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Acumulación por exterminio


Raúl Zibechi

www.jornada.unam.mx/080716



La evolución de la guerra en el último siglo, en relación con la población, nos ofrece pistas sobre el tipo de sociedad en que vivimos. Hasta la Primera Guerra Mundial los combates sucedían entre ejércitos nacionales, en las barricadas, donde se producían las grandes carnicerías que inflamaron la conciencia obrera. Afectaban a la población de manera indirecta, por la muerte masiva de hijos y hermanos. Cuando lo hacían de forma directa, eran las más de las veces efectos colaterales del conflicto o, en ocasiones, escarmientos para debilitar la moral de quienes peleaban en el frente.



Con la Segunda Guerra Mundial las cosas cambian de manera radical. Desde los bombardeos de Hamburgo y Dresde hasta las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, pasando por el bombardeo japonés a Chongqing hasta los campos de concentración alemanes, el objetivo pasó a ser la población. Hay un antes y un después de esa guerra y de los campos de concentración, como señala Giorgio Agamben, ya que tanto el campo como el bombardeo estratégico se convirtieron en paradigmas de la política y de la guerra modernas.



No se trata de la aparición de la aviación como forma central del combate. Al revés: la aviación se convierte en decisiva porque el objetivo pasa a ser la población. Vietnam es otro punto de inflexión. Es la primera vez que los muertos estadunidenses se cuentan por miles, con un impacto mucho mayor que en las guerras anteriores. A partir de ahí, la guerra aérea redobla su importancia para evitar entrar en el cuerpo a cuerpo con el inevitable saldo de bajas propias.



La acumulación por despojo (minería a cielo abierto, monocultivos como la soya y las megaobras) tiene una lógica similar a la guerra actual, no sólo por el uso de herbicidas ensayados en la guerra contra el pueblo vietnamita, sino por la propia lógica militar: despejar el campo de población para hacerse con los bienes comunes. Para despojar/robar, es necesario quitar del medio a esa gente tan molesta; es el razonamiento del capital, una lógica que vale tanto para la guerra como para la agricultura y la minería (http://goo.gl/OBH7an).

Por eso, es importante referirse al modelo actual como cuarta guerra mundial, como hacen los zapatistas, ya que el sistema se comporta de ese modo, incluyendo por supuesto la medicina alopática que se inspira en los principios de la guerra. Los argumentos del EZLN cuadran con los de Agamben, cuando señala que el dominio de la vida por la violencia es el modo de gobierno dominante en la política actual, en particular en las regiones pobres del sur global.



La brutal represión a los maestros en Oaxaca muestra la existencia de un totalitarismo disfrazado de democracia, que según Agamben se caracteriza por “la instauración, mediante el estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación física no sólo de los adversarios políticos, sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables en el sistema político (El Estado de excepción, p. 25). El mismo autor nos recuerda que desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica, aquella que estaba focalizada en la demanda al Estado y la interacción con las instituciones.



¿Cómo denominar una forma de acumulación anclada en la destrucción y muerte de una parte de la humanidad? En la lógica del capital, la acumulación no es un fenómeno meramente económico, de ahí la importancia del análisis zapatista que pone el acento en el concepto de guerra. Quiero decir que el tipo de acumulación que necesita el capital en el periodo actual, no puede sino ir precedido y acompañado estructuralmente de la guerra contra los pueblos. Guerra y acumulación son sinónimos, a tal punto que subordinan al Estado-nación a esa lógica.



El tipo de Estado adecuado para esa clase de acumulación/guerra es el punto débil de quienes analizan la acumulación por desposesión o el posextractivismo. En estos análisis, más allá del valor que poseen, encuentro varios problemas a ser debatidos para fortalecer las resistencias.



El primero es que no se trata de modelos económicos, solamente. El capitalismo no es una economía, es un sistema que incluye una economía capitalista. En su etapa actual, el modelo extractivo o de acumulación por robo no se reduce a una economía, sino a un sistema que funciona (desde las instituciones hasta la cultura) como una guerra contra los pueblos, como un modo de exterminio o de acumulación por exterminio.



México es el espejo en el que podemos mirarnos los pueblos de América Latina y del mundo. Los más de 100 mil muertos y las decenas de miles de desaparecidos no son una desviación del sistema, sino el núcleo del sistema. Todas las partes que integran ese sistema, desde la justicia y el aparato electoral hasta la medicina y la música (por poner apenas ejemplos), son funcionales al exterminio. Nuestra música y nuestra justicia (y así con todos los aspectos de la vida) son parte de la resistencia al sistema. Están desgajadas o separadas del mismo. No forman parte de un todo sistémico, sino que integran ya el otro mundo.



La segunda cuestión es que las instituciones estatales han sido formateadas por y para la guerra contra los pueblos. Por eso no tiene el menor sentido dedicar tiempo y energías en incrustarse en ellas, salvo para quienes crean (por ingenuidad o interés mezquino) que pueden gobernarlas a favor de los abajos. Este es quizá el principal debate estratégico que afrontamos en esta hora sombría.



En suma, crear y cuidar nuestros espacios y protegernos del arriba sin dejarnos seducir por sus escenarios, se torna en la cuestión vital de nuestros movimientos. Recordemos que, para Agamben, los recluidos en el campo son personas a las que cualquiera puede matar sin cometer homicidio. Esta forma de ver el mundo actual explica mejor los hechos de Ayotzinapa y Nochixtlán que los discursos sobre democracia y ciudadanía, que apelan a la justicia del sistema.

Documentos de inteligencia confirman que la invasión de Irak contribuyó a la creación del Estado Islámico



www.diario.es/080716



Unos documentos de inteligencia publicados en el marco del informe Chilcot respaldan las acusaciones de que la invasión de Irak aumentó la amenaza terrorista sobre el Reino Unido y contribuyó a la creación del grupo extremista Estado Islámico (EI).



Los informes altamente confidenciales del Comité Conjunto de Inteligencia (JIC), algunos de los cuales son publicados por primera vez, confirman la preocupación de los servicios de seguridad por el creciente poder de los grupos yihadistas de Irak. Algunos de ellos, vinculados de forma directa con al-Qaeda.



Los documentos del JIC refutan la afirmación de Tony Blair de que el EI se generó principalmente en Siria y no en Irak. 



