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Cincuenta años de la Compañía de Jesús entre los Guaraní


Cincuenta años de la Compañía de Jesús entre los Guaraní
www.cpalsocial.com/070915

La Compañía de Jesús restaurada, retornó al Chaco boliviano en 1964. En tiempos de la colonia había tenido misiones con los guaraní, de poca duración, en las comunidades de Pirití, Saipurú y alguna más. En aquella época, nuestros compañeros no fueron recibidos, pues este pueblo se caracterizaba por ser muy independiente y guerrero y por esta razón no fue dominado por el Imperio Inca ni tampoco por los ejércitos de los colonizadores.

 

La actual Parroquia del Arcángel San Miguel de Charagua es la más extensa de Bolivia, con unos 74.000 kms cuadrados de extensión pero muy poco poblada. Según el censo del 2012, su población no pasa de los 35.000 habitantes, de los cuales el 73% son de origen guaraní. El resto está compuesto por gente criolla, por bolivianos de otras regiones del país y por unos dos mil Menonitas.

 

Desde 1964 la Compañía desarrolla su apostolado en el área pastoral atendiendo a la parroquia, y en la área social para la que creó dos instituciones: El Centro de Investigación y promoción social (CIPCA), dedicado a la formación, al mejoramiento de la producción agropecuaria y al fortalecimiento de la organización de las comunidades guaraní.

 

El fruto más importante de este trabajo ha sido la creación de la APG, Asamblea del Pueblo Guaraní que integra a las comunidades del sur del país y que defiende los derechos de los guaraní ante las autoridades nacionales. El otro centro es Arakuaarenda dedicado a la formación de jóvenes en temas de liderazgo y de tecnologías.

 

Actualmente CIPCA y Arakuaarenda están desarrollando una campaña para la aprobación y puesta en funcionamiento del estatuto que constituye al municipio de Charagua en el Gobierno Autonómico Indígena Guaraní Iyambae. Cuando se obtenga la aprobación del estatuto en el referéndum del 20 de septiembre, las comunidades guaraní podrán tomar decisiones y organizar el gobierno de acuerdo a su cultura. En temas de salud y educación los programas podrán basarse desde su modo de ser, con el apoyo de los conocimientos occidentales. El proceso para el establecimiento de este gobierno autonómico con el ejercicio de sus competencias, necesariamente tomará tiempo.

 

El P. Gabriel Siquier dedicó cuarenta años a la evangelización del pueblo guaraní tratando de llegar a la elaboración de una teología guaraní. Para ello, además de dominar el idioma y de adentrarse en su cultura, trató de sistematizar su religiosidad y a partir de allí plantear la nueva evangelización con este pueblo. Fue un desafío enorme para él y lo es también para la actual comunidad de jesuitas que atendemos esta parroquia.

 

El primer desafío es llegar al corazón de un pueblo que se reconoce como Iyambae: libre, independiente, sin dueño. Identificado con su ñandereko, su modo de ser, que difícilmente acepta otro diferente al suyo.

 

El P. Víctor Codina recoge de los escritos de Gabriel Siquier, los elementos de la teología guaraní. “Ñenderu Tumpa, es el Padre de todos los seres humanos, principio de todos los poderes buenos… es providente, nos quiere con todo su hígado (centro de la afectividad guaraní), es el principio de la Palabra fundamental, Palabra que para el guaraní es todo. Ñenderu Tumpa es el que nos aconseja, nos cuida, nos defiende, nos corrige, nadie se iguala a su poder. Es el principio del bien.”


No hay, en su percepción, ninguna diferencia substancial con el Dios que los agentes pastorales cristianos presentamos. Consideran que nada tienen que aprender de una nueva religión.

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El modo tradicional de la pastoral parroquial ha sido la celebración de los sacramentos y las catequesis preparatorias correspondientes. El guaraní no valora los ritos.

 

El modo de ser guaraní (Ñandereko) es la cultura de la Palabra. Lo principal de la persona es el peso de la Palabra, palabra pronunciada, que tiene más valor que lo acordado en un papel escrito. La Palabra es dinámica, tiene fuerza. La evangelización supone muchas y muy largas horas de conversación a la sombra de un cupesí o al calor de la fogata.

 

Las responsabilidades de nuestra comunidad de jesuitas, con un buen equipo de laicos, se hace complicada por la relación frecuentemente tensa entre la población guaraní y los “karai”, población criolla, que hasta hace poco eran los que detentaban el poder político y que se habían hecho con la propiedad de las tierras. Esta parte de la población es la que se acerca más a las celebraciones de los sacramentos, en general y a la Eucaristía en particular. Son también los que más manifiestan su disconformidad con nuestra pastoral social.

 

Estos desafíos los tratamos de asumir en coordinación con las otras parroquias atendidas por compañeros jesuitas, especialmente las que están en el oriente del país. En el horizonte de posibilidades vemos que sería muy bueno intercambiar y coordinar visiones y planes con los compañeros jesuitas que trabajan con los guaraní en Paraguay y en Argentina.

 

La teología del papa Francisco


La teología del papa Francisco
José María Castillo
www.adital.com.br/290915

En 24 de Septiembre de 2015, por primera vez en la historia, un papa de Roma pronunció un discurso, en el Capitolio de Washington, dirigiéndose a los congresistas de la primera potencia mundial. Jorge Mario Bergoglio no se anduvo por las ramas. Y fue derecho a los asuntos que más directamente afectan a la enorme mayoría de los habitantes del planeta. Aunque bien sabemos que algunos de los temas, que allí planteó Francisco, no son precisamente los que mejor suenan en los oídos de muchos de los legisladores que allí escucharon al Papa.

 

"Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, no puede ser esclava de la economía y de las finanzas”, dijo el obispo de Roma ante un Congreso en el que la mayoría de sus miembros son millonarios al servicio de los intereses turbios e inconfesables de los mercados. Si a esto sumamos la condena inapelable del tráfico de armamentos, de las guerras, el pronunciamiento en contra de la pena de muerte, y la solidaridad con los pobres de este mundo, todo esto debió sonar en el Congreso de Estados Unidos como, hace años, sonaron en toda América los discursos proféticos de Martin Luther King.

 

Dicho esto, vengo a lo que quiero destacar en esta reflexión. ¿Qué teología maneja el papa Bergoglio? Esta pregunta es comprensible. Porque, como es sabido, son muchos los que, en los ambientes eclesiásticos, echan de menos la sapiencia teológica que manejaba el papa anterior, Benedicto XVI. Cuya presencia distinguida y su lenguaje cuidado de sabio alemán contrastan con la imprevisible y – para algunos – desgarbada figura de Francisco. Del que ya ha quedado patente para todo el mundo que se maneja mejor entre la gente sencilla de la calle que entre distinguidos y selectos estudiosos de los más refinados saberes.

 

¿Es por esto Francisco menos teólogo que Ratzinger? No lo es menos. Ni tampoco lo es más. Es distinto. Aquí vendrá bien recordar que, en el Nuevo Testamento, se advierte que hay dos formas de hacer teología. Está, por una parte, la "teología especulativa”, de Pablo. Y está, en otro contexto, la "teología narrativa” de los evangelios. O sea, la especulación ideológica, más propia de la cultura helenista (propia de Pablo), y el relato histórico, característico de la tradición bíblica.

 

¿No se podría decir que Ratzinger ser mueve como pez en el agua manejando la teología especulativa, mientras que Bergoglio se encuentra en su ambiente cuando desciende de las alturas, de la especulación del "ser”, a lo concreto y tangible del "acontecer”?

