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Mozart for Christmas | Classical Christmas Music





MOZART FOR CHRISTMAS
Christmas time with Wolfgang Amadeus Mozart! A playlist of celebratory, uplifting and meditative classical music pieces to help you get in the holiday spirit.
1 Lucio Silla, K. 135: Ouverture. III. Molto allegro
00:00
2 Piano Concerto No. 21 in C Major, K. 467: III. Allegro vivace assai
01:39
3 Symphony No. 36 in C Major, K. 425 "Linz": II. Andante con moto
08:25
4 Flute Concerto No. 2 in D Major, K. 314: III. Rondo. Allegretto
15:53
5 Le nozze di Figaro, K. 492, Act I: "Non più andrai farfallone amoroso"
21:34
6 Don Giovanni, K. 527, Act I: "Madamina il catalogo è questo"
24:52
7 Le nozze di Figaro, K. 492: "Voi che sapete"
30:13
8 Flute and Harp Concerto in C Major, K. 299: II. Andantino
32:27
9 Bastien und Bastienne, K. 50: Ouverture
40:37
10 Piano Sonata in B-Flat Major, K. 333: I. Allegro
42:34
11 Piano Sonata in B-Flat Major, K. 333: III. Allegretto grazioso
48:01
12 Piano Sonata No. 16 in C Major, K. 545 "For Beginners": II. Andante
54:39
13 Piano Sonata No. 17 in B-Flat Major, K. 570: II. Adagio
58:24
14 Ave verum corpus, S. 44
1:05:33
15 Piano Concerto No. 21 in C Major, K. 467: II. Andante
1:07:50
16 Ave Maria
1:15:06
17 Vesperae solennes de confessore, K. 339: Laudate Dominum
1:17:25
18 Exsultate, jubilate, K. 165: Allegro. Alleluja
1:20:14
# 1-4 & 15 performed by Orchestra da Camera Fiorentina cond. by Giuseppe Lanzetta
Piano on No. 2 & 15: Jorg Demus | Flute on No. 4: Andreas Blau
# 5-7 performed by Moldavian Symphonic Orchestra cond. by Silvano Frontalini
# 8 & 9 performed by Opole Philarmonic Orchestra cond. by Silvano Frontalini (No. 8) and Werner Stiefel (No. 9) | Harp on No. 8: Ursula Mazurek
# 10 & 11 performed by Giovanni Umberto Battel
# 12-14 performed by Carlo Balzaretti
# 16-18 performed by Juliana Lubova, Imma Kamarian

El éxito del Papa Francisco

José María Castillo S.

Es un hecho que el papa Francisco está dando mucho que hablar. Unos, a favor. Y otros, en contra, como es bien sabido. Pero el hecho es indiscutible. Basta meterse en las redes sociales. Y enseguida, antes o después, aparece el papa. Este papa, no los anteriores. ¿En qué está la explicación de esta inagotable actualidad del papa Bergoglio?

Cada cual tendrá, sin duda alguna, su propia explicación. Y no faltarán, por supuesto, los que digan que todo este asunto les importa un rábano. Pero, diga cada cual lo que diga, el hecho está ahí. ¿Por qué?
No sé con seguridad si estoy en lo cierto. En todo caso, a mí se me antoja que quizá pueda ofrecer alguna luz, en este asunto, la propuesta que, hace algunos años, viene haciendo el conocido filósofo italiano Gianni Vattimo. Me refiero al tema del "pensamiento débil", del que se ha dicho con razón que esa forma de pensamiento es lógicamente el "pensamiento de los débiles".

No pretendo ahora (ni de eso se trata aquí) ponerme a explicar en qué consiste le aportación de Vattimo cuando ha explicado en qué consiste el llamado "pensamiento débil". Tendríamos que hablar de la crisis de la metafísica, de la aportación que a este respecto hicieron Nietzsche, Heidegger o Derrida, por ejemplo. No. No se trata de nada de eso.

Lo que quiero destacar es que el papa Francisco llama tanto la atención por la sencilla razón de que le habla a la gente sencilla y débil de forma que a todo el mundo le interesa y todo el mundo lo entiende. Un hecho éste, que se acentúa y se nota sobre todo cuando este papa deja los papeles, que sus teólogos seguramente le redactan, y se pone él mismo, espontáneamente, a decirles a sus oyentes lo que se le ocurre y tal como se le ocurre.

Por otra parte, insisto en que Bergoglio tiene tanto más éxito, cuanto más simple y sencilla es la gente que le escucha. Entonces es cuando queda patente que, afectivamente, el "pensamiento débil" es justamente el "pensamiento de los débiles". Y es con ellos, con quienes más y mejor coincide este papa.