Los informes ya demostraban que a los servicios de seguridad británicos les preocupaba desde 2006 que los grupos yihadistas suníes hubieran empezado a dominar la insurgencia contra el gobierno iraquí chií de Nouri al-Maliki.



En un informe del JIC de marzo de 2007 se dice: “No faltan los terroristas suicidas. AQI (al-Qaeda en Irak) busca objetivos de gran notoriedad. Creemos que AQI intentará expandir su campaña sectaria por donde pueda: los atentados suicidas en la ciudad de Kirkuk han aumentado bruscamente desde octubre, cuando AQI declaró el establecimiento de un teórico 'Estado Islámico de Irak' (incluido Kirkuk)”.



El informe prosigue: “Varios grupos suníes están involucrados en los ataques sectarios, pero calculamos que AQI está al frente de los ataques… su objetivo estratégico principal es llevar adelante una campaña sectaria para arrastrar a Irak hacia la guerra civil. Calculamos que su campaña ha sido la más efectiva de todas las de grupos insurgentes, con un efecto importante en el último año; en lo inmediato, representa la mayor amenaza para la estabilidad en Irak. El ritmo de los ataques con multitud de víctimas sobre objetivos predominantemente chiíes ha sido implacable”.



En un informe anterior, de julio de 2006, se dice: “El término 'yihadista' se vuelve muy difícil de definir: en muchos casos la distinción entre nacionalistas y yihadista es difusa. Comparten cada vez más causas comunes al unir fuerzas contra la violencia sectaria chií”.



Y agrega: “Calculamos que al-Qaeda en Irak (AQI) es la mayor red insurgente de todas y aunque su liderazgo mantiene un elemento extranjero importante, una gran mayoría de sus combatientes es iraquí. Su motivación es variada: algunos son extremistas islámicos inspirados por la agenda de al-Qaeda, otros son simple mano de obra atraída por el dinero. Algunos se involucran por la oportunidad de enfrentarse con las milicias chiíes: la campaña de los medios de comunicación yihadistas subrayan su papel como defensores de los suníes”.



Blair lo sabía



El informe da crédito a los que afirmaban que Blair fue advertido de todas las maneras posibles sobre el riesgo que representaba sacar a Sadam Hussein del poder, porque se liberarían las tensiones sectarias reprimidas por su brutal régimen.



La directora entre 2002 y 2007 del servicio de inteligencia británico MI5, Eliza Manningham-Buller, dijo sobre el tema: “En los años 2003 y 2004 recibimos muchas pistas de actividades terroristas en suelo británico… nuestra participación en Irak radicalizó, a falta de una palabra mejor… a unos cuantas personas de la misma generación… (que) entendieron nuestra intervención en Irak, sumada a nuestra intervención en Afganistán, como un ataque al islam”.



Cuando le preguntaron si eran pruebas contundentes o una valoración general lo que le permitía asociar el aumento de la amenaza terrorista en Reino Unido con la invasión de Irak, Lady Manningham-Buller contestó: “Creo que hay pruebas en la cantidad de tramas, pistas, y personas identificadas; así como en su relación con Irak y en las justificaciones que daban por su participación en actividades terroristas... De modo que la respuesta a la pregunta es sí".

Blair dijo que había leído la evaluación del JIC de 2002 en la que se advertía de que la intervención en Irak aumentaría la amenaza de al-Qaeda sobre el Reino Unido, pero que en su opinión “retroceder por la amenaza del terrorismo habría estado completamente mal". "De todos modos, tras el 11 de septiembre y la guerra en Afganistán, ya éramos un blanco de los terroristas y, tal como lo demuestran los últimos sucesos en Europa y Estados Unidos, independientemente de Irak, los terroristas usarán muchas justificaciones como excusa para sus atentados”.



Desde Francia también habían advertido: el presidente de ese momento, Jacques Chirac, se oponía vehementemente a la invasión por las muy impredecibles consecuencias.



El 16 de octubre de 2002, el segundo de la embajada del Reino Unido en París, Giles Paxman, habló con dos altos funcionarios franceses sobre el Irak post Sadam en el que pensaban los británicos. Uno de los funcionarios “temía que sacar a Sadam desencadenara una anarquía absoluta en Irak con ataques a los símbolos del Partido Baaz, ajustes de cuentas y violencia generalizada como en Albania”.



En diciembre de 2002, el director de estrategia e innovación del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Simon Fraser, informó de que un interlocutor francés le había hablado sobre la necesidad de "pensar con sumo cuidado acerca de la posible desintegración política en Irak tras una guerra": "Podría haber una gran cantidad de complicaciones imprevistas, entre ellas la inestabilidad política motivada por la venganza. No deberíamos dejar que las perspectivas optimistas nos impidan ver los posibles problemas. Lo mismo sobre las consecuencias en toda la región".



En el Ministerio de Exteriores británico le dieron la razón. En un memorándum de enero de 2013, advertían: “Todas las pruebas de la región sugieren que las fuerzas de la coalición no serán vistas como liberadoras durante mucho tiempo, si es que alguna vez lo son. Piensan que nuestras motivaciones son muy sospechosas. Los iraquíes, incluso los exiliados, quieren que nos vayamos cuanto antes, al igual que la mayoría de los árabes. Cuanto más dure la intervención y ocupación de Irak, más se cuestionará su legalidad y será cada vez peor vista”.


Curuguaty: crónica de una condena anunciada



www.alainet.org/110716


Hoy lunes 11 de julio se dio a conocer la sentencia del juicio que se abrió en 2012 sobre los once acusados por la llamada “Masacre de Curuguaty”. En medio de numerosas protestas e importantes medidas de seguridad policial fuera y dentro del Tribunal, los tres magistrados a cargo del juicio determinaron que los 11 procesados son culpables de invasión de inmueble ajeno y asociación criminal. Además, encontraron a 9 de ellos culpables de homicidio -homicidio doloso consumado y en grado de tentativa, según el caso- y establecieron condenas que van de los 30 a los 4 años de prisión.

