meses, arrancados de los brazos de
sus madres y padres y encarcelados en jaulas por orden del presidente Donald
Trump.
La
pregunta “¿También bebés?” fue planteada hace medio siglo por el experimentado
periodista de investigación Mike Wallace a un joven veterano de guerra de
Vietnam llamado Paul Meadlo. “También bebés”, respondió Meadlo, un soldado raso
del ejército que, junto con muchos otros soldados estadounidenses, había
llevado a cabo una incursión contra un poblado vietnamita llamado My Lai el 16
de marzo de 1968.
Lo
que siguió llegó a conocerse como la masacre de My Lai. Los soldados
estadounidenses masacraron a más de 500 civiles en el transcurso del día.
“Suplicaban y decían: ‘No, no’. Y las madres abrazaban a sus hijos y… bueno,
seguimos disparando. Ellos agitaban los brazos y suplicaban”, le declaró Meadlo
a Wallace.
Meadlo
llegó a la entrevista con CBS gracias a un joven periodista independiente
llamado Seymour Hersh, que estaba investigando la masacre. Hersh localizó a
Meadlo, obtuvo su testimonio y lo convenció de hacer la entrevista para CBS. Lo
que el periodista descubrió sobre la masacre de My Lai lo atormenta hasta el
día de hoy. En una entrevista para Democracy Now sobre su nuevo libro,
Reporter: A Memoir (Periodista: una autobiografía, en español), Hersh expresó:
“En lugar de encontrarse con el enemigo, en el poblado solo había familias,
mujeres, niños y ancianos. Y entonces comenzaron a asesinarlos. Los arrojaron a
una zanja, violaron a las mujeres, los mataron. Arrojaban a los bebés y les
disparaban con bayonetas. Esto fue difícil de procesar para mí, fue muy difícil
en el primer año. Algunas de las cosas que mantuve fuera del artículo inicial
eran simplemente horrendas”.
En
cuanto a la aparición de Meadlo en CBS, Hersh recordó: “Mike Wallace, que era
fuerte como un toro, le preguntó cinco veces en esa entrevista, ‘¿También
bebés?’ y siguió repitiendo ‘¿También bebés?’”.
Más
adelante, Hersh publicó el informe sobre la masacre en la pequeña agencia de
noticias antibélicas Dispatch News Service, después de que varios de los
principales medios estadounidenses la rechazaran. En 1970 recibió el Premio
Pulitzer por esta investigación. Hersh considera que existen paralelismos entre
aquella situación y la cobertura que finalmente está haciendo la prensa sobre
la actual crisis de separación de familias inmigrantes. “Esto podría ser un
punto de inflexión”, opinó Hersh.
Hoy
vemos fotos de niños y niñas llorando junto a sus padres y madres esposados, y
hemos podido escuchar una grabación publicada por el medio ProPublica donde se
escucha a los niños gritar “¡Mamá! ¡Papi!” mientras un guardia se burla de ellos,
diciéndoles “Bueno, aquí tenemos una orquesta. Solo falta el director”.
Autoridades electas y medios de comunicación se han congregado en la región
fronteriza de Estados Unidos y México para exigir el acceso a los centros de
detención.
La
secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, fue interrogada en una
conferencia de prensa en la Casa Blanca acerca de por qué su departamento solo
había publicado fotos de niños de más de 10 años de edad encarcelados en jaulas
y ninguna foto de niñas o niños pequeños. “¿Dónde están las niñas? ¿Dónde están
los bebés?”, le preguntaron varias veces. La confusión de la secretaria Nielsen
sobre el paradero de bebés y niñas desató reacciones aún más fuertes.
La
política de Trump de “tolerancia cero” hacia inmigrantes indocumentados y
solicitantes de asilo en la frontera sur de Estados Unidos, anunciada por el
fiscal general Jeff Sessions el pasado 6 de abril, permitió que el Departamento
de Seguridad Nacional, con su Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y su
Patrulla Fronteriza, arrestara a los adultos sospechosos de cruzar la frontera
sin la documentación adecuada, y los separara de sus hijos. La cantidad de
niños y niñas secuestrados por estos organismos es mayor a 2.300. La revista
electrónica The Intercept estima que han sido más de 3.700 desde octubre.