 

Es evidente que el pensamiento especulativo seduce a determinadas mentalidades por su profundidad y su capacidad analítica. Pero no es menos cierto que, a la hora de la verdad, lo que decide la felicidad o la desgracia de la gente no es la profundidad de la cabeza pensante, sino la evidencia patente de lo que sucede, lo que nos pasa cada día, lo que nos hace felices o desdichados.

 

Lo que ha sucedido en la Iglesia es que, con el paso del tiempo, cuando la teología quedó sistematizada y se organizó en tratados (lo que todavía se sigue estudiando en los seminarios y enseñando en los catecismos), la teología especulativa de Pablo resultó más determinante que la teología narrativa de los evangelios. Y así – por poner un ejemplo -, a la gente se le enseña más la "religión de redención”, que predicó Pablo (G. Bornkamm), y se le enseña quizá menos la "memoria peligrosa y subversiva” (J. B. Metz) de Jesús.

 

Por suerte, el papa Francisco no se cansa de repetir que tenemos que recuperar el Evangelio, que tenemos que leerlo, meditarlo, entenderlo, llevarlo en el bolsillo. Si no hacemos esto, y si esto no se hace vida en nosotros, caemos sin más remedio en el cristianismo de la mentira y el engaño.

 

Lo diré con claridad y en pocas palabras. Si Francisco se queda en la especulación de los pensadores teológicos más excelsos, es seguro que hoy no se comentaría en casi todos los medios de comunicación lo que los congresistas de USA han tenido que escuchar allí, en su grandioso Capitolio. Si lo han tenido que oír, sin duda alguna es porque el Papa que tenemos lleva consigo, incorporado en su vida, el "recuerdo peligroso” de Jesús.

 

Por eso ha tirado de la "parresía” necesaria, para decirles en su cara, a los hombres más poderosos del mundo, que tienen que organizar las cosas de otra manera.

 

No se puede soportar que unos pocos naden en todas las abundancias, al tiempo que la inmensa mayoría de la humanidad se ahoga, se muere, entre gritos de desesperación.

 

"Un porcentaje de la Curia actúa clandestinamente en contra de Francisco"


"Un porcentaje de la Curia actúa clandestinamente en contra de Francisco"
Entrevista a José M. Castillo S.
www.religiondigital.com/170915

 

(Jesús Bastante).- José María Castillo, teólogo, amigo y colaborador de RD, viene siempre a Madrid por estas fechas para participar en el Congreso de Teología de la Juan XXIII. Hoy viene a presentarnos La religión de Jesús (Desclée), y vamos a aprovechar a conversar sobre el mal uso de la religión al que se está enfrentando el Papa actual. Lo llamativo de Francisco es que está cambiando el "no" categórico por el "ven" comprensivo. Pero, como dice José Mª Castillo, "no todo lo que dice el Papa es dogma de fe". Su poder está limitado por el Evangelio. Y, precisamente, ahí es donde quiere volver: a la libertad y la alegría de Jesús.

 

¿Tienes ilusión por este nuevo congreso?

 

Por supuesto. Yo fui de los fundadores, de los que propusieron estos congresos que se vienen celebrando desde hace treinta y cinco años, sin parar. Un congreso de Teología que perdura durante esos años es un caso diría que único, no sé. No es frecuente. Este ámbito del saber tiene una singularidad y se ha mantenido fiel a la orientación que tuvo desde el primer momento.

 

Este año tiene un tema muy actual. Trata de las religiones y la violencia. Últimamente estamos viendo cómo, utilizando mal el nombre de Dios o de Alá, hay gente que está masacrando a decenas de miles de personas, muchas de las cuales están viniendo como refugiadas a las puertas de Europa. Esto comporta otro desafío que no sé yo cómo estamos afrontando.

 

Es un punto de vista que importa destacar: es mucha la gente que no cae en la cuenta de que la raíz de todo el enorme problema que tenemos con los refugiados y las gentes que tienen que vivir en unas circunstancias extremas -a muchas de las cuales les está costando la vida: perder su nacionalidad, todo derecho, toda legalidad y dignidad...- es la religión. Un mal uso de la religión. Pero es que la religión, tal y como está pensada y practicada en muchos casos, se presta precisamente a este tipo de violencias.

 

La violencia se ha dado en las religiones de todos los tiempos e instituciones...

De una manera o de otra, desde que nacieron cada una de ellas. La religión nació como un camino de salvación, esperanza, de futuro, de entendimiento entre las personas y de las personas con Dios... Pero al mismo tiempo también nació como una institución de violencia y de enfrentamiento que ha sido origen de indecibles conflictos que no se deberían repetir jamás.

 

Antes de continuar con estas cuestiones, vamos a presentar tu nuevo libro, que se presenta a sí mismo con la bellísima imagen de su portada. La religión de Jesús es el comentario al Evangelio diario del ciclo C -el que arranca en adviento de este año-, publicado como siempre por Desclée pero con bastantes novedades. Es un libro más grande, con una letra más accesible a personas mayores y con unos comentarios más extensos...

 

Sí. Precisamente respondiendo a la demanda de muchas personas que tenían dificultades para manejar el libro de bolsillo que se venía publicando desde hace siete años -ya he hecho los comentarios ocho años: dos ciclos y, el año que viene, ya tres...-, lo hemos sacado. Mucha gente pedía un modelo más grande, fácilmente legible, y eso es lo que se ha pretendido este año, haciendo la editorial un notable sacrificio.

 

Nuestro amigo Manuel Guerrero, magnífico editor.

 

Magnífico, sí.

 

En La religión de Jesús hay textos para leer cada día. Para reflexionar y comentar. Lo que aparece justo antes de la introducción es sumamente llamativo para lo que está sucediendo en este momento: tú le dedicas el libro al Papa Francisco, con "gratitud y admiración por el bien que está haciendo a la Iglesia y al mundo mediante su fidelidad al Evangelio".

 

¿Por qué te decides a dedicarle el libro al Papa?

 

Porque creo que es una realidad en la que coincidimos, no ya los católicos sino la gran mayoría de los ciudadanos del ancho mundo, la de que este hombre, por una serie de circunstancias concretas, es una persona que está representando un corte y una innovación determinantes, que no van a tener vuelta a atrás.

 

Muy convencido te veo de que no va a tener vuelta atrás en la historia del papado...

 

Sí, porque me parece que lo distintivo de este Papa, a mi manera de ver, es precisamente su insistente voluntad, su machaconería en el tema de ser fieles al Evangelio. No sólo el predicarlo sino, antes de eso, vivirlo. En cuanto a los papados más recientes, con esto él está innovando sorprendentemente, consiguiendo interesar a unos, apasionar a otros, y a no pocos, también, indignar.

 

No nos hemos reunido para contar aquí historias interminables, pero es cierto que este hombre ha emprendido un camino que a primera vista no es doctrinal (aunque en el fondo hay un pensamiento muy profundo), y eso es nuevo: se mete por los ojos y todo el mundo lo palpa. Es un hombre cercano a la gente, sencillo, humilde y con una sensibilidad notable a todo lo que sea sufrimiento humano. Yo diría que es un hombre en el que destaca una llamativa humanidad.

 

A mí me recuerda mucho al pasaje de la samaritana, en el que Jesús está más preocupado por acompañarla, acogerla, estar a su lado... (como cuando entiende a la adúltera), que de condenarla. Venimos de una Iglesia-institución en la que el dogma ha consistido en prohibir. Con este Papa parece que lo que está a la orden del día es el cuidado: estamos cambiando el "no" por un "ven".

