Por: Rev. Pbro. Manning
Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ
Resumen
Este
ensayo examina la figura y los aportes de John Stuart Mill (1806–1873) en la
filosofía moral, la teoría política y la economía, destacando su formación
intelectual, su versión del utilitarismo, y su contribución normativa y
metodológica en cuatro obras clave: On Liberty, The Subjection of Women,
Principles of Political Economy y A System of Logic. Se argumenta que Mill
reconfigura el utilitarismo hacia un humanismo liberal con sensibilidad
cualitativa, una defensa robusta de la libertad de expresión y la diversidad,
un feminismo pionero de raíz igualitarista, y una economía política orientada
al bienestar y a las instituciones. Se evalúa su impacto en la ética secular
moderna, la filosofía moral contemporánea (particularmente el utilitarismo de
“reglas” y el liberalismo igualitario) y la economía del bienestar. Se concluye
con implicaciones prácticas para comunidades religiosas del siglo XXI,
enfatizando libertad de conciencia, deliberación pública, igualdad de género y
responsabilidad social, en convergencia con principios de dignidad y bien
común.
Palabras
claves: John Stuart
Mill; utilitarismo cualitativo; liberalismo; libertad de expresión; igualdad de
género; economía política; lógica; ética secular; bienestar social.
Abstract
This essay
examines John Stuart Mill’s (1806–1873) contributions to moral philosophy,
political theory, and economics, focusing on his intellectual formation, the
qualitative turn in utilitarianism, and his normative and methodological
innovations in four major works: On Liberty, The Subjection of Women,
Principles of Political Economy, and A System of Logic. It argues that Mill
reorients utilitarianism toward a humanistic liberalism emphasizing qualitative
distinctions, a robust defense of free speech and individuality, pioneering
egalitarian feminism, and an institutional, welfare-oriented political economy.
The essay assesses Mill’s impact on modern secular ethics, contemporary moral
philosophy (rule utilitarianism and liberal egalitarianism), and welfare
economics, ending with practical implications for twenty-first-century church
communities centered on conscience, deliberation, gender equality, and social
responsibility.
Keywords: John
Stuart Mill; qualitative utilitarianism; liberalism; freedom of speech; gender
equality; political economy; logic; secular ethics; social welfare.
Metodología
Se
emplea una metodología hermenéutico-crítica de fuentes primarias y secundarias,
con análisis textual de obras de Mill y evaluación comparada de su recepción en
filosofía moral, teoría política y economía. Se realiza exégesis conceptual
(principio de daño, calidad de placeres, libertad, igualdad), reconstrucción
argumentativa y contraste con literatura especializada. Las referencias se
seleccionan de bases académicas (Google Académico, Scopus, Dialnet, Latindex,
SciELO) priorizando ediciones críticas y artículos revisados por pares.
Objetivo
general
Examinar
de manera sistemática los aportes de John Stuart Mill a la ética, la política y
la economía, destacando la coherencia entre su utilitarismo cualitativo, su
defensa de la libertad, su igualitarismo de género y su economía del bienestar
institucional.
Objetivos
específicos
1. Describir la formación académica,
filosófica y científica de Mill y su contexto intelectual.
2.
Clarificar sus tesis centrales en On Liberty, The
Subjection of Women, Principles of Political Economy y A System of Logic.
3.
Evaluar
el impacto de sus hallazgos en la ética secular moderna, la filosofía moral
contemporánea y la economía.
4.
Derivar
conclusiones prácticas para comunidades eclesiales del siglo XXI en clave de
diálogo y bien común.
Contenido
1.
¿Quién fue John Stuart Mill? Contexto y biografía intelectual
John
Stuart Mill, nacido en Londres en 1806, fue educado intensivamente por su padre
James Mill y bajo la influencia de Jeremy Bentham. Políglota desde la infancia,
estudió clásicos, lógica, economía y ciencias naturales; trabajó en la East
India Company, intervino en debates parlamentarios y promovió reformas
sociales, incluida la extensión del sufragio y la igualdad de las mujeres.
Su
trayectoria combina rigor analítico, compromiso reformista y sensibilidad
humanista marcada por su relación intelectual con Harriet Taylor Mill.
(Capaldi, 2004).8; Cf. (Mill, 1873/1989).12
2.