Decenas
de activistas defensores de los derechos de los inmigrantes han organizado
protestas en todo el país contra la orden de Trump desde el mismo día de su
emisión. El movimiento se fue multiplicando. Muchos congresistas exigieron ver
a los niños encarcelados. Gobernadores demócratas y republicanos comenzaron a
emitir órdenes ejecutivas para retirar o impedir que las tropas de la Guardia
Nacional dependientes de sus estados acudan a la frontera para ayudar al
Departamento de Seguridad Nacional. Varias aerolíneas se unieron en su rechazo
de transportar a los niños separados de sus padres. El miércoles, finalmente,
Trump emitió una orden ejecutiva que revierte su propia decisión. Desde ahora,
las familias ya no serán separadas al atravesar la frontera.
Sin
embargo, eso no soluciona la crisis de los miles de niños y niñas que ya han
sido arrancados de los brazos de sus padres. No se generó un mecanismo para
reunir a los padres, de los cuales algunos ya han sido deportados, con sus
hijos, que todavía están en jaulas, cárceles y campamentos de emergencia
establecidos a lo largo de todo el país en 17 estados.
Hace
cincuenta años, cuatro palabras escuchadas en todo el país cambiaron el curso
de la Guerra de Vietnam: la pregunta “¿También bebés?” y la respuesta “También
bebés”. Cuatro palabras que se escucharon esta semana, “Mamá, mamá. Papi,
papi”, expusieron la crueldad del gobierno de Trump y cambiaron poderosamente
el curso del debate sobre la inmigración.
"Ortega está dispuesto a gobernar sobre un cementerio"
Entrevista a José A. Idiáquez G, sj
www.religiondigital.com / 070718
(Álvaro Murillo, Semanario Universidad).- El sacerdote José
Alberto Idiáquez está amenazado de muerte y ha mencionado palabras como
"asesino", "cementerio", "traición",
"guerra" y "pesadilla"; pero prefiere terminar la
entrevista con una broma inocente. Después, al minuto 61, cuelga el teléfono y
de inmediato escribe un mensaje: "Romero y los jesuitas asesinados son
mis protectores".
No es gratuita la alusión del Idiáquez,
rector de la Universidad Centroamericana UCA, al obispo Óscar Arnulfo
Romero y a los seis sacerdotes asesinados durante la guerra civil en El
Salvador en los años 80. Este religioso es miembro de la orden de los jesuitas,
fue alumno de los sacerdotes asesinados acribillados en 1989 y vivió en esa
misma residencia, que se parece un poco a la que hoy habita en Managua.
Desde su oficina, sentado en su escritorio
sin apartarse de la computadora, Idiáquez habla en la tarde de este jueves
mientras Nicaragua vive un paro nacional contra el gobierno de Daniel Ortega.
Después se sabría que este mismo día se conocieron medidas cautelares para
proteger al sacerdote ante una amenaza de muerte y que mientras conversábamos
se confirmaría la muerte de un adolescente monaguillo en la ciudad de León. Es
la víctima número 170, quizá, en estos dos meses de protestas ciudadanas y
represión oficial, pero al cierre de esta edición la cifra llegaba a 180,
según la ONG Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
Nicaragua suelta noticias en ráfaga, pero
Idiáquez habla despacio, como líder religioso y protector de los estudiantes,
como rector de la universidad "opositora" que cumple casi dos
meses cerrada después de recibir pedradas y balazos. Habla también como
miembro de la "Mesa de Diálogo" que, se supondría, debería
haber servido ya para detener la respuesta de Ortega contra el movimiento al
que ya nombran con una palabra repleta de significado histórico en Nicaragua: revolución.
Habla como víctima. Lo han amenazado de
muerte mediante llamadas telefónicas y escritos. Le exigen que se calle,
pero este managüense de 60 años parece haber perdido el miedo, tanto como
cientos de estudiantes que llevan ya dos meses entre barricadas y balas
oficialistas. Cuando lo saludé, me contestó: "acá respirando
todavía", y de inmediato comenzó a describir la situación.
"Es muy tenso y triste, porque desde
el 18 de abril a la fecha no ha parado de haber muertos. Ya 163 asesinados o
165, no sé. En 15 días murieron 51 personas y la mayoría de ellos entre 14 a 28
años, lo cual es una gran salvajada; es asesinar a la juventud nicaragüense. El
peso de esto lo han llevado los jóvenes. Ahora la dinámica es que los mayores
defiendan a los jóvenes, pero el Gobierno y su gente vienen con armas pesadas y
francotiradores".