I

La matanza de Curuguaty fue el principal argumento de la oposición en el Parlamento para iniciar el juicio político al entonces Presidente Fernando Lugo. Ocurrió el 15 de junio de 2012 cuando alrededor de 300 policías fuertemente armados -grupos de élite- intentaron desalojar a unos 70 campesinos unas tierras -en litigio entre el Estado y una empresa- que habían ocupado en reclamo por su incorporación a los beneficios que el gobierno estaba otorgando a las organizaciones campesinas.

El Presidente Lugo había ordenado tiempo antes la ejecución de desalojos pacíficos -sin armas- de tierras ocupadas por campesinos, para su posterior relocalización en predios que serían otorgados en propiedad a los mismos. En el caso de Curuguaty, hoy resuelto, se determinó que los campesinos se habían negado a iniciar el diálogo con las fuerzas de seguridad, que habían iniciado los disparos que dieron lugar a la masacre y que fueron los responsables de las 17 muertes, aunque éstas se dieron tanto en las fuerzas policiales (6) como en las filas campesinas (11).

El proceso judicial que acaba de finalizar, y que condenó a los acusados, todos campesinos, estuvo teñido de cuestionamientos legal-procedimentales desde su inicio, hace ya cuatro años. Entre otros, destacan la toma de testimonios sólo a policías, que no se hicieron adecuadamente las pericias, incluida la de balística para determinar qué grupo poseía los proyectiles de alto calibre, que se “perdieron” posteriormente evidencias forenses que indicaban el ajusticiamiento de campesinos, y la existencia de fuertes indicios de parcialidad del fiscal y de otros letrados intervinientes en el caso, que sesgaron la orientación de la investigación hacia la culpabilidad de los acusados. La tónica de este largo juicio ha sido, desde el comienzo, la inversión del principio de presunción de inocencia -desde su inicio los acusados están privados de su libertad-.

II

Que a escasos dos días de la masacre se presentara un pedido de juicio político contra Fernando Lugo y que cinco días después se votara mayoritariamente por su destitución en el Legislativo no deja de ser altamente llamativo; tampoco -por la misma razón- la constante parcialidad de la corporación judicial en la manera en que llevó adelante el juicio contra los campesinos.

El rojo es la constante en ambos procesos. Las tierras ocupadas por los campesinos estaban siendo reclamadas como propias por un grupo empresarial perteneciente al hoy fallecido Blas Riquelme, ex presidente del Partido Colorado y de fuertes vínculos con Jalil Rachid, ex fiscal de la causa, hijo de una de las figuras más importantes del mismo Partido, y hoy Viceministro de Orden y Seguridad del gobierno actual-.

Y ya en el plano político, fue a instancias del Partido Colorado -a través del diputado Luis Gneiting- que se interpuso el pedido de juicio político contra Lugo por su supuesta responsabilidad política en los sucesos de Curuguaty y, de modo más general, por haber instigado las ocupaciones de tierras para generar el caos social, entre otros cargos investigados de manera express.

Así, la culpabilidad de los campesinos era necesaria para terminar de legitimar transitivamente la culpabilidad de Fernando Lugo, razón esgrimida para el golpe perpetrado por las élites políticas y económicas del Paraguay. Su tradicional dominio sobre la propiedad de la tierra y las principales instituciones del Estado fue puesto en cuestión por el inconcluso gobierno de Fernando Lugo. Éste quebró seis décadas de hegemonía política del Partido Colorado, y su destitución devolvió el poder del Estado a dicho Partido, tras el interregno del vicepresidente Federico Franco y la victoria electoral del actual presidente, el empresario ganadero y tabacalero Horacio Cartes.

La quiebra del “orden establecido” en los cuatro años que duró su mandato también apuntó a la propiedad de tierras en un país en el que el 2% de los propietarios rurales siguen monopolizando el 80% de los predios cultivables. A pesar del pánico causado entre los terratenientes, las medidas en pro del campesinado no modificaron sustancialmente la estructura de la propiedad en tanto, a pesar de las denuncias de usurpación empresarial de tierras comunales y estatales presentadas por el Gobierno, el opositor Poder Judicial encargado de dirimirlas dilató su resolución hasta que cayeron en el olvido.

Los campesinos paraguayos hoy están en la misma situación de despojo y de indefensión institucional que hace décadas aunque hoy, la justicia que debía ampararlos, acaba de reiterar el mensaje de siempre: todo el peso de la ley caerá sobre quien se atreva a cuestionar el poder establecido. Y los campesinos no son los únicos destinatarios de la advertencia.

El día que 110 Premios Nobel devinieron obispos


Víctor M. Toledo

www.jornada.unam.mx/190716



¿Cuál es la diferencia entre un testigo de Jehová, una familia fanática del islam, un grupo de jaredíes (judíos ultraortodoxos) y un premio Nobel? Después del 30 de junio pasado la respuesta podría ser… ninguna. Con la carta en que 110 laureados con el Premio Nobel denostaron a Greenpeace, acusándola de criminal, y defendieron a las gigantescas corporaciones que producen los alimentos transgénicos, se firmó un testamento que confirma el carácter intolerante y dogmático de amplios sectores de la academia, o su complicidad con los intereses corporativos. Nunca un conjunto de especialistas connotados, formados en las exigentes normas de la investigación científica, habían patinado tan bajo y mostrado tal nivel de fanatismo en nombre de la ciencia.



La carta, claro está, fue promovida por dos conocidos genetistas galardonados con el Nobel que, además, son empresarios biotecnológicos: Richard Roberts y Phillipe Sharp. Fue firmada mayoritariamente por premiados en medicina, química y física, algunos economistas, y extrañamente por la escritora austriaca Elfriede Jelinek, aguerrida feminista y anarcocomunista. Entre los firmantes destacan James Watson, codescubridor del ADN, quien fue defenestrado por su instituto por sus ideas racistas, y el mexicano Mario Molina, asesor de Coca-Cola y otras empresas. La carta se basa en tesis y argumentos falsos o sesgados agrupables en seis grandes temas:



1) ¿Por qué Greenpeace? Sorprende que la misiva esté dirigida contra la más importante organización ambientalista del orbe, no obstante que han sido cientos de científicos, individualmente o en grupo, los que han cuestionado la tecnología de los organismos genéticamente modificados, u ofrecido pros y contras de manera objetiva. Por ejemplo los 400 investigadores convocados por Naciones Unidas, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) de México, los 300 científicos de la Red Europea de Ciencia con Responsabilidad Social y Ambiental, un grupo de destacados investigadores de la Royal Society de Inglaterra y otras. La carta hace ver tramposamente que se trata de una batalla entre creyentes (científicos consagrados) y herejes (ambientalistas emotivos). Ver respuesta de Greenpeace.