 

Efectivamente. Por eso me parece que es importante insistir en que esto no es una cuestión meramente de espiritualidad, aunque tampoco es meramente ética. Hay una visión teológica bastante más profunda de lo que algunos se pueden imaginar y, sintetizándolo en pocas palabras, yo creo que todo se reduce a que hay dos maneras de entender nuestra relación con Dios: como una relación de sumisión o entendiéndola como una relación de sensibilidad ante todo lo que sea sufrimiento humano.

 

El sometimiento y la sumisión son lo que las religiones han predicado desde siempre pero, evidentemente, la sensibilidad ante el sufrimiento humano es lo que enseñó Jesús. Jesús antepuso la sensibilidad ante el dolor humano al sometimiento a la ley o a la torá del judaísmo de entonces (y el de ahora).

 

Son dos maneras de entender a Dios, la religión, la espiritualidad, la ética y la vida, patente en la famosa parábola del hijo pródigo. Aquel padre tenía dos hijos. Uno entendía que la buena relación con el padre era obedecerle y hacer lo que él decía cada día. Pero lo que la parábola propone es que el vínculo sea la sensibilidad: la sensibilidad entre el padre y el hijo. Evidentemente, el que al final de la parábola queda mal no es el desgraciado, sino el obediente. Porque acaba siendo el que se queja: después de trabajar del día a la noche no le han dado ni un cabrito para irse de merienda con los amigos.

 

Pero la emoción del padre imaginando el regreso del hijo...

 

Claro, consiste en eso: cuando el pródigo viene con el discurso preparado para pedir clemencia, el padre no le deja ni hablar. No le pregunta por qué se metió en eso. Nada de nada. Lo único que hace es abrazarlo, comérselo a besos, vestirlo de nuevo con lujos y organizarle un festín fantástico, hasta con música en directo, porque entonces no había Cds.

 

Hay una admiración mayoritaria al Papa, pero también una minoría que se asemeja más al hermano mayor que achaca al padre que se preocupe más de los de fuera, del que regresa, y no de él que nunca le ha traicionado y siempre ha cumplido las normas. ¿Hay mucha oposición al Papa desde dentro?

 

Más de lo que mucha gente se imagina. Yo no es que sea un conocedor profundo de las intimidades del Vaticano, pero no hay que estar, tampoco, ni ciego ni sordo en esta vida: se sabe que hay un porcentaje que supera el 50% de gentes de la Curia que, de una manera o de otra, por un motivo o por otro, sin decirlo abiertamente, actúan bajo cuerda en su contra. Hace poco se ha publicado un libro que lo explica. Dudan del Papa.

 

El grupo de los once cardenales, entre ellos Rouco...

 

Claro, que cuestionan ciertas medidas que ha adoptado son secretos a voces. Conocemos los nombres de las personas, los intentos de manipulación... Insisto: detrás de esto hay dos maneras de entender a Dios. Los que se relacionan con un Dios de poder a través de la sumisión, se dicen a sí mismos que, como representan a Dios en este mundo, también pueden y deben exigir sumisión.

 

...aunque, siguiendo su propia tesis, deberían ellos someterse al líder máximo de la Iglesia Católica. Los que creen en la obediencia creen en la cúspide a la que han de obedecer...

Ellos echan mano de un argumento fácil: yo soy el que entiendo de fidelidad a Dios, o sea que lo que yo digo es lo que importa, ya que, a fin de cuentas, nadie a visto a Dios, como dice el Evangelio de Juan. El que nos ha revelado, en definitiva, a Dios, ha sido Jesús. Por tanto, no se trata tanto de reproducir una representación de Dios, sino de seguir el camino que Jesús elaboró. Por este motivo, en este libro, que tiene muchas limitaciones, está la insistencia de esto que digo: a Dios lo encontramos pareciéndonos a lo que hizo Jesús. Jesús fue desobediente a la religión, entró en conflicto con ella tan seriamente que la religión llegó un momento en que dijo "este tío y nosotros somos incompatibles". Y por eso lo mataron.

 

Claro. Dices que hay un porcentaje poderoso de la Curia en su contra, pero a la vez estás convencido de que las reformas de Francisco no tienen marcha atrás. ¿Va a poder superar esas dificultades e imponer su modo de entender la Iglesia y el Evangelio en el mundo de hoy?

 

El Papa tiene, en este momento, las debilidades y limitaciones que tiene cualquier humano. Va a envejecer, irá enfermando y, cuando le llegue su hora, se va a morir como nos morimos todos. Esto es incuestionable. Pero el Papa tiene una capacidad particular: la de haber sintonizado con la opinión pública mundial. Ahí se ha creado una conexión que, al que venga detrás, le va a costar hacer desaparecer si quiere echar por otro camino.

 

Eso se decía también en tiempos de Juan XXIII y, aunque es evidente que muchas cosas cambiaron, al final la Iglesia de después volvió a parecerse un poco a la de antes del Concilio.

 

Es legítimo tener ese miedo, porque no hay duda de que en la historia del Papado ha habido altibajos y retrocesos. Pero lo cierto es que, me parece, debería quedar claro que en la Iglesia no se ha hecho todavía a fondo una teología del poder religioso. Está por hacer una teología del poder. Se habla de autoridad, potestad, términos del derecho romano y de la Alta Edad Media.

 

Creo que en este momento es muy importante tener en cuenta que el Papa no tiene potestad para hacer lo que a él se le antoje. Es más, se habla de la infalibilidad del Papa tal como se formuló la definición dogmática del Concilio Vaticano I: su potestad es la misma que tiene la Iglesia, no es la suya impuesta a la Iglesia. Matizar eso hasta el final es lo complejo.

 

Teniendo en cuenta, también, las circunstancias históricas en las que se planteó aquella infalibilidad: había conflictos con el Estado italiano (pérdida de territorios, etc)...

 

Por ejemplo, cuando Pío XII definió la asunción, que es la última definición dogmática de la Iglesia...

 

...en verdad son muy pocos los dogmas irrevocables que existen.

 

Hay gente que piensa que todo lo que dice el catecismo es dogma de fe, y no. Tenemos que instruirnos un poco, hablamos sin saber de qué. Por eso quiero insistir en una cuestión que me parece capital. El gobierno de la Iglesia está vinculado a dos cosas que no se pueden tocar: primero y ante todo al Evangelio, por tanto la Iglesia no tiene potestad para actuar en contra de él.

 

Pero hay normas centenarias que están en vigor en la Iglesia desde hace muchísimo tiempo que han ido en contra de una lectura sincera del Evangelio...

 

Claro: de su lectura social. Por eso: la Iglesia no tiene poder para actuar en contra del Evangelio. Tampoco para lo bueno. Las interpretaciones que de facto son una anulación de cosas que quedaron muy claras en el Evangelio, no pueden hacerse. Ni un obispo ni el Papa pueden hacerlas.

 

En segundo lugar, el gobierno de la Iglesia está vinculado a los dogmas de fe y el Papa no puede actuar en su contra. De modo que su poder está condicionado, pero todo lo que no sea Evangelio o dogma de fe, claramente puede ser modificado por el Papa. Vamos a aterrizar a ejemplos concretos.

 

El de los divorciados vueltos a casar: ¿qué se dice en el Evangelio?