Su formación académica, filosófica y científica
La
formación de Mill fue autodidacta guiada por su padre: lógica aristotélica y
baconiana, economía clásica (Smith, Ricardo), psicología asociacionista, y el
utilitarismo benthamita.
Una
crisis intelectual a los veinte años lo llevó a incorporar dimensiones
románticas (Coleridge, Wordsworth) y un liberalismo perfeccionista moderado,
atemperando el cálculo utilitarista con la noción de desarrollo del carácter y
de los “placeres superiores”. Su método combina inducción, verificación
empírica y análisis conceptual. (Mill, 1843/1974).5; Cf. (Skorupski,
2006).6
Analicemos
primero, la “escuela doméstica” de James Mill que combinó un canon clásico con
un experimentalismo moderno que dejó en John una doble impronta metodológica.
Por un lado, la gramática socrática del diálogo y la lógica aristotélica le
habituaron al análisis de conceptos y a la distinción de términos, mientras que
el baconianismo le inculcó aversión a las “idola” y preferencia por la
observación y la inducción.
A
ello se sumó la economía política ricardiana, que le ofreció un andamiaje de
abstracción teórica con poder explicativo y, al mismo tiempo, conciencia de sus
supuestos limitantes.
El
asociacionismo psicológico (Hartley, James Mill) le proveyó un mecanismo para
explicar hábitos, creencias y motivaciones a partir de la experiencia,
habilitando más tarde su naturalismo “suave” en ética y política.
Esta
confluencia disciplinar explica que A System of Logic aspire a unificar métodos
de las ciencias naturales y morales, fijando reglas para inferir causas en
contextos complejos sin renunciar a la normatividad práctica; de ahí su énfasis
en los “métodos de la inducción” y en la construcción de tipos causales, que
operan como guías provisionales para la investigación empírica y el diseño
institucional. (Mill, 1843/1974).5; Cf. (Skorupski, 2006).6
Segundo,
la crisis anímica de 1826–1827 actuó como giro correctivo frente al
utilitarismo aritmético y a la severidad racionalista de su educación. El
encuentro con la poesía de Wordsworth y la crítica cultural coleridgiana lo
condujeron a una concepción más rica del bienestar, donde el cultivo del
carácter, la imaginación moral y las formas de vida autónomas son bienes
intrínsecos, no meros medios para un saldo hedónico.
De
esta síntesis nacen, por un lado, la tesis de los “placeres superiores” y, por
otro, el perfeccionismo liberal que sostiene la individualidad y la
“experimentación de la vida” como condiciones epistémicas del progreso social.
Metodológicamente,
Mill complejiza el esquema utilitarista mediante una verificación empírica
gradualista: hipótesis normativas se ponen a prueba en instituciones y
prácticas, se corrigen por la experiencia y se estabilizan como reglas
indirectas que maximizan el bien a largo plazo.
Esta
arquitectura explica la coherencia entre su defensa de la libertad de
expresión, su igualitarismo de género y su economía institucional: todas
descansan en la idea de que solo la práctica abierta, la diversidad y el
aprendizaje social permiten aproximarnos racionalmente al bien humano. (Mill,
1843/1974).5; Cf. (Skorupski, 2006).6
3.
Sobre sus posturas filosóficas centrales: el utilitarismo cualitativo y el
liberalismo
Sobre
el Utilitarismo cualitativo:
Mill redefine la utilidad incorporando la calidad de los placeres; los bienes
intelectuales, morales y estéticos poseen mayor dignidad que los meramente
sensoriales, pues cultivan capacidades superiores. Esta tesis reorienta la
ética hacia el florecimiento humano, no solo la suma de satisfacciones. (Mill,
1861/1998).1; Cf. (Crisp, 1997).7
Además,
Mill introduce un criterio procedimental para discernir la superioridad
cualitativa: el juicio comparativo de quienes han experimentado ambos tipos
de placeres “bajo condiciones de competencia imparcial”, afirmando que, ceteris
paribus, prefieren de modo estable los placeres vinculados al pensamiento, la
virtud y la apreciación estética, aun cuando impliquen más descontento o
esfuerzo; de ahí su célebre intuición de que es “mejor ser un ser humano
insatisfecho que un cerdo satisfecho”.
Este
recurso epistémico a los “jueces competentes” no abandona el consecuencialismo,
sino que lo refina al anclar la evaluación del bienestar en capacidades y
formas de agencia que expanden la autonomía y la autorrealización,
aproximándose a una noción de florecimiento que integra cantidad y calidad.
