José María
Castillo S.
www.religiondigital.com / 040617
Pentecostés es,
para los cristianos, la fiesta del Espíritu. Y, como es sabido, la palabra
"espíritu" es la traducción del griego "pneuma" (de ahí,
"neumático"), que significa, a la vez, "espíritu" y
"viento" (R. E. Brown). Por eso, sin duda, Jesús le dijo a Nicodemo:
"El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios" (Jn 3, 5).
¿Qué significa
"nacer del agua y del Espíritu"? Jesús lo explica enseguida: "El
viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a
donde va. Así es todo el que nace del Espíritu" (Jn 3, 8).
El viento es
libre. Y tiene tanta libertad, que nadie puede encadenarlo. Por eso dice Jesús
que no se sabe ni de dónde viene, ni a dónde va. Es el símbolo perfecto de la
libertad indomable. Una libertad que está allí donde está el Espíritu, el
"pneuma", o sea: el "espíritu". Teniendo en cuenta que Jesús
no destaca la "fuerza" del viento, que puede llegar a ser un huracán.
Lo que Jesús destaca es la
"libertad" del viento, que no se deja esclavizar, someter o dominar.
En esta sociedad
en que vivimos, cuando nos imaginamos que somos más libres que nunca, ahora
-precisamente ahora- es cuando estamos más controlados, más sumisos y además
encantados con esta atractiva esclavitud que nos han impuesto.
La particular
eficacia de este sistema consiste en que "no actúa a través de la
prohibición y la sustracción, sino de complacer y colmar. En lugar de hacer a
los hombres sumisos, intenta hacerlos dependientes" (Byung-Chul Han).
Porque la fuerza, que nos somete, no es el "poder opresor", sino el
"poder seductor". No le faltaba razón a El Roto cuando, no hace mucho,
puso en una de sus mordaces viñetas la figura de un gran mandatario, que le
estaba diciendo a la gente: Las dictaduras son innecesarias: ya nadie
desobedece.
Por más que nos
quejemos de los corruptos y los violentos, cuando veo en el autobús, por la calle
o en la sala de espera, a la mayoría de la gente, sobre todo si es gente joven,
enganchada al móvil, un móvil que está perfectamente controlado, no se sabe
dónde, ni por quién, ni para qué, entonces pienso, con pena y rabia, que
"el poder adquiere cada vez más una forma permisiva. Y su permisividad,
incluso en su amabilidad, esconde su negatividad y se ofrece como
libertad".
El día que la
fiesta de Pentecostés sea, de verdad, la fiesta de los hombres y mujeres libres
como el viento, ese día habremos nacido de nuevo. Y en este mundo empezará a
ser posible superar la contradicción que hoy nos parece insuperable: armonizar la libertad con la igualdad. ¿Una
utopía? Sí. Por la fuerza del Espíritu.