 

No hay nada sobre eso, porque aquello del capítulo 19 de Mateo de que "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre", lo dice Jesús para responder a la cuestión entre las escuelas rabínicas de aquel tiempo, que discutían sobre el texto del Deuteronomio, 24, versículo primero, donde se planteaba el derecho unilateral del varón a repudiar a la mujer. Jesús corrige eso: que por cualquier causa, laxamente, un hombre pudiera repudiar a una mujer. ¡Responde a eso en concreto! Porque la literatura de aquel tiempo decía cosas de ese calibre: si uno llega a casa y ve que a la mujer se le ha pegado la comida, puede repudiarla. Eran los dichos de las escuelas de aquel tiempo y Jesús responde "no" a eso. Él argumenta a favor de que se acaben los privilegios unilaterales del hombre, de que hombre y mujer tengan los mismos. Hacerle decir al texto más de eso, es manipularlo.

 

A raíz de la petición al Papa para tratar el tema de los divorciados vueltos a casar, escribiste un artículo hablando de cómo había ido girando la disciplina de la Iglesia en el sentido de esa norma: las primeras comunidades cristianas no la tenían, luego el Papa y ahora una exhortación o un sínodo pueden cambiar una realidad que lleva vigente seis o siete siglos, casi como dogma de fe al manipular esas palabras del propio Jesús. ¿Cómo va a poder hacer eso el Papa?

 

No difícilmente. Primero, estudiando a fondo el asunto y dejando claros los límites que ese texto evangélico tiene. Respetando las distintas opiniones de los especialistas, si hubiera discusiones entre ellos es que el asunto no es tan claro. Pero, en cualquier caso, él tiene potestad para decidir. En vista de que no sería una cosa que nos vinculara a todos, podría decidir él la respuesta. "Esto no está contra la fe ni contra el Evangelio, por lo tanto yo puedo decidir modificarlo".

 

Sobre la familia no hay ningún dogma de fe en la Iglesia. Hay doctrinas que se vienen enseñando desde el Concilio de Florencia, de Trento... pero sólo doctrinas. Resulta que todo lo que hay en el Concilio de Trento, según el análisis de las actas de su sesión séptima, sobre los sacramentos, son doctrinas pero no dogmas de fe. Porque Trento tenía un principio previo, un punto determinante: pronunciarse solamente en las cuestiones que no eran debatidas entre los católicos. El Concilio se reunió para rebatir a Lutero, no para debates internos.

 

Insisto en que los límites son el Evangelio y el dogma de fe; en todo lo que no sea eso, el Papa tiene que responder a las necesidades de la gente. Que hoy pasan por tener más sacerdotes, que haya igualdad entre hombres y mujeres resolver los problemas de los divorciados, de los homosexuales... Todo esto lo necesita la gente en la sociedad y en la Iglesia. Creo que en todas estas cuestiones el Papa se pronunciará cuando vea que las cosas están maduras. Como Papa puede hacerlo y es su deber si ve que ha llegado el momento.

 

Lo que está claro es que la primera fase del sínodo, la asamblea extraordinaria, dio pie a hablar de todos los temas con libertad. Estos temas se pusieron en el tapete como jamás había sucedido en la historia de la Iglesia y eso lo promovió el Papa pidiendo a los participantes que hablaran con absoluta libertad. Los fieles han podido saber hasta los votos que tuvo cada punto del sínodo. Es alucinante. Además del sínodo que va a empezar dentro de nada, está en curso otro acontecimiento relevante: el Año de la Misericordia que arranca el 8 de diciembre. ¿Qué esperas del Sínodo y qué del Año de la Misericordia?

 

En el Sínodo va a haber una dispersión de puntos de vista, como un abanico abierto desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, y lo que espero es que dialoguen. El Papa va a escuchar y todo va a quedar anotado. El Papa decidirá luego, no será en el mes de octubre.

 

Después, en la exhortación postsinodal, puede ser donde haya una respuesta...

 

Habrá presiones. En estos asuntos, concretamente en lo del matrimonio, están en juego intereses no sólo religiosos y de fe, sino también políticos, porque en estos temas la gente de la derecha política tiene opiniones que no coinciden con la izquierda, sino que están en el extremo opuesto. Hay interferencias entre la religión, el poder religioso y el poder político incidiendo en la sociedad.

 

Y el poder económico. Esta semana el Papa, adelantándose al sínodo, ha abierto una puerta que no sabemos qué va a deparar: ha cambiado ventiún artículos del Código de Derecho Canónico con el propósito de agilizar la nulidad y hacerla gratuita, lo cual supone un toque al otro gran poder: el económico, por desgracia tan importante.

 

Un periodista de un diario de ámbito nacional explicaba muy bien cómo él está a favor del Papa precisamente por haber suprimido este asunto económico del caso concreto de los matrimonios. El periodista decía que él sabía perfectamente lo que tuvo que meter en un sobre y dar ocultamente al juez que iba a tomar la decisión.

 

Para el Año de la Misericordia el Papa ha dispuesto una serie de cuestiones, entre ellas la de la posibilidad de que todos los sacerdotes absuelvan del "pecado" del aborto a quien esté arrepentido y quiera confesarse. Se le ha echado encima muchísima gente de la Iglesia pura. ¿Por qué?

 

Sencillamente porque ese es uno de los principios determinantes para que la derecha salve su conciencia: la lucha en defensa de la vida. Se callan la defensa, sin embargo, cuando cada año mueren millones de niños en países pobres a los que gente de la derecha se niega a ayudar.

Hizo falta que apareciera la foto del niño para que los que decían que no iban a acoger a un sólo refugiado...

 

...Y Merkel aceptándolos. Aunque la gente de la derecha, como es bien sabido en Hungría o Polonia, sigue oponiéndose en muchos sitios. Eso lo tienen que disimular de alguna manera: entonces cargan las tintas en el tema del aborto. Pero es que la defensa de la vida no se acaba con el parto. La vida no se acaba con el nacimiento de la criatura. Seamos justos: la vida de un ser humano dura toda la vida y hay que preguntarse cuál es la media de edad en los países de Europa y Norteamérica y cuál en los países del Sur. Que se lo pregunten a un pobre de África. Es que eso no lo podemos arreglar, ¿verdad? Lo tendríamos que arreglar entre todos, entre otras cosas reorganizando y repensando todo el poder del capital financiero, de los acuerdos internacionales económicos; de la fabricación de armamentos, la permisividad de la guerra, la reorganización de tantas y tantas cosas a las que no se les quiere hincar el diente.

 

Aquí en España eres uno de los defensores del Papa Francisco y nos consta que lo sabe.

 

No me gusta hablar de esas cosas, pero sí.

 

Nobel de las armas

Nobel de las armas
David Brooks
www.rebelion.org/090915

El gobierno de Barack Obama, premio Nobel de la Paz, ha aprobado más ventas de armas en sus primeros cinco años en la Casa Blanca que el gobierno de George W. Bush en sus ocho años en el poder, asegura William D. Hartung, director del Proyecto sobre Armas y Seguridad del Centro para la Política Internacional, en entrevista con Democracy Now.


El país que se proclama defensor de la paz y guardián del orden –pax americana– universal ocupa el primer lugar como vendedor de armas en el mundo. Dentro del país más poderoso hay más de 300 millones de armas de fuego en manos privadas (suficiente, vale repetir, para armar a casi cada residente de esta república).


El premio Nobel de la Paz en la Casa Blanca ha sido el mejor vendedor de armamentos al mundo. El gobierno de Obama ha aprobado más ventas de armamentos que cualquier otro gobierno estadunidense desde la Segunda Guerra Mundial, afirma William D. Hartung, experto sobre el complejo militar-industrial y director del Proyecto sobre Armas y Seguridad del Centro para la Política Internacional, en entrevista con Democracy Now. El gobierno de Obama ha concluido más acuerdos de ventas de armas en sus primeros cinco años en la Casa Blanca que el gobierno de George W. Bush en sus ocho años en el poder.