Así,
el utilitarismo de Mill opera de modo indirecto: promueve instituciones,
hábitos y bienes culturales que, al desarrollar facultades superiores, tienden
de forma fiable a mayores niveles de bienestar social en el largo plazo,
corrigiendo el sesgo presentista y meramente sensorial del hedonismo simple.
(Mill, 1861/1998).1; (Crisp, 1997).7
Sobre
el principio del daño:
en el ámbito político, la única razón legítima para restringir la libertad de
una persona es prevenir daño a terceros; la propia protección moral o
paternalista no basta. La libertad de conciencia, expresión y estilos de vida
es condición epistémica y moral del progreso. (Mill, 1859/2003).2
Mill
afina el principio del daño con tres distinciones clave:
Primero, delimita el “ámbito propio” de la
conducta autorreferida —acciones que afectan principalmente al agente— donde la
coacción estatal y la coerción social carecen de justificación, aunque queden
abiertas la persuasión y la crítica.
Segundo, distingue entre daño y mera ofensa,
rechazando que el disgusto, el escándalo o el rechazo moral de terceros
constituyan por sí mismos razones suficientes para limitar libertades.
Tercero, introduce consideraciones de capacidad
y agencia (menores, personas bajo coerción o ignorancia sustancial), casos en
los que admite intervenciones paternalistas por falta de autonomía efectiva.
Este
marco crea una presunción robusta a favor de la libertad y desplaza el peso de
la prueba al censor, quien debe demostrar un nexo causal no especulativo entre
la acción restringida y un daño a terceros, además de la idoneidad y
proporcionalidad del medio empleado.
El
resultado es un liberalismo epistémico: proteger la discusión abierta y los estilos de vida
diversos no solo respeta derechos, sino que mejora la calidad del conocimiento
social y reduce errores sistémicos, condición del progreso moral y político.
(Mill, 1859/2003).2
Sobre
lo Individualidad y la experimentación vital: la diversidad de planes de vida es un “experimento” social
que incrementa el conocimiento y el bienestar; la sociedad debe proteger la
disidencia y la minoría. (Mill, 1859/2003).2
Para
Mill, la individualidad no es un capricho expresivo sino un principio
epistémico y moral: cada “experimento de vida” aporta variación informativa que
permite identificar prácticas valiosas y corregir errores colectivos, del mismo
modo que la experimentación controlada mejora el conocimiento en ciencias.
La
diversidad de planes de vida genera “bienes de descubrimiento” (insights sobre
lo bueno y lo posible) y “bienes de aprendizaje” (hábitos de juicio,
autocontrol y responsabilidad), que solo emergen cuando existen condiciones
sociales de no represión: libertad de conciencia, pluralismo de costumbres y un
ethos de tolerancia activa.
En
este sentido, la disidencia cumple una función pública equivalente a la crítica
científica: estresa las ortodoxias, reduce el conformismo y previene el
“despotismo de la costumbre”, fuente de estancamiento moral.
La
sociedad, por tanto, tiene el deber institucional de proteger minorías y
estilos de vida no estándar no porque todo valga lo mismo, sino porque sin ese
laboratorio vivo de ensayos y errores se empobrece la agencia individual y se
degrada la capacidad colectiva de aproximarse al bien común. (Mill, 1859/2003).2
Sobre
la Igualdad de género:
Mill sostiene que la subordinación legal y social de las mujeres carece de
justificación racional y empírica; aboga por igualdad de derechos civiles,
políticos y educativos. (Mill, 1869/2008).3
Mill
articula su defensa de la igualdad de género mediante una combinación de
argumentos empíricos, normativos y económicos: empíricamente, subraya que la
supuesta “naturaleza femenina” es inseparable del régimen de socialización y
coerción que históricamente ha moldeado las conductas de las mujeres; por
tanto, no puede invocarse como evidencia de inferioridad una disposición que
es, en gran medida, producto de la exclusión y la dependencia legal (“no se
conoce la naturaleza de las mujeres”, sostiene, mientras no compitan en
condiciones libres).
Normativamente,
denuncia la subordinación marital y civil como una forma de despotismo
incompatible con los principios liberales de consentimiento y autonomía, y
sostiene que la justicia exige igual ciudadanía, educación y acceso al trabajo,
no por caballerosidad paternalista, sino por derechos iguales a
autorrealización y respeto.