¿Dónde está el secreto de esta coincidencia? El profesor Julio Moreno-Dávila ha explicado atinadamente la conexión que obviamente existe entre el "pensamiento débil" y la "debilidad" del Dios "kenótico" (vaciado), tal como el apóstol Pablo presenta al Dios del cristianismo, que "se despojó de su rango" y se presentó en nuestra tierra "como uno de tantos". O más exactamente "en forma de esclavo"" (Fil 2, 6-8). Es el Dios sin grandeza, humanizado en la debilidad de un modesto galileo, tal como fue, vivió y habló Jesús de Nazaret.


El éxito del papa Francisco - y su fracaso también - se explican y se entienden desde el momento en que, con el Evangelio en las manos, caemos en la cuenta de que estamos asistiendo a una reproducción (todo lo tímida y pálida que se quiera) del éxito y el fracaso de Jesús. Y si es que efectivamente el papa Francisco está reproduciendo lo que acabo de apuntar, ¿no es para eso para lo que está el papa en la Iglesia y en el mundo?

Cómo apoyar al Papa Francisco

José María Castillo S.

Mis propuestas para resolver la confrontación que estamos viviendo en la Iglesia



Constatamos

1. Es un hecho que el papa Francisco es un personaje controvertido: produce y encuentra, al mismo tiempo, “acogida” y “rechazo”. Acogida que proviene de grandes sectores del “pueblo pobre y humilde”. Y rechazo que viene, en gran medida, de los “representantes del poder”, los gestores del sistema (económico político y los poderes que sustentan y sostienen el mencionado sistema). Por tanto y al mismo tiempo, el papa Francisco es visto (según parece) como “solución” para los indigentes y “amenaza” para los poderosos.

Si, efectivamente, lo dicho presenta adecuadamente lo que en realidad estamos viviendo, nos encontramos ante un conflicto (el que vive el papa y se vive en la Iglesia) que nos trae a la memoria el “recuerdo peligroso” de lo que fue el gran conflicto que vivió Jesús: acogido por el sufrimiento del pueblo sencillo y odiado (también temido) por la ambición de quienes detentaban el poder. Esto es lo que se produjo en la vida de Jesús. Y esto es lo que estamos viviendo en este momento en la Iglesia.

2. Los medios de comunicación, que “informan” y, al informar, inevitablemente “interpretan” a este personaje, que es el papa actual, un hombre tan discutido, hacen su “interpretación” del Papa, no desde las carencias de quienes lo aceptan, sino desde los intereses de quienes lo rechazan. Incluidos, como protagonistas de este rechazo, no pocos clérigos de todos los niveles, y numerosos laicos con frecuencia vinculados a grupos integristas y conservadores. Y no olvidemos que el “desde dónde” se ve la realidad, es el factor que con más fuerza determina y condiciona “cómo se ve la realidad”. No se ve la vida igual desde un palacio del centro que desde una chabola de la periferia. Ocurre, por tanto, que demasiadas veces no nos damos cuenta de lo que realmente está sucediendo. En todo caso, parece que se puede afirmar que este doble fenómeno (aceptación y rechazo del Papa) está sucediendo más de lo que seguramente sospechamos.

3. No olvidemos que el peligro de desfigurar o deformar la imagen del Papa (y su mensaje) equivale a deformar o desfigurar la realidad de la Iglesia y del Vaticano, como centro del gobierno de la Iglesia. Y desfigurar también la razón de ser del Vaticano como Estado.

4. Pero, sin duda alguna, lo más serio y preocupante, que ha puesto en evidencia el actual papado, es la contradicción en que vive la Iglesia. Se trata de la contradicción que estamos dejando patente quienes no nos cansamos de insistir en la comunión con el Papa y en la obediencia, que le debemos, pero, a la hora de la verdad, comulgamos con el Papa y le obedecemos mientras el papa piensa, habla y actúa como a nosotros nos gusta o nos parece mejor. Es un hecho que la mayor oposición al papa Francisco tiene su origen en sectores del clero – empezando por algunos cardenales – que no están de acuerdo con su forma de pensar, de vivir y de gobernar.

5. Por lo demás, cuando hablamos del papado y la gestión de los asuntos más serios de la Iglesia, es importante tener presente que estamos hablando de un sistema de gobierno, para la necesaria gestión de la Iglesia, que no está debidamente actualizado, en no pocos aspectos de notable influjo. El simple y preocupante hecho de que la Iglesia – como institución religiosa y como Estado – no pueda suscribir (a estas alturas) el “Pacto internacional sobre Derechos Civiles y Políticos”, así como el “Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales” (ambos, firmados en Naciones Unidas en 1966, como puesta en práctica de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, de 10. XII, 1948), es un indicador patente de que esta Iglesia nuestra sigue siendo una institución anticuada y anquilosada en asuntos de una enorme actualidad e importancia. Desplazar y aplicar los derechos de una institución religiosa a los derechos de una institución política desemboca inevitablemente en una situación de ambigüedad, que se traduce en fuente de incesantes malentendidos y contradicciones.