Se cumplen ya casi dos meses y cada
día hay nuevas malas noticias. ¿Cómo es su rutina?
Es que mi rutina es ahora la que tienen
miles de nicaragüenses, de mucho dolor, porque la rutina de Nicaragua es la
muerte. Cerca de donde vivo está la Universidad Nacional y de Ingeniería, y
escucho los balazos al anochecer. Ya a las 7 de la noche uno se pone nervioso
porque se pregunta cuántos muertos y cuántos desaparecidos habrá. Hoy andaba
con uno de los padres acompañando a una mamá que buscaba a su muchacho.
¿Cuál fue el momento en que todo se
salió de control?
Lo que pasa es que desde 2014, cuando los
obispos sacaron la primera carta y pidieron diálogo, la situación se miraba muy
mal. El tener contacto con estudiantes, campesinos y la costa Caribe me daba
una visión global de que se estaba acumulando mucha molestia. Lo del canal
interoceánico estaba provocando mucho sufrimiento y ya se venían escuchando
asesinatos, dispersos, pero asesinatos al fin. Nosotros aquí estábamos cerca de
esas poblaciones y por eso el Gobierno no nos quería, porque hay temas que
supuestamente son intocables, como el del canal, la ley autonómica de
indígenas, el despojo de tierras. Lo de la reserva Indio Maíz y lo del Seguro
Social rebalsó el vaso y el Gobierno cometió el error de pensar que podía
seguir reprimiendo las protestas sociales e infundiendo miedo.
¿Reventó ahí, en la UCA?
Yo no imaginé cómo esto iba a estallar,
pero fue aquí. Nos apedrearon de manera brutal y me dio tristeza ver a las
supuestas juventudes sandinistas, que son una pesadilla, protegidos por la
Policía con 200 motocicletas tirando piedras a lo bestia contra la gente de la
UCA y gente que se vino a refugiar aquí. Yo estaba en medio para ver cómo
podíamos evitar muertes. Gracias a Dios no hubo muertos el 18 de abril, pero el
19 de abril se vio la bestialidad en la Universidad de Ingeniería porque ya era
tirar bala, torturarlos, golpes en la cabeza.
¿Por qué se centró todo en las
universidades?
Podría ser simplista esto, pero lo que he
captado es que tenían o teníamos una idea equivocada de los jóvenes. Había un
ambiente de negación con la política para no someterse al pensamiento político
único. Pensábamos en los muchachos solo con el Internet o su celular, pero
reaccionaron en masa el día 18 de abril en la marcha contra las reformas en el
INSS. Algunos se preguntaban por qué reaccionaron así si afectaba más a la
gente de más edad, a los viejos. Bueno, pero en este país muchos muchachos
viven en los mismos hogares con sus abuelos y quizás eso hizo que reaccionaran.
La respuesta del Gobierno fue desproporcionada, con una fuerza excesiva, y eso
no les dio miedo, pero sí los indignó. Yo como rector vivía en presión
tremenda, pero no había estallado. Ya se sabía que si en la UCA hacíamos algo
que a la señora (Rosario Murillo) no le gustaba, recibíamos el mensaje por alguna vía.
¿Qué vía?
Bueno, nos han venido quitando dinero del
Estado. Un diputado (Edwin Castro, jefe de la bancada oficialista) me había
dicho que la UCA era desestabilizadora y que dábamos problemas. Hay una canción
que dice que "no queremos camisas de fuerzas en el pensamiento". Su
análisis estaba muy perdido porque pensaron que los jóvenes se iban a
intimidar, pero se unieron todas las universidades. Pecaron de soberbios.
¿Siempre estuvo usted distante con
el Gobierno?
Yo iba a las reuniones con el Consejo
Universitario, pero siempre quise mantener distancia. Edwin Castro era profesor
aquí y me pidió expulsar a los muchachos, pero más bien le terminé el contrato
y él se molestó. No era posible que él continuara aquí y eso enoja al Gobierno.