Aproximadamente 60 por ciento de estas ventas del gobierno de Obama son para sus clientes en el golfo Pérsico y Medio Oriente, a los cuales, en sus primeros cinco años en la Casa Blanca, vendió 64 mil millones de dólares en armas y servicios militares; de esto, tres cuartas partes se destinaron a Arabia Saudita. Tiene otros 15 mil millones de dólares en nuevas ofertas formales a esos estados en 2014 y lo que va de 2015, informa Hartung en un artículo publicado por Foreign Policy en abril de este año.


Estos productos letales estadunidenses son empleados en las operaciones militares de Arabia Saudita en Yemen, así como otras acciones contra objetivos en Siria apoyadas por Estados Unidos. Al mismo tiempo se ha levantado el congelamiento sobre ventas militares a Egipto. Mientras tanto, en países como Irak, Siria y Yemen se ha reportado que montos masivos de armas estadunidenses inicialmente enviadas a aliados han acabado en manos de los enemigos como el Isil.


Mientras el mundo se conmueve con las imágenes de las olas de refugiados que llegan a Europa, se pierde de vista la razón por la que huyen; es el resultado de países víctimas de intervenciones, invasiones y conflictos civiles desatados por el derrumbe de regímenes antes sostenidos y/o ahora atacados por Estados Unidos y potencias europeas. Para todo eso, lo que se usa en las batallas dentro y entre estos estados son en gran medida productos letales made in USA.


Bienvenidos al supermercado de las armas. Según un informe reciente de Amnistía Internacional, que citó cifras del Instituto Internacional de Estocolmo de Estudios para la Paz (Sipri), Estados Unidos es el principal proveedor de armas en el planeta, con 31 por ciento de las exportaciones mundiales entre 2010 y 2014, seguido por Rusia, con 27 por ciento del mercado: China, Alemania y Francia (cada uno con 5 por ciento), y detrás de ellos Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel, en ese orden.


El informe de Amnistía señala que, a nivel global, la violencia armada mata aproximadamente a 508 mil personas cada año, la mayoría en zonas que no son consideradas de conflicto. Citando la encuesta sobre armas pequeñas en Ginebra, se calcula que 875 millones de armas de fuego pequeñas circulan en el mundo, y cada año se producen entre 700 y 900 mil más. El valor total de las transferencias de armas convencionales en el mundo se calcula en 100 mil millones de dólares al año.

Pero nada de esto está en el debate público, ni hay grandes disputas entre los dos partidos nacionales sobre la venta y el envío de armas al mundo.

Mientras tanto, sí hay un debate sobre la venta de armas dentro de Estados Unidos, algo que se vuelve, de manera impresionante, una disputa sobre la libertad de tener, portar y usar armas de fuego. Y cada vez que se repite una matanza, o un homicidio múltiple en algún lugar público, y se renuevan los llamados a imponer mayores controles (casi nadie se atreve a proponer la prohibición de la venta de armas), el efecto es siempre el mismo: un alza inmediata en la compra de armas.


USA Today reportó hace unos días que la FBI recibió 1.7 millones de solicitudes de revisión de historiales en agosto, requisito en algunos estados para comprar armas de fuego, el índice más alto en ese mes desde 1998. Igual se registraron índices sin precedente en los últimos dos meses.


Ni hablar, la gran industria de la muerte, perdón, "de defensa de la vida", es un gran negocio estadunidense dentro y fuera de este país. Es más fácil aquí comprar un arma que alcohol o algunos medicamentos. En tanto, como señala uno de los investigadores del Sipri, la venta de armas estadunidenses al exterior se está incrementando, en parte, para que la industria armamentista logre superar una baja en la compra de armas por el sector militar estadunidense.


Todo esto es aún más alarmante al ver la evolución del inicio del ciclo electoral presidencial aquí, sobre todo con los precandidatos republicanos encabezados, por ahora, por Donald Trump, que compiten, entre otras cosas, para ver quién es el más proarmas y nutren un clima de odio racial y de xenofobia. Mientras la violencia armada se incrementa tanto dentro como fuera del país, de Baltimore a Chicago y a Los Ángeles, así como del otro lado de la frontera en México y ni hablar en Medio Oriente y África, eso no es mala noticia para todos: el negocio armamentista está en auge.


En este contexto, vale recordar el origen del Premio Nobel de la Paz. La fortuna del sueco Alfred Nobel, quien instruyó ese y los otros premios anuales que llevan su apellido, se generó de sus varias industrias e invenciones, pero en particular de sus fábricas de armamento. Entre sus invenciones patentadas se encuentran las de varios explosivos militares, incluso el más conocido: la dinamita.


Nobel estableció que los premios se otorgaran en las disciplinas de química, literatura, física, medicina y paz (mucho después se agregó el premio en economía). Pero le faltó uno dentro de su propia profesión: al mejor promotor de armas y explosivos.


 

Éxodo sirio y “crisis migratoria” en Europa


Éxodo sirio y “crisis migratoria” en Europa
Atilio A. Boron
www.rebelion.org/060915

Ante la intensificación de la mal llamada “crisis migratoria” surgieron voces de gobernantes, políticos y supuestos expertos en el tema asegurando que este no era un problema europeo sino africano o, en todo caso del Medio Oriente.

 

La estremecedora imagen del niño kurdosirio yaciendo inerte en una playa de Turquía luego de que naufragara la barcaza en que junto con su familia intentaba llegar hasta la isla de Kos, en Grecia, conmovió a la opinión pública mundial y puso de relieve el inmenso drama humanitario que se está desenvolviendo en el Mediterráneo. No fue el primero que paga con su vida la crisis desatada por la desestabilización de un país, Siria, desgraciadamente convertido en el blanco de siniestros cálculos geopolíticos de Estados Unidos y sus aliados que destruyeron uno de los países más prósperos y estables de la región.

 

En esa misma barcaza murieron otros cinco, uno de ellos su hermanito de cinco años, aparte de su madre y un número todavía indeterminado de adultos. Si ampliamos el foco del análisis para abarcar con la mirada el torrente humano procedente del África subsahariana el número de víctimas infantiles sería abrumador, aunque no haya registro fotográfico de ello. Queda en pie la pregunta: ¿por qué se produce la crisis, qué es lo que la dispara?

 

Por empezar se impone una clarificación, porque la disputa por el sentido es crucial para plantear correctamente los términos del problema. Suele hablarse, indistintamente, de una “crisis migratoria” como si esta fuera un transitorio desequilibrio en el flujo poblacional entre el África subsahariana, medio oriente y Europa. Pero, ¿son migrantes o refugiados?

 

En el caso de los sirios que huyen de la devastación sembrada en su país no existe la menor duda de que se trata de lo segundo, y lo mismo cabe decir de los libios, que dejan sus hogares luego de la tragedia desatada por la criminal decisión de Washington y Bruselas de auspiciar un “cambio de régimen” en Libia. El caso del África subsahariana es más complejo, porque allí se entremezclan migrantes impulsados por el hambre y la pobreza inescapable con sectores, minoritarios, que abandonan sus países por razones políticas.