Pedimos

1. El debido replanteamiento y actualización de los dicasterios y Congregaciones de la Santa Sede, que fueron pensados y organizados para otra Iglesia de otros tiempos, en los que los problemas y necesidades de la Iglesia eran situaciones y realidades muy distintas de las situaciones y necesidades que la Iglesia tiene en este momento.

2. Ante todo, debería quedar muy claro que en la Iglesia no exista, ni la gente vea en ella, nada que esté en contra del Evangelio. Hay que decir, con toda claridad y fuerza que la Iglesia no tiene ni autoridad ni poder para hacer nada que esté en contra del Evangelio. Teniendo muy en cuenta que este criterio tendría que aplicarse, ante todo, a las cosas y asuntos más patentes y visibles en la Iglesia. Los representantes de la Iglesia no deben, no pueden, distinguirse por sus privilegios, ostentación, dignidades, todo cuanto representa una diferencia o superioridad sobre los últimos y los más desamparados, se tendría que desterrar. Esto tendría que ser lo más urgente en la Iglesia ahora mismo.

3. Pedimos al Papa que informe a la Iglesia sobre las verdades que el Magisterio de la iglesia ha propuesto – y sigue exigiendo que se acepten – como “verdades de fe divina y católica” (Constitución dogmática “Dei Filius” [Conc. Vaticano I, cap. III): “Deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio” (Denz.-Hün, 3011). Todo lo que no es, con seguridad, una verdad de fe divina y católica, puede ser modificado, interpretado o aplicado según las necesidades de los fieles, y de la humanidad en general, cuando existen razones serias para ello. Por ejemplo, resulta inexplicable el conflicto, que hemos vivido recientemente, por causa de un asunto que no pertenece a la Fe divina y católica, la indisolubilidad del matrimonio y la casuística que ha suscitado.

4. Hay que aplicar la Hermenéutica (la gran scoperta del s. XX), no sólo a la Palabra de Dios (la Biblia), sino también a la palabra de la Iglesia, el Magisterio. Por poner un ejemplo, es evidente que la afirmación del “Credo” de Nicea: “Creo en Dios todopoderoso”, el Pantokrátor, un término que ni aparece en la Biblia, ya que, como es sabido, el “pantokrátor” fue, en la Antigüedad tardía, un título imperial que se entendía como “el amo del mundo”. Semejante Dios, no es el Dios que nos reveló Jesús en el Evangelio.

5. Pedimos que la Iglesia se organice y estructure para responder más a las necesidades (de fe y de vida) de los fieles, que para cumplir con la fidelidad a tradiciones eclesiásticas, muchas de las cuales no responden ya a las necesidades de los creyentes actuales. Por ejemplo, resulta difícil de justificar el mantenimiento de la ley del celibato eclesiástico a costa de dejar a miles de parroquias sin la debida administración de los Sacramentos. En la Iglesia hay ahora mismo cientos (quizá miles) de parroquias que no pueden tener misa todos los domingos.

6. Y pedimos también, como un asunto capital, que en la Iglesia haya más transparencia. Es decir, que ni el Vaticano, ni las diócesis, ni la vida de los “hombres de la religión”, tengan nada que ocultar. Sólo así será posible hablar con libertad, con claridad y sin doble intencionalidad. El día que se pueda lograr este objetivo, la Iglesia podrá tener la credibilidad que no tiene ante importantes sectores de la población.

Nos comprometemos

1. No ocultar o marginar la información religiosa, como asunto de menor importancia o de poco interés. Nunca deberíamos olvidar que religión y política siguen siendo inseparables. Resulta indignante que, en este momento, existan agrupaciones políticas que, obteniendo logros importantes a costa de la religión, ocultan sus profundas vinculaciones con los dignatarios religiosos y sus intereses. Es hora de preguntarse si uno de los motivos que explican los éxitos del Islam, no está en que, en esa confesión religiosa, no se ocultan, sino que están en primera línea las evidentes conexiones que hacen una sola cosa de dos componentes básicos: el hecho religioso y el hecho político. No olvidemos que, en la realidad de la vida, “lo religioso” y “lo político” son dos dimensiones de la vida del ser humano en la sociedad. Dos realidades inseparables, por más que el sujeto no sea consciente de que las vive y están presentes en su intimidad y en su conducta, aunque no pertenezca ni a una religión ni a un partido político.