2) ¿Transgénicos contra el hambre? Una vez más se utiliza la idea falsa de que los cultivos transgénicos han sido diseñados para abatir la falta de alimentos suficientes, es decir, que son un medio de salvación contra el hambre. Ésta ha sido una afirmación utilizada en la propaganda de las corporaciones. Este dogma se rebate porque ni el arroz, soya o maíz transgénicos incrementan los rendimientos. Por otra parte, las estadísticas sobre la producción alimentaria en el mundo muestran que existen alimentos suficientes para alimentar a la población humana; lo que sucede es que, contra toda lógica, 75 por ciento de la superficie agrícola del planeta, y notablemente los transgénicos, se dedica a producir forrajes para reses y pollos o biocombustibles para los autos, es decir, para la fracción pudiente de la humanidad.



3) Las dudosas virtudes del arroz transgénico. Como escribió en estas páginas Silvia Ribeiro, sigue en duda la efectividad del Golden Rice (GR), propiedad de la compañía Syngenta, pues es necesario comer kilos y kilos de este variedad transgénica para alcanzar las dosis diarias de vitamina A que requiere un individuo. Resulta mejor comer zanahorias, espinacas o quelites. Por otra parte, la provitamina del GR se oxida fácilmente, lo que disminuye sustancialmente (hasta 90 por ciento) su riqueza vitamínica (ver: M. Hansen, 2013).



4) Transgénicos, deforestación y calentamiento global. Hacia 2014 un total de 180 millones de hectáreas estaban sembradas con cultivos transgénicos en el mundo. De ese total destacan las 40 millones de hectáreas sembradas de soya transgénica en Sudamérica, superficie algo mayor a Alemania y algo menor a España, en la cual fueron arrasadas selvas, bosques, matorrales con alta biodiversidad para dejar una sola especie. Se trata de la mayor deforestación en el menor tiempo conocida en la historia. Los transgénicos, sembrados, cosechados, transportados y transformados de manera agroindustrial (petroagricultura) contribuyen además al calentamiento global.



5) El glifosato como cancerígeno. Tras décadas de denuncias, finalmente el 20 de marzo de 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) aceptó que el glifosato, el herbicida estrella de Monsanto que acompaña a los transgénicos, es cancerígeno para animales de laboratorio y con pruebas de carcinogenicidad en humanos. Existen cientos de casos documentados de cáncer, abortos espontáneos o malformaciones en poblaciones cercanas a la soya y el maíz transgénico en Sudamérica.

6) Lo que significa comer maíz transgénico. Finalmente no pueden pasarse por alto los experimentos realizados por el científico francés Gilles E. Séralini y su equipo, quien demostró que ratas de laboratorio alimentados por dos años con maíz transgénico NK603 y glifosato generaron tumores cancerosos.



¿Quiénes son entonces los criminales? Como Gregorio Samsa, que en la novela de Kafka se convirtió súbitamente en cucaracha, así los 110 premiados firmantes de la carta se transformaron en obispos, porque se declararon mediante un acto de fe, no a partir de una decisión fincada en evidencias científicas, por la defensa de una tecnología perversa. Esta vez no fue el Papa, sino el mercado el que los hizo adherirse en nombre de un dogma. ¡Que Dios los reciba confesados!



¿Comida o basura? La máquina de generar enfermedad


Silvia Ribeiro*

www.jornada.unam.mx/090716



El sistema alimentario industrial, desde las semillas a los supermercados, es una máquina de enfermar a la gente y al planeta. Está vinculado a las principales enfermedades de la gente y de los animales de cría, es el mayor factor singular de cambio climático y uno de los principales causantes de factores de colapso ambiental global, como la contaminación química y la erosión de suelos, agua y biodiversidad, la disrupción de los ciclos del nitrógeno y del fósforo, vitales para la sobrevivencia de todos los seres vivos.



Según la Organización Mundial de la Salud, 68 por ciento de las causas de muerte en el mundo se deben a enfermedades no trasmisibles. Las principales enfermedades de este tipo, como cardiovasculares, hipertensión, diabetes, obesidad y cáncer de aparato digestivo y órganos asociados, están relacionadas con el consumo de comida industrial.



La producción agrícola industrial y el uso de agrotóxicos que implica (herbicidas, plaguicidas y otros biocidas) es además causa de las enfermedades más frecuentes de trabajadores rurales, sus familias y habitantes de poblaciones cercanas a zonas de siembra industrial, entre ellas insuficiencia renal crónica, intoxicación y envenenamiento por químicos y residuos químicos en el agua, enfermedades de la piel, respiratorias y varios tipos de cáncer.



Según un informe del Panel Internacional de Expertos sobre Sistemas Alimentarios Sustentables (IPES Food) de 2016, de los 7 mil millones de habitantes del mundo, 795 millones sufren hambre, mil 900 millones son obesos y 2 mil millones sufren deficiencias nutricionales (falta de vitaminas, minerales y otros nutrientes). Aunque el informe aclara que en algunos casos las cifras se superponen, de todos modos significa que alrededor de 60 por ciento del planeta tiene hambre o está mal alimentado.



Una cifra absurda e inaceptable, que remite a la injusticia global, más aún por el hecho de que la obesidad, que antiguamente era símbolo de riqueza, es ahora una epidemia entre los pobres. Estamos invadidos de comida que ha perdido importantes porcentajes de contenido alimentario por refinación y procesamiento, de vegetales que debido a la siembra industrial han disminuido su contenido nutricional por el efecto dilución que implica que a mayor volumen de cosecha en la misma superficie se diluyen los nutrientes (http://goo.gl/AIZJjF); de alimentos con cada vez más residuos de agrotóxicos y que contienen muchos otros químicos, como conservadores, saborizantes, texturizantes, colorantes y otros aditivos. Sustancias que al igual que pasó con las llamadas grasas trans que hace algunas décadas se presentaban como saludables y ahora se saben son altamente dañinas, se va develando poco a poco que tienen impactos negativos en la salud.