 

Ahora bien: ¿por qué el infortunado niño de la minoría kurda en Siria tuvo que dejar su país? Porque, como decíamos más arriba, el diseño estratégico de Washington en medio oriente tenía como objetivo fundamental -¡pero ya no más, porque ahora la Casa Blanca tiene otras prioridades en el área!- provocar la caída de la República Islámica en Irán, para lo cual había que destruir los apoyos con que contaba Teherán en su entorno inmediato y entre los cuales sobresalía Siria por su localización geográfica, su condición de país limítrofe con Israel y Turquía, su población, su economía y la prolongada estabilidad política del régimen imperante.

 

En consecuencia, la “guerra civil” en Siria no es tal, pues se trata de una agresión pergeñada desde afuera por Estados Unidos y sus compinches europeos (al igual que hicieran con Libia pocos años antes) y en donde bandas de atroces mercenarios son exaltados como heroicos “combatientes por la libertad” y respaldados política y diplomáticamente mientras cometen toda clase de desmanes.

 

De esta madriguera creada por las democracias occidentales y sus reaccionarios socios en la región brotó, incontrolable, el Estado Islámico, con luz verde para perpetrar horrendos crímenes. [1] El resultado ha sido la entronización de esa banda terrorista en algunas regiones de Siria e Irak, con su interminable secuela de decapitaciones, degüellos y destrucción de venerables reliquias históricas, consumidas en las llamas del fundamentalismo yihadista.

 

Aylan Kurdi, tal es el nombre del niño ahogado, pereció porque tuvo que huir del infierno en que Washington y los gobiernos europeos convirtieron a su patria, pese a la heroica resistencia del pueblo kurdo que supo poner freno a la expansión militar del EI en sus territorios. Y murió también porque las autoridades del Canadá le negaron tres veces a su familia el permiso para asilarse en ese país.

 

El Primer Ministro británico, David Cameron, acaba de acusar a Bashar Al Assad y al Estado Islámico por su muerte. Miente, porque sabe muy bien que el holocausto social de Siria no es un asunto doméstico sino responsabilidad directa y criminal de los gobiernos que conforman el condominio imperial, que en su afán por posicionarse más favorablemente en el tablero geopolítico mundial no dudan un instante en adoptar políticas que desquician sociedades y provocan destrucción y muerte a su paso, precipitando así la avalancha de refugiados que huyen para salvar sus vidas y la de sus familiares, con las consecuencias que todos se lamentan.

 

Tanto en el caso de Libia como en el más actual de Siria, la intervención imperialista estuvo precedida por una cobertura mediática falaz que demonizó las figuras de Muammar El Gadafi y Bashar al-Asad y tergiversó la información originada en el terreno para justificar ex ante las cruentas tácticas de desestabilización y caos social, económico y político requeridas para hacer posible el “cambio de régimen”, frase amable que sustituye la más brutal de “subversión del orden constitucional vigente”.

 

Mentiras que, en los casos de Libia y Siria, son análogas a las proferidas cuando antes de la invasión y destrucción de Irak desde Washington, Londres o París se denunciaba la existencia de armas de destrucción masiva en ese desdichado país, cuando todos sabían que no las había y que el único que sí las tenía en esa parte del mundo era Israel.

 

Ahora el problema de los refugiados en Europa ha adquirido proporciones inéditas desde fines de la Segunda Guerra Mundial, e indigna comprobar la indiferencia de algunos gobiernos europeos ante esa crisis, o la estupidez de las políticas con las que se pretende enfrentar la situación.

 

Por ejemplo establecer ridículos cupos migratorios ante el desastre generado en Siria e Irak, para mencionar apenas los más directamente involucrados en la situación actual, que tienen una población conjunta de unos 55 millones de habitantes. O el cinismo de la administración Obama, que acentúa las políticas de desestabilización inherentes al “imperio del caos”, según la feliz expresión de Pepe Escobar, porque, total, los refugiados no podrán cruzar el Atlántico en sus frágiles barcazas y el problema lo deberá padecer Europa.

 

Actitud semejante adopta al atizar la guerra civil en Ucrania: en última instancia, la batalla se librará, como las dos guerras mundiales en el escenario europeo y la destrucción resultante será beneficiosa para apuntalar la primacía global de Estados Unidos al debilitar, gracias a la guerra, a sus principales competidores.

 

Ante las ridículas tentativas de los países europeos, o de la Unión Europea, para “regular” el tsunami de los refugiados y los migrantes, sobre todo del África subsahariana, conviene recordar las clarividentes palabras de José Saramago: “El desplazamiento del sur al norte es inevitable; no valdrán alambradas, muros ni deportaciones: vendrán por millones. Europa será conquistada por los hambrientos. Vienen buscando lo que les robamos. No hay retorno para ellos porque proceden de una hambruna de siglos y vienen rastreando el olor de la pitanza. El reparto está cada vez más cerca. Las trompetas han empezado a sonar. El odio está servido y necesitaremos políticos que sepan estar a la altura de las circunstancias.”

 

La responsabilidad de Europa es mucho mayor, más visible e inocultable en el caso del África subsahariana. Porque, ¿quién ocupó, colonizó y saqueó por siglos al mal llamado “Continente Negro” si no las potencias coloniales europeas? ¿Quién organizó el tráfico de esclavos a través del Atlántico si no los gobiernos y las clases dominantes de Europa? No fueron los africanos quienes se abalanzaron sobre esta para saquear sus riquezas y esclavizar a sus poblaciones, sino que ocurrió exactamente lo contrario.

 

¿Quiénes impusieron sus intereses, perpetraron un cruel etnocidio y arrasaron con formas tradicionales de organización económica, social y política en África? ¿No fueron acaso los colonialistas europeos los que se repartieron ese continente, practicando un sistemático pillaje y redibujaron el mapa político para inventar fronteras artificiales que dividían viejas sociedades y ancestrales etnias y naciones, convertidas en fragmentos destrozados, ahora caprichosamente repartidos en diferentes “países” y sembrando las bases de una rivalidad que perdura hasta nuestros días?

 

¿No fueron ellos los que impusieron el inglés, el francés, el portugués, y otras lenguas europeas como las oficiales de aquellas arbitrarias creaturas políticas? ¿Dónde más podrían ir esos antiguos súbditos europeos que a sus metrópolis de otrora, cuando la crisis deja sin futuro a millones de africanos? ¿O es que los colonialistas de hoy creen que podrán salirse con la suya y no pagar la cuenta de los crímenes y fechorías cometidas por sus antepasados? ¿Reclaman acaso impunidad, o fingen desconocer su responsabilidad histórica?

 

Para colmo de males, una vez obtenida la independencia, los tentáculos del neocolonialismo –reforzado ahora por el protagonismo de Estados Unidos- se hundieron todavía con más fuerza, acelerando la descomposición económica, social y política de las situaciones poscoloniales. De nuevo: ¿adónde sino a Europa podrían ir para buscar un alivio a sus interminables padecimientos? ¿Cómo podrían los gobiernos europeos y sus mandantes decir que la crisis migratoria que tantas muertes ha causado es “un problema africano” cuando no es otra cosa que el inexorable y demorado resultado de su pasada expansión colonial?

 

¿Cómo evolucionará esta situación? No es exagerado afirmar que el torrente de refugiados ha desbordado todas las previsiones y nada autoriza a pensar que la situación irá a mejorar porque ni Washington ni Bruselas han archivado sus planes de derrocar al gobierno sirio, acabar con Hezbollah el vecino Líbano y cerrar el círculo en torno a Irán. El resultado de esta macabra iniciativa sólo puede ser más destrucción y muerte, y renovados contingentes de refugiados golpeando a las puertas de la opulenta Europa.