El 27 de mayo intentaron matar a dos cuidadores después de una carta muy fuerte
mía en la que hablaba de los parapolicías y paramilitares. Además, en la
salvajada del 30 de mayo (Día de las Madres), la UCA abrió sus puertas para
proteger a la gente. Yo iba en esa marcha con las mamás y ese día aquí tuvimos
cinco heridos. La policía tiraba bala, aquí tenemos los casquillos. Ya venían
también varios militares y yo comencé a llamar a los obispos y a los medios. Yo
tenía más de 5.000 personas aquí y habría sido un caos. Podés imaginar lo que
iba a pasar. Les dije que, si llegaban aquí, la pareja presidencial iba a
gobernar sobre un cementerio, porque eso es sí: ellos están dispuestos a
gobernar sobre un cementerio.
¿La amenaza de muerte vino después?
He recibido muchas llamadas telefónicas
donde me dicen que pronto voy a conocer la vida eterna. Yo contesto que conmigo
desperdician esa bala, porque yo no me voy a callar. Es lo que hemos dicho:
esta es una universidad jesuita que busca la justicia y vamos a seguir pidiendo
justicia por los asesinados. Recibí una carta que decía que los sacerdotes
estábamos incitando a la violencia y que el señor Ortega estaba tratando de
parar la violencia de los vandálicos. La señora Murillo, ese lunes 31 de mayo,
difundió a todos los cuadros de ellos. Era una manera de decir a los cuadros
que estuvieran atentos a estos curas. Yo no soy hombre de medios de
comunicación, pero esta situación me ha obligado. Eso tiene un mensaje para que,
si yo voy a un pueblo, puedan identificarme y puedan matarme.
¿Ha visto algún intento de ataque a
usted?
El otro día dos motos me venían siguiendo
cuando yo iba a una comunidad cerca de la UCA, se me tiraron al carro, me
gritaron y se fueron. Uno sabe cómo va esa gente, con pistola en la mochila y
un casco cerrado.
¿Vive entonces encerrado?
Trato de salir lo menos posible, pero
salgo a la "Mesa de Diálogo". Sé que cada salida es un riesgo, porque
aquí es la ley de la selva y cualquier día a uno pueden darle un balazo. Mi
casa está dentro de la Universidad y uno piensa lo que pasó en El Salvador.
Ellos acá usan francotiradores profesionales que pueden disparar desde 1.800
metros, me dicen. Por eso uno no ve cuando disparan y solo uno ve cuando caen
los muchachos. Tratamos de tomar todas las medidas, pero no es fácil. Pueden
ocurrir cosas en cualquier momento, pero no podemos dejar de insistir con la
"Mesa de Diálogo".
(Al día siguiente, Idiáquez se
vería con los otros religiosos a las 7:45 a.m. para coordinar asuntos del
diálogo. A las 9 a.m. se encontraría con el Gobierno, representado por el
canciller y por Edwin Castro, el político que el rector de la UCA despidió como
profesor. Las autoridades aceptarían -de palabra- la visita de verificadores
internacionales y exigirían el retiro de los "tranques" de las calles
del país. Sin embargo, fin de semana se registraría una tragedia dentro de la
tragedia: una familia murió calcinada en un barrio de Managua por un ataque que
el Cenidh calificó como "terrorismo de Estado").
¿Ese aparente diálogo puede servir
de algo?
Tenemos la esperanza de lograr algo
pacífico. Si no hay diálogo solo queda una guerra, pero esta es una insurrección
pacífica. Me preocupa que la pareja presidencial no muestra sensibilidad y es
como si ellos no se sintieran responsables. Ya llevan 165 asesinatos, heridos,
desaparecidos... estamos en una situación incierta. Quiero ser optimista, pero
la situación no es fácil. Una fiera herida es más agresiva y ellos están
aferrados al poder económico. No es fácil, cuando dos personas están tan
aferradas pueden hacer cualquier cosa y esta vez su estrategia de generar miedo
no les ha funcionado. Lo que ha provocado es más enojo. Una muestra clara es la
destrucción de Masaya, es una pesadilla ver que Ortega matara gente de Monimbó
(bastión histórico sandinista) y ahora caen más adolescentes. Según parece hubo
avionetas regando veneno, pero no lo tengo confirmado.
¿Cómo es que no ha habido una
respuesta armada?