Al contrario del mito generado por la industria y sus aliados –que mucha gente cree por falta de información– no tenemos porqué tolerar esta situación: el sistema industrial no es necesario para alimentarnos, ni ahora ni en el futuro. Actualmente sólo llega al equivalente de 30 por ciento de la población mundial, aunque usa más de 70 por ciento de la tierra, agua y combustibles que se usan en agricultura (Ver Grupo ETC http://goo.gl/V2r2GN).



El mito se sustenta en los grandes volúmenes de producción por hectárea de los granos producidos industrialmente. Pero aunque resulten grandes cantidades, la cadena industrial de alimentos desperdicia 33 a 40 por ciento de lo que produce. Según la FAO, se desperdician 223 kilogramos de comida por persona por año, equivalentes a mil 400 millones de hectáreas de tierra, 28 por ciento de la tierra agrícola del planeta. Al desperdicio en el campo se suma el de procesamiento, empaques, transportes, venta en supermercados y, finalmente, la comida que se tira en hogares, sobre todo los urbanos y del norte global.



Este proceso de industrialización, uniformización y quimicalización de la agricultura tiene pocas décadas. Su principal impulso fue la llamada Revolución Verde –el uso de semillas híbridas, fertilizantes sintéticos, agrotóxicos y maquinaria– que promovió la Fundación Rockefeller de Estados Unidos, empezando con la hibridación del maíz en México y el arroz en Filipinas, a través de los centros que luego serían el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y el Instituto Internacional de Investigación en Arroz (IRRI). Este paradigma tiene su máxima expresión en los transgénicos.



No fue sólo un cambio tecnológico, fue la herramienta clave para que se pasara de campos descentralizados y diversos, basados fundamentalmente en trabajo campesino y familiar, investigación agronómica pública y sin patentes, empresas pequeñas, medianas y nacionales, a un inmenso mercado industrial mundial –desde 2009 el mayor mercado global– dominado por empresas trasnacionales que devastan suelos y ríos, contaminan las semillas y transportan comida por todo el planeta fuera de estación, para lo cual químicos y combustibles fósiles son imprescindibles.



La agresión no es solamente por el control de mercados e imposición de tecnologías, contra la salud de la gente y la naturaleza. Toda diversidad y acentos locales molestan para la industrialización, por lo que también es un ataque continuo al ser y hacer colectivo y comunitario, a las identidades que entrañan las semillas y comidas locales y diversas, al acto profundamente enraizado en la historia de la humanidad de qué y cómo comer.



Pese a ello, siguen siendo las y los campesinos, pastores y pescadores artesanales, huertas urbanas, las que alimentan a la mayoría de la población mundial. Defenderlos y afirmar la diversidad, producción y alimentación local campesina y agroecológica es también defender la salud y la vida de todos y todo.





*Investigadora del Grupo ETC

«¿Diaconisas? Es más urgente cambiar la estructura piramidal en la comunidad de los fieles».


Entrevista con Antonietta Potente



Pablo Pombo

www.cpalsocial.org/020716



Ante los anuncios sobre el papel de las mujeres en la Iglesia. Reproducimos la entrevista publicada por Vatican Insider a sor Antonietta Potente.


«No está en juego que seamos admitidas o no como diaconisas o sacerdotisas, sino que está en juego, según mi opinión, el cambio estructural en la comunidad de los creyentes. De una pirámide a la circularidad». Y la que piensa así es una mujer. La teóloga moral sor Antonietta Potente es una dominica de 57 años que ahora vive en Turín pero que pasó 18 años en Bolivia, en donde experimentó una forma de vida comunitaria con los campesinos indígenas. Profesora de Teología moral en el Angelicum de Roma, en la Facultad teológica de la Italia Central en Florencia y en la Universidad Católica de Cochabamba (Bolivia), también fue miembro de la Conferencia Latinoamericana de los Religiosos y colabora con el Instituto ecuménico de teología andina de La Paz.

La entrevistamos al margen de la conferencia sobre las mujeres en las Escrituras que pronunció durante la presentación del Informe 2015 de la asociación Orizzonti-Maidan, de la que se ocupan las Misiones de los Camilianos de Turín.

Según su opinión, ¿podrían tener un papel mayor las mujeres en la Iglesia con el magisterio de Papa Francisco?

Admito que Papa Francisco ha dado otra clave de lectura a todo, y que también ha rescatado un poco a las mujeres, que han sido ignoradas durante mucho, mucho tiempo. No digo por siglos, porque creo que en el primer siglo tenían más protagonismo del que tienen hoy. Pero luego caímos en la sombra, no se nos ha dado un sitio en realidad, era más bien como el lugar de Sara, que se queda dentro de la tienda y observa y escucha desde ahí. Yo creo que en este momento, como está sucediendo en relación con otras cuestiones, como las parejas de divorciados que se han vuelto a casar, la cuestión de los homosexuales, las uniones civiles, yo creo que ahí también se está dando algo. Pero lo que sinceramente me inquieta un poco es que, como sea, nosotras las mujeres siempre tenemos que esperar a que los hombres se pongan de acuerdo para decidir si nos admiten o no. Entonces creo que, al final, todavía no se reconoce por completo que desde siglos tenemos nuestras estrategias propias.

¿Qué le parece el debate que se creó alrededor de la posibilidad de estudiar el caso de las diaconisas?

La cuestión de las diaconisas, que son roles, me parece un poco como eso de las «cuotas rosa» de los partidos políticos: a ver cuál partido tiene más mujeres. Lo que se debería hacer es esta presencia alternativa, esta lectura alternativa que nosotras hacemos de la historia desde hace siglos. Y también, un poco, dejarse criticar por las mujeres. Si sigue habiendo mujeres que siempre dan razón a todo, no cambiará nada. Se necesita una crítica verdadera, porque no está en juego que seamos admitidas o no como diaconisas o sacerdotisas, sino que está en juego, según mi opinión, el cambio estructural en la comunidad de los creyentes. De una pirámide a la circularidad, porque, a pesar de Papa Francisco, todavía existe.