 

Estados Unidos está casi por completo aislado de esas dolorosas corrientes de seres humanos en búsqueda de una vida mínimamente digna, así como la Unión Europea lo está en relación al flujo migratorio que desde México, Centroamérica y el Caribe se amontona en las puertas del imperio. La “solución” por la que se ha venido inclinando la política de Estados Unidos pasa por el reforzamiento de los controles fronterizos, las deportaciones y la construcción del muro en la frontera con México.

 

Los países europeos no gozan de las ventajas estadounidenses por la porosidad de sus fronteras, su heterogeneidad estatal y la proximidad de los países originarios de los migrantes. Si Occidente creyera firmemente en su tan pregonada doctrina de los derechos humanos tendría que modificar radicalmente su política migratoria y hacerse cargo de su responsabilidad en la crisis actual.

 

Pero ni Estados Unidos ni la Unión Europea han dado muestras de tomarse en serio los derechos humanos, por lo que lo único que aparece en el horizonte europeo es una política de mayor control migratorio, cierre de fronteras, expulsión y deportación de migrantes ilegales. Lo ocurrido con los camiones cargados de africanos muertos hallados en Austria o la odisea de los que intentan cruzar el Mediterráneo demuestran los límites morales y prácticos de tales políticas.

 

Como lo recordaba José Saramago, el proyecto de parar esta avalancha humana construyendo la “Fortaleza Europa” (o la “Fortaleza Americana”) está condenado al fracaso y no pondrá fin a un éxodo cada vez mayor, alimentado por las inequidades del capitalismo contemporáneo en su proyección global y por las estrategias norteamericanas de producir un “cambio de régimen”, por vías violentas como las evidenciadas en Siria y Libia, en Medio Oriente, y también, no lo olvidemos, en algunos países latinoamericanos.

 

Ante este cuadro, lo único sensato sería construir un nuevo orden económico internacional que haga posible el bienestar de esos pueblos y que les permita acceder a una vida digna dentro de sus respectivos países. Pero el capitalismo es un sistema esencial e incorregiblemente irracional y además nada indica que la sensatez sea un atributo de sus círculos dirigentes a ambos lados del Atlántico. Lo que hicieron con Grecia es una prueba rotunda de que lo único que les importa es garantizar la tasa de ganancia de sus transnacionales. Así las cosas lo único que cabe esperar es la intensificación de las migraciones subsaharianas, el éxodo sirio y nuevas tragedias como la del niño Aylan.





[1] Sobre la relación entre los gobiernos occidentales y el Estado Islámico ver ”El Mosad creó el Estado Islámico”, en Rebelión, 19 Agosto 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188610

 

Éxodo sirio y “crisis migratoria” en Europa

 



 

Ante la intensificación de la mal llamada “crisis migratoria” surgieron voces de gobernantes, políticos y supuestos expertos en el tema asegurando que este no era un problema europeo sino africano o, en todo caso del Medio Oriente.

 

La estremecedora imagen del niño kurdosirio yaciendo inerte en una playa de Turquía luego de que naufragara la barcaza en que junto con su familia intentaba llegar hasta la isla de Kos, en Grecia, conmovió a la opinión pública mundial y puso de relieve el inmenso drama humanitario que se está desenvolviendo en el Mediterráneo. No fue el primero que paga con su vida la crisis desatada por la desestabilización de un país, Siria, desgraciadamente convertido en el blanco de siniestros cálculos geopolíticos de Estados Unidos y sus aliados que destruyeron uno de los países más prósperos y estables de la región.

 

En esa misma barcaza murieron otros cinco, uno de ellos su hermanito de cinco años, aparte de su madre y un número todavía indeterminado de adultos. Si ampliamos el foco del análisis para abarcar con la mirada el torrente humano procedente del África subsahariana el número de víctimas infantiles sería abrumador, aunque no haya registro fotográfico de ello. Queda en pie la pregunta: ¿por qué se produce la crisis, qué es lo que la dispara?

 

Por empezar se impone una clarificación, porque la disputa por el sentido es crucial para plantear correctamente los términos del problema. Suele hablarse, indistintamente, de una “crisis migratoria” como si esta fuera un transitorio desequilibrio en el flujo poblacional entre el África subsahariana, medio oriente y Europa. Pero, ¿son migrantes o refugiados?

 

En el caso de los sirios que huyen de la devastación sembrada en su país no existe la menor duda de que se trata de lo segundo, y lo mismo cabe decir de los libios, que dejan sus hogares luego de la tragedia desatada por la criminal decisión de Washington y Bruselas de auspiciar un “cambio de régimen” en Libia. El caso del África subsahariana es más complejo, porque allí se entremezclan migrantes impulsados por el hambre y la pobreza inescapable con sectores, minoritarios, que abandonan sus países por razones políticas.

 

Ahora bien: ¿por qué el infortunado niño de la minoría kurda en Siria tuvo que dejar su país? Porque, como decíamos más arriba, el diseño estratégico de Washington en medio oriente tenía como objetivo fundamental -¡pero ya no más, porque ahora la Casa Blanca tiene otras prioridades en el área!- provocar la caída de la República Islámica en Irán, para lo cual había que destruir los apoyos con que contaba Teherán en su entorno inmediato y entre los cuales sobresalía Siria por su localización geográfica, su condición de país limítrofe con Israel y Turquía, su población, su economía y la prolongada estabilidad política del régimen imperante.

 

En consecuencia, la “guerra civil” en Siria no es tal, pues se trata de una agresión pergeñada desde afuera por Estados Unidos y sus compinches europeos (al igual que hicieran con Libia pocos años antes) y en donde bandas de atroces mercenarios son exaltados como heroicos “combatientes por la libertad” y respaldados política y diplomáticamente mientras cometen toda clase de desmanes.

 

De esta madriguera creada por las democracias occidentales y sus reaccionarios socios en la región brotó, incontrolable, el Estado Islámico, con luz verde para perpetrar horrendos crímenes. [1] El resultado ha sido la entronización de esa banda terrorista en algunas regiones de Siria e Irak, con su interminable secuela de decapitaciones, degüellos y destrucción de venerables reliquias históricas, consumidas en las llamas del fundamentalismo yihadista.

 

Aylan Kurdi, tal es el nombre del niño ahogado, pereció porque tuvo que huir del infierno en que Washington y los gobiernos europeos convirtieron a su patria, pese a la heroica resistencia del pueblo kurdo que supo poner freno a la expansión militar del EI en sus territorios. Y murió también porque las autoridades del Canadá le negaron tres veces a su familia el permiso para asilarse en ese país.

 

El Primer Ministro británico, David Cameron, acaba de acusar a Bashar Al Assad y al Estado Islámico por su muerte. Miente, porque sabe muy bien que el holocausto social de Siria no es un asunto doméstico sino responsabilidad directa y criminal de los gobiernos que conforman el condominio imperial, que en su afán por posicionarse más favorablemente en el tablero geopolítico mundial no dudan un instante en adoptar políticas que desquician sociedades y provocan destrucción y muerte a su paso, precipitando así la avalancha de refugiados que huyen para salvar sus vidas y la de sus familiares, con las consecuencias que todos se lamentan.

 

Tanto en el caso de Libia como en el más actual de Siria, la intervención imperialista estuvo precedida por una cobertura mediática falaz que demonizó las figuras de Muammar El Gadafi y Bashar al-Asad y tergiversó la información originada en el terreno para justificar ex ante las cruentas tácticas de desestabilización y caos social, económico y político requeridas para hacer posible el “cambio de régimen”, frase amable que sustituye la más brutal de “subversión del orden constitucional vigente”.