2. No utilizar la información religiosa para ponerla al servicio de intereses nacionalistas o partidistas. Este punto es particularmente delicado cuando se trata de informar sobre la persona del Papa Francisco. Un hombre cercano a los pobres y comprometido con la dignificación y los derechos de los humildes y marginados, es por eso mismo un hombre expuesto a ser identificado (o en sintonía) con partidos de la izquierda política.

3. Si es que queremos hablar de religión e informar sobre ella, será necesario que, en la medida de lo posible, nos propongamos alcanzar una formación religiosa básica, que nos capacite para entender y poder comunicar debidamente con la debida competencia y exactitud lo que decimos y lo que puede interesar a nuestros lectores.

4. Evitar, en cuanto de nosotros dependa, el silencio, la pasividad o la marginalidad de los dirigentes eclesiásticos, en los asuntos de más actualidad e importancia en la vida pública. Es escandaloso que la Iglesia, para no indisponerse con los poderes de quien recibe importantes ayudas o privilegios, se mantenga al margen de asuntos que afectan a la ética y a la vida pública de forma, a veces, clamorosa. Basta pensar en los escándalos de la corrupción o en la gestión económica que es la causa principal de las escandalosas desigualdades que se dan en el mundo y en no pocos países.


El Papa controvertido

José M. Castillo S.

Es un secreto a voces que, en la Iglesia y fuera de ella, hay gente que no soporta al papa Francisco. Destaco que no se trata simplemente de que hay quienes no están de acuerdo con lo que hace y dice este papa. No es solamente eso. Es que, además de eso, estoy hablando de personas y de grupos que rechazan al papa Bergoglio y dan la impresión de que no soportan el modelo de papado que él representa.

Lo más extraño, en este desagradable asunto, es que estamos ante un fenómeno que, en buena medida, es nuevo en la Iglesia. Al menos, desde la Ilustración hasta el día de hoy. Es verdad que, ya en el pontificado de Juan XXIII, se notaron algunos síntomas que apuntaban en esta dirección. Los grupos más conservadores de aquel tiempo no estaban de acuerdo con el papa Roncalli en cuestiones de cierta importancia.

Pero lo que está ocurriendo con el papa actual es distinto. No sólo por el hecho de que hay quienes se atreven a decir que Francisco es “hereje”, sino por algo que, a mi manera de ver, es más significativo. Se trata de que un grupo notable de personalidades del mundo eclesiástico está en contra del papa, al tiempo que masas enormes del pueblo sencillo, incluso entre gentes que no son creyentes para nada, son quienes aclaman entusiasmados a este papa. El papa de los pobres, de los enfermos y los niños, de los ancianos y los ignorantes. Incluso el papa que seduce a gentes sin creencias religiosas o que pertenecen a culturas que poco o nada tienen que ver con el catolicismo.

¿Qué explicación tiene esto? ¿Por qué quienes tendrían que estar más cerca del papa, están (muchos de ellos) en contra de él? ¿Cómo se explica que las grandes masas, que, durante siglos, han vivido lejos del papado o incluso de espaldas a él, ahora sean quienes más le aprecian y sintonizan con la figura papal y su forma de relacionarse con la gente?

Si estos hechos se piensan despacio, la respuesta más razonable a este asunto da que pensar. Por una razón muy sencilla. Lo que da que pensar es que el papa Francisco (y su forma de vivir y de relacionarse con la gente) nos lleva a pensar o sospechar que la Iglesia está más lejos del Evangelio de lo que podíamos imaginar. O dicho con más precisión: en esta Iglesia nuestra da la impresión de que hay gente importante que se preocupa más por la fidelidad al Dogma, al Derecho y a la Liturgia que el Evangelio y al “seguimiento” de Jesús.

Baste pensar en estos dos hechos: 1º. El papa Francisco es acogido con entusiasmo por las mismas gentes que acogían y seguían a Jesús: enfermos, pobres, niños, gentes marginales o personas de dudosa conducta. 2º. El papa Francisco encuentra resistencia en grupos religiosos equivalentes a los que rechazaron y persiguieron a Jesús. A Jesús lo rechazaron los sacerdotes, los letrados y los fariseos.

Si lo que acabo de decir es verdad, ¿no se podría pensar que a Jesús lo rechazaron los más cualificados representantes de la religión, mientras que lo siguieron quienes mejor expresan el dolor del sufrimiento humano?


Pienso que esta pregunta es acertada. ¿No sería conveniente aplicarla también a lo que ahora estamos viviendo en la Iglesia, especialmente en el papado de Francisco? A veces, pienso que puedo estar desorientado. Pero también sospecho que quizá nos da miedo afrontar en serio una pregunta que nos asusta responder.