También ese clericalismo tantas veces denunciado por el Papa…

No está bien este sentirse pastores que mandan, investidos de algo mucho más grande de lo que es la investidura cotidiana de muchas mujeres y hombres. Y luego creo que si se admitieran las mujeres al sacerdocio habría que admitir también a todos los laicos que ya se reconocen en una vocación de este tipo. No veo cuál sea el problema. Pero si la Iglesia sigue con esta estructura, si las comunidades siguen con esta estructura, me parece difícil. Tanto respecto a las mujeres, a su presencia en el ámbito de la formación o a ejercer determinados ministerios. Creo que el gran obstáculo es esta gran estructura que existe desde hace siglos.

En la relación final del sínodo sobre la familia se lee que «la presencia de los laicos y de las familias, en particular la presencia femenina, en la formación sacerdotal favorece el aprecio por la variedad y la complementariedad de las diferentes vocaciones en la Iglesia». ¿De esta manera podrían encontrar mayores espacios las mujeres en la vida de las comunidades en general?

Sí, por ejemplo en América Latina esto se daba mucho. La mayor parte de los estudiantes en la facultad en la que enseñaba en Bolivia eran seminaristas o religiosos que después habrían sido llamados al sacerdocio. El problema es que probablemente somos pocas voces con respecto a lo que es el resto de la formación. Yo soy muy crítica…

Usted vivió casi 20 años con los campesinos aymaras de Bolivia. ¿Qué pueden aprender los laicos y la Iglesia en general de las mujeres indígenas?

Podrían aprender mucho. Ellas, las mujeres, tienen una gran capacidad estratégica y de existencia. Me parece que se parecen a esas mujeres bíblicas, que en los momentos más desesperados de un pueblo logran encontrar estrategias particulares de vida, de vida concreta, es decir no solo de ideas y de palabras.

Al final de cuentas, las que se ocupan de la economía allá son las mujeres, tanto la economía informal como la economía reconocida. Es cierto que si uno ve superficialmente, en las reuniones comunitarias parece que hablan solo los hombres y que las mujeres no participan. Pero viviendo allí, a mí me pareció lo contrario. Las mujeres tienen una fuerza, y luego no es solo como rol, sino también como pensamiento, porque el pensamiento en la cultura indígena es femenino. No digo femenino excluyente, porque en su cultura hay un equilibrio neto, incluso en el cuidado de la tierra.


El infierno de los miskitos


Wilfredo Miranda Aburto - Confidencial

www.cpalsocial.org/110716



Colonos invaden territorios, secuestran y matan a los miskitos. CIDH ordenó medidas cautelares de urgencia para proteger a esta comunidad indígena en Honduras y Nicaragua, pero la presencia del Estado es inexistente. Reproducimos por su interés este artículo original de Confidencial.



Amalia Ralf tiene 172 días sin saber si su marido está vivo o muerto. Francisco Josep atendía su plantío de frijoles cuando fue secuestrado el pasado 17 de diciembre. Ralf salió apresurada de su casa al escuchar gritos.

Eran los comunitarios que pudieron escapar de los colonos. Ella buscaba a su marido entre los que bajaban despavoridos de la montaña. Pero Josep, un hombre con un pequeño bigote de chivo, gorra y de mirada absorta (según el retrato que nos enseña Ralf una mañana de mayo en la comunidad de Esperanza, a la vera del Río Wawa y cerca de Waspam, en el Caribe Norte de Nicaragua), no alcanzó a huir.

– Desde que lo secuestraron, tenemos entendido que lo tienen amarrado… lo torturaron un día entero – dice Ralf.

Un crucifijo de oro laminado cuelga sobre la camisa negra de esta mujer indígena. Su mirada se posa tristemente sobre la tumba de Rey Müller, otro líder indígena asesinado ese mismo día a causa de la violencia que azota a estas comunidades enclavadas en el Caribe Norte de Nicaragua.

La colonización provocada por mestizos del Pacífico y centro del país para destruir los bosques, sembrar y vender las tierras ha dejado 28 muertos, 18 secuestrados, decenas de heridos (la mayoría de gravedad) y 3 desaparecidos, entre ellos Josep, según estadísticas de organizaciones de derechos humanos.

­– Personas allegadas nos dicen que ya lo mataron –suelta Ralf tras tomar un respiro. Sus ojos se anegan de lágrimas, pero esta miskita y pastora morava logra contener las gotas saladas para que no caigan sobre los pronunciados pómulos. Lo que más le duele es que si en realidad Josep fue asesinado, no pudo enterrarlo como se lo merecía. Ralf vuelve la vista hacia la tumba de Müller. El sepulcro, hecho de piedra y cemento, está en el centro de la comunidad de Esperanza. No tiene lápida, pero todos saben quién yace ahí. Es un recordatorio de ese 17 de diciembre, cuando los colonos irrumpieron en el poblado a punta de balazos tras los secuestros, pero también es un tormento para Ralf: Le arrebataron a su amor en vida y, parece, que también hasta en la muerte.

Josep fue atrapado por los colonos junto a Valerio Mirgildo y otro indígena conocido como Ata, de acuerdo a las medidas cautelares número 505-15 emitidas con carácter de urgencia por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en enero de 2016 ante el desborde de la violencia en las comunidades. Confidencial visitó las comunidades más diezmadas: Esperanza (donde estamos ahora), Wisconsin, Santa Clara y Francia Sirpi en el territorio Wangki Twi-Tasba Raya, y otras localizadas sobre el curso del río Coco.

La mañana que llegamos a Esperanza la bruma todavía estaba anclada a las copas de los árboles y de los cocoteros. Atrás dejamos un bosque de pinos que rodea el territorio de Tasba Raya. El trino de los pájaros, el chillido de los cerdos, el canto de los gallos y el chirrido de los grillos despabilaba la mañana. Ponciano Zamora agregó otro sonido al ambiente al simular con su boca el tableteo de las armas automáticas de los colonos abriendo fuego. Nos mostró la casa donde fue abatido Müller, cerca de la tumba donde, minutos después, Ralf contaría parte de su zozobra.