 

Mentiras que, en los casos de Libia y Siria, son análogas a las proferidas cuando antes de la invasión y destrucción de Irak desde Washington, Londres o París se denunciaba la existencia de armas de destrucción masiva en ese desdichado país, cuando todos sabían que no las había y que el único que sí las tenía en esa parte del mundo era Israel.

 

Ahora el problema de los refugiados en Europa ha adquirido proporciones inéditas desde fines de la Segunda Guerra Mundial, e indigna comprobar la indiferencia de algunos gobiernos europeos ante esa crisis, o la estupidez de las políticas con las que se pretende enfrentar la situación.

 

Por ejemplo establecer ridículos cupos migratorios ante el desastre generado en Siria e Irak, para mencionar apenas los más directamente involucrados en la situación actual, que tienen una población conjunta de unos 55 millones de habitantes. O el cinismo de la administración Obama, que acentúa las políticas de desestabilización inherentes al “imperio del caos”, según la feliz expresión de Pepe Escobar, porque, total, los refugiados no podrán cruzar el Atlántico en sus frágiles barcazas y el problema lo deberá padecer Europa.

 

Actitud semejante adopta al atizar la guerra civil en Ucrania: en última instancia, la batalla se librará, como las dos guerras mundiales en el escenario europeo y la destrucción resultante será beneficiosa para apuntalar la primacía global de Estados Unidos al debilitar, gracias a la guerra, a sus principales competidores.

 

Ante las ridículas tentativas de los países europeos, o de la Unión Europea, para “regular” el tsunami de los refugiados y los migrantes, sobre todo del África subsahariana, conviene recordar las clarividentes palabras de José Saramago: “El desplazamiento del sur al norte es inevitable; no valdrán alambradas, muros ni deportaciones: vendrán por millones. Europa será conquistada por los hambrientos. Vienen buscando lo que les robamos. No hay retorno para ellos porque proceden de una hambruna de siglos y vienen rastreando el olor de la pitanza. El reparto está cada vez más cerca. Las trompetas han empezado a sonar. El odio está servido y necesitaremos políticos que sepan estar a la altura de las circunstancias.”

 

La responsabilidad de Europa es mucho mayor, más visible e inocultable en el caso del África subsahariana. Porque, ¿quién ocupó, colonizó y saqueó por siglos al mal llamado “Continente Negro” si no las potencias coloniales europeas? ¿Quién organizó el tráfico de esclavos a través del Atlántico si no los gobiernos y las clases dominantes de Europa? No fueron los africanos quienes se abalanzaron sobre esta para saquear sus riquezas y esclavizar a sus poblaciones, sino que ocurrió exactamente lo contrario.

 

¿Quiénes impusieron sus intereses, perpetraron un cruel etnocidio y arrasaron con formas tradicionales de organización económica, social y política en África? ¿No fueron acaso los colonialistas europeos los que se repartieron ese continente, practicando un sistemático pillaje y redibujaron el mapa político para inventar fronteras artificiales que dividían viejas sociedades y ancestrales etnias y naciones, convertidas en fragmentos destrozados, ahora caprichosamente repartidos en diferentes “países” y sembrando las bases de una rivalidad que perdura hasta nuestros días?

 

¿No fueron ellos los que impusieron el inglés, el francés, el portugués, y otras lenguas europeas como las oficiales de aquellas arbitrarias creaturas políticas? ¿Dónde más podrían ir esos antiguos súbditos europeos que a sus metrópolis de otrora, cuando la crisis deja sin futuro a millones de africanos? ¿O es que los colonialistas de hoy creen que podrán salirse con la suya y no pagar la cuenta de los crímenes y fechorías cometidas por sus antepasados? ¿Reclaman acaso impunidad, o fingen desconocer su responsabilidad histórica?

 

Para colmo de males, una vez obtenida la independencia, los tentáculos del neocolonialismo –reforzado ahora por el protagonismo de Estados Unidos- se hundieron todavía con más fuerza, acelerando la descomposición económica, social y política de las situaciones poscoloniales. De nuevo: ¿adónde sino a Europa podrían ir para buscar un alivio a sus interminables padecimientos? ¿Cómo podrían los gobiernos europeos y sus mandantes decir que la crisis migratoria que tantas muertes ha causado es “un problema africano” cuando no es otra cosa que el inexorable y demorado resultado de su pasada expansión colonial?

 

¿Cómo evolucionará esta situación? No es exagerado afirmar que el torrente de refugiados ha desbordado todas las previsiones y nada autoriza a pensar que la situación irá a mejorar porque ni Washington ni Bruselas han archivado sus planes de derrocar al gobierno sirio, acabar con Hezbollah el vecino Líbano y cerrar el círculo en torno a Irán. El resultado de esta macabra iniciativa sólo puede ser más destrucción y muerte, y renovados contingentes de refugiados golpeando a las puertas de la opulenta Europa.

 

Estados Unidos está casi por completo aislado de esas dolorosas corrientes de seres humanos en búsqueda de una vida mínimamente digna, así como la Unión Europea lo está en relación al flujo migratorio que desde México, Centroamérica y el Caribe se amontona en las puertas del imperio. La “solución” por la que se ha venido inclinando la política de Estados Unidos pasa por el reforzamiento de los controles fronterizos, las deportaciones y la construcción del muro en la frontera con México.

 

Los países europeos no gozan de las ventajas estadounidenses por la porosidad de sus fronteras, su heterogeneidad estatal y la proximidad de los países originarios de los migrantes. Si Occidente creyera firmemente en su tan pregonada doctrina de los derechos humanos tendría que modificar radicalmente su política migratoria y hacerse cargo de su responsabilidad en la crisis actual.

 

Pero ni Estados Unidos ni la Unión Europea han dado muestras de tomarse en serio los derechos humanos, por lo que lo único que aparece en el horizonte europeo es una política de mayor control migratorio, cierre de fronteras, expulsión y deportación de migrantes ilegales. Lo ocurrido con los camiones cargados de africanos muertos hallados en Austria o la odisea de los que intentan cruzar el Mediterráneo demuestran los límites morales y prácticos de tales políticas.

 

Como lo recordaba José Saramago, el proyecto de parar esta avalancha humana construyendo la “Fortaleza Europa” (o la “Fortaleza Americana”) está condenado al fracaso y no pondrá fin a un éxodo cada vez mayor, alimentado por las inequidades del capitalismo contemporáneo en su proyección global y por las estrategias norteamericanas de producir un “cambio de régimen”, por vías violentas como las evidenciadas en Siria y Libia, en Medio Oriente, y también, no lo olvidemos, en algunos países latinoamericanos.

 

Ante este cuadro, lo único sensato sería construir un nuevo orden económico internacional que haga posible el bienestar de esos pueblos y que les permita acceder a una vida digna dentro de sus respectivos países. Pero el capitalismo es un sistema esencial e incorregiblemente irracional y además nada indica que la sensatez sea un atributo de sus círculos dirigentes a ambos lados del Atlántico. Lo que hicieron con Grecia es una prueba rotunda de que lo único que les importa es garantizar la tasa de ganancia de sus transnacionales. Así las cosas lo único que cabe esperar es la intensificación de las migraciones subsaharianas, el éxodo sirio y nuevas tragedias como la del niño Aylan.





[1] Sobre la relación entre los gobiernos occidentales y el Estado Islámico ver ”El Mosad creó el Estado Islámico”, en Rebelión, 19 Agosto 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188610