Es que han sido los estudiantes y
campesinos. Esta es una revolución cívica. Quizás sea la primera revolución así
en América Latina. Si la gente inconforme que sabe manejar armas estuviera
tirando balazos, le darían excusas a Ortega a entrar a su juego, porque ese sí
es su terreno. Hay que evitar eso. Este país no está para otra guerra como la
que derrocó a Somoza; sería más desastroso, aunque sea triste, ver que seguimos
perdiendo vidas inocentes. Daniel y la señora deben aceptar que su tiempo ya
terminó.
¿Puede uno asegurar que no habrá un
alzamiento armado?
Conociendo este país, y si siguen matando
gente, va a llegar un momento en que la otra parte se va a desesperar y eso
quieren Ortega y Murillo; es una posibilidad que no se puede descartar. Si esto
sigue así vamos a llegar a 200, 300 o 400 asesinados y todos los días las
madres buscando a sus hijos en las cárceles. Nosotros más bien estamos mediando
para evitarlo, unos sacerdotes evitaron que lincharan a unos policías en
Masaya. Yo deseara que no, pero si esto sigue así, ya vos sabes que la
paciencia tiene un límite. El problema es que este señor no da signos de parar.
¿Cree que sirva de algo el paro de
hoy (jueves)?
No lo sé. Le puedo contar que Managua ha
quedado paralizada, pero uno no sabe si se logra algo. El Gobierno sigue
jugando a provocar temor, pero temor es lo que menos ha encontrado.
¿Es entonces cierto lo que decían
algunos: "nos quitaron todo, hasta el miedo"?
Claro, ya hemos visto que los jóvenes han
reaccionado con mucha valentía. Lo que pasa es que tiene un costo más grande.
¿No ha pensado usted en salir de
Nicaragua?
No puedo. Sería una traición para mis
estudiantes salir yo de aquí. No lo he pensado nunca. De aquí solo me iría si
pudiera llevarme a todo el país.
¿Tiene vigilancia?
No creás que ando con guardaespaldas. No,
solo trato de tener precauciones como no salir de noche. No voy a aceptar que
venga la policía a cuidarme, no; yo preferiría cuidarme solito a que vengan a
meterse aquí.
¿Cree que ahora la comunidad
internacional sí está poniendo atención en Nicaragua?
Mis hermanos jesuitas y otras comunidades
católicas nos han dado un gran apoyo. De Costa Rica, el Presidente ha sido muy
solidario, pero muchos países parece que ni siquiera se han enterado.
¿Se ve ya el efecto en la economía
de los hogares?
Se nota. Mirá que la UCA está cerrada,
suspendimos clases y notamos que muchos estudiantes no han pagado este mes.
Vamos a tomar medidas porque no vamos a presionar a los muchachos. La crisis ya
está afectando. La gente busca es comer, sobre todo en el campo, aunque ha
habido una gran solidaridad. Si esto sigue así, en varios días será peor,
porque además hay vandalismo y el Gobierno manda gente a robar a los
supermercados.
¿Conoce personas que hayan decidido
irse de Nicaragua?
Ahorita mismo está lleno Migración, con
gente buscando pasaportes. La gente que puede ha enviado a sus hijos a otros
lugares porque esto se ve mal. La gente de dinero ya lo ha hecho o con
familiares en otros países. Están buscando mandar a sus jóvenes o pequeños,
algunos traumados porque todas las noches hay peligro. Será un problema para
Costa Rica también porque muchos buscarán ir para allá.
¿Ve posible reabrir la universidad
pronto?
Desde el 18 de abril hemos intentado
abrir, pero solo para cumplir con la gente de maestrías. Terminamos las clases
a puro Internet, pero no estoy dispuesto a exponer a los muchachos. Abrir la
universidad ahora sería abrir una carnicería.
¿Una carnicería? Entenderá que
desde Costa Rica ve muy fuerte esa frase, más las imágenes y los relatos.
Es lo que pasa cuando hay un déspota
decidido a cualquier cosa, pero me resisto a callarme. El poder emborracha y
más cuando se ha vivido tanto tiempo ahí. Creo que Daniel es consciente de eso,
pero es un cerebro un poco extraño. Siempre querrá salirse con la suya. Antes
de salir va a dejar un charco de sangre. Bueno, ya lo ha dejado.
Parece que quiere ser optimista y
no le sale.
Es difícil. Yo salí de dictadura a los 18
años para estudiar como jesuita y ahora veo otra dictadura peor.
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