Zamora es joven. Fornido. Y profesor. Ha cambiado las tizas y los borradores por el arma artesanal que lleva al cinto. Después que Daniel Ortega entregó los títulos de propiedad en 2006, solo tenemos entendido que invadieron los colonos, personas que no son indígenas – sostiene Zamora.
Lo que recuerda el profesor de primaria es cuando el comandante Ortega, reestrenando la presidencia de la República, inició la titulación de los 23 territorios indígenas que existen en la Costa Caribe. De esa manera, el caudillo sandinista cumplía con la penúltima etapa que establece la Ley de Régimen de Propiedad Comunal. La ley 445 fue aprobada en enero de 2003 y, desde entonces, las autoridades indígenas han ido efectuando los pasos del proceso de demarcación y titulación de los territorios. Sin embargo, la etapa más clave, y que corresponde al Estado de Nicaragua, no ha sido impulsada.

La primera etapa fue la “presentación de solicitud”, la segunda “solución de conflicto”, la tercera “medición y amojonamiento”, la cuarta “titulación”, y la quinta la de “saneamiento”. El incumplimiento de la última es otro factor que ha propiciado la invasión de colonos.

Sanear implica expulsar a “terceros” de las tierras ancestrales. Es una tarea difícil ante la cantidad de mestizos que habitan y explotan estas tierras, y también algunas reservas naturales protegidas. La comunidad de Awas Tingni es un referente cuando se habla de la colonización en la Costa. En los años 90, el gobierno de Arnoldo Alemán concedió a la empresa surcoreana SOLCARSA una concesión para explotar madera. Los indígenas lograron que la CIDH reconociera que el Estado había violado sus derechos. El organismo de la Organización de Estados Americanos (OEA) obligó a Nicaragua a ordenar los territorios. Pero el mandato está lejos de ser cumplido.

Invasión sin freno

La presidenta de la organización CEJUDHCAN, Lottie Cunningham, realizó un diagnóstico sobre Awas Tingni. En 2004 encontró 44 familias de colonos. En 2012, el número fue de 475. En 2015 la cifra aumentó de manera notable.

“Hay otros institutos de universidades sobre el mismo territorio que reflejan más de 800 familias en la actualidad. Y existen 23 territorios en la costa”, dimensiona Cunningham. Ella es una persona conocida en las comunidades al ser miskita. Es al CEJUDHCAN donde recurren los indígenas que son atacados. La organización lleva una lista detallada de los heridos, muertos, secuestrados y desaparecidos. En ella encontramos a Ana Lampson, quien en su mano derecha tiene la herida provocada por un machetazo. Los colonos la secuestraron junto a su hijo y su marido.

“Me hirieron porque hablaba en miskito con mi esposo. Ambos estábamos amarrados”, recuerda Lampson. La mujer irradia tristeza. Habla cabizbaja mientras se soba la herida cicatrizada, como si aún le doliera. Una noche, sus captores la soltaron junto a su pequeño. Antes, le dieron un mensaje escrito en un papel para llevar a los líderes de la comunidad.

“Si quieren a estos hombres, vengan a rescatarlos”, decía el papel. Los colonos acostumbran a dejar mensajes a los comunitarios. El enviado a la comunidad de Santa Clara rezaba: “Vamos a matar con mucho valor, nosotros somos españoles y ustedes son moscos”.

Los miskitos llaman a los no indígenas “españoles”. Los primeros conflictos entre indígenas y mestizos datan de los tiempos de Somoza, cuando hubo explotación indebida de madera en la Costa Caribe. Después devendría el conflicto armado hasta 1990, que mantuvo “congelada” la frontera agrícola. Esta es la tesis de Gilles Bataillon, un sociólogo francés que lleva desde los noventa estudiando los conflictos de esta región.

Bataillon suele entrevistar por horas a miskitos para luego escribir análisis en publicaciones académicas y periodísticas de largo aliento en países como Francia y México. El desarme de los noventa produjo desmovilizados de todos los bandos de esa guerra fratricida.

“La Contra, los del Ejército Popular Sandinista recibieron tierras cuando fueron desmovilizados. A los desarmados de YATAMA también le dieron 50 manzanas por cabeza”, explica Bataillon en la ciudad de Puerto Cabezas.

El expresidente Arnoldo Alemán fue el primero que apoyó la invasión de colonos a territorios indígenas. El caudillo liberal tomó esa decisión para quitarse de encima la presión de campesinos que exigen tierras, y el hecho de ganar capital político en la zona. Las invasiones continuarían durante el gobierno de Enrique Bolaños y Daniel Ortega.

“Si unos son sandinistas y otros liberales, todos coinciden en esta vieja visión de que los indígenas de la Costa no valoran el potencial de desarrollo de la zona, y por eso hay que explotar las riquezas naturales”, sostiene el sociólogo Bataillon.

Dos formas de vida opuestas

Esta situación produce un choque de visiones. Los indígenas viven en armonía con la naturaleza: no destruyen el bosque, su agricultura no es feroz y cazan y pescan para subsistir. En cambio, el colono cuando compra o invade la tierra, despala y vende la madera preciosa, siembra hasta que la tierra no da más, y al final la vuelve potrero. En toda esa cadena, primero llegan los madereros, luego los agricultores y, por último, los ganaderos. Además, hay varias concesiones mineras en las zonas.

Cuando dejamos Esperanza y nos dirigimos a la comunidad de Wisconsin mediante una estrecha trocha, vemos cientos de tablones de madera a la orilla del camino. Son los colonos. Saquean el bosque. Los comunitarios afirman que ya no es posible encontrar madera preciosa en estas comunidades, como la caoba, una especie muy cotizada por las mafias madereras. El paso de los invasores también ha contaminado los riachuelos que las indígenas utilizan para saciar la sed.

Historias de horror

Los comunitarios de Wisconsin están hartos. Nos reciben armados hasta los dientes. Las pistolas y escopetas son rústicas. Están hechas de madera tallada a mano y tubos galvanizados. En diciembre de 2015 sostuvieron uno de los enfrentamientos más duros con los colonos. La anciana Leonarda Mercado Benítez recuerda con horror cómo su casa fue atravesada por las balas.

– Mire este barril, mire la cocina, mire las paredes– dice la anciana mientras recorre la casa a paso lento, señalando cada hueco que dejaron los proyectiles. Es una vivienda pequeña, con pocas sillas, apenas una mesa para comer, y catres. La luz que se filtra por las ventanas alumbra el único cuadro colgado en la vivienda de tabla. Es el salmo 27:4: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida”. La escopeta tampoco perdonó a Jehová.
– Me metí debajo de este colchón. Me salvó la vida– relata Mercado Benítez. Reconstruye los movimientos que con su viejo cuerpo hizo durante el ataque. Mueve el colchón (que es una de las inversiones más caras de la casa: un Deluxe) y busca protección tras él. Se encoge en posición fetal y aprieta sus arrugados párpados… Así se salvó. De milagro. Cuando salió del refugio, la casa estaba llena de humo. Al salir, vio a los indígenas aún en posición de ataque.