En
el plano económico-social, advierte que la exclusión de la mitad de la
población malgasta talentos y reduce el bienestar colectivo, ofreciendo un
argumento utilitarista de productividad y cooperación social en favor de la
emancipación.
Su
propuesta es simultáneamente abolicionista de privilegios legales masculinos y
perfeccionista liberal: liberar y educar a las mujeres amplía las capacidades
de todas y fortalece la cultura pública de la razón y la libertad. (Mill,
1869/2008).3
4.
Sus obras claves y sus aportes específicos
4.1.
On Liberty (1859)
Defensa
amplia de la libertad de expresión: incluso las opiniones falsas contribuyen a
clarificar la verdad por contraste; silenciar una voz priva a la humanidad de
conocimiento potencial. (Mill, 1859/2003).2
Para
Mill, la justificación fuerte de la libertad de expresión combina razones
epistémicas, morales y prudenciales: epistémicas, porque la verdad es falible y
progresiva; solo la confrontación con el error mantiene vivas las creencias
verdaderas, evita que degeneren en “dogmas muertos” y permite corregir sesgos
colectivos; morales, porque respetar la agencia racional de las personas
implica tratarlas como co-intérpretes de la verdad, no como sujetos a quienes
se les administra una ortodoxia; y prudenciales, porque la censura concentra
poder y produce efectos contraproducentes (martiriza al disidente, oculta
errores de las mayorías y atrofia las competencias deliberativas de la
ciudadanía). Incluso cuando una opinión es en gran medida falsa, suele contener
un “fragmento de verdad” que la ortodoxia omite; por contraste y refutación
pública, ese fragmento se integra y fortalece el conocimiento compartido.
Por
eso, silenciar una voz es privar a la humanidad —presente y futura— de una
posibilidad de corrección y aprendizaje, un costo que ninguna autoridad puede
calcular ex ante sin incurrir en presunción epistémica. (Mill, 1859/2003).2
En
el “principio del daño” como criterio normativo: delimita el poder del Estado y de la
sociedad sobre el individuo, rechazando el despotismo de la mayoría. (Mill,
1859/2003).2
El
principio del daño opera como una regla de competencia y proporcionalidad para
el poder público y la presión social: solo cuando una conducta implica un
riesgo plausible y no trivial de lesionar derechos o intereses protegibles de
terceros —mediante un nexo causal identificable, no meras conjeturas morales—
puede justificarse la coerción; incluso entonces, debe preferirse el medio
menos restrictivo y evaluarse su eficacia comparativa frente a alternativas no
coercitivas (información, incentivos, diseño institucional).
Con
ello, Mill pretende neutralizar el “despotismo de la mayoría”, es decir, la
tendencia de normas y costumbres dominantes a imponer conformidad bajo pretexto
de moralidad pública o decoro, afectando ámbitos autorreferidos como el estilo
de vida, la religión o la expresión impopular.
La
carga argumentativa recae en quien restringe: debe demostrar daño, idoneidad y
necesidad; de lo contrario, la presunción favorece la libertad. Esta
arquitectura no niega la intervención en casos de fraude, coerción, negligencia
grave o externalidades claras, pero sí excluye la persecución de vicios
privados y el paternalismo sobre adultos capaces, reservando a la persuasión y
al ejemplo el papel de corrección social. (Mill, 1859/2003).2
El
Valor epistémico de la diversidad:
la individualidad es motor de progreso moral e intelectual. (Mill, 1859/2003).2
Para
Mill, la diversidad posee un valor epistémico intrínseco porque multiplica las
“vías de prueba” mediante las cuales una sociedad contrasta hipótesis morales y
estilos de vida, análogamente a cómo en ciencia la pluralidad de enfoques
reduce el error sistemático.
La
individualidad crea portafolios de prácticas, virtudes y fines que, al
interactuar en una esfera pública libre, generan selección crítica: lo que
funciona se difunde, lo que fracasa se corrige o se abandona.
Este
dinamismo requiere proteger instituciones que aseguren voz a minorías,
circulación de ideas heterodoxas y tolerancia ante la no conformidad, pues la
uniformidad —producto de costumbre, moda o coerción— empobrece el aprendizaje
social y congela el desarrollo del carácter.
La
diversidad, así entendida, no es relativismo sino un método para aproximarse a
verdades prácticas más robustas, porque somete creencias y normas a competencia
abierta, evitando que devengan dogmas inertes.
En
suma, una sociedad que incentiva la originalidad y el disenso racional mejora
su capacidad de descubrir bienes, innovar moralmente y corregir injusticias.
(Mill, 1859/2003).2.
4.2.
The Subjection of Women (1869)
Crítica
a la jerarquía de género: la subordinación es una institución histórica, no
natural; exige reforma legal y cultural. (Mill, 1869/2008).3.
Argumento
utilitarista e igualitario: la sociedad desperdicia talentos al excluir a las
mujeres, reduciendo el bienestar general; la igualdad mejora la cooperación y
la justicia. (Mill, 1869/2008).3
Mill
desmantela la “naturalización” de la subordinación mostrando que las evidencias
invocadas para justificarla están contaminadas por un entorno de dependencia
legal, educación asimétrica y coerción social que fabrica las conductas tomadas
luego como “prueba” de inferioridad; por ello, propone un experimento
institucional de libertad e igualdad de oportunidades para conocer la verdadera
diversidad de capacidades y preferencias femeninas.
Sobre
esa base, articula un argumento utilitarista e igualitario: la exclusión de las
mujeres no solo viola el principio de igual consideración, sino que destruye
capital humano, empobrece la deliberación pública, deteriora la calidad de las
decisiones en el hogar y en la polis, y reduce la productividad al restringir
la competencia y la innovación; la reforma —derechos civiles y políticos,
educación paritaria, libertad profesional y contractual, abolición de la
coverture— incrementa el bienestar agregado y la justicia al ampliar las
capacidades efectivas y la cooperación social entre iguales.
En
suma, el remedio es simultáneamente jurídico (igualdad ante la ley) y cultural
(transformación de normas y expectativas), pues sin ambos no hay emancipación
real ni aprovechamiento social de talentos. (Mill, 1869/2008).3
4.3.
Principles of Political Economy (1848)
En
su Principles of Political Economy (Mill, 1848/2006).4, Mill
establece una crucial distinción que enriquece profundamente el análisis
económico al integrarlo con la filosofía moral y social.
Por
un lado, sitúa las "leyes de la producción", las cuales considera
relativamente inflexibles y gobernadas por principios técnicos y científicos,
similares a las leyes de la física.
Por
otro, y este es su aporte fundamental, identifica las "leyes de la
distribución" como el ámbito de lo socialmente maleable. Como el mismo
Mill (1848/2006).4 argumenta, una vez creada la riqueza, su
repartición no sigue un designio natural inmutable, sino que está determinada
por las costumbres, las leyes y las instituciones humanas.
Esta
separación, que es central en su obra, libera a la economía del determinismo y
la abre a la reforma, sugiriendo que la sociedad puede modificar sus arreglos
distributivos —por ejemplo, a través de impuestos, cooperativas de trabajadores
o leyes laborales— para alcanzar mayores cotas de justicia y bienestar social,
sin violentar las leyes que rigen la producción misma.
Respecto
al progreso y sus límites, Mill (1848/2006).4 se desmarca del
optimismo ciego en el crecimiento ilimitado característico de algunos de sus
predecesores.
Aunque
reconoce los beneficios del desarrollo económico para superar la pobreza,
expresa una temprana preocupación por sus consecuencias: la presión sobre los
recursos naturales, el hacinamiento en las ciudades y la degradación ambiental
que conlleva la búsqueda incesante de la riqueza material.
Es
en este contexto donde introduce su visionaria idea del "estado
estacionario". A diferencia de la visión de este estado como un escenario
de estancamiento y penuria, Mill (1848/2006).4 lo concibe
como una etapa madura y deseable donde, habiéndose alcanzado un nivel de
prosperidad suficiente, la sociedad podría enfocar sus energías no en la
acumulación material infinita, sino en el "mejoramiento del arte de
vivir".
Este
estado, tal como lo describe, permitiría el florecimiento de la educación, las
artes, la cultura y la calidad de vida, así como una mayor armonía con la
naturaleza, anticipándose así a debates ecológicos y sobre el desarrollo humano
que son centrales en nuestra actualidad.
4.4.
A System of Logic (1843)
Método
de la ciencia moral: desarrolla los “métodos de la inducción” (acuerdo,
diferencia, variaciones concomitantes, residuos) para inferencia causal,
aplicables a ciencias naturales y sociales.