Edmundo Morales Peralta estaba herido, pero no se daba cuenta. Fue cuando sintió la sangre hirviendo correr por su pierna que el dolor lo acuchilló en la parte posterior de su muslo, muy cerca del trasero. Julián Thomas se ríe de Morales Peralta porque le da pena bajarse el pantalón y enseñar las heridas.

­–Yo perdí mi dedo en ese enfrentamiento– muestra Thomas la mano incompleta. Pone el arma a un lado y alza la extremidad hacia el sol, como para que todos vean el daño con claridad.

–Los colonos tienen buenas armas, solo AK. Su plan es desaparecernos como indígenas– interrumpe Omar Castellano Ortiz, el indígena armado más joven, que está sentado sobre una piedra y carga la escopeta en las piernas. Actualmente no vamos a las plantaciones y eso crea hambruna en las comunidades.

Rufino Rosales ha bajado de la casa de tambo de la Mercado Benítez. La ayudó a acomodarse en una silla en el vano de la puerta.

–¿Cómo la ve? 75 años tiene esa abuela– dice Rosales, uno de los pocos que hablan español en Wisconsin. La mirada de la anciana está perdida en el horizonte, allá por donde se ve la iglesia morava, las montañas y el sol indomable de mediodía.
– El gobierno tiene unas políticas de solo dar dos o tres cinco láminas y buscan cédulas, cédulas… y después le dan zinc y chanchito, pero el gobierno nos está afectando con el saneamiento –lamenta Rosales.

En los talleres que el CEJUDHCAN ofrece a los indígenas sanear los territorios es definido como tener libertad y proteger los recursos naturales. Para la presidenta de esta organización, Lottie Cunningham, si el proceso hubiese sido implementado desde el 2008 la invasión no alcanzaría estos niveles que provocan tensión en los territorios ancestrales. “Como nunca resolvieron el problema, ahora la gente dice, no hay sanción entonces nos metemos”, dice Cunningham.

Constantino Romel, presidente del gobierno territorial de Tasba Raya, ha buscado fondos ante la Comisión Nacional de Demarcación y Titulación CONADETI para realizar el saneamiento. Sin embargo, dijo que los recursos le fueron negados pese a que la ley los contempla. Romel ha realizado un saneamiento en el territorio que gobierna, pero ha suspendido la labor porque los colonos atacaron a quienes levantaban la información en el terreno. En septiembre de 2015 Romel fue emboscado y atacado con armas de fuego. Le perforaron los pulmones. La Policía Nacional y el Ejército de Nicaragua asumieron la autoría de los que dispararon, pero aseguraron que la camioneta en la que viajaba Romel desatendió la señal de alto.

En la comunidad de Santa Clara encontramos a Diógenes Molina, miembro del Consejo de Ancianos, sentado bajo un frondoso árbol que da sombra. Él se queja del saneamiento y de que los colonos asesinaron a dos hombres el 3 de septiembre de 2015, a eso de las 4:30 de la mañana. “Aquí nadie, ningún funcionario ha venido al territorio de Tasba Raya a realizar saneamiento”, se queja Molina por medio de un español que le cuesta expresar.

Santa Clara es una comunidad cuyo centro lo ocupa un enorme predio rodeado de casas. En la casa comunal hay dos tumbas: la de Benito Francisco y la de Rosmeldo Solorzano.

En Francia Sirpi (en español Francia Pequeña) los comunitarios se congregan en una escuela sin puertas, con las paredes desquebrajadas y los hierros retorcidos. Los encargados del saneamiento tampoco han sido vistos por aquí. Rodoy Ernesto Austin lo puede jurar. Tal vez, si el saneamiento de las tierras fuese efectivo, hoy no estuviera acomodándose la prótesis de una pierna de plástico, que tanto le estorba al muñón de la pierna mutilada.

Son 26 años los que carga Rodoy en esas muletas que apoya en un pupitre esquelético. Fue el 9 de diciembre de 2015 que los colonos lo emboscaron. Le dispararon y cayó desmayado. Cuando despertó, estaba en el hospital de Puerto Cabezas. Movió sus piernas, pero la derecha ya no estaba allí.

“Los cambios en mi vida han sido terribles, porque mi preocupación ha sido mi familia. Tengo hijos pequeños, tengo mujer, y con esta situación no voy a mis plantaciones. Eso me ha afectado mucho porque no tengo apoyo de nadie”, dice el joven.

En la Francia Pequeña también hay mutilados. Las víctimas, una tras otra, buscan la cámara con desesperación para narrar sin palabras su drama. Basta enseñar la mano partida a la mitad por el machete, los charnelazos en la espalda, el pómulo deformado… Heridas muchas que sanan solas, sin intervención médica. Varios de estos hombres han denunciado las agresiones a la Policía Nacional, pero a esta comunidad no ha venido ningún oficial a levantar las denuncias.

En Wisconsin, Santa Clara, Francia Sirpi y Esperanza hay un compendio de salvajismo, crueldad y abandono. Los indígenas quieren atención del Estado de Nicaragua porque, como Amalia Ralf, también extrañan a los familiares que mueren o desaparecen, y sufren por los heridos y mutilados.

Personalmente, Ralf quiere poner fin a esa zozobra dolorosa de 172 días sin saber el destino de su esposo, Francisco Josep. Y porque lo ama. Porque los colonos le han quitado al hombre con quien ha compartido la mayoría de su vida a través de las pequeñas cosas: dividir el pescado del río Wawa, alegrarse por la cosecha de frijol y racionarla en tiempos duros, buscar su mano en el catre cuando el sol se asoma por la ventana y el gallo canta. La violencia ha herido la esperanza de los indígenas. Por eso muchos han huido de las comunidades, para salvar el pellejo de la familia. Las casas clausuradas en Tasba Raya son el testigo tácito del éxodo que los indígenas del Caribe de Nicaragua vuelven a reeditar.