Noción
de explicación en ciencias sociales: defiende que los fenómenos sociales son
susceptibles de leyes empíricas, sin reducir la agencia y la complejidad.
(Mill, 1843/1974).5
5.
Impacto en la ética secular moderna, filosofía moral contemporánea y economía
Ética
secular: Mill
contribuye a una moral pública basada en razones compartibles, autonomía y
evidencia; inspira una ética de derechos y deberes derivados del bienestar
humano, articulando libertad y responsabilidad. (Skorupski, 2006).6
Filosofía
moral contemporánea: su
utilitarismo cualitativo y abierto a reglas influye en desarrollos del
utilitarismo de reglas y del consecuencialismo indirecto, además de dialogar
críticamente con teorías de la justicia como la de Rawls. (Rawls, 1999).9;
Cf. (Crisp, 1997).7
Liberalismo
político: On Liberty
estructura debates sobre libertad de expresión, objeción de conciencia y
límites del paternalismo estatal, con resonancia en jurisprudencia y políticas
públicas. (Skorupski, 2006).6
Feminismo
liberal: The Subjection
of Women provee argumentos normativos y empíricos para la igualdad de género,
influyendo en corrientes liberales y cosmopolitas contemporáneas. (Nussbaum,
2011).11
Economía
del bienestar:
Principles integra eficiencia y justicia distributiva, prefigurando la economía
del bienestar y debates sobre impuestos, educación pública y bienes comunes; su
distinción producción/distribución influyó en teorías de políticas
redistributivas. (Sen, 2009).10; Cf. (Mill, 1848/2006).4
Metodología
en ciencias sociales: A
System of Logic estableció criterios para investigación causal en sociología y
economía, articulando inducción y explicación multicausal. (Mill, 1843/1974).5
6.
Síntesis crítica: coherencia y tensiones
La
unidad del pensamiento de Mill reside en una ética del bienestar con primacía
de la libertad como medio epistémico y moral para el florecimiento humano. Su
utilitarismo cualitativo evita el reduccionismo hedonista y su liberalismo
evita el aislamiento individualista al justificar instituciones inclusivas.
Persisten
tensiones: entre
paternalismo “suave” y libertad, entre agregación de bienestar y protección de
derechos, y entre optimismo epistémico y límites de la deliberación. No
obstante, su enfoque ofrece herramientas para una ética pública plural y
respetuosa. (Crisp, 1997).7; Cf. (Skorupski, 2006).6
Conclusiones
para la vida de las personas en el siglo XXI
Libertad
de conciencia y de expresión:
promover espacios de diálogo respetuoso donde la disidencia razonada sea
acogida como oportunidad de aprendizaje y purificación de creencias, en línea
con el principio del daño y el valor epistémico de la diversidad. (Mill,
1859/2003).2
Igualdad
de dignidad y liderazgo de mujeres:
revisar prácticas y estructuras que limiten la participación plena de las
mujeres en ámbitos formativos, caritativos y de decisión, fortaleciendo la
justicia y el bien común. (Mill, 1869/2008).3
Ética
del bienestar y servicio social:
orientar las acciones pastorales hacia la mejora tangible del bienestar humano
(educación, salud, pobreza), articulando eficiencia con equidad en la
distribución de recursos. (Mill, 1848/2006).4
Deliberación
basada en razones:
fomentar procesos de discernimiento comunitario que integren evidencias,
experiencia y prudencia, siguiendo una metodología abierta y crítica. (Mill,
1843/1974).5
Prevención
del “despotismo de la mayoría”:
cultivar estructuras de escucha y protección de minorías internas, evitando
sanciones sociales por conformismo y promoviendo caridad intelectual. (Mill,
1859/2003).2
Estas
prácticas no subordinan la fe a la utilidad, sino que muestran cómo la razón
pública y la caridad pueden converger en comunidades libres, justas y
orientadas al bien común.
Referencias
bibliográficas:
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Press. (Trabajo original
publicado en 1861). pp. 186–213.
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University Press. (Trabajo original publicado en 1859). pp. 7–72.
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original publicado en 1869). pp. 1–92.
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Oxford University Press. (Trabajo original publicado en 1848). pp. 1–60,
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University of Toronto Press. (Trabajo original publicado en 1843). pp. 1–60,
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(2009). The Idea of Justice. Harvard University Press. pp. 15–20.
[11] Nussbaum,
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